La princesa Elisa - Las Bolas de Pablo

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25 feb 2019

La princesa Elisa

ESCRITO POR: ZATN
CONTIENE BALLBUSTING F/M.

Este relato estĆ” basado en el personaje histĆ³rico Elisa de Tiro/Dido. En fuentes griegas y romanas, aparece como la fundadora y primera reina de Cartago, en el actual TĆŗnez. Era hija del rey de Tiro, MatĆ”n I. Elisa tenĆ­a dos hermanos: PigmaliĆ³n, que heredĆ³ el trono de Tiro, y la pequeƱa Ana. 

Obviamente se han realizado alteraciones a la historia de este personaje, Incluyendo el necesario tema Balbusting.

   Elisa de 19 aƱos, era la hija mayor del rey MatĆ”n I de Tiro, ciudad principal de los fenicios, la joven destacaba en el reino por su belleza y virtud, varios pretendientes aparecieron en el palacio en busca de su mano, pero el rey aun no decidĆ­a con quien casarla. Mientras tanto Elisa se pasaba el tiempo ayudando a los pobres y siendo una segunda madre para su pequeƱa hermana Ana de 10 aƱos.

   Repentinamente sucediĆ³ el fallecimiento del rey y su hijo varĆ³n PigmaliĆ³n subiĆ³ al trono. A diferencia del padre, PigmaliĆ³n de 25 aƱos, era ambicioso y sin escrĆŗpulos, de no ser el Ćŗnico varĆ³n del rey, este le hubiera dado el trono a algĆŗn otro hijo. Ahora Ć©ste prĆ­ncipe ocupaba el trono y pronto verĆ­a su fortuna personal incrementarse con artimaƱas y conspiraciones ayudado por sus aliados polĆ­ticos; La ambiciĆ³n de PigmaliĆ³n no tenĆ­a saciedad, y pronto puso su ojos en el sacerdote Siqueo.

   Siqueo  de 45 aƱos era el sacerdote del templo de Melkart en Tiro, era famoso por su riqueza, residĆ­a en la casa mĆ”s fastuosa del reino, rivalizando con el palacio real, y gracias a su fortuna personal habĆ­a mejorado el templo a su cuidado, convirtiĆ©ndole en el mĆ”s rico de la regiĆ³n... Pero era conocido que Siqueo poseĆ­a aun una fortuna mayor escondida en alguna parte secreta, y a esta querĆ­a acceder PigmaliĆ³n.

   El rey tramĆ³ un plan involucrando a su hermana Elisa. Un dĆ­a hizo llamar a Siqueo a palacio y le propuso deposar a la princesa, Siqueo estaba feliz, Elisa era la mujer mĆ”s bella de la ciudad, y en secreto albergaba sentimientos por ella, pero Elisa no tenĆ­a deseos de desposarse con Ć©l, mas PigmaliĆ³n con su autoridad real y familiar la obligĆ³ a hacerlo.

   Casada con quien no amaba, Elisa entrĆ³ en depresiĆ³n, pero pronto su esposo la colmĆ³ de regalos, joyas y muestras de real amor, logrando poco a poco entrar en el corazĆ³n de la princesa… Elisa llegĆ³ a quererlo en verdad.  

   Solo seis meses despuĆ©s, PigmaliĆ³n hizo ir a su hermana a palacio y hablĆ³ en secreto con ella, le comentĆ³ que serĆ­a conveniente saber dĆ³nde se escondĆ­an las enormes riquezas de Siqueo por si Ć©ste fallecĆ­a de alguna enfermedad y ella quedase viuda, despuĆ©s de todo, siendo su esposa era su Ćŗnica heredera, al no tener hijos el sacerdote; Elisa de inmediato se dio cuenta de la argucia de PigmaliĆ³n, su matrimonio solo habĆ­a sido para saciar la ambiciĆ³n de su hermano y rey. 

   Previendo alguna traiciĆ³n de PigmaliĆ³n contra Siqueo, Elisa tomĆ³ medidas; En la intimidad, averiguĆ³ del enamorado Siqueo en dĆ³nde estaban escondidas sus riquezas, La princesa conociendo a su marido, uso los dedos para jugar con su glande y testĆ­culos, despertĆ”ndole incesantes jadeos... el sacerdote gobernado por la lujuria, sin dudar prometiĆ³ a su esposa todas las joyas que quisiese de aquel gran tesoro oculto, la princesa sin ninguna ambiciĆ³n solo le agradeciĆ³ la confianza y no pidiĆ³ joya alguna.

