ESCRITO POR: ZATN
CONTIENE BALLBUSTING F/M.
Este relato estĆ” basado en el personaje histĆ³rico Elisa de Tiro/Dido. En fuentes griegas y romanas, aparece como la fundadora y primera reina de Cartago, en el actual TĆŗnez. Era hija del rey de Tiro, MatĆ”n I. Elisa tenĆa dos hermanos: PigmaliĆ³n, que heredĆ³ el trono de Tiro, y la pequeƱa Ana.
Obviamente se han realizado alteraciones a la historia de este personaje, Incluyendo el necesario tema Balbusting.
Elisa de 19 aƱos, era la hija mayor del rey MatĆ”n I de Tiro, ciudad principal de los fenicios, la joven destacaba en el reino por su belleza y virtud, varios pretendientes aparecieron en el palacio en busca de su mano, pero el rey aun no decidĆa con quien casarla. Mientras tanto Elisa se pasaba el tiempo ayudando a los pobres y siendo una segunda madre para su pequeƱa hermana Ana de 10 aƱos.
Repentinamente sucediĆ³ el fallecimiento del rey y su hijo varĆ³n PigmaliĆ³n subiĆ³ al trono. A diferencia del padre, PigmaliĆ³n de 25 aƱos, era ambicioso y sin escrĆŗpulos, de no ser el Ćŗnico varĆ³n del rey, este le hubiera dado el trono a algĆŗn otro hijo. Ahora Ć©ste prĆncipe ocupaba el trono y pronto verĆa su fortuna personal incrementarse con artimaƱas y conspiraciones ayudado por sus aliados polĆticos; La ambiciĆ³n de PigmaliĆ³n no tenĆa saciedad, y pronto puso su ojos en el sacerdote Siqueo.
Siqueo de 45 aƱos era el sacerdote del templo de Melkart en Tiro, era famoso por su riqueza, residĆa en la casa mĆ”s fastuosa del reino, rivalizando con el palacio real, y gracias a su fortuna personal habĆa mejorado el templo a su cuidado, convirtiĆ©ndole en el mĆ”s rico de la regiĆ³n... Pero era conocido que Siqueo poseĆa aun una fortuna mayor escondida en alguna parte secreta, y a esta querĆa acceder PigmaliĆ³n.
El rey tramĆ³ un plan involucrando a su hermana Elisa. Un dĆa hizo llamar a Siqueo a palacio y le propuso deposar a la princesa, Siqueo estaba feliz, Elisa era la mujer mĆ”s bella de la ciudad, y en secreto albergaba sentimientos por ella, pero Elisa no tenĆa deseos de desposarse con Ć©l, mas PigmaliĆ³n con su autoridad real y familiar la obligĆ³ a hacerlo.
Casada con quien no amaba, Elisa entrĆ³ en depresiĆ³n, pero pronto su esposo la colmĆ³ de regalos, joyas y muestras de real amor, logrando poco a poco entrar en el corazĆ³n de la princesa… Elisa llegĆ³ a quererlo en verdad.
Solo seis meses despuĆ©s, PigmaliĆ³n hizo ir a su hermana a palacio y hablĆ³ en secreto con ella, le comentĆ³ que serĆa conveniente saber dĆ³nde se escondĆan las enormes riquezas de Siqueo por si Ć©ste fallecĆa de alguna enfermedad y ella quedase viuda, despuĆ©s de todo, siendo su esposa era su Ćŗnica heredera, al no tener hijos el sacerdote; Elisa de inmediato se dio cuenta de la argucia de PigmaliĆ³n, su matrimonio solo habĆa sido para saciar la ambiciĆ³n de su hermano y rey.
Previendo alguna traiciĆ³n de PigmaliĆ³n contra Siqueo, Elisa tomĆ³ medidas; En la intimidad, averiguĆ³ del enamorado Siqueo en dĆ³nde estaban escondidas sus riquezas, La princesa conociendo a su marido, uso los dedos para jugar con su glande y testĆculos, despertĆ”ndole incesantes jadeos... el sacerdote gobernado por la lujuria, sin dudar prometiĆ³ a su esposa todas las joyas que quisiese de aquel gran tesoro oculto, la princesa sin ninguna ambiciĆ³n solo le agradeciĆ³ la confianza y no pidiĆ³ joya alguna.
