El bolas de toro (4/10): La revancha - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

2 may 2021

demo-image

El bolas de toro (4/10): La revancha

Contiene

Ballbusting hombre/hombre

Ballbusting mujer/hombre


Aquella maƱana el gran Felipe "bolas de toro" luchador profesional intercambiaba besos apasionados con una bella dama en la cama, gotas de lƭquido preseminal adornaba la morena, empalmada y venosa verga del semental.

 

La mano de la bella mujer de cabellos castaƱos subió por el grueso muslo del hombre, le separó las piernas y comenzó a jugar con los testĆ­culos: grandes, colgantes y llenos de jugo blanco… mucho semen, como un toro.

 

Un suspiro salió de los finos labios del macho salvaje. La otra mano femenina acariciaba el cuello, la espalda, el musculoso pecho trabajado por el gimnasio. La mano se posó sobre el bíceps, luego bajó al pene, hediondo a macho, sudor... la sabana empapada con el sudor de ambos.

 

Los jadeos subieron de tono y aquel colosal semental parecƭa un bebƩ queriendo ser amamantado por aquellas grandes tetas.

 

—”Aaaaaaaah! —gozó la mujer sintiendo la punta de la verga entrar por el coƱo. 

 

Pero luego se resistió, echó la pelvis hacia atrÔs y abandonó el erecto pene para seguir masturbÔndolo con una mano a un ritmo cada vez mÔs rÔpido. Felipe sintió que el placer era extremo y lo demostró cuando su pene escupió grandes cañonazos de leche empapando la delicada mano de la dama y la colcha de la cama.

 

Ella lamió su mano como una gata hambrienta sin dejar rastro alguno de aquel jugo de hombre y pareció gustarle aquel sabor empalagoso, puesto que se inclinó a la verga que seguía vomitando gruesos trazos y sacando la lengua procedió a lamer el orgulloso falo, comiendo todo su líquido un poco ferroso.

 

Lamió el tronco y los huevos también, los cuales metió alternativamente en la boca para succionarlos con deseo, chupando esos grandes caramelos que albergaban dulce. Un salpicón fuerte de leche salió del pene y aterrizó en el cuello de la dama de alquiler.

 

Felipe tumbó a la dama a su lado, quería follarla, inundarla en su mar de semen, cremoso y caliente.

 

Ella apretó las manos en el hombro masculino cuando sintió el miembro invasor penetrar su cuerpo. Parecían animales en celo, jadeando y gimiendo de placer, los dos cuerpos se movían como uno en la cama, que sonaba como un catre viejo. Finalmente el tipo se relajó entre sus movimientos y borbotones de leche inundaron a la dama.

 

—Esta noche quiero que vengas conmigo a la revancha que pedĆ­. GanarĆ©, me he preparado por mucho tiempo.

 

—TendrĆ”s que pagar por esas horas extras. 

 

—Eso es lo de menor importancia. Tengo dinero de sobra.

 

La mujer rio y selló la cita con un hermoso beso.

 

…

 

La arena estaba llena de fanÔticos, ”al fin se desarrollaría la revancha solicitada desde hace tanto tiempo! Felipe Corona contra Danilo Rey. Era una lucha clÔsica donde todo tipo de golpe era permitido.

 

—Por esta esquina del ring, ganador de 18 combates y 3 derrotas, Ā”Danilo Rey!

7fi0qhoejr68vbg6g

 

En la esquina el calvo Danilo saltaba sobre las cuerdas agitando las manos en el aire saludando al pĆŗblico. 

 

—En la otra esquina del ring, solicitando esta revancha que manchó su carrera y reputación, con 2 derrotas y 26 victorias, Ā”Felipe Corona! 


mbff
El p
úblico lo vitoreó y él se sintió halagado, su piel morena brillaba, sus rasgos salvajes hechizaban, sus testículos desprotegidos y su pene se bamboleaba en el calzón a medida que saltaba en el aire.

 

Y la lucha dio inicio.

 

Danilo disparó un gancho en el rostro del Felipe Corona, este retrocedió luego del impacto, pero reaccionó a tiempo logrando contraatacar levantando el pie y estrellando una patada en la costilla de Danilo, él se quejó, y se dobló cayendo de rodilla al suelo.

 

Danilo sacudió la cabeza y apretando los dientes, se puso de pie con orgullo, se sentĆ­a seguro de ser el rotundo ganador de la noche. 

 

Felipe volvió a levantar el pie, en dirección a la cabeza de Danilo, este pudo bloquear el ataque y se defendió lanzando el puño cerrado al paquete del fornido luchador.

 

—”Aaaaaaaaaay! 

 

DespuĆ©s de un tenso momento, acompaƱada de la exclamación del pĆŗblico como si ellos recibieran el golpe, los ojos de Felipe se cruzaron y cayó de rodillas, aturdido agarrĆ”ndose sus inmensas bolas de toro. 

 

Danilo se burló y saludó al pĆŗblico que se debatĆ­a entre protestas y vĆ­tores. 

 

—”Eres un maldito bastardo! Ā”Cobarde! —decĆ­a con odio Felipe arrodillado en el piso, masajeando su virilidad palpitante. 

 

El bolas de toro soltó sus huevos, puso un pie en la lona, se apoyó en la rodilla, usó su fuerza para alzarse con una renovada aunque lenta energĆ­a y dio un paso amenazador hacia Danilo. Aquel larguirucho luchador lo miró a los ojos. La vista de Felipe estaba inyectada de furia roja. De cualquier manera, Ć©l iba a ganar. 

 

Ā”POF! 

 

—”OOOOOOOH! 

 

El puƱo de Danilo volvió a estrellarse en las gónadas de Felipe, haciĆ©ndolo gemir mientras se llevaba las manos a las pelotas y se doblaba cayendo al suelo meciĆ©ndose con su horrible dolor de bolas.  

 

Danilo se echó a reĆ­r. 

 

—Maricón —escupió Felipe Corona. 

 

Danilo saltó a las cuerdas saludando al pĆŗblico. HaciĆ©ndolo reaccionar con gritos y vĆ­tores.  

 

Cuando el dolor finalmente se redujo, Felipe se puso de pie, se observaba fatigado. 

 

Danilo puso los pies sobre la lona. TenĆ­a mĆ”s energĆ­a y sus movimientos eran precisos. Aunque los dos se instalaron a combatir. Danilo fue veloz y metió la mano entre los muslos fuertes de Felipe, apretando sus dos cojones. Los monstruosos huevos del luchador perdieron su forma ante el duro agarre, los labios de Felipe se abrieron escapando un grito agudo. Intentó apartar la muƱeca de su atacante, pero nada pudo hacer; Danilo lo tenĆ­a muy bien agarrado de las pelotas. 

 

Irremediablemente el bolas de toro se retorcĆ­a bajo las garras de Danilo, para mĆ”s humillación frente al pĆŗblico, comenzó a llorar. Sus piernas temblaban como gelatina. Mientras la presión en sus testĆ­culos no paraba. 

 

Felipe gritó preso de dolor, se iba a quedar sin huevos, era una presión horrible que subĆ­a a su estómago y explotaba en la cadera. 

 

—Aaaaaaaah —se lamentaba con los ojos muy abiertos. A su humillación pĆŗblica se sumó el endurecimiento de su polla, rebelĆ”ndose a la audiencia como una carpa de circo en sus calzones. 

 

—Vaya, vaya, parece que ese pajarito quiere saludar al pĆŗblico —dijo Danilo con mirada sardónica, amasando los huevos con la punta de los dedos—. ĀæQuieres que te masturbe y te desparrame por el suelo tus millones de hijos? Eh, Āæbolas de toro? 

 

—Maldito maricón, pervertido ā€”susurró en cuanto pudo Felipe—. Te aprovechas de mis bolas

 

Danilo sonrió malévolamente. Los ojos le brillaron y comentó soez:

 

—¿QuĆ©? ĀæDeseas no haber nacido hombre? Con este par de cojones que te debilitan... que llevas a mujeres a la cama por tu poder de seducción, que las usas como quieres... el maricón pervertido eres tĆŗ. No mereces estas pelotas. Te burlas de cualquier mujer y abusas de tu hombrĆ­a, no las mereces

 

—Simplemente... me... envidias...

 

Felipe fruncĆ­a el ceƱo, no por el colapso de su virilidad, sino por la derrota, la humillación y el insulto a su hombrĆ­a. Danilo reforzó el agarre, Felipe perdió el equilibrio y doblando las rodillas, cayó tendido al suelo, Danilo tuvo que  inclinarse para seguir estrujĆ”ndole los testĆ­culos, doblĆ”ndolos y estirĆ”ndolos.

 

La boca del bolas de toro se retorcĆ­a en reacciones dolorosas. Negó con la cabeza con fuerza, querĆ­a que sonara la campana, que amonestaran a Danilo, que alguien lo salvara. Pero era una desgraciada pelea vale todo y habĆ­a firmado un contrato donde aceptaba recibir golpes en las bolas. 

 

Danilo continuaba apretando los testĆ­culos de Felipe de forma desagradable: aferrĆ”ndose, destruyĆ©ndolos, ahogĆ”ndolos. 

 

Felipe ya no querĆ­a ser la burla, y le dio un golpe en la cara a Danilo, este retrocedió y lo soltó. El luchador profesional se puso de pie, pero ya era tarde... su polla se estremeció sin control y para su desgracia le brotó el primer chorro de leche espesa y blanca empapando su ropa. Un penetrante aroma llegó a la nariz de Felipe

 

Hubo un estallido de carcajadas desde el pĆŗblico. 

 

—HarĆ© que las pelotas te suban a la garganta —se burló Danilo. 

 

—ME RINDO —gritó el bolas de toro sintiendo que la cara se le coloreaba de la vergüenza.

 

Enseguida su fanaticada lo abucheó y Danilo celebró su victoria. Felipe no era el tipo de hombre que se rendía, pero pudo mÔs la humillación que sus ansias de ganar, estaba bajo miles de miradas enseñando una inmensa mancha húmeda en su calzón.

 

—Una toalla maldita sea —pidió su entrenador, miró con odio como Danilo se habĆ­a burlado una vez mĆ”s de sus cojones. Hermosos pero frĆ”giles como el cristal. 

 

w7ot2trg7pb9sxf6g

Alguien le llevó la toalla y la amarró a su cintura, salió caminando a paso lento bajo la enferma y humillante victoria de Danilo.

 

...

 

En su camerino lleno de rencor Felipe estaba sentado y desnudo, su grueso pene reposaba en el muslo, y sus tiernos testículos estaban en la silla, horas antes parecían 2 caramelos morenos y jugosos, ahora parecían 2 limones de tonalidad roja. Alguien tocó la puerta y él dijo que podían entrar, era la prostituta de aquella mañana.

 

—Me jodieron —anunció Ć©l, apartando una bolsa de hielo de sus huevos y caminó hacia ella

 

—”No me toques! ā€”ordenó la mujer apartĆ”ndose del salvaje beso que Ć©l le plantarĆ­a

 

—¿Por quĆ©? Quiero que me mimes.

 

—”Eres un estĆŗpido perdedor! —insultó ella. Sin previo aviso su rodilla se clavó perfectamente en los testĆ­culos desnudos de Felipe, su cuerpo convulsionó absorbiendo el impacto explotando un nuevo dolor de bolas.

 

Felipe se desplomó sin fuerzas cerrando los ojos y quejÔndose de lo lindo.

 

Y la humillación no terminaba; acompaƱando a la mujer, rodeando su cintura con sus brazos apareció Danilo Rey. 

 

—¿Vamos al hotel, mi reina? —le preguntó. 

 

—Por supuesto, caballero. 

 

Y se alejaron abrazados. Felipe quedó moribundo, en el suelo, en posición fetal con las manos en sus bolas.

 

—Maldita, maldita, muy maldita —lloró. 

 

Cerró los ojos y se quedó humillado y sintiendo el lento dolor enviado desde sus testículos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages

undefined