Han pasado dos meses desde aquella tragedia en el hotel. A duras penas me mantengo en pie, todavĆa estoy atormentado por lo que pasĆ³. El trabajo me permitiĆ³ tomarme un aƱo sabĆ”tico. Desde entonces estoy sentado en casa tratando de procesar mis problemas. Voy a un terapeuta, pero no puedo decirle lo que realmente me preocupa.
Sigo volviendo a ese dĆa y a veces pienso en la noche anterior. Entonces mi mano toca mi entrepierna y me masturbo pensando en Emilio Acero, al acabar me siento peor que al principio.
Esta noche, me tomo un fuerte trago y vuelvo a intentar superarlo todo. Mientras estoy tumbado en el sofĆ”, con el cuerpo caliente por la bebida, busco algo en la mesita. Tropiezo con la cartera y se me cae abierta en la alfombra.
Por supuesto, ¿quĆ© sale? La tarjeta de contacto que me dio Emilio. DeberĆa haberla tirado a la basura. Mientras miro la tarjetita, me pongo a pensar. Mi pensamiento, lubricado por el alcohol es sobre Emilio. Un asesino a sueldo. Tal vez Ć©l pueda decirme cĆ³mo superar esto...
Pero no, otra parte de mĆ rechaza cualquier forma de contacto. Ese hombre es un problema. EstarĆ© bien con el paso del tiempo.
Mi monĆ³logo interno va y viene en mi mente hasta que me encuentro marcando los nĆŗmeros en mi telĆ©fono. El corazĆ³n me late mientras me siento a esperar.
—¿AlĆ³?
Mis ojos se llena de lĆ”grimas y mi garganta se aprieta cuando escucho su voz. AhoguĆ© un aguado «ayĆŗdame…». Respiro profundo.
Mi voz temblĆ³ al hablar:
—¿CĆ³mo puedo olvidar? No puedo dejar de pensar en lo que pasĆ³. Por favor. No puedo vivir con esto. Es lo Ćŗnico en lo que puedo pensar —respiro profundo otra vez al terminar, tratando de evitar otra crisis nerviosa.
—Daniel, amigo, has hecho bien en llamarme —demorĆ³ en expresar esas palabras, y su tono es tranquilo—. En primer lugar, puedes vivir con eso. SĆ© que puedes. Eres uno de los hombres mĆ”s valientes que he conocido en mi vida. Eres lo suficientemente fuerte para vivir con eso. En segundo lugar, no puedes aislarte. Eso va a empeorar las cosas. ¿DĆ³nde estĆ”s ahora?
Respiro profundamente, no sƩ si esto es una buena idea o no, pero al diablo, lo voy a decir de todos modos. Por su voz puedo confirmar que se siente preocupado e interesado. Comprendo que no podemos hablar del todo por telƩfono. Creo que me necesita y yo lo necesito a Ʃl.
—Si quieres que vaya a verte, lo harĆ©, hombre —afirma Emilio.
—Emilio… estoy en casa… por favor, ven.
Le entrego mi direcciĆ³n, es una zona bastante elegante, como corresponde a un vicepresidente de marketing.
—TardarĆ© en llegar… aproximadamente… una hora… Mi actual… lugar de trabajo… no estĆ” lejos del todo lejos…
Emilio llegĆ³ a mi casa en menos de una hora con una vestimenta informal para no llamar la atenciĆ³n ni destacar, sĆ³lo un jeans, zapatos de deporte y un polo de color blanco. Tengo que admitir que el aspecto informal le funciona. Luego de abrir la puerta lo hice pasar con una seƱal, sin decir nada. En lugar de volver al sofĆ”, me dirijo a la cocina.
—¿Quieres un trago? —pregunto con voz muy cansada.
—Claro.
Me acompaĆ±Ć³ hasta la puerta, arregostĆ”ndose al marco, inclinĆ”ndose despreocupadamente, con los mĆŗsculos doblados de forma natural. Observando como sirvo las bebidas. Estoy seguro de que estĆ” alegre de verme y se siente expectante de lo que le tengo que decir. Le entrego su bebida y me coloco en el lado opuesto de la encimera de la cocina. Doy un sorbo a mi trago y lo observo en silencio. La forma en que mueve su cuerpo y sus mĆŗsculos me hacen sentir un calor en las entraƱas que no habĆa sentido en mucho tiempo.
Pero estĆ” aquĆ por una razĆ³n. Necesito pensar un minuto, pongo la cabeza entre las manos y respiro profundamente. Agito una mano en su direcciĆ³n para decirle que estoy bien. SĆ³lo necesito un momento.
Finalmente, levanto la vista y lo miro a los ojos por primera vez en mucho tiempo.
—SĆ³lo quiero dejar de pensar en eso. LĆ³gicamente, sĆ© que estoy bien. Fui un espectador en una situaciĆ³n intensa. Nunca se identificaron, sĆ³lo irrumpieron. ActuĆ© en defensa propia. Si se produce algĆŗn problema, tengo un gran abogado al que acudir. Pero la lĆ³gica no hace desaparecer este sentimiento. Me siento mal cada vez que pienso en eso. SĆ³lo necesito saber cĆ³mo dejarlo atrĆ”s.
TomĆ³ un sorbo de la bebida y la dejĆ³, dio un paso al frente y me dice:
—PĆ©game……… Daniel, mĆrame. No puedes hacer que desaparezca con la lĆ³gica. O ignorĆ”ndolo o deseĆ”ndolo. Tienes que dejarlo salir. Algunas personas gritan, se enfurecen, rompen los muebles. Algunos simplemente caen en el estupor, pero sea como sea, hay que afrontarlo. Si recurres a mĆ, apuesto a que la mejor manera de empezar a trabajar con esto es dejarlo salir con los puƱos. Eres un luchador, necesitas pelear, pero no puedes batallar contra esto. AsĆ que lucha conmigo en su lugar. DesahĆ³gate conmigo, puedo aguantar por ti. Hay ira detrĆ”s de esto. ¿Por quĆ© me pasĆ³ a mĆ? ¿Por quĆ© lo hice? ¿Por quĆ© me mezclĆ© con ese cabrĆ³n de Emilio en primer lugar? ¿Por quĆ© no puedo dejar de pensar en cĆ³mo se veĆan esos hombres ahĆ muertos, con la sangre saliendo de sus cuerpos? Tienes que dejar salir todo. SĆ³lo golpĆ©ame y empezarĆ”s a sentirte mejor. ConfĆa en mĆ. He pasado por esto antes. Ahora, vamos, golpĆ©ame. DĆ©jalo salir, dĆ”melo, Daniel. Soy lo suficientemente fuerte como para soportarlo.
Sus palabras son impactantes. Pero tienen sentido. Absorbo lo que dice y dejo que se extiendan por mi mente. El entumecimiento que he estado sintiendo finalmente se desvanece. Da paso a la rabia, a la furia, a la ira. No puedo decir que lo odio, pero es el principal responsable de todo esto. Una repentina pero profunda conexiĆ³n en el calor del combate y el sexo sĆ³lo pueden suavizar mis sentimientos hasta cierto punto.
Un fuego familiar se enciende en mis ojos. No es tan feroz como antes. Es mĆ”s frĆo y lleno de amargura, pero es algo.
Salgo de detrĆ”s del mostrador y me acerco a Ć©l. Me detengo frente a Ć©l. Le sostengo la mirada. Quiero comunicarle todo con esa acciĆ³n. Quiero que sepa que deseo que esto le duela.
Tomo aire y grito lanzando una patada en la entrepierna. Lleno de malicia y rabia. Su cabeza se desplaza salvajemente hacia adelante, un globo de saliva escapa de sus labios. Emilio se tambaleĆ³, viendo estrellas. Se agarrĆ³ la entrepierna y se mantuvo de pie y afirmĆ³, un poco inseguro:
—¡MĆ”s fuerte. PĆ©game mĆ”s fuerte!
El fuego arde mĆ”s y reacciono. Ruge mientras todo mi cuerpo se lanza a golpear su mejilla. Pero no me detengo. Le doy varios golpes en la cara y la cabeza antes de retroceder, jadeando y sintiendo por fin algo mĆ”s que culpa. Un Ćŗltimo golpe a su barbilla lo hace girar y caer al suelo, noqueado.
Cuando se me pasa la euforia, miro hacia abajo. SĆ© que Ć©l me animĆ³ a hacerlo, pero no puedo evitar sentirme un poco mal. Pero tenĆa razĆ³n. Me siento mejor. Ni de lejos al 100%, pero mejor.
Con cuidado, lo levanto del suelo y lo llevo a mi dormitorio. Lo tumbo en la cama y salgo de la habitaciĆ³n. Vuelvo con un botiquĆn de primeros auxilios y unas bolsas de hielo. Empiezo a curar el daƱo que he causado. Todo ello mientras intento no admirar lo guapo que es.
Me estremezco cuando une su mano con la mĆa. Por mucho que me guste la sensaciĆ³n, y por mucho que me guste Ć©l, no creo que podamos tener una vida juntos.
Dejo que me coja la mano mientras le pongo suavemente una bolsa de hielo en el ojo. Lo miro suavemente.
—Gracias, por venir y hacer esto para ayudarme. Eres realmente extraordinario, Emilio —me trago el nudo en la garganta—. Cuando pasamos esa noche juntos, sinceramente me quedĆ© con ganas de mĆ”s contigo. Pensaba que follarĆamos una vez mĆ”s, intercambiarĆamos nĆŗmeros, tendrĆamos algunas citas, seguirĆamos follando y quizĆ” tendrĆamos algo mĆ”s juntos. Pero cuando… pasĆ³ lo que pasĆ³ esa maƱana siguiente, perdĆ toda esperanza de eso —me quito una lĆ”grima con brusquedad, no hay tiempo para sentimentalismos—. Sinceramente, todavĆa lo quiero, pero no hay esperanza para eso. Pero aĆŗn lo quiero. Si dijeras que vas a dejar todo eso atrĆ”s y que vas a ser un hombre honrado de aquĆ en adelante, harĆa cualquier cosa para no perderte nunca mĆ”s. Pero no soy estĆŗpido. SĆ© que no es tan fĆ”cil. SĆ© que siempre habrĆ” alguien tras de ti. Y siempre mĆ”s razones para matar. Ya viste cĆ³mo nos ocurriĆ³ esa maƱana. Me gusta parecer este tipo duro que va a los bares de mala muerte buscando pelea. Pero hay una diferencia entre golpear a un oponente y acabar con su vida. Aquella maƱana tuve que hacerlo, para defenderme y defenderte de una amenaza que no entendĆa. Pero es un mundo en el que yo no sobrevivirĆa.
Termino y me doy cuenta de que mƔs de una lƔgrima rueda por mi cara. Miro hacia abajo. No soporto ver en su rostro el dolor que he podido causar.
Se sentĆ³ en la cama sin soltar mi mano, su otra mano libre apartaron suavemente las lĆ”grimas de mi rostro.
—Daniel, quĆ©date aquĆ… —dijo haciendo un gesto hacia la habitaciĆ³n—… vive la vida que yo no puedo tener, vĆvela por los dos. Quiero que sepas que eres mucho mĆ”s fuerte de lo que crees —se rĆe—. MĆrame —me asiente suavemente—. Daniel, estarĆ”s bien. Puedo verlo en tus ojos. Saber que estĆ”s aquĆ, viviendo tu vida, saber que estĆ”s bien es lo que me importa —me sostiene la mirada—. DeberĆa irme ya.
Lo entiendo, pero lo odio. Al escucharlo decir que debe irse, pongo mis manos en sus hombros y lo detengo. Miro profundamente sus ojos. Intento memorizarlo todo. Entonces me inclino y deposito un suave beso en sus labios.
—Vamos a estar juntos una vez mĆ”s antes de que te vayas… te necesito, Emilio.
Volvemos a besarnos, sus manos recorrieron mi espalda y mis glĆŗteos, deleitĆ”ndome con el tacto. SĆ© que es una idea horrible. SĆ© que va a hacer difĆcil dejarlo ir. Nos tumbamos en la cama y se montĆ³ encima de mi. Me pierdo en la sensaciĆ³n dichosa de esos mĆŗsculos sĆ³lidos contra los mĆos. El beso se vuelve feroz y mi lengua se sumerge para explorar su boca una vez mĆ”s.
Mis manos se meten bajo su camiseta y se ponen a palpar su poderoso pectoral, masajeĆ”ndolo y amasĆ”ndolo. Mi polla palpita al tiempo que se endurece en cuestiĆ³n de segundos.
Me quitĆ³ la camisa, tirando de ella y dejĆ”ndola a un lado. Hizo lo mismo con su camisa y la dejĆ³ a un lado. Luego, se dejĆ³ caer sobre mĆ, haciendo sentir el contacto de nuestra piel. ApretĆ³ su abultada entrepierna contra la mĆa.
Pongo mis manos entre nosotros y le desabrocho el cinturĆ³n. Lo saco de las trabillas y lo tiro a un lado en el suelo. Abro el botĆ³n y desabrocho la cremallera. Su polla se abre paso a travĆ©s de la nueva abertura, aunque todavĆa estĆ” cautiva en la ropa interior. Me levanto para quitarle el jeans y tirarlo a un lado. Me quito el short y vuelvo a la cama con mis calzoncillos ajustados de color blanco. Me encanta mirar a un hombre en ropa interior, asĆ que me tomo mi tiempo y me empapo de la vista. Deslizo mi mano desde su pecho, por encima de sus abdominales, y agarro su bulto. Mi mano se posa ahĆ, acariciando lentamente su polla a travĆ©s de la tela mientras lo beso de nuevo.
La energĆa entre nosotros crece, se intensifica. Independientemente de lo que nuestras mentes quieran, de lo que creamos que debemos o no hacer, algo mĆ”s profundo y primario nos atrae, el puro intercambio masculino de poder y sexualidad crece en intensidad a medida que fluye entre nosotros.
—Dios mĆo… Daniel, eres tan jodidamente especial para mĆ.
Me quedo atĆ³nito ante sus palabras.
—Emilio, yo —y vuelvo a sumergirme en un beso con mĆ”s necesidad que nunca. No sĆ© quĆ© decir. Hay tantas cosas que quiero decir. Pero tenemos que disfrutar de este momento juntos.
Me subo sobre Ć©l envolviendo nuestras piernas. Me aferro a la lĆnea que nunca soltarĆ©. Nuestras bocas se cierran, las lenguas se deslizan una sobre la otra. Obsesionados con el sabor. Dos esculturales guerreros encerrados en un momento de intimidad. Pecho contra pecho. Las pollas rechinando a travĆ©s de las capas de fina tela de la ropa interior. Me agacho y las libero a ambas. Finalmente en ese contacto que han estado anhelando.
Ese momento de conexiĆ³n me sobrecoge de sentimiento. Me cuesta tragar el nudo en la garganta. Lo abrazo como si no quisiera que terminara nunca. Con una voz cruda por la emociĆ³n, digo su nombre. Lo repito varias veces. Este momento tiene que durar para siempre
Abrazo fuertemente a Emilio, Ć©l hace lo mismo, como si nada mĆ”s le importase. HabĆa mucho lĆquido preseminal que salĆa de su erecta polla en un pequeƱo chorro que se frotaba contra la mĆa. De hombre a hombre, de guerrero a guerrero. Nos pertenecĆamos el uno al otro.
