Donanteˋs (2/5): La muestra del padre - Las Bolas de Pablo

Lo más nuevo

8 may 2018

Donanteˋs (2/5): La muestra del padre

CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   Javier Betancourt caminaba rápidamente por las calles, lucía un fino traje de tela que resguardaba secreta y celosamente cada exquisita fibra muscular que decoraba su cuerpo y la verdad es que todo en él lucía espectacular. Desde su atractivo físico, su inteligencia como abogado y su desempeño sexual, siendo dueño de una gruesa herramienta y dos grandes testículos.


   Caminaba rápidamente por las calles porque debía llegar al laboratorio Figueira S.A. su hijo menor Hiram estaba ahí por asuntos relacionados al virus T657 cuando supo esa terrible noticia se quedó pasmado. No deseaba verlo morir ni que su salud se deteriorase postrado en una cama. Sabía que tuvo que haber sido más estricto e imponer su criterio para que no visitase a su novia Elizabeth que ya estaba en la fase final de la enfermedad rumbo a la muerte… ahora se había contagiado su hijo.



   Prácticamente cruzó corriendo la calzada estaba a pocas calles del laboratorio, sus ojos se posaron sobre un indigente tumbado en la calle solicitando ayuda a través de un cartel donde aseguraba estar contagiado por el virus.



   Javier era temeroso de contraer la misteriosa enfermedad ya mucha gente había muerto u otros la contraían sin una cura que pudiera ver luz… temía por sus hijos…



   —Buen día recibí una llamada telefónica —dijo al llegar a recepción— donde me dijeron que mi hijo Hiram estaba aquí, por favor, dónde lo ubico, ¿qué pasó con él? Soy su padre, Jorge Betancourt.



   La mujer regordeta que lo atendió primeramente le sonrió, como que si él estaba para sonrisas ajenas.



   —Hiram Betancourt, sí, lo están evaluando en este momento.



   —¿Evaluando? ¿DÍGAME QUÉ OCURRE? ¿Se contagió de esa puta enfermedad?



   —Calmese, señor, enseguida le detallaré —indicó una mujer alta, con los cabellos rojizos y una ceñida bata que acentuaba su figura, en otra ocasión hubiera generado una erección a Jorge. Ella se acercó a él y le estrechó la mano—. Mucho gusto soy la doctora Ana Ramaglia.



   —¿Doctora? ¿Qué pasa aquí dónde está Hiram?



   —Hiram está aquí y le estamos aplicando unas evaluaciones de rutina.



   —¿Se contagio? Quiero verlo.



   —Esté tranquilo porque él está en buenas manos. Todo parece apuntar a que él tiene la cura contra el virus T657.



   —¿Qué? No lo entiendo.



   —Primero necesito que se calme —la mujer colocó su mano en el hombro del señor palpando lo robusto que era—. Hubo un acontecimiento entre Hiram y su novia Elizabeth que estaba enferma del virus. Por favor acompañeme a la oficina.



   Jorge siguió a la bella mujer de bata e ingresaron a un despacho con débil iluminación dónde Jorge tomó asiento esperando respuestas.



   —Hiram me había dicho que la salud de Elizabeth estaba mejorando, no le creí puesto que pensé que se trataba de su mente enamorada. Dígame, ¿qué acontecimiento me habla que ocurrió entre ellos?



   —Nos indicaron que tuvieron relaciones sexuales sin algún tipo de protección por lo que ella recibió el semen de su hijo.



   —¿Y qué ocurre entonces? —preguntó Jorge sintiendo vergüenza por la calenturienta actitud de su hijo mayor.



   —Desde ese momento Elizabeth presentó mejoría casi al instante.



   —¿Cómo diablos llegó Hiram aquí?



   —Soy prima de Elizabeth, la salud de ella mejoró de forma progresiva se le aplicaron exámenes y descubrimos que a medida que pasa el tiempo el virus ha ido reduciéndose en su cuerpo y por las investigaciones se debe al semen de Hiram. Nuestro laboratorio ha hecho grandes esfuerzos en conseguir la cura y ahora creemos que está prácticamente en nuestras manos y en ustedes.



   —¿En nosotros, señorita?


   La pelirroja se acomodó el cabello y mirándolo a los ojos detalló:



   —Las primeras pruebas hechas a Hiram ésta mañana arrojó una curiosidad. En su ADN hay microorganismos que atacan al virus. Enseguida empezamos a hacer muestras de semen de diversos hombres y no encontramos nada igual.



   —Quiero ver a Hiram, ¿dónde está?



   —Todavía se le siguen aplicando pruebas. Queremos estar seguros de nuestra teoría. Ahora, señor Jorge, nos gustaría que usted nos donara una muestra de su semen.



   —¿Qué? ¿Por qué tendría yo que hacerlo?



   —Así como Hiram está actuando como donante y tiene una capacidad específica en su semen creemos que usted, siendo su padre, quizás pueda tener los mismos parámetros. Por favor, ayúdenos con el experimento, esto sería un notable avance para la ciencia y salvaría a toda la humanidad. Golpearíamos al virus T657.



