Emilio Acero (2/4): Conociendo a un hombre valiente - Las Bolas de Pablo

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15 nov 2022

Emilio Acero (2/4): Conociendo a un hombre valiente

Duermo profundamente toda la noche, el mejor sueƱo que he tenido en mucho tiempo, gracias a su presencia junto a mĆ­. Me despierto de repente cuando un rayo de sol se asoma por las cortinas y juega con mi cara. Todo se me viene a la mente. La pelea, la creaciĆ³n de un vĆ­nculo con Daniel, las emociones que Ć©l desencadenĆ³ en mi interior, poniendo mi mundo patas arriba y ahĆ­ estaba, durmiendo a mi lado, en mis brazos. ¡Oh, mierda!

 

Ahora, en la cĆ”lida luz de la maƱana, Ć©l se siente y se ve mĆ”s increĆ­ble en mis brazos que la noche anterior. Dormido, es tan vulnerable y sin embargo, sĆ© exactamente lo feroz y fuerte que es. ¿CĆ³mo pudo suceder esto? ¿CĆ³mo pudo este hombre, de repente, en el espacio de unas horas, poner mi vida patas arriba? Este tipo de cosas no le suceden a Emilio Acero.

 

Pero sĆ© que lo enfrentarĆ© como he enfrentado cada situaciĆ³n. Como un guerrero. De repente, mi vejiga me vuelve a la realidad de mi anatomĆ­a, y con cuidado, suavemente, desenredo mi cuerpo del suyo y ruedo suavemente fuera de la cama para no molestarlo. Me dirijo al pequeƱo baƱo y orino. Estoy temblando... realmente temblando por la intensidad de la experiencia. Me miento a mĆ­ mismo si intento decir que no estoy cagado de miedo. Lo estoy, todo esto es un territorio nuevo.

 

Termino de orinar y vuelvo a salir del baƱo, dƔndome cuenta que ya estƔ despierto. El haz de luz que entra por las persianas dibujan una lƭnea resplandeciente sobre su flƔcida polla, sus abdominales y pectorales. Lo miro fijamente, diciendo:

 

—Buenos dĆ­as, Daniel.

 

Al oĆ­rme se puso boca abajo. La luz incide ahora en su torneado culo. Se me seca la boca de solo verlo.

 

—Buenos dĆ­as, Emilio…

 

Me acerco a Ć©l a grandes zancadas, con una media sonrisa en la cara. Siento la necesidad de tenerlo entre mis brazos otra vez, y me siento contra la cabecera de la cama, extendiendo los brazos hacia abajo, agarrando su cuerpo, mis mĆŗsculos de acero manosean su carne, tirando de Ć©l contra mĆ­, apoyĆ”ndome en la pared de la cabecera de la cama, envolviendo mis brazos alrededor de sus pectorales, apretĆ”ndolo con fuerza.

 

—Bueno, ¿cĆ³mo demonios puede un hombre enamorarse en una sola anoche? Me has flechado de sorpresa… —le hago girar la barbilla para que me mire a los ojos. Mi polla se pone rĆ­gida al instante de solo sentir su fuerte cuerpo contra mis pectorales y abdominales.

 

—Ja, ja, ja. No me preguntes, hombre. Esto era lo Ćŗltimo que esperaba oĆ­r.

 

Le entrego un beso, perdiĆ©ndome una vez mĆ”s en el sabor de su boca caliente, en la sensaciĆ³n de sus mĆŗsculos contra mĆ­. ¡Oh, Dios!, QuĆ© bien se siente. Se me pasa por la cabeza la idea de que tengo que contarle quiĆ©n soy, tengo que hacerlo, pero todavĆ­a no, ahora no. Pero a veces la vida no nos da ese lujo. Incluso perdiĆ©ndome en el beso con Ć©l, mi entrenamiento de combate sigue impregnado en mĆ­. Escucho unos dĆ©biles ruidos fuera de la puerta de la habitaciĆ³n del hotel. Mis mĆŗsculos se tensan de repente y rompo el beso. Siento un cosquilleo en el estĆ³mago, y apenas tengo tiempo de empujarlo lejos de mĆ­, en direcciĆ³n al suelo y empezar a levantarme de la cama cuando la puerta de la habitaciĆ³n se abre brutalmente de una patada y dos hombres enormes y musculosos vestidos con ropa informal irrumpen en la habitaciĆ³n, con pistolas en la mano apuntĆ”ndome con precisiĆ³n.

 

¡MaldiciĆ³n! Siento una sensaciĆ³n de pĆ”nico. No por mĆ­, sino por Daniel. Me da asco que se haya puesto en peligro, me destroza el corazĆ³n. Pero mantengo la calma, exteriormente, mientras miro a nuestros visitantes, deben ser de la Agencia Central de Inteligencia o de la Oficina Federal de InvestigaciĆ³n. Uno de ellos gritĆ³:

 

 —¡ALTO! ¡CONTRA LA PARED, EMILIO!