   El perverso PigmaliĆ³n acosaba dĆ­a tras dĆ­a a Elisa para que le dijese si obtuvo la informaciĆ³n del sacerdote, la joven por fin se animĆ³ a confesarle la ubicaciĆ³n del tesoro.

   "Bajo el altar del templo oculta el bienaventurado Siqueo aquellas vastas fortunas".

   Elisa esperaba que su hermano cavase en aquel errado lugar y viĆ©ndose expuesto pĆŗblicamente y sin tesoro alguno, por vergĆ¼enza renunciase a aquella descarada empresa.

   Aquella noche los gritos de la servidumbre alertaron a Elisa, quien encontrĆ³ a su esposo degollado, las lĆ”grimas lavaron el rostro de la bella princesa, quien nunca esperĆ³ que su hermano llegase a tal crimen. 

   Pero no hubo tiempo para pesares, era seguro que PigmaliĆ³n irĆ­a por el tesoro que no estaba bajo el altar, Elisa dio aviso a hombres de confianza de Siqueo sobre la traiciĆ³n que Ć©ste habĆ­a sufrido, y junto a ellos se dirigiĆ³ al jardĆ­n del templo, lugar real de en donde yacĆ­a el tesoro.

   Con la incontable fortuna en su poder y la lealtad de los amigos de Siqueo, Elisa planeo huir de Tiro, preparĆ³ a su hermana Ana, las sirvientas y los hombres cercanos a Siqueo con sus familias, todos se dispusieron a tomar barcos...

...Pero a punto de dirigirse al puerto, fue requerida por los guardias de su hermano al palacio, no pudiendo negarse dio Ć³rdenes secretas de partir y adelantarse, mientras ella en un barco rezagado les alcanzarĆ­a luego, la penumbra les dio a los buques la cobertura necesaria para huir.

   En palacio, Elisa se intrigo ante la orden de PigmaliĆ³n de verla en sus aposentos privados, nada mĆ”s llegar, su hermano la recibiĆ³ con violencia, ultrajĆ”ndola y exigiĆ©ndole la ubicaciĆ³n real del tesoro de Siqueo... Ante tal descaro Elisa reaccionĆ³.

   "Asesinaste a mi marido, bellaco!".

   "Decidme donde estĆ” oculto el tesoro o te arrepentirĆ”s!".

   Elisa intento buscar una excusa.

   "Siqueo me dijo que estaba en el altar, no os tengo mĆ”s que decir".

   PigmaliĆ³n no le creyĆ³ y se alejĆ³ de ella, cuando el rey se comenzĆ³ a desvestir, Elisa quedo sin habla sabiendo la canallada que pretendĆ­a cometer, corriĆ³ hacia la puerta pero su hermano le cerrĆ³ el paso... GritĆ³ por ayuda, pero nadie atendiĆ³.

   El rey, ahora usando solo su taparrabo le expuso su situaciĆ³n:

   "He dado Ć³rdenes a los guardias de no acercarse, nadie te oirĆ”, ahora dime la ubicaciĆ³n del tesoro o te violarĆ©".

   "ViolarĆ”s a tu hermana?, Sois un monstruo!".

   "La verdad es que no soy tan malo, agradĆ©ceme que no deseo tu muerte, ni deseo tu cuerpo a pesar de lo bella que sois, te veo como mi hermana, pero te violarĆ© si es necesario, habla de una vez!".

   Elisa se vio sin salida, permaneciĆ³ callada y quieta mientras su hermano la tomaba del hombro y le comenzaba a retirar el vestido, fue entonces cuando la princesa dijo "NO!", y dio un rodillazo contra la entrepierna del rey.

   “AAAARRGGGGGGGG!!!”. PigmaliĆ³n gritĆ³, y mĆ”s aĆŗn cuando seguidamente su hermana volviĆ³ a golpear sus testĆ­culos con la rĆ³tula... La joven conocĆ­a la debilidad masculina, desde que una noche Siqueo le hablo de Ć©sta, y de cĆ³mo en su juventud padeciĆ³ en dolor testicular por parte de un mujer de baja clase que fue amante suya... La dama al parecer recelosa por una traiciĆ³n amorosa, descargo su ira contra sus partes nobles; Aquella noche Elisa constatĆ³ lo muy sensibles que era su esposo en aquella zona para las caricias, y sin duda lo serĆ­a igual para el dolor.

