EstĆ”s en la segunda parte. Si no haz leĆdo la primera parte, da clic aquĆ
Recuerdo, como si hubiera sido ayer, el dĆa en que las puertas del mundo de la dominaciĆ³n sexual se abrieron de par en par, para mĆ. Yo acababa de cumplir diecisiete aƱos, mi madre me regalĆ³ mi propia casa en un fraccionamiento de lujo. El Ćŗnico inconveniente era que el diseƱo del lugar asemejaba a los vecindarios de Estados Unidos: casas parcialmente adosadas, una enseguida de la otra, separadas por cercas de madera. Desde el segundo nivel se podĆa echar un vistazo al patio del vecino.
Me mudĆ© a vivir por mi cuenta siendo yo un muchacho, solĆa ejercitarme en el patio trasero de aquella lujosa casa. Mi vecino, un hombre asiĆ”tico, alto y musculoso, quien me doblaba la edad, no solamente me espiaba, tambiĆ©n me grababa. Lo supe, porque en una ocasiĆ³n alcancĆ© a verlo retirar un tripiĆ© de la ventana. Esto no me molestaba, al contrario, me halagaba, me hacĆa sentir sensual y guapo. Ćl creĆa que yo no me daba cuenta. Su nombre era Haruki Sato.
En aquel preciso dĆa, salĆ al patio a hacer ejercicio, como siempre. HabĆa escuchado que el vecino habĆa sido una especie de ex luchador o boxeador. Para su deleite, yo me encontraba sin camiseta, con el torso descubierto y vestĆa una licra deportiva. Me recostĆ© en una banca de madera sin respaldo. Mis piernas estaban abiertas, yo ejercitaba mi pecho con unas mancuernas, flexionando mis brazos. Mi pene flĆ”cido no es muy grande, debe medir unos siete centĆmetros, se suele acomodar por sĆ solo, ligeramente a la izquierda. Entre mis piernas se marcaba un masculino contorno.
Enseguida, agarrĆ© una cuerda y comencĆ© a saltar. La licra no era lo suficientemente apretada como para comprimir mis genitales, estos alcanzaban a balancearse libremente, hacia arriba y hacia abajo con cada salto que realizaba. SentĆ sed, bebĆ de mi botella, notĆ© que una fina capa de sudor cubrĆa mi cuerpo, haciendo relucir mis firmes mĆŗsculos. Para refrescarme, decidĆ echar un poco de agua encima y secarme con una pequeƱa toalla. El fresco lĆquido cayĆ³ en mi cuello y se deslizĆ³ por los surcos de mis abdominales y espalda.
Me dirigĆ a la cerca, la saltĆ© Ć”gilmente e invadĆ el jardĆn de mi vecino, toquĆ© la puerta trasera. No hubo respuesta, asĆ que insistĆ y toquĆ© mucho mĆ”s fuerte, hasta que Ć©l abriĆ³. Haruki vestĆa un short de chĆ”ndal, color gris claro, sandalias y una playera sin mangas. Era un hombre de alrededor de treinta y seis aƱos, podrĆa ser mi papĆ” de hecho. Era musculoso, pero esbelto, y muy alto, debĆa medir 1.85, usaba lentes, lo cual le daba un sensual aire de nerd.
—Hola —dijo sonriendo incĆ³modamente, con timidez.
—Hace calor, ¿o soy yo? —comentĆ©.
Inmediatamente despuĆ©s agarrĆ© el borde de su playera y limpiĆ© un poco de sudor de mi frente, esto me permitiĆ³ ver claramente a travĆ©s de su liviano short, que su pene se estaba levantando.
—SĆ —respondiĆ³ mirĆ”ndome con extraƱeza—, hace calor.
Ćl me concediĆ³ el acceso. En cuanto cerrĆ³ la puerta, llevĆ© al hombre contra una pared, le retirĆ© la playera y la utilicĆ© como toalla para secar el sudor en todo mi cuerpo y se la arrojĆ© a la cara. No entiendo, todavĆa, quĆ© fue lo que me llevĆ³ a actuar de forma tan descarada, pero a Ć©l pareciĆ³ gustarle.
Yo estaba listo para un altercado, si Ć©l me decĆa algo, yo le dirĆa que sabĆa que me grababa y que yo era un menor de edad. AdemĆ”s, sin duda, mi padre lo refundirĆa en la cĆ”rcel. Nada de eso fue necesario, el hombre se comportĆ³ de manera sumisa todo el tiempo.
Haruki Sato |
—Es verdad, ¿te gustarĆa verlo? —me preguntĆ³
—Seguro —dije mientras levantaba los puƱos y lanzaba un golpe amistoso en su lampiƱo torso.
—¡SĆgueme! —expresĆ³ con una sonrisa. Yo lo acompaƱƩ a su sĆ³tano.
—Entonces, ¿quĆ© fuiste, grandote? ¿Un luchador? —saltĆ© sobre tu espalda y pasĆ© mi brazo alrededor de su cuello—. Un boxeador —lo soltĆ© y me puse frente a Ć©l y le lancĆ© un par de puƱetazos amistosos a sus abdominales tan duros como una roca—. O un kickboxer —dije, al tiempo que levantaba mi pierna para golpear su estĆ³mago, pero nuestros cuerpos estaban tan cerca, que mi rodilla quedĆ³ atascada entre tus piernas. ¡Ups! Ja, ja, ja.
—¡Mierda! —exclamĆ³ luego de gritar. Sus rodillas se juntaron, su boca quedĆ³ abierta debido a la sorpresa y se agachĆ³—. P… Po… ¿Por quĆ©?— preguntĆ³ tambaleĆ”ndose.
—Lo siento mucho, no fue mi intenciĆ³n —dije mientras lo agarraba del cabello y frotaba su cara por toda mi joven entrepierna, haciendo caer sus lentes al suelo—. Realmente lo siento —me asegurĆ© de presionar su cara, muy fuerte, contra mi pene y huevos.
—¿Vas a quedarte allĆ frotando tus bolitas todo el dĆa? ¿O quĆ©?
—¡Dame un minuto, amigo! —dijo, todavĆa agitado.
Segundos despuĆ©s, Ć©l decide subir al cuadrilĆ”tero para enfrentarme. En el momento en que entraba al ring, yo pateĆ© la cuerda para que esta rebotara en su entrepierna. Golpeando nuevamente sus nueces. Ćl cayĆ³ de rodillas sobre la lona, gritando.
—Esperaba mĆ”s de un hombre tan grande y fuerte como tĆŗ —comentĆ© recargado contra las cuerdas de forma confiada.
En el momento en que se levantaba, yo me acerquĆ© a Ć©l lanzando una patada lateral que esquivĆ³ velozmente. Inmediatamente, el hombre enviĆ³ un gancho a mi abdomen. Aquello era algo que no esperaba, pero de alguna manera, yo querĆa. GruĆ±Ć debido al golpe, caminĆ© hacia atrĆ”s y levantĆ© los brazos en una posiciĆ³n defensiva.
Ćl se acercĆ³ a mĆ con los brazos en alto, lanzĆ³ un jab con su mano derecha como distracciĆ³n para conectar enseguida su puƱo izquierdo en mi estĆ³mago con un gancho. Yo era lo suficientemente hĆ”bil para bloquear y defender sus ataques, cubrĆ mi cara, cerrĆ© ambos brazos. Su puƱo chocĆ³ contra mis antebrazos. Yo balanceĆ© mi torso desde la cintura, para lanzar una combinaciĆ³n de tres golpes, mientras pivoteĆ© a su lado derecho: un cruzado y un jab a su cara, terminĆ© con un gancho a su riĆ±Ć³n. Tengo buena tĆ©cnica. Los primeros dos golpes fueron solo para conseguir ponerme en posiciĆ³n y aterrizar el Ćŗltimo que llevaba toda la potencia.
