La tortura de Benjamín (2/4): Pesos de plomo - Las Bolas de Pablo

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13 jul 2020

La tortura de Benjamín (2/4): Pesos de plomo

CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Pedro finalmente quitó las afiladas abrazaderas de metal de los pezones del militar, y Benjamín se desplomó aún más, jadeando por aire y sostenidose en posición vertical solo por sus brazos fuertemente estirados y bien atados. 

   —¿Tiene algo que decir ahora —se burló Pedro. 

   Benjamín asintió débilmente, con el pecho agitado y el sudor saliendo de su glorioso cuerpo en ríos. 

   Pedro se volvió hacia Eloy y le dijo: —Ya ves, ¡él PUEDE ser cooperativo!

   Con eso, el Capitán se inclinó cerca de la cara del apuesto espía para escuchar su confesión. 

   —Benjamín Alejandro Chacón Cabrera. Miembro número 1 del Departamento contra el Narcotráfico —dijo con su voz profunda y retumbante, permaneciendo desafiante incluso después de que sus robustas tetas casi se cocinaran de su cuerpo. 

   Pedro se enderezó como si le hubieran disparado, y abofeteó con fuerza al espía en la cara. 

   —¡Pagarás por eso, hijo de puta! —gritó—. Eloy, ¡libéralo de la silla y cuélgalo de las cadenas! ¡Ya terminé de ser amable con él!

   Eloy soltó las piernas del prisionero, luego liberó sus enormes brazos de los grilletes de metal que se sostenían sobre su cabeza y lo empujó con fuerza al suelo. Benjamín no resistió, estaba demasiado debilitado por su tortura para hacer más que gruñir cuando golpeó el piso de piedra. Cayó como un muñeco de trapo flácido y permaneció inmóvil esperando la calma de su respiración. 

   ¡Pedro se acercó a Benjamín y, sin previo aviso, pateó con todas sus fuerzas, clavando la punta de su bota derecha en los musculosos abdominales del espía!

   Benjamín gimió en voz alta, su gran masa muscular se convulsionó por la fuerza de la patada. Pedro se inclinó y agarró un puñado del grueso cabello del espía musculoso, usándolo para tirar al jadeante hombre que gemía sobre sus rodillas. 

   Inclinándose, Pedro gruñó: 

   —Tu desafío te costará caro. ¡Espero que el dolor sea algo que realmente disfrutes!

   Pedro se volvió hacia Eloy. —Tú sabes qué hacer. Estíralo para prepararlo a una verdadera tortura. 

   En un par de minutos, Benjamín estaba con los brazos apretados sobre su cabeza, sus muñecas encadenadas a una gruesa barra de metal suspendida por cadenas de las vigas del techo, mientras que sus piernas se separaron y fueron encadenadas. Cada músculo de su cuerpo se ondulaba mientras luchaba inútilmente contra sus ataduras, el sudor corría en pequeñas corrientes desde sus axilas. 

   Pedro se dirigió a los estantes buscando algo. Sus ojos se iluminaron cuando encontró lo que estaba buscando. Regresó y se paró frente al espía, sosteniendo un pesado flagelador de cuero. 

   —¿Desea reconsiderar su decisión de no hablar, militar, o prefiere que empiece a quitar la piel de su cuerpo?

   —¡COME MIERDA, BASTARDO! —escupió Benjamín, exhausto pero claramente listo para no rendirse. 

   Pedro lo fulminó con la mirada y balanceó la fusta, pasando las colas sobre el pecho musculoso del prisionero. Benjamín rugió. 

   Pedro empezó a azotar el cuerpo del espía, el guapo militar flexionó sus músculos lo más fuerte que pudo, gritando de agonía. Los venosos músculos de Pedro se ondularon mientras balanceaba el azotador una y otra vez, torturando a Benjamin más allá que cualquier hombre podría soportar.

   Para cuando Pedro dejó el látigo casi una hora más tarde, tanto su cuerpo como el del torturado Benjamín estaban completamente empapados de sudor y brillando a la luz de la sala de interrogatorios. Pedro agarró un puñado del brillante cabello del espía, echó la cabeza hacia atrás y la mantuvo quieta mientras lo miraba fijamente a los ojos. Luego sonrió y lentamente se inclinó, y comenzó a lamer inesperadamente el abundante sudor de la axila izquierda del sobresaltado espía. 

   —¿Qué estás haciendo, cabrón enfermo? —gritó el horrorizado y asqueado Benjamín. 

   Pedro no dijo una palabra, sino que simplemente continuó lamiendo la axila abierta y estirada del prisionero que se retorcía. Lamió durante cinco minutos antes de cambiar a la axila derecha y limpiarla también. 

   Cuando Pedro terminó de lamer las axilas peludas y sudorosas, pasó la boca hambrienta por el pecho agitado del prisionero y se llevó el gran pezón derecho del militar a la boca. Benjamín gimió de placer cuando Pedro comenzó a amamantar su pezón, haciendo que respirara muy rápido en su gigantesco pecho. 

   Pero esos gemidos se convirtieron rápidamente en gritos cuando el Capitán comenzó a morder el pezón. 

   Benjamin gritó una y otra vez. Pedro comenzó a morder más fuerte la protuberancia de carne, aplastando el pezón hinchado entre sus dientes. Los grandes músculos de los hombros, brazos, pecho y abdominales del espía se flexionaron y se retorcieron por el dolor de la tortura. 

   La dolorosa tortura del pezón continuó durante un par de minutos hasta que Pedro se alejó de su pecho. Benjamín jadeante y gimiendo se desplomó de agonía. 

   —¿No tienes nada útil que decir? —gruñó Pedro. 

   —Benjamín Alejandro Chacón Cabrera miembro número 1 del departamento contra el narcotráfico —jadeó el prisionero. 

   Algo pareció romperse dentro de Pedro. Maldijo y se acercó a la mesa por más implementos de tortura. Se puso unos gruesos guantes de cuero que yacían allí. Caminando de regreso al indefenso espía, extendió la mano y agarró la musculosa garganta del prisionero con la mano izquierda. 

   —Como no tienes nada útil que decir, ¡realmente no necesitas aire! —gruñó, justo antes de que moviera su brazo derecho y clavara su puño profundamente en el estirado y ondulante estómago del militar, exactamente donde lo había pateado antes. 

   Benjamín gruñó un fuerte —¡OOOFF! —mientras el aire era sacado de sus pulmones por el brutal golpe. Cada músculo esculpido de su hermoso torso una vez más se flexionó y tensó mientras luchaba desesperadamente por respirar. 

   Pedro se paró frente al hombre que luchaba y se retorcía y comenzó a golpearlo con sus puños los abdominales estirados, alternando sus manos, izquierda, derecha, izquierda, derecha. Golpeó un puño contra los músculos abdominales, esperó hasta que Benjamín pudiera jadear una bocanada de aire y luego golpeó su otro puño con la misma profundidad. Los abdominales extraordinariamente musculosos pronto brillaron a un tono rojo mientras nuevos golpes continuaban martillando en su dolorida sección media. 

   La brutal paliza continuó durante diez minutos antes de que Pedro jadeara y retrocediera quitándose los guantes. Extendió la mano hacia la entrepierna de Benjamín y agarró sus genitales por la tela apretándolos. 

   Benjamin Chacón echó la cabeza hacia atrás y gritó tan fuerte como pudo. 

   —HABLA, CERDO DE MIERDA! —gritó Pedro. 

   —¡Jódete, mamaguevo! —gimió el espía a través de su agonía, su hermoso rostro se doblabla de puro dolor masculino. 

   —Te voy a cojer tan duro que no voveras a sentarte el resto de tu miserable vida —dijo Pedro, mientras seguía tanteando y sintiendo el frente abultado de la hombría de Benjamín. 

   Se giró hacia donde Eloy, que estaba parado viendo la excitante escena. 

   —¿Te gustaría ayudarme? ¡Estoy seguro de que estará más que listo para hablar con nosotros después de sentir el placer de mi polla en su culo y la tuya en su boca!

   Benjamin luchó con más fuerza que nunca contra sus ataduras, pero fue en vano cuando Pedro y Eloy le desabrocharon el pantalón y lo dejaron sobre sus rodillas. A Eloy se le hizo agua la boca de ver ése conjunto inmenso y precioso de genitales.

   Era un poderoso pene absolutamente duro como roca y tenso. Esa gran polla tenía más de 20 centímetros de largo, y su impresionante longitud era más que igualada por su colosal circunferencia. Grandes venas enojadas serpentearon por todo el falo titánico, terminando en una enorme cabeza en forma de casco que estaba casi completamente cubierta por una gruesa vaina de prepucio. El poderoso falo del espía sobresalía orgullosamente de su ingle como una extremidad adicional. Era el falo más hermoso que Eloy había visto en su vida. 

   Colgando pesados y enormes debajo de esa majestuosa polla había un par de testículos tan grandes que rivalizaban con cualquier par de bolas de otro hombre. Eran un par de esferas oblongas, encerradas en un saco de piel sedosa que estaba prácticamente sin pelo. Se veían gruesas venas sobre la superficie de ambos testículos, similares a las venas que corrían a lo largo de su poderoso pene. El peso de esos gigantescos tanques de esperma tenían que ser realmente grande, ya que colgaban inusualmente bajos en su escroto suelto y holgado, luciendo a la vez enormemente poderosos y tremendamente vulnerables. 

   Pedro pensó que los grandes testículos de Benjamin parecían particularmente vulnerables, porque se arrodilló frente al indefenso espía y ató un arnés de cuero alrededor de la base de aquellas bolas. 

   —¡¡DETENTE!! ¡¡NO!! ¡NO, cabrón enfermo! ¡¡NOOO!! —bramó Benjamín aterrorizado, pero Pedro lo ignoró cuando comenzó a colgar pesas de plomo de un gancho suspendido de la cadena unida al arnés. Los gritos furiosos de Benjamín pronto se convirtieron en aullidos de dolor a medida que se agregaba más y más peso al arnés, Eloy observó ansiosamente cómo las grandes huevas del espía se estiraban más y más, y las venas grandes se volvían cada vez más pronunciadas en todas sus formas globulares. 

   Los enormes músculos de Benjamin se ondularon y se hincharon bajo su piel de la manera más atractiva mientras continuaba la tortura. Se agregó más y más peso, el militar finalmente comenzó a gritar cuando el total de peso que estiraba sus testítulos era de 20 kilogramos. Pero, Pedro continuó agregando más peso del que Eloy jamás había visto cargar los testículos de un hombre antes, estuvo seguro que en cuestión de segundos los huevos del prisionero iban a ser arrancados de su cuerpo. Cuando Pedro finalmente se levantó, había un total de 40 kilos de plomo, estirando las enormes bolas de Benjamín. 

   Eloy estaba profundamente impresionado por la determinación y el puro sadismo de Pedro, pero estaba más impresionado por la tremenda fuerza y ​​voluntad del espía.

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