LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS. - Las Bolas de Pablo

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11 oct 2022

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LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS.

 

LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS.

 

 

 

CONTIENE BALLBUSTING F/M Y SEXO HETEROSEXUAL.

 

 

Secuela de LA REINA DEL CHISME, Parte 3 de 3

 

 

En la parte 3 de LA REINA DEL CHISME, Carlota logró el tĆ­tulo de reina denunciando ante el pĆŗblico que su chisme era el mejor, en Ć©ste demostró que Ramiro—El sindicalista gay— fue amante de los esposos de sus rivales en el concurso, Reinalda, y Esther…

…Estas la atacaron en venganza, pero tambiĆ©n tuvieron una confrontación con sus respectivos maridos, la cual se verĆ” en este relato.


 

 

Tras la tremenda humillación que Carlota acababa de sufrir a manos de las mujeres, éstas se dieron la mano como señal de alianza y se despidieron, cada una iría a su respectiva casa en busca de venganza contra sus traidores esposos.

DDD

A las 4 am Esther llegaba a su casa. La mujer venƭa con sed de sangre y es que el saber que su esposo habƭa tenido relaciones con Ramiro, la volvƭa loca de ira, al menos su marido fue el activo penetrando al gay, eso convertƭa a su esposo en gay tambiƩn o al menos bisexual.

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Esther entró y se topó con su marido Gregorio, un varón de piel negra y 45 años, tenía un buen estado físico, pues le encantaba el deporte.

AAA

El esposo estaba alistƔndose para salir a trotar, al hombre le gustaba trotar en la oscuridad, para despuƩs tomar un reconfortante baƱo y alistarse ya tipo 6 Am para salir a su trabajo.

 

El varón no se preocupó por la salida anoche de su mujer, cuando ella decĆ­a que volverĆ­a a casa tarde, podrĆ­a aparecerse al amanecer, cómo sucedĆ­a Ć©ste dĆ­a…

 

…El hombre nunca le reclamó por sus salidas, bien sabĆ­a que era para reunirse con sus amigas chismosas.

 

 

Tras saludar a Esther, Gregorio se dispuso a salir, pero la mujer de inmediato le tomó de los testículos, el varón no vio venir la agresión.

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—OOOuuggg!! —Expresó el negro varón ante la rĆ”pida compresión de sus bolas.

 

El hombre no entendƭa que pasaba, porque su esposa lo lastimaba en su Ɣrea viril.

 

—Ya me enterĆ© que se la metiste por detrĆ”s a Ramiro, maldito puto!...TRAIDOR!

 

Desesperado el macho quiso retirarle las manos a la mujer, pero ésta hundió sus dedos en las esferas viriles, sacÔndole un alarido al esposo.

 

—AAAAAHH!!! —Unas rĆ”pidas nauseas le llegaron y temió el vomitar, Esther parecĆ­a decidida a no detener su apretón.

 

—DĆ©jame, no volverĆ” a pasar mi amor. —Una promesa vacĆ­a pues lo Ćŗnico que querĆ­a era que le liberasen las gónadas.

 

—Te las voy a arrancar, Gregorio! —La esposa tenĆ­a los ojos rojos de furia.

 

Desesperado por la amenaza de la mujer, el marido se defendió, una bofetada impactó el rostro de Esther, quien le soltó y retrocedió…

 

…Inmediatamente el macho se derrumbó sobre sus rodillas.

 

—Ahora verĆ”s, Gregorio! —dijo Esther, tomĆ”ndose la mejilla y viĆ©ndole con mĆ”s ira.

 

La esposa toma rumbo a la cocina, de dónde regresa con un rodillo en la mano.

 

Esther descargó el rodillo con fuerza sobre el arrodillado.

 

—AAAHHH!!! —Se queja Gregorio cuando siente el contundente golpe en su espalda.

 

—A ver quiĆ©n puede mĆ”s, tus mĆŗsculos o Ć©ste garrote!...Te crees que por ser hombre ya me voy a asustar, me las vas a pagar todas!

 

Otro quejido sale de la boca de Gregorio cuando su esposa comienza una lluvia de garrotazos contra su atlƩtico y negro cuerpo. Le harƔ pagar caro por abofetearla, asƭ fuera en defensa propia.

 

Desesperado por escapar de los ā€œbolillazosā€, Gregorio comienza a caminar en 4 patas, casi como un bebĆ© gateando el hombre busca de alejarse de su enfurecida mujer.

 

Pero Esther suspende los garrotazos, pues ve una mejor opción de rematar a su esposo, cómo se mueve en 4 patas, se le ubica por detrĆ”s y le entierra un puntapiĆ© justo debajo de las nalgas del negro…AllĆ­ estĆ”n sin protección sus huevas.

 

—AAAAUUuuuu!!!!! —Exclama el varón, cuando sus bolas se deformaron con ese golpe de zapato.

 

Es ahora cuando el macho queda en posición fetal, cubriéndose las gónadas.

 

—Eso te mereces por puto!

 

Gregorio casi lloraba del dolor, Esther se le quedó viendo y sentenció:

 

—Te voy a perdonar Ć©sta vez, Gregorio, y sólo porque tienes la verga larga, y la necesito para gozar bastante, pero vuelve a traicionarme con otro tipo y te dejo sin polla, y me la quedo como juguete personal, ME OISTE!—

 

Para fortuna del marido, entre sus piernas colgaba una oscura y larga vara de carne viril…Mientras hiciera a Esther ver el cielo en la cama, ella no se divorciarĆ­a de Ć©l tan fĆ”cilmente.

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Por otra parte y a una hora similar, Reinalda llegaba a su casa…

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Reinalda se encontró con su esposo Victorino en la entrada, el marido también estaba llegando.

 

El hombre de 46 años, de ancestros italianos y piel blanca, era abogado de profesión pero se dedicaba a administrar varias estaciones de gasolina, de las que era dueño en gran parte. Era común que tuviera reuniones con socios y otros colegas del sector; La noche previa le había dicho a Reinalda que por un cuantioso negocio que estaba por cerrar, llegaría tarde o incluso podía aparecer al amanecer, cómo sucedió.

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Pero Reinalda no estaba de humor, y con las evidencias de su intimidad con el sindicalista, de inmediato sospechó que la salida de su esposo era para algĆŗn otro encuentro sexual homosexual…

 

…Poca diferencia hacĆ­a que Victorino fuese el penetrante en el acto sexual con Ramiro, traición era traición y la morena dama no lo perdonarĆ­a…HabĆ­a sido humillada ante sus amigas y Victorino lo pagarĆ­a muy caro!

 

—Hola mi vida—Saludó la mujer con una sonrisa, mientras bloqueaba la entrada al marido a la casa.

 

—Hola Reinaldita —Correspondió al saludo el esposo y se aprestaba a besarla, pero la mujer cambió el semblante, le empujó alejĆ”ndolo y sin mediar mĆ”s palabra le hundió una fuerte patada en los testĆ­culos.

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—AAAAAHHH!!!—Salió de la boca el hombre, tomado sin guardia, las manos de Victorino cubrieron sus bolas, mientras se inclinada y tosĆ­a del dolor.

 

—Ya supe lo que hiciste condenado, traicionarme con otro macho, ESO NO TE LO PERDONO!

 

La mujer con peso en la mano, descargó un puño al rostro del esposo, quien se tambaleó, otro impacto con la mano cerrada le rompió el labio al varón y con las piernas blandas, sus rodillas se doblaron.

 

Cuando Victorino cayó al suelo de rodillas, usó las manos para equilibrarse y no irse de cara al pavimento de la entrada, pero ese acto le dejó expuesto…

 

...Reinalda no le dio oportunidad para cubrirse. Con una mano levantó la cabeza al varón y de inmediato le dio un golpe con la punta del zapato en la ingle, el impacto le aplastó la hueva izquierda, haciendo que el macho soltase otro alarido.

 

—AAAaaiii!!!!— gritó de dolor Victorino y arrugó con brusquedad su rostro.

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Reinalda continuo agrediéndole, le apretó la nariz, retorciéndole esa parte anatómica de genética italiana, se la retorció provocÔndole mÔs dolor y dificultÔndole el respirar.

 

—AAGGHh!!!!—Sólo podĆ­a quejarse el marido.

 

El marido estaba sin defensa alguna, solamente se protegĆ­a las bolas para no ser impactado de nuevo.

 

Cuando le soltó la nariz, la mujer procedió a abofetearle en un par de ocasiones, finalmente Victorino quedó tendido en el suelo.

 

—Y la próxima vez que te pille con otro hombre, te quiebro los huevos Victorino!

 

La amenaza terminó la agresión y Reinalda entró a la casa, dejando al esposo en el suelo de la entrada.

 

Un par de minutos despuĆ©s aparecĆ­a la empleada de servicio, —En bata de noche pues aĆŗn era temprano para iniciar las labores domĆ©sticas—Con órdenes de la patrona para auxiliar al seƱor.

 

Poco le importó a Victorino el ser visto por la empleada, tirado y vencido en el suelo y todo gracias a su esposa, hasta agradeció el auxilio que la mujer le dio.

 

Reinalda no podĆ­a divorciarse de Victorino por aquel incidente, ella era una desocupada quien sedujo al empresario para desposarla, y de quien recibĆ­a todos los lujos que querĆ­a, seguirĆ­a casada con Ć©l, pero una buena advertencia cómo la de hoy, le recordarĆ­a al marido quien mandaba en casa, y que de ninguna manera le aceptarĆ­a otro desliz homosexual…Ella querĆ­a un macho en casa y un macho exclusivo para ella.

 

Victorino debió consolarse las bolas sólo, aunque la empleada se ofreció a sobÔrselas, el macho no aceptó, pues de ninguna forma quería volver a enfurecer a su querida Reinalda.

 

***

 

 

Por su parte, quedó pendiente el que conozcan un incidente entre Carlota y su marido HĆ©ctor, el cual generó un permanente disgusto por parte de la mujer hacia su esposo…y que se plasmó en parte en el capĆ­tulo 1 de LA REINA DELCHISME.

 

 

Carlota llegó aquel día tras el ataque, hecha un mar de llanto, la humillación sufrida no tenía precedentes en su vida

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Héctor la consoló lo mejor que pudo, y cuando preguntó que le había pasado, la mujer mintió adjudicando todo a un robo.

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Pero cuando HƩctor se dispuso a llamar a la policƭa, la esposa no tuvo de otra mƔs que negar todo.

 

—No fue un robo, tuve un problema con alguien.

 

—Con tus amigas?—Sospechó de inmediato el esposo.

 

—DEJA DE JODERME!—El enojo de la mujer le confirmó su sospecha.

 

Lo primordial ahora era atender la crisis capilar de su esposa, por la mañana acudió a casa una peluquera de confianza, quien viendo el desastre pudo hacer poco.

 

Debido al pegante industrial que adherĆ­a la peluca de payaso, la peluquera debió cortar mucho cabello, dejando a Carlota mĆ”s que trasquilada…

 

…La mujer dio un grito de horror al verse en el espejo

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Pero lo que se podƭa hacer era usar una peluca de cabello sintƩtico por un mes, ese serƭa el tiempo mƭnimo para que su cabello natural se recuperase y cubriese los faltantes.

 

Carlota usarĆ­a la peluca hasta para dormir.

 

Durante los días siguientes la mujer se mostró irascible por su condición, y todo intento de Héctor por animarla resultaba en una expresión de rechazo y enojo por parte de la esposa.

 

Pero llegó un día que Carlota observaba a su marido ver la televisión, Héctor había intentado de todas las formas posibles el animarla ante lo que le había pasado, y ella sólo le respondía con frases de enojo, Recordó la discusión previa a la reunión para ser LA REINA DEL CHISME.

 

 

FRAGMENTO DE LA PARTE 1

 

—SaldrĆ”s a esta hora?, son mĆ”s de las 10 de la noche!—Expuso el marido, intrigado por los planes de su mujer.

 

—Me voy a reunir con algunas amigas.

 

—DespuĆ©s de las 10 de la noche?

 

—Yo salgo a la hora que quiera—Carlota mostró una leve molestia.

 

…

 

—Vas a buscar algĆŗn chisme, verdad?

 

—Claro que no!—Negó la esposa, pero el marido identificaba las mentiras en su predecible mujer.

 

—Deja ya eso Carlota, la gente comienza a hablar de ti.

 

—Deja de molestar HĆ©ctor!—Carlota se mostró enojada —…Como se atreven a calumniarme, son unos habladores esos malditos, ellos son los chismosos!—La mujer detestaba que la identificaran como chismosa y siempre negaba lo que todo el mundo sabĆ­a que era cierto.

 

—Mejor no salgas, Carlota—HĆ©ctor se le acercó y le tocó el hombro, la enojada mujer le quitó la mano de encima con brusquedad.

 

—Deja de molestar, o quieres que te lastime como la otra vez!

 

Héctor retrocedió dos pasos, prevenido, ubicó una mano en su Ôrea genital.

 

—CĆ”lmate Carlota, acordaste no volver a hacerme eso.

 

—Entonces deja de joderme la vida, voy a salir y se acabó!—El rostro de la mujer tenĆ­a un tono rojizo dado el enojo.

 

…

 

La amenaza de Carlota le puso alerta y mantenĆ­a su mano cerca de sus testĆ­culos, no querĆ­a padecer lo mismo que aquella vez.

 

 

A continuación, Carlota rememoró el incidente que originó la discrepancia con Héctor:

 

 

UNAS SEMANAS ATRƁS…

 

Una noche Héctor regañaba a su esposa de forma enérgica, la mujer había tomado dinero de los ahorros para comprarse un costoso bolso de marca; La discusión en la habitación matrimonial y en ropa interior, subió en tono y pasó a lo físico.

 

El marido cansado de que la mujer frente a Ć©l, simplemente ignorase sus reclamos, la tomó con fuerza de los brazos, aplicó fuerza, lastimando un poco a la mujer…QuerĆ­a que lo tomara en serio.

 

Pero esta no se amilanó ante la actitud amenazadora de su esposo y como éste se negaba a liberarla, la mujer le agarró de un Ôrea de la que sabía tenía todas las de ganar frente a su marido.

 

—Diablos! —Se sorprendió HĆ©ctor al verse agarrado de los testĆ­culos.

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—A mĆ­ no me vengas con amenazas, HĆ©ctor!—Carlota se mostró decidida a atacar la hombrĆ­a de su esposo, cerró firmemente la mano atrapando los huevos de su esposo sobre el calzoncillo.

 

—AAaahh!!!—Exclamó el marido al sentir comprimidas sus bolas. Y es que Carlota sintió fuertes deseos de apretar apenas tuvo en su mano aquellas pelotas…

 

…La mano de la mujer se adentró mĆ”s en la ingle del marido, queriendo abarcar lo mĆ”s posible y con suficiencia el escroto del hombre, Ā”la fuerza compresora se incrementó rĆ”pida y consistentemente!

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—AAyyy, dĆ©jame Carlotaaaaa—Suplicó el esposo y la mano de la mujer se abrió permitiĆ©ndole alejarse de su agresora.

 

…El apretón fue suficiente para que el varón comenzase a saltar por toda la habitación, con las manos en las bolas.

 

—Ayayayay!—HĆ©ctor no dejaba de brincar, por fin se apoyó contra la pared de espaldas y metió una mano en sus calzoncillos, sobando desesperadamente su magullado escroto.

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—No me vuelvas a agarrar asĆ­, HĆ©ctor—Le reclamó Carlota, cerrando los dedos que acababan de apretar y lastimar la hombrĆ­a de su marido, ella no se dejaba imponer de su hombre, y si tenĆ­a que lastimarlo lo harĆ­a sin duda.

 

—Condenada…mis bolas!—El marido se sobaba sin pausa, estaba pĆ”lido y una gota de sudor bajaba por su frente.

 

—Pues te lo tienes bien merecido—Carlota no le habĆ­a apretado con todas sus fuerzas, y le soltó apenas le causó daƱo, la mujer bien sabĆ­a que sólo necesitaba provocarle algo de dolor para imponerse…

 

…Pero estaba convencida de que si HĆ©ctor seguĆ­a molestĆ”ndola estaba lista a exprimirle las bolas hasta que se pusiera a llorar como un niƱo pequeƱo.

 

Esa noche la mujer decidió dormir en otra habitación, no quería saber nada del tema ni escuchar los quejidos por el dolor de huevos de Héctor.

 

El marido se enojó por tal agresión genital, pero para el amanecer el enojo desapareció…

 

…Hasta la tercera noche el marido buscó a su chismosa esposa para el sexo y ella queriendo dejar el asunto superado le aceptó en la cama, pero demostrĆ”ndole aprecio y amor en su mĆ­nima expresión.

 

 

Terminado el recuerdo de lo ocurrido, Carlota continuó mirando a su esposo, se hallaba bien concentrado en un partido en la TV.

 

La mujer se sentĆ­a muy mal por lo ocurrido aquel dĆ­a, hasta ahora lo pensaba mejor, Ć©l tenĆ­a razón en reclamarle por el costoso bolso, simplemente siempre le fue difĆ­cil ahorrar dinero o mesurarse en las compras…

 

…HĆ©ctor era un buen esposo y jamĆ”s la habĆ­a traicionado con mujer u hombre, y ella era muy hostil con Ć©l, sobre todo cuando le reclamaba por meterse en la vida de los demĆ”s…AdemĆ”s desde al ataque de sus ā€œenemigasā€, Ć©l se mostró muy preocupado por ella y de su parte sólo recibĆ­a malas caras y groserĆ­as.

 

Carlota se le acercó cariñosamente y de inmediato le comenzó a besar, Héctor estaba sorprendido por la inesperada muestra de cariño, la mujer le quitó el control remoto y apagó la televisión.

 

—HĆ©ctor, lamento mi comportamiento estos Ćŗltimos dĆ­as—La mujer le besaba, mientras le acariciaba el miembro viril dentro del pantalón.

 

—No peleemos mĆ”s, Carlota—ExponĆ­a el marido mientras besaba sin pausa los pechos de su esposa.

 

—Estoy de acuerdo… y perdona por lastimarte las bolas aquella noche, dĆ©jame verlos, querido…—La esposa se arrodillo ante el hombre de pie y tras Ć©ste bajarse los pantalones e interior, ella se dedicó a regalarle unos besos en los colgantes testĆ­culos.

 

MUAK, MUAK, El hombre no dejaba de agradecerle, tener a la esposa allÔ abajo entre sus piernas lo volvió loco, Carlota nunca se había mostrado tan cariñosa y pervertida en sus caricias.

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Héctor no aguantó mÔs y la llevó al cuarto para hacerle el amor.

 

El marido ubicó a la desnuda esposa en la cama, se colocó de rodillas entre las piernas femeninas…

 

…El pene del hombre iba a ingresar en el ya empapado coƱo de Carlota, pero la mujer contrajo la vagina y el pene de HĆ©ctor no pudo entrar mĆ”s.

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La mujer se reĆ­a ante su acto de resistencia.

 

—No seas mala Carlota!—Se quejó el marido, provocando mĆ”s risas en la mujer.

 

—Ya me conoces, mi amor, me vas a tener que pedir las cosas de forma amable y tal vez te pida algo a cambio.

 

El chantaje erótico de la divertida mujer no tuvo efecto en el esposo, quien recurrió a mañas.

 

—Yo tambiĆ©n se jugar sucio, Carlota.

 

HĆ©ctor apretó los pezones de Carlota sorprendiendo a la mujer, quien relajó el coƱo y no pudo evitar que el falo del esposo entrara de golpe hasta el fondo de su vagina…

…La repentina intrusión causó que Carlota gimiera de placer y su coƱo soltase abundantes jugos.

 

—Tramposo!—Reclamó la encantada mujer y no tardó en llegar al orgasmo, con las repetidas y fuerte embestidas de HĆ©ctor.

 

Carlota empapó las sÔbanas bajo ella, mientras el esposo le restregaba sin pausa las paredes vaginales.

 

La mujer gemƭa y jadeaba, HƩctor sudaba montones ante el delicioso esfuerzo.

La pareja se besaba y permaneció así, mientras el glande de Héctor liberaba un poderoso chorro de esperma, golpeando el fondo vaginal de la hembra, el macho se quedó adentro hasta que su pene dejó de disparar.

 

Al relajÔrsele el pene, Héctor por fin lo retiró, viniendo detrÔs de él, todo el represado semen; La cavidad vaginal de la esposa por fin quedó vacía de pene y de jugos viriles.

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Después de todo ese placer con su amada Carlota, el hombre por fin se le quitó de encima, listo a descansar. La mujer se ubicó a su lado y le besó el pecho.

 

Calmados los ímpetus del amor, Héctor recordó y se alegró por el cambio de actitud en su esposa, le hizo prometer que nunca le lastimaría de nuevo las bolas.

 

—En adelante sólo te las consentirĆ©, mi amor—Carlota le acarició las pelotas con una suavidad tal que pronto el pene del esposo volvió a erguirse…La montarĆ­a de nuevo, aĆŗn tenĆ­a leche para descargar.

El segundo polvo fue mÔs rÔpido por el cansancio previo; con la inminencia de correrse, la mujer le tomó el pene y comenzó a chupÔrselo, toda la leche del marido terminó deglutida por la esposa.

 

—Oh dios, Carlota!—HĆ©ctor estaba extasiado, su esposa nunca le habĆ­a tratado tan bien el pene. La mujer le lamĆ­a el glande, presta a tragar cualquier gota de semen que aun quedase por expulsar aquel falo…El pene de HĆ©ctor quedó mĆ”s limpio que reciĆ©n duchado.

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En adelante la relación entre Carlota y Héctor tanto en la cama como fuera de ella, se hizo mÔs fuerte que nunca.

 

 

Pero volviendo a su problema, para la mujer las próximas semanas serían de un extremo tratamiento capilar, que le devolvió su cabello a la normalidad.

 

Pero en su mente estaba el temor constante de que el incidente sufrido fuera pĆŗblico…Y lo peor, que fuera contado por sus ahora enemigas como un grandioso chisme…Ahora era ella quien podrĆ­a ser la vĆ­ctima de un chisme, y no le pareció gracioso para nada…En adelante pensarĆ­a mejor su conducta de chismosa.

 

 

FIN.

 

 

***

 

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