Marcos Chacón no dudo en aceptar un duelo de combate contra uno de sus amigos cuando le propuso una pelea cuerpo a cuerpo, el honor de su carácter estaba en juego cuando de una competencia se trataba. La lucha de ese día no era más que una nueva aventura de ballbusting entre maduros.
Los dos apetecible señores ya estaban reunidos para combatir, estaban con el cuerpo semidesnudo cubiertos con un ajustado calzón. Los amigos de ambos también estaban reunidos para disfrutar el encuentro.
Bernabé dio un paso hacia Marcos.
Marcos Chacón no parpadeó, pero se mantuvo en posición de alerta. Tampoco se tapó los huevos. Sus manos permanecieron levantadas frente a los pectorales con las palmas abiertas. Le sonrió a Bernabé, haciéndole saber que no le tenía miedo.
De repente, la mano de Marcos se disparó hacia adelante y alcanzó los testículos de Bernabé.
Pero Bernabé supo que Marcos siempre hacía ataques constante hacia los huevos, se lo esperaba. Lo esquivó y extendió la mano, agarrando como contraataque los cojones de Marcos con un fuerte apretón.
El rostro de Marcos se estremeció. Su boca se abrió y sus manos agarraron las muñecas de Bernabé, tratando de alejar la mano de sus bolas.
—Crees que soy estúpido, ¿eh? —la cara de Bernabé estaba a centímetros de la de Marcos.
Marcos gimió.
—¡Pues no lo soy, cabrón!—sonrió Bernabé, retorciendo su mano.
Marcos chilló.
—¿Qué se siente? Teniendo estos huevos de gallina —se rio Bernabé, apretando las gónadas de Marcos a través de la tela de su bóxer, moviendo los dedos como si sostuviera pelotas para aliviar el estrés.
Marcos apretó los dientes, soportando el dolor.
Bernabé retorció la mano, haciendo que Marcos chillara de agonía. Sonrió, aplastando los huevos de Marcos en su palma. —¿Cuánto crees que pueden aguantar tus pelotas antes de reventar, ¿para qué las quieres ya? Ya tienes hijos, nietos…
Los ojos de Marcos se abrieron de par en par.
Los músculos de los brazos de Bernabé se contrajeron mientras amasaba las bolas de Marcos en su mano.
—Hijo de puta —susurró Marcos a punto de llorar.
Bernabé se rió y tiró hacia arriba, haciendo que Marcos se pusiera de puntillas. Luego dio un paso atrás y Marcos gritó de dolor.
Bernabé se rió. Sonrió y comenzó a caminar hacia atrás, su mano continuaba envuelta fuertemente alrededor de los testículos de Marcos, haciéndolo caminar por toda la habitación por sus bolas y con las risas de sus amigos encima.
—¡Hijo de puta !—gritaba Marcos con voz desesperada—. ¡Hijo de puta!
Bernabé se rió. De repente, perdió el equilibrio, se tropezó y cayó al suelo y arrastrando a Marcos con él, agarrado de las grandes pelotas.
Bernabé gruñó y Marcos gritó de dolor cuando ambos aterrizaron en el suelo, Bernabé sobre su culo, Marcos encima de él.
—¡Maldito imbécil! —gritó Marcos embistió su codo en la cara de Bernabé, golpeando su nariz haciendo que se quejara de dolor.
El agarre de las bolas de Marcos se aflojó, y Chacón agarró los pezones de Bernabé con ambas manos.
Bernabé dejó escapar un grito de angustia cuando Marcos le retorció los pezones, quiso apartar sus manos tomándolo de las muñecas.
Los ojos de Marcos se llenaron de ira. —Maldito cabrón —siseó, levantando la pierna y apuntando la rodilla con fuerza entre las piernas de Bernabé. Su rótula chocó con las gordas pelotas de su amigo y las clavó en su muslo.
Bernabé gritó de dolor.
Marcos retorció los pezones de Bernabé y llevó su rodilla a los testículos una vez más, haciendo que Bernabé echara la cabeza hacia atrás y gritara de dolor.
—¡Te voy a joder! —gruñó Marcos, clavando su rodilla en la entrepierna de Bernabé por tercera vez, atrapando los dos carnosos testículos en su muslo.
Bernabé tosió y gimió. Se agarró al cuello de Marcos y lo empujó a un lado.
Los dos jadeaban fuertemente, tumbados uno al lado del otro, agarrándose las pelotas.
Bernabé sostenía sus testículos entre sus calzones, sus pezones estaban rojos y su cara se doblaba de dolor, con los ojos cerrados y la boca muy abierta.
Marcos se mordió el labio inferior, haciendo una mueca de dolor, frotándose las pelotas. —Eres un bastardo —susurró. —¡Y vas a pagar por esto!
Bernabé gimió. Miró a Marcos y se rió a través de su dolor. —¿Tú crees?
Marcos se levantó, pero quedó doblado.
Bernabé hizo una mueca, agarrándose los huevos. —Crees que me voy a dejar golpear por un tipo como…
Fue interrumpido por una rotunda patada en las pelotas. El pie de Marcos pulverizó de lleno sus testículos.
Bernabé gritó de dolor. Levantó su pierna y la hizo chocar contra la entrepierna de Marcos desde abajo, sacando el aire de los pulmones del señor y haciendo que sus ojos se abrieran.
Bernabé gimió y se hizo un ovillo.
Marcos se tambaleó hacia atrás, con la mirada perdida. Dejó escapar un grito desgarrador y se arrodilló, agarrándose los voluminosos huevos, gimiendo de dolor.
No pasó nada durante cuatro minutos, ya que los dos estaban lidiando con su agonía.
Marcos estaba de rodillas, con las manos metidas dentro de sus calzoncillos, acunando sus pelotas, mientras gemía de dolor.
Bernabé gemía y se balanceaba hacia delante y atrás, agarrándose los huevos.
Hasta que sorpresivamente Marcos se puso de pie y fulminó a Bernabé con la mirada. —Levántate —siseó.
Bernabé se rió. —¿Qué?
—¡Vamos, maricón, levántate! —repitió Marcos—. ¡Peleemos!
Bernabé suspiró. Comenzó a levantarse, poniéndose a cuatro patas, mirando a Marcos todo el tiempo.
Marcos lo miraba.
Bernabé trató de actuar con despreocupación. —Entonces, ¿qué...? —en cuanto se puso de pie, Marcos le pateó los huevos con fuerza.
El empeine del pie chocó con las dos pelotas colgantes, levantándolas y clavándolas en la pelvis de Bernabé.
Los ojos de Bernabé se cruzaron mientras sus huevos eran aplastados por la patada de Marcos.
Dejó escapar un gemido sibilante, sus ojos se movieron y sus labios temblaron. Estaba paralizado del dolor, con los brazos extendidos hacia los lados y las pelotas oscilando de un lado a otro entre las piernas.
Marcos hizo una mueca y le sonrió. —Imbécil —se rió. Llevó la pierna hacia atrás y volvió a golpear con el pie las pelotas de Bernabé, clavándolas en su cuerpo y provocándole soltar un grito agudo. Sus ojos se pusieron en blanco y se arrodilló lentamente desplomándose en el suelo.
Marcos se rió. Rodeó a Bernabé, que estaba tumbado sobre el vientre, gimiendo suavemente. Entonces separó sus piernas de una patada.
Las pelotas de Bernabé quedaron expuestas convenientemente entre sus piernas, dibujadas de manera grosera en la tela de su ropa interior.
Riéndose, Marcos levantó la pierna derecha hasta que quedó en ángulo recto con su cuerpo. Sin dejar de reír, hizo que su pierna se balanceara hacia atrás. Su pie impactó con las pelotas de Bernabé y se las clavó en el cuerpo.
Bernabé rugió de dolor.
Antes de que pudiera enroscarse y sacar sus huevos del alcance de Marcos, éste colocó el pie encima de las hinchadas y delicadas gónadas de Bernabé. Cambiando su peso, se inclinó sobre las pelotas, haciéndolas crujir, aplastándolas entre su pie y el duro suelo.
Bernabé soltó un chillido agónico.
—Te dije que te iba a joder —afirmó Marcos lentamente, poniéndose sobre un pie, levantando la otra pierna afincándo su fuerza.
El cuerpo de Bernabé se dobló y chilló de dolor.
Marcos sonrió, girando el talón, haciendo que la voz de Bernabé subiera de tono y volumen.
Era increíble cómo Marcos era capaz de mantener el equilibrio.
La cara de Bernabé estaba roja como un tomate y gemía de dolor, con sus grandes y jugosas pelotas aplastadas bajo el pie de Marcos. —¡Me rindo! —gritó, con la voz quebrada mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —¡Por favor, para!
Marcos se rió y giró su pie una última vez, haciendo que Bernabé gritara desde lo más profundo de sus pulmones, antes de alejarse, permitiendo que se acurrucara como el perdedor que era.
Bernabé gemía de dolor, con las manos sobando sus maltratadas pelotas, con lágrimas corriendo por su cara.
Marcos se dio la vuelta y sonrió. Se agarró sus propios testículos, haciendo una mueca de dolor cuando se tocó las pelotas. —Soy el ganador —declaró.
Bernabé gimió, sobándose las gónadas.
Marcos se rió. —Eres un perdedor.
Bernabé dejó escapar un miserable gemido.
Marcos se rió y se fue a sentar con las piernas abiertas, la entrepierna se le veía abultada dentro de su ropa interior, silbando alegremente dijo. —Amigos, ¿quieren verme luchar contra otra persona? ¿O uno de ustedes se anima? No más díganme. No hay nada más relajante que verlos retorcerte en el suelo y llorar por sus huevos —se rió y se acercó a sus amigos maduros que comenzaron a reírse y felicitarlo.
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