LA REINA DEL CHISME, Parte 1 - Las Bolas de Pablo

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14 jun 2022

LA REINA DEL CHISME, Parte 1

 

LA REINA DEL CHISME, Parte 1 de 3.

(Relato Corto).

 

 

CONTIENE BALLBUSTING F/M.

 

Relacionado con el relato DISPUTA ENTRECAMIONEROS

 

 

Chisme.

1. m.coloq. Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna.

 

Chismear. 

1. intr. coloq. Hablar con indiscreciĆ³n o malicia de alguien o de sus asuntos.

2. tr. coloq. Contar algo con indiscreciĆ³n o malicia.

 

En el relato DISPUTA ENTRE CAMIONEROS, se plasmĆ³ el caso del dirigente sindical Ramiro Vidal, quien tiene problemas para satisfacer a su ardiente esposa SofĆ­a. Su supuesto amigo camionero Michael RodrĆ­guez, termina acostĆ”ndose con SofĆ­a. Ramiro es informado de la infidelidad por una mujer llamada Carlota. A continuaciĆ³n conocerĆ”n una historia dĆ³nde Ć©sta dama tiene mĆ”s protagonismo.



Carlota, una mujer de 39 aƱos, era la esposa del sindicalista camionero, HĆ©ctor, la mujer tenĆ­a la mala fama de chismosa, aunque siempre trataba de disimular su apetito por los chismes, pues esa mala fama le causarĆ­a la desconfianza de la gente y se verĆ­a afectada su “CaptaciĆ³n” de nuevos chismes

 

Su cuarentĆ³n marido siempre la regaƱaba por lo chismosa que era, pero a  Carlota poco le importaba.


Aquella noche Carlota se alistaba para salir.

 

—SaldrĆ”s a esta hora?, son mĆ”s de las 10 de la noche!—Expuso el marido, intrigado por los planes de su mujer.

 

—Me voy a reunir con algunas amigas.

 

—DespuĆ©s de las 10 de la noche?

 

—Yo salgo a la hora que quiera—Carlota mostrĆ³ una leve molestia.

 

HĆ©ctor no limitaba sus salidas, sĆ³lo estaba preocupado, pero en el fondo sospechaba otra cosa.

 

—Tal vez me voy a ver con algĆŗn amante…—ExpresĆ³ con mordacidad la mujer.

 

El marido sabĆ­a que eso no era cierto, y se le saliĆ³ la sospecha:

 

—Vas a buscar algĆŗn chisme, verdad?

 

—Claro que no!—NegĆ³ la esposa, pero el marido identificaba las mentiras en su predecible mujer.

 

—Deja ya eso Carlota, la gente comienza a hablar de ti.

 

—Deja de molestar HĆ©ctor!—Carlota se mostrĆ³ enojada —…Como se atreven a calumniarme, son unos habladores esos malditos, ellos son los chismosos!—La mujer detestaba que la identificaran como chismosa y siempre negaba lo que todo el mundo sabĆ­a que era cierto.

 

—Mejor no salgas, Carlota—HĆ©ctor se le acercĆ³ y le tocĆ³ el hombro, la enojada mujer le quitĆ³ la mano de encima con brusquedad.

 

—Deja de molestar, o quieres que te lastime como la otra vez!

 

HĆ©ctor retrocediĆ³ dos pasos, prevenido, ubicĆ³ una mano en su Ć”rea genital.

 

—CĆ”lmate Carlota, acordaste no volver a hacerme eso.

 

—Entonces deja de joderme la vida, voy a salir y se acabĆ³!—El rostro de la mujer tenĆ­a un tono rojizo dado el enojo.

 

—Como quieras, vete a tu Aquelarre (ReuniĆ³n de brujas)—ExpresĆ³ despectivamente HĆ©ctor.

 

—Que dijiste?—Carlota no alcanzĆ³ a escuchar bien, por fortuna para HĆ©ctor.

 

—No, nada, ve a tu reuniĆ³n.

 

Para HƩctor lo mejor ahora era que se calmara su esposa, no le reclamarƭa mƔs a su mujer por los chismes, la amenaza de Carlota le puso alerta y mantenƭa su mano cerca de sus testƭculos, no querƭa padecer lo mismo que aquella vez *

 

Cuando su esposa saliĆ³, el sĆ³lo pensĆ³: AllĆ” ella y su reputaciĆ³n de lengua larga.

 

Carlota asistirĆ­a esa noche a la casa de una amiga, dĆ³nde se desarrollaba una reuniĆ³n secreta, unas 20 mujeres en total ocupaban el sitio, todas conocidas del ambiente camionero y otros gremios relacionados, siendo en su mayor parte esposas que se conocĆ­an de las frecuentes reuniones sindicales o gremiales.

 

¿Pero quĆ© hacĆ­an allĆ­?

 

Todas estaban reunidas para compartir aquello que buscaban conocer…CHISMES!... Algo no exclusivo del gĆ©nero femenino, pero que aquel grupo de mujeres llevaba al extremo.

 

A pesar del recelo de Carlota a ser identificada como una chismosa—Lo que era un secreto a voces—La tentaciĆ³n a ser reconocida como la mejor, asĆ­ fuera como chismosa, la atrajo a participar en aquella reuniĆ³n clandestina…Y precisamente ese era el motivo de reunirse…

 

…Se decidiĆ³ que se escogerĆ­a por votaciĆ³n a LA REINA DEL CHISME.

Las “finalistas” ademĆ”s de Carlota, eran Reinalda y Esther. A continuaciĆ³n cada una plantearĆ­a su mejor chisme y se elegirĆ­a una como ganadora.

 

Reinalda serĆ­a la primera en hablar…Era una mujer de 40 aƱos y esposa del dueƱo de varias estaciones de gasolina, tenĆ­a mucho tiempo libre y su aficiĆ³n favorita era enterarse de la vida de los vecinos, amigos y todo ser vivo en el conjunto residencial dĆ³nde vivĆ­a.


IniciĆ³ su narraciĆ³n:

 

Estaba segura que mi vecino Adolfo DĆ­az PeƱa le era infiel a su mujer Felicia, cada vez que salĆ­a a regar el jardĆ­n le veĆ­a por las cortinas, detallĆ”ndole…Eran muy notorios sus cabellos rizados y abundante vellos faciales en barba y bigote.


Adolfo es un abogado de 40 aƱos, siempre ha habido rumores de que es un hombre promiscuo, pero disfraza sus aventuras muy bien, pero yo estaba decidida a exponerlo.

 

El analizar su comportamiento no me dejaba a duda alguna de su promiscuidad, podĆ­a constatarla de sĆ³lo verlo mirar los traseros de cada vecina que pasaba por su frente, me decidĆ­ a exponerlo y mis sospechas pronto dieron frutos.


Me di cuenta que Adolfo se veĆ­a con una joven universitaria de nombre AngĆ©lica, por cierto una monita bien bonita de ojos azules…Que hacĆ­a referencia a su nombre, pues parecĆ­a un ser angelical.



La chica era de la misma instituciĆ³n dĆ³nde mis hijos estudiaban, por eso me pareciĆ³ haberla visto antes…En algĆŗn momento alguno de mis hijos estuvo tras esa jovencita.

 

Indagando con mis hijos supe que Adolfo daba clases de derecho de forma ocasional en esa universidad, asĆ­ fue como la conociĆ³, y se veĆ­an regularmente en un cafĆ©, siempre a la misma hora 3 veces por semana…

 

…Mis seguimientos me permitieron establecer una rutina de citas, y todos los sĆ”bados se dirigĆ­an a un motel a dos manzanas del cafĆ©…

 

—AhĆ­ se acostaban los condenados!—InterrumpiĆ³ una mujer que escuchaba el chisme.

 

—Eso es mĆ”s que obvio, genio!, deja de interrumpir!—RegaĆ±Ć³ otra del auditorio.

 

…DespuĆ©s de unos dĆ­as decidĆ­ ir mĆ”s allĆ”, pero si querĆ­a pruebas irrefutables de la intimidad de esos dos, debĆ­a entrar al motel y pillarles en el acto del sexo, eso serĆ­a sin duda la prueba mediĆ”tica de la infidelidad de Adolfo, Y recalco que mediĆ”tica, porque un buen chisme debe ser dado a todo un pĆŗblico y con detalles.

 

Tras seguirles al motel de siempre, le paguĆ© a un empleado de aseo para que me dijese en que habitaciĆ³n estaban aquellos dos, le mostrĆ© una foto que tomĆ© antes de que entraran, la persona me dio el dato exacto y yo misma decidĆ­ entrar.

 

Llevaba una paƱoleta, lentes amplios y oscuros para ocultar mi identidad, porque en esos sitios siempre debe haber cƔmaras, entrƩ con la excusa de usar el sanitario con urgencia, incluso le di dinero al susodicho empleado para que me llevase al baƱo.

