Al amanecer luego de la penetraciĆ³n a Ćlvaro, HasĆ”n se presentĆ³ en la residencia de Micaela, vestĆa un elegante pantalĆ³n de lino color beige ajustado a cada porciĆ³n de sus gruesas y generosas piernas y una camiseta deportiva de tono negro aferrada a la fuerza de sus pectorales. Le habĆa explicado a la mujer una parte de la razĆ³n de su desapariciĆ³n.
—Ćlvaro me
secuestrĆ³ por algunas horas, amenazĆ³ con asesinarme sino me alejaba de ti.
PreferĆ borrarme del mapa por un mes y esperar que los Ć”nimos se calmaran —por
un algĆŗn bochornoso motivo el comerciante Ć”rabe prefiriĆ³ omitir la escena en la
que Ćlvaro lo obligĆ³ a chuparle la polla.
—Entonces como un poco hombre preferiste desaparecer sin darme una explicaciĆ³n —respondiĆ³ Micaela. VestĆa elegantemente de rojo con una prenda que acentuaba sus hermosos senos—. Jugando con mis sentimientos y el respeto que tenĆa por ti.
—SĆ© que
cometĆ un error. Me arrepiento, pero Ćlvaro estĆ” loco… TĆŗ no puedes seguir a su
lado. Quiero proponerte que juntos nos vayamos de aquĆ. Formemos una nueva vida
en otro lugar, lejos de ese miserable infeliz. Que nuestro abogado se encargue
de tu divorcio y nos casemos en la nueva regiĆ³n a donde nos mudemos.
Micaela
desvĆo la mirada al suelo, suspirĆ³ y despuĆ©s elevĆ³ los ojos a su interlocutor.
—Por aƱos
estuve enamorada de ti, HasƔn. Fuiste mi primer amor de juventud, inclusive
aceptĆ© cuando tu familia, fiel a su religiĆ³n, no me admitiĆ³ como tu futura
esposa, ¿lo recuerdas? Tus padres te obligaron a casarte con Amira, tu
musulmana querida. ¿QuĆ© hiciste aquella vez? Huiste de nuestra relaciĆ³n juvenil.
—Era un
muchacho, Micaela. DependĆa de mis padres.
—Hoy, eres
viudo y me decidĆ a dar una nueva oportunidad contigo. Ćlvaro se presenta te
hace alguna amenaza y tĆŗ prefieres huir y sin darme una explicaciĆ³n asĆ como
muchos aƱos atrĆ”s. Es como si volviera a repetirse la historia, ¿te pones en mi
lugar? Simplemente retornas y de golpe me das la realidad……… lo siento, HasĆ”n. Pero no eres el tipo de hombre con
el que me sienta segura y protegida.
—¿QuĆ©?
—HasĆ”n abriĆ³ la boca, sorprendido.
—Lo que
oyes. Nuevamente no me das confianza, no puedo acostumbrarme a que siempre
huyas y regreses. Ćlvaro no es un hombre asĆ, Ć©l siempre da la batalla en todo.
—¿Pero quĆ© dices, por AlĆ”? ¡Ćlvaro estĆ” loco!
—Ćlvaro
siempre estuvo aquĆ en el tiempo que estuviste ausente. Estuvo acĆ” siendo
galante y recordƔndome lo ruin que fuiste al desaparecer sin decirme nada.
—¡DesaparecĆ
por Ć©l! ¡Todo estaba planeado!
—HasĆ”n…
estoy pensando darme una oportunidad con Ćlvaro. Y creo que es lo mejor para
todos.
—¡No sabes
lo que dices, Micaela! ¿VolverĆ”s con el hombre que te hizo la vida un infierno?
La mujer se
levantĆ³ del sofĆ” y HasĆ”n tambiĆ©n.
—Es mi
decisiĆ³n. Ćl puede cambiar, al final ya estĆ” viejo y va a asentar cabeza. Y
serĆ” mejor que te vayas. En cualquier momento Ćlvaro llegarĆ” porque tenemos un
desayuno familiar, no quiero que te consiga aquĆ y se arme un pleito.
—¡Micaela, mi amor! —sĆŗplicĆ³ HasĆ”n.
—Conoces el
camino de salida.
—¡No puedes
actuar asĆ, Micaela!
—Por favor,
sal de mi casa.
Micaela abandonĆ³ la sala de estar dejando a un desolado HasĆ”n. El hombre con un nudo en la garganta maldijo su suerte. Cabizbajo saliĆ³ de la residencia de Micaela y sus hijas. Al parecer su dĆa no podĆa estar peor cuando sus ojos se encontraron con los de Ćlvaro que cruzaba el jardĆn rumbo a la puerta. El forzudo hombre arrojĆ³ el ramo de rosas a un lado y furioso lo interceptĆ³.
—¿QuĆ© demonios haces aquĆ, hijo de puta? —estaba rojo de la rabia, subiĆ©ndose las mangas de la camisa. En la madrugada no solo HasĆ”n lo penetrĆ³ en venganza sino que lo dejĆ³ atado en la cama siendo descubierto desnudo al amanecer por una de sus sirvientas.
—Vine a
recuperar a mi mujer —respondiĆ³ HasĆ”n manteniendo la mirada.
—¿QuĆ©
pretendes, hijo de puta? —apretando los dientes Ćlvaro tomĆ³ a HasĆ”n del cuello
de la camisa—. ¿A quĆ© quieres jugar, malnacido? ¿Te viniste a burlar de mĆ con
Micaela? ¿Le dijiste lo que me hiciste anoche, maldito?
HasƔn esbozo
una sonrisa.
—Yo no le
dije nada de eso. Si tĆŗ lo quieres hacer hazlo. Ten presente que fue tu pago a
lo que me obligaste a hacerte cuando me secuestraste.
—¡Fuera de
mi casa, hijo de puta! —Ćlvaro estaba rojo como un tomate, era tanta la furia
que alguna de su saliva caĆa sobre el rostro de HazĆ”n—. No te quiero cerca de
mi mujer o mis hijas, infeliz. Te voy a matar, eso jĆŗralo. En la madrugada
firmaste tu sentencia de muerte.
HasƔn se rio
incrĆ©dulo. Mientras Ćlvaro lo sostenĆa del cuello de la camisa, Ć©l prefiriĆ³
levantar la rodilla y embestirla hacia las bolas de Ćlvaro en un sorpresivo
golpe que le hizo crujir los huevos.
Ćlvaro
chillĆ³. Abriendo los ojos con desespero y dolor.
HasƔn en un
movimiento rĆ”pido, repetidamente golpeĆ³ las albĆ³ndigas de Ćlvaro con su
rodilla.
Ćlvaro gritĆ³
de dolor, apartĆ³ sus manos de la camisa del Ć”rabe y se agarrĆ³ los testĆculos
con mucho pesar.
—No tan
rĆ”pido, viejo —HasĆ”n sonriĆ³ y torciĆ³ el dedo Ćndice de la mano derecha de
Ćlvaro, haciendo que el pobre deportista gritara de dolor y levantara la mano.
HasĆ”n tomĆ³ las frutas colgantes de Ćlvaro con ambas manos y las apretĆ³ con
fuerza. Sus dedos se clavaron en la entrepierna, aprisionando los enormes
testĆculos de Ćlvaro, haciendo que dejara escapar un gemido, pero tambiĆ©n
logrando que su polla se contrajera.
—¿Te gusta,
verdad? —se burlĆ³ HasĆ”n—. Comparando con lo de anoche… ¿QuĆ© te excita mĆ”s?
Ćlvaro gimiĆ³.
Sus rodillas temblaban y sus ojos lagrimeaban mientras HasƔn amasaba su
virilidad con ambas manos.
—Suelta mis
bolas —balbuciĆ³ Ćlvaro.
—Ruega por
eso —dijo HasĆ”n con calma.
Ćlvaro dejĆ³
escapar un grito espeluznante.
—Ruega por
eso —repitiĆ³ HasĆ”n, mĆ”s alto esta vez. RetorciĆ³ las gĆ³nadas en sus manos,
haciendo que los ojos de Ćlvaro se cruzaran.
—¡Suelta mis bolas, maldito!
—¿Quieres
que te devuelva tus bolas? —sonriĆ³ HasĆ”n—. Di por favor.
Ćlvaro
gimiĆ³. —Por favor…
HasĆ”n sonriĆ³
aplastando las enormes ciruelas de Ćlvaro.
La polla de
Ćlvaro se contrajo violentamente.
HasƔn
mantuvo su sonrisa y soltĆ³ las bolas del seƱor.
