Los huevos del pastel (3/4): Producto de los celos - Las Bolas de Pablo

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1 dic 2020

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Los huevos del pastel (3/4): Producto de los celos

CONTIENE

BALLBUSTING MUJER/HOMBRE


—Es una puta tan aburrida como Ć©l —dijo Graciela Chacón. Estaba acompaƱada de su primo Pablo en su propia tienda de reposterĆ­a—. Cerró el local y apuntó todo su dinero a la renovación. Ahora lo ayuda esa puta como asesora. OjalĆ” lo estafe y quede completamente en la bancarrota. 


Pablo se rió y dijo: 


—Es un hombre arriesgado. No todos se atreven a apostar su Ćŗltimo recurso económico en la renovación de una empresa al borde de la ruina. De hecho no es una buena opción en temas de economĆ­a. 


Graciela respiró hondo. 


—VĆ­ctor lo motivó. 


—¿Cómo dices? ĀæQue tu hijo quĆ©? 


—”Lo ayudó! ĀæPuedes creerlo? Lo motivó en apostar todo su dinero en renovar el local y lo entrevistó con sus suegros para que le hicieran un prĆ©stamo. 


—Que buen muchacho es tu hijo. Obvio es su padre harĆ” todo por ayudarlo. 


Graciela gruñó. 


—Discutimos fuertemente y, Āæquieres saber lo que me dijo? Ā”Que si seguĆ­a empeƱada en destruir a su padre me iba a dejar y se iba a vivir con Ć©l! Ā”Se atrevió a retarme! 


Pablo hizo una fuerte carcajada. 


—Me contenta muchĆ­simo —dijo cuando pudo—, no sabes lo mucho que me emociona que alguien te ponga en tu lugar


—”CĆ”llate, idiota! —Graciela le dio un puƱetazo en el brazo—. Esas mismas palabras me ha dicho el estĆŗpido de Daniel. 


Pablo se burló. 


—Tu hijo es Ćŗnico es bien entendido que sacó tu carĆ”cter fuerte pero la calma y cordura la tiene de su papĆ”. Por un lado mantiene su palabra pero no es violento ni explosivo como alguien por acĆ” cerca de mi. 


—”Yo no soy violenta, tonto! —Graciela repitió el golpe en el hombro—. Por Ćŗltimo le dije que hiciera lo que le diera su perra gana. 


En ese momento apareció VĆ­ctor saliendo del Ć”rea de la cocina, iba dirigiendo la salida de un inmenso pastel de bodas que iba cargado por tres cocineros. El joven con pausa los dirigió a la salida hasta ayudarlos a subir el exquisito dulce en la camioneta de reparto. Luego entró a la reposterĆ­a. 


—EntregarĆ© el pastel a la calle 13 —informó cogiendo un paquetito con una decena de cupcakes de arĆ”ndanos con relleno de queso crema—. Seguido pasarĆ© a la universidad porque una profesora me encargo esto. VolverĆ© mĆ”s tarde. Hay un pastel para preparar que tengo enfriando. Cuando vuelva me encargo de Ć©l.


—Haz lo que quieras —dijo a secas Graciela. 


—Adiós, primo Pablo. 


—Nos vemos, VĆ­ctor. Que estĆ©s muy bien. 


—¿Por quĆ© tiene que preparar un pastel si tienen empleados? —preguntó Pablo cuando volvieron a quedarse los dos. 


—Te explico —Graciela se acomodó en su silla—, la familia de mi ex esposo siempre ha sido repostera. 


—Eso lo sĆ© hasta el cansancio. 


—Y siempre han usado una receta secreta para hacer los pasteles los empleados se encargan del producto final. 


—Quiere decir que ademĆ”s de abrir una reposterĆ­a al frente de tu marido, arruinarlo y demĆ”s, ĀætambiĆ©n le robaste su fórmula familiar secreta? 


—”NO! —Graciela negó ofendida pero sintiĆ©ndose muy orgullosa—. No lo veas como un robo de fórmula, porque este negocio a la larga es de su hijo tambiĆ©n. Que lo considere una extensión. AdemĆ”s yo no obliguĆ© al tonto de Daniel que me confiara la fórmula.


—Cuanto descaro hay en tus palabras de veras —se rio Pablo. 


—”NO SEAS CABEZA DE HUEVO! —dijo Graciela. De pronto se quedó mirando al horizonte y bajó la vista enfocando la mirada—. Ā”Pero mira quiĆ©nes estĆ”n ahĆ­! Los idiotas aquellos. Ā”Los odio! Ā”EstĆŗpidos! Ā”No me habĆ­a dado cuenta que estĆ”n allĆ­! 


Pablo giró la cabeza mirando a la acera del frente, arriba del local de Daniel, el ex esposo de Graciela, estaba ubicado su departamento y ahĆ­ habĆ­a un balcón con vista a la calle. Pablo sonrió cuando vio a una pareja conversando animadamente. 


—Oh, mira. AhĆ­ estĆ” tu todavĆ­a amado Daniel. 


—”No digas estupideces! 


Pablo abandonó su asiento acercĆ”ndose a la vidriera de la reposterĆ­a, Graciela lo acompañó deteniĆ©ndose a su lado. 


—¿Y quiĆ©n es esa mujer con la que conversa? 


—Esa yegua es la mujer que lo estĆ” asesorando. A leguas se ve que es una ridĆ­cula. ĀæHas visto cosa mĆ”s horrible que esa? Observa su cabello.

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—¿SĆ­? —dudó Pablo mirando las facciones de la mujer que charlaba con Daniel, sin llegar a ser bonita era atractiva con aspecto muy pulcro y abundante cabellera, tambiĆ©n tenĆ­a grandes senos—. ĀæQuieres saber algo, prima? —tras la confirmación, dijo—. Si yo fuera heterosexual tambiĆ©n me dedicarĆ­a a coquetearle a esa chica como lo hace tu ex


—”No seas tan bĆ”sico! —Graciela reaccionó dĆ”ndole un golpe con el revĆ©s de la mano a la entrepierna de Pablo. 


—”Ay! —se sobresaltó el rubio. No fue un golpe fuerte—. Que tonta eres —encorvado se dirigió a su asiento seguido de Graciela—. No entiendo porque te enfureces si ustedes terminaron. ĀæSerĆ” que aplica el dicho donde hubo fuego, cenizas quedan? ĀæEstĆ”s celosa?


Graciela dobló la boca y dijo un insulto. 


—¿Por quĆ© se divorciaron? Si hacĆ­an buena pareja. 


—Porque la tranquilidad de Daniel me estresó. 


Pablo dobló el ceƱo incrĆ©dulo. 


—SĆ­ —confirmó Graciela—, eso sucede con mucha frecuencia. De repente me despertĆ© aburrida de Daniel y quise terminar todo. 


—”Que loco! —dijo Pablo—. Creo que eres muy explosiva, Graci. ĀæCómo pudiste hacerle eso al guapo de Daniel? Tuvo que sufrir mucho el pobre. Ahora bien, Daniel tan grande y fuerte; parecido a un robusto mastodonte es tan tranquilo y lento. 


—Misterios de la vida. 


—En fin, siempre me agradó —Pablo consultó la hora—, ejem… me tengo que ir antes de que anochezca. Debo pasar por el gimnasio y buscar a David. Me llevarĆ© dos pasteles, para mĆ­ uno de dulce de leche y para David uno de fresas. 


Graciela se dirigió a la nevera extrayendo las marquesas. Pablo extrajo algunos billetes de su billetera y entregó a la mujer. 


—AquĆ­ falta dinero —dijo Graciela. 


—SĆ­. Estoy pagando el pastel de David, el mĆ­o lo descuento por el golpe en las bolas que me diste. 


—”Tonto! 


En el momento que los dos Chacón salieron de la reposterĆ­a Daniel tambiĆ©n estaba despidiendo a su compaƱera en la calle. Pablo saludó al hombre agitando la mano, subió a su vehĆ­culo y se marchó. Graciela se quedó de brazos cruzados observando como la otra pareja se despedĆ­a. 


—EnvĆ­a un mensaje por WhatsApp cuando llegues —dijo Daniel despidiĆ©ndose de la asesora con un beso en la mejilla. 

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La mujer antes de subir a su vehĆ­culo dirigió una mirada de autosuficiencia a Graciela que no le gustó en lo absoluto. Igualmente encendió el automóvil y se fue. Daniel agitó el brazo mientras el carro se alejó por la avenida se quedó mirando a lo lejos. 


—”Pareces un completo idiota! —escuchó a lo lejos a Graciela—. ĀæQuieres que te busque una cubeta para recoger tus babas? Que bajos has caĆ­do Daniel Lombardi. 


Daniel la miró fijamente despuĆ©s levantó el dedo medio. 


—”Ese dedo te lo puedes meter por el culo para que despiertes, ahuevonado! 


Daniel se rio. 


—¿QuĆ© pasa, Graciela Chacón? ĀæEstĆ”s preocupada porque hundirĆ© tu local o por quĆ© conocĆ­ a una hermosa mujer? 

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—¿Hermosa? ĀæHundir? —la mujer cruzaba la avenida para ir a enfrentarse cara a cara con su ex. 


—SĆ­, voy a resurgir como el ave fĆ©nix. 


—¿Hermosa? ĀæNo viste su cara? Esa yegua es horrorosa. 


Daniel sonrió. 


—¿Horrorosa? ĀæSĆ­? Hay otras que aparentan ser bonitas pero que no abran su boquita, porque son unas completas verduleras, chabacanas. Y encima tienen el alma negra. 


—”¿Te refieres a mĆ­, idiota?! 


Daniel rió. 


—Que bueno que sin decir nombre ya sabes que eres una chabacana, que salió de un arrabal. Ā”Arrabalera! 


—Eres un completo hijo de perra! 


Graciela explotó cerrando los puƱos para golpear a Daniel en los brazos o pecho. Sin embargo el hombre tuvo una reacción que ella nunca se esperó. 


—”BASTA! —gritó Ć©l. La tomó de los brazos y tomĆ”ndola contra su pecho la llevó de espalda a la pared, allĆ­ se miraron a los ojos—. Basta, fiera. Basta, ĀæquĆ© pasa? Estoy harto de esta situación. Ā”Basta! 


Graciela jadeo mirĆ”ndolo. Sus ojos se encontraron. Ella respiró agitada. Daniel tenĆ­a los ojos puestos en ella, tambiĆ©n sentĆ­a su respiración cerca de su rostro pero ninguno reaccionó con mĆ”s violencia. 


—¿Te quedarĆ”s quieta fiera


Graciela guardó silencio, querĆ­a gemir pero su orgullo se lo impedĆ­a, sin embargo prefirió quedarse a merced de Lombardi. 


Daniel inclinó la cabeza contra el cuello de la mujer y la besó. Graciela contuvo el aliento.


Daniel abrió la puerta de su casa e hizo entrar a Graciela, intercambiaron varios besos y caricias en el vestĆ­bulo y subieron las escaleras que conducĆ­an al piso del hombre a toda prisa y tomados de las manos. Cuando llegaron arriba Daniel la colocó contra la pared, acercó su cuerpo al de ella y continuó besĆ”ndola. Graciela no volvió a pronunciar palabras, solo querĆ­a ser penetrada por su hombre. 


HabĆ­an olvidado el pasado, sus problemas pero tambiĆ©n el presente y el futuro, ya no importaba el mensaje por WhatsApp de la amiga del pastelero. 


Daniel la condujo a su alcoba y empezó a quitarle la ropa sin dejar de intercambiar apasionados besos y tocarse. Le dio varios besos en los pezones que le hizo soltar un suspiro a una Graciela diferente, a una potra salvaje domada. Daniel Lombardi palpaba su vientre, sus costillas, agarraba sus nalgas y cuando logró quitar el pantalón y la tanga, comenzó a masturbala sin dejar de besarla tan apasionado que ella ya gemĆ­a sin pudor. Graciela le mordĆ­a sus deliciosos labios. DespuĆ©s de un rato Daniel se puso de rodillas y le aplicó un estupendo sexo oral del que Graciela tenĆ­a aƱos sin probar. 


—”Aaaaah, Daniel, Daniel! —gemĆ­a Graciela, que bien el pastelero movĆ­a su lengua—. Ā”No pares, Daniel, no pares!


Graciela tuvo su primer orgasmo en la boca de Daniel. Cuando Ć©l se apartó ella estaba baƱada en sudor y exhausta. El hombre comenzó a desabotonar su pantalón. 


Graciela se mordió el labio despuĆ©s de un largo tiempo volverĆ­a a tener para ella el pene de Daniel. 


Y era verdad, el miembro de Daniel no era grande, resultaba pequeƱo pero durante el tiempo de matrimonio Graciela nunca tuvo queja alguna de Ć©l, igualmente la complacĆ­a. Y Daniel tambiĆ©n sabĆ­a usar sus manos y lengua para dar placer como ya lo demostró. 


Sin embargo el pene era lindo y grueso. Sin pensarlo dos veces Graciela le devolvió el favor, se metió la verga a la boca como una maestra desde la base hasta la punta. Y empezó a moverse arrancando profundos jadeos en el varón. 


Daniel la tomó de sus cabellos mientras movĆ­a su cadera adelante y atrĆ”s. 


Graciela tragó gustosa la leche de su ex marido.


Luego el varón la posicionó en 4 y la penetró lentamente. 


—Aaaah, aaaaaaah. Ā”QuĆ© rico, Daniel, aaaaah. Que rico coges, dame mĆ”s, dame mĆ”s. 


En la misma posición invistiéndola, escupió su culo y al sentirlo lubricado sin preguntar le metió el pene de golpe


—Aaaaaah, dueleeee. 


Daniel se inclinó, tenĆ­a una cara de perverso que contrastaba atractivamente con su carĆ”cter sereno, inteligente y tranquilo. —¿Quieres que lo saque?


—No… por favor.. puedo seguir.


—”Pues hay te va todo!


—Aaah, dame, dĆ”melo todo, es rico, quiero mĆ”s, quiero mĆ”s, quiero mĆ”s. 


—Toma, eres mĆ­a ahora. 


—Toda tuya, toda tuya, dame, dame mas duro. Aaaaaaah. 


Daniel siguió bombeando la cadera, su inmenso culo se movĆ­a adelante y atrĆ”s. 


—Voy a acabar —anunció—, voy a acabar


—Yo tambiĆ©n, yo tambiĆ©n. AAAH. 


—AAAH. Ā”QuĆ© rico! 


Las pequeƱas bolas de Daniel subieron y el resto de su semen salió expulsado de la verga. La pareja quedó exhausta sobre la cama, estaban sudados, agotados y llenos de esperma. 


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Daniel buscó una toalla y con cuidado se limpió al igual que a Graciela. Subió su ropa interior negra por sus muslos y se acostó en la cama junto a su mujer. Ninguno comentó nada, pero sabían que estaban cómodo el uno con el otro debido a los besos y caricias que se intercambiaban


DespuĆ©s de un buen sexo Daniel siempre sentĆ­a somnolencia asĆ­ que no tardó en quedarse dormido. 


Graciela estaba tan tranquila con su cabeza apoyada en el pecho del hombre que cerró los ojos y tambiĆ©n se durmió. 


La mujer se despertó y el cielo por la ventana se observaba nocturno, Daniel todavĆ­a seguĆ­a durmiendo. Graciela suspiró y se acomodó en la cama observando aquel hombre, el padre de su hijo y a quien amó por mucho tiempo. Lanzó un suspiro velando el sueƱo profundo de su hombre. 

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La mirada de la mujer recorrió de su rostro sereno hasta su pecho. 


Lentamente salió de la cama. Eso no pudo haber ocurrido jamĆ”s, pensó ella. No podĆ­a recaer. 


—¿A dónde vas? —preguntó Daniel estirĆ”ndose y saliendo de la cama. 


—Me voy, jamĆ”s debĆ­ estar aquĆ­. 


—¿QuĆ©? Ā”Por Dios, mujer, quĆ©date aquĆ­! No tienes nada que hacer afuera. 


—No, me voy. No debo quedarme aquĆ­. 


—QuĆ©date, Graciela. Ven. No te dejarĆ© ir. Te quedas conmigo. 


—”No! 


Enseguida comenzó un forcejeo, Daniel querĆ­a llevarla a la cama y ella se sintió confundida con deseos de irse. 


—QuĆ©date conmigo, mi amor. 


—”No! 


Graciela gruñó y empujó el empeine hacia los huevos de Daniel haciendo que chillara de dolor.


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—”OOOOH! Ā”Mis bolas! —gritó, con los ojos bien abiertos y llenos de dolor.


Daniel se fue al suelo agarrĆ”ndose las nueces y retorciĆ©ndose. GemĆ­a de dolor, haciendo muecas divertidas—. Oh, Dios mĆ­o, ya, ya no me golpees en las bolas


Graciela sonrió. 


Pero nada de eso ocurrió en realidad. Simplemente pasó en la mente traviesa de Graciela. Ella se había perdido en sus pensamientos mientras continuaba mirando al hombre dormir en la cama.


En silencio salió de la cama sin perturbar el sueño de Daniel. Eran las once de la noche, treinta minutos después llegaba a su casa.


—¿Se puede saber dónde estabas? —la interrogó Victor, su hijo–. Me encontraba muy preocupado por ti. La Ćŗltima vez que te vieron fue en la salida de la reposterĆ­a con Pablo, lo llamĆ© y dijo que no estaba contigo.


—Pues tranquilizate, hijo. AquĆ­ estoy, lleguĆ©.


—¿Dónde estabas, mamĆ”?


Graciela lo miro a los ojos.


—¿De cuando acĆ” las madres dan explicaciones a los hijos? AquĆ­ estoy, completa. Simplemente conseguĆ­ una vieja amiga del colegio y me fui con ella. Todo estĆ” muy bien, amorcito. Feliz noche.


Graciela dio un beso a su hijo y se fue a su habitación, despuĆ©s de mucho tiempo durmió feliz y relajada. 

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