HabĆa visto a Diego muchas veces desde que tenĆamos, ambos, doce aƱos. CoincidĆamos en algunas reuniones sociales, gracias a que nuestros padres eran Ministros de la Suprema Corte. SolĆamos jugar por los jardines, siempre nos llevamos bien, pero no Ć©ramos tan cercanos. Una vez, cuando tenĆamos quince, durante una suntuosa boda en una hacienda en el Estado de MĆ©xico, recorriendo el lugar, encontramos un cobertizo solitario, el lugar estaba oscuro, Ć©l ya era mucho mĆ”s alto que yo, ya superaba el 1.80, mientras que yo rondaba el 1.68.
Ćl me tomĆ³ de las solapas de mi saco y me llevĆ³ contra una pared, yo sabĆa pelear, asĆ que contraataque, golpeĆ© sus antebrazos para que me soltara y revertĆ el movimiento, ahora era yo quien lo mantenĆa contra la pared, sujeto de las solapas, Ć©l me miraba de una forma nada comĆŗn, yo jamĆ”s habĆa visto que alguien me mirara asĆ: era deseo sexual. AlzĆ³ las manos como seƱal de rendiciĆ³n y bajĆ³ su cabeza, lamiendo sus labios, buscando mi boca.
Yo querĆa besarlo tambiĆ©n, pero sentĆa que su rostro estaba lejos, Ć©l era demasiado alto. ¡Claro!, era yo quien presionaba su cuerpo contra la pared evitando que se agachara para besarme. No supe por quĆ©, yo simplemente levantĆ© mi rodilla con fuerza y lo golpeĆ© en los testĆculos. El chico gritĆ³ y gimiĆ³, llevĆ³ sus manos a la entrepierna, agachĆ”ndose; Ć©l recargaba su cabeza en mi pecho; mis manos reposaban en sus enormes hombros; en ese momento, yo lo tomĆ© del rostro con ambas manos y lo besĆ©. Ćl me correspondiĆ³, pero el dolor era tan grande que no podĆa dejar aquella posiciĆ³n, bajĆ© mis manos a su entrepierna, Ć©l me permitiĆ³ sobar sus bolas, al tiempo que con sus brazos me envolvĆa y nos besĆ”bamos.
Luego de aquel encuentro, lo llamĆ© un par de veces y le escribĆ algunos mensajes, no me respondiĆ³, no supe el motivo. Se distanciĆ³ de mĆ, yo no le di mucha importancia, no lo busquĆ© ni lo llenĆ© de mensajes. Nunca fui sentimental o apegado, si Ć©l no querĆa nada conmigo, por mĆ estaba bien. Coincidimos unas pocas ocasiones mĆ”s en eventos, en todas ellas, Ć©l me sacaba la vuelta. Desde la primera vez que lo saludĆ© desde lejos y Ć©l se me escondiĆ³, yo no volvĆ a prestarle atenciĆ³n. Hice de cuenta que no existĆa.
Cara de estĆŗpido. |
Al inicio me portĆ© cortante. Cordial, pero seco en el trato. Para este momento Ć©l ya era abiertamente gay, de hecho me invitĆ³ una tarde a un cafĆ© para platicar. AhĆ me pidiĆ³ una disculpa, dijo que para Ć©l habĆa sido complicado aceptarse como homosexual y salir del closet, me contĆ³ que su papĆ” era muy estricto y que le pedĆa guardar las apariencias, incluso tuvo dos novias en los Ćŗltimos tres aƱos.
Mi padre, el entonces Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la NaciĆ³n. |
PerdonĆ© a Diego, Ć©l comenzĆ³ a tener mucho contacto fĆsico conmigo, me tocaba el rostro, el cuello, el pecho, los brazos, las piernas, era muy confianzudo, incluso comenzamos a tomarnos de la mano, todo esto, antes de oficialmente declararnos como novios. Lo que mĆ”s me gustaba, era cuando Ć©l me hacĆa una cara tierna y en seguida se acurrucaba en mis piernas, a veces se encogĆa con su cabeza en mi regazo para que yo lo acariciara como si fuera mi mascota, es mĆ”s, fingĆa ser mi perro, Ć©l ladraba, me lamĆa y se lanzaba sobre mĆ para besarme.
Todo iba bien en nuestra relaciĆ³n, hasta que apreciĆ³ Ć©l: Jan De Vries. Un holandĆ©s de nuestra misma edad, en ese entonces 19 aƱos. Ćl era rubio, con ceja poblada, ojos claros, extremadamente guapo, unos centĆmetros mĆ”s alto de Diego, Ć©l sĆ, poseĆa un cuerpo perfecto de fisicoculturista; sus mĆŗsculos enormes contrastaban con su delgado y apuesto rostro, su cintura era angosta, era de los que no se saltaban el dĆa de pierna en el gimnasio, poseĆa unos muslos enormes. Al verlo por primera vez, me sentĆ cachondo, era el hombre mĆ”s guapo que yo habĆa visto, un verdadero semental, era mĆ”s alto y musculoso que mi novio. TodavĆa recuerdo el brillo en sus ojos y sus hermosos dientes, la primera vez que me sonriĆ³ amablemente al saludar.
El hombre mĆ”s guapo que habĆa visto. |
Mi mamĆ” tenĆa pocos aƱos de haber heredado el imperio cervecero. Ella habĆa decidido venderlo a una compaƱĆa europea. Para cerrar el trato, los holandeses pasaron varias semanas en MĆ©xico. Para ese entonces yo ya vivĆa solo en aquella casa, en la Ciudad de MĆ©xico, mi vecino Haruki ya se habĆa ido a JapĆ³n. Durante este periodo, mi madre me pidiĆ³ regresar a la casa, para atender a nuestros invitados. Al ser ambos jĆ³venes, ella me encargĆ³ ser su amigo y mostrarle la Ciudad. Obviamente, no estuve solo en esta tarea, Diego me ayudĆ³. Lo que yo no sabĆa, era que Jan y mi novio, mantenĆan otro tipo de comunicaciĆ³n cuando yo no estaba presente. Yo no era su niƱera, ni me la pasaba pegado a Ć©l, asĆ que el europeo podĆa salir a muchos lados sin mĆ, no tenĆa por quĆ© rendirme cuentas.
Lo terrible sucediĆ³ un mes despuĆ©s, cuando los tres fuimos a pasar un fin de semana en una casa que la familia de Diego tenĆa, o quizĆ” todavĆa tenga, en Valle de Bravo. Era una casa grande con una arquitectura moderna, en una zona alta a las afueras del pueblo, un condominio privado con mucho bosque y conexiĆ³n directa con partes del lago. Me llamĆ³ la atenciĆ³n que no hubiera empleados, en el lugar estĆ”bamos solamente nosotros tres, la idea era ir a comprar vĆveres a un supermercado ubicado a varios kilĆ³metros, para asar carne en el patio y nadar, ver algunos partidos de fĆŗtbol, ellos dos eran aficionados a ese deporte, a mĆ… no me molesta, pero prefiero los combates de box o las peleas de la UFC. Al dĆa siguiente harĆamos actividades acuĆ”ticas.
AhĆ estaba yo, en la cama, en ropa interior, casi desnudo, sobre mi novio, acariciĆ”ndolo y besĆ”ndolo, cuando sin previo aviso, por detrĆ”s llegĆ³ Jan, puso su brazo alrededor de mi cuello, comenzĆ³ a asfixiarme, yo intentĆ© cuanta maniobra conocĆa para zafarme, pero el europeo tambiĆ©n sabĆa pelear, supo contrarrestar cualquier intento mĆo, utilizĆ³ ademĆ”s su superioridad fĆsica para someterme. Diego se levantĆ³ de la cama, Ć©l simplemente nos veĆa. Jan se dejĆ³ caer en la cama, de espaldas, conmigo encima de Ć©l. Forcejeando, conseguĆ liberarme y me girĆ© para quedar a horcajadas y golpear su rostro. El holandĆ©s me sujetĆ³ y me abrazĆ³, presionando mi cuerpo contra su enorme torso, me aprisionĆ³ entre sus enormes brazos, ahĆ fue cuando… cuando Diego… Ć©l me tomĆ³ de las caderas, bajĆ³ mi ropa interior y me puso en posiciĆ³n.
