Guerreros: una visita para cenar - Las Bolas de Pablo

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20 ene 2023

Guerreros: una visita para cenar


Miguel Salcedo acudió a la residencia privada del hombre que siempre asistĆ­a a sus combates en Guerreros, decĆ­a ser su fan nĆŗmero 1. Era un conjunto de enormes casas en una urbanización privada custodiada por un vigilante en la entrada. El luchador acudió al sitio porque El Patrón le aseguró que ese hombre habĆ­a pagado una enorme cantidad por solo disfrutar de su compaƱƭa para la cena, prĆ”cticamente aquello era una cita.

 

—Te darĆ© tu parte del dinero cuando hayas cumplido la reunión con tu galĆ”n —aseguró El Patrón con una sonrisa.

 

—No puedes ser asĆ­ —se rió Miguel Salcedo—. No tendrĆ© ninguna clase de sexo gay con ese tipo.

 

El Patrón le guiñó el ojo.

 

—Ya has tenido sexo gay en las luchas.

 

Miguel Salcedo gruñó.

 

Y ahora estaba ahĆ­, en la bonita casa de su contratante.

 

El hombre que era su fan pertenecĆ­a a una de las familias adineradas de la ciudad. Era un sujeto de estatura alta, atractivo y con el cabello negro y rizado. VestĆ­a de sencilla etiqueta que contrastaba con la vestimenta informal de Salcedo, su nombre era Enrique.

 

—¿Y bien? —habló Miguel, mirĆ”ndolo—. Ya estoy aquĆ­. ¿QuĆ© haremos?

 

Enrique tragó saliva y con la mirada fija en el rostro de Miguel le confesó suavemente.

 

—Me gustarĆ­a verte desnudo. Te he visto sin ropa en los combates, pero esta vez quiero que estĆ©s desnudo para mĆ­.

 

Miguel afirmó moviendo la cabeza. Se quitó los zapatos y se desvistió sin ningĆŗn problema, estaba al tanto de que despuĆ©s de todo iba a ganar una buena suma de dinero de forma muy fĆ”cil. Se quitó los bóxers, revelando su pene semiduro y el par de testĆ­culos colgantes. Su vello pĆŗbico estaba cuidadosamente recortado, lo que hacĆ­a que su miembro luciera mĆ”s impresionante de lo que era. Su polla y sus testĆ­culos no se veĆ­an monstruosos, pero definitivamente estaban por encima del tamaƱo promedio.

 

—¿PodrĆ­a…? —interrogó Enrique moviendo las manos como si quisiera tocar la verga de su invitado.

 

—Es todo tuyo —sonrió Miguel flexionando los brazos.

 

Enrique caminó hacia el frente y se arrodilló frente al musculoso hombre. Miguel se mordió el labio esperando que la boca de Enrique se abriera sobre su polla. Sin embargo lo que recibió fue un apretón de testĆ­culos. Apretó los dientes, inhalando con fuerza cuando el dolor comenzó a irradiar desde sus bolas.

 


Su boca se abrió y dejó escapar un gemido doloroso.

 


—¡Mierda! —jadeó, apoyĆ”ndose en el hombro de Enrique. Gruñó, con los ojos cerrados, sintiendo la mano del millonario encerrarse entre sus huevos. El sudor comenzó a correr por su rostro.

 

Enrique por su parte lo estaba disfrutando, sentĆ­a la boca echa agua de tener entre sus manos los genitales de aquel poderoso hombre que tanto le gustaba. Miro el pene de Miguel que estaba duro como roca, con la punta hĆŗmeda y brillante. Dio un Ćŗltimo y fuerte apretón antes de liberar los jugosos Ć³rganos.

 


Mis bolas —susurró Miguel con voz apagada, agarrĆ”ndose sus dos ciruelas rojas e hinchadas. Inhaló con fuerza. En contraste con su dolor, su erecta polla estaba goteando lĆ­quido preseminal.

 

—Eres un hombre muy fuerte y poderoso —afirmó Enrique—, ademĆ”s de atractivo.

 

Miguel afirmó con la cabeza. Sus ojos estaban húmedos y rojos.

 

Enrique sonrió y agarró suavemente el escroto de Miguel.

 

Miguel Salcedo lo miró con suspicacia.

 

Enrique se inclinó y besó las bolas de Miguel con los ojos cerrados.

 

—Gracias —susurró Salcedo aliviado porque no le lastimó los doloridos testĆ­culos.

 

Enrique sonrió con un toque de simpatía. Luego agarró las bolas y les dio un firme apretón.

 

Los ojos de Miguel se abrieron y dejó escapar un grito.

 

Enrique sonrió.

 

—Eso duele, carajo —dijo Miguel un poco furioso.

 

—SerĆ”s bien recompensado —afirmó Enrique. Agarró el pene de Miguel y comenzó a masturbarlo.

 

Salcedo gimió de placer.

 

—Eres un tipo completamente estupendo —afirmó Enrique mirando con deleite la erecta polla.

 

Miguel jadeaba con la cabeza hacia atrƔs y los ojos cerrados.

 

—Me voy a correr —susurró Miguel, jadeando. Se estaba poniendo de puntillas con una mueca de gozo—. ¡Mierda, Enrique! ¡Estoy cerca!

 

Enrique lo miró completamente emocionado. Le masturbaba la polla con movimientos frenéticos, de un segundo al otro el pene de Miguel estalló en una fuente de esperma caliente que aterrizó en el suelo a medio metro de distancia.

 


Miguel gemĆ­a de placer, con la cabeza echada hacia atrĆ”s, la boca abierta y su pene disparando chorro tras chorro de semen. No importaba nada a su alrededor, estaba encerrado en el mundo de su propio placer, sintiendo como le frotaban su carne con ambas manos. Continuaba disparando galones de jugo blanco por doquier.

 

Cuando terminó, abrió los ojos, sonriendo en un éxtasis post orgÔsmico, luciendo exhausto y feliz. Miro a Enrique descubriendo que estaba cubierto de semen.

 

—Vaya —se rió.

 

Enrique lo observó y también se echó a reír.

 

—Fue una corrida asombrosa —calificó Enrique. TenĆ­a semen en la cara y sobre su ropa—. Supongo que te mereces un descanso. EncarguĆ© una comida para ambos, querĆ­a que este primer encuentro fuera… especial.

 

—Lo es —afirmó Miguel con una sonrisa. Iba a ser especial cuando recibiera el dinero que le tenĆ­a El Patrón.

 

—Te entregarĆ© una toalla e iremos al comedor. Puedes sentarte desnudo allĆ­.

 

—SerĆ” un placer.

 

Enrique se levantó, tenía una fuerte erección que alzaba la costura de su pantalón. Se acercó a Miguel y le dio un beso suave en el cuello. Luego se alejó para buscar la toalla. Miguel suspiró.

 

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