El perverso PigmaliĆ³n acosaba dĆa tras dĆa a Elisa para que le dijese si obtuvo la informaciĆ³n del sacerdote, la joven por fin se animĆ³ a confesarle la ubicaciĆ³n del tesoro.
"Bajo el altar del templo oculta el bienaventurado Siqueo aquellas vastas fortunas".
Elisa esperaba que su hermano cavase en aquel errado lugar y viĆ©ndose expuesto pĆŗblicamente y sin tesoro alguno, por vergĆ¼enza renunciase a aquella descarada empresa.
Aquella noche los gritos de la servidumbre alertaron a Elisa, quien encontrĆ³ a su esposo degollado, las lĆ”grimas lavaron el rostro de la bella princesa, quien nunca esperĆ³ que su hermano llegase a tal crimen.
Pero no hubo tiempo para pesares, era seguro que PigmaliĆ³n irĆa por el tesoro que no estaba bajo el altar, Elisa dio aviso a hombres de confianza de Siqueo sobre la traiciĆ³n que Ć©ste habĆa sufrido, y junto a ellos se dirigiĆ³ al jardĆn del templo, lugar real de en donde yacĆa el tesoro.
Con la incontable fortuna en su poder y la lealtad de los amigos de Siqueo, Elisa planeo huir de Tiro, preparĆ³ a su hermana Ana, las sirvientas y los hombres cercanos a Siqueo con sus familias, todos se dispusieron a tomar barcos...
...Pero a punto de dirigirse al puerto, fue requerida por los guardias de su hermano al palacio, no pudiendo negarse dio Ć³rdenes secretas de partir y adelantarse, mientras ella en un barco rezagado les alcanzarĆa luego, la penumbra les dio a los buques la cobertura necesaria para huir.
En palacio, Elisa se intrigo ante la orden de PigmaliĆ³n de verla en sus aposentos privados, nada mĆ”s llegar, su hermano la recibiĆ³ con violencia, ultrajĆ”ndola y exigiĆ©ndole la ubicaciĆ³n real del tesoro de Siqueo... Ante tal descaro Elisa reaccionĆ³.
"Asesinaste a mi marido, bellaco!".
"Decidme donde estƔ oculto el tesoro o te arrepentirƔs!".
Elisa intento buscar una excusa.
"Siqueo me dijo que estaba en el altar, no os tengo mƔs que decir".
PigmaliĆ³n no le creyĆ³ y se alejĆ³ de ella, cuando el rey se comenzĆ³ a desvestir, Elisa quedo sin habla sabiendo la canallada que pretendĆa cometer, corriĆ³ hacia la puerta pero su hermano le cerrĆ³ el paso... GritĆ³ por ayuda, pero nadie atendiĆ³.
El rey, ahora usando solo su taparrabo le expuso su situaciĆ³n:
"He dado Ć³rdenes a los guardias de no acercarse, nadie te oirĆ”, ahora dime la ubicaciĆ³n del tesoro o te violarĆ©".
"ViolarƔs a tu hermana?, Sois un monstruo!".
"La verdad es que no soy tan malo, agradƩceme que no deseo tu muerte, ni deseo tu cuerpo a pesar de lo bella que sois, te veo como mi hermana, pero te violarƩ si es necesario, habla de una vez!".
Elisa se vio sin salida, permaneciĆ³ callada y quieta mientras su hermano la tomaba del hombro y le comenzaba a retirar el vestido, fue entonces cuando la princesa dijo "NO!", y dio un rodillazo contra la entrepierna del rey.
“AAAARRGGGGGGGG!!!”. PigmaliĆ³n gritĆ³, y mĆ”s aĆŗn cuando seguidamente su hermana volviĆ³ a golpear sus testĆculos con la rĆ³tula... La joven conocĆa la debilidad masculina, desde que una noche Siqueo le hablo de Ć©sta, y de cĆ³mo en su juventud padeciĆ³ en dolor testicular por parte de un mujer de baja clase que fue amante suya... La dama al parecer recelosa por una traiciĆ³n amorosa, descargo su ira contra sus partes nobles; Aquella noche Elisa constatĆ³ lo muy sensibles que era su esposo en aquella zona para las caricias, y sin duda lo serĆa igual para el dolor.
Aturdido por el dolor, el rey se doblĆ³ a la mitad, PigmaliĆ³n no pudo evitar que Elisa escapara, porque sin aliento no pudo alertar a los guardias a tiempo... SĆ³lo tras un rato pudo insultar con las peores maldiciones a su hermana.
Elisa fue al puerto y abordĆ³ el Ćŗltimo barco de su grupo de exilio, abandonarĆa para siempre su natal Tiro... Ćfrica serĆa su destino.
Con astucia los marineros evadieron cualquier nave perseguidora enviada por el enfurecido Rey PigmaliĆ³n, y tras muchas semanas de navegaciĆ³n arribarĆan a tierras africanas.
Elisa y los suyos llegan a las costas de Ćfrica, allĆ vivĆa la tribu de los GĆ©tulos, una tribu de origen libios cuyo rey era Jarbas. El rey envĆa a su consejero BĆ³milcar a recibir a los extranjeros.
Impresionado por la belleza y finos modales de la princesa de Tiro, Jarbas da hospedaje a los viajeros y colma de regalos a Elisa.
Tras las muestras de afecto y protecciĆ³n, Jarbas escondĆa un intenso deseo sexual por la princesa.
DĆas despuĆ©s Elisa pidiĆ³ una audiencia con el rey, le planteo un asunto vital para los que con ella habĆan dejado Tiro.
"Rey Jarbas pido vuestra hospitalidad, permĆtame un poco de su tierra para fundar una ciudad amiga".
El rey siempre fue receloso de sus dominios, querĆa ser amable con la bella extranjera, pero a la vez no querĆa que ella formase su propia ciudad y dejara de depender del soberano, despuĆ©s de todo, ansiaba que ella estuviera infinitamente agradecida con Ć©l y mantenerla siempre en su palacio. En una jugada audaz concediĆ³ en parte la solicitud de la princesa.
"Mi bella princesa te darƩ tanta tierra como puedas abarcar con una piel de buey".
Elisa no presentĆ³ reclamo alguno, fue lo bastante lista para saber que Jarbas no deseaba que ella fuese independiente, y aquello sucederĆa si fundaba una ciudad, con alegrĆa recibiĆ³ la oferta del rey.
La princesa analizĆ³ su dilema y pudo tener una soluciĆ³n... de manera astuta logro que la piel de un buey abarcase mucho mĆ”s de lo que podrĆa pensarse... la hizo cortar finas tiras y asĆ consiguiĆ³ circunscribir un extenso perĆmetro de entre 1 y 2 kilĆ³metros, circundando una superficie de entre 10 y 25 hectĆ”reas... tierra mĆ”s que suficiente para fundar una fortaleza que fue llamada Byrsa, mĆ”s tarde se convirtiĆ³ en ciudadela
La astuta estrategia no pasĆ³ desapercibida por el consejero BĆ³milcar, quien siempre conspiraba a favor de su seƱor el rey, un dĆa le expuso:
"Mi seƱor vas a permitir tal burla de parte de la princesa, debes negar ceder el terreno, no fue lo que usted le concediĆ³, no de esa forma".
"Es una mujer muy astuta y eso me agrada, no le tengo rencor por cĆ³mo resolviĆ³ la limitaciĆ³n que yo mismo le impuse".
"Pero estĆ” seguro?. Casi es una burla a usted… AdemĆ”s es sabido que trae un tesoro consigo, con ello podrĆa edificar una ciudad en poco tiempo".
"Mi querido BĆ³milcar, no tengo ninguna queja, porque su tierra y la ciudad que funde y engrandezca, un dĆa volverĆ” a mĆ, entĆ©rate que es mi deseo convertirla en mi esposa". SentenciĆ³ Jarbas.
Elisa se convirtiĆ³ en la soberana de la ciudadela, y los indĆgenas que comenzaron a poblar el Ć”rea le dieron el nombre de reina Dido… Como anticipĆ³ en consejero, con parte del tesoro de Siqueo la ciudadela creciĆ³ con rapidez.
