Ballbusting entre maduros 2 (3/5): Una verdadera disculpa - Las Bolas de Pablo

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6 feb 2019

Ballbusting entre maduros 2 (3/5): Una verdadera disculpa

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Manuel ingresĆ³ a casa de Luis cerrando la puerta de golpe. Los seƱores en la sala de estar giraron sus cabezas.


   Marcos ChacĆ³n un hombre guapo y de estatura alta vestĆ­a de forma deportiva, dijo:



   —Vas a tumbar la puerta, querido amigo.



   —SĆ­, pues, no querĆ­a llegar tarde y me pidieron que no lo hiciera en el mensaje que recibĆ­ —murmurĆ³—. Ya ven, no querĆ­a ser el Ćŗltimo y por lo menos ya veo que no lo soy.



   —La realidad es que sĆ­ lo eres —indicĆ³ Farid levantĆ”ndose del asiento. Tenia ropa cĆ³moda que acentuaba su fuerte cuerpo a pesar de su horrible barba que lo avejentaba..



   Junto a Ć©l Luis usaba jeans y camiseta sin mangas. Miraba fijamente la entrepierna del reciĆ©n llegado.



   —No me quieras venir a fastidiar —negĆ³ Manuel—. AĆŗn no perdono que el otro dĆ­a ensuciaste mi baƱo con tu sucio semen.



   —Eso no hubiera pasado si ustedes no echaran sobre mi bebida aquella viagra.



   —Oh, por Dios, callate, hocicĆ³n.



   Farid hubiera dado una sucia rĆ©plica sino hubiera sido por la dura patada a los genitales que le propinĆ³ Manuel.



   —¡Estuve hasta tarde fregando tus mecos!



   Farid dejĆ³ escapar un jadeo. Mientras sus ojos se ensancharon cuando el dolor se impuso en su cuerpo. Haciendo una mueca de dolor, se doblĆ³ y cayĆ³ de rodillas.



   Marcos y Luis se levantaron de sus asientos.



   —Hey, hombre, cĆ”lmate —gruĆ±Ć³ Marco agarrando del hombro a Manuel.



   —¿EstĆ”s bien? —Luis se agachĆ³ al lado de Farid.



   Su amigo emitiĆ³ un largo gemido.



   —Farid, no le estaba haciendo nada a tus bolas —dijo Marcos —. Ni siquiera estĆ”bamos jugando.



   Manuel estaba dividido entre el remordimiento y el desafĆ­o.



   —Ah, sĆ­, Farid, disculpame, no querĆ­a dejarte asĆ­.



   Marcos se riĆ³ y golpeĆ³ a su amigo en la nuca.



   —Eso no suena como una disculpa sincera —dijo—. Tiene que ser verdaderamente sincera, mi amigo.



   Manuel mirĆ³ al techo.



   Luis ayudĆ³ a Farid a levantarse.



   —Estoy bien, estoy bien —asegurĆ³ con la cara contorsionada agarrando su entrepierna.



   Marcos insistiĆ³:



   —DiscĆŗlpate ahora.



   Manuel mirĆ³ a su amigo. Luego levantĆ³ su pierna apuntando otra fuerte patada a las gĆ³nadas de Farid.



   En ese momento Farid reaccionĆ³ rĆ”pido echando hacia atras la cadera.



   Luis y Marcos agarraron los brazos de Manuel.



   —¡Este tonto necesita que se le enseƱe una lecciĆ³n! —objetĆ³ Luis con una sonrisa de lado a lado.



   Farid se frotĆ³ las bolas llenas de dolor.



   —¿Crees?



   Marcos lo mirĆ³ fijamente.



   —SĆ­, ustedes tienen razĆ³n.



   Marcos estirĆ³ la mano entre las piernas de Manuel, apretando su prominente bulto que tensaba la tela del pantalĆ³n.



   Manuel dejĆ³ escapar un gruƱido molesto.



   —¿Te duelen los huevitos? —se riĆ³ Marcos.



