Caua estaba recibiendo un baño de sol, dormitando y pensando en lo bien que lo había pasado los últimos días en el resort de los Chacón. El estudiante originario de Brasil vestía un diminuto traje de baño que ayudaba poco en ocultar su considerable bulto en la entrepierna. Una mano descansaba sobre su pecho desnudo. De repente, una sombra se proyectó sobre su cara, y el muchacho entornó los ojos contra el sol.
—A ti quería verte, muchachito —era Marcos Chacón que se había acercado a él. Tenía sus fuertes pectorales al aire, unas gafas de sol y un short de color azul.
Caua sonrió, con los ojos cerrados. —¿Y como para qué querría verme?
—Se trata de ti y tu estúpida forma de maltratar las bolas de los hombres de mi familia. Estoy enterado de todo lo que has hecho: Israel, Simón, Pablo, Rafael, mi persona.
—Não é nada —respondió Caua hundiéndose de hombros. El recuerdo de machacar los testículos de cada hombre mencionado dibujó una sonrisa en su rostro. Luego volvió a acomodarse para que el sol le calentara la cara.
Marcos apretó los puños sintiendo una inmensa furia por la actitud de ese socarrón muchacho. Respiró profundo y explotó:
—¡Vamos! ¡Arriba! ¡Levántate, zagaletón! —con violencia hizo levantar a Caua de la tumbona.
—¿Qué? ¿Qué? ¿O que acontece? —preguntaba Caua en estado de confusión.
—Solo camina.
—¿Pero, qué?
Marcos Chacón lo condujo entre empujones y órdenes para que siguiera moviendo los pies, hizo llevar a Caua hasta los solitarios vestuarios.
—¿Qué me vas a hacer? —preguntó Caua un poco nervioso. Tragó saliva y desvió la mirada a la abultada entrepierna del apuesto abuelo de su amigo—. ¿Quieres que me trague tu lefa? —lentamente se mordió el labio inferior gestando más una mofa provocativa.
Marcos Chacón lo miraba fijamente sin otra expresión más que la ira, mientras que Caua estaba con una potente erección levantando su traje de baño, no hizo más que ponerse de rodillas dispuesto a lamer la hermosa polla del señor. Para su desafortuna la puerta se abrió de golpe y Rafael acompañado de su padre y tíos ingresaron en la habitación.
—¿Qué es esto? —interrogó Caua con mirada de sorpresa y terror—. ¿O que fazem aqui?
Sin embargo no hubo momento de respuesta, Pablo y sus hermanos lo sostuvieron de los brazos y lo ataron a un soporte que daba ingreso a los inodoros. Estaba de pie, con las piernas abiertas y separadas, los brazos atados por encima de su cabeza, la polla mojada empapando su traje de baño y las bolas llenas de semen colgando muy vulnerables en su escroto. Entró en pánico, ¿era su turno de que le rompieran las bolas? En su lugar hubiera preferido chuparle la polla al viejo Marcos hasta tragarse su leche vieja y cremosa.
El gran patriarca de la familia comenzó a caminar de un lado a otro frente a Caua. —Quiero saber: ¿quien fue el primero?… ¿Quién fue el primero en recibir maltrato testicular de este tipo?
—Fui yo —manifestó Rafael—. Sucedió la noche en que mi novia estuvo en el resort —se paró frente a Caua, respiró profundo y clavó una patada contra su entrepierna, rompiéndole las bolas con un golpe sonoro.
Caua gritó de dolor y su cuerpo convulsionó sin escapatoria.
—¿Quien fue el siguiente? —interrogó Marcos.
Simón levantó la mano y tomó sitio donde estuvo Rafael.
—En aquella salida durante el yate.
—Todo fue una broma —se justificó Caua.
Simón no le prestó atención, colocó las manos a ambos lados del hombro del brasilero y empujó su rótula contra sus bolas con toda la fuerza que pudo reunir. Fue otro golpe sonoro. Las gónadas de Caua fueron aplastadas entre el rodilla y su cuerpo, su respuesta fue un grito a todo pulmón.
—¿Y luego? —preguntó Marcos Chacón.
—Fue la competencia —respondió Israel.
—Adelante.
Israel se acercó al objetivo, se puso de rodillas y envió a uppercout contra la entrepierna de Caua, golpeando sus dos testículos llenos de semen y haciendo que el brasilero abriera la boca en un grito de dolor.
—Es mi turno —anunció Marcos Chacón. Desde su distancia comenzó a correr y estrelló su pie en las esferas brasileñas a toda velocidad.
Los ojos de Caua se abrieron como platos y gritó de dolor cuando sus pobres y adoloridos huevos fueron clavados en su cuerpo.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
Marcos Chacón y su descendencia celebraron como equipo, riendo y dándose palmadas.
Pablo caminó hacia adelante.
Al verlo, Caua comenzó a negar con la cabeza sin poder emitir palabras porque seguía en estado de shock.
—Sí, lo sé —afirmó Pablo—. De todos fui el que menos sufrí tus travesuras rompe bolas, pero… después de todo soy un Chacón —trasladó la mano a la pretina del traje de baño de Caua y la deslizó hacia abajo. En seguida la polla de Caua rebotó a la luz con una orgullosa erección.
Caua gimió de dolor.
Pablo observó el pene de Caua. Estaba brillando con líquido preseminal. Los testículos estaban rojos e hinchados. Retrocedió un par de pasos y con un comienzo de carrera (como lo hizo su padre), pateó los cojones de Caua.
La polla del brasilero se contrajo mientras sus bolas se balanceaban entre sus piernas.
La segunda patada fue tan devastadora como la primera. El pie de Pablo chocó entre los muslos de Caua, clavando sus delicados testículos en su cuerpo. Caua gimió de dolor. Pablo sonrió con malicia y volvió a patear las bolas de Caua tan fuerte como pudo.
Caua se retorció y gritó a todo pulmón, su pene seguía duro y sus bolas obscenamente hinchadas.
Una vez más, el pie de Pablo destrozó los cojones del brasilero. Las gónadas de Caua fueron aplastadas contra su pelvis y haciendo que soltara un grito espeluznante. Su polla se sacudía y palpitaba.
—¡No, Pablo, no! Te lo suplico.
Pablo levantó la pierna hacia atrás y envió su pie entre los muslos del brasilero. Fue un golpe perfecto. Ambas pelotas fueron aplastadas contra la pelvis y el pene del carioca se contrajo violentamente. Pablo sintió los dos testículos aplastarse en la punta de los dedos de sus pies.
Caua gritó con los ojos abiertos y vidriosos.
Pablo se apartó y dio paso a su padre que se acercó a Caua con ojos centelleantes.
—Espero que con esto aprendas a nunca más joder las bolas de un auténtico hombre Chacón —dijo agarrando las bolas de Caua con fuerza.
Caua hizo una mueca y su rostro se contrajo de dolor cuando Marcos aumentó la presión.
—¡AAAAaaah! ¡Aaaaaa, minhas bolas! —a continuación dejó escapar un gemido gutural y su polla estalló en un baño de semen. La salsa blanca proveniente de sus huevos salpicó al suelo, manchando las baldosas. Marcos Chacón se apartó rápidamente para que chorro tras chorro de semen caliente y cremoso no lo mojara. Mientras el joven y apuesto Caua gemía de dolor y placer.
Finalmente, el orgasmo del jovencito amainó. Marcos Chacón miró con aborrecimiento todo el fluido del joven regado por el suelo. Se dio la vuelta y salió del área acompañado de sus hijos, dejando a Rafael y Caua solos.
Rafael se acercó a su compañero de universidad y comenzó a desatarlo. Al ser liberado Caua se cayó al suelo donde quedó acariciando sus cojones.
—Estoy seguro que ya no volverás a golpear las bolas de algún Chacón —afirmó Rafael. Se quedó mirándolo y se echó a reír—. Lección aprendida, ja, ja, ja.
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