Semental bravío 2 (3/5): intercepción - Las Bolas de Pablo

Lo más nuevo

12 ene 2023

Semental bravío 2 (3/5): intercepción

 Valmore Quiroga se acomodó el sombrero mirándose al espejo, lucía poderoso con su camisa a cuadros y jeans ajustados. Su pareja el profesor José con el torso desnudo desde la cama le silbó. Valmore se echó a reír.

 

—¿Me quieres acompañar a casa de mi hermano?

 

—Ni en mil años —negó José—, no quiero ver al obstinado de tu hermano.

 

Valmore se cruzó de brazos y se le quedó mirando.

 

—No puedo, mi amor —se negó José, hundiéndose de hombros—, ¿a caso olvidas que casi me mata? ¿Que apostó para que me despidieran del trabajo? Te apoyo en todo lo que quieras, pero menos en ver a tu hermano.

 

Valmore suspiró.

 

—Tienes razón, largote —afirmó utilizando el apelativo cariñoso que le tenía—, sin embargo Reinaldo es mi hermano y lo quiero.

 

—Quiérelo tú, yo me conformo con quererte a ti no más.

 

Valmore sonrió. Se acercó a la cama y besó a su pareja. Salió de la cabaña con dirección a Río Oscuro la hacienda de su hermano.

 

Valmore conducía el vehículo que había comprado en la ciudad. Desde que se mudó del campo para establecerse con José en la capital decidió trabajar en la administración de una clínica, no era el mejor trabajo y fue un comienzo difícil luego de alejarse de la hacienda renunciando prácticamente de ser su señor y dueño, pero su hermano no aceptaba la relación con José. Incluso en la actualidad Reinaldo prefería ignorar el tema, aunque demostraba muchísimo afecto por su hermano. El vehículo de Valmore fue bloqueado por dos camionetas.

 

—¿Qué sucede aquí? —preguntó con el corazón comenzando a latir.

 

De repente vio que de uno de los vehículos se apeó Gabriel Cárdenas, ya su hermano Reinaldo le había comentado que ambos tenían una guerra imposible de clasificar, desconocían si se odiaban por competencia económica o batalla de ego masculino. Aquel hombre se veía estupendo con su sombrero, camisa a cuadros y blue jeans. Valmore, pese a su repentino susto, no pudo evitar desviar la mirada de la cintura para abajo y sentir una propia emoción en su entrepierna.

 

—¿Sucede algo? —preguntó Valmore al salir de su vehículo y hacer frente al recién llegado.

 

—¿Valmore Quiroga? —preguntó Gabriel. El otro hombre afirmó con la cabeza—. Necesito que me acompañe un momento.

 

—¿Que lo acompañe a dónde?

 

—Debemos hablar de negocios.

 

Soy el menos equivocado para hablar de negocios. Si quiere hacerlo vaya con mi hermano, él se encarga de todo.

 

—No me importa su respuesta. Solo quiero que venga conmigo. 

 

Valmore se echó a reír.

 

—Puedo negarme. A usted no lo conozco y no sé su propósito. Lo que he escuchado es que no son buenos.

 

Gabriel Cárdenas sonrió de manera maliciosa, de pronto su bota de vaquero se metió directamente entre las piernas de Valmore, aplastando las bolas del atractivo hombre contra su pelvis. Valmore se dobló llevándose las manos a las gónadas cuando sintió el profundo dolor, sus ojos se abrieron como platos y su boca apenas pudo emitir un ruido doloroso.

 

—Cuando digo que vengas conmigo, es porque me tienes que acompañar —afirmó Gabriel mirando hacia el suelo donde Valmore estaba de rodillas. Hizo una seña a dos de sus hombres que lo hicieron levantar bruscamente. Sorprendido, Valmore soltó de sus huevos, pero una mano de Gabriel lo sustituyó y se apoderó de sus testículos empezando a apretar con fuerza. 

 

Valmore cerró su respiración y gimió. Trató de recuperar el aliento mientras Gabriel seguía aplicando presión a sus bolas.

 

Valmore trató de decir —No —, pero el apretón de testículos hizo que el aire que entraba en él, saliera directamente y el semental acabó con un ataque de tos. Gabriel siguió apretando, incluso empezó a aumentar la presión sobre las gónadas mientras retorcía su agarre. 

 

Para… —dijo Valmore roncamente.

 

Gabriel exploró los huevos del hombre con una emoción sádica y un brillo en los ojos.

 

Suéltelos —suplicó Valmore con los ojos cruzados. Gritó de agonía. Sus testículos palpitaban más que nunca y sabía lo poco que significaban sus súplicas para ese hombre, además agarrado por los otros dos gorilas era poco lo que podía hacer.

 

Gabriel dio un último apretón de huevos que hizo a Valmore ponerse de puntillas y gritar desesperado. Lo soltó de los cojones y ordenó a sus hombres que lo subieran a su vehículo para llevárselo secuestrado. Con bastante satisfacción, pensó:

 

«Ahora sí te tengo Reinaldo Quiroga. Te arrancaré las bolas».

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages