CAZADOR DE GIGANTES II (3/9): Six billion dollars. - Las Bolas de Pablo

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24 jun 2022

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CAZADOR DE GIGANTES II (3/9): Six billion dollars.

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      HabĆ­a visto a Diego muchas veces desde que tenĆ­amos, ambos, doce aƱos. CoincidĆ­amos en algunas reuniones sociales, gracias a que nuestros padres eran Ministros de la Suprema Corte. SolĆ­amos jugar por los jardines, siempre nos llevamos bien, pero no Ć©ramos tan cercanos. Una vez, cuando tenĆ­amos quince, durante una suntuosa boda en una hacienda en el Estado de MĆ©xico, recorriendo el lugar, encontramos un cobertizo solitario, el lugar estaba oscuro, Ć©l ya era mucho mĆ”s alto que yo, ya superaba el 1.80, mientras que yo rondaba el 1.68.


     Ć‰l me tomó de las solapas de mi saco y me llevó contra una pared, yo sabĆ­a pelear, asĆ­ que contraataque, golpeĆ© sus antebrazos para que me soltara y revertĆ­ el movimiento, ahora era yo quien lo mantenĆ­a contra la pared, sujeto de las solapas, Ć©l me miraba de una forma nada comĆŗn, yo jamĆ”s habĆ­a visto que alguien me mirara asĆ­: era deseo sexual. Alzó las manos como seƱal de rendición y bajó su cabeza, lamiendo sus labios, buscando mi boca.


    Yo querĆ­a besarlo tambiĆ©n, pero sentĆ­a que su rostro estaba lejos, Ć©l era demasiado alto. Ā”Claro!, era yo quien presionaba su cuerpo contra la pared evitando que se agachara para besarme. No supe por quĆ©, yo simplemente levantĆ© mi rodilla con fuerza y lo golpeĆ© en los testĆ­culos. El chico gritó y gimió, llevó sus manos a la entrepierna, agachĆ”ndose; Ć©l recargaba su cabeza en mi pecho; mis manos reposaban en sus enormes hombros; en ese momento, yo lo tomĆ© del rostro con ambas manos y lo besĆ©. Ɖl me correspondió, pero el dolor era tan grande que no podĆ­a dejar aquella posición, bajĆ© mis manos a su entrepierna, Ć©l me permitió sobar sus bolas, al tiempo que con sus brazos me envolvĆ­a y nos besĆ”bamos.

     Fueron los primeros genitales de otro hombre que toquĆ©. Nos revolcamos en el piso del cobertizo, mĆ”s no tuvimos sexo, solo frotamos nuestros cuerpos y cada uno se masturbó a sĆ­ mismo. Recuerdo que Ć©l estaba muy orgulloso de mostrarme su colosal pene, ja, ja, ja, se quedó con la boca y los ojos abiertos cuando observó las dimensiones del mĆ­o. 

     Luego de aquel encuentro, lo llamĆ© un par de veces y le escribĆ­ algunos mensajes, no me respondió, no supe el motivo. Se distanció de mĆ­, yo no le di mucha importancia, no lo busquĆ© ni lo llenĆ© de mensajes. Nunca fui sentimental o apegado, si Ć©l no querĆ­a nada conmigo, por mĆ­ estaba bien. Coincidimos unas pocas ocasiones mĆ”s en eventos, en todas ellas, Ć©l me sacaba la vuelta. Desde la primera vez que lo saludĆ© desde lejos y Ć©l se me escondió, yo no volvĆ­ a prestarle atención. Hice de cuenta que no existĆ­a.

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Cara de estĆŗpido.
     Llegó el dĆ­a en que entrĆ© a estudiar Derecho en la ā€œIberoā€ (Universidad privada de mucho prestigio y muy cara en la Ciudad de MĆ©xico). AhĆ­ fue cuando lo volvĆ­ a ver, nos tocó ser compaƱeros de clase. Ɖl se acercó a mĆ­, me buscaba plĆ”tica, siempre sonriĆ©ndome con su carita coqueta, todo precioso y bello. No tenĆ­a ni un solo tatuaje en su cuerpo, ni estaba tan marcado, sĆ­ estaba ā€œmamadoā€ (musculoso), pero todavĆ­a no adquirĆ­a ni la cinturita, ni la silueta en ā€œVā€, que ahora tiene y lo hacen ver muy masculino y atractivo. Cara de estĆŗpido, siempre ha tenido.

     Al inicio me portĆ© cortante. Cordial, pero seco en el trato. Para este momento Ć©l ya era abiertamente gay, de hecho me invitó una tarde a un cafĆ© para platicar. AhĆ­ me pidió una disculpa, dijo que para Ć©l habĆ­a sido complicado aceptarse como homosexual y salir del closet, me contó que su papĆ” era muy estricto y que le pedĆ­a guardar las apariencias, incluso tuvo dos novias en los Ćŗltimos tres aƱos. 

    Yo, en cambio, le contĆ© a mi papĆ” lo sucedido en el cobertizo al dĆ­a siguiente de que ocurrió. Omar Cordero Arslan no me dijo nada, solo me hizo algunas preguntas: ā€œĀæTe gustan los hombres?ā€ yo respondĆ­ que sĆ­ ā€œĀæLos hombres, hombres, o solamente Diego?ā€, creo que los hombres en general, fue mi respuesta. ā€œĀæNo te gustan las mujeres?ā€ No, afirmĆ© de forma tajante. ā€œĀæSeguro que no te gustan tambiĆ©n las mujeres?ā€ No, repetĆ­ mi respuesta. ā€œĀæSeguro, seguro que ninguna mujer te atrae?ā€ No, ninguna, le dije. Ɖl suspiró, se recargó en el respaldo de su sillón en el despacho de la mansión. ā€œBueno… ya queā€ Fue lo que me dijo, y continuó leyendo un libro. Enseguida se lo contĆ© a mi madre, ella tambiĆ©n me apoyó.

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Mi padre, el entonces Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.


     PerdonĆ© a Diego, Ć©l comenzó a tener mucho contacto fĆ­sico conmigo, me tocaba el rostro, el cuello, el pecho, los brazos, las piernas, era muy confianzudo, incluso comenzamos a tomarnos de la mano, todo esto, antes de oficialmente declararnos como novios. Lo que mĆ”s me gustaba, era cuando Ć©l me hacĆ­a una cara tierna y en seguida se acurrucaba en mis piernas, a veces se encogĆ­a con su cabeza en mi regazo para que yo lo acariciara como si fuera mi mascota, es mĆ”s, fingĆ­a ser mi perro, Ć©l ladraba, me lamĆ­a y se lanzaba sobre mĆ­ para besarme.

     Todo iba bien en nuestra relación, hasta que apreció Ć©l: Jan De Vries. Un holandĆ©s de nuestra misma edad, en ese entonces 19 aƱos. Ɖl era rubio, con ceja poblada, ojos claros, extremadamente guapo, unos centĆ­metros mĆ”s alto de Diego, Ć©l sĆ­, poseĆ­a un cuerpo perfecto de fisicoculturista; sus mĆŗsculos enormes contrastaban con su delgado y apuesto rostro, su cintura era angosta, era de los que no se saltaban el dĆ­a de pierna en el gimnasio, poseĆ­a unos muslos enormes. Al verlo por primera vez, me sentĆ­ cachondo, era el hombre mĆ”s guapo que yo habĆ­a visto, un verdadero semental, era mĆ”s alto y musculoso que mi novio. TodavĆ­a recuerdo el brillo en sus ojos y sus hermosos dientes, la primera vez que me sonrió amablemente al saludar.

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El hombre mƔs guapo que habƭa visto.

       Mi mamĆ” tenĆ­a pocos aƱos de haber heredado el imperio cervecero. Ella habĆ­a decidido venderlo a una compaƱƭa europea. Para cerrar el trato, los holandeses pasaron varias semanas en MĆ©xico. Para ese entonces yo ya vivĆ­a solo en aquella casa, en la Ciudad de MĆ©xico, mi vecino Haruki ya se habĆ­a ido a Japón. Durante este periodo, mi madre me pidió regresar a la casa, para atender a nuestros invitados. Al ser ambos jóvenes, ella me encargó ser su amigo y mostrarle la Ciudad. Obviamente, no estuve solo en esta tarea, Diego me ayudó. Lo que yo no sabĆ­a, era que Jan y mi novio, mantenĆ­an otro tipo de comunicación cuando yo no estaba presente. Yo no era su niƱera, ni me la pasaba pegado a Ć©l, asĆ­ que el europeo podĆ­a salir a muchos lados sin mĆ­, no tenĆ­a por quĆ© rendirme cuentas.

