Era una hermosa e iluminada oficina que contrastaba mucho con el gimnasio de lucha clandestina que se ubicaba en aquella infraestructura, al fondo una docena de fotografĆas resaltaba a los hombres mĆ”s fuertes de la empresa. El hombre ante el escritorio vestĆa un ceƱido, pero elegante traje, aquel espectacular espĆ©cimen del sexo masculino era de piel tostada y calvo, usaba su Smartphone cuando tocaron a la puerta.
—Adelante —dijo con voz profunda.
Era HernƔn, uno de sus empleados mƔs antiguos, que se desempeƱaba como entrenador y director del gimnasio.
—Hola, patrón —lo saludó—. Afuera lo solicita un muchacho, quiere hablar con usted.
—Que entre —afirmó aquel hombre conocido por todos como el patrón.
HernÔn afirmó y salió de la oficina, pocos segundos regresó haciendo pasar a un hombre con camiseta y jeans.
—Buenos dĆas, seƱor —saludó el joven en actitud de respeto.
El patrón continúo sentado en su escritorio mirando al joven de arriba abajo.
—LlĆ”mame patrón, joven. ¿Y tĆŗ quiĆ©n eres? —estudió las facciones del visitante pareciendole su cara de alguna manera familiar, sabiendo que nunca en su vida lo habĆa visto.
—Miguel, patrón. Miguel Salcedo.
AutomÔticamente el patrón hizo la conexión, la cara era bastante parecida a la de su hermano, pero unos 5 años menor.
—Oh, ¿eres pariente de Ricardo Salcedo?
—Es mi hermano, patrón. ¡Ya lo conoce!
El patrón hizo memoria. Su forma de lucha estaba bien, pero era mucho mejor cuando proporcionaba placer al cuerpo. Sin menospreciar que su técnica de lucha era destacable hasta que se lesionó y abandonó.
—SĆ, claro, era miembro de Guerreros.
—AsĆ es. Necesito un trabajo, patrón.
El patrón afirmó, concluyó que sin los ingresos de su hermano, la familia estaba en problemas de dinero; eso siempre lo afirmó Ricardo Salcedo..
—¿Sabes lo que hizo tu hermano aquĆ?
—Era un luchador. Tuvo mucho dinero ganando combates. ¡Yo tengo que hacer lo mismo!
El patrón caviló sin decir una palabra que Ricardo no necesariamente ganaba dinero ganando peleas, pero se alegraba de que Ricardo Salcedo se creara buena reputación dentro de su familia.
—¿Puedes luchar? —preguntó—. Te ves… QuĆtate la camiseta…
Miguel afirmó con la cabeza, sabĆa que el patrón tenĆa chantajeado a su hermano. PodĆa publicar un montón de vĆdeos muy vergonzosos de Ć©l si lo quisiera.
—Muchas veces luchĆ© contra mi hermano —afirmó Miguel quitĆ”ndose la camiseta.
—AsĆ que te enseñó a pelear.
El patrón admiró la parte superior del cuerpo de Miguel, era bastante fuerte. Una potente complexión, entrenada y fortificada en algún recinto.
—¿CuĆ”ntos aƱos tienes?
—30, patrón.
El patrón recordó que su hermano tenĆa un aspecto similar, con muy grandes genes.
—Puede que tenga un trabajo para ti, muchacho. Si demuestras tus habilidades en una ronda de lucha.
Miguel sonrió pareciendo aliviado.
—SĆ© que lo harĆ© –dijo—. Puedo demostrarle que soy el mejor —lanzó unos rĆ”pidos golpes al aire.
Su tƩcnica era rƔpida pero descuidada.
El patrón comenzó a usar la laptop para anotar sus datos personales en el registro de la empresa.
—Flexiona el brazo, Miguel.
El muchacho hizo lo que le pidieron.
—Si aceptas el trabajo, vendrĆ”s todos los dĆas, tendrĆ”s un entrenamiento personal y una suscripción al gimnasio para mantenerte en forma. Por supuesto que esto se descontarĆ” de tus ingresos.
—¿Me pagarĆ”n por ello?
—Para las peleas sĆ —afirmó el patrón. Sin embargo, pensó:
«La codicia tiene tu sello».
—Quiero pelear y demostrarle lo que tengo —afirmó Miguel.
—VĆstete chico, en breve iremo al cuadrilĆ”tero..
Miguel se volvió a poner rÔpidamente la camiseta.
El patrón revisó en la computadora los horarios de los luchadores disponibles en la empresa, querĆa escoger un oponente, y comprobar lo rĆ”pido que se desempeƱaba Miguel Salcedo, pero sobre todo darle alguna oportunidad para mantenerlo motivado. Le dirigió al joven una mirada de arriba abajo, de forma hostil.
—¿QuĆ© observa, patrón?
—Para tu primera prueba, tienes que luchar contra lo que tengo aquĆ. Quiero que lo des todo —el patrón ubicó alguien de la misma edad y tamaƱo, pero quizĆ”s mĆ”s pesado—, ven y observalo.
Miguel se acercó al computador y comprobó la foto de su rival, en todas parecĆa estar en modo furioso. Emitió unas palabras para demostrar que se sentĆa seguro, pero pensó que ojalĆ” no lo hiciera quedar como un estĆŗpido.
—¿Tienes vestimenta para luchar?
Miguel movió la cabeza de manera negativa.
—TendrĆ”s que luchar en ropa interior —se quedó observando lo incómodo que le harĆan poner esas palabras, pero sin duda alguna que el fĆsico de Miguel encantarĆa a los clientes mĆ”s "especiales" de la compaƱĆa.
Miguel se sonrojó.
—Miguel, no se puede pelear con jeans y camiseta. A caso, ¿afuera parece una tienda de ropa?
—Claro, no hay problema —respondió Miguel sacudiĆ©ndose rĆ”pidamente—. No es que tenga nada de quĆ© avergonzarme.
El patrón afirmó amigablemente la cabeza solo recordando lo muy bien constituida que Miguel tenĆa la parte superior del cuerpo.
Miguel se quitó el jeans, quedando en bóxers.
El patrón se fijó en su entrepierna. Su bulto parecĆa prometedor y sus muslos eran como robles.
Miguel se sintió un poco incómodo.
—Preparate, muchacho. No te preocupes, esto es solo un calentamiento, no saldrĆ”s lastimado. Pero da lo mejor de ti, Miguel, haz que tu hermano se sienta orgulloso.
El próximo capĆtulo serĆ” publicado el 04 de noviembre
Puedes consultar también la lista de personajes de la empresa en el siguiente link o en el menú en la parte superior del blog.
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