   Los tres hombres se rieron.



   —Oye quĆ© carajo, suĆ©ltenme —Manuel luchĆ³ contra su agarre.



   —Aprende tu lecciĆ³n, no debes atacar asĆ­ a Farid —Luis empujĆ³ la pierna pisando el zapato para mantener la pierna de Manuel extendida.



   Al ver lo que estaba haciendo, Marcos rĆ”pidamente siguiĆ³ su ejemplo.



   Farid se riĆ³. Enseguida golpeĆ³ su rodilla contra la ingle indefensa de Manuel.



   Este emitiĆ³ un gemido. Sus rodillas se unieron y se habrĆ­a doblado si no hubiera sido por sus amigos que lo mantuvieron erguido. Su rostro se contrajo de dolor y gimiĆ³.



   Marcos y Luis se rieron.



   Farid tenĆ­a una dĆ©bil sonrisa en el rostro.



   —Vamos, dale de nuevo —invitĆ³ Marcos.



   Farid obedeciĆ³ y echĆ³ su pierna hacia atrĆ”s y pateĆ³ los huevos de Manuel con toda la fuerza que pudo reunir. El pie de Farid chocĆ³ con el paquete de Manuel con un ruido sordo, levantĆ”ndolo del suelo mientras gritaba de dolor.



   Marcos y Luis no pudieron retenerlo mĆ”s y Manuel se estrellĆ³ contra el suelo, acurrucĆ”ndose en posiciĆ³n fetal y agarrando sus adoloridas bolas.



   Los tres hombres lo miraron.



   Marcos se inclinĆ³, rodando a Manuel sobre su espalda. AbriĆ³ el cinturĆ³n del entrenador y le bajĆ³ el pantalĆ³n.



   La polla de Manuel estaba gorda y dura, e imposible de ocultar, a pesar de que Manuel lo intentĆ³.



   Marcos agarrĆ³ a Manuel y lo tirĆ³ al sofĆ”, con las piernas colgando sobre el reposabrazos. Luego cerrĆ³ el puƱo alrededor del cuello del escroto de Manuel, levantĆ”ndolo por sus bolas.



   Manuel gritĆ³ de dolor.



   —ContinĆŗa —Marcos asintiĆ³ con la cabeza a Farid.



   Farid se riĆ³ y apretĆ³ el puƱo. Lo enviĆ³ estrellĆ”ndose contra las bolas atrapadas de Manuel, aplastĆ”ndolas.



   Manuel soltĆ³ un gemido de angustia.



   Marcos asintiĆ³ con la cabeza a Farid, lo que lo impulsĆ³ a golpear las bolas de Manuel una vez mĆ”s, aplastando las dos pelotas carnosas como si fueran tortillas.



   La polla de Manuel se contrajo mientras gritaba.



   —Eso es todo —sonriĆ³ Marcos.



   Manuel se retorcĆ­a.



   Marcos lo levantĆ³ por las pelotas antes de girarlo y tirar sus brazos detrĆ”s de su espalda.



   —Sigue —gruĆ±Ć³ sosteniendo a Manuel —. Rompe sus bolas.



   Farid se riĆ³ y golpeĆ³ las bolas de Manuel tan fuerte como pudo.



   Manuel gimiĆ³ en agonĆ­a.



   —¿Quieres ayudarme, Luis? —preguntĆ³ Farid.



   Luis se encogiĆ³ de hombros y golpeĆ³ su puƱo contra las bolas desnudas de Manuel con un golpe sonoro.



   Manuel dejĆ³ escapar un chillido agudo.



   Marcos le dio una palmada a las carnosas bolas de Manuel y sonriĆ³ ante los pequeƱos gemidos que hizo.



   Luis apartĆ³ la mano de Marcos y golpeĆ³ su rodilla contra las bolas de Manuel.



   El grito del deportista se convirtiĆ³ en un gemido cuando Luis siguiĆ³ presionando su rodilla hacia adelante.



   Cuando lo dejaron libre Manuel se dejĆ³ caer en el sillĆ³n gimiendo, y recostĆ”ndose.



   Marcos levantĆ³ sus bolas. Presemen goteaba sobre el pene de Manuel y cubrĆ­a sus bolas.



   —Alguien deberĆ­a drenarle estas pelotas. Ja, ja, ja.



   La cara de Manuel estaba enrojecida y su polla palpitaba, derramando lĆ­quido por su abertura.



   —Parece que realmente necesita una mano —sonriĆ³ Luis emocionĆ”ndose.



   Farid golpeĆ³ su puƱo contra las bolas de Manuel, se sentĆ­an suaves debajo de Ć©l.



   Manuel gritĆ³, su polla se contrajo y disparĆ³ esperma espumoso que chorreĆ³ contra su estĆ³mago y algunos incluso llegaron a su cara.



   —Puede que necesite uno mĆ”s. Parece que sus bolas estaban almacenando mucha leche —sonriĆ³ Marcos.



   Farid se riĆ³ y abofeteĆ³ las bolas de Manuel.



   —No sĆ©, ya parece bastante adolorido.



   Marcos agarrĆ³ la gruesa polla de Manuel y apretĆ³ la sensible cabeza en forma de hongo con su pulgar, sacandando unas gotas de semen.



   —SĆ­. Hay mucho mĆ”s de donde vino eso.



   Manuel gimiĆ³ atormentado.



   El puƱo de Farid se encontrĆ³ con las gĆ³nadas de Manuel, llevĆ”ndolas a su cuerpo.



   Manuel dejĆ³ escapar un rugido angustiado.



   Farid frunciĆ³ el ceƱo y envolviĆ³ una mano alrededor de la polla de Manuel. GolpeĆ³ el puƱo contra sus bolas.



   —Oh —gritĆ³ Manuel, mezclando el dolor y el placer ya que tambiĆ©n comenzaban a masturbarlo.



   Luis y Marcos sujetaban a Manuel mientras Farid acariciaba su polla cada vez mĆ”s rĆ”pido mientras golpeaba las bolas una y otra vez y otra vez.



   El sonido de sus nudillos chocando con las carnosas pelotas de Manuel hizo eco en la sala de estar.



   La polla de Manuel palpitaba y se contraĆ­a en la mano de Farid. Los golpes de este aumentaron con toda la fuerza que pudo reunir.



   Farid dejĆ³ escapar un gruƱido:



   —Vamos, Manuel, derrama eso.



   Finalmente, la polla de Manuel lanzĆ³ otra gruesa y jugosa carga de semen al aire.



   Manuel gimiĆ³ de placer, seƱales mixtas hicieron que sus caderas se movieran hacia adelante.



   Tanto Marcos como Luis retrocedieron un paso para evitar ser golpeados por cualquier sustancia masculina de Manuel.



   Farid sonriĆ³ y acariciĆ³ la verga mĆ”s rĆ”pido, y continuĆ³ golpeando sus pelotas una vez mĆ”s aplastando hasta la Ćŗltima gota de semen que tuviera en sus tanques.



   Finalmente, el orgasmo de Manuel se terminĆ³ y se acurrucĆ³ en posiciĆ³n fetal, gimiendo de agonĆ­a.



   Farid soltĆ³ la polla de Manuel con reticencia, frotando un pulgar contra la hendidura enrojecida e hinchada por Ćŗltima vez y haciendo que su amigo jadeara de manera placentera.



   Farid se secĆ³ la frente con el dorso de la mano. El esperma de Manuel goteaba por su barbilla. Se lamiĆ³ los labios y probĆ³.



   —No estĆ” mal —determinĆ³.



   Manuel gimiĆ³.



   —Buen trabajo, buen trabajo —murmurĆ³ Marcos, palmeando el hombro de Farid—. Eso pasa por no pedir disculpas.



   Los hombres pasaron el resto de la tarde conversando de las noticias del momento, ignorando a Manuel, que estaba cuidando sus bolas maltratadas y escurridas.

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