 

Una vez adentro ubique la habitaciĆ³n en cuestiĆ³n, eran cuartos con ventanas a un amplio patio interno, asĆ­ que lleguĆ© y buscaba poder tomar algĆŗn video o foto por la ventana…

 

…Lastimosamente las cortinas estaban muy bien extendidas y no permitĆ­a ver nada…Pero otro asunto era el sonido, se alcanzaba a escuchar los gemidos de la universitaria, estaba recibiendo buena verga de Adolfo, asĆ­ que usĆ© mi telĆ©fono para graba el audio, una prueba tangible de sus actos prohibidos e infieles.

 

—Oiga que hace?!—EscuchĆ© la voz de un hombre que tenĆ­a un tono de reclamo, y supe que me habĆ­an descubierto, debĆ­a ser alguien de la administraciĆ³n del motel, a esos sabĆ­a que no podĆ­a sobornar, yo ni voltee a verle…

 

…ComencĆ© a correr hacĆ­a la salida, como eran muchos pasillos, me confundĆ­ y el sujeto pudo darme alcance, ya casi salĆ­a, sĆ³lo me restaba una reja que siempre estaba sin seguro, pues allĆ­ era la recepciĆ³n, despuĆ©s me di cuenta que era el mismo que atendĆ­a en la recepciĆ³n Ć©l que me habĆ­a sorprendido. Ya casi abrĆ­a la reja cuando me agarrĆ³ del brazo.

 

—De aquĆ­ no te vas!—Me dijo. Yo estaba asustada pero me girĆ© y le mandĆ© la otra mano a las huevas y se la apretĆ© como pude...


AlcancĆ© a pellizcarle una hueva, lo lastimĆ© y gritĆ³:—AAayyy!!!—

 

Enseguida me soltĆ³ y al salir alcancĆ© a verlo doblado y cogiĆ©ndose las bolas.


…Yo no parĆ© de correr, pero era seguro que Ć©l no podĆ­a ir tras de mĆ­, debiĆ³ quedarse sobando las bolas un rato.

 

—Lo lastimaste donde era, Reinalda…En las nuececillas—InterrumpiĆ³ la narraciĆ³n una mujer.

 

Hubo algunas risas y la historia continuĆ³.

 

El incidente del motel, no me amilanĆ³ en mi “deber” de exponer la infidelidad, asĆ­ que al dĆ­a siguiente y una vez Adolfo saliĆ³ a su trabajo, fui a su casa y hable con su esposa Felicia, le planteĆ© lo que habĆ­a observado, las fotos de los infieles, el asunto del motel e incluso la grabaciĆ³n de sus jadeos allĆ­, Felicia no dudĆ³ en creerme…La mejor parte fue verla encolerizar y alistarse para salir.

 

Como buena vecina la acompaƱƩ al trabajo de Adolfo, Felicia me instruyĆ³ a quedarme en el vehĆ­culo, pero estaba drogada si creĆ­a que me perderĆ­a del show…

…Felicia ingresĆ³ al edificio, a la oficina del marido, y nadie se lo pudo impedir.

 

Apenas Adolfo vio a su mujer fue a recibirla, pero Ć©sta le propinĆ³ una sonora bofetada que gracias a dios alcance a ver!

 

El sonido del golpe fue intenso y todos los presentes se movilizaron para ver que sucedĆ­a, ademĆ”s Felicia iniciĆ³ con una serie de insultos en voz alta, asĆ­ que el escĆ”ndalo fue monumental…

 

…Debo admitir que estaba satisfecha, pues Adolfo quedĆ³ expuesto y humillado ante sus compaƱeros de trabajo.

 

Lo Ćŗnico que lamentĆ© fue cuando Felicia en sus ataques indiscriminados le lanzĆ³ un rodillazo a Adolfo hacia sus genitales, el marido estaba prevenido ante todas las agresiones y tenĆ­a un muslo adelante por lo que el condenado salvĆ³ sus huevas…CĆ³mo me hubiera gustado verlo tirado en el piso del dolor, rodeado de su iracunda esposa y todos los testigos..

 

El infiel debiĆ³ irse, perseguido por su esposa, quien no dejaba de lanzarle insultos, sĆ³lo el subir a un taxi le salvĆ³…

 

…Por mi parte, no esperĆ© a Felicia, pues subĆ­ a otro taxi y seguĆ­ a Adolfo, tenĆ­a el presentimiento de saber a dĆ³nde irĆ­a, y le tenĆ­a una sorpresa!...

 

…CĆ³mo sospechaba, Adolfo fue al cafĆ© dĆ³nde siempre se citaba con la rubia universitaria, no tardĆ³ la joven en aparecer, yo desde un cercano escondite me dispuse a ver la escena.

 

Caminaron unos metros hasta una fuente y allĆ­ el infiel le hablaba, ella se mostraba cabizbaja, lo que Adolfo notĆ³, entonces se le acercĆ³ y la besĆ³ en la mejilla, el sinvergĆ¼enza no dudĆ³ en tocarle una nalguita a la rubia…cĆ³mo se notaba la diferencia de estatura de ambos. Sin duda para Adolfo ella serĆ­a su consuelo ante el divorcio que se venĆ­a con Felicia.


Todo era felicidad entre ellos, pero lo que no saben amigas—Expresaba Reinalda al pĆŗblico de mujeres—Es que a primera hora y antes de la reuniĆ³n con Felicia, yo ya habĆ­a informado a la universitaria de que Adolfo era casado…Por supuesto le escondĆ­ todo eso de haberlos seguido y los “Audios” del motel…AsĆ­ que esperaba ansiosa la reacciĆ³n de la rubiecita para con el mentiroso de Adolfo…

 

…Y llegĆ³ lo anhelado! La universitaria le propinĆ³ sin aviso un rodillazo en los huevos, Adolfo jamĆ”s se lo esperĆ³ de su rubiecita amante, asĆ­ que Ć©sta vez no podĆ­a defender sus pelotas. La vi levantando con fuerza la rodilla, que se hundĆ­a en la entrepierna de su pareja.


—AAAAHHH!!!!!!—SoltĆ³ un grito fuerte Adolfo, y de inmediato se aferrĆ³ al cuerpo de la joven para no caerse.

 

—Eso!, dale en las huevas al hijo de puta…—AlcancĆ© a decir en voz baja mientras veĆ­a a Adolfo quejarse—Que sufra donde mĆ”s le duele a ese macho.

 

—MALDITO CANALLA!, TRAIDOR!, EMBAUCADOR!—DecĆ­a a gritos la rubiecita, con el varĆ³n casi por caerle encima.

 

Adolfo estaba que se desplomaba, y vi cĆ³mo se apoyĆ³ en la joven para sostenerse, observĆ© su mano agarrĆ”ndole la nalguita a la universitaria…aun para sostenerse era un pervertido, jajajaja…


…Pero hacer eso fue un grave error para Adolfo, porque la rubiecita se enojĆ³ mĆ”s…Vi como ella le volviĆ³ a sacudir el saco de huevos con otro golpe de rodilla, le hundiĆ³ el muslo hasta el fondo…

 

—AAAAHHHHHHHH!!!!!!!—GritĆ³ mĆ”s fuerte aĆŗn el infiel y al fin se alejĆ³ de la rubiecita.

 

Me divirtiĆ³ verlo irse al suelo y agarrarse las bolas, le debĆ­an doler y bastante.

 

La monita por su lado, parecĆ­a llorar al tiempo que le seguĆ­a reclamando:

 

—EMBUSTERO!, TRUHAN!, COBARDE!

 

Ante los gritos de Adolfo y los reclamos de la chica, la gente se acercĆ³ a ver que sucedĆ­a, era muy obvio para todo el que viera la escena que se trataba de un asunto amoroso.

 

A la rubia no le agradĆ³ el que hubiera testigos y se marchĆ³.

 

Reinalda hizo una pausa y varias mujeres del pĆŗblico preguntaron:

 

—Y que pasĆ³ luego?

 

Que paso luego?—Reinalda iba a contestar—…Eso tambiĆ©n lo vi de primera mano, pues me quedĆ© todo el tiempo observando cĆ³mo Adolfo se recuperaba del dolor de huevas, mientras se tomaba una bebida en el visitado cafĆ©…

 

…Le seguĆ­ de vuelta a su casa, allĆ­ le esperaba su ropa tirada en el jardĆ­n, el escandalo fue grande en el conjunto residencial...Adolfo sĆ³lo se limitĆ³ a recoger su ropa y abordar un taxi…

 

…Ya estaba satisfecha por mi labor, y me dije: Al fin descansarĆ©, y verĆ© a una vecina y una universitaria, agradecidas. (Parafraseando el meme de Thanos en la pelĆ­cula Infinity War).


Al finalizar su narraciĆ³n, el pĆŗblico aplaudiĆ³ a Reinalda, quien estaba orgullosa de su historia, esperaba al final ser la merecedora del tĆ­tulo de La Reina del Chisme.

 

Ahora era el turno de escuchar el chisme de Esther…

 

 

CONTINUARƁ...

 

 

***

 

 

* Trama que se desarrollarĆ” en la tercera parte.


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