CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Día: Sábado
He estado la mayor parte del día con los niños en la piscina. Te extraño mucho —Pablo mantenía una videollamada con su esposo David, que asistía a una convención de dueños de gimnasios en Estados Unidos. El rubio se encontraba en la cocina preparando unos emparedados. El joven de 29 años estaba sin ropa, vestía únicamente un traje de baño de color verde, sus poderosos brazos y piernas y su perfecto six-pack, estaban a la vista de David en la videollamada (que de solo verlo tuvo una erección).
—Y yo también te extraño muchísimo —respondió David—, me hubiese gustado tanto que me acompañaras, el miércoles estaré de regreso, la convención ha sido estupenda, he conocido mucha gente y he absorbido como esponja nuevas ideas para el gimnasio que te gustarán.
—Espero que simplemente hayas absorbido ideas y no otras cosas o fluidos.
David se echó a reír.
—¡No seas pesado! —respondió con sonrisa tierna.
—Sí, en medio de tanto musculoso lleno de anabólicos estoy seguro que los ojos te brillaron y una parte de tu cuerpo se levantó.
—¡Que pesado te has puesto, sin mí! Pues aquí no hay ningún rubio que me guste tanto como tú. Y ninguno me dará las pelotas que a mí mucho me gustan.
—Espero y sea verdad.
—Lo juro —respondió David alzando la palma de la mano derecha—, hey, y ahora que andamos tan pesados, ¿cómo te va de niñera?
Pablo sonrió y dirigió la mirada a la ventana que daba al patio.
—Estupendo, ya sabes que los niños tienen buena conducta.
—Sí, sobretodo el diablo de Vicente.
—Conmigo se comporta a la altura.
—Sí… irónicamente contigo no hace travesuras, bueno, recuerdo que tu padre dijo que cuando tú eras niño tenías una conducta de diablo como él.
—Nunca —Pablo se echó a reír.
—Hasta se parece en lo físico cada día más a ti. ¿No será tu hijo en secreto? ¡A caso Claudia y tú!
—¡Que pesado! —se limitó a decir Pablo riendo—. Aquí también se vinieron a pasar el fin de semana Rafael y Bernardo.
—Oh, también estás cuidando de los más grandes.
Pablo gruñó.
—No, pero ayer si tuvimos ciertos inconvenientes. Hicieron que me obstinase y los regañe. Ya hoy bajaron al 100% su altanería. Incluso en parte me ayudaron con los niños. En este momento también están en el patio pero jugando entre ellos.
—¿Qué ocurrió ayer?
—Luego te cuento.
—Rafael no creo que te de tanto problema, el imbécil es Bernardo. Nunca entenderé como si su padre es un ser tan amable este tonto es completamente su polo opuesto, pedante y ridículo.
—Rafael es muy tranquilo pero le sigue el juego, es como decir que lanza la piedra y esconde la mano.
—Oh, que mal —desde el lugar donde estaba David desvió la mirada—, amor, ya va a comenzar una nueva convención —movió su celular mostrando un grupo de personas caminando hacia un teatro—, tengo que dejarte, ya va a comenzar la charla, luego iré a una exposición, cuando llegue al hotel te llamo, un beso… y también te mando apretón de bola.
Pablo se echó a reír.
—No digas eso que se me para —respondió. Tras varias palabras amorosas culminó la videollamada con David. Colocó los emparedados en platos y los llevó al comedor. Luego salió al patio llamando a sus pequeños sobrinos.
Vicente, Santiago y Pilar salieron de la piscina; los mellizos lucían muy graciosos usando flotadores en los brazos. Pablo los ayudó a secar con una toalla y los invitó a comer la merienda.
—¿Irás con nosotros? —preguntó Vicente.
—Sí, pronto. Comiencen ustedes que lo alcanzo en breve. Iré a decirle a los otros primos.
Los hijos de Simón Chacón ingresaron corriendo a la casa del abuelo porque el último en llegar sería un cabeza de chorlito.
Pablo caminó al fondo del patio, allí estaba Rafael vistiendo un abrigo de color vinotinto y un traje de baño blanco, estuvo en la piscina horas antes y ahora se divertía jugando fútbol americano.
—Hice pan también para ustedes. ¿Dónde está Bernardo?
—Bernardo fue a mear. Gracias por los panes, tío. Oye, mañana es domingo de NFL, ¿nos dedicas una tarde a los más grandes?
Pablo se rascó la cabeza.
—Quizás. Pero mañana iré con los niños al cine. Podemos ver el partido de la noche.
—Genial —alegó Rafael—, mañana juegan los Packers contra los Bears. Oye… que pena que no te conocí siendo más niño, me hubiese gustado disfrutarte así como los pequeños.
—No seas tonto, Rafael, aún estamos a tiempo.
—¿Cuál es tu equipo NFL favorito? Los míos son los Patriotas de Nueva Inglaterra.
—Los veía mucho cuando jugaba con ellos Brady.
—La temporada reciente.
—Sin embargo sigo mucho los juegos de Dallas Cowboys.
—Interesante —afirmó Rafael.
Para Rafael Chacón no había un solo deporte en el que no fuera bueno. De niño se dedicó al fútbol pero en la adolescencia se decantó por el béisbol y en los últimos años entrenaba sus músculos en el gimnasio.
En ese corto lapso de silencio Bernardo llegó al patio, se posó detrás de Pablo y le bajó el bóxer, exponiendo sus inmensos genitales y sus nalgas blancas.
—¡Ay! —dijo Pablo cuando su ropa llegó a lo más bajo de sus piernas.
Rafael abrió los ojos impresionado de ver las monstruosas proporciones de su tío.
Y Bernardo echó una carcajada detrás de Pablo y le dio un golpe en la entrepierna con el antebrazo.
—¡Aaaaah! —Pablo gimió de dolor y se dobló, agarrándose la entrepierna—. Hijo de puta —gimió—.¿En qué quedamos ayer? ¡No te metas con mis huevos!
Bernardo se rió entre dientes. —No puedes prohibir algo que te gusta. Sería incorrecto y de doble moral. A propósito que grandes genitales tienes, ¡Son para fornicar mejor! ¡JA, JA, JA! Menudo trozo el que se disfruta tu esposa la David.
Pablo gimió, frotándose las doloridas bolas. Sus calzones todavía reposaban abajo. —No sigas haciendo eso. Sabes perfectamente que duele muchísimo. ¿O no tienes bolas? Seguramente careces de ellas.
Bernardo se rió entre dientes. Sacó su celular del pantalón corto y enfocó a Pablo. —Te subiré a Internet.
—No te atrevas, cabrón. —dijo Pablo, haciendo una mueca acunando en sus manos sus bolas jodidas.
Rafael actuó con rapidez y le arrebató el celular a Bernardo de la mano.
—¿Por qué haces eso, idiota?
—Porque no está bien —dijo Rafael.
—Aburrido —respondió Bernardo—, pobre tonto, perdedor.
Mientras los dos chicos más jóvenes se ponían a intercambiar insultos cuáles niños de maternal. Pablo se recuperó y se subió el traje de baño. Fastidiado por la socarrona actitud de Bernardo, le dio una palmada en las bolas, haciendo que sus ojos se cruzaran mientras dejaba escapar una tos seca.
—Ay —gruñó con voz tensa.
Pablo se rió entre dientes. —¿Qué pasa, varón? ¿Verdad que duele un golpe en las bolas? Por cierto, sí, veo que tienes bolas. Todo este tiempo creí que tenías una inmensa vagina.
Tanto Pablo como Rafael estallaron en risas.
Bernardo gimió y se enderezó. —Son unos ridículos.
Una fracción de segundo después, el dorso de la mano de Bernardo conectó con la entrepierna de Pablo, golpeando sus testículos de lleno.
—¡AAAAAH! —gritó Pablo mientras se doblaba gimiendo de dolor agarrándose las bolas, su rostro se arrugó.
—¡Debilucho! —dijo Bernardo—. Nada como el poder supremo de Bernardo Chacón Blanco —flexionó un bíceps y le entregó un beso a su pelota de músculos.
Pablo estaba doblado, y frente fruncida.
Bernardo miró con interés a su primo.
—¿Rafael, tú de qué lado estás?
—¿Qué dices?
—¿Estás conmigo o del lado de tu hermosa tía? —señaló con los labios a Pablo—. Te reíste mucho cuando te propuse fastidiar las bolas de Pablo, pero ayer aseguraste que terminaramos con esto.
Pablo gimió y Rafael tragó saliva.
—¿De qué lado estás? ¿Conmigo o con Pablito clavó un clavito?
—¡No me digas así! —dijo Pablo aún doblado.
Rafael no entregó respuesta.
—Es horrible servirle a Dios y al diablo al mismo tiempo, Rafael —se burló Bernardo—. ¿No dirás nada? ¡Que horrible! Claramente sé que estás de mi lado pero te da lástima decirlo para que tu tía no te escuche. ¡Te mereces esto por retardo en la respuesta!
El empeine de Bernardo chocó con las preciosas gónadas de Rafael.
Hubo un breve momento de silencio.
Los ojos de Rafael se abrieron y se cruzaron.
Abrió la boca y dejó escapar un grito silencioso.
Bernardo se rió en lo que Rafael se derrumbó en el suelo, gimiendo de dolor, agarrándose las grandes gónadas.
—¡Mis bolas! —susurró Rafael con voz ronca—. ¡Mis bolas!
—¡Te vas a arrepentír, Bernardo! —juró Pablo.
—¿Arrepentír? —se mofó Bernardo—, ¿Me estás amenazando? ¡Soy el hijo de un espía siempre estoy atento a todo!
Rafael Chacón miró hacia arriba, su rostro seguía contorsionado por el dolor.
—¡Eres un sinple cabrón! —insultó Pablo levantándose. Medio segundo después, estaba en el suelo de nuevo, aullando de agonía y agarrándose sus bolas pateadas.
—Soy como un espía amateur. Mi padre siempre me ha entrenado —confesó Bernardo mientras veía a tío y sobrino retorcerse en el suelo, frotándose las bolas.
—¿Hiciste emparedados, no? ¡Como toda una ama de casa! Felicitaciones. Pablito clavó un clavito.
—¡No me digas así!
—Buscaré mi emparedado para que no se enfríe. Si puedo me comeré el de ustedes.
Antes de irse Bernardo les tomó a ambos una fotografía con su celular. Abandonando en el suelo a Pablo y Rafael.
Treinta minutos después Pablo dirigía su atención a los sobrinos más pequeños mientras Rafael comía su emparedado y Bernardo estaba a su lado bromeando con el celular. Cuando el hijo de Marcos Chacón estuvo seguro que los niños estaban entretenidos en algo se acercó a los otros jóvenes. Rafael se metió el último trozo de pan a la boca y tragó entero.
Bernardo hizo una sonrisa maliciosa.
—Pablito clavó un clavito.
Pero no hubo ninguna respuesta o queja, simplemente Rafael y Pablo se abalanzaron contra él.
El enorme semental rubio quiso defenderse y ponerse a en guardia, pero ese ataque coordinado estaba muy bien trazado. Su entrenamiento gratuito como espía no le iba a funcionar.
—Golpéalo en los huevos, tío —gruñó Rafael, presionando a Bernardo con sus potentes brazos contra el suelo.
—Sí, recibe esto, cabrón —dijo Pablo y le dio un fuerte puñetazo en los testículos a Bernardo.
El cuerpo de Bernardo convulsionó cuando la agonía incomparable de un dolor de cojones se esparcía de la entrepierna a todo su cuerpo.
—¡Oh! —gruñó, su estómago se contrajo, su cerebro apagó sus nervios motores, paralizando su cuerpo—. ¡AAAY, MIS BOLAS!
—¡Golpéalo de nuevo, tío, que aprenda la lección!
Pablo hizo lo que le recomendaron, hundió los nudillos profundamente en los testículos de Bernardo, aplastando sus bolas como si fueran masas de pizza.
Bernardo aulló de dolor cuando el terrible dolor recorrió su cuerpo—. ¡Oh, mis bolas! PRIMO, MARCOS, AYUDA.
Pablo y Rafael se rieron.
—Mis padres están en la habitación, no te escucharán —dijo Pablo, clavando su puño en la entrepierna de Bernardo una vez más.
Bernardo gimió de agonía y logró liberarse del agarre de Rafael.
Un momento después, se encontró en una situación aún peor. Los dos Chacón lo retuvieron nuevamente y Pablo sostenía sus piernas, separándolas en forma de V.
Rafael estaba de pie frente a él, levantando el pie desnudo antes de pisotear el paquete grande en el pantalón corto de Bernardo, aplastando sus huevos y provocando un gemido agudo.
Rafael pisoteó la virilidad de Bernardo una vez más.
Otro pisotón fue directo a las pelotas de Bernardo, aplastándolas con fuerza.
Bernardo gritó a todo pulmón.
Pablo y Rafael intercambiaron lugares. Rafael separó las piernas de Bernardo, lo que le permitió a Pablo pisotear sus huevos un par de veces, provocando chillidos agudos y lamentos de agonía del pobre Bernardo.
Una y otra vez, el pie de Pablo se estrelló contra la fábrica de semen de Bernardo rápidamente hinchada, haciendo que el guapo y musculoso muchacho gritara a todo pulmón.
Finalmente, permitió que Bernardo se acurrucara en posición fetal, gimiendo mientras se agarraba la entrepierna, agarrando sus bolas magulladas y maltratadas.
Pablo y Rafael se echaron a reír.
—Hacemos buen equipo, tío —dijo Rafael con orgullo.
Pablo le dio una mirada severa.
—Soy tu tío y no tu amigo —se limitó a decir.
Rafael sintió un bajón de ánimos, incluso bajó los hombros y Pablo se echó a reír dándole unas palmadas en la espalda.
—Pero, sí. Trabajamos muy bien, Rafael.
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