La princesa Elisa - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

25 feb 2019

La princesa Elisa

ESCRITO POR: ZATN
CONTIENE BALLBUSTING F/M.

Este relato estĆ” basado en el personaje histórico Elisa de Tiro/Dido. En fuentes griegas y romanas, aparece como la fundadora y primera reina de Cartago, en el actual TĆŗnez. Era hija del rey de Tiro, MatĆ”n I. Elisa tenĆ­a dos hermanos: Pigmalión, que heredó el trono de Tiro, y la pequeƱa Ana. 

Obviamente se han realizado alteraciones a la historia de este personaje, Incluyendo el necesario tema Balbusting.

   Elisa de 19 aƱos, era la hija mayor del rey MatĆ”n I de Tiro, ciudad principal de los fenicios, la joven destacaba en el reino por su belleza y virtud, varios pretendientes aparecieron en el palacio en busca de su mano, pero el rey aun no decidĆ­a con quien casarla. Mientras tanto Elisa se pasaba el tiempo ayudando a los pobres y siendo una segunda madre para su pequeƱa hermana Ana de 10 aƱos.

   Repentinamente sucedió el fallecimiento del rey y su hijo varón Pigmalión subió al trono. A diferencia del padre, Pigmalión de 25 aƱos, era ambicioso y sin escrĆŗpulos, de no ser el Ćŗnico varón del rey, este le hubiera dado el trono a algĆŗn otro hijo. Ahora Ć©ste prĆ­ncipe ocupaba el trono y pronto verĆ­a su fortuna personal incrementarse con artimaƱas y conspiraciones ayudado por sus aliados polĆ­ticos; La ambición de Pigmalión no tenĆ­a saciedad, y pronto puso su ojos en el sacerdote Siqueo.

   Siqueo  de 45 aƱos era el sacerdote del templo de Melkart en Tiro, era famoso por su riqueza, residĆ­a en la casa mĆ”s fastuosa del reino, rivalizando con el palacio real, y gracias a su fortuna personal habĆ­a mejorado el templo a su cuidado, convirtiĆ©ndole en el mĆ”s rico de la región... Pero era conocido que Siqueo poseĆ­a aun una fortuna mayor escondida en alguna parte secreta, y a esta querĆ­a acceder Pigmalión.

   El rey tramó un plan involucrando a su hermana Elisa. Un dĆ­a hizo llamar a Siqueo a palacio y le propuso deposar a la princesa, Siqueo estaba feliz, Elisa era la mujer mĆ”s bella de la ciudad, y en secreto albergaba sentimientos por ella, pero Elisa no tenĆ­a deseos de desposarse con Ć©l, mas Pigmalión con su autoridad real y familiar la obligó a hacerlo.

   Casada con quien no amaba, Elisa entró en depresión, pero pronto su esposo la colmó de regalos, joyas y muestras de real amor, logrando poco a poco entrar en el corazón de la princesa… Elisa llegó a quererlo en verdad.  

   Solo seis meses despuĆ©s, Pigmalión hizo ir a su hermana a palacio y habló en secreto con ella, le comentó que serĆ­a conveniente saber dónde se escondĆ­an las enormes riquezas de Siqueo por si Ć©ste fallecĆ­a de alguna enfermedad y ella quedase viuda, despuĆ©s de todo, siendo su esposa era su Ćŗnica heredera, al no tener hijos el sacerdote; Elisa de inmediato se dio cuenta de la argucia de Pigmalión, su matrimonio solo habĆ­a sido para saciar la ambición de su hermano y rey. 

   Previendo alguna traición de Pigmalión contra Siqueo, Elisa tomó medidas; En la intimidad, averiguó del enamorado Siqueo en dónde estaban escondidas sus riquezas, La princesa conociendo a su marido, uso los dedos para jugar con su glande y testĆ­culos, despertĆ”ndole incesantes jadeos... el sacerdote gobernado por la lujuria, sin dudar prometió a su esposa todas las joyas que quisiese de aquel gran tesoro oculto, la princesa sin ninguna ambición solo le agradeció la confianza y no pidió joya alguna.

   El perverso Pigmalión acosaba dĆ­a tras dĆ­a a Elisa para que le dijese si obtuvo la información del sacerdote, la joven por fin se animó a confesarle la ubicación del tesoro.

   "Bajo el altar del templo oculta el bienaventurado Siqueo aquellas vastas fortunas".

   Elisa esperaba que su hermano cavase en aquel errado lugar y viĆ©ndose expuesto pĆŗblicamente y sin tesoro alguno, por vergüenza renunciase a aquella descarada empresa.

   Aquella noche los gritos de la servidumbre alertaron a Elisa, quien encontró a su esposo degollado, las lĆ”grimas lavaron el rostro de la bella princesa, quien nunca esperó que su hermano llegase a tal crimen. 

   Pero no hubo tiempo para pesares, era seguro que Pigmalión irĆ­a por el tesoro que no estaba bajo el altar, Elisa dio aviso a hombres de confianza de Siqueo sobre la traición que Ć©ste habĆ­a sufrido, y junto a ellos se dirigió al jardĆ­n del templo, lugar real de en donde yacĆ­a el tesoro.

   Con la incontable fortuna en su poder y la lealtad de los amigos de Siqueo, Elisa planeo huir de Tiro, preparó a su hermana Ana, las sirvientas y los hombres cercanos a Siqueo con sus familias, todos se dispusieron a tomar barcos...

...Pero a punto de dirigirse al puerto, fue requerida por los guardias de su hermano al palacio, no pudiendo negarse dio órdenes secretas de partir y adelantarse, mientras ella en un barco rezagado les alcanzaría luego, la penumbra les dio a los buques la cobertura necesaria para huir.

   En palacio, Elisa se intrigo ante la orden de Pigmalión de verla en sus aposentos privados, nada mĆ”s llegar, su hermano la recibió con violencia, ultrajĆ”ndola y exigiĆ©ndole la ubicación real del tesoro de Siqueo... Ante tal descaro Elisa reaccionó.

   "Asesinaste a mi marido, bellaco!".

   "Decidme donde estĆ” oculto el tesoro o te arrepentirĆ”s!".

   Elisa intento buscar una excusa.

   "Siqueo me dijo que estaba en el altar, no os tengo mĆ”s que decir".

   Pigmalión no le creyó y se alejó de ella, cuando el rey se comenzó a desvestir, Elisa quedo sin habla sabiendo la canallada que pretendĆ­a cometer, corrió hacia la puerta pero su hermano le cerró el paso... Gritó por ayuda, pero nadie atendió.

   El rey, ahora usando solo su taparrabo le expuso su situación:

   "He dado órdenes a los guardias de no acercarse, nadie te oirĆ”, ahora dime la ubicación del tesoro o te violarĆ©".

   "ViolarĆ”s a tu hermana?, Sois un monstruo!".

   "La verdad es que no soy tan malo, agradĆ©ceme que no deseo tu muerte, ni deseo tu cuerpo a pesar de lo bella que sois, te veo como mi hermana, pero te violarĆ© si es necesario, habla de una vez!".

   Elisa se vio sin salida, permaneció callada y quieta mientras su hermano la tomaba del hombro y le comenzaba a retirar el vestido, fue entonces cuando la princesa dijo "NO!", y dio un rodillazo contra la entrepierna del rey.

   “AAAARRGGGGGGGG!!!”. Pigmalión gritó, y mĆ”s aĆŗn cuando seguidamente su hermana volvió a golpear sus testĆ­culos con la rótula... La joven conocĆ­a la debilidad masculina, desde que una noche Siqueo le hablo de Ć©sta, y de cómo en su juventud padeció en dolor testicular por parte de un mujer de baja clase que fue amante suya... La dama al parecer recelosa por una traición amorosa, descargo su ira contra sus partes nobles; Aquella noche Elisa constató lo muy sensibles que era su esposo en aquella zona para las caricias, y sin duda lo serĆ­a igual para el dolor.

