El licenciado Iturbide - Las Bolas de Pablo

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6 jun 2022

El licenciado Iturbide

 El licenciado Iturbide tiene un cuerpo claramente trabajado en el gimnasio, le da bastante orgullo exhibirlo en su ropa ajustada. Es tan colosal su musculatura que parece que cuando sale de la empresa es para irse al gym. Esta tarde despuĆ©s de la jornada laboral me ha citado a su oficina, hoy leva un pantalĆ³n de tono gris y una camisa abotonada de color rojo. Todas las secretarias de la oficina hemos comentado sobre Ć©l, no lo voy a negar, es un hombre bastante atractivo, pero yo no abandonarĆ­a a mi esposo por Ć©l, porque el licenciado Iturbide ha abusado de su puesto para llevar a la cama a mĆ”s de una de las muchachas de la oficina, tambiĆ©n porque parece que se pone una talla menos de ropa solo para lucir su musculatura.

 

IngresƩ a su despacho de recursos humanos, estƔ de pie mirando por la ventana, como estƔ de espalda a mƭ, puedo ver bien su trasero, grande y apretado, con unas nalgas redondas.

 

DespuĆ©s de unos momentos de comerme su cuerpo con los ojos, cuestiĆ³n que no me extraƱa que Ć©l lo provoque a propĆ³sito. Digo:

 

—Buenas tardes.

 

SaltĆ³ un poco y se vuelve hacia mĆ­. 

 

—SeƱora Fernanda, no la escuchĆ© entrar —respondiĆ³ con una mirada profunda que solo lo hizo parecer mĆ”s caliente. No me ha invitado a tomar asiento por lo que nos quedamos de pie. Algo me dice que esto serĆ” breve y malo.

 

Soy una mujer bastante joven, casada y con un bebƩ de un aƱo.

 

—SeƱora Fernanda, la he citado en mi oficina por decisiĆ³n del seƱor Tovar.

 

Tovar es mi jefe en el departamento de finanzas. El licenciado Iturbide continuĆ³:

 

—El seƱor Tovar ha venido a poner algunas quejas debido a sus Ćŗltimas faltas en el trabajo. Usted ha dejado de venir a la oficina y tambiĆ©n se ha presentado tarde en la empresa. La hora de entrada es a las ocho de la maƱana.

 

—SĆ­, lo siento. Pero, siempre he avisado al licenciado Tovar el por quĆ© me presento a destiempo, me sorprende que haya venido a quejarse. Cuando presento mis excusas siempre responde favorablemente. Mi esposo estĆ” de viaje y he tenido que batallar sola con mi bebĆ©. Se ha enfermado y lo he tenido que llevar al mĆ©dico.

 

—Entiendo, seƱora Fernanda. Y sin embargo usted no ha presentado los indicativos registros mĆ©dicos de su hijo.

 

—Es verdad, estĆ”n en casa. Puedo entregarlos.

 

—No, eh —el licenciado Iturbide, me mira a la cara enganchando sus ojos en mĆ­—. Me temo seƱora Fernanda y tras una conversaciĆ³n sostenida con el ingeniero Godoy que hemos decidido prescindir de sus servicios, hasta hoy ha laborado aquĆ­, casualmente hoy se termina su contrato y la empresa ha decidido no renovarlos.

 

—Pero, no, no pueden hacer eso. Tengo derecho a la defensa. Los mensajes que enviĆ© al licenciado Tovar indicando que no podĆ­a venir.

 

—Usted, seƱora Fernanda, lamentablemente ha manejado la oficina a su antojo. Me indica el seƱor Tovar que usted simplemente avisa que no viene, ni siquiera pide permiso.

 

—De veras lo siento.

 

—MĆ”s lo siento yo que debe irse —se encogiĆ³ de hombros.

 

Me siento consternada, en parte la culpa tambiĆ©n es mĆ­a, nunca me mortifiquĆ© en entregar los informes mĆ©dicos y tambiĆ©n me confiĆ© en el licenciado Tovar que se mostraba afable, ¡vil traidor!

 

En ese momento el licenciado Iturbide se acerca a mĆ­ y pone su mano en mi hombro.

 

—Sin embargo hay una opciĆ³n, Fernanda.

 

¿Fernanda? ¿Y mi apelativo de “seƱora”?

 

—Puedo hablar con el mĆ”ximo jefe, el ingeniero Godoy y llevarla a un nuevo departamento de la empresa, una nueva colocaciĆ³n para usted. Puedo hacer que le dĆ© una nueva oportunidad.

 

—¿De verdad? —me emociono.

 

—SĆ­… y sin embargo, tendrĆ” un costo.

 

—¿CĆ³mo?

 

El licenciado Iturbide se inclinĆ³ a mĆ­ y me dio un beso en los labios, su boca es fina y su lengua apenas tuvo un contacto con mis dientes. SeparĆ³ su cara de la mĆ­a y sonriĆ³ pĆ­caro.

 

—Todo tiene un precio. Yo tengo la influencia para dejarte trabajar en la empresa, pero quiero un pago. Vayamos a aquel sofĆ” y pasĆ©mosla bien, preciosa.

 

Me quedƩ congelada, asƭ que hoy era mi turno de probar la verga de Iturbide, algunas de las muchachas decƭan que su miembro es tan pequeƱo, pero que lo compensa con su cuerpo, sus movimientos, manos y demƔs habilidades en la cama, como un estupendo amante. Otras decƭan que su verga estaba perfecta. Sea como sea yo no lo voy a comprobar.

 

Iturbide me toma de la mano, yo me suelto y lo sostengo de los hombros. Ɖl me mira con un brillo de emociĆ³n en los ojos. Sostengo su vista, pero al mismo tiempo entierro un fuerte rodillazo en su entrepierna, siento como su colgante saco de bolas es aplastado por mi rĆ³tula.

 

—¡¡¡Oh!!! ¡Mierda! —el licenciado Iturbide retrocediĆ³ soltĆ”ndome, para ponerse de rodillas, en medio de un horrible sufrimiento.

 

—Espero por tu bien que con eso se te cure lo atrevido. A partir de hoy estoy orgullosa de ser una desempleada —digo furiosa.

 

—¡Perra! —se quejĆ³ el licenciado Iturbide completamente dolorido, colocĆ³ la cabeza en el suelo mientras se sostenĆ­a las bolas con ambas manos.

 

SuspirƩ, buscarƩ un nuevo trabajo, no hay mƔs que hacer, mi esposo tendrƔ que mantenerme por un tiempo. Me di la vuelta y salƭ de la oficina dejando al licenciado Iturbide quejƔndose de dolor en el suelo.

                                       

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