   Aturdido por el dolor, el rey se doblĆ³ a la mitad, PigmaliĆ³n no pudo evitar que Elisa escapara, porque sin aliento no pudo alertar a los guardias a tiempo... SĆ³lo tras un rato pudo insultar con las peores maldiciones a su hermana.

   Elisa fue al puerto y abordĆ³ el Ćŗltimo barco de su grupo de exilio, abandonarĆ­a para siempre su natal Tiro... Ɓfrica serĆ­a su destino.

   Con astucia los marineros evadieron cualquier nave perseguidora enviada por el enfurecido Rey PigmaliĆ³n, y tras muchas semanas de navegaciĆ³n arribarĆ­an a tierras africanas. 

   Elisa y los suyos llegan a las costas de Ɓfrica, allĆ­ vivĆ­a la tribu de los GĆ©tulos, una tribu de origen libios cuyo rey era Jarbas. El rey envĆ­a a su consejero BĆ³milcar a recibir a los extranjeros.

   Impresionado por la belleza y finos modales de la princesa de Tiro, Jarbas da hospedaje a los viajeros y colma de regalos a Elisa.

   Tras las muestras de afecto y protecciĆ³n, Jarbas escondĆ­a un intenso deseo sexual por la princesa.

   DĆ­as despuĆ©s Elisa pidiĆ³ una audiencia con el rey, le planteo un asunto vital para los que con ella habĆ­an dejado Tiro.

   "Rey Jarbas pido vuestra hospitalidad, permĆ­tame un poco de su tierra para fundar una ciudad amiga".

   El rey siempre fue receloso de sus dominios, querĆ­a ser amable con la bella extranjera, pero a la vez no querĆ­a que ella formase su propia ciudad y dejara de depender del soberano, despuĆ©s de todo, ansiaba que ella estuviera infinitamente agradecida con Ć©l y mantenerla siempre en su palacio. En una jugada audaz concediĆ³ en parte la solicitud de la princesa.

   "Mi bella princesa te darĆ© tanta tierra como puedas abarcar con una piel de buey".

   Elisa no presentĆ³ reclamo alguno, fue lo bastante lista para saber que Jarbas no deseaba que ella fuese independiente, y aquello sucederĆ­a si fundaba una ciudad, con alegrĆ­a recibiĆ³ la oferta del rey.

   La princesa analizĆ³ su dilema y pudo tener una soluciĆ³n... de manera astuta logro que la piel de un buey abarcase mucho mĆ”s de lo que podrĆ­a pensarse... la hizo cortar finas tiras y asĆ­ consiguiĆ³ circunscribir un extenso perĆ­metro de entre 1 y 2 kilĆ³metros, circundando una superficie de entre 10 y 25 hectĆ”reas... tierra mĆ”s que suficiente para fundar una fortaleza que fue llamada Byrsa, mĆ”s tarde se convirtiĆ³ en ciudadela

   La astuta estrategia no pasĆ³ desapercibida por el consejero BĆ³milcar, quien siempre conspiraba a favor de su seƱor el rey, un dĆ­a le expuso:

   "Mi seƱor vas a permitir tal burla de parte de la princesa, debes negar ceder el terreno, no fue lo que usted le concediĆ³, no de esa forma".

   "Es una mujer muy astuta y eso me agrada, no le tengo rencor por cĆ³mo resolviĆ³ la limitaciĆ³n que yo mismo le impuse".

   "Pero estĆ” seguro?. Casi es una burla a usted… AdemĆ”s es sabido que trae un tesoro consigo, con ello podrĆ­a edificar una ciudad en poco tiempo".

  "Mi querido BĆ³milcar, no tengo ninguna queja, porque su tierra y la ciudad que funde y engrandezca, un dĆ­a volverĆ” a mĆ­, entĆ©rate que es mi deseo convertirla en mi esposa". SentenciĆ³ Jarbas.

   Elisa se convirtiĆ³ en la soberana de la ciudadela, y los indĆ­genas que comenzaron a poblar el Ć”rea le dieron el nombre de reina Dido… Como anticipĆ³ en consejero, con parte del tesoro de Siqueo la ciudadela creciĆ³ con rapidez.

   10 meses despuĆ©s.

   En audiencia privada, BĆ³milcar informĆ³ a su rey del avance de los extranjeros. 

   "La ciudadela de Byrsa crece rĆ”pidamente mi seƱor, la habitan mĆ”s de 500 personas ahora, y tienen una reina… AdemĆ”s debo informar que ya terminaron de amurallarla".

   Un sonriente Jarbas le expone: "Creo que es hora de desposar a la princesa de Tiro, ve con 300 de mis tropas, pon sitio a la fortaleza, y exponle los tĆ©rminos a la nueva reina de Byrsa".

   Para el dĆ­a siguiente las tropas rodeaban la muralla de Byrsa, los varones de la fortaleza se armaron, defenderĆ­an su ciudadela a cualquier costo, Elisa subiĆ³ a la muralla y se dirigiĆ³ al lĆ­der de las tropas.

   "Porque estas aquĆ­?". ExigiĆ³ Elisa desde lo alto; El jactancioso BĆ³milcar con plena autoridad y confianza de Jarbas fue bastante irrespetuoso:

   "Mi seƱora, vengo en nombre de mi rey Jarbas, y Ć©ste tiene una exigencia para usted".

   "El rey Jarbas nos ha dignado con su hospitalidad y buenas costumbres, como puede exigirnos si somos aliados".

   "Y quiere que sigan siĆ©ndolo mi seƱora".

   "Que exigencia tiene el rey?".

   "Vuestra preciada mano, os convertirĆ” en la reina de este maravilloso y extenso reino de los GĆ©tulos".

   Elisa quedo estupefacta, ella no querĆ­a ser la esposa de Jarbas, pero como negarse... la sola presencia de aquella fuerza militar, denotaba las posibles consecuencias de contrariar los deseos y exigencias del rey.

   "Os pido un dĆ­a y una noche para pensar en una respuesta para tu seƱor".

   Tranquilamente BĆ³milcar podĆ­a darle el plazo, pero por maldad pura decidiĆ³ contra ofertar.

   "Tiene usted una hora mi seƱora, no aceptarĆ© un mayor retraso en responder a mi seƱor".

   Contra la pared, Elisa debiĆ³ aceptar el plazo, de urgencia se reuniĆ³ con los lĆ­deres de la ciudadela y su hermana Ana para quien Elisa era su admiraciĆ³n... Muchos le aconsejaron negar la propuesta matrimonial de Jarbas, pero Elisa era prudente, entendĆ­a lo que era gobernar, y el que tantos dependan de tus decisiones, Sabia bien que de negarse Byrsa serĆ­a conquistada.

   Cinco minutos antes del plazo, Elisa regresĆ³ a la muralla.

   "Dile a tu seƱor que para maƱana a primera hora, Elisa princesa de Tiro y reina de Byrsa irĆ” a su palacio, entonces podrĆ” anunciar el compromiso".

   "Bien, y la felicito, porque en toda la regiĆ³n no podrĆ” usted encontrar consorte mĆ”s poderoso y digno".

   BĆ³milcar regresĆ³ al palacio dejando una pequeƱa guardia fuera de Byrsa, el grupo militar no sĆ³lo se asegurarĆ­a de ninguna escapada nocturna de la princesa de Tiro, (aunque aquello significarĆ­a la destrucciĆ³n de la fortaleza), sino que ademĆ”s serĆ­an la escolta para maƱana cuando Elisa partiese hacĆ­a su futuro palacio.

   Elisa se mantuvo pensativa el resto del dĆ­a, decidiĆ³ charlar con un sacerdote nativo GĆ©tulo, y muy de noche tomĆ³ rumbo en solitario a las puertas de la fortaleza.

   Era la una de la madrugada cuando una desconocida a caballo llegaba ante la guardia de soldados afuera de Byrsa. La princesa y ahora reina de Byrsa solicitaba ver en secreto al soberano… Justo al llegar a palacio, BĆ³milcar fue avisado e hizo pasar a la princesa de Tiro.

   "Espero mi seƱora que no pretenda usted cambiar de opiniĆ³n y buscar que el rey desista de desposarla".

   "No te preocupes vil serpiente, solo deseo aplacar la lujuria del rey lo mĆ”s pronto posible, temo se desespere y la emprenda contra Byrsa".

   "No juzgue mal al rey, no desea mal para la gente de la ciudadela, pero es que la desea a usted tanto que no podĆ­a arriesgarse a un rechazo de tan bella dama".

   "Da aviso a Jarbas, dile que deseo verle en la alcoba real".

   "En la alcoba real?, AsĆ­ que la seƱora viene a complacer a rey".

   "Eres una vĆ­bora!, sĆ³lo espero que tu seƱor no se ponga de mal humor si se le despierta".

   BĆ³milcar fue a la alcoba real, pero conociendo a su seƱor sabĆ­a que Ć©ste no estarĆ­a dormido, de seguro yacĆ­a con alguna concubina de su harem...
...Y asƭ era, Jarbas montaba por tercera vez a una bella mujer, la amante era cada noche diferente, y es que el rey tenƭa todo un harem para su disfrute; Jarbas casi dio un grito colƩrico, cuando tocaron a su puerta, la insistencia le hizo salir del interior de la mujer y sin ponerse prenda fue a abrir... sabƭa que debƭa ser urgente pues sus sirvientes conocƭan que estarƭa fornicando.

   Al ver al consejero le preguntĆ³ el motivo, BĆ³milcar viendo a la amante colocarse algo, le susurrĆ³ al rey:

   "La reina Elisa ha venido y quiere verle, aquĆ­ en la alcoba real".

   Jarbas sonriĆ³, palpĆ³ sus pelotas y su pene dio un respingo... de inmediato se imaginĆ³ yacer con la bella y digna Elisa.

   "Mujer vete!, tengo una invitada para este resto de noche". AsĆ­ de directo fue el rey.

   BĆ³milcar le dio paso a la bella mujer que salĆ­a, y sonriendo a su seƱor le dijo:

   "Espero el rey no se haya excedido con su compaƱera de noche, la reina Elisa tambiĆ©n amerita atenciĆ³n".

   "No te preocupes tengo brĆ­os para mĆ”s de una mujer... Pero me sorprende su visita, debe tener prisa en ser mĆ­a".

   "Parece que la reina Elisa se quiere asegurar de que no le haga nada a su pueblo, por ello desea satisfacer vuestros apetitos lo mĆ”s pronto posible, incluso antes del compromiso, pero eso sĆ­, ha pedido el mĆ”s absoluto secreto, pues de saberse que se ha entregado al rey sin desposarse, serĆ­a una vergĆ¼enza para la dama".

   "Entiendo, mantĆ©n todo en secreto y has pasar a la reina, al parecer se me entregarĆ” en cuerpo y alma, es una gran reina, asegurara el bienestar de su naciĆ³n sacrificĆ”ndose y complaciendo a quien serĆ” su rey y marido".

   Minutos despuĆ©s Elisa estaba frente al desnudo rey, quien no se molestĆ³ en vestirse, La princesa se ruborizo al ver los genitales de su futuro esposo. El escroto del monarca colgaba bastante, y Elisa no podĆ­a evitar verlos balancearse con cada paso del hombre.

   Jarbas la saludĆ³ con un beso en la mejilla, y la princesa sonriĆ³.

   "Entonces a que ha venido mi futura reina".
   "A servir al seƱor de estas tierras". Elisa comenzĆ³ a retirar su vestido, hasta quedar completamente desnuda, Jarbas quedĆ³ boquiabierto ante la trigueƱa piel de su futura esposa, esos senos deliciosos y aquel manto de vello oscuro que cubrĆ­a su intimidad, enloquecĆ­an al rey.

   El hombre la abrazĆ³ con ternura y comenzĆ³ a besar su cuello... Se sobresaltĆ³ un poco cuando Elisa le acariciĆ³ la punta del pene... La joven de Tiro no era ninguna mojigata, despuĆ©s de todo ya habĆ­a tenido marido.

   El delicado masaje a la punta, de inmediato genera la expulsiĆ³n de gotas de Pre semen, a la vez que el falo aumenta en longitud, grosor y trama venosa. Jarbas la besa y Elisa responde al beso, mientras por abajo las manos de la princesa y reina acarician los testĆ­culos del rey. Un jadeo de satisfacciĆ³n por parte del varĆ³n denota su infinita alegrĆ­a, Tras una profunda inspiraciĆ³n, le dice a la mujer que desea:

   "Te adoro mi reina, y te harĆ© muy feliz ya verĆ”s”.

   "SerĆ© tuya por el bienestar de mi gente".

   "Para mi es igual mi reina, no tenĆ­as mĆ”s opciĆ³n que ser mĆ­a".

   Elisa se queda mirĆ”ndole fijamente a los ojos.

   "En eso se equivoca gran rey".

   Fue cuando los dedos de Elisa se cerraron alrededor de los testĆ­culos del monarca, Jarbas se mordiĆ³ los labios sintiendo la presiĆ³n cada vez mĆ”s y mĆ”s fuerte, sus ojos se cruzaron con los de Elisa, quien le veĆ­a con enfado.

   “Que, que haces… suĆ©ltame…Ugh”. Jarbas intentĆ³ retirar la mano de la mujer, pero esta aplicĆ³ mĆ”s fuerza, haciĆ©ndole entender al rey que estaba en sus manos.

   Jarbas ahogĆ³ un grito de dolor, y al verlo Elisa le dijo:

   “Adelante rey, gritad, gritad a vuestra guardia, que pena serĆ­a para sus hombres escuchar a su rey gritar como una mujer, sin duda creerĆ”n que soy yo quien grita”.

   “Que quieres…”.

   Elisa no presto atenciĆ³n a Jarbas y continuĆ³ exponiendo: “Pero adelante, como ya dije, puede usted gritar…Y cuando entre la guardia, que cree el rey quĆ© pensarĆ”n al hallarle sometido de la virilidad por una mujer… que cree el rey?, responda!”

   Jarbas apretaba los dientes, y comenzaba a sudar en su rostro, querĆ­a gritar, sus huevos estaban siendo deformados por los pequeƱos, delicados y  aparentemente inofensivos dedos de Elisa.

   Jarbas estaba sin salida, Elisa en eso tenĆ­a razĆ³n, no podĆ­a dejarse ver agarrado de los huevos y totalmente sometido por una mujer, su machismo no le permitĆ­a verse dĆ©bil ante sus propios sĆŗbditos.

   “Que quieres”. VolviĆ³ a preguntar el adolorido monarca.

   “Quiero que deje en paz a la ciudadela de Byrsa, a sus habitantes, y a mi persona… No serĆ© tu esposa”.

   Jarbas tragĆ³ saliva y  pudo decir: “Lo que quieras, os dejar en paz… Lo juro!”.

   Elisa esperaba esa respuesta, pero no era suficiente “Eso no basta, una vez que suelte la hombrĆ­a del rey, este puede traicionar su palabra”.

   “No… No lo harĆ©, lo juro”.

   “No puedo creerle, pero le creerĆ­a si hace el juramento de la madre Getulia”.

   “Como es que sabes de eso?...Uuyyyyy”. Elisa tirĆ³ de su escroto, y el debilitado rey casi desfalleciĆ³.

   “Eso es lo que debe hacer si desea seguir siendo hombre… SĆ© que el rey tiene dos hijas y aĆŗn ningĆŗn varĆ³n, si no realiza el juramento os dejarĆ© sin poder preƱar a mujer alguna, no podrĆ” tener a su heredero”.

   La idea de no poder tener mĆ”s hijos y sobre todo un varĆ³n que heredase su reino realmente atemorizĆ³ al monarca, Pero a pesar de estar a punto de ceder, se resistiĆ³ a dejarse ordenar por la princesa de Tiro.

   “Ough… Si… si no soy yo, otro prĆ­ncipe os pedirĆ” en matrimonio, eres demasiado bella para no ser pretendida…. Ooohhh”.

   “En eso se equivoca, llegue a amar a Siqueo y es mi deseo mantener mis votos de viudez… MarcharĆ© al exilio, y en el anonimato vivirĆ© con la memoria de mi difunto esposo, ese serĆ” mi futuro”.

   “No hagas eso”. Jarbas sinceramente no querĆ­a perder a tan bella y digna mujer, la deseaba tanto!.. Pero Elisa tomĆ³ su decisiĆ³n y apresurĆ³ al rey.

   "Hazlo ya!, quiero oĆ­rte, por tus pelotas, y literalmente por ella, debes hacer el juramento Jarbas!, jura dejarnos en paz!".

   El atormentado hombre vio lucidez por un instante y por fin se decidiĆ³ a hacerlo.

   "Hazlo!!". Elisa iba a tirar nuevamente de su saco escrotal, pero se detuvo al ver que el rey comenzarĆ­a a hablar.

   Jarbas tomĆ³ aliento y con decisiĆ³n expuso el juramento de la madre Getulia.

   "Ju… Juro ante los dioses de tierra, cielo y mar, ante esta tierra sagrada baƱada por el ocĆ©ano y flanqueada por el desierto, que no descargarĆ© ira o mal intenciĆ³n ante los extranjeros que habitan ahora Byrsa, ni la ciudadela sentirĆ” rencor mĆ­o alguno... Que... Que mi linaje y la madre Getulia paguen si osare romper este sagrado pacto...".

   El rey habĆ­a hecho el ineludible juramento y Elisa vio su misiĆ³n cumplida... Desde el ultimĆ”tum de BĆ³milcar, la princesa se rompiĆ³ la cabeza buscando una posible salida a su dilema, una idea surgiĆ³ en ella y pidiĆ³ el consejo de un anciano sacerdote GĆ©tulo, quien le hablĆ³ del juramento, el cual plebeyos, nobles e incluso reyes estaban obligados a cumplir, para ellos era algo inculcado en su educaciĆ³n desde niƱos y lo mĆ”s respetado en la vida.

   La dama abriĆ³ la mano que ya sentĆ­a adolorida de tanto apretar, Jarbas exhalĆ³ y se derrumbĆ³ sentado en el piso. Elisa le observĆ³ y comenzĆ³ a vestirse.

   El hombre gemĆ­a sin parar, agarrĆ”ndose los huevos con desesperaciĆ³n. Se acostĆ³ en el piso y ubicĆ³ en posiciĆ³n fetal.

   Ya vestida, Elisa dio un paso ante el rey.

   "Mujerzuela!!!...". Fue lo Ćŗnico dicho por Jarbas a quien el aliento escaseaba.

   "InsĆŗlteme cuanto quiera gran rey, pero vuestra semilla real nunca yacerĆ” en mi vientre, acĆ©ptelo rey Jarbas, Elisa de Tiro nunca serĆ” suya...".

   Jarbas gruĆ±Ć³ sin decir nada. La mujer caminĆ³ hacia la puerta de la habitaciĆ³n y antes de abrirla expresĆ³: 

   "Ahora me marcharĆ©, nunca me volverĆ” a ver en la vida, deseo de la manera mĆ”s sincera tengas una abundante descendencia y un digno heredero a tu corona". 

   Tras la ida de Elisa, Jarbas permaneciĆ³ casi una hora sobando sus pelotas, BĆ³milcar tocĆ³ a la puerta al enterarse de la salida de la princesa, pero el rey apenas en pie, con nĆ”useas y avergonzado por cĆ³mo habĆ­a terminado todo, solo le ordenĆ³ marcharse... A nadie, ni siquiera a su consejero le contarĆ­a que fue sometido de las gĆ³nadas por una mujer.

   Luego de superar el dolor, Jarbas pensĆ³ en todo lo ocurrido, jamĆ”s traicionarĆ­a el juramento de la madre Getulia, lo mĆ”s sagrado para Ć©l… AsĆ­ que Byrsa seguirĆ­a siendo independiente y no se meterĆ­a con Ć©sta... LamentĆ³ la partida de Elisa, nunca llegĆ³ a odiarla, se comportĆ³ tan digna y valiente al actuar ella misma contra el rey, respetaba lo decidida que fue aquella princesa; CĆ³mo le hubiera gustado convertir en su esposa a tan deseada mujer.  

   Tal como lo anunciĆ³, Elisa dejĆ³ la naciente ciudadela, entregando el gobierno a la pequeƱa Ana, quien por ahora estarĆ­a bajo la tutela de un concejo de nobles, cuando llegase a mayorĆ­a de edad, tomarĆ­a el rango de reina y se desposarĆ­a con un digno noble de la regiĆ³n.

   El hijo de Ana serĆ­a el primer rey de Byrsa nacido en Ɓfrica, y le continuarĆ­a todo un linaje de reyes, los cuales formarĆ­an alianzas con los descendiente de Jarbas… Ambos pueblos serĆ­an aliados por siglos.

   En cuanto a la Elisa, se fue a vivir a un lugar lejano y aislado... Con una modesta riqueza, tomo la identidad de la viuda de un comerciante desconocido, viviendo feliz y tranquilamente, sin quedar mĆ”s rastro de ella en la historia.



FIN.

Gracias

Comentarios a  zatniktiel@hotmail.com



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