Catador de semen (3/7): océano de leche - Las Bolas de Pablo

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10 dic 2020

Catador de semen (3/7): océano de leche

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Claudia envió una invitación por WhatsApp y depositó el celular en la mesita de noche, su esposo Simón estaba a su lado en la cama viendo una serie a través del celular. Claudia suspiró y se colocó a su lado besándole el cuello.

Simón se echó a reír pausando el vídeo y quitándose los auriculares. 

—No hagas eso que me pones la verga como un palo.

—Ja, ja, ja. Pero yo quiero que se ponga como una estaca —Claudia continuó pasando sus labios por el cuello y lóbulo de la oreja de su marido a tiempo que le frotaba la gruesa verga.

Simón Chacón la envolvió entre sus brazos y la hizo sentar encima de él. Su pene ya estaba duro deseoso de penetrar a Claudia.

—Espera, espera —dijo Claudia colocando ambas manos en el pecho de su marido. Sonrió nerviosa y confesó—. He invitado a alguien.

—¿Qué?

—Invité a alguien para tener sexo con nosotros.


¿Sí? —Simón frunció el ceño, tenía muchos años que no variaba el sexo con su adorada Claudia 

—Bueno, esta persona me hizo la propuesta y acepté.

—Pero, ¿quién? No recuerdo que hayan mujeres en la hacienda de mi familia. O no bonitas más allá de las señoras que hacen limpieza o comida. No me atrevería, Clau.

La puerta de la habitación fue tocada desde afuera.

—Oh, ya llegó. Abriré.

La mujer salió de la cama mientras Simón se acomodaba su gruesa salchicha en el pantalón corto. La puerta se abrió y su mandíbula cayó, sorprendido.
—¿Qué es esto, Claudia ? —protestó mirando pasar a Lenin en la habitación.

—Lenin se atrevió a hablarme y me gustó su propuesta.

—Hola, Simón.

—¡No! ¡No te pienso compartir con otro hombre!

—¡Ay, que machista, Simón! —Claudia se llevó ambas manos a la cadera—. Eres un troglodita, cuando dijiste de una mujer, yo no dije ni media palabra. Basta que llegara un hombre y mira tu reacción ¡Qué bárbaro! Y te dijo, Lenin es gay.

Simón entornó los ojos mirando al hombre.

—Pues no voy a dejar que él me penetre y yo tampoco voy a hacerlo. La habitación de Pablo y David queda hacia la esquina.

Claudia contuvo su aliento.

—¡Que grosero eres, Simón! ¡Lenin tampoco quiere que se la metas, ni me la quiere empujar a mi! Simplemente ha escuchado de tus buenos dotes en cuanto al semen y quiere ver y probar. Así como un catador.

—¿Ah? —Simón tenía el ceño fruncido. Claudia se acercó a la cama y procedió a besarlo.

Lenin sonrió con su pene erecto en secreto dentro del pantalón corto.

—Me da nervio —le murmuró Simón a Claudia, cerrando los ojos y dejándose cautivar por sus besos. La envolvió entre sus fuertes brazos amándola. Sintió las manos de su esposa en sus hombros y dejó escapar un gemido.

Claudia comenzó a desnudar a su esposo. Simón tenía 38 años. Era guapo y rubio con estupendo bronceado. Lenin se paso la lengua por los labios cuando Claudia extrajo el pantalón corto de la entrepierna de su hombre. Tenía el vello púbico afeitado y un par de bolas muy bonitas, carnosas y grandes. Su pene también era hermosa, no muy grande pero sí bastante gruesa, monstruosamente gruesa.

«¿Cómo Claudia podrá tener ese chorizo tan grueso dentro de ella pensó Lenin mirando el fabuloso miembro de Simón. Tuvo que sentarse en el suelo para ocultar su erección como carpa.

Simón echó un vistazo al velludo sentado en el suelo que lo miraba con deseo.

—No, Claudia, con él mirando no puedo —susurró.

Relájate —respondió Claudia suavemente, susurrándole al oído de Simón, pero también dedicándose a su lóbulo de la oreja.

Claudia hizo acostar a Simón y lo masturbó varias veces arrancándole gemidos que hizo a Lenin memorar para siempre ese bendecido momento.

Claudia se llevó el pene a la boca tragando un poco de líquido preseminal que rezumaba en la punta. Simón se estremeció y gimió de placer.

La mujer se detuvo y sonrió, aquella golosa del sexo contrastaba mucho con la seria periodista que narraba las noticias en la televisión nacional, pensó Lenin. Luego, la mujer lo llamó. Se miraron el uno al otro, llenos de energía sexual.

Enseguida ambos se dedicaron a complacer a Simón.


Claudia empezó a lamer el pecho de su marido, su caliente saliva dejó un rastro en sus pezones. Lenin lamió la cabeza de la polla de Simón pero también comenzó a estirar sus bolas.

El macho sobre la cama lanzó un gemido doloroso.

Claudia besó el cuello de su marido mientras Lenin introducía la gruesa verga en su boca lamiendo como loco, al mismo tiempo apretó los testículos del locutor y conductor de TV.

Simón apretó los dientes, gruñendo y gimiendo sintiendo el dolor explotar desde sus bolas.

Una y otra vez, el puño de Lenin chocó con los testículos rápidamente hinchados de Simón. De vez en cuando, besuqueaba la cabeza roja del grueso miembro de aquel guapo semental hermano de Pablo.

—Todo estará bien, mi amor —le aseguró la dama—, aquí estoy yo para cuidarte —acercó sus tetas a la cara de Simón.

Chacón dejó escapar un gemido mientras su pene continuaba recibiendo la mejor atención de la boca de Lenin.

El catador de semen se apartó mirando como marido y mujer se compenetraban en el sexo, aunque era Claudia la que parecía disfrutar más. No le importó, continuó apretando el par de bolas y se llevó el grueso salchichón de Simón a la boca otra vez.

Claudia se sentó sobre el pecho de Simón, sus pechos rebotaron, pero en otra circunstancia hubiesen hecho feliz a su esposo.

Lenin lanzó una palmada dolorosa a las bolas de Simón. El hombre abrió los ojos de par en par y dejó escapar un graznido ronco.

—¡Oooooooh!

Una y otra y otra vez la palma de la mano de Lenin se encontró con los huevos de Simón, provocándole gruñidos, gemidos y gritos de agonía al mismo tiempo que lo masturbaba rápidamente con la boca.

Finalmente, con un chillido ensordecedor, la polla de Simón explotó con un gran chorro de semen que inmundo el paladar de Lenin de esa sustancia pegajosa y blanca.

La boca de Simón estaba abierta de par en par mientras su pollón escupía todo el océano de leche que sus grandes bolas fabricaban en cantidades industriales.

—¡Ri-go! —exclamó Lenin cuando pudo con la boca atragantada de la barra de carne, así mismo apretaba las bolas de Simón.


Chacón gritó con una mezcla de dolor y placer. Su orgasmo pareció durar para siempre, y cuando terminó, Lenin estaba todo empapado de su semen. ¡Era un desastre! Su barba estaba repleta de la crema blanca, su pecho también y el abdomen brillaba de los gruesos fluidos.

Claudia se reía tapando la boca con su mano. Estaba tan acostumbrada del resultado mientras Lenin se mostraba sorprendido.

Simón respiraba con dificultad, tenía los ojos cerrados, su pene se había desinflado y sus testículos quedaron magullados e hinchados.

—¿Y bien? —dijo Claudia con actitud expectante.

Sin embargo, Lenin se tomó su tiempo, se limpió la barba con la mano y todas las capas de gruesa leche en su cuerpo y se dedicó a tragar, ya por último tuvo que aceptar la toalla de Claudia y limpiarse, sintiéndose triste de desperdiciar esos restos de semen, era mucho.

—Es infinito —dijo ella.

—Un desastre —sonrió Lenin—, felicitaciones.

—¿Y bien? —volvió a repetir Claudia.


—Muy abundante. Bastante caliente, fuerte al paladar, con potente olor y de intenso sabor a cloro. 96% recomendable.

—¿96% recomendable? ¿Por qué no 100? A mí me encanta. ¡Qué otro hombre conseguirás así que parezca un grifo?

—Ninguno pero tiene un potente sabor a cloro que molesta en la boca. Está dicho 96% recomendable.

—¡Protesto, Lenin!

—Deberías estar orgullosa, Israel es 90% porque tiene sabor a

Claudia lo pateó en los testículos y enseguida Lenin cayó al suelo retorciéndose y agarrándose las bolas. Claudia se acerco a Simón y lo besó en los labios.

—No me importa, a mi me encanta tu sabor. Para mi tienes 100 o 1000% de recomendación, pero solo para mí.

Tu leche me pertenece.


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