El oficial Miguel JuĆ”rez abrió los ojos y demoró en darse cuenta de su entorno. Estaba en una habitación con poca luz. Una sola bombilla arrojaba una luz pĆ”lida sobre las paredes grises de la habitación. Intentó sentarse, pero no tenĆa fuerzas, al menos todavĆa no. Una punzada en los testĆculos y el recuerdo de lo sucedido le hizo cerrar los ojos con ira.
āEse hijo de puta me drogó, Ā”mierda!
Cuando sus sentidos se despejaron, se percató de que estaba acostado sobre
un colchón en el suelo, y estaba desnudo.
āMe quitó el maldito uniforme, el teniente se va a volver loco cuando lo sepa.
Se sintió lo suficientemente fuerte como para sentarse. Al hacerlo, supo que no estaba solo. En otro colchón yacĆa una forma dormida, el cuerpo desnudo de otro musculoso hombre. Reconoció al espĆ©cimen, lo habĆa visto muchas veces en las duchas de la estación policial.
āĀ”Gabriel! āse apresuró hacia adelante. Se sintió aliviado al descubrir que
su amigo estaba vivo. Golpeó suavemente la cara del policĆaā. Gabriel, Gabriel,
¿estÔs bien?
No hubo respuesta. Miguel se recostó, miró a su alrededor. No habĆa
ventanas. Comprobó la puerta. Estaba firmemente cerrada desde el exterior.
Volvió con Gabriel. Siempre habĆa admirado a su amigo. Gabriel era un buen
policĆa, y Miguel iba a rescatarlo del infierno en el que se encontraban. Miró
a la forma dormida. No pudo resistir el impulso de acariciar suavemente con su
mano el fĆsico con mĆŗsculos suaves de Gabriel Lira. Siempre habĆa soƱado con
patrullar las calles con Gabriel como compaƱero. De repente se dio cuenta de
que su mano se habĆa detenido sobre el pezón de Gabriel. Apartó la mano,
sintiƩndose avergonzado.
Los pÔrpados de Gabriel revolotearon. Miguel lo sujetó por los hombros y lo
sacudió suavemente. āGabriel, Gabriel, despierta.
Gabriel abrió los ojos. āĀæQuĆ©... quĆ© diablos, Miguel?
āSĆ amigo, despierta, estamos en problemas.
Gabriel ya estaba despierto, aturdido se obligó a sentar.
āMi uniforme, Āædónde estĆ” mi maldito uniforme?
āSupongo que ese tipo lo tomó. Nos robó a ambos mientras estĆ”bamos
drogados.
āOh, mierda. Ā”El tipo de la camioneta con los cigarrillos mentolados!
Miguel ayudó a su amigo a ponerse de pie y ambos exploraron la pequeña
celda. Muro, piso y techo de concreto. Y una Ćŗnica puerta de metal que no
querĆa moverse ni un centĆmetro.
āMe imagino que no iremos a ninguna parte hasta que ese tipo nos deje
salir.
āCĆ©sar.
āSĆ, CĆ©sar, ese es el nombre del hijo de puta.
Se sentaron en los colchones hablando en voz baja. Haciendo planes para
dominar a CĆ©sar cuando entrara, escaparĆan del lugar arrastrando el trasero de
su captor a la cƔrcel.
Pasó el tiempo y no ocurrió nada. Tal vez CĆ©sar los habĆa abandonado. Tal
vez los dejarĆa morir de hambre, o peor, tal vez llamó a la estación y le dijo
al teniente dónde estaban encerrados como amantes. El próximo tipo que cruzara
esa puerta podrĆa ser un furioso teniente. Si fuera asĆ, iban a despedirse de
sus carreras.
No sabĆan quĆ© hora era, ni siquiera cuĆ”nto tiempo habĆa pasado desde que
fueron secuestrados. Finalmente se quedaron en silencio, sin darse cuenta del
suave silbido del escape de gas que entraba por un pequeƱo agujero en la
puerta.
āGabriel, ĀæestĆ”s dormido? āsusurró Miguel.
Gabriel se sentó. āNo.
āCaramba, Gabriel, lamento mucho no haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo ese tipo āMiguel agachó la cabeza avergonzado. Realmente querĆa ser el hĆ©roe, el tipo que rescató a su amigo del malvado secuestrador.
Gabriel se acercó al colchón de Miguel. āOye amigo, no te preocupes. No debĆ... haber dejado que me atrapara asĆ. Ponerte en peligro, esa no es forma de actuar āpuso su brazo alrededor de los hombros de Miguel, como lo harĆa cualquier amigo. Sintió un escalofrĆo atravesar el cuerpo de Miguel. Era consciente de la fuerte musculatura de la espalda de su amigo. Se sentĆa extraƱo, cachondo.
Miró hacia abajo a su pene cada vez mĆ”s grueso. Miró al otro lado. La polla de Miguel estaba erecta, sólida. QuerĆa sumergir su boca sobre esa gran y gorda barra de carne. Miguel levantó la cabeza y se volvió hacia Ć©l. Hubo una breve pausa mientras cada uno observaba la mirada del otro.Fuera de la puerta, CĆ©sar observaba cada movimiento a travĆ©s de la mirilla. Sus hombres estaban en medio de un absoluto silencio. Apagó el cilindro de gas afrodisĆaco, luego se agachó e hizo activar un sonido que activarĆa una grabación dentro de la habitación.
«Oficiales, me encuentro en la residencia, observÔndolos. A estas alturas
sĆ© que estĆ”n confundidos, queriendo salir. Y sĆ, hay una manera de escapar. Una
única puerta que se abrirÔ. Solamente cuando uno derrote a su compañero en una
férrea pelea cuerpo a cuerpo. Vamos, comiencen, los quiero ver luchar».
Miguel y Gabriel se habĆan puesto de pie. Miraban alrededor como queriendo descifrar desde quĆ© lugar minĆŗsculo salĆa esa voz.
āĀæLo oĆste? āpreguntó Miguel.
āSĆ, este tipo estĆ” loco.
āGabriel, no quiero luchar contigo.
āYa lo oĆste. Yo quiero salir de aquĆ. Y esa es la Ćŗnica forma de huir. No pierdo nada con intentar.
Miguel se quedó estÔtico mirando la determinación en los ojos de Gabriel.
De repente su admirado compaƱero se abalanzó hacia Ć©l y el fuerte policĆa Miguel
JuÔrez lo agarró de la cabeza, envolvió su brazo alrededor de su cuello, giró
su cuerpo e hizo caer a Gabriel de cara al suelo.
Gabriel se quejó de dolor. Quedó tendido en el suelo, boca abajo y
dolorido.
Miguel se acercó a él, lo ayudó a levantar poniéndolo de pie, estaba detrÔs
de Gabriel, llevó su mano entre las piernas y agarro con firmeza sus
testĆculos. Con la otra mano la llevó por su garganta, arrastrando el cuerpo de
Gabriel hacia el suyo.
āNo quiero hacerte daƱo, Miguel. Solo quiero⦠āestrujó sus testĆculos.
āAAAAARGH. NOOOOO POR FAVOR, NOOOOO āGabriel sufrĆa sintiendo un fuerte dolor en sus bolas. Levantó las manos y pellizcó los ojos de Miguel.
āĀ”AAAAAAARGH! āgimió Miguel sintiendo como sus ojos se llenaban de
lÔgrimas, instantÔneamente liberó a Gabriel, mientras se frotaba la vista.
Gabriel ejecutó el contraataque, entregando varios golpes a puño cerrado
contra el fuerte y resistente cuerpo de Miguel, tenĆa bastante ventaja sobre el
alto policĆa, era el momento final y de gloria, Gabriel estiró su mano y se
apoderó de los testĆculos de Miguel JuĆ”rez, envolviĆ©ndolos y cerrĆ”ndolos en su
palma. Allà los apretó con bastante saña.
āĀ”AAAAAAAAAH! āgritó Miguel, haciendo una mueca
horrible y doblando su cuerpo hacia adelante. Su grito se prolongó mientras
sentĆa como si le estuvieran arrancando los huevos del cuerpo.
Miguel apretó sus dientes mientras sentĆa exprimirse la vida de sus
testĆculos. La mirada de Gabriel estaba fija en la mueca dolorosa de su amigo
policĆa. Harto de infligir tanta agonĆa testicular, lo soltó y Miguel cayó de
rodillas.
El cuerpo de Miguel estaba envuelto de dolor y agonĆa. Para su sorpresa, Gabriel se arrodilló a su lado y comenzó a pasar su lengua por su cuello, luego subió hasta su oreja y le mordió el lóbulo.
Miguel se desplomó en el suelo, bajo el peso de Gabriel que le saboreaba el
pecho y le comĆa un pezón. Su polla se puso tiesa ante lo efectos sexuales y
caricias que le regalaba al fornido policĆa.
Gabriel pasó su lengua por el torso lampiño y sudoroso, lamió un pezón,
luego lo mordió, después paso su lengua por los abdominales marcados.
Miguel se dedicó a gemir influenciado por el roce de la lengua turista.
Gabriel aspiró el aroma viril de los genitales de Gabriel y le lamió las
bolas, como si asà quisiera acabar con el dolor que les causó.
Miguel continuó gimiendo sintiendo el cosquilleo en sus doloridos huevos.
Su pene rezumaba mucho lĆquido pre seminal
āOooooooooooooooh.
Gabriel abrió la boca metiéndose por completo el maltratado escroto. Chupó
los testĆculos mientras que agarró la polla, larga y palpitante acariciĆ”ndola
con ambas manos.
A partir de ahĆ, los dos policĆas musculosos se follaron de todas las
formas imaginables. Y cuando ya no pudieron tener mƔs sexo, cayeron de espaldas
sobre el colchón, exhaustos. Sus brazos se envolvieron amorosamente uno
alrededor del otro.
CĆ©sar miró a travĆ©s de la rendija de la puerta, habĆa visto todo y tambiĆ©n
lo disfrutó, se habĆa masturbado mirando a los dos sementales darse placer.
Incrustó un tubo por la abertura de la puerta y abrió un gas.
Al poco tiempo se colocó una mÔscara antigÔs y cuando estuvo listo, abrió y
entró en la celda. Los dos policĆas ni siquiera se habĆan dado cuenta de que
César los volvió a dormir. Levantó el cuerpo inconsciente de Gabriel, cubierto
de sudor y manchado de semen, y lo sacó. Luego volvió por Miguel y también lo
liberó.
Dejó a los policĆas inconscientes en el bosque muy cerca de sus
motocicletas. Sobre la majestuosidad de sus cuerpos desnudos dejó su uniforme
policial perfectamente doblado.
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