 

No sĆ© cĆ³mo me han localizado, pero juro que si vivo, me averiguarĆ©.

 

Mantengo las manos levantadas donde ambos oficiales puedan verme. Respondo con calma:

 

—No hace falta emplear la violencia.

 

Uno de ellos me agarra bruscamente y me pone de cara a la pared, no me resisto. TodavĆ­a no. Ya habrĆ” momento en el que pueda atacar, ¡siempre lo hay! Los dos policĆ­as saben lo peligroso que soy, y uno de ellos me pone la pistola en la cabeza mientras el otro mantiene su mano en mi nuca, y busca las esposas con la otra.

 

TodavĆ­a no... casi. El que me apunta con la pistola gira la cabeza un momento y mira a Daniel:

 

—¡No te muevas, imbĆ©cil! —le grita—. ¡No sĆ© cĆ³mo estĆ”s mezclado con este cabrĆ³n, pero lo averiguaremos!

 

OĆ­rle amenazar hace estallar una bomba dentro de mĆ­, apenas controlo mi rabia, cĆ³mo se atreven esos maldito amenazar un solo pelo de su cabeza, lucho por encontrar de nuevo mi gĆ©lida calma, y actĆŗo.

 

Mi codo sale disparado hacia atrĆ”s de forma repentina, golpeando el antebrazo del policĆ­a que me apunta con la pistola a la cabeza, haciĆ©ndola volar por la habitaciĆ³n. Al mismo tiempo, mi pie se lanza hacia atrĆ”s en una precisa y brutal patada de burro a las bolas del agente, que se encuentra de pie detrĆ”s de mĆ­, sintiendo cĆ³mo el talĆ³n de mi pie le aplasta los huevos profundamente contra su pelvis. 



Dos contra uno nunca son buenas probabilidades, sobre todo estando yo desnudo y desarmado, pero diablos, me he enfrentado a cosas peores. Le doy la espalda al agente al que acabo de golpear y, con los puƱos en alto, me dirijo al oficial que estƔ a mi lado, al que acabo de desarmar.

 

Pero, el oficial que acabo de golpear es un tipo duro, y se recupera mƔs rƔpido de lo que creo, empezando a levantarse, y comenzando a moverse hacia mi espalda indefensa.

 

Justo cuando iba a golpearme, Daniel lo atacĆ³, primero golpeĆ”ndole la cabeza con su misma pistola, que cuando saliĆ³ disparada, mi amante nocturno la tomĆ³ del suelo. Inmediatamente Daniel se moviĆ³ sobre sus pasos para poner distancia, pero siguiendo con el arma levantada.

 

No pierdo tiempo, me enfrento al segundo oficial. Empieza a apuntar su pistola hacia mĆ­, cuando de repente cambia de direcciĆ³n, con los ojos muy abiertos por el shock. Apunta en direcciĆ³n a Daniel. Me lleno de pĆ”nico y grito:

 

—¡¡¡NO!!!

 

Mi mano sale volando tan rĆ”pido como la luz, agarrando su muƱeca justo antes de que apriete el gatillo, pero el arma se dispara con un BANG. SĆ© que le he daƱado la punterĆ­a, pero, ¿ha sido suficiente?

 

Le aplasto la muƱeca con mis dedos, que se clavan en la parte inferior de la misma, Ć©l grita de dolor, dejando caer el arma. Mi otra mano se abalanza y agarra la pistola en el aire. El oficial trata de echarse a un lado, pero soy rĆ”pido en el desenfunde, y con una bala que le atraviesa la cabeza ya no se preocuparĆ” de nada. Ese momento en el que no sĆ© Daniel estĆ” vivo o muerto es el mĆ”s angustioso al que me he enfrentado. ¿CĆ³mo diablos un hombre que ni siquiera sabĆ­a que existĆ­a antes de hoy, de repente, importarme tanto? No lo sĆ©. Pero sĆ© que recibirĆ­a una bala por Ć©l. SĆ© que nunca me he sentido mĆ”s aliviado al verlo todavĆ­a muy vivo. Me impresiona su extraordinaria valentĆ­a y coraje, quĆ© cojones tiene. SĆ³lo hace que las emociones que se agitan en mis entraƱas sean mucho mĆ”s poderosas al ver cĆ³mo se enfrenta al peligro.

 

EstĆ” vivo con una bala en la pared a sĆ³lo un centĆ­metro de su cabeza. El hombre al que ha derribado se gira de repente y hace un juicio rĆ”pido. No se da cuenta de que acabo de matar a su compaƱero, y al oĆ­r los otros dos disparos, piensa que me acaban de matar. Sin embargo decide luchar contra Daniel que con una frialdad espeluznante, le dispara dos veces en el pecho. Cae al suelo y le dispara una vez mĆ”s hacia crĆ”neo para asegurarse de que el trabajo estĆ” terminado.

