BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
El inspector de policĆa Antonio Guerra penetraba a la oficina con una carpeta que contenĆa un nuevo caso a investigar. Antonio era un hombre guapo de tez bronceada y cuerpo fuerte, iba acompaƱado de Caleb un subalterno dos aƱos menor quĆ© Ć©l.
—AsĆ que lo encontrado en la escena del crimen fue una flor de orquĆdea —dijo Antonio hojeando el documento—, y un par de testĆculos hinchados, interesante.
—El departamento al que asistieron los denunciantes no pertenecen a las mujeres que ellos citaron —indicĆ³ el subalterno—, sino a una vieja mujer que estĆ” fuera del paĆs. Debido al fĆ”cil acceso al edificio es posible que esa hampa comĆŗn se hicieran con una llave falsa.
Antonio apretĆ³ los labios.
—Caso extraƱo —murmurĆ³—. ¿QuĆ© hay del retrato hablado de las fĆ©minas?
—Unas mujeres muy hermosas —le fue entregado un trio de hojas.
Antonio las detallĆ³.
—No tienen un fĆsico para decir que son unas criminales —guardĆ³ las hojas en su carpeta y se reclinĆ³ muy cĆ³modo en su asiento—. Seguiremos investigando.
Y mientras aquel par se decidĆa por empezar o no ya se estaba desarrollando en algĆŗn lugar deportivo a la siguiente vĆctima, se trataba de Gregory, un atleta de alto nivel. Ganador de mĆŗltiples premios debido a su extrema rapidez. Su tez era blanca, de cuerpo delgado y plano y cara alargada.
Gregory apenas llegaba al vestuario para quitarse la ropa deportiva e irse para su hogar. Usaba una malla azul que delineaba muy bien una ladeada polla delgada y muy larga.
Su suave mirada de topĆ³ con una morena muchacha de cabellos marrones que se alegrĆ³ de sĆ³lo mirarlo.
—¡Gregory Aldana, querĆa conocerte! Que emociĆ³n. Soy tu fan.
Gregory hizo un gesto sin mucha emociĆ³n.
—No sabes todo lo que deseaba conocerte. No sabes lo mucho que te admiro, eres un atleta soberbio tienes un total de 13 medallas de oro, hace cinco aƱo lograste una de plata. PensĆ© que no vendrĆas por aquĆ.
—AquĆ estoy para ti. Y sĆ³lo para ti, nena.
—¿Puedo tomarme una foto contigo?
—Las que quieras, hermosa.
La muchacha sacĆ³ de su bolsillo un mĆ³vil y abrazĆ”ndose al atleta memorĆ³ aquel momento en una fotografĆa para siempre.
—Ha sido muy emocionante conocerte.
—Espera, hermosa —la sostuvo entre sus manos—, todavĆa podemos conocernos mĆ”s.
—¿MĆ”s? ¿SĆ? Oh, que emociĆ³n, vayamos a un lugar para comer algo o...
—Shhhh —Gregory se llevĆ³ el dedo de la chica a sus labios en seƱal de silencio ella se contuvo. Y el atleta apartĆ”ndolo asegurĆ³—. TodavĆa podemos conocernos mĆ”s.
—¿MĆ”s? ¿Y cĆ³mo, Gregory?
El atractivo hombre esbozĆ³ una sonrisa y de manera cĆnica desviĆ³ su mirada hacia abajo, a su empalmada y dura entrepierna.
A la chica le brillaron los ojos.
—¿CĆ³mo es tu nombre, preciosa?
—Berenice.
—Ok, Berenice, aquĆ nos podemos conocer muy bien. ¿Tienes hambre? Te invito a comer un buen trozo de carne.
La muchacha sonriĆ³ e hizo un gesto de acercase a besarlo. Gregory cediĆ³ cerrando los ojos y preparando sus labios para hacer contacto. Pero un toque de rodilla en la ingle se interpuso entre ellos dos.
—¡Oh, Dios! —se lamentĆ³ Gregory, doblĆ”ndose, con las manos en las rodillas, mientras oleadas de dolor recorrĆan su cuerpo.
Berenice se riĆ³ mientras aplaudĆa.
—Eso te pasa por ser hombre.
Se colocĆ³ tras el atleta y le dio una patada en los huevos desde atrĆ”s.
Gregory gritĆ³ desesperado cayendo de rodillas, su culo apuntaba hacia arriba.
—¡Abre las piernas, porque no puedo patearte las huevas! —gritĆ³ Berenice alegremente.
Gregory gimiĆ³ y uniĆ³ los muslos.
El pie de Berenice golpeĆ³ el culo de Gregory, a quien se le aguaron los ojos.
Una y otra vez, la muchacha comenzĆ³ a patear de forma frenĆ©tica al hombre y en ocasiones acertĆ³ un puntapiĆ© contra sus huevas.
Gregory se desplomĆ³ en el suelo, gimiendo.
Berenice lo mirĆ³, sonriendo de oreja a oreja.
Gregory levantĆ³ la vista, su rostro se contrajo de dolor.
—¡Eres un debilucho para lo arrogante que te comportas!
Gregory negĆ³ lentamente, gimiendo mientras se levantaba, de pie con las piernas arqueadas y haciendo una mueca de dolor.
—¿Por quĆ© haces esto? —gimiĆ³.
Berenice se encogiĆ³ de hombros. Antes de que Gregory tuviera la oportunidad de reaccionar, su pie se estrellĆ³ contra su ingle, atrapando sus gĆ³nadas colgantes y aplastĆ”ndolas.
La boca de Gregory se abriĆ³ gritando como una nena.
Berenice se echĆ³ a reĆr cuando Gregory se derrumbĆ³ en el suelo, agarrando su entrepierna, tratando de aliviar el dolor que explotaba desde sus testĆculos aplastados.
Berenice se carcajeĆ³ de la risa, se inclinĆ³ para recoger su bolso y buscar algo en Ć©l, cuando lo hizo lo arrojĆ³ contra Gregory y puso camino a la salida.
Contra el convaleciente atleta habĆa caĆdo una flor de orquĆdea.
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