Los hombres de Micaela (4/5) - Las Bolas de Pablo

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9 jun 2022

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Los hombres de Micaela (4/5)

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Al amanecer luego de la penetración a Álvaro, HasÔn se presentó en la residencia de Micaela, vestía un elegante pantalón de lino color beige ajustado a cada porción de sus gruesas y generosas piernas y una camiseta deportiva de tono negro aferrada a la fuerza de sus pectorales. Le había explicado a la mujer una parte de la razón de su desaparición.

 

—Álvaro me secuestró por algunas horas, amenazó con asesinarme sino me alejaba de ti. PreferĆ­ borrarme del mapa por un mes y esperar que los Ć”nimos se calmaran —por un algĆŗn bochornoso motivo el comerciante Ć”rabe prefirió omitir la escena en la que Ɓlvaro lo obligó a chuparle la polla.

 

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—Entonces como un poco hombre preferiste desaparecer sin darme una explicación —respondió Micaela. VestĆ­a elegantemente de rojo con una prenda que acentuaba sus hermosos senos—. Jugando con mis sentimientos y el respeto que tenĆ­a por ti.

 

—SĆ© que cometĆ­ un error. Me arrepiento, pero Ɓlvaro estĆ” loco… TĆŗ no puedes seguir a su lado. Quiero proponerte que juntos nos vayamos de aquĆ­. Formemos una nueva vida en otro lugar, lejos de ese miserable infeliz. Que nuestro abogado se encargue de tu divorcio y nos casemos en la nueva región a donde nos mudemos.

 

Micaela desvío la mirada al suelo, suspiró y después elevó los ojos a su interlocutor.

 

—Por aƱos estuve enamorada de ti, HasĆ”n. Fuiste mi primer amor de juventud, inclusive aceptĆ© cuando tu familia, fiel a su religión, no me admitió como tu futura esposa, Āælo recuerdas? Tus padres te obligaron a casarte con Amira, tu musulmana querida. ĀæQuĆ© hiciste aquella vez? Huiste de nuestra relación juvenil.

 

—Era un muchacho, Micaela. DependĆ­a de mis padres.

 

—Hoy, eres viudo y me decidĆ­ a dar una nueva oportunidad contigo. Ɓlvaro se presenta te hace alguna amenaza y tĆŗ prefieres huir y sin darme una explicación asĆ­ como muchos aƱos atrĆ”s. Es como si volviera a repetirse la historia, Āæte pones en mi lugar? Simplemente retornas y de golpe me das la realidad……… lo siento, HasĆ”n. Pero no eres el tipo de hombre con el que me sienta segura y protegida.

 

—¿QuĆ©? —HasĆ”n abrió la boca, sorprendido.

 

—Lo que oyes. Nuevamente no me das confianza, no puedo acostumbrarme a que siempre huyas y regreses. Ɓlvaro no es un hombre asĆ­, Ć©l siempre da la batalla en todo.

 

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—¿Pero quĆ© dices, por AlĆ”? ”Álvaro estĆ” loco!

 

—Álvaro siempre estuvo aquĆ­ en el tiempo que estuviste ausente. Estuvo acĆ” siendo galante y recordĆ”ndome lo ruin que fuiste al desaparecer sin decirme nada.

 

—”DesaparecĆ­ por Ć©l! Ā”Todo estaba planeado!

 

—HasĆ”n… estoy pensando darme una oportunidad con Ɓlvaro. Y creo que es lo mejor para todos.

 

—”No sabes lo que dices, Micaela! ĀæVolverĆ”s con el hombre que te hizo la vida un infierno?

 

La mujer se levantó del sofÔ y HasÔn también.

 

—Es mi decisión. Ɖl puede cambiar, al final ya estĆ” viejo y va a asentar cabeza. Y serĆ” mejor que te vayas. En cualquier momento Ɓlvaro llegarĆ” porque tenemos un desayuno familiar, no quiero que te consiga aquĆ­ y se arme un pleito.

 

—”Micaela, mi amor! —sĆŗplicó HasĆ”n.

 

—Conoces el camino de salida.

 

—”No puedes actuar asĆ­, Micaela!

 

—Por favor, sal de mi casa.

 

Micaela abandonó la sala de estar dejando a un desolado HasÔn. El hombre con un nudo en la garganta maldijo su suerte. Cabizbajo salió de la residencia de Micaela y sus hijas. Al parecer su día no podía estar peor cuando sus ojos se encontraron con los de Álvaro que cruzaba el jardín rumbo a la puerta. El forzudo hombre arrojó el ramo de rosas a un lado y furioso lo interceptó.

 

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—¿QuĆ© demonios haces aquĆ­, hijo de puta? —estaba rojo de la rabia, subiĆ©ndose las mangas de la camisa. En la madrugada no solo HasĆ”n lo penetró en venganza sino que lo dejó atado en la cama siendo descubierto desnudo al amanecer por una de sus sirvientas.

 

—Vine a recuperar a mi mujer —respondió HasĆ”n manteniendo la mirada.

 

—¿QuĆ© pretendes, hijo de puta? —apretando los dientes Ɓlvaro tomó a HasĆ”n del cuello de la camisa—. ĀæA quĆ© quieres jugar, malnacido? ĀæTe viniste a burlar de mĆ­ con Micaela? ĀæLe dijiste lo que me hiciste anoche, maldito?

 

HasƔn esbozo una sonrisa.

 

—Yo no le dije nada de eso. Si tĆŗ lo quieres hacer hazlo. Ten presente que fue tu pago a lo que me obligaste a hacerte cuando me secuestraste.

 

—”Fuera de mi casa, hijo de puta! —Álvaro estaba rojo como un tomate, era tanta la furia que alguna de su saliva caĆ­a sobre el rostro de HazĆ”n—. No te quiero cerca de mi mujer o mis hijas, infeliz. Te voy a matar, eso jĆŗralo. En la madrugada firmaste tu sentencia de muerte.

 

HasÔn se rio incrédulo. Mientras Álvaro lo sostenía del cuello de la camisa, él prefirió levantar la rodilla y embestirla hacia las bolas de Álvaro en un sorpresivo golpe que le hizo crujir los huevos.

 

Álvaro chilló. Abriendo los ojos con desespero y dolor.

 

HasÔn en un movimiento rÔpido, repetidamente golpeó las albóndigas de Álvaro con su rodilla.

 

Álvaro gritó de dolor, apartó sus manos de la camisa del Ôrabe y se agarró los testículos con mucho pesar.

 

—No tan rĆ”pido, viejo —HasĆ”n sonrió y torció el dedo Ć­ndice de la mano derecha de Ɓlvaro, haciendo que el pobre deportista gritara de dolor y levantara la mano. HasĆ”n tomó las frutas colgantes de Ɓlvaro con ambas manos y las apretó con fuerza. Sus dedos se clavaron en la entrepierna, aprisionando los enormes testĆ­culos de Ɓlvaro, haciendo que dejara escapar un gemido, pero tambiĆ©n logrando que su polla se contrajera.

 

—¿Te gusta, verdad? —se burló HasĆ”n—. Comparando con lo de anoche… ĀæQuĆ© te excita mĆ”s?

 

Álvaro gimió. Sus rodillas temblaban y sus ojos lagrimeaban mientras HasÔn amasaba su virilidad con ambas manos.

 

—Suelta mis bolas —balbució Ɓlvaro.

 

—Ruega por eso —dijo HasĆ”n con calma.

 

Álvaro dejó escapar un grito espeluznante.

 

—Ruega por eso —repitió HasĆ”n, mĆ”s alto esta vez. Retorció las gónadas en sus manos, haciendo que los ojos de Ɓlvaro se cruzaran.

 

—”Suelta mis bolas, maldito!

 

—¿Quieres que te devuelva tus bolas? —sonrió HasĆ”n—. Di por favor.

 

Ɓlvaro gimió. —Por favor…

 

HasÔn sonrió aplastando las enormes ciruelas de Álvaro.

 

La polla de Ɓlvaro se contrajo violentamente.

 

HasÔn mantuvo su sonrisa y soltó las bolas del señor.

 

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Álvaro gimió y se derrumbó en el suelo. Agarró sus agonizantes testículos y se retorció en el suelo, rodando y gimiendo de dolor. Su camiseta ajustada se había deslizado hacia arriba, dejando al descubierto sus abdominales musculosos.

 

HasÔn miró a Álvaro con una expresión despectiva en su rostro.

 

Álvaro gimió.

 

HasÔn agarró los pies de Álvaro y los separó, acostando a Álvaro sobre su espalda y abriendo sus piernas en forma de V.

 

Las manos de Ɓlvaro estaban envueltas alrededor de sus bolas regordetas y redondas.

 

HasÔn pateó las bolas de Álvaro con fuerza, haciendo que chillara de dolor.

 

Nuevamente, HasÔn pateó los huevos de Álvaro.

 

Álvaro dejó escapar un largo gemido agónico.

 

HasƔn condujo otra patada a la pobre virilidad de Ɓlvaro.

 

Álvaro gritó desde lo alto de sus pulmones.

 

HasĆ”n sonrió con malicia y colocó su pie sobre los dedos de Ɓlvaro. 

 

—Aparta las manos de tus bolas —le ordenó.

 

Álvaro negó con la cabeza, sollozando de dolor.

 

—Quita tus manos —repitió HasĆ”n y pateó las manos de Ɓlvaro.

 

Álvaro gritó y soltó sus bolas por un breve momento.

 

Eso fue suficiente para que HasÔn pisoteara las gónadas de Álvaro. La suela de su zapato aplastó las gónadas de Álvaro contra el suelo, haciendo que el hombre gritara de dolor.

 

HasÔn sonrió y torció su pie.

 

Los ojos llorosos de Álvaro se abrieron y chilló.

 

HasÔn cambió su peso, agregando presión sobre los pobres testículos de Álvaro.

 

—”Aaaah! Ā”Ay! —se lamentó Ɓlvaro.

 

HasÔn aplastó las bolas de Álvaro, en ese momento se empezó a oír un sonido de castañas cuando son pisadas.

 

—Vaya, Ɓlvaro, Āæescuchaste ese sonido de quiebre?

 

Álvaro dejó de gritar y miró a HasÔn con terror en los ojos.

 

—Creo que estĆ”n a punto de estallar —sonrió HasĆ”n.

 

Álvaro gritó.

 

HasÔn se rió entre dientes y levantó su pie izquierdo del suelo, dejando que todo el peso de su cuerpo descansara sobre su pie derecho que estaba parado sobre las bolas de Álvaro.

 

—”AAAAAAAAH, AAAAAAAAH!

 

HasÔn volvió a apoyar el pie izquierdo en el suelo. Torció el pie como si estuviera apagando un cigarrillo.

 

Álvaro gritó.

 

HasÔn apartó el pie de los testículos de Álvaro. Luego echó la pierna hacia atrÔs y pateó con fuerza los dos enormes cojones, clavÔndolos en su pelvis.

 

Álvaro gritó a todo pulmón.

 

HasÔn pateó los huevos de Álvaro.

 

Álvaro tosió poniendo los ojos en blanco.

 

HasÔn pateó sus bolas otra vez.

 

De una manera inesperada, un zapato de tacón femenino apareció entre las piernas de HasÔn, levantÔndolo a él y sus bolas de una patada.

 

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HasÔn gritó de dolor, torciendo sus ojos soltó las piernas de Álvaro y se derrumbó en el suelo, a un lado de su rival, con las manos sobre su virilidad. Enseguida sollozó de dolor.

 

Erguida ante los dos acurrucados señores estaba Micaela echa una furia. Se dirigió a HasÔn.

 

—”Eres un monstruo! Ā”Vete de mi casa!

 

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Alvaro hizo varios sonidos lastimeros que llamaron la atención de Micaela, ella se acomodó el cabello y se inclinó a su lado.


 

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