Perros de hacienda (3/5): El castigo - Las Bolas de Pablo

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22 may 2018

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Perros de hacienda (3/5): El castigo

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   El pomo de la puerta se movió suave y silenciosamente dejando pasar a la habitación de Samuel a los callados Eloy y Eleazar habĆ­a pasado mĆ”s de una hora desde que Samuel se rebeló en el granero contra Samuel, dejĆ”ndole las bolas gordas e hinchadas. Eloy de carĆ”cter imponente no se iba a quedar tranquilo sin obtener su justa venganza.
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   Samuel dormĆ­a cómodo en la cama por lo que sin hacer tanta bulla Eloy se acercó a al borde con las manos abiertas como pinzas pasĆ”ndola a travĆ©s de las piernas abiertas del muchacho que dormĆ­a sin saber que iba a ser despertado siendo apretado de las bolas.


   ā€”Oh, mierda —masculló con un sobresalto cuando la mano de Eloy se adueƱaron de sus bolas.


   Quiso escapar un grito de sorpresa pero Eleazar le tapó la boca por lo que sólo pudo emitir un gemido angustiado mientras se doblaba de dolor.


   ā€”Ā”Nunca en la desgraciada vida que tenĆ©s se te ocurra faltarme al respeto, boludo! —rugió Eloy doblando la mano.


   Ć‰l y Eleazar se rieron.


   ā€”Ā”No te di permiso de reĆ­rte!


   Eleazar clavó la vista al suelo.

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   Los dedos de Eloy seguĆ­a envueltos alrededor de las bolas de Samuel aplastando con fuerza sin dar importancia a los gemidos de dolor.


   Samuel querĆ­a pedir clemencia pero sus labios estaban sellados por aquella mano intrusa. De su garganta igualmente saldrĆ­an lastimosos chillidos. Eloy le torció los testĆ­culos y los aplastó con sus fuertes manos.


   ā€”Ā”ParecĆ©s una perra, Samuel! Una perra en celo —aƱadió Eloy con voz fuerte.  Giró la mano, aplastando las tiernas pelotas de Samuel y provocando un agudo chillido.


   Eloy esbozó una sonrisa y apretó con mĆ”s fuerza, clavando las puntas de los dedos en la carne de los huevos de Samuel a travĆ©s de la fina tela de su bóxer.


   Samuel sentĆ­a tanto dolor que le hubiera suplicado que se detuviera por medio de chillidos agudos y con voz femenina.


   Eloy sonrió y retorció las huevas.


   ā€”ĀæQueres que deje de apretar?


   Samuel gimió de dolor afirmando con la cabeza.


   Eloy sonrió.


   ā€”Debes hacer un gran sacrificio solo asĆ­ aprenderĆ”s que no debes rebelarte al amo. Porque vos sos mi perra y hacĆ©s lo que yo diga. !Perra! ĀæQuĆ© me habĆ­as dicho ahora? ĀæQue vos sos el amo? Ā”Ja, ja, ja! Perra infeliz.


   Los ojos de Samuel se habĆ­an cruzado lentamente.


   Un momento despuĆ©s, cuando Samuel creĆ­a que lo habĆ­an soltado de las pelotas eso resultó un tonto pensamiento habĆ­a conseguido ser dominado por Eleazar y fue echado al suelo, el capataz se sentó sobre su pecho con su mano en la boca del joven para amortiguar sus gritos. Eloy reĆ­a mirando el bulto caliente en el boxers de Samuel. Arqueó su pierna hacia atrĆ”s y pateó las gónadas de Samuel con toda la fuerza que pudo reunir.


   Samuel gritó sobre la mano de Eleazar.


   Eloy se rió entre dientes. La puntiaguda bota vaquera se estrelló otra vez contra el suave montĆ­culo en el bóxers, maltratando los jugosos testĆ­culos.


   Samuel dejó escapar un chillido estridente y ahogado.


   Eloy levantó el pie y pisoteó los huevos, metiĆ©ndolos en su cuerpo.


   El cuerpo de Samuel convulsionaba cuando el dolor lo recorrĆ­a de arriba a bajao.


   Eloy torció el pie, aplastando las huevas bajo su planta, como si estuviera apagando un cigarrillo.


   Eloy miró a su alrededor y vio un palo de madera en una esquina. Lo agarró y lo pesó en su mano.


   ā€”PagarĆ”s muy caro lo que me hiciste en el granero. Nadie se mete con mis bolas y menos un ser insignificante como vos.


   Golpeó el bulto de Samuel con el extremo del palo un par de veces para hacerse una idea de su objetivo. Se rió malĆ©volamente.


   El pesado mazo de madera se estrelló contra las bolas de Samuel con un ruido sordo, haciendo que chillara como un animal.


   Samuel miró a Eloy con los ojos vidriosos, su bello rostro estaba contorsionado de dolor y sus labios temblorosos.


   ā€”Ā”No me mires, perra!


   Eloy parecĆ­a malhumorado, golpeó las abultadas bolas de Samuel con el palo de madera.


   Samuel cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes con anticipación.


   Eloy metió el mazo en la entrepierna de Samuel con un golpe duro, poderoso y preciso que hizo que los ojos de Samuel se hincharan y sus mejillas resoplaran mientras dejaba escapar un gemido ronco, lastimoso y sibilante.


   ā€”Puedo hacerlo mejor. Sólo estaba ensayando. Vos, necesito ver mis objetivos.

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   Eleazar afirmó al instante y metió la mano dentro de la ropa de Samuel, agarrando sus bolas y haciendo que cuelguen al aire libre, desnudas y vulnerables.


   Estaban visiblemente hinchadas, dos bolas rojas hinchadas que parecĆ­an enormes, y muy atractivas.


   Eloy sonrió y aplastó el pesado cilindro de madera en la entrepierna de Samuel.


   Los ojos de Samuel se abrieron de par en par. El tiempo se ralentizó. Era como si todo sucediera en cĆ”mara lenta. Primero, el palo golpeó su gónada izquierda, haciendo que se aplastara dentro de su escroto. Luego, el palo se conectó con la derecha. Los dos testĆ­culos se estrellaron entre sĆ­. Samuel miró sus bolas, con los ojos bien abiertos. Un dolor palpitante y punzante le recorrió el cuerpo, como si una granada hubiera explotado dentro de su bolsa de pelota.


   Luego se desmayó.


   El cuerpo de Samuel quedó inerte.


   ā€”AsĆ­ serĆ” mĆ”s fĆ”cil —comentó Eloy. Levantó la mirada a Eleazar—. Busca ya alcohol.


   ā€”SĆ­, seƱor —obedeció el hombre saliendo silenciosamente de la habitación.


   Cuando regresó consiguió a Samuel tendido boca abajo sobre la cama, su culo estaba al aire libre y Eloy lo contemplaba.

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   ā€”Haz que lo huela —le ordenó a Eleazar abriĆ©ndose el pantalón—. Quiero que estĆ© consciente para cuando lo penetre como la potra que es.


   Eleazar afirmó con la cabeza mientras Eloy se subĆ­a encima de Samuel.

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