Swietenia (3/7): la paliza - Las Bolas de Pablo

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9 may 2015

Swietenia (3/7): la paliza

CONTIENE:

-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE 

   Maribel y Karina eran pareja desde hace tres aƱos, se habĆ­an conocido cuando la mascota de Karina una pooddle de 4 aƱos habĆ­a enfermado de cĆ”lculos renales, desde entonces Maribel fue la veterinaria favorita de la chica, pasado un tiempo llegó el contacto mĆ”s personal y ambas descubrieron que se gustaban.

   Karina era mĆ”s temerosa, un poco acostumbrada a los objetos de lujo gracias a su familia y por temor a ellos tenĆ­a miedo de explicarles que no le gustaban los hombres como pensaban, ademas de que su familia era un tanto tradicional. En cuanto a Maribel siempre fue de carĆ”cter recio, independiente y sincera. No era mujer de andar gritando a cuatro vientos su homosexualidad pero era franca en contarlo a quien le preguntara. Cuando Karina decidió casarse fue un golpe rudo para ella pero se sintió feliz cuando la muchacha la llamó para trabajar en el rancho de aquel bruto sin nombre.

   DespuĆ©s que Jorge golpeó a Karina y posteriormente Maribel le reventara las pelotas ambas se fueron a vivir juntas.

   —No te preocupes —decĆ­a Maribel—. Abriremos un local y atenderemos animales como lo hacĆ­a antes. Es lo que actualmente hace un amigo en la ciudad y le va muy bien, Rodrigo lo conoces.

   —SĆ­ pero si llega Jorge y me quiere llevar. ¿QuĆ© harĆ©?

   —Absolutamente nada —respondió Maribel cogiĆ©ndole de la mano—. Le dirĆ”s que es un bruto y que no volverĆ”s a sus anchas para que te maltrate. Igualmente aquĆ­ estarĆ© yo para defenderte de ese culiao.

   —¿Y mi familia, quĆ© pensaran de que viva contigo?

   —Tienes que ser fuerte y hablar con ellos. Te apoyarĆ©. Ya eres toda una mujer, y de lo mĆ”s linda encima. Debes hablar con la verdad y asumir esto —en la cara de Karina se dibujó un semblante de miedo. Maribel se detuvo y lanzó un profundo suspiro—. Sino, puedes decir que como estoy sola me quieres acompaƱar por un tiempo. Pero debes tener siempre presente que la mentira de amigas no nos va a durar toda la vida.

   —Lo sĆ©, sólo dame el tiempo necesario para explicar a mi familia. Irles preparando.

   —Llevas aƱos repitiendo lo mismo. Y esperĆ”ndote te casaste.

   —No es fĆ”cil, Maribel.

   Maribel dio una sonrisa pese a su malhumor abrazó a su pareja y le dio un cariƱoso beso.

   —La próxima semana te acompaƱo para que empiece el proceso de divorcio con aquel bruto. Tienes que estar preparada porque arderĆ” troya.

   —Me da miedo.

   —Mientras estĆ©s conmigo, todo estarĆ” bien —la asió entre sus brazos Maribel.


...

   Entretanto Jorge iba en su camioneta de regreso a la finca habĆ­a salido para hacer una publicación en el periódico solicitando los servicios de un veterinario. Los Ćŗltimos dĆ­as habĆ­an sido largos por el abandono de su esposa, aquello le ponĆ­a de malhumor, la latente amenaza de la ingeniera le preocupaba, aunque contaba con el apoyo de su tĆ­o y no deseaba que la mujer se rebelara y contara que la habĆ­a violado, ¡pero es que estaba buena la condenada! Tanto, que lo harĆ­a unas veinte veces mĆ”s.

   —Esa perra me apretó las bolas —habló en monólogo y soltó una risa—, no lo voy a negar, me gustó, tiene carĆ”cter esa potra mismos que tendrĆ© que bajĆ”rselo. Me tocarĆ” darle otro escarmiento.

   Iba tan ocupado en su soliloquio que no se percató del vehĆ­culo que le seguĆ­a, hasta que aquel carro lo adelantó y se detuvo en la carretera bloqueando el paso.

   —¿Pero quĆ© mierda? —se preguntó Jorge viendo como dos hombres bajaban del vehĆ­culo para aproximarse a Ć©l. RĆ”pidamente buscó en la guantera su revolver. ¡El idiota de Humberto seguramente lo sacó al limpiar el carro!

   —Sal de ahĆ­, cabrón —ordenó uno de los hombres.

   Jorge se refugió temeroso en el vehĆ­culo estaba bajo seguro. Pero aconteció algo que lo aterró, uno de los maleantes sacó un arma y disparó al aire.

   —Si no sales te llenaremos la camioneta de plomo.

   Temeroso Jorge salió del coche, las piernas le temblaban y tenĆ­a las manos arriba.

   —AsĆ­ que este es Jorge Noguera —uno de los malhechores le clavó un puƱetazo en el rostro—. Julio sostenlo.

   El aludido lo agarró desde la espalda agarrando sus brazos.

   —Esto es para que aprendas a respetar a las personas, maldito.

   Una dura patada a la entrepierna hizo chocar la punta del zapato contra los huevos para aplastarlos en la pelvis. Jorge soltó un bramido que sólo presagiaba la paliza que iba a recibir:

   Jorge gimió y arqueó la espalda ante la explosión del golpe, incapaz de defenderse debido a sus brazos sujetados por otro hombre.

   "maldita sea, me duelen las bolas... que golpe tan duro... "pensó.

   Con aquella violenta patada Jorge habĆ­a empezado a llorar, su agonĆ­a y desesperación hacĆ­a que se mostrara como una presa queriendo ser liberada.

   —¿Te gusta abusar de tu poder, eh? —preguntó el maleante—. Con esta reunión de hoy aprenderĆ”s lo que es la injusticia.

   El hombre dirigió la mano a la entrepierna del vaquero y enroscó los dedos en las grandes bolas. Jorge se resistió en agonĆ­a palpitante sintiendo que sus testĆ­culos blandos se deformaron grotescamente ante el agarre de aquellos dedos intrusos. Al golpeador le tembló el puƱo por la fuerza con la que apretaba. Lo que provocó que Jorge gritara mĆ”s fuerte que nunca. Uno de sus testĆ­culos parecĆ­a de gelatina a punto de ser fulminado. El hombre gruñó por el esfuerzo al utilizar sus poderosas manos fuertemente cerradas sobre el par de gónadas, pero a pesar de toda fuerza esas orbes parecĆ­an que se negaban a quebrarse.

   Como si se tratase de un dejavu dentro del pantalón de Jorge una gruesa capa de esperma muy espesa salió de su pene enorme. El semen estaba blanco puro y muy grueso, ya que estaba sin diluir por otros fluidos seminales... esperma puro y triturado directamente de las pelotas.

   El asaltante siguió a apretando con las manos, tratando de pulverizar las bolas de Jorge, pero es que las poderosas y frĆ”giles bolas eran duras ante los inĆŗtiles esfuerzos del golpeador. Ɖste tuvo que afincar la yema de los dedos en las bolas arrebatando mĆ”s leche como si apretara una barra de pasta dental. Sus testĆ­culos estaban full de semen. Pero continuaba sufriendo con aquel duro agarre provocando mĆ”s dolor a las bolas abusadas y ya medio distorsionadas.

   —Con eso no lograras nada —comentó el hombre que sostenĆ­a al sudoroso y fatigado Jorge—, cambia de tĆ”ctica.

   Los cojones de Jorge fueron soltados y sintió un fugaz alivio que murió cuando nuevamente sus bolas fueron agarradas y estiradas. Arrugando el ceƱo y mostrando los dientes sintió como sus cojones eran estirados cuatro centĆ­metros debajo de su entrepierna, el maleante seguĆ­a atado a su labor jalando y jalando con todas sus fuerzas, Jorge lanzó un grito sonoro, desenfocando los ojos

   Poco a poco, las grandes bolas se estiraron mĆ”s y mĆ”s de la entrepierna ya sudorosa del vaquero - 10 centĆ­metro, 12 centĆ­metro, 14, 16 - los enormes huevos se debatĆ­an en medio de la ruptura. El asaltante era implacable, decidido a tirar los testĆ­culos mĆ”s abajo, y finalmente logró estirar las enormes bolas a su lĆ­mite absoluto, un total de 16 centĆ­metro y medio de la entrepierna. La piel del escroto estaba tensa pero para desgracia del dueƱo sus bolas seguĆ­an intactas sin imagen de romper.

   Pero el asaltante seguĆ­a insistiendo jalando las bolas de Jorge lejos de la entrepierna aumentando su desgraciado dolor.

   —AAAAAAAAAAARRRRRRRRRGGGGGGGG —eran los gritos del sudoroso macho.

   Soltó sus cojones y miró como Jorge respiraba ya un poco aliviado del abuso a su ingle pero seguĆ­a siendo sujetado por el otro hombre. El asaltante aplastó los testĆ­culos con un rudo rodillazo deleitĆ”ndose con el frugal grito de agonĆ­a del hombre prepotente. Luego golpeó con el puƱo haciendo un uppercut en las bolas de Jorge, pegando una de las grandes pelotas entre el puƱo y la pelvis casi haciĆ©ndola plana con el contacto. Las bolas de Jorge se estaban poniendo blandas, como si su escroto fuera un saco de harina granulada, pero los dos grandes testĆ­culos seguĆ­an enteros. Se aplanaban mĆ”s y mĆ”s con cada golpe, sin embargo, perdĆ­an su figura a cada rudo golpe y volvĆ­an a ovalarse.

   —Vamos a quitarle la ropa y violarlo.

   —¡NO! —gritó Jorge asustado, intentó hacer resistencia pero le fue robado el cinturón y el pegado jeans, le desnudaron la entrepierna despuĆ©s de ser humillado con una risa por la mancha de semen en su ropa interior.

   El asaltante se arrodilló para examinar los genitales del hombre. Los huevos de Jorge estaban hinchados y tan grandes que llenaron el enorme escroto por completo.

   La mano del asaltante agarró el tronco de la polla del vaquero, y al estar semidura terminó por erectarla. El hombre estaba estresado, el sol de mediodĆ­a lo hacĆ­a delirar encima aquel dolor de cojones, lo tenĆ­an muerto, pero sucedió algo que lo hizo abrir la boca sorprendido, lo estaban empezando a masturbar. Gemidos y gruƱidos escaparon de la boca de Jorge cuando sintió el orgasmo a punto.

   Y una colosal cuerda de semen salió disparada de la verga de Jorge, surcó el aire y se estampó en el piso formando un inmenso charco blanco y grueso que se evaporarĆ­a con el sol. Jorge seguĆ­a siendo masturbado y su orgasmo se extendió por mĆ”s de un minuto.

   —Viene un carro, cabróm —anunció el hombre que sostenĆ­a al vaquero.

   —¡Pucha! —exclamó el asaltante y como si su mano fuera un martillo clavó los nudillos en las bolas de Jorge, el vaquero lanzó un grito gutural y con los ojos volteados cayó al suelo.

   Los dos muchachos corrieron a su vehĆ­culo y aceleraron tan rĆ”pido que dejaron las llantas marcadas en el asfalto, ya mĆ”s alejados iniciaron una llamada.

   —La golpiza ya estĆ” hecha, seƱora. Nos veremos en un momento para la Ćŗltima parte del pago. Un carro de su finca venĆ­a en camino pero pudimos escapar...... sĆ­, golpes donde usted dijo...... sĆ­.

   Del otro lado de la linea Evelyn terminaba de recibir aquella llamada, se recostó en su sillón y rió complacida.

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