   Aturdido por el dolor, el rey se dobló a la mitad, Pigmalión no pudo evitar que Elisa escapara, porque sin aliento no pudo alertar a los guardias a tiempo... Sólo tras un rato pudo insultar con las peores maldiciones a su hermana.

   Elisa fue al puerto y abordó el Ćŗltimo barco de su grupo de exilio, abandonarĆ­a para siempre su natal Tiro... Ɓfrica serĆ­a su destino.

   Con astucia los marineros evadieron cualquier nave perseguidora enviada por el enfurecido Rey Pigmalión, y tras muchas semanas de navegación arribarĆ­an a tierras africanas. 

   Elisa y los suyos llegan a las costas de Ɓfrica, allĆ­ vivĆ­a la tribu de los GĆ©tulos, una tribu de origen libios cuyo rey era Jarbas. El rey envĆ­a a su consejero Bómilcar a recibir a los extranjeros.

   Impresionado por la belleza y finos modales de la princesa de Tiro, Jarbas da hospedaje a los viajeros y colma de regalos a Elisa.

   Tras las muestras de afecto y protección, Jarbas escondĆ­a un intenso deseo sexual por la princesa.

   DĆ­as despuĆ©s Elisa pidió una audiencia con el rey, le planteo un asunto vital para los que con ella habĆ­an dejado Tiro.

   "Rey Jarbas pido vuestra hospitalidad, permĆ­tame un poco de su tierra para fundar una ciudad amiga".

   El rey siempre fue receloso de sus dominios, querĆ­a ser amable con la bella extranjera, pero a la vez no querĆ­a que ella formase su propia ciudad y dejara de depender del soberano, despuĆ©s de todo, ansiaba que ella estuviera infinitamente agradecida con Ć©l y mantenerla siempre en su palacio. En una jugada audaz concedió en parte la solicitud de la princesa.

   "Mi bella princesa te darĆ© tanta tierra como puedas abarcar con una piel de buey".

   Elisa no presentó reclamo alguno, fue lo bastante lista para saber que Jarbas no deseaba que ella fuese independiente, y aquello sucederĆ­a si fundaba una ciudad, con alegrĆ­a recibió la oferta del rey.

   La princesa analizó su dilema y pudo tener una solución... de manera astuta logro que la piel de un buey abarcase mucho mĆ”s de lo que podrĆ­a pensarse... la hizo cortar finas tiras y asĆ­ consiguió circunscribir un extenso perĆ­metro de entre 1 y 2 kilómetros, circundando una superficie de entre 10 y 25 hectĆ”reas... tierra mĆ”s que suficiente para fundar una fortaleza que fue llamada Byrsa, mĆ”s tarde se convirtió en ciudadela

   La astuta estrategia no pasó desapercibida por el consejero Bómilcar, quien siempre conspiraba a favor de su seƱor el rey, un dĆ­a le expuso:

   "Mi seƱor vas a permitir tal burla de parte de la princesa, debes negar ceder el terreno, no fue lo que usted le concedió, no de esa forma".

   "Es una mujer muy astuta y eso me agrada, no le tengo rencor por cómo resolvió la limitación que yo mismo le impuse".

   "Pero estĆ” seguro?. Casi es una burla a usted… AdemĆ”s es sabido que trae un tesoro consigo, con ello podrĆ­a edificar una ciudad en poco tiempo".

  "Mi querido Bómilcar, no tengo ninguna queja, porque su tierra y la ciudad que funde y engrandezca, un dĆ­a volverĆ” a mĆ­, entĆ©rate que es mi deseo convertirla en mi esposa". Sentenció Jarbas.

   Elisa se convirtió en la soberana de la ciudadela, y los indĆ­genas que comenzaron a poblar el Ć”rea le dieron el nombre de reina Dido… Como anticipó en consejero, con parte del tesoro de Siqueo la ciudadela creció con rapidez.

   10 meses despuĆ©s.

   En audiencia privada, Bómilcar informó a su rey del avance de los extranjeros. 

