CAZADOR DE GIGANTES II (3/9): Six billion dollars. - Las Bolas de Pablo

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24 jun 2022

CAZADOR DE GIGANTES II (3/9): Six billion dollars.


      HabĆ­a visto a Diego muchas veces desde que tenĆ­amos, ambos, doce aƱos. CoincidĆ­amos en algunas reuniones sociales, gracias a que nuestros padres eran Ministros de la Suprema Corte. SolĆ­amos jugar por los jardines, siempre nos llevamos bien, pero no Ć©ramos tan cercanos. Una vez, cuando tenĆ­amos quince, durante una suntuosa boda en una hacienda en el Estado de MĆ©xico, recorriendo el lugar, encontramos un cobertizo solitario, el lugar estaba oscuro, Ć©l ya era mucho mĆ”s alto que yo, ya superaba el 1.80, mientras que yo rondaba el 1.68.


     Ć‰l me tomĆ³ de las solapas de mi saco y me llevĆ³ contra una pared, yo sabĆ­a pelear, asĆ­ que contraataque, golpeĆ© sus antebrazos para que me soltara y revertĆ­ el movimiento, ahora era yo quien lo mantenĆ­a contra la pared, sujeto de las solapas, Ć©l me miraba de una forma nada comĆŗn, yo jamĆ”s habĆ­a visto que alguien me mirara asĆ­: era deseo sexual. AlzĆ³ las manos como seƱal de rendiciĆ³n y bajĆ³ su cabeza, lamiendo sus labios, buscando mi boca.


    Yo querĆ­a besarlo tambiĆ©n, pero sentĆ­a que su rostro estaba lejos, Ć©l era demasiado alto. ¡Claro!, era yo quien presionaba su cuerpo contra la pared evitando que se agachara para besarme. No supe por quĆ©, yo simplemente levantĆ© mi rodilla con fuerza y lo golpeĆ© en los testĆ­culos. El chico gritĆ³ y gimiĆ³, llevĆ³ sus manos a la entrepierna, agachĆ”ndose; Ć©l recargaba su cabeza en mi pecho; mis manos reposaban en sus enormes hombros; en ese momento, yo lo tomĆ© del rostro con ambas manos y lo besĆ©. Ɖl me correspondiĆ³, pero el dolor era tan grande que no podĆ­a dejar aquella posiciĆ³n, bajĆ© mis manos a su entrepierna, Ć©l me permitiĆ³ sobar sus bolas, al tiempo que con sus brazos me envolvĆ­a y nos besĆ”bamos.

     Fueron los primeros genitales de otro hombre que toquĆ©. Nos revolcamos en el piso del cobertizo, mĆ”s no tuvimos sexo, solo frotamos nuestros cuerpos y cada uno se masturbĆ³ a sĆ­ mismo. Recuerdo que Ć©l estaba muy orgulloso de mostrarme su colosal pene, ja, ja, ja, se quedĆ³ con la boca y los ojos abiertos cuando observĆ³ las dimensiones del mĆ­o. 

     Luego de aquel encuentro, lo llamĆ© un par de veces y le escribĆ­ algunos mensajes, no me respondiĆ³, no supe el motivo. Se distanciĆ³ de mĆ­, yo no le di mucha importancia, no lo busquĆ© ni lo llenĆ© de mensajes. Nunca fui sentimental o apegado, si Ć©l no querĆ­a nada conmigo, por mĆ­ estaba bien. Coincidimos unas pocas ocasiones mĆ”s en eventos, en todas ellas, Ć©l me sacaba la vuelta. Desde la primera vez que lo saludĆ© desde lejos y Ć©l se me escondiĆ³, yo no volvĆ­ a prestarle atenciĆ³n. Hice de cuenta que no existĆ­a.

Cara de estĆŗpido.
     LlegĆ³ el dĆ­a en que entrĆ© a estudiar Derecho en la “Ibero” (Universidad privada de mucho prestigio y muy cara en la Ciudad de MĆ©xico). AhĆ­ fue cuando lo volvĆ­ a ver, nos tocĆ³ ser compaƱeros de clase. Ɖl se acercĆ³ a mĆ­, me buscaba plĆ”tica, siempre sonriĆ©ndome con su carita coqueta, todo precioso y bello. No tenĆ­a ni un solo tatuaje en su cuerpo, ni estaba tan marcado, sĆ­ estaba “mamado” (musculoso), pero todavĆ­a no adquirĆ­a ni la cinturita, ni la silueta en “V”, que ahora tiene y lo hacen ver muy masculino y atractivo. Cara de estĆŗpido, siempre ha tenido.

     Al inicio me portĆ© cortante. Cordial, pero seco en el trato. Para este momento Ć©l ya era abiertamente gay, de hecho me invitĆ³ una tarde a un cafĆ© para platicar. AhĆ­ me pidiĆ³ una disculpa, dijo que para Ć©l habĆ­a sido complicado aceptarse como homosexual y salir del closet, me contĆ³ que su papĆ” era muy estricto y que le pedĆ­a guardar las apariencias, incluso tuvo dos novias en los Ćŗltimos tres aƱos. 

    Yo, en cambio, le contĆ© a mi papĆ” lo sucedido en el cobertizo al dĆ­a siguiente de que ocurriĆ³. Omar Cordero Arslan no me dijo nada, solo me hizo algunas preguntas: “¿Te gustan los hombres?” yo respondĆ­ que sĆ­ “¿Los hombres, hombres, o solamente Diego?”, creo que los hombres en general, fue mi respuesta. “¿No te gustan las mujeres?” No, afirmĆ© de forma tajante. “¿Seguro que no te gustan tambiĆ©n las mujeres?” No, repetĆ­ mi respuesta. “¿Seguro, seguro que ninguna mujer te atrae?” No, ninguna, le dije. Ɖl suspirĆ³, se recargĆ³ en el respaldo de su sillĆ³n en el despacho de la mansiĆ³n. “Bueno… ya que” Fue lo que me dijo, y continuĆ³ leyendo un libro. Enseguida se lo contĆ© a mi madre, ella tambiĆ©n me apoyĆ³.

Mi padre, el entonces Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la NaciĆ³n.


     PerdonĆ© a Diego, Ć©l comenzĆ³ a tener mucho contacto fĆ­sico conmigo, me tocaba el rostro, el cuello, el pecho, los brazos, las piernas, era muy confianzudo, incluso comenzamos a tomarnos de la mano, todo esto, antes de oficialmente declararnos como novios. Lo que mĆ”s me gustaba, era cuando Ć©l me hacĆ­a una cara tierna y en seguida se acurrucaba en mis piernas, a veces se encogĆ­a con su cabeza en mi regazo para que yo lo acariciara como si fuera mi mascota, es mĆ”s, fingĆ­a ser mi perro, Ć©l ladraba, me lamĆ­a y se lanzaba sobre mĆ­ para besarme.

     Todo iba bien en nuestra relaciĆ³n, hasta que apreciĆ³ Ć©l: Jan De Vries. Un holandĆ©s de nuestra misma edad, en ese entonces 19 aƱos. Ɖl era rubio, con ceja poblada, ojos claros, extremadamente guapo, unos centĆ­metros mĆ”s alto de Diego, Ć©l sĆ­, poseĆ­a un cuerpo perfecto de fisicoculturista; sus mĆŗsculos enormes contrastaban con su delgado y apuesto rostro, su cintura era angosta, era de los que no se saltaban el dĆ­a de pierna en el gimnasio, poseĆ­a unos muslos enormes. Al verlo por primera vez, me sentĆ­ cachondo, era el hombre mĆ”s guapo que yo habĆ­a visto, un verdadero semental, era mĆ”s alto y musculoso que mi novio. TodavĆ­a recuerdo el brillo en sus ojos y sus hermosos dientes, la primera vez que me sonriĆ³ amablemente al saludar.

El hombre mƔs guapo que habƭa visto.

       Mi mamĆ” tenĆ­a pocos aƱos de haber heredado el imperio cervecero. Ella habĆ­a decidido venderlo a una compaƱƭa europea. Para cerrar el trato, los holandeses pasaron varias semanas en MĆ©xico. Para ese entonces yo ya vivĆ­a solo en aquella casa, en la Ciudad de MĆ©xico, mi vecino Haruki ya se habĆ­a ido a JapĆ³n. Durante este periodo, mi madre me pidiĆ³ regresar a la casa, para atender a nuestros invitados. Al ser ambos jĆ³venes, ella me encargĆ³ ser su amigo y mostrarle la Ciudad. Obviamente, no estuve solo en esta tarea, Diego me ayudĆ³. Lo que yo no sabĆ­a, era que Jan y mi novio, mantenĆ­an otro tipo de comunicaciĆ³n cuando yo no estaba presente. Yo no era su niƱera, ni me la pasaba pegado a Ć©l, asĆ­ que el europeo podĆ­a salir a muchos lados sin mĆ­, no tenĆ­a por quĆ© rendirme cuentas.

       Lo terrible sucediĆ³ un mes despuĆ©s, cuando los tres fuimos a pasar un fin de semana en una casa que la familia de Diego tenĆ­a, o quizĆ” todavĆ­a tenga, en Valle de Bravo. Era una casa grande con una arquitectura moderna, en una zona alta a las afueras del pueblo, un condominio privado con mucho bosque y conexiĆ³n directa con partes del lago. Me llamĆ³ la atenciĆ³n que no hubiera empleados, en el lugar estĆ”bamos solamente nosotros tres, la idea era ir a comprar vĆ­veres a un supermercado ubicado a varios kilĆ³metros, para asar carne en el patio y nadar, ver algunos partidos de fĆŗtbol, ellos dos eran aficionados a ese deporte, a mĆ­… no me molesta, pero prefiero los combates de box o las peleas de la UFC. Al dĆ­a siguiente harĆ­amos actividades acuĆ”ticas.

     El dĆ­a transcurriĆ³ con normalidad; por la noche, ya con unas cervezas encima, pero sin estar alguno de nosotros borracho. Diego me llevĆ³ a su habitaciĆ³n, Ć©ramos pareja, asĆ­ que pensĆ© que fajarĆ­amos y quizĆ” nos masturbarĆ­amos. A todo esto, ambos Ć©ramos activos, asĆ­ que ninguno se habĆ­a follado al otro.

     AhĆ­ estaba yo, en la cama, en ropa interior, casi desnudo, sobre mi novio, acariciĆ”ndolo y besĆ”ndolo, cuando sin previo aviso, por detrĆ”s llegĆ³ Jan, puso su brazo alrededor de mi cuello, comenzĆ³ a asfixiarme, yo intentĆ© cuanta maniobra conocĆ­a para zafarme, pero el europeo tambiĆ©n sabĆ­a pelear, supo contrarrestar cualquier intento mĆ­o, utilizĆ³ ademĆ”s su superioridad fĆ­sica para someterme. Diego se levantĆ³ de la cama, Ć©l simplemente nos veĆ­a. Jan se dejĆ³ caer en la cama, de espaldas, conmigo encima de Ć©l. Forcejeando, conseguĆ­ liberarme y me girĆ© para quedar a horcajadas y golpear su rostro. El holandĆ©s me sujetĆ³ y me abrazĆ³, presionando mi cuerpo contra su enorme torso, me aprisionĆ³ entre sus enormes brazos, ahĆ­ fue cuando… cuando Diego… Ć©l me tomĆ³ de las caderas, bajĆ³ mi ropa interior y me puso en posiciĆ³n.

Jan De Vries
    —C’mon, Do it! Just Do it, man! You are bigger, he is smaller, you are suppose to be in charge —Jan le decĆ­a a Diego.

      —No, Diego, no, por favor, no lo hagas —yo suplicaba.

      —You are bigger, why are you so submissive with him? He is tiny —Jan asuzaba a mi novio para hacerlo—. Fuck him, you are the man, you are the man. C’mon, I don’t think I will be able to hold him longer.

      Al tiempo que suplicaba, yo continuaba luchando, forcejeando para liberarme, no me quedĆ© quieto.

     —Yo soy el hombre —repitiĆ³ Diego–. Soy el hombre, soy un hombre.

     —¿QuĆ© pedo? Diego, no mames, no, por favor, no, neta, no. ¡Diego! —yo le suplicaba.

     —Lo siento, amor. Esto es algo que habĆ­a querido hacer hace mucho, necesito hacerlo— dijo mi novio, y me penetrĆ³.

     Justo en ese momento, yo me liberĆ©, alcancĆ© a dar dos golpes de martillo al rostro de Jan y un codazo en la cara de Diego. Este se separĆ³ de mĆ­ y retrocediĆ³, yo me encontraba peleando en la cama con Jan, cuando por detrĆ”s, mi novio hizo lo impensable: me sujetĆ³ de las bolas, Ć©l agarrĆ³ mis testĆ­culos, y los apretĆ³ con mucha fuerza, yo gritĆ© de dolor, en aquel entonces yo no estaba acostumbrado. Jan me volviĆ³ a someter, el otro nuevamente me puso en posiciĆ³n, y volviĆ³ a penetrarme, lo hizo hasta venirse dentro de mĆ­, en todo ese tiempo, jamĆ”s soltĆ³ mi escroto. Su pene es largo y cabezĆ³n, sentĆ­ dentro de mĆ­ cada uno de sus 25 cm.

     En aquel momento yo me sentĆ­a muy triste, desconcertado, confundido y dĆ©bil. DejĆ© de pelear, ya no tenĆ­a caso hacerlo. No conformes con eso, me colocaron bocarriba, en la cama. Debajo de mĆ­ estaba Jan, sujetĆ”ndome. Diego levantĆ³ mis piernas, las puso sobre sus hombros y nuevamente me penetrĆ³, al tiempo que volvĆ­a a estrujar mis bolas entre sus manos. Yo comencĆ© a llorar. Ahora me da mucha vergĆ¼enza admitirlo, pero, llorĆ© desconsoladamente. No sĆ© cĆ³mo fue que lo consiguieron, pero debido a la posiciĆ³n en la que me encontraba, encima de Jan, este tambiĆ©n me penetrĆ³, al mismo tiempo.


     Sus dos gruesos miembros se frotaban en el interior de mi cuerpo, ambos gemĆ­an de placer, yo gritaba de dolor, ellos me utilizaron como su juguete sexual. El primero en acabar fue Diego, minutos despuĆ©s Jan dejĆ³ de sacudir sus caderas en la cama y su cĆ”lido semen me inundĆ³. Para terminar. Diego se sentĆ³ en la cabecera de la cama con las piernas abiertas. Jan sujetĆ³ mis muƱecas en la espalda con una sola mano, me arrodillĆ³ en el colchĆ³n y bajĆ³ mi cabeza hacia la entrepierna de mi novio para forzarme a chupar su verga.

     Yo jamĆ”s lo habĆ­a hecho: mamar un pene. Ni a Diego, ni a nadie, es algo que no me gusta hacer, siempre he pensado que hacerlo me rebaja. Ɖl sĆ­ llegĆ³ a chupĆ”rmela varias veces cuando Ć©ramos novios.

     —Yeah! This is how it was meant to be. We are bigger, Diego, we are stronger, we are the alphas —Jan gritaba exhaltado—, we both, are the alphas, not this tiny little bitch, we rock, man. Ah, ah, Don’t bite! —Jan me advirtiĆ³ que no mordiera el pene de Diego, al tiempo que me estrujaba los testĆ­culos, yo me sacudĆ­a y gritaba de dolor.


     Luego de que Jan casi hiciera estallar mis gĆ³nadas entre sus dedos, continuĆ³ manteniendo un firme agarre en ellos. Diego me tratĆ³ como si yo hubiese sido una muƱeca inflable. Follando mi boca y mi crĆ”neo completo con su gran verga. Jan por detrĆ”s me penetraba. De pronto, el pene de Diego comenzĆ³ a palpitar en mi paladar y probĆ© su semen. SentĆ­ asco, vomitĆ© inmediatamente. Durante todo el acto, mi verga jamĆ”s se levantĆ³, Jan no pudo conocer mis treinta centĆ­metros.

Todo esto x2, entrĆ³ en mĆ­
     Diego se levantĆ³ y corriĆ³ a la regadera para asearse, mientras que Jan se quedĆ³ follandome unos minutos mĆ”s. Cuando terminĆ³, se quedĆ³ mirĆ”ndome con una mueca de repulsiĆ³n. Segundos despuĆ©s, fue tras Diego, no los vi, pero sĆ© que se baƱaron juntos. Yo me quedĆ© encogido en un rincĆ³n de la habitaciĆ³n, no querĆ­a volver a estar en ninguna cama. AhĆ­ permanecĆ­ gran parte de la noche, temblando y llorando, creo que por momentos me quedĆ© dormido. El ano me dolĆ­a mucho.

      Al salir de la ducha, ambos se fueron, regresaron a la ciudad y se llevaron el auto, tambiĆ©n mi telĆ©fono mĆ³vil, cartera y llaves, cortaron la comunicaciĆ³n en los telĆ©fonos y mĆ³dem de la casa. Lo supe cuando a las tres de la maƱana quise contactar a alguien para que me ayudara a regresar. Me baƱƩ, no es lo mĆ”s inteligente, pues borra evidencia, pero realmente me sentĆ­a sucio. Me vestĆ­ y fui a la cocina, tomĆ© agua, nuevamente terminĆ© acurrucado en un rincĆ³n, esta vez junto a la estufa, apoyandome en mi muslo, por que el trasero, todavĆ­a me dolĆ­a. 

    Al amanecer decidĆ­ que no podĆ­a seguir asĆ­. Tuve que caminar un kilĆ³metro para llegar a la casa vecina, los dueƱos no estaban, nunca nadie habita las casas de verano, estas son solo para vacacionar. PensĆ© en irrumpir, pero decidĆ­ caminar otro kilĆ³metro mĆ”s hasta la siguiente casa, tampoco estaban los patrones, pero sĆ­ un jardinero, quien reciĆ©n llegaba a trabajar en su camioneta, Ć©l me prestĆ³ su telĆ©fono mĆ³vil para hacer una llamada.

     En la casa de mis padres respondiĆ³ Jan, quien era huĆ©sped junto con su familia. Al escuchar su voz colguĆ© inmediatamente. PedĆ­ al jardinero que me llevara en su vehĆ­culo a la Ciudad de MĆ©xico, ofrecĆ­ pagarle. Le di mi reloj como garantĆ­a, era un Rolex original. Aunque hacerlo lo desviaba de sus responsabilidades del dĆ­a, el hombre aceptĆ³. Me llevĆ³ hasta mi casa en la Ciudad de MĆ©xico, no la de mis padres, sino en la que yo vivĆ­a solo.

     Me sorprendiĆ³ encontrar las ventanas abiertas. Era alrededor de la una de la tarde. Tuve miedo, pedĆ­ al hombre que entrara conmigo, tenĆ­a que pagarle, despuĆ©s de todo. Ɖl me acompaĆ±Ć³, yo abrĆ­ la puerta. Sentados en la sala, estaban Diego y Jan, bebiendo unas copas de vino, comiendo quesos y carnes frĆ­as. Este Ćŗltimo me arrojĆ³ una mochila con mis cosas: celular, cartera y llaves, pude pagar al seƱor, Ć©l se iba a quitar mi reloj del brazo, yo le dije que lo podĆ­a conservar, en tanto no me dejara a solas con estos dos. El semblante en mi rostro debiĆ³ convencerlo, porque Ć©l decidiĆ³ permanecer a mi lado o eso creĆ­.


     —Gracias por todo, JonĆ”s, lo hiciste bien —Diego se levantĆ³ y le pasĆ³ un sobre muy gordo, con mucho dinero al jardinero.

     —Para lo que guste, joven Diego, ya sabe —respondiĆ³ el jardinero al lado mĆ­o, se acomodĆ³ la gorra para despedirse de mĆ­, echĆ”ndome una mirada de verdadera lĆ”stima. Antes de partir y cerrar la puerta tras de sĆ­, se quitĆ³ el reloj y lo dejĆ³ en una mesita a la entrada.

      CrĆ©anme, que en aquel momento las piernas me temblaban y un escalofrĆ­o paralizaba todo mi cuerpo, yo no sabĆ­a quĆ© mĆ”s me iban a hacer estos dos. Lo habĆ­an planeado todo, cada minuto hasta este momento. Su intenciĆ³n era abrumarme e intimidarme, hacerme sentir pequeƱo, y lo consiguieron.

     —Tranquilo, “Corderito”, no te va a pasar nada —dijo Diego pasando su brazo por mis hombros, yo me sobresaltĆ© al sentir su proximidad. Me condujo al sofĆ” en donde ambos nos sentamos. Jan tambiĆ©n se sentĆ³ junto a mĆ­, me tenĆ­an cercado, yo no podĆ­a dejar de temblar.

      Ahora que lo veo mĆ”s frĆ­amente, sĆ© que podrĆ­a haberles partido la madre, yo era mejor peleador que Jan. Me sometieron porque eran dos, eran mĆ”s grandes, me emboscaron, y tambiĆ©n, porque me agarraron de los huevos por la espalda. Sin embargo, en aquel instante, yo no tenĆ­a deseo alguno de luchar, me sentĆ­a dĆ©bil e indefenso, me encontraba totalmente vulnerable. Ese es el estado al que me gusta llevar a mis presas actualmente, debo reconocer que de ellos aprendĆ­.

    —Solo queremos razonar contigo —dijo Diego.

    —Six billion dollars —dijo Jan en mi oĆ­do—. That’s what your silence is worth.

    —El contrato que tu madre estĆ” por cerrar con el padre de Jan, es por seis mil millones de dĆ³lares. ¿Sabes lo que eso significa? Tu mamĆ” automĆ”ticamente va a ser la mujer mĆ”s rica de este paĆ­s —Diego explicĆ³ mientras masajeaba mi hombro—. No vas a arruinar eso, ¿o sĆ­?. En cuanto a tu padre, Ć©l estĆ” buscando activamente acercarse a Manuel LĆ³pez, el  hombre que en unos aƱos podrĆ­a convertirse en presidente de esta NaciĆ³n. Para eso, necesita de mi padre; el Ministro BolĆ­var y Manuel, son muy amigos. Crees que no sĆ© que por eso tu familia y la mĆ­a son tan “unidas”. A tu padre le conviene mantener buenas relaciones con el mĆ­o. ¿En serio vas a ser la causa de que Ć©l pierda el poder polĆ­tico que ha ganado hasta el momento? ¿CuĆ”ntos Ministros conoces que tengan influencia en la vida pĆŗblica? La mayorĆ­a solo se retiran y ya. PiĆ©nsalo, no te conviene hablar, a menos de que quieras arruinar la vida de tus padres. O peor, tal vez compruebes que para ellos, sus aspiraciones polĆ­ticas y financieras son mĆ”s importantes que tĆŗ.

     —Six billion dollars —recalcĆ³ Jan en mi oĆ­do.

Mi exnovio sin tantos tatuajes

     Luego de decir esto, se levantaron y se fueron. ¡Ja! ¿No es gracioso? Me manipularon, los malditos, hijos de perra, en el momento mĆ”s crĆ­tico, cuando yo podrĆ­a haberlos acusado, me hicieron dudar. A los pocos dĆ­as, el trato se cerrĆ³ y Jan volviĆ³ a Holanda, mi madre consiguiĆ³ seis mil millones de dĆ³lares y eventualmente mi padre logrĆ³ ser Secretario de GobernaciĆ³n, y actualmente, vĆ­a plurinominal, Senador de la RepĆŗblica. Todo, gracias a que yo guardĆ© silencio. Confieso que tambiĆ©n tenĆ­a miedo de verificar que esos malditos tenĆ­an razĆ³n y que aunque se los contara, mis padres no hicieran nada por no convenir a sus intereses.

     Con el pasar de las semanas me fui haciendo mĆ”s a la idea de que no tenĆ­a caso hacer algo al respecto o decĆ­rselo a alguien. Al principio no querĆ­a salir de mi habitaciĆ³n, lo peor era que la temporada de exĆ”menes finales en la universidad se acercaba, aunque reprobar era la menor de mis preocupaciones, enfocarme en estudiar me ayudĆ³ mucho. Me presentĆ© a eso, solamente, no deseaba toparme con Diego. Me fue muy bien, obtuve buenas calificaciones, le caĆ­a bien a los maestros. En la vida diaria soy realmente encantador.

    Para el semestre siguiente, decidĆ­ mudarme aquĆ­, al Estado de Tlaxcala: un lugar tranquilo, donde nunca sucede nada, y terminar mis estudios en la humilde universidad del Estado. EntrĆ© a la fiscalĆ­a, me especialicĆ© en derecho penal, he tomado muchas especialidades y cursos sobre violencia, delitos sexuales y equidad de gĆ©nero. Y pues… eso es todo.
 


     Tal vez crean que yo necesito ayuda profesional, que no puedo seguir atacando a hombres, para hacerles lo que me hicieron a mĆ­. La ironĆ­a estĆ” en que yo mismo me puedo canalizar con especialistas en el tema y pedir ayuda… Ja, ja, ja. A eso me dedico en la fiscalĆ­a. Pero no, antes prefiero ir a la cĆ”rcel.

      Haruki me prometiĆ³ que resolverĆ­a mi problema con Yuki. Alberto es un hombre inteligente, aĆŗn estĆ” por verse su reacciĆ³n y Alfonso, Ć©l estĆ” de mi lado. Por el momento mi Ćŗnico pendiente, es planear mi venganza contra Diego Emilio BolĆ­var Montalvo, voy a disfrutar mucho cazĆ”ndolo y haciĆ©ndolo pedazos, juro que lo voy a destruir, como hice hace casi cinco aƱos, con el cerdo, marrano, asqueroso, que es Jan De Vries.


Te voy a destruir, Diego BolĆ­var.


    En los prĆ³ximos tres capĆ­tulos narrarĆ© mi venganza contra Jan, no fue una presa fĆ”cil. Para conseguir llegar a Ć©l, tuve que convertirme en un Cazador de Gigantes.


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