Fin de semana divertido (2/4): Respeto al tío - Las Bolas de Pablo

Lo más nuevo

15 nov 2020

Fin de semana divertido (2/4): Respeto al tío

CONTIENE

BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


Día: Viernes

 —Lo bueno de caer al piso —comentaba Vicente Chacón viendo como su hermano menor montaba bicicleta—, es que se te van a caer los dientes. 


Su hermanito Sebastian lo miró con miedo y se quejó ante su tío que lo acomodaba en el triciclo. 


—¡Tío, Vicente se está burlando de mí! —reclamó Sebastian de 4 años con un inocente p gesto que precede al llanto—. ¡Dile que no me desee mal! 


Pablo sonrió lleno de ternura, luego dirigió una mirada de castigo al hijo mayor de su hermano Simón. 


—¿Por qué le deseas eso a tu hermano, eh? ¡Lo tienes que cuidar! ¡Cómo vas a decirle que si cae al suelo se le caerán los dientes! 


El pequeño diablillo se echó a reír. 


—Está bien, tío. Es una broma, Sebas. 


El niño gimió y comenzó a pedalear, tenía varias semanas conduciendo bicicleta con tres ruedas caseras y ya dominaba el equilibrio. 


—¡Mira, tío! ¿Cómo lo hago? 


—¡Mira al frente, Sebastian! 


—¡Recuerda tus dientes! 


—¡Vicente! ¡Ahora como castigo ve y cuida a tu hermano! 


Vicente afirmó con la cabeza y corriendo fue tras su hermanito paseando a lo largo del jardín del patio. 


Pablo se quedó de pie vigilando a los niños, David estaba de viaje a una convención de gimnasios y él deseo pasar un fin de semana con sus sobrinos en casa de sus padres. Allí estaba también Rafael, el hijo mayor de Israel Chacón y Bernardo hijo del primo Benjamín. 


La mirada de Pablo se concentraba en los hijos varones de Simón, Vicente era mellizo con una niña, que quiso salir aquella tarde con los abuelos. 


De repente, alguien que caminaba con pequeños pasos golpeó el montículo abultado entre las piernas de Pablo desde atrás con el puño.


—¡Arghh! —Pablo gritó de dolor mientras se derrumbaba donde estaba de pie.


—¡Ja, ja, ja, ja! —se echó a reír Bernardo en lo que Pablo se hacía un ovillo—, ¡es tan fácil golpearte los huevos, Pablito! ¿Te gusta? 


—¿Estás bien, Pablo? —preguntó Rafael detrás de él. 


—¿Cómo te atreves, Bernardo? ¿A caso no me respetas? ¡Soy mayor que tú!


Bernardo se volvió a reír era la quinta vez en el día que golpeaba las bolas de Pablo


El primer ataque fue en la mañana de ese viernes. Pablo había montado una tienda de campaña en el jardín trasero de la casa donde pasó la noche con sus tres sobrinos. El frío de la madrugada fue tan placentero que lo hizo dormir profundamente. Bernardo ingresó despacio y levantó las piernas de Pablo sujetándolo de los tobillos. 


De esa manera, dejó caer su rodilla sobre la entrepierna del inocente Pablo que dormía, el dolor fue lo suficientemente potente en su hombría.


El agudo grito de Pablo resonó en la tienda de campaña despertando de un sobresalto a los niños mientras el honorable tío se agitaba dolorosamente, alejándose del malicioso primo.


Cuando recuperó algo de fuerza, Pablo se puso de rodillas y contuvo el aliento.


—¿Qué te pasa, hombre? ¿Te has vuelto loco? Estoy bien, niños, no se preocupen. 


—Era una sorpresa, primo Pablo. Pensé que te gustaría. 


—¡Estás loco! Hiciste despertar asustados a los niños. Esta no te la perdono. 


—Sí, Bernardo —confirmó Rafael de pie en la entrada de la tienda de campaña, en su mano tenía un celular—. Dijiste que ibas a hacer otro tipo de broma, no esto. No es gracioso, hablaste de un vaso de agua fría en la cara. Borraré el vídeo —y movió los dedos eliminando la grabación. 


—¡Será mejor que se larguen! —ordenó Pablo amasándose las gónadas—. Ya después hablaré contigo. 


Bernardo se burló y abandonó la carpa con su otro primo. 


Pablo continuó con su dolor pero le aseguró a los niños que volvieran a dormir, dos de ellos obedecieron. 


El segundo golpe a las bolas de Pablo fue cuando preparaba el desayuno. El pan estaba en el tostador cuando sintió los brazos de Bernardo envolverse en su cintura, convirtiéndose en víctima de un fuerte apretón en los huevos.


—¡Ahhhhh! —gritó Pablo mientras su cuerpo se inclinaba hacia adelante, debido a su presión de bolas.


Bernardo tomó distancia volviéndose a reír. 


—¿Por qué haces eso? —Pablo tenía el ceño fruncido. 


—Primo, igualmente esto te gusta —dijo Bernardo. 


—Pero no contigo —se atrevió a decir Pablo—. Lo que has hecho hoy es imperdonable la forma como me despertaste, como asustaste a los niños. Se lo diré a Benjamín. 


—¡Oh, Benjamín! ¡Mira como tiemblo! Mi padre se quitará el zapato y me pegará, ¡oh! Soy como uno de aquellos mocosos que están jugando en la consola. 


Pablo se acercó a Bernardo mientras cuidaba sus partes heridas, con una mirada de determinación en el rostro. Era verdad, Bernardo no era un adolescente, entonces que afrontara las situaciones como adulto. 


En una fracción de segundo, la determinación se transformó en miedo, cuando Bernardo lo esquivó moviéndose con agilidad y gracia, después de todo Bernardo era hijo de un espía y tenía años de formación gratuita en ataque y defensa personal. Superó a Pablo, tanto que con movimientos profesionales pudo apartar la mano que protegía las grandes bolas. 


—¡Ahhhhhh! ¡AAAAAAUUUUUH! ¡AAAAAaahhhh! —Pablo gritó de puro dolor experimentando el daño de una palmada en la ingle—. ¡Desgraciado! 


—¡JA, JA, JA! 


—¿Ocurre algo? —se escuchó la voz de Marcos Chacón desde la sala. 


—No, primo Marcos —continuó Bernardo con su sonrisa burlona—. A Pablito se le han quemado los panes. 


—¡Mierda! —era cierto, la comida empezaba a chamuscarse y Pablo corrió a atenderla concentrado en vigilar también a Bernardo. 


El horrible primo se echó a reír y abandonó la cocina. 


Pablo se encorvó sosteniéndose las huevas con cara de dolor.


El cuarto ataque ocurrió dos horas después del desayuno. Pablo estaba en la entrada de la casa hablando con Rafael quien lavaba la camioneta de su abuelo. 


—Sí, tío, discúlpame, pero yo no estaba al tanto de lo que Bernardo iba a hacer. La broma del agua fría me pareció graciosa pero el golpe sorpresa no. 


—¿La broma te pareció graciosa, hacerlo a mí? ¿Y yo que demonios te he hecho para que te mofes de mi? Soy tu tío.


—Lo siento, tío —se excusó Rafael. 


—¡Me decepcionas! Nunca haría algo que sea gracioso y te perjudique. 


—Lo siento, tío. 


—¡Es una vergüenza! 


Pablo se dio media vuelta pero ya era muy tarde. 


Tropezó con Bernardo, quien lo agarró por los hombros y le clavó la rodilla en sus inmensas papas.


Pablo gimió, sus piernas se cerraron y comenzó a doblarse.


—¡Oh! —dijo Rafael. Después sonrió un poco. 


Pablo cayó al suelo meciéndose y agarrándose las bolas. Su rostro se estremecía de dolor.


—Te has vuelto a extralimitar —opinó Rafael. Se hincó ante Pablo—, tío, ¿estás bien? Bernardo es un idiota. 


Pablo miró hacia arriba y con súplica observó a Rafael mientras la risa de Bernardo resonaba en el jardín. 


—Apartalo… de mi vista —susurró Pablo—, antes… de que… lo mate. 


—Sí, Pablo. 


Rafael se enderezó. 


—Primo, ya basta de los golpes con Pablo. 


—¿Tú también quieres llevar? 


—No seas, cretino. Entra a la casa y busca algo para aspirar la camioneta del abuelo. 


Bernardo iba a irse pero antes dijo: 


—Para la próxima te saco las huevas por la boca. Pablito clavó un clavito


—¡No me digas… así! 


Bernardo desapareció haciendo sonar su risa. 


—¿Estás bien, tío? ¿Necesitas agua? 


Pablo torció la boca dolorosamente, frotándose la entrepierna. El dolor en sus bolas era particularmente desagradable. La rodilla estrelló con precisión los dos huevos en la pelvis. 


—No me hables —dijo Pablo. 


En la actualidad Pablo procesaba el quinto golpe del día sobre sus bolas. Rafael lo había ayudado a sentar en una tumbona mientras Bernardo continuaba riéndose y besando su puño. Al final del patio Vicente y su hermanito jugaban con un balón mientras la bicicleta estaba en el suelo. 


—No te me acerques, Rafael —dijo Pablo, tocando con sus dedos los inmensos testículos que reposaban entre sus piernas—. Estoy tan molesto contigo por permitir esto. 


—Lo siento, tío. 


—Tus 'lo siento, tío' no solucionan nada. 


—Lo siento. 


—¡¡¡Tío!!! —lo llamaba Vicente Chacón—. Ven a jugar. 


Bernardo se rió. 


—Ya tu tío se está divirtiendo con otras pelotas —dijo con malicia. 


Pablo se puso de pie. —Joder, no sigas haciendo eso, Bernardo, o te irá muy mal. Te conozco desde que eras un bebé. Me daría mucha lástima ponerte a llorar. 


—¿Llorar yo? ¡No seas tonto! Quiero divertirme con tus bolas. Así como los luchadores de Cinturón de honor. 


Pablo se dio la vuelta y caminó hacia los niños en el fondo del patio, todavía hacía muecas de dolor mientras se frotaba los testículos, cada paso que daba le dolía.


Seguidamente Bernardo corrió con sigilo detrás de Pablo. Como animal que acecha a su presa


Rafael contuvo el aliento, y fue lo que le delató


Pablo supo que algo andaba mal. 


Bernardo llegó hasta Pablo, el hijo de Marcos Chacón actuó como un profesional de las luchas, con rapidez. Agarró a Bernardo por un hombro y aplicando una llave lo hizo poner de espalda al suelo de un sonoro golpe. 


Vicente y Sebastian se quedaron sorprendidos de oír el estruendo. 


Bernardo gimió de dolor. 


—N ... —jadeó, cuando vio la mirada decidida de Pablo. 


—Sí —afirmó Pablo, con un brazo apoyado en el suelo y el otro aterrizando duros golpes en las bolas de Bernardo.


Puñetazo tras puñetazo chocó con grito tras grito de Bernardo.


Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del joven. 


Pablo se hizo a un lado, mientras Bernardo se retorcía agarrándose las pelotas. 


—No me tientes —ordenó Pablo frotándose la dolorida entrepierna.


—¿Tío están peleando? —preguntó el simpático Sebastian.


Pablo abrió los ojos. 😨


—Oh, no, no, hijo. Eh… estamos haciendo juegos de adultos. Eh… ¿niños, quieren ir a comer helado?


—¡Sí! —gritaron al unísono saltando de la emoción.


—Entonces vayan a la sala y me esperan ahí.


Vicente y su hermanito salieron corriendo al interior de la casa de los abuelos. Bernardo continuaba en el suelo y Pablo se acarició las doloridas bolas una vez más. Rafael estaba inmóvil mirando, entonces Pablo se acercó a él y lo tomó del cuello de la franela.


—¡Tío, tío, no te pongas violento! ¡No te he hecho nada!


—Esa es la razón. ¡No has hecho nada! Este tontín que está en el suelo es el hijo de un primo de tu abuelo, es decir mi padre. La sangre de Bernardo está muy mezclada. En cuanto a ti, por tus venas corre mi sangre también. Soy más cercano a ti que Bernardo.


—Mi papá es tu medio hermano, tío.


Pablo miro a Rafael como si le hubiera ofendido gravemente. Entonces trasladó una mano hacia las grandes huevas del jovencito. El muchacho de 18 años gritó, de miedo, pues Pablo nunca le apretó los testículos.


No me importa —negó Pablo—, soy tu tío, debes estar más de mi lado que de aquel tonto. Si vuelvo a recibir un golpe en las bolas de parte de Bernardo y tú estás presente, te juro —aferró las manos a los órganos sin causar algún daño, aún así Rafael contuvo el aliento—, que te voy a guindar de las bolas en la entrada de la casa.


Pablo soltó a Rafael, después le dio leves palmadas amistosas a su pómulo.


—Ahora bien, sobrino mío, saldré con los niños, así que atiende a tu compinche.


Rafael tragó saliva.


Ya por aquel día no hubo más ataque a la virilidad de Pablo, la tregua se cumplió incluso por la noche cuando de vez en cuando Pablo se despertaba en la tienda de campaña montando guardia. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages