Las travesuras de Caua, el brasilero (5/7): Competencia generacional - Las Bolas de Pablo

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17 oct 2022

Las travesuras de Caua, el brasilero (5/7): Competencia generacional



QuizĆ”s fue una situaciĆ³n de suerte, pero Rafael ChacĆ³n logrĆ³ convencer que tanto su padre como su abuelo aceptaran participar en una competencia generacional entre ellos. En la orilla de la playa se encontraban los tres acompaƱados de un grupo de curiosos espectadores y del brasilero Caua, quiĆ©n fue la mente creadora del exĆ³tico plan.

 

Para Caua el apetecible abuelo de Rafael era un hombre que muchas veces lo vio pavonearse por la playa luciendo diminutos y ajustados trajes de baƱos que apenas podĆ­an contener su inmensa polla y el gigantesco y colgante par de bolas que engendraron 4 hijos (o quizĆ”s mĆ”s, pensaba Caua). Por ello Marcos ChacĆ³n estaba ahĆ­ vistiendo nada mĆ”s que un pequeƱo traje de baƱo, su delicioso pecho se baƱaba con la luz del sol.

 

A su lado lo acompaƱaba el mayor de sus hijos, el rubio Israel, padre de Rafael. El guapo odontĆ³logo estaba casi desnudo era alto y de tez blanca, sus labios eran carnosos y tenĆ­a aire de seguridad en la mirada. Usaba un traje de baƱo que formaba un atractivo relieve en su Ć”rea genital. Una inmensa polla se delineaba hacia arriba y un abultado par de bolas se abrazaban con celo a la tela del traje de baƱo.

 

Rafael tambiĆ©n esperaba, parecĆ­a una copia mĆ”s joven de su padre, tenĆ­a su rasgos blancos, cabellos rubio al sol, ojos color blanco y un cuerpo marcado, que sĆ­ se atrevĆ­a a hacer mĆ”s ejercicio iba a lograr la tonificaciĆ³n muscular de los muchos hombres de su familia. El tamaƱo de sus grandes bolas lo incluĆ­an en el linaje del viejo Marcos.

 

—¿Por onde comeƧamos? —se burlĆ³ Caua dirigiendo una mirada a los tres sementales a travĆ©s de sus gafas de sol—. Lo mĆ”s justo es que sea en la primera generaciĆ³n, veamos abuelito o que vocĆŖ tem a dar.

 

Marcos ChacĆ³n sacĆ³ el pecho y se colocĆ³ la manos detrĆ”s de la espalda.

 

—Estoy preparado —afirmĆ³ con confianza abriendo el compĆ”s de las piernas.

 

—¿EstĆ”s seguro, avĆ“? —se rio Caua—. No creo que esas fĆ”bricas de esperma aguanten mucho. Tu leche debe estar antigo.

 

—Cuando quieras te la doy de tragar para que compruebes —alegĆ³ Marcos sintiendo una ola de ira.

 

Caua esbozĆ³ una sonrisa malĆ©fica. A continuaciĆ³n arrojĆ³ su pie con tanta fuerza en las bolas de Marcos que el seƱor abriĆ³ los ojos como platos mientras soltaba un grito y se doblaba sosteniendo su ingle. Caua se quedĆ³ con las ganas de escuchar su declaraciĆ³n de derrota.

 

—Ya te rendirĆ”s, abuelito —declarĆ³ moviĆ©ndose al frente de Israel—. Veamos que tiene para mostrar el papi del aƱo —lo agarrĆ³ de las bolas, haciĆ©ndolas rodar entre sus dedos. Israel no pudo controlar su gemido. Caua lo mirĆ³ a los ojos y apretĆ³ los grandes huevos. Los ojos de Israel se abrieron, mientras el brasilero hacia un juego de bocina con las bolas, apretĆ”ndolas, soltĆ”ndolas y volviĆ©ndolas a apretar en un ciclo. El dolor de Israel se vio claramente mientras se ponĆ­a de puntillas. Caua estuvo a punto de correrse en su ropa interior al ver a Israel chillar de dolor. Israel  apretĆ³ las muƱecas del brasilero tratando en vano de que liberara sus doloridas bolas.

 

—¡Mis bolas... auch... no! ¡Mis bolas… ugh! —Israel se metiĆ³ el puƱo derecho en la boca para evitar gritar.

 

Finalmente soltĆ³ las bolas de Israel y el odontĆ³logo se hizo un ovillo.

 

—¿VocĆŖ jĆ” desiste? —le consultĆ³.

 

—No me rindo —gimiĆ³ Israel completamente acurrucado.

 

Caua se riĆ³, palmeĆ³ al padre de su amigo alegremente en la espalda y paso al turno del alto Rafael.

 

Caua estaba listo para atacar y asĆ­ fue como su pie derecho se clavĆ³ directamente en el escroto de Rafael.

 

Rafael gimiĆ³ cuando los dedos de los pies de Caua se hundieron profundamente en el centro de sus testĆ­culos maltratando a ambos.

 

Rafael se inclinĆ³ sosteniendo sus huevos.

 

—Hijo de puta —murmurĆ³ el muchacho con poca fuerza en la voz.

 

Caua simplemente se echĆ³ a reĆ­r y caminĆ³ detrĆ”s de los sementales.

 

—Es el turno del abuelito —anunciĆ³.

 

Marcos ChacĆ³n se llevĆ³ las manos a la cadera y desviĆ³ la mirada al cielo. El brasilero se echĆ³ a reĆ­r con mala intenciĆ³n y pateĆ³ las bolas de Marcos ChacĆ³n desde atrĆ”s.

 

La boca de Marcos se abriĆ³ en forma de 'O' sin emitir algĆŗn ruido, sus ojos se llenaron de lĆ”grimas y su cuerpo saltĆ³ en el aire.

 

—¡Mis pelotas! —pudo finalmente decir antes de caer arrodillado frotĆ”ndose los testĆ­culos y haciendo mĆŗltiples gestos de dolor con su rostro.

 

—¿QuĆ© hay de ti, semental? —preguntĆ³ Caua mirando fijamente a los ojos de Israel.

 

El rubio odontĆ³logo se preparaba a dar una respuesta, cuando la rodilla derecha del brasilero se levantĆ³ en contra de su entrepierna deformĆ”ndole los huevos de golpe. Todo el aliento de Israel abandonĆ³ su cuerpo y se sintiĆ³ completamente dolorido. Caua aprovechĆ³ para martillar repetidamente las bolas de Israel con su rodilla dos veces mĆ”s hasta que el odontĆ³logo se desplomĆ³ en el suelo.

 

Caua se estirĆ³ para concentrarse en su amigo Rafael, que gemĆ­a lleno de terror. Se agachĆ³ sobre sus pies, Rafael lo mirĆ³ desde lo mĆ”s alto y sintiĆ³ miedo. Su ojos soƱadores se desviaron al cielo como el gesto que habĆ­a hecho su abuelo. Al final, Caua apretĆ³ el puƱo y lo chocĆ³ con fuerza en la entrepierna del rubio Rafael, rompiendo sus bolas contra la pelvis de un uppercout.

 

—¡Mmmmmmmpppph! —Rafael emitiĆ³ un raro ruido y se doblĆ³ agarrĆ”ndose las bolas con ambas manos.

 

—Bastante fuertes os homens ChacĆ³n. ¿QuiĆ©n serĆ” el primero en rendirse? —comentĆ³ Caua plantĆ”ndose al frente de Marcos.

 

El abuelo de Rafael recibiĆ³ una patada en las bolas que le batiĆ³ la leche y le renovĆ³ un nuevo y fuerte dolor corporal.

 

Marcos gritĆ³ y lanzĆ³ un horrible insulto sobre la madre del brasilero, quedĆ³ con las rodillas en la arena, una mano acunando sus bolas y la mano derecha apoyĆ”ndose para poder estabilizarse. AmasĆ³ sus testĆ­culos lentamente.

 

—Hola —saludĆ³ Caua apoderĆ”ndose de los testĆ­culos de Israel—, es tu turno, semental —con eso aplastĆ³ las dos bolas del odontĆ³logo.

 

Los ojos de Israel se cerraron en la euforia del momento. Caua lo soltĆ³ de las bolas.

 

—Mis pelotas —gimiĆ³ Israel. Se doblĆ³ agarrĆ”ndose los huevos con una mano y apoyĆ”ndose en una rodilla con la otra mano.

 

Con una sonrisa maligna Caua se presentĆ³ a Rafael, su amigo como todo un valiente colocĆ³ sus manos tras la espalda y tragĆ³ saliva, se veĆ­a estoico. Caua retrocediĆ³ y golpeĆ³ a Rafael en las bolas de una patada. El aire de los pulmones de Rafael ChacĆ³n saliĆ³ disparado como un globo reventado. Apenas podĆ­a respirar cuando sintiĆ³ que le pateaban las pelotas por segunda vez.

 

Rafael cayĆ³ en la arena retorciĆ©ndose, se agarraba las bolas con ambas manos y no podĆ­a dejar de gemir de dolor, sus gĆ³nadas palpitaban. ParecĆ­a un gusano en la arena.

 

—¿Ya te rindes, Rafael?

 

—No —respondiĆ³ el muchacho con un tono dĆ©bil.

 

—Ɖ a sua vez, avĆ“ —Cauca se sentĆ³ entre las piernas de Marcos ChacĆ³n y comenzĆ³ a jugar con la cabeza del pene del abuelo ChacĆ³n con su dedos pulgar e Ć­ndice.

 

—¿QuĆ© haces, maricĆ³n? —protestĆ³ Marcos. Enseguida se ruborizĆ³ cuando se le escaparon dos gemidos.

 

Los dedos de Caua se movieron rĆ­tmicamente hasta que las caderas de Marcos comenzaron a moverse adelante y atrĆ”s ante el toque del brasilero. Cuando Marcos sintiĆ³ que estaba en el cielo del placer y su pene se erectĆ³ de una manera grotesca, sensual y grosera (humedeciendo con la cabeza la tela de su traje de baƱo), recibiĆ³ una palmada en las bolas que lo hizo gritar y retroceder doblĆ”ndose.

 

—¡Eres un pillo, cabrĆ³n!

 

Caua simplemente se echĆ³ a reĆ­r. Se levantĆ³ y pasĆ³ al turno de Israel.

 

Tras recibir una sĆ³lida patada en las bolas que elevĆ³ sus pies del suelo y le desfigurĆ³ de dolor el rostro. Israel cayĆ³ al suelo rindiĆ©ndose y retorciĆ©ndose agarrĆ”ndose las bolas.

 

—¡Jugador eliminado! —Caua imitĆ³ la voz de una popular serie de streaming. Observando como Pablo y SimĆ³n arrastraban a su hermano fuera del cĆ­rculo de competencia—. Solo quedan dos.

 

—Abuelo, no tienes que hacer esto —dijo Rafael con mirada y tono de preocupaciĆ³n.

 

Marcos lo mirĆ³ con desaprobaciĆ³n y respondiĆ³.

 

—¡No seas tonto! No me tengo que rendir. Mis huevos son mas duros que los tuyos, cabroncito.

 

Rafael se echĆ³ a reĆ­r.

 

—¿EstĆ”s seguro, abuelo? Los mĆ­os son mĆ”s jĆ³venes.

 

—JĆ³venes y tiernos. Los mĆ­os maduros y macizos.

 

—Eso lo comprobaremos —indicĆ³ Caua frotĆ”ndose las manos, recogiĆ³ los testĆ­culos de Rafael y los hizo rodar entre su mano izquierda, mientras que su derecha se metiĆ³ dentro de la ropa interior de su amigo y comenzĆ³ a acariciar su polla.

 

Rafael sintiĆ³ una oleada de placer proveniente de su pene y justo cuando comenzĆ³ a tener lĆ­quido preseminal, Caua soltĆ³ su polla; apretĆ³ sus grandes pelotas y las estirĆ³ como si las fuera a llevar a las rodillas. El miedo de Rafael marcĆ³ su rostro. El dolor proveniente de sus bolas fue peor que nunca con un grito largo y doloroso. AsĆ­ expresĆ³ a todos la agonĆ­a que sentĆ­a.

 

Cuando fue liberado cayĆ³ de culo frotĆ”ndose la ingle.

 

Caua se echĆ³ a reĆ­r y pasĆ³ a Marcos ChacĆ³n.

 

ComenzĆ³ a golpear sus huevos como si estuviera tratando de ablandar un trozo de carne. Golpe tras golpe. Marcos resistiĆ³ cada embestida en sus gordas bolas, emitĆ­a gritos, gruƱidos, rugidos, una pelota de baba escapĆ³ de su boca. Finalmente resistiĆ³ su turno.

 

Cansado de torturar las bolas de Marcos ChacĆ³n y dejĆ”ndolo gimiendo en un umbral de dolor en el suelo blasfemando y con lĆ”grimas en el rostro, Caua hizo caer el traje de baƱo de su amigo a los tobillos y comenzĆ³ a hacer rodar las bolas de Rafael muy levemente entre sus dedos de un lado a otro. Rafael se mordiĆ³ el labio inferior y bastante lĆ­quido preseminal saliĆ³ de la hendidura de su polla. El malvado brasilero escupiĆ³ sobre la cabeza del pene de Rafael y empezĆ³ a acariciarlo gozando de su erecciĆ³n.

 

—¿Crees que ya has tenido suficiente dolor, amigo? —le preguntĆ³ a Rafael y apretĆ³ sus grandes huevos hasta que Rafael jadeĆ³ y sacudiĆ³ sus cadenas—. ¿Te gusta la paja que te hago, amigo? —interrogĆ³ acelerando la mano sobre el falo de Rafael.

 

El chico rubio no pudo contenerse mĆ”s, su cadera se moviĆ³ adelante y atrĆ”s, al mismo tiempo que su rostro denotĆ³ de placer. Entonces eyaculĆ³ una y otra vez. Caua le apretĆ³ las bolas mientras rĆ­os de semen escapaban de los testĆ­culos de Rafael.

 

Caua se separĆ³ de su amigo limpiĆ”ndose las manos en su propio baƱador mientras Rafael se arrodillaba con la polla liberando leche sobre la arena.

 

—Eres un pervertido —se escuchĆ³ decir a Marcos ChacĆ³n con semblante serio. Se puso rĆ­gido con las manos detrĆ”s en la espalda.

 

—¿Pervertido? —se riĆ³ Caua—. ¿QuiĆ©n quiere demostrar que tiene mejores testĆ­culos que su hijo y nieto?

 

No le dio tiempo de rĆ©plica a Marcos ChacĆ³n cuando elevĆ³ una patada contra sus grandes toronjas que se las aplastĆ³ con tanta fuerza contra su hueso pĆ©lvico. Los ojos de Marcos se desorbitaron y en estado de shock se derrumbĆ³ frotĆ”ndose las bolas.

 

—¿Te rindes, abuelo? —quiso saber Caua.

 

—¡No! —gimoteĆ³ Marcos.

 

—Ja, ja, ja. Pervertido. Es tu turno, Rafael.

 

El joven rubio estaba de pie, un poco encorvado sintiendo sus bolas palpitar. HabĆ­a dejado de eyacular, pero su cuerpo y pene desprendĆ­a un fuerte olor a semen. Sus manos estaban empegostadas de su lĆ­quido viril y sus restos de leche se secaban como un gran pozo en la arena.

 

Caua colocĆ³ sus manos sobre los hombros de Rafael, con la rĆ³tula separĆ³ los muslos de su amigo. El cuerpo del rubio temblĆ³ de miedo cuando la rodilla del brasilero se echĆ³ hacia atrĆ”s y subiĆ³ con fuerza contra sus melones.

 

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH! —Rafael retrocediĆ³ con los ojos abiertos como platos, se agarrĆ³ las bolas con ambas manos y sus piernas temblaron. Incapaz de sostenerse cayĆ³ en la arena acurrucĆ”ndose. Cuando Caua le preguntĆ³ si se rendĆ­a dudĆ³ en responder, luego de tres repeticiĆ³n de la pregunta afirmĆ³ seguir participando.

 

—Marcos ChacĆ³n —sonriĆ³ Caua.

 

El apuesto seƱor ya estaba de pie, su dolor testicular le provocaba muecas de dolor en el rostro. Sus manos estaban a ambos lados de la cadera. SintiĆ³ miedo cuando Caua tomĆ³ posiciĆ³n para tambiĆ©n clavarle un sĆ³lido rodillazo en los huevos.

 

—¡¡¡AAAAAaaay!!! —gritĆ³ Marcos cuando la rodilla de Caua le aplastĆ³ ambas bolas con toda la fuerza que pudo reunir. Caua volviĆ³ a embestir su rodilla deformando de golpe los cojones de Marcos en su pelvis. Sus ojos se llenaron de lĆ”grimas y se echĆ³ a llorar sobre la arena. CayĆ³ de costado frotĆ”ndose ambas gĆ³nadas haciendo varios gestos de dolor.

 

—¿Te rindes, abuelito? —quiso saber Caua.

 

—S… s… s… —a Marcos le costaba hablar de tanto dolor que sentĆ­a en las pelotas. TomĆ³ fuerza y respondiĆ³—. ¡SĆ­!

 

Hubo respuestas de asombro entre varios de los espectadores. Era prĆ”cticamente la primera vez que el gran patriarca de la familia con los testĆ­culos mĆ”s grandes de todos se rendĆ­a, no estaba acostumbrado a escucharse su declaraciĆ³n de derrota. Lo mejor de todo fue el gesto de alegrĆ­a de Rafael quien estaba sentado en la arena con una mano sobre sus bolas. SintiĆ³ orgullo de ser el primero en la familia despuĆ©s de mucho tiempo en ganarle una partida testicular a Marcos ChacĆ³n.

 

—¡Tenemos un ganador! —anunciĆ³ Caua con jubilĆ³. Se acercĆ³ a su amigo y levantĆ³ un brazo al aire. Rafael se puso de pie emocionado—. AsĆ­ vemos como la nueva generaciĆ³n vence al otoƱal abuelo.

 

—No seas ridĆ­culo —afirmĆ³ Marcos. TodavĆ­a seguĆ­a de costado en la arena. Con los ojos cerrados y una mano dentro de su traje de baƱo acariciando sus grandes toronjas. Una sonrisa se dibujĆ³ brevemente en su rostro por Rafael.

 

—¡El joven que derrotĆ³ la leyenda! —seguĆ­a burlĆ”ndose Caua celebrando la victoria de Rafael.

 

El guapo Israel se plantĆ³ al otro lado de Rafael y le alzĆ³ el brazo cuya mano acariciaba sus gĆ³nadas.

 

Rafael reĆ­a pese a su dolor de huevos. Vio como Marcos ChacĆ³n era ayudado a levantar por Pablo y SimĆ³n. Mientras se iba su abuelo le guiĆ±Ć³ un ojo.

 

—¡Rafael el destroza leyendas! —continuaba Caua divirtiĆ©ndose.

 

2 comentarios:

  1. Amo este tipo de historias, eso de batallas entre generaciones, ver quien tiene los huevos mĆ”s duros de la familia me prende mucho, esa rivalidad familiar no tiene comparaciĆ³n, esta excelente, y estoy feliz que Rafael ganĆ³, el es mi Chacon favorito y me gustĆ³ ver que sus huevos resistieron tanto castigo

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    1. Muchas gracias.Sin duda alguna Rafael seguirĆ” soportando dolor en sus huevos como digno ChacĆ³n en los prĆ³ximos relatos

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