10 meses despuƩs.
En audiencia privada, BĆ³milcar informĆ³ a su rey del avance de los extranjeros.
"La ciudadela de Byrsa crece rĆ”pidamente mi seƱor, la habitan mĆ”s de 500 personas ahora, y tienen una reina… AdemĆ”s debo informar que ya terminaron de amurallarla".
Un sonriente Jarbas le expone: "Creo que es hora de desposar a la princesa de Tiro, ve con 300 de mis tropas, pon sitio a la fortaleza, y exponle los tƩrminos a la nueva reina de Byrsa".
Para el dĆa siguiente las tropas rodeaban la muralla de Byrsa, los varones de la fortaleza se armaron, defenderĆan su ciudadela a cualquier costo, Elisa subiĆ³ a la muralla y se dirigiĆ³ al lĆder de las tropas.
"Porque estas aquĆ?". ExigiĆ³ Elisa desde lo alto; El jactancioso BĆ³milcar con plena autoridad y confianza de Jarbas fue bastante irrespetuoso:
"Mi seƱora, vengo en nombre de mi rey Jarbas, y Ʃste tiene una exigencia para usted".
"El rey Jarbas nos ha dignado con su hospitalidad y buenas costumbres, como puede exigirnos si somos aliados".
"Y quiere que sigan siƩndolo mi seƱora".
"Que exigencia tiene el rey?".
"Vuestra preciada mano, os convertirĆ” en la reina de este maravilloso y extenso reino de los GĆ©tulos".
Elisa quedo estupefacta, ella no querĆa ser la esposa de Jarbas, pero como negarse... la sola presencia de aquella fuerza militar, denotaba las posibles consecuencias de contrariar los deseos y exigencias del rey.
"Os pido un dĆa y una noche para pensar en una respuesta para tu seƱor".
Tranquilamente BĆ³milcar podĆa darle el plazo, pero por maldad pura decidiĆ³ contra ofertar.
"Tiene usted una hora mi seƱora, no aceptarƩ un mayor retraso en responder a mi seƱor".
Contra la pared, Elisa debiĆ³ aceptar el plazo, de urgencia se reuniĆ³ con los lĆderes de la ciudadela y su hermana Ana para quien Elisa era su admiraciĆ³n... Muchos le aconsejaron negar la propuesta matrimonial de Jarbas, pero Elisa era prudente, entendĆa lo que era gobernar, y el que tantos dependan de tus decisiones, Sabia bien que de negarse Byrsa serĆa conquistada.
Cinco minutos antes del plazo, Elisa regresĆ³ a la muralla.
"Dile a tu seƱor que para maƱana a primera hora, Elisa princesa de Tiro y reina de Byrsa irƔ a su palacio, entonces podrƔ anunciar el compromiso".
"Bien, y la felicito, porque en toda la regiĆ³n no podrĆ” usted encontrar consorte mĆ”s poderoso y digno".
BĆ³milcar regresĆ³ al palacio dejando una pequeƱa guardia fuera de Byrsa, el grupo militar no sĆ³lo se asegurarĆa de ninguna escapada nocturna de la princesa de Tiro, (aunque aquello significarĆa la destrucciĆ³n de la fortaleza), sino que ademĆ”s serĆan la escolta para maƱana cuando Elisa partiese hacĆa su futuro palacio.
Elisa se mantuvo pensativa el resto del dĆa, decidiĆ³ charlar con un sacerdote nativo GĆ©tulo, y muy de noche tomĆ³ rumbo en solitario a las puertas de la fortaleza.
Era la una de la madrugada cuando una desconocida a caballo llegaba ante la guardia de soldados afuera de Byrsa. La princesa y ahora reina de Byrsa solicitaba ver en secreto al soberano… Justo al llegar a palacio, BĆ³milcar fue avisado e hizo pasar a la princesa de Tiro.
"Espero mi seƱora que no pretenda usted cambiar de opiniĆ³n y buscar que el rey desista de desposarla".
"No te preocupes vil serpiente, solo deseo aplacar la lujuria del rey lo mƔs pronto posible, temo se desespere y la emprenda contra Byrsa".