Ćl arqueĆ³ el cuerpo y gritĆ³ al sentir el impacto, claramente el boxeo no era lo suyo, Ć©l era un luchador, pero eligiĆ³ seguirme el juego y boxear para darme la ventaja. Por un breve tiempo, su guardia estuvo baja, mientras se alejaba tambaleĆ”ndose, yo lancĆ© una patada frontal a su barbilla, haciĆ©ndolo ir directo a la esquina.
Su enorme cuerpo se impactĆ³ contra el poste. Estaba un poco aturdido, Ć©l sacudiĆ³ su cabeza para espabilarse. La erecciĆ³n a travĆ©s de su short era mucho mĆ”s notoria. AprovechĆ© que lo tenĆa acorralado para dedicarme a lanzar muchos puƱetazos a su cuerpo y rostro, tratĆ”ndolo como si fuera una especie de saco de boxeo.
Ćl no estaba lo suficientemente debilitado, pues se las arreglĆ³ para mantener los brazos en alto y bloquear la mayorĆa de mis ataques. Eso era exactamente lo que yo querĆa, al mantener sus brazos en alto, dejĆ³ su entrepierna desprotegida. Me arrodillĆ© y tirĆ© una combinaciĆ³n de tres golpes a su creciente bulto: gancho izquierdo, derecho y un uppercut.
El hombre gritĆ³ en voz alta, cubriendo de inmediato su entrepierna y gimiendo. Se frotĆ³ con las manos, cayendo de rodillas, algunas lĆ”grimas escaparon de sus ojos. Yo agarrĆ© su cabeza con ambas manos y estrellĆ© mi rodilla contra ella, haciĆ©ndolo caer de espaldas al suelo.
—AsĆ que disfrutas grabando a muchachos menores de edad, ¿verdad?, pervertido —le reprochĆ© mientras agarraba sus tobillos, lo girĆ© para hacerlo quedar bocabajo sobre la lona como una carretilla, y lo pateĆ© con fuerza por detrĆ”s en los testĆculos repetidamente.
Lo mirĆ© retorcerse y llorar, tratando inĆŗtilmente de liberar sus tobillos. Cuanto mĆ”s luchaba, mĆ”s fuerte yo lo pateaba en las bolas para amansarlo. TenĆa las cartas a mi favor, era menor de edad y Ć©l me estaba grabando, esto solo era defensa propia, pensaba como justificaciĆ³n de mis actos. Cuando el hombre comenzĆ³ a aullar lastimeramente como un cachorro herido, yo me detuve.
Ćl se acurrucĆ³ en el suelo en posiciĆ³n fetal, retorciĆ©ndose por todo el cuadrilĆ”tero. Yo me arrodillĆ© a su lado y toquĆ© las manos que protegĆan sus bolas, yo querĆa sobarlas. SentĆ que me habĆa excedido, ademĆ”s, poder sostener la hombrĆa de un adulto varonil y enorme, era algo que siempre habĆa querido hacer. MirĆ”ndolo a los ojos, acariciĆ© su rostro y le dije en un tono tranquilo y paternal.
—EstĆ” bien, muchachote, todo estĆ” bien.
— ¡No, no lo estĆ”! Duele… duelen, y yo no soy un muchacho, mĆrame, soy un hombre —gritĆ³ y me echĆ³ una mirada desafiante—. ¡TĆŗ eres el muchacho!
Su renuencia me hizo enojar, yo pretendĆa mostrarme como un chico generoso, pensaba masajear su hombrĆa y quizĆ”, masturbarlo.
—TĆŗ lo pediste— dije y me puse de pie. Una vez mĆ”s, agarrĆ© sus tobillos y empecĆ© a patearlo en la entrepierna sin parar, no pisoteando, sino pateando fuertemente las manos que protegĆan sus lastimadas nueces—. Con que eres un hombre, ¿eh? —cuestionĆ© al tiempo que continuaba aplicando el castigo, hasta que sus manos no aguantaron y dejaron al descubierto su hombrĆa.
PisĆ© sus testĆculos. Con mi pie descalzo palpĆ© el tamaƱo y perfecta forma de estos, eran mĆ”s pequeƱos que los mĆos, una vez que los tuve afianzados, apoyĆ© todo el peso de mi pequeƱo cuerpo, rebotando un poco.
—Con… que… eres... tĆŗ…, un... hombre …, ¿eh? —le preguntĆ© con cada rebote que hice sobre sus bolas.
—¡No, soy un muchacho! —gritĆ³ llorando— ¡Por favor! Yo… soy un muchacho —recalcĆ³ con la voz temblorosa y los ojos completamente empapados en lĆ”grimas.
Mi sexy vecino |
Ćl lloriqueaba, manoteaba y se retorcĆa con desesperaciĆ³n, torpemente sus manos recorrĆan el muslo de la rodilla que castigaba su virilidad. DecidĆ agarrar su escroto con una sola mano.
—Te voy a hacer algunas preguntas. Si alguna de tus respuestas no me complace, te juro que destruirĆ© tus testĆculos, aquĆ y ahora —Al decir esto, sentĆ su verga palpitar y crecer, ser dominado por mĆ lo excitaba—. ¿Eres un muchacho o un hombre?
—¡Soy un muchacho! —exclamĆ³ entre gemidos.
—¿QuiĆ©n es el dueƱo de este muchacho? —preguntĆ©.
—TĆŗ… usted, seƱor, usted, soy suyo, seƱor.—respondiĆ³ sollozando.
—Buen chico. ¿QuiĆ©n es un buen chico? TĆŗ eres un buen chico —dije melosamente— ¿De quiĆ©n son este par de bolas y esta verga?
—Suyos, seƱor, mis genitales, mi hombrĆa, le pertenece —respondiĆ³ sumisamente.
Con cada buena respuesta, en lugar de aplastar, masajeaba suavemente sus ya lastimadas bolas. Al final, conseguĆ lo que en principio querĆa: tenerlo bien agarrado y ser el dueƱo de su masculinidad.
—Soy un amo generoso, ¿sabes? Siempre y cuando no me hagas enojar, por supuesto. ¿A quiĆ©n pertenece este enorme cuerpo de muchachote fornido y lampiƱo? —preguntĆ©.
—¡A usted seƱor! ¡Todo suyo, yo soy!
—No fue tan difĆcil, ¿verdad? —dije mientras me quitaba el pantalĆ³n de licra y mi ropa interior, revelando, por primera vez, mi enorme mĆ”stil de treinta centĆmetros. Gordo, venoso y baboso.
La boca del hombre se ensanchĆ³ al atestiguar la magnitud de mi pene. Haruki empujĆ³ patĆ©ticamente hacia arriba su cadera, como si quisiera follar.
—Me pregunto si te lo mereces, tal vez este trozo de carne, no sea para ti —comentĆ© frotĆ”ndolo.
—¡Por favor, seƱor, darĆ© cualquier cosa por esa gran polla! ¡La quiero, seƱor! —me dijo gimiendo y suplicando.
—Date un puƱetazo en las bolas, muy fuerte —ordenĆ© sosteniendo mi gran polla gorda. Para mi sorpresa, Ć©l me obedeciĆ³: impactĆ³ su propio puƱo contra sus bolas mientras gritaba de dolor. Por algunos segundos yo quedĆ© desconcertado, no pensĆ© que lo harĆa.
—¡MĆ”s fuerte! —gritĆ© envalentonado por el dominio que ahora tenĆa sobre este enorme hombre que podrĆa ser mi padre, verlo haciĆ©ndose daƱo por mĆ, me excitĆ³.
Ćl continuĆ³ castigando a su hombrĆa una y otra vez, golpeĆ”ndose sin piedad. Yo derramĆ© un chorro de lĆquido pre-seminal en su cara, como motivaciĆ³n.
—¿Quieres mi semen? —preguntĆ©.
—¡SĆ, seƱor! ¡Por favor, seƱor! Se lo ruego... SĆ —dijo jadeando con voz casi inaudible, pero poniendo empeƱo en pronunciar cada palabra, se encontraba totalmente debilitado.
—¡Entonces sigue golpeando tus inĆŗtiles bolas! —gritĆ© imperativamente mientras frotaba mi gran verga.
—Por su semen vale la pena sacrificar mis bolas —dijo aquel hombre desde el piso mientras se torturaba a sĆ mismo. Tal declaraciĆ³n me asustĆ³, pero me excitĆ³ todavĆa mĆ”s. SentĆ que pronto eyacularĆa. ContinuĆ© masturbĆ”ndome encima de este hombre, mientras Ć©l castigaba sus genitales.
—No es suficiente, no lo estoy sintiendo —dije cesando mi masturbaciĆ³n—. Tal vez solo vaya al baƱo y lo deposite ahĆ, quizĆ” el lavamanos sea mĆ”s digno que tĆŗ —le dije con fingida preocupaciĆ³n.
Al oĆr estas palabras, Ć©l continuĆ³ con el castigo, era claro que ya no resistĆa mĆ”s. Ćl intentaba golpearse con fuerza, pero se contenĆa, pues el mĆ”s mĆnimo roce hacĆa un daƱo brutal a sus bolas. Yo retirĆ© su short, y su trusa blanca de seƱor, fue entonces cuando observĆ© que sus genitales estaban rojos y la piel de su escroto incluso lucĆa brillante.
Puse mi pie en su entrepierna y frotĆ© un poco su gorda y venosa verga de alrededor de 15 cm. Debido al castigo aplicado y al incesante frote de su mano al golpearse, el mero roce de mi divino pie hizo brotar su semen como una fuente. Su verga comenzĆ³ a moverse por sĆ sola, disparando jugo viril en todas direcciones.
Ćl realmente se lastimĆ³ por mĆ. La vista de sus enrojecidas bolas me hizo disparar tambiĆ©n. Haruki fue un buen chico, por ello, en el momento en que sentĆ que mi enorme verga iba a liberar mi sagrada, cremosa, perlada y cĆ”lida esencia, yo me coloquĆ© a horcajadas sobre Ć©l y apuntĆ© a su rostro. Mi enorme polla se retorcĆa sola, yo Ćŗnicamente dirigĆa el disparo, sosteniĆ©ndola con ambas manos. Mi leche parecĆa no tener fin, todo mi cuerpo se estremecĆa de placer.
—¡SĆ, seƱor, su semen, por favor, seƱor!— El hombre rogaba al ser empapado. Ćl abriĆ³ su boca para tragarlo—. Gracias, seƱor —jadeaba mientras se relamĆa los labios y el mentĆ³n.
AcerquĆ© mi verga, aĆŗn mojada a su boca y le dije:
—BĆ©sala, solamente un besito o no vas a probar su jugo otra vez —emitĆ la advertencia.
—¡SĆ, seƱor!— Ć©l frunciĆ³ los labios y besĆ³ mi polla de la manera en que ordenĆ©.
Sostuve mis rosadas bolas peludas frente a su boca y le dije:
—BĆ©salas de la misma manera.
—¡SĆ, seƱor! —Ć©l besĆ³ mis testĆculos de la misma forma.
—Esta es la trinidad que adoraras de ahora en adelante, tu religiĆ³n es mi santa hombrĆa. ¿Entiendes? —afirmĆ© con una excesiva autoconfianza, ni yo mismo sabĆa de donde salieron tales palabras. El hombre asintiĆ³ con la cabeza.
—¡SĆ, mi seƱor!
Me levantĆ©, me puse mi bĆ³xer y el pantalĆ³n de licra, sentĆ ganas de orinar, asĆ que pasĆ© a su baƱo en el sĆ³tano, antes de irme. Ćl yacĆa en el suelo incapaz de moverse.
Desde ese momento, Haruki se convirtiĆ³ en mi esclavo. PasĆ© muchas tardes con Ć©l en su sĆ³tano, castigĆ”ndolo u obligĆ”ndolo a castigarse, jamĆ”s lo dejĆ© masturbarme o chupĆ”rmela, mi verga era algo demasiado sagrado, pero siempre lo premiaba con mi semen, Ć©l me introdujo al mundo de la dominaciĆ³n. Dominante siempre he sido, pero podrĆa decirse que Ć©l me entrenĆ³ para ser un amo. Actualmente, debe tener poco mĆ”s de 40 aƱos, es gracias a Ć©l que yo desarrollĆ© una fijaciĆ³n por hombres grandes, mayores que yo y asiĆ”ticos. Cualquiera de estas tres cosas o las tres juntas, me excita.
TambiĆ©n me dio algunas clases de lucha libre que terminaban en erotismo. Hasta que un dĆa se vio forzado a regresar a JapĆ³n, debido a su trabajo, Ć©l era directivo y accionista de una empresa lĆder de videojuegos. Haruki me jurĆ³ lealtad incondicional antes de partir, dijo que yo siempre serĆa su amo. No mantuvimos contacto, yo seguĆa siendo un menor de edad, Ć©l no era tonto, aquello era inapropiado. De vez en cuando, al ejercitarme en mi patio trasero, yo miraba hacia su ventana con nostalgia, recordando con mucho cariƱo los momentos que pasĆ© junto a Ć©l.
Gracias a ese hombre, descubrĆ que la clave para dominar a cualquier macho consistĆa en atacar su hombrĆa sin piedad, eso, casi no ha fallado hasta el momento. AprendĆ tambiĆ©n, que mi divino falo me permite doblegar la voluntad de otros machos e imponer la mĆa.
Hace unos meses, Haruki me enviĆ³ solicitud de amistad en redes sociales, dijo por mensaje privado, que esperaba que yo gozara de buena salud y que querĆa que lo dominara de forma virtual, por videollamada. QuizĆ” lo haga, si accede a hacerme el favor que le voy a pedir.
Cuando le contĆ© a Alfonso estĆ” historia, Ć©l dijo que para satisfacer sus gustos, ese hombre habĆa abusado de mĆ, que yo aĆŗn era un niƱo. Ćl cree que me corrompiĆ³ y que lo que me enseĆ±Ć³ y me hizo hacerle no es correcto. Yo por supuesto no veo las cosas de esta manera. ¿QuĆ© diferencia hay entre tener diecisiete y tener dieciocho? ¿De verdad unos meses, unas semanas o unos dĆas hacen la diferencia? Ćl jamĆ”s me tocĆ³ de una manera indebida, siempre se comportĆ³ como un caballero, para Ć©l yo era algo muy valioso. Nunca, jamĆ”s, nadie, me ha hecho sentir como Ć©l… Bueno, si acaso, el desubicado de Gerrit.
Me encuentro frente a mi computadora en mi departamento, acabo de regresar del gimnasio del Toro, son las once de la noche. Finalmente, aceptĆ© su solicitud de amistad y estĆ” en lĆnea. ConversarĆ© con Ć©l, no planeo hacer algo sexual en esta ocasiĆ³n, solo conversar, debo ponerlo al dĆa y explicarle la situaciĆ³n. Espero pueda ayudarme a resolver mi problema con Yuki. Su rostro aparece en la pantalla, no ha envejecido ni un dĆa, me saluda con una gran sonrisa, viste elegante y moderno, luce como todo un hombre importante y exitoso, por supuesto, trae puestos sus lentes. En verdad extraƱaba ver su rostro y escuchar su voz.
La prĆ³xima semana les contarĆ© sobre Diego y la forma en que abusĆ³ de mĆ. Aquel definitivamente fue el momento que cambio mi vida.
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