Contiene
Ballbusting mujer/hombre
Ballbusting hombre/hombre
La ingeniera Natalia torciĆ³ los ojos hacia el techo con disgusto cuando se encontrĆ³ en el gimnasio con Miguel Ćngel, aquel molesto ecologista que durante un tiempo estuvo interviniendo en su proyecto. El joven estaba tumbado en un banco levantado haciendo pesas.
Aunque la mujer desarrollĆ³ una aversiĆ³n hacia Ć©l, tambiĆ©n tuvo un secreto admiraciĆ³n por el cuerpo del joven, realmente hermoso y que parecĆa esculpido por los dioses. El ecologista tenĆa un tono hermoso de piel que a la rubia le encantaba y ni hablar de su mejor arma, la entrepierna, por noches la mujer tuvo orgĆ”smicos sueƱos donde aquel varĆ³n la hacĆa suya.
Cuando transcurriĆ³ por su lado, la fĆ©mina no dudĆ³ en desviar su mirada hacia los potentes muslos del joven y despuĆ©s al norte donde se ubicaba su entrepierna. El dibujo de su gruesa serpiente de carne que tenĆa por polla se dibujaba a un lado en su pantaloneta deportiva. El amplio torso subĆa y bajaba del esfuerzo deportivo y sus bĆceps se tensaban por la presiĆ³n de la barra.
Miguel Ćngel estaba muy ocupado entrenando su cuerpo para fijarse que la ingeniera se bebiĆ³ su cuerpo con la mirada. Igualmente la mujer siguiĆ³ su paso hacia la caminadora.
Miguel Ćngel ChacĆ³n continuĆ³ con su ejercicio de brazos y pechos, iba por la flexiĆ³n 941 cuando lo interrumpieron, pero para una buena causa.
—¡Miguel, Miguel! ¿A que no adivinas quiĆ©n llegĆ³?
—¿QuiĆ©n? —interrogĆ³ apretando los dientes y sudando de esfuerzo. Faltaba poco de 60 ejercicios para culminar su entrenamiento.
—La ingeniera, amigo, aquella de la petrolera.
—¿Natalia?
El ecologista apodado Aquaman abriĆ³ los ojos y colocĆ³ la barra en el soporte. Se sentĆ³ en el banco cogiendo una toalla para secarse.
—¿DĆ³nde estĆ”? Quiero hablar con ella.
—AllĆ en las caminadoras.
—Ya verĆ”.
Miguel Ćngel caminĆ³ con paso enĆ©rgico al lugar donde estaba la dama.
—Ingeniero Natalia que placer verla por acĆ” —la saludĆ³ utilizando una caminadora al lado de la que ella utilizaba.
—Por el contrario, no sĆ© como gente de tu calaƱa estĆ” aquĆ —dijo la mujer mirando hacia el frente sin dedicarle un segundo de su vista.
—¿Por quĆ© lo dice?
—Porque supongo que un pata en el suelo como tĆŗ no tiene para costear un gimnasio de este tipo. Imagine que ademĆ”s de llenar tu cuerpo de anabĆ³licos, entrenabas en la playa.
—No sea ridĆcula, mi ingeniero. Tengo mis ahorros y me permito algunos lujos. Tampoco soy tan pobre como parezco. Recuerde soy una persona sencilla, ¿nunca ha oĆdo de los ChacĆ³n? En cuanto a mi cuerpo esto es trabajo natural, buena genĆ©tica y mucho entrenamiento. ¿Le gusta mi cuerpo? Cuando quiera lo puede probar. ¿Recuerda lo que me hizo en aquella bodega? Cuando usted desee le meto la polla en la boca.
La ingeniera sintiĆ³ una mezcla de emociones, en lo mĆ”s profundo de su ser deseaba tener para ella ese exquisito caramelo tropical de hombre, pero la manera en la que se expresaba se le hacĆa digna de un completo vulgar. Por primera vez girĆ³ la cabeza y dirigiĆ³ una mirada al joven. Pero simplemente estirĆ³ la mano hacia la mĆ”quina del muchacho y apretando un botĆ³n triplicĆ³ la velocidad de la caminadora.
—¡Hey, no! ¿QuĆ© hace?
Miguel Ćngel estaba corriendo en la mĆ”quina a toda velocidad. Natalia volviĆ³ a pulsar un botĆ³n y el muchacho no alcanzĆ³ a paralizar la mĆ”quina, saliĆ³ disparado hacia atrĆ”s donde cayĆ³ al suelo rebotando y lastimĆ”ndose cuello y espalda.
—Ay, ay, ay.
Varias de las personas en el gimnasio centraron su atenciĆ³n hacia Ć©l. La ingeniera detuvo su propia mĆ”quina y caminĆ³ hasta el joven tendido ante ella. Miguel Ćngel se quejaba de dolor frotĆ”ndose la nuca, para su desgracia tenĆa las piernas separadas. La pierna derecha estaba recta mientras la izquierda era doblada levantando la rodilla.
Mirando el increĆble bulto en el pantalĆ³n del hombre, la mujer lo pateĆ³, estrellando sus bolas contra el cuerpo.
—Aaaaaaaaaah —Miguel Ćngel contuvo el aliento. Abriendo los ojos de par en par.
Los hombres en el gimnasio se llevaron las manos a sus genitales como si sintieran el dolor propio de aquel individuo. Algunas mujeres se sorprendieron.
—¡Este hombre es un pervertido! —gritĆ³ la mujer a todos en la sala—. ¡Me estĆ” ofreciendo un asunto sexual! ¡Asqueroso! —volviĆ³ a estrellar su pie en la hombrĆa de Miguel Ćngel, haciĆ©ndolo gemir de agonĆa mientras se doblaba, agarrando sus grandes bolas.
—¿Necesita ayuda, seƱora? —un hombre se acercĆ³ a la dama.
—Solo quiero que este tipo de gente no venga a este lugar y acose a las mujeres. Si lo hizo conmigo, ¿a cuĆ”ntas mĆ”s se lo ha hecho? Las mujeres no podemos seguir soportando a este tipo de hombres. ¡Pervertido!
Miguel Ćngel continuaba en el suelo, frotando su entrepierna con el precioso rostro torcido de dolor.
—VĆctor, ven y ayĆŗdame —el hombre cerca de Natalia llamĆ³ a otro de su compaƱero, un tipo fornido y de cabellos oscuros, de esos que caminan muy graciosos solo por tener el cuerpo lleno de mĆŗsculos—. Vamos a enseƱarle a este idiota a como tratar a las mujeres. ¡OIGAN TODOS! ESTO ES LO QUE LE PASA A ABUSADORES DE MUJERES —sujetĆ³ a Miguel Ćngel de los brazos y lo hizo levantar. Le aplicĆ³ una llave de brazos que lo obligĆ³ a apartar sus manos de los genitales.
A Natalia se le hizo agua la boca, su mirada se desviĆ³ a la entrepierna de aquel moreno ecologista, justo donde la polla se marcaba grande y orgullosa.
—Si algĆŗn tipo aquĆ es un abusador de mujeres, esto es lo que le espera —dijo VĆctor.
AsĆ lanzĆ³ una devastadora patada en las gĆ³nadas de Miguel Ćngel, con toda la fuerza que pudo reunir, haciendo que el apuesto joven gritara y chillara de dolor.
—¡Te lo mereces por pervertido! —gritĆ³ la mujer echĆ”ndole mĆ”s leƱa al fuego.
Miguel Ćngel gruĆ±Ć³ de dolor cuando recibiĆ³ una nueva patada que le elevĆ³ sus pelotas a la pelvis.
Sus colosales testĆculos muy llenos de leche se aplastaron con fuerza en su entrepierna.
—¡DetĆ©nganse, detĆ©nganse! —gritĆ³ una voz femenina desde el pĆŗblico. Una chica morena y de cabellos castaƱos se abriĆ³ paso entre los espectadores—. ¡Ćl es inocente! Desde hace varios meses Aquaman tiene problemas profesionales con esta vieja bruja. No le crean lo que dice. ¡Es una mentirosa!
—¿QuĆ© te has creĆdo, tonta? —protestĆ³ Natalia con el ceƱo fruncido de rabia.
Los dos hombres que sostenĆan al debilitado Miguel Ćngel se quedaron mirando de manera interrogativa a la rubia.
—¿Saben quĆ©? —espetĆ³ Natalia levantando los hombros—. Hagan lo que quieran —dio media vuelta y se fue.
—Vieja bruja —alcanzĆ³ a decir la defensora del ecologista.
Los dos hombres dejaron en paz a Miguel Ćngel que cayĆ³ al suelo en posiciĆ³n fetal agarrĆ”ndose las doloridas e hinchadas huevas.
—Ay, ay, ay mis testĆculos. ¡Me duelen!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario