Los huevos del pastel (4/5): el hijo del pastelero - Las Bolas de Pablo

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9 dic 2020

Los huevos del pastel (4/5): el hijo del pastelero

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BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


Graciela Chacón se acercó a la vidriera de su hermosa pastelería y echó un vistazo al local de la acera del frente, todavía estaba cerrado y los obreros iban a diario haciendo las remodelaciones necesarias, era la última carta que se jugaba su ex marido para renovar su local de pasteles. 


Y ni hablar de Daniel Lombardo que se había convertido en un auténtico patán, después de su último encuentro que terminó en un acto amoroso, desapareció por completo, ya no habitaba en el hogar en la parte superior de su local, no contestaba sus mensajes y mucho menos sus llamadas telefónicas, habían pasado 3 semanas desde entonces. 


—¿Dónde está tu padre que no lo he vuelto a ver? —preguntó cierta tarde a su hijo como si fuera un tema sin importancia. 

Victor


—Ha ido a visitar a mi tía Aurelia —dijo Víctor—, estará con ella un par de días mientras terminan el local. También está haciendo un curso de pasteles para actualizarse un poco. 


—Hm —Graciela alzó una ceja altanera. 


En la actualidad la rubia miraba el local del frente con desprecio, como era posible que después de haber tenido un buen sexo con su ex esposo él le respondiera de esa forma.

 

«Te usó, Graciela, te usó» se repetía la mujer. «Seguramente debe estar revolcándose con la zorra de su asesora».


Su celular comenzó a sonar con una llamada entrante, por poco el corazón le daba un vuelco, ¿sería Daniel? Caminó deprisa a buscarlo y por poco tumba a una cliente que llevaba un delicioso pastel de arándanos con queso crema y relleno con trozos de nueces. Cuando Graciela tomó su celular, la emoción interna murió, no era Daniel sino el hijo de ambos. 


—Hola, má. 


—Niño —saludó la mujer al hombre de 25 años. 


—Recuerda que habíamos acordado que llevaría personalmente el pastel de chocolate con lluvia de caramelos a la gerente del banco. 


—Sí. Ya lo han horneado y yo me encargue del resto. Puedes venir a buscarlo cuando puedas. 


—Precisamente llamaba para eso. He salido de la última clase de la universidad y quería saber si ya estaba preparado para buscarlo. 


—Sí, niño. 


—Genial. En breve estaré ahí. 


Víctor Lombardo Chacón culminó la llamada con su madre y acarició el cabello de su novia, ambos estaban sentados en la cafetería de la universidad. 


—¿Y bien, te marcharás? —preguntó Noelia. Era una muchacha no linda pero tampoco fea. Sabía vestirse muy bien y arreglar su cabello teñido de rojo que la lucía llamativa. 


—Sí, es un pastel que mamá quiere que entregue personalmente a una buena cliente. Tendré que irme. 


—Que mal —dijo la chica—, tengo evaluación en la clase de Legislación, sino me encantaría acompañarte. 


—No te preocupes —negó Víctor dándole un beso en los labios—. Cuando lo entregue volveré y te buscaré. Tendrás tiempo suficiente de presentar la prueba y hablar de ella con tus amigas. 


Noelia dio un suspiro. 


En ese entonces fueron interrumpidos por Jimmy, un joven de estatura media y rostro moreno que estudiaba en la facultad de medicina. 


—Noelia, cómo estás? —la saludó ignorando a Víctor—. Durante este fin de semana estuve pensando mucho en ti. Y de hecho, quise compensar tu ausencia, haciéndote un regalo —de su bolsillo extrajo una cajita que contenía algo que podía ser zarcillos o un anillo. 


Víctor inmediatamente dominado por el carácter explosivo de su madre se levantó de la silla. 


—¿Qué te pasa, hombre? ¿A caso no respetas mi rostro? ¡Soy el novio de Noelia y ella no quiere ninguna baratija tuya! 


—¿Baratija? Pf, ¡por Dios! ¡Vale millones


—No quiero eso, Jimmy —rechazó Nohelia—, puedes guardarlo. Víctor, quédate tranquilo, no te exaltes, recuerdas tienes una reunión en breve. 


—No rechaces esto, Noelia, no me dejes con la mano extendida. Es mi regalo para ti. 


—¡Que Noelia no necesita eso! —Víctor dio una palmada a la mano de Jimmy y la cajita voló por los aires aterrizando en el suelo. 