   Jorge miró al piso, las leyes no establecían aquello, ¿la cura en su semen? Doblando el ceño a la mente le vino el recuerdo de un artículo de periódico que leyó de un estudio desarrollado sobre los espermatozoides al que se tituló: Semen fuente de vida.



   Quizás todo tenía razón. Levantó la mirada y firmemente respondió:



   —Está bien lo haré —la mujer sonrió satisfecha con la respuesta—. Pero antes quiero ver a mi hijo.



   —Así será.



   Jorge fue conducido a una oficina blanca donde encontró a Hiram. Estaba en calzoncillo y su padre no dudó en abrazarlo a pesar del fuerte olor a semen que desprendía. Incluso eran notables las marcas de semen seco sobre su abdomen.



   Jorge le dijo lo preocupado que estaba por él cuando le pidieron ir a ese lugar.



   Hiram le detalló las muestras de semen que estaba repartiendo, se reía al afirmarse como una vaca lechera.



   Jorge pensó que eso era abuso a las personas y que podía demandar a la clínica por aquello aunque después se recordó a Emilia, una buena amiga que murió a causa del virus.



   —Cuando la carga se me acaba —explicaba orgullosamente Hiram— me dejan descansar aunque después me regalan una bebida energética y me dan para hacer ejercicios, un corto entrenamiento.



   Jorge lo reprobó odiaba todo lo que se relacionara con ciencia y cientificos.



   Seguidamente se separaron Hiram debía proporcionar la última muestra del día y su padre acudió con la pelirroja reclamando suavemente el trato dado a su hijo ella especificó que el joven era un donante nato en la cura y los estudios arrojarían pronto el resultado.



   —Usted sólo nos dará una muestra —indicó ella cuando entraban a una habitación que tenía una silla ginecológica, un raro artefacto parecido a un falo, era extraño porque parecía también un cinturón de castidad. Además había un espejo—, cuando termine inmediatamente su muestra se comparará con la de Hiram y así determinaremos cuan donante usted también es —Jorge afirmaba con la cabeza, la mujer señaló hacia la silla—. Usted sólo debe sentarse allí colocar el aparato en los genitales y relajarse. Todo lo hará la máquina la cuál tiene un depósito que guardará todo su esperma.



   —Entendido.



   —Me iré. La privacidad de la habitación es toda suya.



   Se dieron una última mirada y sonrisas de simpatía. La mujer abandonó la estancia.



   Jorge trancó la puerta con pasador.



   El apuesto señor buscó asiento y se reclinó abriendo el cinturón y bajando el pantalón entre sus piernas, seguidamente movió su corbata y desabotonó la camisa dejando mostrar un bronceado torso exquisitamente formado por músculos, el paquete de su ropa interior estaba grande muestra de la emoción que sentía por masturbarse. Sostuvo la máquina que lo ordeñaría y se preparó para la satisfacción que le iba a venir bajando la ropa interior.



   Una gruesa polla morena y con varias venas adornaban de manera bonita su pene, su juego de pelotas eran grandes guardadas en un colgante saco escrotal. Sus genitales lucían prolijos y con pequeños pelos que seguidamente rasuraba. Jorge respiró profundo guardando su polla y bolas en la avanzada máquina ordeñadora.



   Apretó un botón encendiendola y comenzando esta con su estimulación.



   Él soltó un gemido cerrando los ojos, que rico era masturbarse, que delicioso resultaba el sexo.



   La maquina era silenciosa y entre sus tubos se movían de arriba a abajo.



   —Jaaaaafffff



   Jorge se reclinó relajado, era una tranquila sensación de placer.



   Nada podía perturbarlo solo experimentaba el cosquilleo de su morena verga grande y gruesa como salchicha.



   Por un momento se recordó de su propósito y le causó gracia: su leche podía salvar a la humanidad.



   Pero algo dentro de la ordeñadora hizo que los testículos se le comprimieran, fue como si unas paredes cilíndricas se posaran en sus testículos, un ronco gemido abandonaron los finos labios de Jorge.



   El cilindro siguió aplanando más y más sus huevos hasta hacer que empezaran a perder su ovalada y perfecta forma.



   —¡Basta! —gimió Jorge intentado sacar la máquina de sus genitales. Pero esta se había adherido.



   La desesperación dio paso a una tensa calma puesto que sus testículos dejaron de ser torturados y la maquina comenzó a bombearlo más rápido. Jorge arqueó la espalda cerrando los ojos y dando un gemido divíno.



   De la nada la máquina en su interior hizo un fuerte aplastamiento a los cojones del hombre provocándole un grito angustiado y cargado de dolor.



   Jorge hubiera deseado acurrucarse y sobar sus testículos en vano la máquina no salió de su entrepierna, sin embargo el apriete a sus testículos fue disminuyendo hasta desaparecer.



   La paja sobre Jorge se hizo más rápida dando paso a una dolorosa relajación, ya no habría más daños a los órganos reproductores de Jorge solo la satisfactoria masturbación.



   Jorge dio jadeos con mezclas de dolor y después borbotones de semen inundaron aquella maquina, muestras que dejarian muy contenta a la guapa doctora. Javier tambien era donante.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages