Historias de la mitologia (5/?): Descendencia para el rey Egeo (Parte 1) El favor del dios Apolo - Las Bolas de Pablo

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7 may 2017

Historias de la mitologia (5/?): Descendencia para el rey Egeo (Parte 1) El favor del dios Apolo

Contiene Ballbusting  M/M.
ORIGINAL de: ZATN

   En la mitologĆ­a griega Egeo fue el noveno rey de Atenas, hijo de PandiĆ³n II y Pilia, y hermano de Niso, Palas y Lico.

   NaciĆ³ en Megara, en el istmo de Corinto, ciudad donde se habĆ­a exiliado su padre despuĆ©s de que los hijos de MetiĆ³n le hubieran usurpado el trono de Atenas. Cuando muriĆ³ su padre, Egeo y sus hermanos atacaron Atenas y expulsaron de ella a los hijos de MetiĆ³n; Egeo por ser el primogĆ©nito se coronĆ³ rey de Atenas.

   En su juventud tuvo grandes aventuras. DestacĆ”ndose cĆ³mo un fiero guerrero y justo rey.

   Luego de quedar viudo de su segunda esposa CalcĆ­ope, el rey decide nunca volver a casarse, pero algo que continuaba anhelando era tener un heredero, pues de sus dos matrimonios no obtuvo hijos; AsĆ­ que para lograrlo decide trae a su lecho a diversas mujeres, esperando infructuosamente dejarlas en embarazo.

   Pero nada sucede y el rey ve cada vez mĆ”s lejos el poder heredar su glorioso reino a un hijo.

   Ante la aparente imposibilidad del rey de lograr descendientes, los primos y sobrinos de Egeo se apresuran a ser nombrados herederos cuando el rey fallezca o decida retirase del trono.

   Ya con 55 aƱos, Egeo pierde las esperanzas, pero un vidente le dijo que de Ć©l nacerĆ­a un grandioso rey para Atenas, y que el saber cĆ³mo engendrarlo dependerĆ” de la visita al OrĆ”culo de Delfos.

   Egeo sin tardanza partiĆ³ con poca escolta hacia Delfos, centro del culto al dios Apolo, quien a travĆ©s del OrĆ”culo daba a cambio de una ofrenda la informaciĆ³n que la gente desease. 

   Una vez hecha la ofrenda en joyas  y monedas de oro, el anciano sacerdote conducĆ­a al solicitante ante la Pitia, una joven y virgen mujer que sentada en un trĆ­pode, entraba en trance y luego de balbucear incoherencias, daba la respuesta previamente buscada por el visitante…sin duda a travĆ©s de ella hablaba el Dios Apolo.  

   Egeo con el permiso del anciano sacerdote formulĆ³ su duda:

   “Oh poderoso Apolo, dadme la respuesta de cĆ³mo os puedo tener descendencia, toda la vida me he esforzado por traer un heredero, y no os lo he logrado… no es justo!, os tengo las pelotas enormes, y eyaculo semilla en abundancia!, pero no puedo embarazar a mujer alguna… ayudadme gran Dios, dejadme tener un heredero para mi trono, os lo ruego!”.

   Tras su peticiĆ³n, Egeo presencio el trance de la doncella, quien en determinado momento expreso una frase entendible:

   “Tomad mi cuerpo, tomadme y os verĆ©is como no tardarĆ©is en tener descendencia…tomadme ya, rey de la gloriosa Atenas!”.

   Egeo estaba confundido, volteĆ³ a ver al sacerdote para que le indicase que hacer… ¿debĆ­a tomar a la virgen Pitia?, pero su virginidad era requisito para ser sirvienta de Apolo, como es que el mismo dios se la ofrecĆ­a?.

   El sacerdote sin inmutarse por lo que sucedĆ­a simplemente le confirmĆ³:

   “Obedeceos al gran Apolo, que esperĆ”is rey de Atenas?, o es que querĆ©is ofender a un dios”.

   Egeo dudo un instante pero se decidiĆ³, rĆ”pidamente retirĆ³ sus ropas, mostrĆ³ con su desnudez que a pesar de superar los 50 aƱos, el fĆ­sico de Egeo era envidiable, un guerrero que desde su juventud mantenĆ­a gran parte de su forma…

   …y entre sus piernas se hallaba un pene en flacidez que superaba las proporciones de la mayorĆ­a de los griegos, y colgando mĆ”s abajo entre sus gruesos muslos, un par de testĆ­culos del tamaƱo de un toro… tremendas bolas tenĆ­a el rey Egeo!.

   La Pitia no tardĆ³ en alcanzar al rey, se incorporĆ³ de su asiento y despojĆ³ de sus vestidos, con sensuales movimientos, que hicieron abrir los ojos al rey ateniense.


   La erecciĆ³n pronto se hizo grande en Egeo, que ya estaba convencido de hacerle el amor a la virgen frente a Ć©l.

   La Pitia se acostĆ³ en el suelo y  abriendo las piernas, sĆ³lo esperaba que Egeo la tomase El rey se arrodillo ante ella y casi cubriĆ©ndola se disponĆ­a a desvirgarla, su pene erecto se colocĆ³ a la entrada de esa virgen y rosada cueva, mientras las enormes pelotas del rey colgaban pesadamente repletas de su semilla, que descargarĆ­a en el interior de la sirvienta de Apolo, pero… 

…pero en ese instante el rey Egeo sintiĆ³ como por detrĆ”s, alguien le agarraba las bolas!

   El rey fue sorprendido!, lo tenĆ­an cogido de los testĆ­culos, con una relativa firmeza.

   Enseguida pensĆ³:

   Me han cogido descuidado!.

   El rey alcanzo a voltear y vio que el anciano sacerdote era quien apresaba su virilidad. BuscĆ³ interpretar que sucedĆ­a:

   Me han engaƱado para  tomarme sin ninguna guardia... he caĆ­do por completo… estoy a su merced!.

   Egeo se resignĆ³ y esperaba en cualquier segundo que el anciano le retorciera sus grandes bolas…aquellas que siempre buscĆ³ proteger en batalla con armaduras, mĆ”s ahora desnudo estaban indefensas y capturadas ya…
…pero entonces el rey observĆ³ los muy brillante ojos del sacerdote y comprendiĆ³ que era el mismo dios Apolo quien actuaba en el cuerpo del sacerdote…. el viejo hablĆ³:

   “No abrĆ”is la boca de tu repleto odre de vino, ¡oh el mejor de los hombres!, hasta que llegues al punto mĆ”s alto de Atenas, puesto que por una vez os le darĆ”s vida a un nuevo rey”.

   Mientras las palabras emergĆ­an la mano del sacerdote apretaba lentamente los testĆ­culos de Egeo, quien apretaba los dientes intentando no gritar… no era un apretĆ³n brutal, pero si firme, lastimando un poco la hombrĆ­a del rey ateniense.

   Cuando terminĆ³ de hablar, la vieja mano liberĆ³ las gĆ³nadas capturadas, y el anciano perdiĆ³ el sentido, Egeo adolorido se incorporĆ³, viendo que tanto la Pitia desnuda cĆ³mo el anciano estaban sin sentido…

   Era una extraƱa sensaciĆ³n la que ahora sentĆ­a… ya no dolĆ­an sus bolas, en lugar de ello, un calor constante llenaba sus pelotas, era un sentir gozoso; El rey entendiĆ³ que la calentura era el poder de Apolo concediĆ©ndole la fertilidad deseada, pero tambiĆ©n entendio que segĆŗn lo dicho por el anciano, el no abrĆ”is tu odre de vino, se referĆ­a a no tener sexo y mantener su semilla en las pelotas hasta llegar a su reino, y allĆ­ con la primera mujer con quien duerma tendrĆ­a su heredero.

   Una oportunidad Ćŗnica vez en la vida, pues tambiĆ©n entendiĆ³ que engendrarĆ­a una sola vez. Egeo agradeciĆ³ mil veces al gran Apolo por el favor recibido, y se dedicĆ³ a hacer sacrificios en nombre del dios…
…y aun lo hacĆ­a cuando se escuchĆ³ en el templo el grito de la joven Pitia, quien reaccionaba y se veĆ­a desnuda. De inmediato la joven corriĆ³ a cubrirse, a la par que el anciano sacerdote tambiĆ©n despertaba.

   Sin perder tiempo Egeo puso marcha hacĆ­a su reino, sonreĆ­a mientras hacĆ­a planes de que mujer en Atenas convertir en la madre  de su heredero; Con frecuencia el rey se tocaba la entrepierna con beneplĆ”cito… era permanente la sensaciĆ³n de calor en sus bolas…. El calor de la fertilidad!.

   Luego de dejar Delfos, el cojonudo Egeo puso camino lo mĆ”s pronto posible a Atenas, en caballo era acompaƱado por una reducida escolta de 5 guardias, pero tendrĆ­a que superar un grave inconveniente…..uno llamado PerĆ­fetes.

   PerĆ­fetes era un terrible bandido que mataba y robaba sin ninguna compasiĆ³n, a pesar de enviar grupos para capturarle, el villano conocĆ­a toda clase de escondrijos y cuevas donde ocultarse, aparte de  ser un guerrero de gran valĆ­a.

   AdemĆ”s era hijo de Hefestos Dios de la forja, y apenas fue adulto se habĆ­a dedicado a ser salteador de caminos, y poseĆ­a una enorme maza de bronce que dominaba a la perfecciĆ³n y con la que mataba a los viajeros.

   La maza era regalo de su padre y su golpe era terrible, logrando el criminal matar a sus vĆ­ctimas con solo un golpe de su arma. 

   Como buen bandido de caminos el astuto hijo de Hefestos ya habĆ­a analizado el grupo de viajeros  a caballo, en el que iba el rey Egeo, en total unas 8 personas iban en el grupo, 5 escoltas armados, 2 sirvientes y el rey; Para PerĆ­fetes eran una presa fĆ”cil, y sabido desde Delfos que se trataba de un rey, esperaba un botĆ­n; Si bien era cierto que ya en Delfos las personas dejaban gran parte de su dinero, aun habĆ­a mucho que robar, sobre todo la armadura que de seguro llevaba guardada el rey.

   Egeo no la vestĆ­a pero siendo un rey que practicaba la guerra no iba a viaje sin su armadura, y sĆ³lo por la armadura de rey valĆ­a la pena robarles, aparte de los demĆ”s bienes que pudiese hallar.

   El plan era bĆ”sico, dividir el grupo para que queden pocos y atacar al rey con menos escolta; Para lograrlo el bandido usaba niƱos, quienes eran de la regiĆ³n y bastante pobres, a los que unas monedas eran persuasivas para hacerles mentir.

   El grupo de Egeo se vio detenido por una niƱa en el camino que aparentaba menos de 10 aƱos y pedĆ­a ayuda.

   La hĆ”bil actriz infantil en medio de llantos les informĆ³ que un bandido de la regiĆ³n habĆ­a robado a su hermano pequeƱo que la acompaƱaba, mientras buscaban agua en una laguna cercana… sin duda para vender al niƱo o peor aĆŗn, comĆ©rselo o dĆ”rselo de alimento a las las bestias que tuviese.

   Egeo cayĆ³ en la trampa y siendo un valiente y solidario hombre, pidiĆ³  a sus escoltas se dispersaran por el Ć”rea en busca del niƱo y el bandido; La niƱa autorizada por el ladrĆ³n les dio su nombre, pues PerĆ­fetes querĆ­a que su leyenda de bandido de caminos fuera conocida por todos.

   PerĆ­fetes a distancia observa al rey vestir su armadura, son piezas de bronce bien tallado y con abundantes adornos en oro… se alegra, y mĆ”s aĆŗn cuando queda el rey sĆ³lo con sus dos sirvientes.

   Con vista de Ć”guila, PerĆ­fetes observa con detalle la armadura del rey, especialmente la llamativa Ć”rea inguinal del soberano. Egeo lleva un taparrabo ligero y se nota un amplio bulto entre sus piernas, sin duda el rey es poseedor de dotados atributos viriles, El bandido con espĆ­ritu analĆ­tico siente algo de envidia por el rey, pero sonrĆ­e diciendo:

   “Bueno, serĆ”s bien dotado rey… y espero que hayas dejado una abundante descendencia, porque hasta aquĆ­ llegĆ³ tu vida… no habrĆ” mĆ”s prĆ­ncipes de tu naciĆ³n”. 

   PerĆ­fetes  ataca al grupo de tres, y cuando aparece, el rey Egeo intenta proteger a la niƱa, pero esta ha desaparecido; La prevenida infante ha empredido la retirada apenas vio aparecer a quien le pagĆ³ para actuar.

   Egeo tarda en percatarse de la ausencia de la niƱa, mientras PerĆ­fetes asesina de sendos golpes de maza a los sirvientes desarmados. El rey grita enfurecido ante el atacante y se cuadra para el combate.

   El feliz ladron alista su maza para enfrentarla contra el enome escudo de rey… se nota que la pieza defensiva tambien es de material resistente y costoso… cuando mate al soberano de Atenas, el escudo serĆ” vendido por un gran precio.

   La batalla inicia y los golpes de maza son bien recibidos por el escudo del rey, quien con agiles movimientos le hace ver al bandido que se enfrenta a alguien con buena experiencia en la guerra.

   PerĆ­fetes rie de gusto, hace tiempo no tenĆ­a un oponente que le diera pelea, felicita al rey Ateniense.

   En medio del intercambio de golpes de maza y espada, PerĆ­fetes se jacta de la treta puesta. Enterado Egeo le reclama:

   “Asi que fue una gran trampa!, usastĆ©is a esa niƱa para tus cobardes fines… me las pagarĆ©is!”.

   La pelea es dura pero PerĆ­fetes, mĆ”s joven y fuerte, lanza su pesada maza contra el escudo del rey y logra quitĆ”rselo; Egeo estĆ” mĆ”s vulnerable pero no se amilana y con la espada bloquea los nuevos ataques de maza de su rival.

   Un nuevo ataque de PerĆ­fetes con la maza, esta vez desde arriba, obliga al rey a colocar la espada para bloquear el golpazo.

   En ese momento Egeo abriĆ³ las piernas para tener mĆ”s apoyo y resistir el peso de la  terrible maza, que intentaba incesantemente vencer la resistencia de su espada... si cedĆ­a, la maza terminarĆ­a cayĆ©ndole en la cabeza y era una muerte segura. La apertura de piernas hace descender un poco mĆ”s las dotadas pelotas del rey, denotando mĆ”s el bulto colgante que sostiene su taparrabo, esta protuberancia es vista de reojo por el bandido, quien recuerda lo dotado de la entrepierna del rey.

   El rey de Atenas hizo uso de toda la fuerza que pudo, logrĆ³ ladear su espada e hizo que PerĆ­fetes resbalase su maza, terminando Ć©sta a una larga distancia; Egeo habĆ­a logrado la ventaja al dejarle sin su pesada arma.

   Enseguida lanzĆ³ un golpe de espada para cortar a su rival, pero este para salvarse se dejĆ³ caer de espaldas al suelo; Ahora el rey le obstruyĆ³ cualquier retirada y en el camino logro retomar su escudo… ahora tiene la pelea ganada!

   Egeo se para delante del caĆ­do ladrĆ³n y apuntĆ”ndole con la espada exige su rendiciĆ³n y le darĆ” una muerte rĆ”pida y honorable; Ya lo tenĆ­a, y cuando se disponĆ­a a jactarse ante el criminal por  ello, el rival le sorprendiĆ³.

   PerĆ­fetes no se rindiĆ³ ante la pĆ©rdida de su arma y el estar en el suelo, pues tenĆ­a desde el inicio de la lucha un plan alterno de acciĆ³n.

   El bandido mantuvo la mirada a los ojos de Egeo, pero a la vez  lanzĆ³ un fuerte puntapiĆ© entre las piernas abiertas del rey frente a Ć©l, quien no pudo reaccionar a tiempo;  El calzado pie del bandido ascendiĆ³, y golpeo desde abajo el taparrabo del rey. Sin ninguna protecciĆ³n en esa Ć”rea las pelotas de Egeo recibieron todo el castigo. 

   Fue un tremendo puntazo en las huevas, y sin la menor oportunidad de defensa al tener sus piernas separadas.

   "AAAaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh". ExclamĆ³ el rey Egeo cuando sus gordas pelotas le hicieron saber que habĆ­an sido heridas.

   El rey arrugĆ³ la cara, doblĆ³ las rodillas y tratĆ³ de cerrar las piernas, en un intento de soportar el dolor, enseguida buscĆ³ lograr alguna reacciĆ³n con la espada, pero el dolor lo inundĆ³ por completo y detuvo sus movimientos.

   Desde que sintiĆ³ el contacto en sus gĆ³nadas, el sufrimiento le quiso hacer soltar la espada, mĆ”s intentĆ³ soportar la agonĆ­a…
…pero PerĆ­fetes con una sonrisa de maldad, no lo iba a esperar… PodĆ­a ver a su enemigo ahora inmĆ³vil con las rodillas semi dobladas, y aun sin cubrir su virilidad.

   Viendo la entrepierna de su rival de frente y sin protecciĆ³n, PerĆ­fetes apuntĆ³ nuevamente al prominente bulto en el taparrabo del rey… Se asegurarĆ­a de dejarle fuera de combate con una aĆŗn mĆ”s fuerte patada.

   Con saƱa tomĆ³ impulso y  una vez mĆ”s desde el suelo, aporreĆ³ las grandes pelotas del rey ateniense.

   Egeo lanzo un quejido “UUuhhhhhhhh!”. SoltĆ³ espada y escudo, y se desplomĆ³… quedo en el suelo tomando con ambas manos sus testĆ­culos.

   Con la espada sin dueƱo, PerĆ­fetes se apresurĆ³ a recogerla y amenazar al adolorido rey…
…parecĆ­a ser el fin del rey Egeo, pero cuando el ladrĆ³n se le acercĆ³, sintiĆ³ un ardor en el brazo derecho y dejĆ³ caer el arma.

   Un miembro de la escolta del rey habĆ­a aparecido y oportunamente lanzĆ³ una flecha desde la distancia.

   PerĆ­fetes de inmediato emprendiĆ³ la huida, corriendo hacia la tirada maza y recogiĆ©ndola justo antes de internarse entre los arbustos… El bandido escapĆ³!.

   Con la llegada del escolta, Egeo viĆ©ndose a salvo, intentĆ³ incorporarse ya que su ego no le permitĆ­a parecer vencido, pero el terrible sufrimiento de sus bolas se agudizĆ³, y le impidiĆ³ pararse.

   El escolta observa como su rey se retorcĆ­a del dolor, sosteniendo sus testĆ­culos. Ahora entiende como su rey, un gran guerrero pudo ser vencido… su agresor le propinĆ³ un golpe deshonesto.

   El soldado piensa:

   Oh, por los Dioses!, pobre de mĆ­ rey!.

   Tras auxiliarle ayudĆ”ndole a incorporar, el rey y su soldado lamentan la huida del bandido y la muerte de los sirvientes, Al poco tiempo los demĆ”s guerreros retornan y el grupo se completa.

   Egeo pasa un largo rato sentado sobre una gran roca sobando sus testĆ­culos, de pronto se preocupa por lo dicho en Delfos… La fertilidad que le dio el dios Apolo, seguirĆ” ahĆ­? O los golpes bajos de ese bandido daƱaron su capacidad de procrear? Las pelotas le ardĆ­an asĆ­ que no podrĆ­a saber si el calor inicial que tenĆ­a desde Delfos seguĆ­a o no allĆ­; El rey no cesa en pensar:

   Mis bolas!, mi heredero!, podrĆ© tener a mi hijo varĆ³n?.

   La cara de preocupaciĆ³n del rey, y el contante masajeo en las bolas, generan en un  escolta una idea.

   “Oh mi rey, os recomiendo baƱaos en agua de la cercana laguna, el frio os mejorarĆ” mĆ”s rĆ”pidamente el sufrimiento… os lo aseguro”.

   No tardĆ³ el rey en desnudarse y cojeando ir a la fuente de agua.

   Los escoltas vieron como su rey caminaba con tremendas huevas colgĆ”ndole rumbo al agua frĆ­a, mĆ”s de uno no conocĆ­a lo dotado de su rey…y pensaron:

   Vaya que los dioses os le hicieron muy varĆ³n.

   Otro pensĆ³:

   Con razĆ³n le doliĆ³ tanto el golpe, mi rey… como os soportĆ”is el dolor si las tenĆ©is tan grandes!, realmente le admiro mi seƱor.

   Desde la orilla, Egeo tomaba agua frĆ­a en las manos y se la aplicaba en las bolas, Pronto se sumergiĆ³ en las aguas buscando bajar el dolor y que no se le inflamasen; Rogaba al dios Apolo y Zeus, que sus huevas estuvieran a salvo... que si pudiera preƱar a una mujer.

   Luego de un rato con el agua a la cintura, las huevas se les enfriaron y seguidamente sintiĆ³ la sensaciĆ³n que traĆ­a desde Delfos... ese ligero calor gonadal que anunciaba lo dado por el Dios, Enseguida se calmĆ³... la fertilidad seguĆ­a en sus cojones!.

   Egeo y sus escolta retomaron  el camino, pero la noche ya caĆ­a y decidieron hacer una escala en el reino de TrecĆ©n, donde el rey local llamado Piteo acogiĆ³ con gusto al monarca de su poderoso vecino el reino de Atenas.
  
   Pero en TrecĆ©n los planes del rey Egeo sobre tener descendencia, cambiarĆ­an un poco.

ContinuarĆ”...

Gracias
Comentarios  a  zatniktiel@hotmail.com

NOTA: ContinuarĆ” en la sĆ©ptima entrega llamada: DESCENDENCIA PARA EL REY EGEO. Parte 2: PasiĆ³n y Lucha en TrecĆ©n.

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