Los Hermanos del barrio (3/12): En los vestuarios - Las Bolas de Pablo

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24 ene 2023

Los Hermanos del barrio (3/12): En los vestuarios

Habƭan pasado ya algunos dƭas del encuentro de Carlos con la banda de Isma. Carlos acudƭa a las clases soportando las risas de algunos de sus compaƱeros.

 

DespuĆ©s de la lecciĆ³n de historia acudiĆ³ al gym de la facultad para sudar un poco y aliviar el estrĆ©s. Al terminar se dirigiĆ³  los vestuarios, se dio una ducha reparadora y comenzĆ³ a vestirse. 

 

Unicamente le dio tiempo de ponerse unos ajustados bĆ³xer cuando Isma y Alex entraron de imprevisto en los vestuarios

 

—Pero si estĆ” aquĆ­ la nueva perra de la facultad —se burlĆ³ Isma, mientras Alex se reĆ­a.

 

—No quiero problemas, troncos, dejadme en paz —contestĆ³ el moreno, dĆ”ndose la vuelta y mirĆ”ndolos directamente a los ojos.

 

—Eres mi perra, y echaba de menos divertirme contigo.

 

—Vete a la mierda —respondiĆ³ Carlos mientras empujaba a ambos e intentaba escapar a toda prisa.

 

SaltĆ³ por encima de los bancos y se dirigiĆ³ a la puerta a tanta velocidad que ni cuenta se dio cuando la puta apareciĆ³ en su caminĆ³ y le plantĆ³ una certera patada en los huevos.

 

—Aaaaah, maricĆ³n... —se quejĆ³ el joven desplomĆ”ndose en el suelo y sujetando su hombrĆ­a a travĆ©s del bĆ³xer.

 

—No has aprendido nada todavĆ­a. Resistirte solo lo hace mĆ”s divertido —le espetĆ³ el rubio mientras Alex lo levantaba a la fuerza del suelo y lo sujetaba por los brazos.

 

Dejadme en paz balbuceaba el joven sintiendo como le pesaban los huevos.

 

¿Ves a mi puta? Se le estĆ” haciendo la boca agua. Se ha portado muy bien, y me ha pedido como premio, jugar contigo —respondiĆ³ el lĆ­der con tono burlĆ³n y una sonrisa de superioridad.

 

Isma le hizo a su sumiso un gesto y su esclavo tuvo claro quƩ hacer.

 

La puta se acercĆ³ a un semidesnudo Carlos, con respiraciĆ³n entrecortada y tratĆ³ de besarlo pero este se resistiĆ³. El marica lo agarrĆ³ por los hombros y le clavĆ³ la rotula en la abultada entrepierna haciĆ©ndolo bramar. 

 

Alex
¿Te duelen las bolas? —se burlaba Alex.

 

—Quiero tu lefa de nuevo —le surrurĆ³ la puta al oĆ­do mientras comenzaba a sobarle el paquete.

 

Carlos intentaba resistirse, pero entre sus huevos palpitando y la buena estimulaciĆ³n que le estaban haciendo, no tardĆ³ en tener la polla dura, apuntando en diagonal, creando una buena caseta de campaƱa en el bĆ³xer.

 

—Si es que es un maricĆ³n, yo creo que le mola que lo ostien —apuntĆ³ de nuevo Alex seƱalando su erecciĆ³n. Este secretamente, tambiĆ©n estaba con un tremendo empinamiento acomodado entre las nalgas del desdichado muchacho.

 

Aaaaaah, ¡hijo... de... puta! bramĆ³ de nuevo el joven cuando Isma le lanzĆ³ una potente patada directa a los cojones. No se aguantaba en pie, dejaba caer su peso muerto sobre Alex, apoyando la cabeza en su hombro—. Ya basta, por... favor —suplicĆ³ el joven.

 

De nada sirvieron sus sĆŗplicas. La puta se arrodillĆ³ y tirĆ³ del bĆ³xer hacia abajo, liberando una polla gorda y dura. Se relamiĆ³ y mientras le apretaba los grandes huevos con las manos, se metiĆ³ ese trozo de carne en la boca.

 

Aaaah —se quejaba el moreno en una mezcla de placer y dolor. Esa puta sabĆ­a muy bien como llevar al extremo a un hombre.

 

La puta chupaba y jugueteaba con su lengua en el glande del muchacho, mientras ejercĆ­a una presiĆ³n soberana en sus bolas. Carlos luchaba por resistir aquella tortura con toques de placer, y de pronto la puerta se abriĆ³ de golpe

 

Hey, chavales, alguien se acerca —avisĆ³ Eloy al resto.

 

—Una pena que nos interrumpan —dijo Isma levantando a la puta bruscamente.

 

Le subieron el bĆ³xer, dejando al chico con ganas de descargar sus enormes bolas. Justo en el momento en que le dio la orden a Alex para que lo soltara, le propino una potente patada en los cojones que lo hizo aullar de dolor y desplomarse directamente al suelo. QuedĆ³ ausente, revolcĆ”ndose concentrado en recuperar el aliento y mantener su respiraciĆ³n entrecortada.

 

—Esto no acaba aquĆ­, perra —espetĆ³ el lĆ­der mientras abandonada el lugar con sus secuaces.

 

—ja, ja, ja, ja, ja, ja, lo has reventado, mĆ­ralo, no puede ni moverse —se burlĆ³ Alex mientras se acomodaba la entrepierna y abandonaba las duchas junto a su banda.

 

Carlos se resumĆ­a a un pobre muchacho en bĆ³xer, tirado en el suelo, en posiciĆ³n fetal y con la polla todavĆ­a dura. Al cabo de unos minutos, dos chavales de primer curso entraron en los vestuarios a enrollarse.

 

—AquĆ­ no nos verĆ” nadie —le dijo uno al otro—.

 

Eso espero, no quiero que nadie se entere de lo mĆ­o —contestĆ³ su ligue.

 

Al adentrarse al interior de los vestuarios y cerrar la puerta desde dentro, se encontraron con el guapo joven y el esplendor de su cuerpo semidesnudo tirado en el suelo. Uno de ellos se acercĆ³ a Ć©l y le dio la vuelta.

 

—EstĆ”s bien, tronco? —preguntĆ³ el chico al apuesto desdichado, emitiendo una sonrisa maliciosa y fijĆ”ndose en su paquete duro.

 

Carlos estaba tan dolorido que solo pudo emitir algĆŗn que otro gemido.

 

—A este cabrĆ³n ya lo han vuelto a reventar—se mofĆ³ su amigo.

 

EstĆ” tan bueno. ¿QuĆ© es lo que se te antoja? —respondiĆ³ el que se habĆ­a interesado por Carlos, volviendo al encuentro con su ligue.

 

¿QuĆ© propones? 

 

—Quiero dominar a ese macho y que me meta todo ese trozo de carne, al fin y al cabo es una pena desaprovechar esta oportunidad, ¿has visto como estĆ”?

 

—Pero si estĆ” hecho mierda, mĆ­ralo, no puede ni ponerse en pie —se burlĆ³ entre risas el primero seƱalando al joven que se encontraba a cuatro patas, intentando reincorporarse.

 

Desde donde estaban, podĆ­an ver su culo perfecto y unas hinchadas bolas asomando entre sus piernas, sujetas por su apretado bĆ³xer.

 

—Mientras se mantenga empalmado como estĆ”, no necesita hacer nada. AdemĆ”s a este cualquier dĆ­a le rompen las bolas, no vamos a tener otra oportunidad como la de hoy —respondiĆ³ el muchacho que se habĆ­a acercado a Ć©l en principio, corriendo hacia Carlos y clavĆ”ndole el empeine del pie entre las piernas semiabiertas. 

 

—Aaaaaah— El joven volviĆ³ al suelo de nuevo, despuĆ©s de un alarido de sorpresa y dolor—. ¡Ay, Dios, cabrones! ¡¡¡Mis huevos!! ¡Ay, ay! —se quejaba el apuesto joven.

 

—Vamos, sujetale los brazos — le indicĆ³ el que le habĆ­a pateado, a su amigo.

 

—Dejadme en paz, cabrones, por favor—suplicaba Carlos

 

—Vamos a ordeƱarte y a sacarte el veneno de esas bolas, chaval —contestĆ³ riendo al joven, poniĆ©ndose de rodillas junto a Ć©l y bajĆ”ndole el bĆ³xer.

 

—Pero si ya estĆ” todo cachondo — se sorprendiĆ³ el que le sujetaba los brazos.

 

—Te lo he dicho, que este cabrĆ³n tiene tantas ganas como nosotros.

 

El que estaba a su frente comenzĆ³ a pajear al muchacho que solo pensaba en correrse cuanto antes para que lo dejaran en paz. Cada vez que le rozaban los huevos, sentĆ­a un dolor inmenso.

 

—Ahora voy a sentarme en este mĆ”stil, y te vas a correr en mi, ¿vale, semental?

 

—Por favor no, basta susurrĆ³ el joven.

 

—Que te calles, que lo estĆ”s deseando —respondiĆ³ el que lo tenĆ­a sujeto por los brazos, que habĆ­a cambiado de postura, ahora lo sujetaba con sus rodillas mientras se sentaba en sus brazos y dejaba reposar su hermosa polla sobre la cara del muchacho.

 

—TĆŗ tambiĆ©n vas cachondo —se riĆ³ el que masturbaba, seƱalando su erecciĆ³n reposando en el rostro de su presa. Se bajĆ³ los pantalones y se sentĆ³ sobre la polla dura de Carlos.

 

—Oooh —gimiĆ³ el joven cuando aquel marica se sentaba sobre Ć©l sin poder evitar sentir placer.

 

—Como me estĆ” rompiendo el culo este cabrĆ³n, ¡me encanta este macho! gemĆ­a el marica mientras cabalgaba sentado sobre Carlos.

 

El que lo tenĆ­a sujeto por los brazos con sus rodillas, con la polla fuera, comenzĆ³ a pajearse dĆ”ndole de vez en cuando algĆŗn pollazo en la cara.

 

Carlos no podĆ­a mĆ”s, le pesaban las pelotas, las sentĆ­a palpitar y estaba a punto de correrse. El chico que estaba sobre Ć©l comenzĆ³ a eyacular sobre el fibrado torso del desdichado joven.

 

—Oh Dios, me corro. Que gustazo chaval.

 

—Ooooooh —gritĆ³ Carlos mientras soltaba una descomunal corrida en el interior de aquel maricĆ³n, su cuerpo se tensĆ³ y lo llenĆ³ de leche.

 

—AhĆ­ te va guapito de cara, aaaaah —dijo el que lo sujetaba corriĆ©ndose tambiĆ©n, dejando los restos de leche sobre el rostro del moreno.

 

El chico se sentĆ­a humillado, dolorido y avergonzado. El que lo tenĆ­a sujeto de los brazos se levantĆ³ y se puso delante suyo, se agachĆ³ y aprisionĆ³ los huevos hinchados del joven.

 

—Ouch, aaaah, aaaah, para tĆ­o, por favor, suĆ©ltame las pelotas —se quejĆ³ Carlos.

 

EscĆŗchame bien, puto cabrĆ³n, como cuentes una sola palabra de esto te dejo sin bolas —amenazĆ³ el estudiante cediendo de su fuerte agarre y soltĆ”ndolo, dejando que se doblara para sobarse los huevos.

 

—Pero no ves que estĆ” hecho una mierda, este cabrĆ³n no podrĆ­a reconocernos en ningĆŗn lado. VĆ”monos de aquĆ­ espetĆ³ el reciĆ©n follado a su amigo dejando tirado en el suelo a Carlos, con el bĆ³xer por los tobillos y con el cuerpo y la cara llenos de lefa.

 

Carlos esperĆ³ unos minutos para recuperarse un poco y se arrastrĆ³ como pudo hasta una cabina individual, por si acaso recibĆ­a una nueva visita, donde permaneciĆ³ al menos 30 minutos mĆ”s doblado sobĆ”ndose los cojones. Le habĆ­an dado una buena paliza y los huevos los tenĆ­a super hinchados.

 

Mientras tanto, a kilometros de distancia, Isma y los suyos se encontraban en su guarida, un edificio abandonado en la calle paralela donde los maricones de la ciudad practicaban cruising sado.

 

¿Que os parece si vamos a vacilar a los maricones de la calle de enfrente un rato? propuso Isma sentado en un viejo sofĆ” de charol, sin camiseta y con un desgastado jeans

 

—De puta madre, terminamos esta priva y por mi podemos ir— ContestĆ³ Eloy dando una calada a un porro de hierva

 

—Imposible para mĆ­, chavales, he quedado con Andrea en 30 minutos —se excusĆ³ Alex.

 

¿Con Andrea? CreĆ­a que a esa paba solo le molaban otras pabas —se interesĆ³ Isma frunciendo el ceƱo.

 

—Que va, eso es lo que te ha dicho a ti porque no le molas, pero a esta no le puede decir que no —bromeĆ³ Alex agarrĆ”ndose sus 20cm de rabo. Se despidiĆ³ de sus amigos y se fue.

 

Isma quedĆ³ pensativo, con un tono de enfado en su semblante serio

 

¿Te pasa algo, tronco? Te has quedado ausente intervino Eloy.

 

—Nada, venga levantate y vĆ”monos.

 

¿Vamos donde los maricones? 

 

—No, tenemos un plan mejor. Te cuento por el camino.

 

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