RespiraciĆ³n pesada, gritos, insultos, lĆ”grimas y sudor. Esto se siente mejor que el sexo. Ambos estamos completamente desnudos. Rodando el uno sobre el otro en la cama. Agarrando nuestros culos musculosos. Rechinando y acariciĆ”ndonos mutuamente. Delirando de placer. Digo:
—Emilio… ay… Emilio… Te quiero… Te necesito… te necesito conmigo.
Besos calientes entre las palabras. Tanteos frenƩticos. Intentando acercarse cada vez mƔs a ti.
—Me tienes… Estoy aquĆ. Contigo, ahora mismo… Te tengo a ti, Daniel, y tĆŗ me tienes a mi.
Nuestros abdominales y entrepiernas se estƔn volviendo pegajosos con el presemen compartido.
—Estoy cerca… carajo —anunciĆ³ Emilio. Era como si estuviera al lĆmite del placer con solo rozar nuestras vergas—. Ya acabo, quiero aguantar para que nos corramos juntos.
Nos miramos fijamente a los ojos mientras siento que ambos nos sincronizamos, que nuestros cuerpos estĆ”n en sintonĆa. MoviĆ©ndonos juntos, trabajando juntos, listos para eyacular juntos.
Entonces… ambos entramos en erupciĆ³n… el orgasmo es el mĆ”s intenso que he experimentado nunca. Me impacta como un rayo cuando el semen sale a borbotones de mi polla, mis pelotas se aprietan y liberan gruesas cuerdas de leche. Grito, mirĆ”ndolo a los ojos mientras la sensaciĆ³n elĆ©ctrica de la liberaciĆ³n me enrosca los dedos de los pies y hace que las yemas empiecen a cosquillear. SĆ³lo puedo susurrar mientras empieza a desvanecerse: —FĆ³llame… –luego lo atraigo para darle un beso largo, lento y suave, sintiendo todavĆa la necesidad, en cierto modo mĆ”s profunda, de estar cerca y conectado a Ć©l que antes de ese orgasmo.
Este beso es probablemente el Ćŗltimo que compartiremos. Maldigo todas las circunstancias que nos han encontrado en esta posiciĆ³n. Ninguno de nosotros podrĆa haber anticipado esto. SĆ³lo desearĆa que pudiĆ©ramos permanecer juntos aquĆ en lugar de vernos obligados a separarnos.
Me agarro a sus bĆceps y dejo que el beso se prolongue unos segundos mĆ”s antes de separarme y enterrar mi cabeza en el pliegue de su cuello. Paso los brazos por debajo para abrazarlo.
—Daniel —susurra Emilio. Sus ojos brillan con lĆ”grimas no derramadas mientras simplemente lo abrazo con fuerza, sin moverme, respirando suavemente, abrazĆ”ndolo con dulzura y ternura.
Suspiro cuando le oigo decir mi nombre.
—Lo sĆ©… —respondo. SĆ© que es el momento de dejarlo ir. Pero estoy decidido a que sepa que esta vez me deja mejor de como me consiguiĆ³.
Respiro y me despego de Ć©l asumiendo el desastre que hemos hecho.
—Eh… Um… Si quieres, puedes usar la ducha antes de irte. Puedo prestarte una toalla —lo miro con una sonrisa triste. Triste, pero cariƱosa.
Emilio sonriĆ³, mirando la masa espesa y pegajosa que cubre sus duros abdominales.
—¿Una ducha?… SĆ, puede ser.
Tomamos una ducha juntos.
Antes de irse de casa, Emilio se detuvo en la puerta y me confesĆ³:
—Lo que dije fue en serio… eres uno de los bastardos mĆ”s valientes que he conocido. EstarĆa orgulloso de tenerte luchando a mi lado… —se detuvo un momento como si se estuviera arrepintiendo de haberlo dicho—… Aprovecha tu vida Daniel, lo tienes bien aquĆ. Recuerda que ahĆ fuera estarĆ© contigo, pensando en ti cada dĆa. Saber que estĆ”s a salvo, aquĆ, en esta vida, me hace un hombre mĆ”s fuerte y mejor.
Y se marchĆ³…
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