 

Pero la expresiĆ³n en su rostro permanece en blanco sin emociĆ³n alguna. Me apunta con la pistola en un rĆ”pido movimiento. Su mirada se fija tambiĆ©n en el arma que tengo en mis manos.

 

—SuĆ©ltala y dime quĆ© coƱo acaba de pasar —me dice.

 

No vacilo ni un segundo, sacudido por un torrente de emociones. Suelto el arma sin dudar un instante y levanto los brazos por encima de la cabeza. Lo miro directamente a los ojos, reconociendo la frĆ­a desconexiĆ³n emocional que se dibuja en sus rasgos. Todos hemos estado ahĆ­ antes... todos los que hemos matado.

 

De la nada, una sola lƔgrima brota de mis ojos y recorre mi mejilla. No puedo ni siquiera empezar a intentar articularla palabras en este momento. Lo miro profundamente a los ojos, y hablo finalmente.

 

—Si me atravesaras una bala en la cabeza, le harĆ­as un gran favor a las autoridades. Soy un mercenario y un asesino a sueldo. Mis servicios no son baratos, y he desarrollado una gran reputaciĆ³n por llevar a cabo ataques terroristas de alto impacto. Fuerzas especiales como la ACI, el IM5 o la Oficina Federal de Inteligencia me buscan en mĆ”s paĆ­ses de los que probablemente hayas visitado. Estos dos deben haber estado siguiĆ©ndome por un tiempo y me rastrearon hasta aquĆ­, no sĆ© cĆ³mo. Y sabes quĆ©, nada de eso me importa ya. Lo que importa es que puse en peligro tu vida, y me duele haberte expuesto, porque nunca en mi vida habĆ­a pasado nada como lo de anoche, y tĆŗ no te mereces esta mierda. Si decides pintar el suelo con mis sesos… morirĆ© como un hombre feliz, sabiendo que estĆ”s a salvo.

 

ExtraƱamente, unas cuantas lĆ”grimas salieron de mi rostro. No soy un hombre que suele estar en contacto con sus emociones, pero de alguna manera, no puedo contener mis tristeza y decepciĆ³n.

 

Lo miro e instantƔneamente sale corriendo al baƱo. EstƔ tan nervioso como yo, sus nervios tienen que fluir. Escucho que estƔ vomitando. Vomitar es una gran forma de catarsis despuƩs de matar a alguien. Al menos cuando no se estƔ acostumbrado.

 

Me siento vacĆ­o por dentro. VacĆ­o, una cĆ”scara. Anoche ocurriĆ³ algo prĆ”cticamente milagroso. Especial, Ćŗnico. Pero me doy cuenta de que la frĆ­a realidad de mi vida lo ha perturbado. Si antes tuve la oportunidad de compartir una vida con Ć©l, eso se ha esfumado.

 

No puedo ni empezar a describir lo mucho que me duele la situaciĆ³n. Es una montaƱa rusa de emociones. TodavĆ­a estoy desnudo cuando sale del baƱo y noto que no es capaz de mirarme a los ojos. No fuerzo nada. Estoy acabado, vencido. Casi destrozado, pero soy un guerrero, y me enfrentarĆ© a esto como a todo lo que me he enfrentado. De frente. Sin mirar atrĆ”s.

 

—SĆ³lo quiero ir a casa —dijo Daniel, su voz tiembla—. No le dirĆ© a nadie sobre esto. SĆ³lo dĆ©jame volver a mi vida por el amor de Dios.

 

Yo asiento, vistiƩndome.

 

—Creo que es seguro que te alejes y vuelvas a tu vida. Me buscaban a mĆ­, no a ti. Nunca supieron de tu existencia, y no hay ninguna conexiĆ³n previa entre nosotros. Y... —miro significativamente a los agentes muertos—... estos dos ya no le van a decir nada a nadie. Pero, por si acaso, quiero que cojas esto —le entrego una tarjeta con un nĆŗmero—. Es mi nĆŗmero privado. Si te metes en algĆŗn tipo de problema por este lĆ­o, llĆ”mame y te ayudarĆ© en lo que pueda. Vete ahora Daniel, vuelve a tu vida. Finge que todo esto es una pesadilla que nunca ocurriĆ³. Te lo mereces, te mereces una vida normal, no esta mierda —me visto rĆ”pida y eficazmente y me doy la vuelta para salir de la habitaciĆ³n. Decidido a no mirar atrĆ”s, dolido por dejarlo, pero sabiendo que no tengo otra opciĆ³n. SĆ© que estoy dejando atrĆ”s algo que nunca supe que tenĆ­a que empezar.

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