   "La ciudadela de Byrsa crece rĆ”pidamente mi seƱor, la habitan mĆ”s de 500 personas ahora, y tienen una reina… AdemĆ”s debo informar que ya terminaron de amurallarla".

   Un sonriente Jarbas le expone: "Creo que es hora de desposar a la princesa de Tiro, ve con 300 de mis tropas, pon sitio a la fortaleza, y exponle los tĆ©rminos a la nueva reina de Byrsa".

   Para el dĆ­a siguiente las tropas rodeaban la muralla de Byrsa, los varones de la fortaleza se armaron, defenderĆ­an su ciudadela a cualquier costo, Elisa subió a la muralla y se dirigió al lĆ­der de las tropas.

   "Porque estas aquĆ­?". Exigió Elisa desde lo alto; El jactancioso Bómilcar con plena autoridad y confianza de Jarbas fue bastante irrespetuoso:

   "Mi seƱora, vengo en nombre de mi rey Jarbas, y Ć©ste tiene una exigencia para usted".

   "El rey Jarbas nos ha dignado con su hospitalidad y buenas costumbres, como puede exigirnos si somos aliados".

   "Y quiere que sigan siĆ©ndolo mi seƱora".

   "Que exigencia tiene el rey?".

   "Vuestra preciada mano, os convertirĆ” en la reina de este maravilloso y extenso reino de los GĆ©tulos".

   Elisa quedo estupefacta, ella no querĆ­a ser la esposa de Jarbas, pero como negarse... la sola presencia de aquella fuerza militar, denotaba las posibles consecuencias de contrariar los deseos y exigencias del rey.

   "Os pido un dĆ­a y una noche para pensar en una respuesta para tu seƱor".

   Tranquilamente Bómilcar podĆ­a darle el plazo, pero por maldad pura decidió contra ofertar.

   "Tiene usted una hora mi seƱora, no aceptarĆ© un mayor retraso en responder a mi seƱor".

   Contra la pared, Elisa debió aceptar el plazo, de urgencia se reunió con los lĆ­deres de la ciudadela y su hermana Ana para quien Elisa era su admiración... Muchos le aconsejaron negar la propuesta matrimonial de Jarbas, pero Elisa era prudente, entendĆ­a lo que era gobernar, y el que tantos dependan de tus decisiones, Sabia bien que de negarse Byrsa serĆ­a conquistada.

   Cinco minutos antes del plazo, Elisa regresó a la muralla.

   "Dile a tu seƱor que para maƱana a primera hora, Elisa princesa de Tiro y reina de Byrsa irĆ” a su palacio, entonces podrĆ” anunciar el compromiso".

   "Bien, y la felicito, porque en toda la región no podrĆ” usted encontrar consorte mĆ”s poderoso y digno".

   Bómilcar regresó al palacio dejando una pequeƱa guardia fuera de Byrsa, el grupo militar no sólo se asegurarĆ­a de ninguna escapada nocturna de la princesa de Tiro, (aunque aquello significarĆ­a la destrucción de la fortaleza), sino que ademĆ”s serĆ­an la escolta para maƱana cuando Elisa partiese hacĆ­a su futuro palacio.

   Elisa se mantuvo pensativa el resto del dĆ­a, decidió charlar con un sacerdote nativo GĆ©tulo, y muy de noche tomó rumbo en solitario a las puertas de la fortaleza.

   Era la una de la madrugada cuando una desconocida a caballo llegaba ante la guardia de soldados afuera de Byrsa. La princesa y ahora reina de Byrsa solicitaba ver en secreto al soberano… Justo al llegar a palacio, Bómilcar fue avisado e hizo pasar a la princesa de Tiro.

   "Espero mi seƱora que no pretenda usted cambiar de opinión y buscar que el rey desista de desposarla".

   "No te preocupes vil serpiente, solo deseo aplacar la lujuria del rey lo mĆ”s pronto posible, temo se desespere y la emprenda contra Byrsa".

   "No juzgue mal al rey, no desea mal para la gente de la ciudadela, pero es que la desea a usted tanto que no podĆ­a arriesgarse a un rechazo de tan bella dama".

   "Da aviso a Jarbas, dile que deseo verle en la alcoba real".

   "En la alcoba real?, AsĆ­ que la seƱora viene a complacer a rey".

   "Eres una vĆ­bora!, sólo espero que tu seƱor no se ponga de mal humor si se le despierta".

   Bómilcar fue a la alcoba real, pero conociendo a su seƱor sabĆ­a que Ć©ste no estarĆ­a dormido, de seguro yacĆ­a con alguna concubina de su harem...
...Y asƭ era, Jarbas montaba por tercera vez a una bella mujer, la amante era cada noche diferente, y es que el rey tenƭa todo un harem para su disfrute; Jarbas casi dio un grito colƩrico, cuando tocaron a su puerta, la insistencia le hizo salir del interior de la mujer y sin ponerse prenda fue a abrir... sabƭa que debƭa ser urgente pues sus sirvientes conocƭan que estarƭa fornicando.

   Al ver al consejero le preguntó el motivo, Bómilcar viendo a la amante colocarse algo, le susurró al rey:

   "La reina Elisa ha venido y quiere verle, aquĆ­ en la alcoba real".

   Jarbas sonrió, palpó sus pelotas y su pene dio un respingo... de inmediato se imaginó yacer con la bella y digna Elisa.

   "Mujer vete!, tengo una invitada para este resto de noche". AsĆ­ de directo fue el rey.

   Bómilcar le dio paso a la bella mujer que salĆ­a, y sonriendo a su seƱor le dijo:

   "Espero el rey no se haya excedido con su compaƱera de noche, la reina Elisa tambiĆ©n amerita atención".

   "No te preocupes tengo brĆ­os para mĆ”s de una mujer... Pero me sorprende su visita, debe tener prisa en ser mĆ­a".

   "Parece que la reina Elisa se quiere asegurar de que no le haga nada a su pueblo, por ello desea satisfacer vuestros apetitos lo mĆ”s pronto posible, incluso antes del compromiso, pero eso sĆ­, ha pedido el mĆ”s absoluto secreto, pues de saberse que se ha entregado al rey sin desposarse, serĆ­a una vergüenza para la dama".

   "Entiendo, mantĆ©n todo en secreto y has pasar a la reina, al parecer se me entregarĆ” en cuerpo y alma, es una gran reina, asegurara el bienestar de su nación sacrificĆ”ndose y complaciendo a quien serĆ” su rey y marido".

   Minutos despuĆ©s Elisa estaba frente al desnudo rey, quien no se molestó en vestirse, La princesa se ruborizo al ver los genitales de su futuro esposo. El escroto del monarca colgaba bastante, y Elisa no podĆ­a evitar verlos balancearse con cada paso del hombre.

   Jarbas la saludó con un beso en la mejilla, y la princesa sonrió.

   "Entonces a que ha venido mi futura reina".
   "A servir al seƱor de estas tierras". Elisa comenzó a retirar su vestido, hasta quedar completamente desnuda, Jarbas quedó boquiabierto ante la trigueƱa piel de su futura esposa, esos senos deliciosos y aquel manto de vello oscuro que cubrĆ­a su intimidad, enloquecĆ­an al rey.

   El hombre la abrazó con ternura y comenzó a besar su cuello... Se sobresaltó un poco cuando Elisa le acarició la punta del pene... La joven de Tiro no era ninguna mojigata, despuĆ©s de todo ya habĆ­a tenido marido.

   El delicado masaje a la punta, de inmediato genera la expulsión de gotas de Pre semen, a la vez que el falo aumenta en longitud, grosor y trama venosa. Jarbas la besa y Elisa responde al beso, mientras por abajo las manos de la princesa y reina acarician los testĆ­culos del rey. Un jadeo de satisfacción por parte del varón denota su infinita alegrĆ­a, Tras una profunda inspiración, le dice a la mujer que desea:

   "Te adoro mi reina, y te harĆ© muy feliz ya verĆ”s”.

   "SerĆ© tuya por el bienestar de mi gente".

   "Para mi es igual mi reina, no tenĆ­as mĆ”s opción que ser mĆ­a".

   Elisa se queda mirĆ”ndole fijamente a los ojos.

   "En eso se equivoca gran rey".

   Fue cuando los dedos de Elisa se cerraron alrededor de los testĆ­culos del monarca, Jarbas se mordió los labios sintiendo la presión cada vez mĆ”s y mĆ”s fuerte, sus ojos se cruzaron con los de Elisa, quien le veĆ­a con enfado.

   “Que, que haces… suĆ©ltame…Ugh”. Jarbas intentó retirar la mano de la mujer, pero esta aplicó mĆ”s fuerza, haciĆ©ndole entender al rey que estaba en sus manos.

   Jarbas ahogó un grito de dolor, y al verlo Elisa le dijo:

   “Adelante rey, gritad, gritad a vuestra guardia, que pena serĆ­a para sus hombres escuchar a su rey gritar como una mujer, sin duda creerĆ”n que soy yo quien grita”.

   “Que quieres…”.

   Elisa no presto atención a Jarbas y continuó exponiendo: “Pero adelante, como ya dije, puede usted gritar…Y cuando entre la guardia, que cree el rey quĆ© pensarĆ”n al hallarle sometido de la virilidad por una mujer… que cree el rey?, responda!”

   Jarbas apretaba los dientes, y comenzaba a sudar en su rostro, querĆ­a gritar, sus huevos estaban siendo deformados por los pequeƱos, delicados y  aparentemente inofensivos dedos de Elisa.

   Jarbas estaba sin salida, Elisa en eso tenĆ­a razón, no podĆ­a dejarse ver agarrado de los huevos y totalmente sometido por una mujer, su machismo no le permitĆ­a verse dĆ©bil ante sus propios sĆŗbditos.

   “Que quieres”. Volvió a preguntar el adolorido monarca.

   “Quiero que deje en paz a la ciudadela de Byrsa, a sus habitantes, y a mi persona… No serĆ© tu esposa”.

   Jarbas tragó saliva y  pudo decir: “Lo que quieras, os dejar en paz… Lo juro!”.

   Elisa esperaba esa respuesta, pero no era suficiente “Eso no basta, una vez que suelte la hombrĆ­a del rey, este puede traicionar su palabra”.

   “No… No lo harĆ©, lo juro”.

   “No puedo creerle, pero le creerĆ­a si hace el juramento de la madre Getulia”.

   “Como es que sabes de eso?...Uuyyyyy”. Elisa tiró de su escroto, y el debilitado rey casi desfalleció.

   “Eso es lo que debe hacer si desea seguir siendo hombre… SĆ© que el rey tiene dos hijas y aĆŗn ningĆŗn varón, si no realiza el juramento os dejarĆ© sin poder preƱar a mujer alguna, no podrĆ” tener a su heredero”.

   La idea de no poder tener mĆ”s hijos y sobre todo un varón que heredase su reino realmente atemorizó al monarca, Pero a pesar de estar a punto de ceder, se resistió a dejarse ordenar por la princesa de Tiro.

   “Ough… Si… si no soy yo, otro prĆ­ncipe os pedirĆ” en matrimonio, eres demasiado bella para no ser pretendida…. Ooohhh”.

   “En eso se equivoca, llegue a amar a Siqueo y es mi deseo mantener mis votos de viudez… MarcharĆ© al exilio, y en el anonimato vivirĆ© con la memoria de mi difunto esposo, ese serĆ” mi futuro”.

   “No hagas eso”. Jarbas sinceramente no querĆ­a perder a tan bella y digna mujer, la deseaba tanto!.. Pero Elisa tomó su decisión y apresuró al rey.

   "Hazlo ya!, quiero oĆ­rte, por tus pelotas, y literalmente por ella, debes hacer el juramento Jarbas!, jura dejarnos en paz!".

   El atormentado hombre vio lucidez por un instante y por fin se decidió a hacerlo.

   "Hazlo!!". Elisa iba a tirar nuevamente de su saco escrotal, pero se detuvo al ver que el rey comenzarĆ­a a hablar.

   Jarbas tomó aliento y con decisión expuso el juramento de la madre Getulia.

   "Ju… Juro ante los dioses de tierra, cielo y mar, ante esta tierra sagrada baƱada por el ocĆ©ano y flanqueada por el desierto, que no descargarĆ© ira o mal intención ante los extranjeros que habitan ahora Byrsa, ni la ciudadela sentirĆ” rencor mĆ­o alguno... Que... Que mi linaje y la madre Getulia paguen si osare romper este sagrado pacto...".

   El rey habĆ­a hecho el ineludible juramento y Elisa vio su misión cumplida... Desde el ultimĆ”tum de Bómilcar, la princesa se rompió la cabeza buscando una posible salida a su dilema, una idea surgió en ella y pidió el consejo de un anciano sacerdote GĆ©tulo, quien le habló del juramento, el cual plebeyos, nobles e incluso reyes estaban obligados a cumplir, para ellos era algo inculcado en su educación desde niƱos y lo mĆ”s respetado en la vida.

   La dama abrió la mano que ya sentĆ­a adolorida de tanto apretar, Jarbas exhaló y se derrumbó sentado en el piso. Elisa le observó y comenzó a vestirse.

   El hombre gemĆ­a sin parar, agarrĆ”ndose los huevos con desesperación. Se acostó en el piso y ubicó en posición fetal.

   Ya vestida, Elisa dio un paso ante el rey.

   "Mujerzuela!!!...". Fue lo Ćŗnico dicho por Jarbas a quien el aliento escaseaba.

   "InsĆŗlteme cuanto quiera gran rey, pero vuestra semilla real nunca yacerĆ” en mi vientre, acĆ©ptelo rey Jarbas, Elisa de Tiro nunca serĆ” suya...".

   Jarbas gruñó sin decir nada. La mujer caminó hacia la puerta de la habitación y antes de abrirla expresó: 

   "Ahora me marcharĆ©, nunca me volverĆ” a ver en la vida, deseo de la manera mĆ”s sincera tengas una abundante descendencia y un digno heredero a tu corona". 

   Tras la ida de Elisa, Jarbas permaneció casi una hora sobando sus pelotas, Bómilcar tocó a la puerta al enterarse de la salida de la princesa, pero el rey apenas en pie, con nĆ”useas y avergonzado por cómo habĆ­a terminado todo, solo le ordenó marcharse... A nadie, ni siquiera a su consejero le contarĆ­a que fue sometido de las gónadas por una mujer.

   Luego de superar el dolor, Jarbas pensó en todo lo ocurrido, jamĆ”s traicionarĆ­a el juramento de la madre Getulia, lo mĆ”s sagrado para Ć©l… AsĆ­ que Byrsa seguirĆ­a siendo independiente y no se meterĆ­a con Ć©sta... Lamentó la partida de Elisa, nunca llegó a odiarla, se comportó tan digna y valiente al actuar ella misma contra el rey, respetaba lo decidida que fue aquella princesa; Cómo le hubiera gustado convertir en su esposa a tan deseada mujer.  

   Tal como lo anunció, Elisa dejó la naciente ciudadela, entregando el gobierno a la pequeƱa Ana, quien por ahora estarĆ­a bajo la tutela de un concejo de nobles, cuando llegase a mayorĆ­a de edad, tomarĆ­a el rango de reina y se desposarĆ­a con un digno noble de la región.

   El hijo de Ana serĆ­a el primer rey de Byrsa nacido en Ɓfrica, y le continuarĆ­a todo un linaje de reyes, los cuales formarĆ­an alianzas con los descendiente de Jarbas… Ambos pueblos serĆ­an aliados por siglos.

   En cuanto a la Elisa, se fue a vivir a un lugar lejano y aislado... Con una modesta riqueza, tomo la identidad de la viuda de un comerciante desconocido, viviendo feliz y tranquilamente, sin quedar mĆ”s rastro de ella en la historia.



FIN.

Gracias

Comentarios a  zatniktiel@hotmail.com



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages