LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS. - Las Bolas de Pablo

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11 oct 2022

LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS.

 

LAS CHISMOSAS Y SUS MARIDOS.

 

 

 

CONTIENE BALLBUSTING F/M Y SEXO HETEROSEXUAL.

 

 

Secuela de LA REINA DEL CHISME, Parte 3 de 3

 

 

En la parte 3 de LA REINA DEL CHISME, Carlota logrĆ³ el tĆ­tulo de reina denunciando ante el pĆŗblico que su chisme era el mejor, en Ć©ste demostrĆ³ que Ramiro—El sindicalista gay— fue amante de los esposos de sus rivales en el concurso, Reinalda, y Esther…

…Estas la atacaron en venganza, pero tambiĆ©n tuvieron una confrontaciĆ³n con sus respectivos maridos, la cual se verĆ” en este relato.


 

 

Tras la tremenda humillaciĆ³n que Carlota acababa de sufrir a manos de las mujeres, Ć©stas se dieron la mano como seƱal de alianza y se despidieron, cada una irĆ­a a su respectiva casa en busca de venganza contra sus traidores esposos.


A las 4 am Esther llegaba a su casa. La mujer venƭa con sed de sangre y es que el saber que su esposo habƭa tenido relaciones con Ramiro, la volvƭa loca de ira, al menos su marido fue el activo penetrando al gay, eso convertƭa a su esposo en gay tambiƩn o al menos bisexual.


Esther entrĆ³ y se topĆ³ con su marido Gregorio, un varĆ³n de piel negra y 45 aƱos, tenĆ­a un buen estado fĆ­sico, pues le encantaba el deporte.


El esposo estaba alistƔndose para salir a trotar, al hombre le gustaba trotar en la oscuridad, para despuƩs tomar un reconfortante baƱo y alistarse ya tipo 6 Am para salir a su trabajo.

 

El varĆ³n no se preocupĆ³ por la salida anoche de su mujer, cuando ella decĆ­a que volverĆ­a a casa tarde, podrĆ­a aparecerse al amanecer, cĆ³mo sucedĆ­a Ć©ste dĆ­a…

 

…El hombre nunca le reclamĆ³ por sus salidas, bien sabĆ­a que era para reunirse con sus amigas chismosas.

 

 

Tras saludar a Esther, Gregorio se dispuso a salir, pero la mujer de inmediato le tomĆ³ de los testĆ­culos, el varĆ³n no vio venir la agresiĆ³n.


—OOOuuggg!! —ExpresĆ³ el negro varĆ³n ante la rĆ”pida compresiĆ³n de sus bolas.

 

El hombre no entendƭa que pasaba, porque su esposa lo lastimaba en su Ɣrea viril.

 

—Ya me enterĆ© que se la metiste por detrĆ”s a Ramiro, maldito puto!...TRAIDOR!

 

Desesperado el macho quiso retirarle las manos a la mujer, pero Ć©sta hundiĆ³ sus dedos en las esferas viriles, sacĆ”ndole un alarido al esposo.

 

—AAAAAHH!!! —Unas rĆ”pidas nauseas le llegaron y temiĆ³ el vomitar, Esther parecĆ­a decidida a no detener su apretĆ³n.

 

—DĆ©jame, no volverĆ” a pasar mi amor. —Una promesa vacĆ­a pues lo Ćŗnico que querĆ­a era que le liberasen las gĆ³nadas.

 

—Te las voy a arrancar, Gregorio! —La esposa tenĆ­a los ojos rojos de furia.

 

Desesperado por la amenaza de la mujer, el marido se defendiĆ³, una bofetada impactĆ³ el rostro de Esther, quien le soltĆ³ y retrocediĆ³…

 

…Inmediatamente el macho se derrumbĆ³ sobre sus rodillas.

 

—Ahora verĆ”s, Gregorio! —dijo Esther, tomĆ”ndose la mejilla y viĆ©ndole con mĆ”s ira.

 

La esposa toma rumbo a la cocina, de dĆ³nde regresa con un rodillo en la mano.

 

Esther descargĆ³ el rodillo con fuerza sobre el arrodillado.

 

—AAAHHH!!! —Se queja Gregorio cuando siente el contundente golpe en su espalda.

 

—A ver quiĆ©n puede mĆ”s, tus mĆŗsculos o Ć©ste garrote!...Te crees que por ser hombre ya me voy a asustar, me las vas a pagar todas!

 

Otro quejido sale de la boca de Gregorio cuando su esposa comienza una lluvia de garrotazos contra su atlƩtico y negro cuerpo. Le harƔ pagar caro por abofetearla, asƭ fuera en defensa propia.

 

Desesperado por escapar de los “bolillazos”, Gregorio comienza a caminar en 4 patas, casi como un bebĆ© gateando el hombre busca de alejarse de su enfurecida mujer.

 

Pero Esther suspende los garrotazos, pues ve una mejor opciĆ³n de rematar a su esposo, cĆ³mo se mueve en 4 patas, se le ubica por detrĆ”s y le entierra un puntapiĆ© justo debajo de las nalgas del negro…AllĆ­ estĆ”n sin protecciĆ³n sus huevas.

 

—AAAAUUuuuu!!!!! —Exclama el varĆ³n, cuando sus bolas se deformaron con ese golpe de zapato.

 

Es ahora cuando el macho queda en posiciĆ³n fetal, cubriĆ©ndose las gĆ³nadas.

 

—Eso te mereces por puto!

 

Gregorio casi lloraba del dolor, Esther se le quedĆ³ viendo y sentenciĆ³:

 

—Te voy a perdonar Ć©sta vez, Gregorio, y sĆ³lo porque tienes la verga larga, y la necesito para gozar bastante, pero vuelve a traicionarme con otro tipo y te dejo sin polla, y me la quedo como juguete personal, ME OISTE!—

 

Para fortuna del marido, entre sus piernas colgaba una oscura y larga vara de carne viril…Mientras hiciera a Esther ver el cielo en la cama, ella no se divorciarĆ­a de Ć©l tan fĆ”cilmente.



 

Por otra parte y a una hora similar, Reinalda llegaba a su casa…


Reinalda se encontrĆ³ con su esposo Victorino en la entrada, el marido tambiĆ©n estaba llegando.

 

El hombre de 46 aƱos, de ancestros italianos y piel blanca, era abogado de profesiĆ³n pero se dedicaba a administrar varias estaciones de gasolina, de las que era dueƱo en gran parte. Era comĆŗn que tuviera reuniones con socios y otros colegas del sector; La noche previa le habĆ­a dicho a Reinalda que por un cuantioso negocio que estaba por cerrar, llegarĆ­a tarde o incluso podĆ­a aparecer al amanecer, cĆ³mo sucediĆ³.


Pero Reinalda no estaba de humor, y con las evidencias de su intimidad con el sindicalista, de inmediato sospechĆ³ que la salida de su esposo era para algĆŗn otro encuentro sexual homosexual…

 

…Poca diferencia hacĆ­a que Victorino fuese el penetrante en el acto sexual con Ramiro, traiciĆ³n era traiciĆ³n y la morena dama no lo perdonarĆ­a…HabĆ­a sido humillada ante sus amigas y Victorino lo pagarĆ­a muy caro!

 

—Hola mi vida—SaludĆ³ la mujer con una sonrisa, mientras bloqueaba la entrada al marido a la casa.

 

—Hola Reinaldita —CorrespondiĆ³ al saludo el esposo y se aprestaba a besarla, pero la mujer cambiĆ³ el semblante, le empujĆ³ alejĆ”ndolo y sin mediar mĆ”s palabra le hundiĆ³ una fuerte patada en los testĆ­culos.


—AAAAAHHH!!!—SaliĆ³ de la boca el hombre, tomado sin guardia, las manos de Victorino cubrieron sus bolas, mientras se inclinada y tosĆ­a del dolor.

 

—Ya supe lo que hiciste condenado, traicionarme con otro macho, ESO NO TE LO PERDONO!

 

La mujer con peso en la mano, descargĆ³ un puƱo al rostro del esposo, quien se tambaleĆ³, otro impacto con la mano cerrada le rompiĆ³ el labio al varĆ³n y con las piernas blandas, sus rodillas se doblaron.

 

Cuando Victorino cayĆ³ al suelo de rodillas, usĆ³ las manos para equilibrarse y no irse de cara al pavimento de la entrada, pero ese acto le dejĆ³ expuesto…

 

...Reinalda no le dio oportunidad para cubrirse. Con una mano levantĆ³ la cabeza al varĆ³n y de inmediato le dio un golpe con la punta del zapato en la ingle, el impacto le aplastĆ³ la hueva izquierda, haciendo que el macho soltase otro alarido.

 

—AAAaaiii!!!!— gritĆ³ de dolor Victorino y arrugĆ³ con brusquedad su rostro.


Reinalda continuo agrediĆ©ndole, le apretĆ³ la nariz, retorciĆ©ndole esa parte anatĆ³mica de genĆ©tica italiana, se la retorciĆ³ provocĆ”ndole mĆ”s dolor y dificultĆ”ndole el respirar.

 

—AAGGHh!!!!—SĆ³lo podĆ­a quejarse el marido.

 

El marido estaba sin defensa alguna, solamente se protegĆ­a las bolas para no ser impactado de nuevo.

 

Cuando le soltĆ³ la nariz, la mujer procediĆ³ a abofetearle en un par de ocasiones, finalmente Victorino quedĆ³ tendido en el suelo.

 

—Y la prĆ³xima vez que te pille con otro hombre, te quiebro los huevos Victorino!

 

La amenaza terminĆ³ la agresiĆ³n y Reinalda entrĆ³ a la casa, dejando al esposo en el suelo de la entrada.

 

Un par de minutos despuĆ©s aparecĆ­a la empleada de servicio, —En bata de noche pues aĆŗn era temprano para iniciar las labores domĆ©sticas—Con Ć³rdenes de la patrona para auxiliar al seƱor.

 

Poco le importĆ³ a Victorino el ser visto por la empleada, tirado y vencido en el suelo y todo gracias a su esposa, hasta agradeciĆ³ el auxilio que la mujer le dio.

 

Reinalda no podĆ­a divorciarse de Victorino por aquel incidente, ella era una desocupada quien sedujo al empresario para desposarla, y de quien recibĆ­a todos los lujos que querĆ­a, seguirĆ­a casada con Ć©l, pero una buena advertencia cĆ³mo la de hoy, le recordarĆ­a al marido quien mandaba en casa, y que de ninguna manera le aceptarĆ­a otro desliz homosexual…Ella querĆ­a un macho en casa y un macho exclusivo para ella.

 

Victorino debiĆ³ consolarse las bolas sĆ³lo, aunque la empleada se ofreciĆ³ a sobĆ”rselas, el macho no aceptĆ³, pues de ninguna forma querĆ­a volver a enfurecer a su querida Reinalda.

 

***

 

 

Por su parte, quedĆ³ pendiente el que conozcan un incidente entre Carlota y su marido HĆ©ctor, el cual generĆ³ un permanente disgusto por parte de la mujer hacia su esposo…y que se plasmĆ³ en parte en el capĆ­tulo 1 de LA REINA DELCHISME.

 

 

Carlota llegĆ³ aquel dĆ­a tras el ataque, hecha un mar de llanto, la humillaciĆ³n sufrida no tenĆ­a precedentes en su vida


HĆ©ctor la consolĆ³ lo mejor que pudo, y cuando preguntĆ³ que le habĆ­a pasado, la mujer mintiĆ³ adjudicando todo a un robo.


Pero cuando HƩctor se dispuso a llamar a la policƭa, la esposa no tuvo de otra mƔs que negar todo.

 

—No fue un robo, tuve un problema con alguien.

 

—Con tus amigas?—SospechĆ³ de inmediato el esposo.

 

—DEJA DE JODERME!—El enojo de la mujer le confirmĆ³ su sospecha.

 

Lo primordial ahora era atender la crisis capilar de su esposa, por la maƱana acudiĆ³ a casa una peluquera de confianza, quien viendo el desastre pudo hacer poco.

 

Debido al pegante industrial que adherĆ­a la peluca de payaso, la peluquera debiĆ³ cortar mucho cabello, dejando a Carlota mĆ”s que trasquilada…

 

…La mujer dio un grito de horror al verse en el espejo


Pero lo que se podƭa hacer era usar una peluca de cabello sintƩtico por un mes, ese serƭa el tiempo mƭnimo para que su cabello natural se recuperase y cubriese los faltantes.

 

Carlota usarĆ­a la peluca hasta para dormir.

 

Durante los dĆ­as siguientes la mujer se mostrĆ³ irascible por su condiciĆ³n, y todo intento de HĆ©ctor por animarla resultaba en una expresiĆ³n de rechazo y enojo por parte de la esposa.

 

Pero llegĆ³ un dĆ­a que Carlota observaba a su marido ver la televisiĆ³n, HĆ©ctor habĆ­a intentado de todas las formas posibles el animarla ante lo que le habĆ­a pasado, y ella sĆ³lo le respondĆ­a con frases de enojo, RecordĆ³ la discusiĆ³n previa a la reuniĆ³n para ser LA REINA DEL CHISME.

 

 

FRAGMENTO DE LA PARTE 1

 

—SaldrĆ”s a esta hora?, son mĆ”s de las 10 de la noche!—Expuso el marido, intrigado por los planes de su mujer.

 

—Me voy a reunir con algunas amigas.

 

—DespuĆ©s de las 10 de la noche?

 

—Yo salgo a la hora que quiera—Carlota mostrĆ³ una leve molestia.

 

 

—Vas a buscar algĆŗn chisme, verdad?

 

—Claro que no!—NegĆ³ la esposa, pero el marido identificaba las mentiras en su predecible mujer.

 

—Deja ya eso Carlota, la gente comienza a hablar de ti.

 

—Deja de molestar HĆ©ctor!—Carlota se mostrĆ³ enojada —…Como se atreven a calumniarme, son unos habladores esos malditos, ellos son los chismosos!—La mujer detestaba que la identificaran como chismosa y siempre negaba lo que todo el mundo sabĆ­a que era cierto.

 

—Mejor no salgas, Carlota—HĆ©ctor se le acercĆ³ y le tocĆ³ el hombro, la enojada mujer le quitĆ³ la mano de encima con brusquedad.

 

—Deja de molestar, o quieres que te lastime como la otra vez!

 

HĆ©ctor retrocediĆ³ dos pasos, prevenido, ubicĆ³ una mano en su Ć”rea genital.

 

—CĆ”lmate Carlota, acordaste no volver a hacerme eso.

 

—Entonces deja de joderme la vida, voy a salir y se acabĆ³!—El rostro de la mujer tenĆ­a un tono rojizo dado el enojo.

 

 

La amenaza de Carlota le puso alerta y mantenĆ­a su mano cerca de sus testĆ­culos, no querĆ­a padecer lo mismo que aquella vez.

 

 

A continuaciĆ³n, Carlota rememorĆ³ el incidente que originĆ³ la discrepancia con HĆ©ctor:

 

 

UNAS SEMANAS ATRƁS…

 

Una noche HĆ©ctor regaƱaba a su esposa de forma enĆ©rgica, la mujer habĆ­a tomado dinero de los ahorros para comprarse un costoso bolso de marca; La discusiĆ³n en la habitaciĆ³n matrimonial y en ropa interior, subiĆ³ en tono y pasĆ³ a lo fĆ­sico.

 

El marido cansado de que la mujer frente a Ć©l, simplemente ignorase sus reclamos, la tomĆ³ con fuerza de los brazos, aplicĆ³ fuerza, lastimando un poco a la mujer…QuerĆ­a que lo tomara en serio.

 

Pero esta no se amilanĆ³ ante la actitud amenazadora de su esposo y como Ć©ste se negaba a liberarla, la mujer le agarrĆ³ de un Ć”rea de la que sabĆ­a tenĆ­a todas las de ganar frente a su marido.

 

—Diablos! —Se sorprendiĆ³ HĆ©ctor al verse agarrado de los testĆ­culos.


—A mĆ­ no me vengas con amenazas, HĆ©ctor!—Carlota se mostrĆ³ decidida a atacar la hombrĆ­a de su esposo, cerrĆ³ firmemente la mano atrapando los huevos de su esposo sobre el calzoncillo.

 

—AAaahh!!!—ExclamĆ³ el marido al sentir comprimidas sus bolas. Y es que Carlota sintiĆ³ fuertes deseos de apretar apenas tuvo en su mano aquellas pelotas…

 

…La mano de la mujer se adentrĆ³ mĆ”s en la ingle del marido, queriendo abarcar lo mĆ”s posible y con suficiencia el escroto del hombre, ¡la fuerza compresora se incrementĆ³ rĆ”pida y consistentemente!


—AAyyy, dĆ©jame Carlotaaaaa—SuplicĆ³ el esposo y la mano de la mujer se abriĆ³ permitiĆ©ndole alejarse de su agresora.

 

…El apretĆ³n fue suficiente para que el varĆ³n comenzase a saltar por toda la habitaciĆ³n, con las manos en las bolas.

 

—Ayayayay!—HĆ©ctor no dejaba de brincar, por fin se apoyĆ³ contra la pared de espaldas y metiĆ³ una mano en sus calzoncillos, sobando desesperadamente su magullado escroto.


—No me vuelvas a agarrar asĆ­, HĆ©ctor—Le reclamĆ³ Carlota, cerrando los dedos que acababan de apretar y lastimar la hombrĆ­a de su marido, ella no se dejaba imponer de su hombre, y si tenĆ­a que lastimarlo lo harĆ­a sin duda.

 

—Condenada…mis bolas!—El marido se sobaba sin pausa, estaba pĆ”lido y una gota de sudor bajaba por su frente.

 

—Pues te lo tienes bien merecido—Carlota no le habĆ­a apretado con todas sus fuerzas, y le soltĆ³ apenas le causĆ³ daƱo, la mujer bien sabĆ­a que sĆ³lo necesitaba provocarle algo de dolor para imponerse…

 

…Pero estaba convencida de que si HĆ©ctor seguĆ­a molestĆ”ndola estaba lista a exprimirle las bolas hasta que se pusiera a llorar como un niƱo pequeƱo.

 

Esa noche la mujer decidiĆ³ dormir en otra habitaciĆ³n, no querĆ­a saber nada del tema ni escuchar los quejidos por el dolor de huevos de HĆ©ctor.

 

El marido se enojĆ³ por tal agresiĆ³n genital, pero para el amanecer el enojo desapareciĆ³…

 

…Hasta la tercera noche el marido buscĆ³ a su chismosa esposa para el sexo y ella queriendo dejar el asunto superado le aceptĆ³ en la cama, pero demostrĆ”ndole aprecio y amor en su mĆ­nima expresiĆ³n.

 

 

Terminado el recuerdo de lo ocurrido, Carlota continuĆ³ mirando a su esposo, se hallaba bien concentrado en un partido en la TV.

 

La mujer se sentĆ­a muy mal por lo ocurrido aquel dĆ­a, hasta ahora lo pensaba mejor, Ć©l tenĆ­a razĆ³n en reclamarle por el costoso bolso, simplemente siempre le fue difĆ­cil ahorrar dinero o mesurarse en las compras…

 

…HĆ©ctor era un buen esposo y jamĆ”s la habĆ­a traicionado con mujer u hombre, y ella era muy hostil con Ć©l, sobre todo cuando le reclamaba por meterse en la vida de los demĆ”s…AdemĆ”s desde al ataque de sus “enemigas”, Ć©l se mostrĆ³ muy preocupado por ella y de su parte sĆ³lo recibĆ­a malas caras y groserĆ­as.

 

Carlota se le acercĆ³ cariƱosamente y de inmediato le comenzĆ³ a besar, HĆ©ctor estaba sorprendido por la inesperada muestra de cariƱo, la mujer le quitĆ³ el control remoto y apagĆ³ la televisiĆ³n.

 

—HĆ©ctor, lamento mi comportamiento estos Ćŗltimos dĆ­as—La mujer le besaba, mientras le acariciaba el miembro viril dentro del pantalĆ³n.

 

—No peleemos mĆ”s, Carlota—ExponĆ­a el marido mientras besaba sin pausa los pechos de su esposa.

 

—Estoy de acuerdo… y perdona por lastimarte las bolas aquella noche, dĆ©jame verlos, querido…—La esposa se arrodillo ante el hombre de pie y tras Ć©ste bajarse los pantalones e interior, ella se dedicĆ³ a regalarle unos besos en los colgantes testĆ­culos.

 

MUAK, MUAK, El hombre no dejaba de agradecerle, tener a la esposa allĆ” abajo entre sus piernas lo volviĆ³ loco, Carlota nunca se habĆ­a mostrado tan cariƱosa y pervertida en sus caricias.


HĆ©ctor no aguantĆ³ mĆ”s y la llevĆ³ al cuarto para hacerle el amor.

 

El marido ubicĆ³ a la desnuda esposa en la cama, se colocĆ³ de rodillas entre las piernas femeninas…

 

…El pene del hombre iba a ingresar en el ya empapado coƱo de Carlota, pero la mujer contrajo la vagina y el pene de HĆ©ctor no pudo entrar mĆ”s.


La mujer se reĆ­a ante su acto de resistencia.

 

—No seas mala Carlota!—Se quejĆ³ el marido, provocando mĆ”s risas en la mujer.

 

—Ya me conoces, mi amor, me vas a tener que pedir las cosas de forma amable y tal vez te pida algo a cambio.

 

El chantaje erĆ³tico de la divertida mujer no tuvo efecto en el esposo, quien recurriĆ³ a maƱas.

 

—Yo tambiĆ©n se jugar sucio, Carlota.

 

HĆ©ctor apretĆ³ los pezones de Carlota sorprendiendo a la mujer, quien relajĆ³ el coƱo y no pudo evitar que el falo del esposo entrara de golpe hasta el fondo de su vagina…

…La repentina intrusiĆ³n causĆ³ que Carlota gimiera de placer y su coƱo soltase abundantes jugos.

 

—Tramposo!—ReclamĆ³ la encantada mujer y no tardĆ³ en llegar al orgasmo, con las repetidas y fuerte embestidas de HĆ©ctor.

 

Carlota empapĆ³ las sĆ”banas bajo ella, mientras el esposo le restregaba sin pausa las paredes vaginales.

 

La mujer gemĆ­a y jadeaba, HĆ©ctor sudaba montones ante el delicioso esfuerzo.

La pareja se besaba y permaneciĆ³ asĆ­, mientras el glande de HĆ©ctor liberaba un poderoso chorro de esperma, golpeando el fondo vaginal de la hembra, el macho se quedĆ³ adentro hasta que su pene dejĆ³ de disparar.

 

Al relajĆ”rsele el pene, HĆ©ctor por fin lo retirĆ³, viniendo detrĆ”s de Ć©l, todo el represado semen; La cavidad vaginal de la esposa por fin quedĆ³ vacĆ­a de pene y de jugos viriles.


DespuĆ©s de todo ese placer con su amada Carlota, el hombre por fin se le quitĆ³ de encima, listo a descansar. La mujer se ubicĆ³ a su lado y le besĆ³ el pecho.

 

Calmados los Ć­mpetus del amor, HĆ©ctor recordĆ³ y se alegrĆ³ por el cambio de actitud en su esposa, le hizo prometer que nunca le lastimarĆ­a de nuevo las bolas.

 

—En adelante sĆ³lo te las consentirĆ©, mi amor—Carlota le acariciĆ³ las pelotas con una suavidad tal que pronto el pene del esposo volviĆ³ a erguirse…La montarĆ­a de nuevo, aĆŗn tenĆ­a leche para descargar.

El segundo polvo fue mĆ”s rĆ”pido por el cansancio previo; con la inminencia de correrse, la mujer le tomĆ³ el pene y comenzĆ³ a chupĆ”rselo, toda la leche del marido terminĆ³ deglutida por la esposa.

 

—Oh dios, Carlota!—HĆ©ctor estaba extasiado, su esposa nunca le habĆ­a tratado tan bien el pene. La mujer le lamĆ­a el glande, presta a tragar cualquier gota de semen que aun quedase por expulsar aquel falo…El pene de HĆ©ctor quedĆ³ mĆ”s limpio que reciĆ©n duchado.


En adelante la relaciĆ³n entre Carlota y HĆ©ctor tanto en la cama como fuera de ella, se hizo mĆ”s fuerte que nunca.

 

 

Pero volviendo a su problema, para la mujer las prĆ³ximas semanas serĆ­an de un extremo tratamiento capilar, que le devolviĆ³ su cabello a la normalidad.

 

Pero en su mente estaba el temor constante de que el incidente sufrido fuera pĆŗblico…Y lo peor, que fuera contado por sus ahora enemigas como un grandioso chisme…Ahora era ella quien podrĆ­a ser la vĆ­ctima de un chisme, y no le pareciĆ³ gracioso para nada…En adelante pensarĆ­a mejor su conducta de chismosa.

 

 

FIN.

 

 

***

 

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