"No juzgue mal al rey, no desea mal para la gente de la ciudadela, pero es que la desea a usted tanto que no podĆa arriesgarse a un rechazo de tan bella dama".
"Da aviso a Jarbas, dile que deseo verle en la alcoba real".
"En la alcoba real?, AsĆ que la seƱora viene a complacer a rey".
"Eres una vĆbora!, sĆ³lo espero que tu seƱor no se ponga de mal humor si se le despierta".
BĆ³milcar fue a la alcoba real, pero conociendo a su seƱor sabĆa que Ć©ste no estarĆa dormido, de seguro yacĆa con alguna concubina de su harem...
...Y asĆ era, Jarbas montaba por tercera vez a una bella mujer, la amante era cada noche diferente, y es que el rey tenĆa todo un harem para su disfrute; Jarbas casi dio un grito colĆ©rico, cuando tocaron a su puerta, la insistencia le hizo salir del interior de la mujer y sin ponerse prenda fue a abrir... sabĆa que debĆa ser urgente pues sus sirvientes conocĆan que estarĆa fornicando.
Al ver al consejero le preguntĆ³ el motivo, BĆ³milcar viendo a la amante colocarse algo, le susurrĆ³ al rey:
"La reina Elisa ha venido y quiere verle, aquĆ en la alcoba real".
Jarbas sonriĆ³, palpĆ³ sus pelotas y su pene dio un respingo... de inmediato se imaginĆ³ yacer con la bella y digna Elisa.
"Mujer vete!, tengo una invitada para este resto de noche". AsĆ de directo fue el rey.
BĆ³milcar le dio paso a la bella mujer que salĆa, y sonriendo a su seƱor le dijo:
"Espero el rey no se haya excedido con su compaƱera de noche, la reina Elisa tambiĆ©n amerita atenciĆ³n".
"No te preocupes tengo brĆos para mĆ”s de una mujer... Pero me sorprende su visita, debe tener prisa en ser mĆa".
"Parece que la reina Elisa se quiere asegurar de que no le haga nada a su pueblo, por ello desea satisfacer vuestros apetitos lo mĆ”s pronto posible, incluso antes del compromiso, pero eso sĆ, ha pedido el mĆ”s absoluto secreto, pues de saberse que se ha entregado al rey sin desposarse, serĆa una vergĆ¼enza para la dama".
"Entiendo, mantĆ©n todo en secreto y has pasar a la reina, al parecer se me entregarĆ” en cuerpo y alma, es una gran reina, asegurara el bienestar de su naciĆ³n sacrificĆ”ndose y complaciendo a quien serĆ” su rey y marido".
Minutos despuĆ©s Elisa estaba frente al desnudo rey, quien no se molestĆ³ en vestirse, La princesa se ruborizo al ver los genitales de su futuro esposo. El escroto del monarca colgaba bastante, y Elisa no podĆa evitar verlos balancearse con cada paso del hombre.
Jarbas la saludĆ³ con un beso en la mejilla, y la princesa sonriĆ³.
"A servir al seƱor de estas tierras". Elisa comenzĆ³ a retirar su vestido, hasta quedar completamente desnuda, Jarbas quedĆ³ boquiabierto ante la trigueƱa piel de su futura esposa, esos senos deliciosos y aquel manto de vello oscuro que cubrĆa su intimidad, enloquecĆan al rey.
El hombre la abrazĆ³ con ternura y comenzĆ³ a besar su cuello... Se sobresaltĆ³ un poco cuando Elisa le acariciĆ³ la punta del pene... La joven de Tiro no era ninguna mojigata, despuĆ©s de todo ya habĆa tenido marido.
El delicado masaje a la punta, de inmediato genera la expulsiĆ³n de gotas de Pre semen, a la vez que el falo aumenta en longitud, grosor y trama venosa. Jarbas la besa y Elisa responde al beso, mientras por abajo las manos de la princesa y reina acarician los testĆculos del rey. Un jadeo de satisfacciĆ³n por parte del varĆ³n denota su infinita alegrĆa, Tras una profunda inspiraciĆ³n, le dice a la mujer que desea:
"Te adoro mi reina, y te harĆ© muy feliz ya verĆ”s”.
"Para mi es igual mi reina, no tenĆas mĆ”s opciĆ³n que ser mĆa".
Elisa se queda mirƔndole fijamente a los ojos.
"En eso se equivoca gran rey".
Fue cuando los dedos de Elisa se cerraron alrededor de los testĆculos del monarca, Jarbas se mordiĆ³ los labios sintiendo la presiĆ³n cada vez mĆ”s y mĆ”s fuerte, sus ojos se cruzaron con los de Elisa, quien le veĆa con enfado.
“Que, que haces… suĆ©ltame…Ugh”. Jarbas intentĆ³ retirar la mano de la mujer, pero esta aplicĆ³ mĆ”s fuerza, haciĆ©ndole entender al rey que estaba en sus manos.
Jarbas ahogĆ³ un grito de dolor, y al verlo Elisa le dijo:
“Adelante rey, gritad, gritad a vuestra guardia, que pena serĆa para sus hombres escuchar a su rey gritar como una mujer, sin duda creerĆ”n que soy yo quien grita”.
“Que quieres…”.
Elisa no presto atenciĆ³n a Jarbas y continuĆ³ exponiendo: “Pero adelante, como ya dije, puede usted gritar…Y cuando entre la guardia, que cree el rey quĆ© pensarĆ”n al hallarle sometido de la virilidad por una mujer… que cree el rey?, responda!”
Jarbas apretaba los dientes, y comenzaba a sudar en su rostro, querĆa gritar, sus huevos estaban siendo deformados por los pequeƱos, delicados y aparentemente inofensivos dedos de Elisa.
Jarbas estaba sin salida, Elisa en eso tenĆa razĆ³n, no podĆa dejarse ver agarrado de los huevos y totalmente sometido por una mujer, su machismo no le permitĆa verse dĆ©bil ante sus propios sĆŗbditos.
“Que quieres”. VolviĆ³ a preguntar el adolorido monarca.
“Quiero que deje en paz a la ciudadela de Byrsa, a sus habitantes, y a mi persona… No serĆ© tu esposa”.
Jarbas tragĆ³ saliva y pudo decir: “Lo que quieras, os dejar en paz… Lo juro!”.
Elisa esperaba esa respuesta, pero no era suficiente “Eso no basta, una vez que suelte la hombrĆa del rey, este puede traicionar su palabra”.
“No… No lo harĆ©, lo juro”.
“No puedo creerle, pero le creerĆa si hace el juramento de la madre Getulia”.
“Como es que sabes de eso?...Uuyyyyy”. Elisa tirĆ³ de su escroto, y el debilitado rey casi desfalleciĆ³.
“Eso es lo que debe hacer si desea seguir siendo hombre… SĆ© que el rey tiene dos hijas y aĆŗn ningĆŗn varĆ³n, si no realiza el juramento os dejarĆ© sin poder preƱar a mujer alguna, no podrĆ” tener a su heredero”.
La idea de no poder tener mĆ”s hijos y sobre todo un varĆ³n que heredase su reino realmente atemorizĆ³ al monarca, Pero a pesar de estar a punto de ceder, se resistiĆ³ a dejarse ordenar por la princesa de Tiro.
“Ough… Si… si no soy yo, otro prĆncipe os pedirĆ” en matrimonio, eres demasiado bella para no ser pretendida…. Ooohhh”.
“En eso se equivoca, llegue a amar a Siqueo y es mi deseo mantener mis votos de viudez… MarcharĆ© al exilio, y en el anonimato vivirĆ© con la memoria de mi difunto esposo, ese serĆ” mi futuro”.
“No hagas eso”. Jarbas sinceramente no querĆa perder a tan bella y digna mujer, la deseaba tanto!.. Pero Elisa tomĆ³ su decisiĆ³n y apresurĆ³ al rey.
"Hazlo ya!, quiero oĆrte, por tus pelotas, y literalmente por ella, debes hacer el juramento Jarbas!, jura dejarnos en paz!".
El atormentado hombre vio lucidez por un instante y por fin se decidiĆ³ a hacerlo.
"Hazlo!!". Elisa iba a tirar nuevamente de su saco escrotal, pero se detuvo al ver que el rey comenzarĆa a hablar.
Jarbas tomĆ³ aliento y con decisiĆ³n expuso el juramento de la madre Getulia.
"Ju… Juro ante los dioses de tierra, cielo y mar, ante esta tierra sagrada baƱada por el ocĆ©ano y flanqueada por el desierto, que no descargarĆ© ira o mal intenciĆ³n ante los extranjeros que habitan ahora Byrsa, ni la ciudadela sentirĆ” rencor mĆo alguno... Que... Que mi linaje y la madre Getulia paguen si osare romper este sagrado pacto...".
El rey habĆa hecho el ineludible juramento y Elisa vio su misiĆ³n cumplida... Desde el ultimĆ”tum de BĆ³milcar, la princesa se rompiĆ³ la cabeza buscando una posible salida a su dilema, una idea surgiĆ³ en ella y pidiĆ³ el consejo de un anciano sacerdote GĆ©tulo, quien le hablĆ³ del juramento, el cual plebeyos, nobles e incluso reyes estaban obligados a cumplir, para ellos era algo inculcado en su educaciĆ³n desde niƱos y lo mĆ”s respetado en la vida.
La dama abriĆ³ la mano que ya sentĆa adolorida de tanto apretar, Jarbas exhalĆ³ y se derrumbĆ³ sentado en el piso. Elisa le observĆ³ y comenzĆ³ a vestirse.
El hombre gemĆa sin parar, agarrĆ”ndose los huevos con desesperaciĆ³n. Se acostĆ³ en el piso y ubicĆ³ en posiciĆ³n fetal.
Ya vestida, Elisa dio un paso ante el rey.
"Mujerzuela!!!...". Fue lo Ćŗnico dicho por Jarbas a quien el aliento escaseaba.
"InsĆŗlteme cuanto quiera gran rey, pero vuestra semilla real nunca yacerĆ” en mi vientre, acĆ©ptelo rey Jarbas, Elisa de Tiro nunca serĆ” suya...".
Jarbas gruĆ±Ć³ sin decir nada. La mujer caminĆ³ hacia la puerta de la habitaciĆ³n y antes de abrirla expresĆ³:
"Ahora me marcharƩ, nunca me volverƔ a ver en la vida, deseo de la manera mƔs sincera tengas una abundante descendencia y un digno heredero a tu corona".
Tras la ida de Elisa, Jarbas permaneciĆ³ casi una hora sobando sus pelotas, BĆ³milcar tocĆ³ a la puerta al enterarse de la salida de la princesa, pero el rey apenas en pie, con nĆ”useas y avergonzado por cĆ³mo habĆa terminado todo, solo le ordenĆ³ marcharse... A nadie, ni siquiera a su consejero le contarĆa que fue sometido de las gĆ³nadas por una mujer.
Luego de superar el dolor, Jarbas pensĆ³ en todo lo ocurrido, jamĆ”s traicionarĆa el juramento de la madre Getulia, lo mĆ”s sagrado para Ć©l… AsĆ que Byrsa seguirĆa siendo independiente y no se meterĆa con Ć©sta... LamentĆ³ la partida de Elisa, nunca llegĆ³ a odiarla, se comportĆ³ tan digna y valiente al actuar ella misma contra el rey, respetaba lo decidida que fue aquella princesa; CĆ³mo le hubiera gustado convertir en su esposa a tan deseada mujer.
Tal como lo anunciĆ³, Elisa dejĆ³ la naciente ciudadela, entregando el gobierno a la pequeƱa Ana, quien por ahora estarĆa bajo la tutela de un concejo de nobles, cuando llegase a mayorĆa de edad, tomarĆa el rango de reina y se desposarĆa con un digno noble de la regiĆ³n.
El hijo de Ana serĆa el primer rey de Byrsa nacido en Ćfrica, y le continuarĆa todo un linaje de reyes, los cuales formarĆan alianzas con los descendiente de Jarbas… Ambos pueblos serĆan aliados por siglos.
En cuanto a la Elisa, se fue a vivir a un lugar lejano y aislado... Con una modesta riqueza, tomo la identidad de la viuda de un comerciante desconocido, viviendo feliz y tranquilamente, sin quedar mƔs rastro de ella en la historia.
FIN.
Gracias
Comentarios a zatniktiel@hotmail.com
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