Ćlvaro gimiĆ³ y se derrumbĆ³ en el suelo. AgarrĆ³ sus agonizantes testĆculos y se retorciĆ³ en el suelo, rodando y gimiendo de dolor. Su camiseta ajustada se habĆa deslizado hacia arriba, dejando al descubierto sus abdominales musculosos.
HasĆ”n mirĆ³ a
Ćlvaro con una expresiĆ³n despectiva en su rostro.
Ćlvaro
gimiĆ³.
HasĆ”n agarrĆ³
los pies de Ćlvaro y los separĆ³, acostando a Ćlvaro sobre su espalda y abriendo
sus piernas en forma de V.
Las manos de
Ćlvaro estaban envueltas alrededor de sus bolas regordetas y redondas.
HasĆ”n pateĆ³
las bolas de Ćlvaro con fuerza, haciendo que chillara de dolor.
Nuevamente,
HasĆ”n pateĆ³ los huevos de Ćlvaro.
Ćlvaro dejĆ³
escapar un largo gemido agĆ³nico.
HasƔn
condujo otra patada a la pobre virilidad de Ćlvaro.
Ćlvaro gritĆ³
desde lo alto de sus pulmones.
HasĆ”n sonriĆ³
con malicia y colocĆ³ su pie sobre los dedos de Ćlvaro.
—Aparta las
manos de tus bolas —le ordenĆ³.
Ćlvaro negĆ³
con la cabeza, sollozando de dolor.
—Quita tus
manos —repitiĆ³ HasĆ”n y pateĆ³ las manos de Ćlvaro.
Ćlvaro gritĆ³
y soltĆ³ sus bolas por un breve momento.
Eso fue
suficiente para que HasĆ”n pisoteara las gĆ³nadas de Ćlvaro. La suela de su
zapato aplastĆ³ las gĆ³nadas de Ćlvaro contra el suelo, haciendo que el hombre
gritara de dolor.
HasĆ”n sonriĆ³
y torciĆ³ su pie.
Los ojos
llorosos de Ćlvaro se abrieron y chillĆ³.
HasĆ”n cambiĆ³
su peso, agregando presiĆ³n sobre los pobres testĆculos de Ćlvaro.
—¡Aaaah!
¡Ay! —se lamentĆ³ Ćlvaro.
HasƔn
aplastĆ³ las bolas de Ćlvaro, en ese momento se empezĆ³ a oĆr un sonido de
castaƱas cuando son pisadas.
—Vaya,
Ćlvaro, ¿escuchaste ese sonido de quiebre?
Ćlvaro dejĆ³
de gritar y mirĆ³ a HasĆ”n con terror en los ojos.
—Creo que
estĆ”n a punto de estallar —sonriĆ³ HasĆ”n.
Ćlvaro
gritĆ³.
HasĆ”n se riĆ³
entre dientes y levantĆ³ su pie izquierdo del suelo, dejando que todo el peso de
su cuerpo descansara sobre su pie derecho que estaba parado sobre las bolas de
Ćlvaro.
—¡AAAAAAAAH,
AAAAAAAAH!
HasĆ”n volviĆ³
a apoyar el pie izquierdo en el suelo. TorciĆ³ el pie como si estuviera apagando
un cigarrillo.
Ćlvaro
gritĆ³.
HasĆ”n apartĆ³
el pie de los testĆculos de Ćlvaro. Luego echĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y pateĆ³
con fuerza los dos enormes cojones, clavƔndolos en su pelvis.
Ćlvaro gritĆ³
a todo pulmĆ³n.
HasĆ”n pateĆ³
los huevos de Ćlvaro.
Ćlvaro tosiĆ³
poniendo los ojos en blanco.
HasĆ”n pateĆ³
sus bolas otra vez.
De una
manera inesperada, un zapato de tacĆ³n femenino apareciĆ³ entre las piernas de
HasƔn, levantƔndolo a Ʃl y sus bolas de una patada.
HasĆ”n gritĆ³ de dolor, torciendo sus ojos soltĆ³ las piernas de Ćlvaro y se derrumbĆ³ en el suelo, a un lado de su rival, con las manos sobre su virilidad. Enseguida sollozĆ³ de dolor.
Erguida ante
los dos acurrucados seƱores estaba Micaela echa una furia. Se dirigiĆ³ a HasĆ”n.
—¡Eres un monstruo! ¡Vete de mi casa!
Alvaro hizo varios sonidos lastimeros que llamaron la atenciĆ³n de Micaela, ella se acomodĆ³ el cabello y se inclinĆ³ a su lado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario