Simón Chacón y los 7 enanos (2/2): La corrida de Simón - Las Bolas de Pablo

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24 nov 2020

Simón Chacón y los 7 enanos (2/2): La corrida de Simón

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 ¿Quieres correrte?


Sí —graznó Simón con los ojos vidriosos ante el dolor que irradiaban sus bolas.

El líder de los enanos se rió entre dientes y envió otro fuerte golpe a las grandes bolas de Simón, que gimiendo y lloriqueando trataba de liberarse del agarre de los otros enanos que lo sujetaban. Cuando no pudo, se encogió sin fuerzas. 


El líder se inclinó hacia adelante, tomó la polla en su mano y la acercó lentamente a su rostro. Con una sonrisa pícara, lamió la inmensa cabeza del pollón, sonriendo cuando un gemido de placer salió de los labios de Simón.


Seguidamente, hundió los labios en el miembro. Su garganta se abultó cuando bajó la cabeza hasta la raíz, su nariz descansó contra el vello púbico recortado de Simón. Después de escuchar un fuerte gemido de placer, el líder comenzó a mover la cabeza arriba y abajo del miembro, lamiendo y lamiendo.


Mientras continuaba con la mamada, Simón comenzó a gemir en voz alta con los ojos cerrados, su pecho subía y bajaba lentamente a medida que se acercaba al orgasmo.


Justo cuando estaba al borde, el jefe de los enanos quitó la cabeza de la polla y comenzó a pasar el dedo índice por la roja cabeza del pene, provocando deliciosos pero inquietantes cosquilleo en Simón Chacón, sus ojos se abrìan, mirando con desesperación.


El líder de los enanos le dio una palmada en las pelotas y el hombre chilló fuerte.


—¿Te arrepientes de haberte burlado de nosotros? —interrogó el enano poniéndose de pie. 


—S-sí —afirmó Simón temeroso. 


—Sigan robando muchachos —ordenó el líder—, que no quede nada. 


Un destellos de ira apareció en la mirada de Simón que fue leída por el jefe de la banda. Como castigo al hombre disparó su pie y lanzando una patada a sus bolas. La boca de Simón se abrió de golpe con un gemido de dolor. 


Sin previo aviso, el puño del jefe también se empujó hacia adelante y se estrelló contra las ya doloridas y sensibles bolas de Simón. El hombre se batió tan fuerte que logró zafarse de los brazos que lo sujetaban, pero se puso en posición fetal en el suelo de nuevo. El líder sonrió y entre obscenos insultos ordenó que volvieran a sujetarlo.


Otra vez Simón fue retenido por los miserables enanos. Una pequeña pero gruesa mano agarró sus bolas y comenzó a apretar. La boca de Simón se abrió de golpe por el dolor mientras los labios del jefe envolvían su gruesa polla.


El placer que Simón experimentaba por la mamada era inmediatamente asesinado por el apretón a sus enormes huevos. 


Pero con el intenso dolor en sus bolas y el contacto con su polla, no pasó mucho tiempo para sentir que se acercaba al orgasmo. Apretó los puños.


Sin embargo, no pudo reprimirlo.


Potenciales torrentes de semen salieron volando de su polla, llenando por completo la boca del enano, incluso enormes babas con néctar viril resbalaron por las comisuras.


Pero el jefe de la banda no estaba satisfecho con eso. Continuó apretando las bolas del conductor de televisión que bombeaba su polla dentro y fuera de la boca.


El semen brotó por todo el rostro del enano, cubriendo su piel y empapando su barba.


Soltaron a Simón y cayó hacia atrás, descansando sin fuerzas en el suelo. Su pubis estaba mojado de su propio semen, las bolas hinchadas también empapadas de lefa y la polla flácida aun escupía los repletos cargamentos de semen que el macho producía. El pecho de Simón subía y bajaba tras su agotamiento post orgasmo.


—¿Listos, muchachos? —interrogó el jefe de la banda. 


Sus cómplices delictivos se llevaban bastantes instrumentos y comidas dignas de un festín para días. 


El jefe se rió entre dientes, palmeando a Simón en el hombro. —De todos modos, la pasaste bien. Ahora entiendo porque la conductora del noticiero no te abandona con tremendo chorizo que te cargas entre las piernas. Que tengas una buena noche.


Los siete enanos dignos de un cuento de Disney o de terror caminaron hacia la puerta, todos sonriendo y comentando lo ocurrido. 


Antes de abandonar el restaurante por completo el jefe de los rateros miró a Simón con una sonrisa, estaba gimiendo mientras continuaba en el suelo con las manos enterradas en sus bolas y un fenomenal e increíble mar de semen a su alrededor. 

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