Jan De Vries |
—No, Diego, no, por favor, no lo hagas —yo suplicaba.
—You are bigger, why are you so submissive with him? He is tiny —Jan asuzaba a mi novio para hacerlo—. Fuck him, you are the man, you are the man. C’mon, I don’t think I will be able to hold him longer.
Al tiempo que suplicaba, yo continuaba luchando, forcejeando para liberarme, no me quedƩ quieto.
—Yo soy el hombre —repitiĆ³ Diego–. Soy el hombre, soy un hombre.
—¿QuĆ© pedo? Diego, no mames, no, por favor, no, neta, no. ¡Diego! —yo le suplicaba.
—Lo siento, amor. Esto es algo que habĆa querido hacer hace mucho, necesito hacerlo— dijo mi novio, y me penetrĆ³.
Justo en ese momento, yo me liberĆ©, alcancĆ© a dar dos golpes de martillo al rostro de Jan y un codazo en la cara de Diego. Este se separĆ³ de mĆ y retrocediĆ³, yo me encontraba peleando en la cama con Jan, cuando por detrĆ”s, mi novio hizo lo impensable: me sujetĆ³ de las bolas, Ć©l agarrĆ³ mis testĆculos, y los apretĆ³ con mucha fuerza, yo gritĆ© de dolor, en aquel entonces yo no estaba acostumbrado. Jan me volviĆ³ a someter, el otro nuevamente me puso en posiciĆ³n, y volviĆ³ a penetrarme, lo hizo hasta venirse dentro de mĆ, en todo ese tiempo, jamĆ”s soltĆ³ mi escroto. Su pene es largo y cabezĆ³n, sentĆ dentro de mĆ cada uno de sus 25 cm.
En aquel momento yo me sentĆa muy triste, desconcertado, confundido y dĆ©bil. DejĆ© de pelear, ya no tenĆa caso hacerlo. No conformes con eso, me colocaron bocarriba, en la cama. Debajo de mĆ estaba Jan, sujetĆ”ndome. Diego levantĆ³ mis piernas, las puso sobre sus hombros y nuevamente me penetrĆ³, al tiempo que volvĆa a estrujar mis bolas entre sus manos. Yo comencĆ© a llorar. Ahora me da mucha vergĆ¼enza admitirlo, pero, llorĆ© desconsoladamente. No sĆ© cĆ³mo fue que lo consiguieron, pero debido a la posiciĆ³n en la que me encontraba, encima de Jan, este tambiĆ©n me penetrĆ³, al mismo tiempo.
Sus dos gruesos miembros se frotaban en el interior de mi cuerpo, ambos gemĆan de placer, yo gritaba de dolor, ellos me utilizaron como su juguete sexual. El primero en acabar fue Diego, minutos despuĆ©s Jan dejĆ³ de sacudir sus caderas en la cama y su cĆ”lido semen me inundĆ³. Para terminar. Diego se sentĆ³ en la cabecera de la cama con las piernas abiertas. Jan sujetĆ³ mis muƱecas en la espalda con una sola mano, me arrodillĆ³ en el colchĆ³n y bajĆ³ mi cabeza hacia la entrepierna de mi novio para forzarme a chupar su verga.
Yo jamĆ”s lo habĆa hecho: mamar un pene. Ni a Diego, ni a nadie, es algo que no me gusta hacer, siempre he pensado que hacerlo me rebaja. Ćl sĆ llegĆ³ a chupĆ”rmela varias veces cuando Ć©ramos novios.
—Yeah! This is how it was meant to be. We are bigger, Diego, we are stronger, we are the alphas —Jan gritaba exhaltado—, we both, are the alphas, not this tiny little bitch, we rock, man. Ah, ah, Don’t bite! —Jan me advirtiĆ³ que no mordiera el pene de Diego, al tiempo que me estrujaba los testĆculos, yo me sacudĆa y gritaba de dolor.
Todo esto x2, entrĆ³ en mĆ |
Al salir de la ducha, ambos se fueron, regresaron a la ciudad y se llevaron el auto, tambiĆ©n mi telĆ©fono mĆ³vil, cartera y llaves, cortaron la comunicaciĆ³n en los telĆ©fonos y mĆ³dem de la casa. Lo supe cuando a las tres de la maƱana quise contactar a alguien para que me ayudara a regresar. Me baƱƩ, no es lo mĆ”s inteligente, pues borra evidencia, pero realmente me sentĆa sucio. Me vestĆ y fui a la cocina, tomĆ© agua, nuevamente terminĆ© acurrucado en un rincĆ³n, esta vez junto a la estufa, apoyandome en mi muslo, por que el trasero, todavĆa me dolĆa.
En la casa de mis padres respondiĆ³ Jan, quien era huĆ©sped junto con su familia. Al escuchar su voz colguĆ© inmediatamente. PedĆ al jardinero que me llevara en su vehĆculo a la Ciudad de MĆ©xico, ofrecĆ pagarle. Le di mi reloj como garantĆa, era un Rolex original. Aunque hacerlo lo desviaba de sus responsabilidades del dĆa, el hombre aceptĆ³. Me llevĆ³ hasta mi casa en la Ciudad de MĆ©xico, no la de mis padres, sino en la que yo vivĆa solo.
—Gracias por todo, JonĆ”s, lo hiciste bien —Diego se levantĆ³ y le pasĆ³ un sobre muy gordo, con mucho dinero al jardinero.
—Para lo que guste, joven Diego, ya sabe —respondiĆ³ el jardinero al lado mĆo, se acomodĆ³ la gorra para despedirse de mĆ, echĆ”ndome una mirada de verdadera lĆ”stima. Antes de partir y cerrar la puerta tras de sĆ, se quitĆ³ el reloj y lo dejĆ³ en una mesita a la entrada.
CrĆ©anme, que en aquel momento las piernas me temblaban y un escalofrĆo paralizaba todo mi cuerpo, yo no sabĆa quĆ© mĆ”s me iban a hacer estos dos. Lo habĆan planeado todo, cada minuto hasta este momento. Su intenciĆ³n era abrumarme e intimidarme, hacerme sentir pequeƱo, y lo consiguieron.
—Tranquilo, “Corderito”, no te va a pasar nada —dijo Diego pasando su brazo por mis hombros, yo me sobresaltĆ© al sentir su proximidad. Me condujo al sofĆ” en donde ambos nos sentamos. Jan tambiĆ©n se sentĆ³ junto a mĆ, me tenĆan cercado, yo no podĆa dejar de temblar.
Ahora que lo veo mĆ”s frĆamente, sĆ© que podrĆa haberles partido la madre, yo era mejor peleador que Jan. Me sometieron porque eran dos, eran mĆ”s grandes, me emboscaron, y tambiĆ©n, porque me agarraron de los huevos por la espalda. Sin embargo, en aquel instante, yo no tenĆa deseo alguno de luchar, me sentĆa dĆ©bil e indefenso, me encontraba totalmente vulnerable. Ese es el estado al que me gusta llevar a mis presas actualmente, debo reconocer que de ellos aprendĆ.
—Solo queremos razonar contigo —dijo Diego.
—Six billion dollars —dijo Jan en mi oĆdo—. That’s what your silence is worth.
—El contrato que tu madre estĆ” por cerrar con el padre de Jan, es por seis mil millones de dĆ³lares. ¿Sabes lo que eso significa? Tu mamĆ” automĆ”ticamente va a ser la mujer mĆ”s rica de este paĆs —Diego explicĆ³ mientras masajeaba mi hombro—. No vas a arruinar eso, ¿o sĆ?. En cuanto a tu padre, Ć©l estĆ” buscando activamente acercarse a Manuel LĆ³pez, el hombre que en unos aƱos podrĆa convertirse en presidente de esta NaciĆ³n. Para eso, necesita de mi padre; el Ministro BolĆvar y Manuel, son muy amigos. Crees que no sĆ© que por eso tu familia y la mĆa son tan “unidas”. A tu padre le conviene mantener buenas relaciones con el mĆo. ¿En serio vas a ser la causa de que Ć©l pierda el poder polĆtico que ha ganado hasta el momento? ¿CuĆ”ntos Ministros conoces que tengan influencia en la vida pĆŗblica? La mayorĆa solo se retiran y ya. PiĆ©nsalo, no te conviene hablar, a menos de que quieras arruinar la vida de tus padres. O peor, tal vez compruebes que para ellos, sus aspiraciones polĆticas y financieras son mĆ”s importantes que tĆŗ.
—Six billion dollars —recalcĆ³ Jan en mi oĆdo.
Mi exnovio sin tantos tatuajes |
Luego de decir esto, se levantaron y se fueron. ¡Ja! ¿No es gracioso? Me manipularon, los malditos, hijos de perra, en el momento mĆ”s crĆtico, cuando yo podrĆa haberlos acusado, me hicieron dudar. A los pocos dĆas, el trato se cerrĆ³ y Jan volviĆ³ a Holanda, mi madre consiguiĆ³ seis mil millones de dĆ³lares y eventualmente mi padre logrĆ³ ser Secretario de GobernaciĆ³n, y actualmente, vĆa plurinominal, Senador de la RepĆŗblica. Todo, gracias a que yo guardĆ© silencio. Confieso que tambiĆ©n tenĆa miedo de verificar que esos malditos tenĆan razĆ³n y que aunque se los contara, mis padres no hicieran nada por no convenir a sus intereses.
Con el pasar de las semanas me fui haciendo mĆ”s a la idea de que no tenĆa caso hacer algo al respecto o decĆrselo a alguien. Al principio no querĆa salir de mi habitaciĆ³n, lo peor era que la temporada de exĆ”menes finales en la universidad se acercaba, aunque reprobar era la menor de mis preocupaciones, enfocarme en estudiar me ayudĆ³ mucho. Me presentĆ© a eso, solamente, no deseaba toparme con Diego. Me fue muy bien, obtuve buenas calificaciones, le caĆa bien a los maestros. En la vida diaria soy realmente encantador.
Tal vez crean que yo necesito ayuda profesional, que no puedo seguir atacando a hombres, para hacerles lo que me hicieron a mĆ. La ironĆa estĆ” en que yo mismo me puedo canalizar con especialistas en el tema y pedir ayuda… Ja, ja, ja. A eso me dedico en la fiscalĆa. Pero no, antes prefiero ir a la cĆ”rcel.
Haruki me prometiĆ³ que resolverĆa mi problema con Yuki. Alberto es un hombre inteligente, aĆŗn estĆ” por verse su reacciĆ³n y Alfonso, Ć©l estĆ” de mi lado. Por el momento mi Ćŗnico pendiente, es planear mi venganza contra Diego Emilio BolĆvar Montalvo, voy a disfrutar mucho cazĆ”ndolo y haciĆ©ndolo pedazos, juro que lo voy a destruir, como hice hace casi cinco aƱos, con el cerdo, marrano, asqueroso, que es Jan De Vries.
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