La tablilla de regalo - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

4 ene 2023

La tablilla de regalo



—Hola, Marcos ChacĆ³n —saludĆ³ Caua al abrir la puerta del despacho en la casa del hombre arquitecto.

 

Marcos ChacĆ³n saltĆ³ en su asiento, no esperaba la visita del alocado brasilero. Estaba sentado en un taburete sin camisa y con un pequeƱo short de color rojo que dibujaba el contorno de sus grandes bolas llenas de semen, se encontraba pensando en los preparativos para la reuniĆ³n del dĆ­a de reyes con su familia. Un gorrito de navidad lo hacĆ­a ver tierno y divertido.

 

—¿QuĆ© haces aquĆ­? —preguntĆ³ Marcos—. ¿A caso en Brasil no tocan a la puerta? PodĆ­a estar haciendo cualquier cosa privada.

 

Caua sonriĆ³, ingresĆ³ al despacho. VestĆ­a un pantalĆ³n de chĆ”ndal negro y camiseta. SostenĆ­a una bolsa de regalo en una mano.

 

—A tu edad no creo que se te pare la verga, antigo —se echĆ³ a reĆ­r—. Tu esposa me abriĆ³ la puerta y dijo que estabas aquĆ­. He venido a traerte um presente.

 

—¿Un regalo? —Marcos lo dudĆ³ doblando la ceja—. Yo no soy el cumpleaƱero, Pablo es quiĆ©n estĆ” cumpliendo aƱos hoy.

 

—Lo sĆ©. Es un regalo de amistad para el nuevo aƱo que comienza.

 

—¿Amistad? ¿Te has oĆ­do? Yo no soy tu amigo.

 

—Ja, ja, ja. Es tuyo, velho tolo.

 

Caua extendiĆ³ la mano hacia el seƱor y Marcos cogiĆ³ la bolsa de manera dudosa. La abriĆ³ arrojando el envoltorio al suelo y sosteniendo entre sus manos una tablilla que tenĆ­a escrito a tiza en perfecto espaƱol la siguiente inscripciĆ³n.

 

«Viejo huevĆ³n»

 

Marcos ChacĆ³n subiĆ³ una mirada rencorosa hacia Caua que se reĆ­a entre dientes, el muchacho levantĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y no le dio tiempo a Marcos de reaccionar ante una fuerte patada en su entrepierna. El zapato de Caua hizo crujir los grandes pomelos del seƱor ChacĆ³n.

 

Marcos lo mirĆ³ fijamente durante unos segundos antes de que sus rasgos faciales se contorsionaran en una mueca de puro dolor. Se doblĆ³ sobre sĆ­ mismo y emitiĆ³ un leve sonido que apenas su garganta dejĆ³ escapar, con las dos manos se agarrĆ³ las bolas y cayĆ³ directo al suelo, soportando las ganas de llorar.

 

Caua sonriĆ³ con orgullo.

 

—Me debĆ­as esto desde aquella vez con seus filhos.

 

Marcos gimiĆ³.

 

—Es mi regalo de aƱo nuevo, tambiĆ©n lo querĆ­a hacer —afirmĆ³ Caua, se puso delante de Marcos, agarrĆ³ sus manos apartĆ”ndolas de su ingle y clavĆ³ el pie en la entrepierna del seƱor, presionando sus grandes gĆ³nadas contra la pelvis.

 

Marcos gimiĆ³ y forcejeĆ³ con Caua para liberar sus manos.

 

Caua se riĆ³ entre dientes y dirigiĆ³ otra patada devastadora a los huevos de Marcos, su empeine conectĆ³ perfectamente con las vulnerables gĆ³nadas y las hizo crujir con fuerza.

 

Los ojos de Marcos se desorbitaron y abriĆ³ la boca para dejar escapar un gemido largo y doloroso.

 

Caua sonriĆ³ y se encogiĆ³ de hombros. SoltĆ³ las manos de Marcos, permitiendo que el apuesto viejo se agarrara los huevos y se encogiera en el suelo.

 

Caua agarrĆ³ la tablilla y la colocĆ³ sobre una mesa al lado de varias fotografĆ­as familiares. Se acercĆ³ a Marcos y se arrodillĆ³ junto a Ć©l, le agarrĆ³ el pantaloncillo. —¿La quieres pasar bien?  —sonriĆ³ y bajĆ³ los pantalones hasta los tobillos, dejando la hermosa hombrĆ­a del padre de Pablo dibujada en su ropa interior.

 

Marcos continuaba fuera de combate, agarrĆ”ndose las pelotas y gimiendo de dolor.

 

Caua se levantĆ³ y le dio una patada en el culo.

 

Marcos se estremeciĆ³ y rodĆ³ hacia el otro lado.

 

Caua lo rodeĆ³ y volviĆ³ a patearle el culo.

 

—Hijo de puta! —gritĆ³ Marcos—. ¡Para!

 

Caua se riĆ³. Luego propinĆ³ otra patada al musculoso culo de Marcos.

 

—¡Basta!

 

Caua sonriĆ³ y dio un paso atrĆ”s. —Claro, viejo huevĆ³n.

 

Marcos se volviĆ³ y mirĆ³ a Caua a los ojos. MurmurĆ³ algo ininteligible y lo pateĆ³ en la espinilla, cogiendo por sorpresa al joven y haciĆ©ndole perder el equilibrio para caer al suelo.

 

Haciendo una mueca de dolor, Marcos se abalanzĆ³ sobre Caua y le dio un puƱo en la entrepierna. La endeble tela del pantalĆ³n de Caua no protegiĆ³ sus testĆ­culos, y el brasileƱo gritĆ³ de dolor cuando el fuerte puƱo le hizo crujir los huevos.


MoviĆ©ndose rĆ”pidamente, Marcos tirĆ³ de la camiseta de Caua hacia arriba, dejando al descubierto sus abdominales y su terso pecho, le retorciĆ³ los pezones.

 

Caua chillĆ³.

 

Marcos golpeĆ³ con la rodilla la entrepierna de Caua, haciĆ©ndolo gemir de dolor. TirĆ³ de los pantalones del muchacho, haciendo que se quedara en calzoncillos, le golpeĆ³ las gordas pelotas con la palma de la mano, haciendo que chillara de dolor y se agarrara los cojones.

 

—¿Quien manda ahora, idiota? —murmurĆ³ Marcos apoderĆ”ndose de los testĆ­culos de Caua, aplastando los dos carnosos Ć³rganos entre sus dedos.

 

Caua gritĆ³.

 

Marcos apretĆ³ los dientes y el puƱo mĆ”s fuerte, amasando los huevos de Caua con la mano, logrando que Ć©ste se retorciera y forcejeara.

 

Se sentĆ³ erguido y metiĆ³ la mano en la entrepierna de Marcos, agarrando las gĆ³nadas del seƱor y apretando el puƱo en torno a ellas.

 

Durante los minutos siguientes, el despacho se llenĆ³ de gruƱidos de rabia y gritos de dolor, de los dos hombres aplastĆ”ndose los testĆ­culos sin piedad.

 

Ambos sudaban copiosamente, sus rostros se volvieron enrojecidos por el dolor y la rabia, sus manos rodeaban los testĆ­culos del oponentes. Se miraban a los ojos en una extraƱa lucha de poder.

 

Marcos y Caua jadeaban, apretando con fuerza las pelotas del otro, incapaces de apartar sus propios genitales fuera de la zona de peligro.

 

Marcos puso el pie en el pecho de Caua y empujĆ³, pero Caua no lo soltĆ³, entonces gritĆ³ de dolor mientras Caua tiraba de sus pobres pelotas.

 

—¡AAAAAY! —gritĆ³ Marcos.

 

Caua tratĆ³ de agarrar mejor las pelotas de Marcos, pero cuando lo soltĆ³ por un breve momento, Marcos aprovechĆ³ la oportunidad y se apartĆ³ lejos de Ć©l, sus manos ya protegĆ­an sus propias pelotas.

 

Caua gimiĆ³ de dolor y rodĆ³ a un lado.

 

Los dos hombres yacƭan uno junto al otro, retorciƩndose en el suelo, con los culos sobresaliendo mientras trataban de aliviar sus doloridos testƭculos.

 

Se miraban con desconfianza, intentando estar preparados por si el otro hacĆ­a un movimiento.

 

Pasaron cuatro minutos mientras ninguno de los dos lanzaba un ataque, continuaban agarrĆ”ndose los huevos y gimiendo de dolor.

 

Por fin, Caua vio la oportunidad de ir a por todas. Marcos se dio la vuelta, y cuando quedĆ³ de espaldas a Caua, Ć©ste vio por el rabillo del ojo que una de las bolas de Marcos estaba encajada entre sus piernas, dibujĆ”ndose por debajo de las nalgas. Con un rĆ”pido movimiento, se levantĆ³ y pateĆ³ por detrĆ”s la pobre gĆ³nada atrapada de Marcos. El zapato aplastĆ³ la inmensa ciruela con toda potencia y Marcos gritĆ³ con todas sus fuerzas.

 

Caua hizo una mueca, sujetĆ”ndose las bolas con las manos. VolviĆ³ a patear la gĆ³nada de Marcos. AgarrĆ³ los tobillos del seƱor y le separĆ³ las piernas. ColocĆ³ su zapato sobre la entrepierna del seƱor y desplazĆ³ su peso.

 

—Se acabĆ³ el juego, viejo —dijo en voz baja y aplastĆ³ los huevos de Marcos contra el duro suelo.

 

—¡NOOOOO, AAAAAAAAAH! —gritĆ³ Marcos.

 

Caua sonriĆ³ y girĆ³ el pie, haciendo que Marcos gritara con todas sus fuerzas.

 

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAY!

 

Caua lo soltĆ³ y Marcos se hizo un ovillo.

 

Caua sonriĆ³.

 

—¡BrasileƱo hijo de puta!

 

—¿EstĆ”s enfadado conmigo?

 

—¡Vete a la mierda! —respondiĆ³ Marcos, sollozando.

 

—Bueno, te compensarĆ© el mal trato. Debo asegurarme de que tu aparato reproductor siga aĆŗn funcionando.

 

Caua sonriĆ³ y colĆ³ la mano entre las nalgas de Marcos, agarrĆ”ndole los huevos por detrĆ”s y apretando con fuerza.

 

—¡No!

 

Caua bajĆ³ el calzoncillo de Marcos por la parte de atrĆ”s y tirĆ³ de sus pelotas entre sus muslos.

 

—Son bastante grandes estas bolas —observĆ³ Caua, estirando al mĆ”ximo las pelotas de Marcos y atrapando los dos carnosos orbes con la mano izquierda. CerrĆ³ el puƱo derecho y asestĆ³ un potente puƱetazo a las dos gĆ³nadas.

 

Marcos gritĆ³.

 

—Te voy a sacar la leche —anunciĆ³ Caua alegremente y asestĆ³ otro puƱetazo a las indefensas pelotas de Marcos—. No me digas que vaciaste tus tanques hoje con tu mujer.

 

BajĆ³ la parte delantera y mirĆ³ la polla flĆ”cida de Marcos. VolviĆ³ a golpear los huevos con el puƱo.

 

Marcos gritĆ³ y su polla se crispĆ³.

 

Caua sonriĆ³ y dirigiĆ³ una serie de puƱetazos a los ablandados testĆ­culos del seƱor. El arquitecto luchĆ³ y se retorciĆ³, sudando profusamente y gritando de dolor.

 

—SĆ­ —asintiĆ³ Caua golpeando los nudillos en los huevos de Marcos ChacĆ³n.

 

Marcos jadeaba con fuerza, con el cuerpo acalambrado y los mĆŗsculos brillantes de sudor. Su polla estaba dura como una roca y goteaba lĆ­quido preseminal.

 

Caua sonriĆ³. Se colocĆ³ entre las piernas de Marcos y las separĆ³ para tener acceso directo a sus gĆ³nadas. El brasileƱo se agarrĆ³ sus propios genitales y se sacudiĆ³ la polla que empezaba a ponerse dura tambiĆ©n. SonriĆ³ y enviĆ³ una potente patada a las vulnerables y desnudas pelotas de Marcos.

 

Marcos gritĆ³ con todas sus fuerzas. IntentĆ³ protegerse las bolas, pero Caua fue demasiado rĆ”pido para Ć©l, pateando sus preciosos huevos una y otra vez, mientras sacudĆ­a su propia polla carnosa.

 

Ambos eyacularon simultĆ”neamente.

 

El zapato de Caua chocĆ³ con los huevos de Marcos con un golpe salvaje, los ojos de ChacĆ³n se abrieron de par en par. Su polla se crispĆ³ violentamente. Caua volviĆ³ a patearle los huevos. La boca de Marcos se abriĆ³ en un resonador grito. La tercera patada fue demasiado para Ć©l. Sus ojos se pusieron en blanco mientras una gran cantidad de semen saliĆ³ a chorros de la punta de su polla.

 

Al mismo tiempo, Caua echĆ³ la cabeza hacia atrĆ”s y se sacudiĆ³ el pene, respirando con dificultad. Su polla empezĆ³ a soltar chorros de semen que cayeron sobre el cuerpo de Marcos, mezclĆ”ndose con su leche masculina y cubriendo su cuerpo sudoroso de jugo blanco, caliente y pegajoso.

 

Los dos gemĆ­an, pero por motivos diferentes...

 

El cuerpo de Marcos estaba empapado de crema espesa, con Caua de pie entre sus muslos.

 

Cuando sus pollas dejaron de chorrear, Caua mirĆ³ a Marcos, agotado y sonriente, con la cara roja y el pelo mojado de sudor.

 

—Vaya —susurrĆ³—. Eso ha estado caliente.

 

Marcos lo ignorĆ³ y gimiĆ³ de dolor.

 

Caua echĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y descargĆ³ una Ćŗltima patada en los testĆ­culos de Marcos, haciendo que el pobre seƱor gritara con todas sus fuerzas.

 

Marcos rodĆ³ hacia un lado y se agarrĆ³ los lastimados genitales.

 

Caua sacudiƩndose
 el pene

Caua se sacudiĆ³ la polla un par de veces. —Creo que estamos a mano.

 

Marcos gimiĆ³.

 

Caua se quedĆ³ mirando la laguna de semen sobre el pecho de Marcos y se echĆ³ a reĆ­r. Se colocĆ³ el calzoncillo y sentĆ”ndose en una silla utilizĆ³ su celular y le tomĆ³ una foto.

 

—A Pablo le encantarĆ”. Ja, ja, ja.

 

—ImbĆ©cil —respondiĆ³ Marcos con voz suave, todavĆ­a sobĆ”ndose los huevos.

2 comentarios:

  1. Esta historia de la tabla fue genial me encanta cuando revientan los huevos de un hombre mayor ..

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    1. Hay muchas historias de maduros siendo reventados, en especial Marcos ChacĆ³n o buscando como Ballbusting entre maduros

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