—¿De veras lo vas a rechazar, Noelia? No puedo creerlo. ¿Dime, hermosa, qué le puedes ver a un simple pastelero? 


Víctor aunque tenía la paciencia de su padre, su otro lado explosivo a menudo lo dominaba, no era la mayor parte del tiempo pero esa mañana fue la excepción. Apretó el puño y lo lanzó a la cara de Jimmy. El joven retrocedió atontado. 


—ME HARTÉ DE QUE ME QUIERAS VER LA CARA DE TONTO —gritó Víctor, preparado para pelear. 


Jimmy se levantó, no iba a quedarse tan fácilmente con ese golpe y mucho menos con un simple hijo de pastelero. Se disponía a acabar con Víctor cuando fueron separados por los gritos de un viejo profesor universitario:


—¿QUÉ LES SUCEDE, JÓVENES? ¡EL RECINTO UNIVERSITARIO SE RESPETA! 


—Este animal comenzó todo, profesor —alegó Jimmy limpiándose la comisura del labio. 


—¡Te estoy enseñando a respetar, tonto! Ya que nadie lo hace, lo hago yo. 


—A LOS GOLPES NO SE RESUELVE NADA —indicó el profesor. 


—Esto no se va a quedar así, pastelero de cuarta. 


—¡Cuando quieras lo resolvemos! 


—Te voy a meter tus pasteles por el culo. 


—¡Atrévete y te volteo el otro lado de la cara! 


—¡JÓVENES! 


Jimmy echó una última mirada odiosa a Víctor y se alejó del área de la cafetería. Noelia hizo tomar asiento a su novio y el anciano profesor dirigió una mirada estricta a la pareja y ocupó su antigua mesa. 


—¿Por qué hiciste eso? —dijo Noelia. 


—¿Y qué querías que hiciera? ¿Nada? —se quejó Víctor—. ¿Que me quedara aquí como un idiota tragando baba mientras ese imbécil te daba un regalo. 


—Igualmente yo no lo iba a aceptar, amor —respondió Noelia abrazándolo y entregándole un cálido beso. En sus planes hasta el momento no pasaba por su cabeza abandonar a Víctor por otro hombre y menos por Jimmy. Lombardo Chacón era un chico especial, cariñoso, buen amigo, novio y amante. 


Cinco minutos la pareja se separó. Noelia acudió a su evaluación y Víctor fue a buscar el pastel y prometió regresar para buscar a su novia. 


El muchacho caminó al estacionamiento iba a abrir la puerta de su vehículo cuando un par de manos lo sujetaron de la espalda inmovilizando sus brazos. 


—¿Qué? —dijo él. 


Cuando con brusquedad un amigo de Jimmy lo hizo poner frente a él. 


—¿Qué pasa, cobarde? —interrogó Víctor—. ¿Necesitas un compinche para enfrentarme? ¿Es algo patético, no? 


—No me importa —dijo Jimmy—. Te aseguré que esto no se iba a quedar así y todo lo que yo digo lo cumplo. 


Jimmy apretó el puño y lo estrelló en el estómago de Víctor. El joven se sobresaltó y comenzó a toser. 


Jimmy se echó a reír. 


—¿Por qué no obligas a tu amigo a soltarme y peleamos como hombres? 


—Porque te daré la lección que mereces. 


De nuevo sacó todo el aire del cuerpo de Víctor estampado su puño en el abdomen. Víctor hubiera quedado doblado con un horrible dolor de estómago. Si pudiera pelear con Víctor estaba seguro que lo pondría a tragar tierra. Durante años estuvo en karate. 


—Y esto —aseguró Jimmy—, es para que no puedas hacer nada con Noelia en mucho tiempo. 


Jimmy echó la pierna hacia atrás y pateó las bolas de Víctor tan fuerte como pudo.


Su pesada bota chocó con las desprevenidas bolas del muchacho, aplanándolas como papillas y obligándolo a emitir un grito de niña.


Jimmy sonrió con malicia detallando el rostro de Víctor contorsionado por el dolor. Le volvió a patear los testículos y Víctor gimió de agonía.


Jimmy se rió entre dientes, su amigo soltó a Víctor que enseguida cayó pulverizado sobre la tierra llevándose las manos a los testículos y poniéndose en posición fetal.


Víctor se alejó con su amigo riéndose. 

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