       Lo terrible sucedió un mes despuĆ©s, cuando los tres fuimos a pasar un fin de semana en una casa que la familia de Diego tenĆ­a, o quizĆ” todavĆ­a tenga, en Valle de Bravo. Era una casa grande con una arquitectura moderna, en una zona alta a las afueras del pueblo, un condominio privado con mucho bosque y conexión directa con partes del lago. Me llamó la atención que no hubiera empleados, en el lugar estĆ”bamos solamente nosotros tres, la idea era ir a comprar vĆ­veres a un supermercado ubicado a varios kilómetros, para asar carne en el patio y nadar, ver algunos partidos de fĆŗtbol, ellos dos eran aficionados a ese deporte, a mí… no me molesta, pero prefiero los combates de box o las peleas de la UFC. Al dĆ­a siguiente harĆ­amos actividades acuĆ”ticas.

     El dĆ­a transcurrió con normalidad; por la noche, ya con unas cervezas encima, pero sin estar alguno de nosotros borracho. Diego me llevó a su habitación, Ć©ramos pareja, asĆ­ que pensĆ© que fajarĆ­amos y quizĆ” nos masturbarĆ­amos. A todo esto, ambos Ć©ramos activos, asĆ­ que ninguno se habĆ­a follado al otro.

     AhĆ­ estaba yo, en la cama, en ropa interior, casi desnudo, sobre mi novio, acariciĆ”ndolo y besĆ”ndolo, cuando sin previo aviso, por detrĆ”s llegó Jan, puso su brazo alrededor de mi cuello, comenzó a asfixiarme, yo intentĆ© cuanta maniobra conocĆ­a para zafarme, pero el europeo tambiĆ©n sabĆ­a pelear, supo contrarrestar cualquier intento mĆ­o, utilizó ademĆ”s su superioridad fĆ­sica para someterme. Diego se levantó de la cama, Ć©l simplemente nos veĆ­a. Jan se dejó caer en la cama, de espaldas, conmigo encima de Ć©l. Forcejeando, conseguĆ­ liberarme y me girĆ© para quedar a horcajadas y golpear su rostro. El holandĆ©s me sujetó y me abrazó, presionando mi cuerpo contra su enorme torso, me aprisionó entre sus enormes brazos, ahĆ­ fue cuando… cuando Diego… Ć©l me tomó de las caderas, bajó mi ropa interior y me puso en posición.

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Jan De Vries
    —C’mon, Do it! Just Do it, man! You are bigger, he is smaller, you are suppose to be in charge —Jan le decĆ­a a Diego.

      —No, Diego, no, por favor, no lo hagas —yo suplicaba.

      —You are bigger, why are you so submissive with him? He is tiny —Jan asuzaba a mi novio para hacerlo—. Fuck him, you are the man, you are the man. C’mon, I don’t think I will be able to hold him longer.

      Al tiempo que suplicaba, yo continuaba luchando, forcejeando para liberarme, no me quedĆ© quieto.

     ā€”Yo soy el hombre —repitió Diego–. Soy el hombre, soy un hombre.

     ā€”ĀæQuĆ© pedo? Diego, no mames, no, por favor, no, neta, no. Ā”Diego! —yo le suplicaba.

     ā€”Lo siento, amor. Esto es algo que habĆ­a querido hacer hace mucho, necesito hacerlo— dijo mi novio, y me penetró.

     Justo en ese momento, yo me liberĆ©, alcancĆ© a dar dos golpes de martillo al rostro de Jan y un codazo en la cara de Diego. Este se separó de mĆ­ y retrocedió, yo me encontraba peleando en la cama con Jan, cuando por detrĆ”s, mi novio hizo lo impensable: me sujetó de las bolas, Ć©l agarró mis testĆ­culos, y los apretó con mucha fuerza, yo gritĆ© de dolor, en aquel entonces yo no estaba acostumbrado. Jan me volvió a someter, el otro nuevamente me puso en posición, y volvió a penetrarme, lo hizo hasta venirse dentro de mĆ­, en todo ese tiempo, jamĆ”s soltó mi escroto. Su pene es largo y cabezón, sentĆ­ dentro de mĆ­ cada uno de sus 25 cm.

     En aquel momento yo me sentĆ­a muy triste, desconcertado, confundido y dĆ©bil. DejĆ© de pelear, ya no tenĆ­a caso hacerlo. No conformes con eso, me colocaron bocarriba, en la cama. Debajo de mĆ­ estaba Jan, sujetĆ”ndome. Diego levantó mis piernas, las puso sobre sus hombros y nuevamente me penetró, al tiempo que volvĆ­a a estrujar mis bolas entre sus manos. Yo comencĆ© a llorar. Ahora me da mucha vergüenza admitirlo, pero, llorĆ© desconsoladamente. No sĆ© cómo fue que lo consiguieron, pero debido a la posición en la que me encontraba, encima de Jan, este tambiĆ©n me penetró, al mismo tiempo.

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     Sus dos gruesos miembros se frotaban en el interior de mi cuerpo, ambos gemĆ­an de placer, yo gritaba de dolor, ellos me utilizaron como su juguete sexual. El primero en acabar fue Diego, minutos despuĆ©s Jan dejó de sacudir sus caderas en la cama y su cĆ”lido semen me inundó. Para terminar. Diego se sentó en la cabecera de la cama con las piernas abiertas. Jan sujetó mis muƱecas en la espalda con una sola mano, me arrodilló en el colchón y bajó mi cabeza hacia la entrepierna de mi novio para forzarme a chupar su verga.

     Yo jamĆ”s lo habĆ­a hecho: mamar un pene. Ni a Diego, ni a nadie, es algo que no me gusta hacer, siempre he pensado que hacerlo me rebaja. Ɖl sĆ­ llegó a chupĆ”rmela varias veces cuando Ć©ramos novios.

     ā€”Yeah! This is how it was meant to be. We are bigger, Diego, we are stronger, we are the alphas —Jan gritaba exhaltado—, we both, are the alphas, not this tiny little bitch, we rock, man. Ah, ah, Don’t bite! —Jan me advirtió que no mordiera el pene de Diego, al tiempo que me estrujaba los testĆ­culos, yo me sacudĆ­a y gritaba de dolor.


     Luego de que Jan casi hiciera estallar mis gónadas entre sus dedos, continuó manteniendo un firme agarre en ellos. Diego me trató como si yo hubiese sido una muƱeca inflable. Follando mi boca y mi crĆ”neo completo con su gran verga. Jan por detrĆ”s me penetraba. De pronto, el pene de Diego comenzó a palpitar en mi paladar y probĆ© su semen. SentĆ­ asco, vomitĆ© inmediatamente. Durante todo el acto, mi verga jamĆ”s se levantó, Jan no pudo conocer mis treinta centĆ­metros.

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Todo esto x2, entró en mí
     Diego se levantó y corrió a la regadera para asearse, mientras que Jan se quedó follandome unos minutos mĆ”s. Cuando terminó, se quedó mirĆ”ndome con una mueca de repulsión. Segundos despuĆ©s, fue tras Diego, no los vi, pero sĆ© que se baƱaron juntos. Yo me quedĆ© encogido en un rincón de la habitación, no querĆ­a volver a estar en ninguna cama. AhĆ­ permanecĆ­ gran parte de la noche, temblando y llorando, creo que por momentos me quedĆ© dormido. El ano me dolĆ­a mucho.

      Al salir de la ducha, ambos se fueron, regresaron a la ciudad y se llevaron el auto, tambiĆ©n mi telĆ©fono móvil, cartera y llaves, cortaron la comunicación en los telĆ©fonos y módem de la casa. Lo supe cuando a las tres de la maƱana quise contactar a alguien para que me ayudara a regresar. Me baƱƩ, no es lo mĆ”s inteligente, pues borra evidencia, pero realmente me sentĆ­a sucio. Me vestĆ­ y fui a la cocina, tomĆ© agua, nuevamente terminĆ© acurrucado en un rincón, esta vez junto a la estufa, apoyandome en mi muslo, por que el trasero, todavĆ­a me dolĆ­a. 

    Al amanecer decidĆ­ que no podĆ­a seguir asĆ­. Tuve que caminar un kilómetro para llegar a la casa vecina, los dueƱos no estaban, nunca nadie habita las casas de verano, estas son solo para vacacionar. PensĆ© en irrumpir, pero decidĆ­ caminar otro kilómetro mĆ”s hasta la siguiente casa, tampoco estaban los patrones, pero sĆ­ un jardinero, quien reciĆ©n llegaba a trabajar en su camioneta, Ć©l me prestó su telĆ©fono móvil para hacer una llamada.

     En la casa de mis padres respondió Jan, quien era huĆ©sped junto con su familia. Al escuchar su voz colguĆ© inmediatamente. PedĆ­ al jardinero que me llevara en su vehĆ­culo a la Ciudad de MĆ©xico, ofrecĆ­ pagarle. Le di mi reloj como garantĆ­a, era un Rolex original. Aunque hacerlo lo desviaba de sus responsabilidades del dĆ­a, el hombre aceptó. Me llevó hasta mi casa en la Ciudad de MĆ©xico, no la de mis padres, sino en la que yo vivĆ­a solo.

     Me sorprendió encontrar las ventanas abiertas. Era alrededor de la una de la tarde. Tuve miedo, pedĆ­ al hombre que entrara conmigo, tenĆ­a que pagarle, despuĆ©s de todo. Ɖl me acompañó, yo abrĆ­ la puerta. Sentados en la sala, estaban Diego y Jan, bebiendo unas copas de vino, comiendo quesos y carnes frĆ­as. Este Ćŗltimo me arrojó una mochila con mis cosas: celular, cartera y llaves, pude pagar al seƱor, Ć©l se iba a quitar mi reloj del brazo, yo le dije que lo podĆ­a conservar, en tanto no me dejara a solas con estos dos. El semblante en mi rostro debió convencerlo, porque Ć©l decidió permanecer a mi lado o eso creĆ­.

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     ā€”Gracias por todo, JonĆ”s, lo hiciste bien —Diego se levantó y le pasó un sobre muy gordo, con mucho dinero al jardinero.

     ā€”Para lo que guste, joven Diego, ya sabe —respondió el jardinero al lado mĆ­o, se acomodó la gorra para despedirse de mĆ­, echĆ”ndome una mirada de verdadera lĆ”stima. Antes de partir y cerrar la puerta tras de sĆ­, se quitó el reloj y lo dejó en una mesita a la entrada.

      CrĆ©anme, que en aquel momento las piernas me temblaban y un escalofrĆ­o paralizaba todo mi cuerpo, yo no sabĆ­a quĆ© mĆ”s me iban a hacer estos dos. Lo habĆ­an planeado todo, cada minuto hasta este momento. Su intención era abrumarme e intimidarme, hacerme sentir pequeƱo, y lo consiguieron.

     ā€”Tranquilo, ā€œCorderitoā€, no te va a pasar nada —dijo Diego pasando su brazo por mis hombros, yo me sobresaltĆ© al sentir su proximidad. Me condujo al sofĆ” en donde ambos nos sentamos. Jan tambiĆ©n se sentó junto a mĆ­, me tenĆ­an cercado, yo no podĆ­a dejar de temblar.

      Ahora que lo veo mĆ”s frĆ­amente, sĆ© que podrĆ­a haberles partido la madre, yo era mejor peleador que Jan. Me sometieron porque eran dos, eran mĆ”s grandes, me emboscaron, y tambiĆ©n, porque me agarraron de los huevos por la espalda. Sin embargo, en aquel instante, yo no tenĆ­a deseo alguno de luchar, me sentĆ­a dĆ©bil e indefenso, me encontraba totalmente vulnerable. Ese es el estado al que me gusta llevar a mis presas actualmente, debo reconocer que de ellos aprendĆ­.

    —Solo queremos razonar contigo —dijo Diego.

    —Six billion dollars —dijo Jan en mi oĆ­do—. That’s what your silence is worth.

    —El contrato que tu madre estĆ” por cerrar con el padre de Jan, es por seis mil millones de dólares. ĀæSabes lo que eso significa? Tu mamĆ” automĆ”ticamente va a ser la mujer mĆ”s rica de este paĆ­s —Diego explicó mientras masajeaba mi hombro—. No vas a arruinar eso, Āæo sĆ­?. En cuanto a tu padre, Ć©l estĆ” buscando activamente acercarse a Manuel López, el  hombre que en unos aƱos podrĆ­a convertirse en presidente de esta Nación. Para eso, necesita de mi padre; el Ministro BolĆ­var y Manuel, son muy amigos. Crees que no sĆ© que por eso tu familia y la mĆ­a son tan ā€œunidasā€. A tu padre le conviene mantener buenas relaciones con el mĆ­o. ĀæEn serio vas a ser la causa de que Ć©l pierda el poder polĆ­tico que ha ganado hasta el momento? ĀæCuĆ”ntos Ministros conoces que tengan influencia en la vida pĆŗblica? La mayorĆ­a solo se retiran y ya. PiĆ©nsalo, no te conviene hablar, a menos de que quieras arruinar la vida de tus padres. O peor, tal vez compruebes que para ellos, sus aspiraciones polĆ­ticas y financieras son mĆ”s importantes que tĆŗ.

     ā€”Six billion dollars —recalcó Jan en mi oĆ­do.

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Mi exnovio sin tantos tatuajes

     Luego de decir esto, se levantaron y se fueron. Ā”Ja! ĀæNo es gracioso? Me manipularon, los malditos, hijos de perra, en el momento mĆ”s crĆ­tico, cuando yo podrĆ­a haberlos acusado, me hicieron dudar. A los pocos dĆ­as, el trato se cerró y Jan volvió a Holanda, mi madre consiguió seis mil millones de dólares y eventualmente mi padre logró ser Secretario de Gobernación, y actualmente, vĆ­a plurinominal, Senador de la RepĆŗblica. Todo, gracias a que yo guardĆ© silencio. Confieso que tambiĆ©n tenĆ­a miedo de verificar que esos malditos tenĆ­an razón y que aunque se los contara, mis padres no hicieran nada por no convenir a sus intereses.

     Con el pasar de las semanas me fui haciendo mĆ”s a la idea de que no tenĆ­a caso hacer algo al respecto o decĆ­rselo a alguien. Al principio no querĆ­a salir de mi habitación, lo peor era que la temporada de exĆ”menes finales en la universidad se acercaba, aunque reprobar era la menor de mis preocupaciones, enfocarme en estudiar me ayudó mucho. Me presentĆ© a eso, solamente, no deseaba toparme con Diego. Me fue muy bien, obtuve buenas calificaciones, le caĆ­a bien a los maestros. En la vida diaria soy realmente encantador.

    Para el semestre siguiente, decidĆ­ mudarme aquĆ­, al Estado de Tlaxcala: un lugar tranquilo, donde nunca sucede nada, y terminar mis estudios en la humilde universidad del Estado. EntrĆ© a la fiscalĆ­a, me especialicĆ© en derecho penal, he tomado muchas especialidades y cursos sobre violencia, delitos sexuales y equidad de gĆ©nero. Y pues… eso es todo.
 
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     Tal vez crean que yo necesito ayuda profesional, que no puedo seguir atacando a hombres, para hacerles lo que me hicieron a mĆ­. La ironĆ­a estĆ” en que yo mismo me puedo canalizar con especialistas en el tema y pedir ayuda… Ja, ja, ja. A eso me dedico en la fiscalĆ­a. Pero no, antes prefiero ir a la cĆ”rcel.

      Haruki me prometió que resolverĆ­a mi problema con Yuki. Alberto es un hombre inteligente, aĆŗn estĆ” por verse su reacción y Alfonso, Ć©l estĆ” de mi lado. Por el momento mi Ćŗnico pendiente, es planear mi venganza contra Diego Emilio BolĆ­var Montalvo, voy a disfrutar mucho cazĆ”ndolo y haciĆ©ndolo pedazos, juro que lo voy a destruir, como hice hace casi cinco aƱos, con el cerdo, marrano, asqueroso, que es Jan De Vries.


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Te voy a destruir, Diego BolĆ­var.


    En los próximos tres capĆ­tulos narrarĆ© mi venganza contra Jan, no fue una presa fĆ”cil. Para conseguir llegar a Ć©l, tuve que convertirme en un Cazador de Gigantes.


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