Guerreros (3/5): El inicio de Miguel Salcedo - Las Bolas de Pablo

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9 nov 2022

Guerreros (3/5): El inicio de Miguel Salcedo

 Miguel sacudiĆ³ la cabeza, intentĆ³ levantarse sintiendo que el mundo le daba vueltas, sin embargo se dio cuenta de que Fernando habĆ­a desaparecido del ring.

 

—¿QuiĆ©n soy? —le preguntĆ³ el hombre inclinado a su lado.

 

—Ummm… el patrĆ³n...

 

—¿QuiĆ©n eres tĆŗ? ¿QuĆ© dĆ­a es?

 

—Miguel… yo… sĆ³lo voy…

 

El patrĆ³n lo tomĆ³ de la cabeza. Miguel se sintiĆ³ decepcionado, estaba confiado en dar un buen espectĆ”culo y tuvo un desempeƱo bochornoso.

 

El patrĆ³n lo miro a los ojos, buscando si distinguĆ­a un daƱo mientras lo palpaba.

 

—Creo que estĆ”s bien —comentĆ³—. Espero que no tengas internamente algo grave que no necesite un mĆ©dico.

 

—No me contratarĆ”, ¿verdad? —preguntĆ³ Miguel.

 

El patrĆ³n observĆ³ el cuadrilĆ”tero, donde quedĆ³ muerta la dignidad de Miguel.

 

—Tu tĆ©cnica es pobre —respondiĆ³—, y tus golpes necesitan mĆ”s fuerza —le dio una palmada en el abdomen.

 

Miguel miro hacia abajo.

 

—Y sĆ­, necesitas mucho entrenamiento.

 

—¿Entonces?

 

—¿Pero era tu primera pelea en un cuadrilĆ”tero? ¿Cierto?

 

—SĆ­.

 

—Y Fernando no ha perdido ninguna de estas Ćŗltimas 16 peleas, en mĆ”s de un aƱo… AsĆ­ que lo hiciste muy bien.

 

El patrĆ³n lo abrazĆ³ desde la espalda y Miguel se quedĆ³ mirĆ”ndolo.

 

—Me has recordado a tu hermano, y Ć©l tambiĆ©n era muy bueno —mintiĆ³ El patrĆ³n.

 

—Entonces… ¿No estoy despedido?

 

—Ve a casa, y descansa, dĆŗchate y duerme. Si quieres el trabajo, estate aquĆ­ maƱana a las 10 de la noche.

 

—EstarĆ© aquĆ­ —afirmĆ³ Miguel.

 

El patrĆ³n sacĆ³ su cartera y a Miguel de solo ver dinero le brillaron los ojos. El patrĆ³n le entregĆ³ 200 dĆ³lares.

 

—Compra unos calzoncillos, al final de la calle hay una tienda y trĆ”eme el cambio.

 

—¡SĆ­, patrĆ³n!

 

—Soy un tipo justo, chico, no tenĆ­as oportunidad para ganar.

 

Miguel sonriĆ³ y el patrĆ³n tambiĆ©n lo hizo.

 

—Vete a casa y no le digas a nadie lo que ha pasado aquĆ­.

 

—SĆ­, patrĆ³n.

 

Miguel Salcedo comenzĆ³ a ponerse la ropa y el patrĆ³n se le quedĆ³ mirando. SabĆ­a que a la noche siguiente iba a darle una gran lecciĆ³n, de solo pensarlo hacĆ­a que se lamiera los labios.

 

«Este chico se va a vender muy bien» pensĆ³.

 

Miguel Salcedo se despidiĆ³ y saliĆ³ a trompicones por la puerta.

 

El patrĆ³n se dirigiĆ³ a la oficina, cuando vio a su asistente le ordenĆ³:

 

—Enrique prepara todo para maƱana por la noche para una inspecciĆ³n completa de un guerrero nuevo.

 

 

Miguel Salcedo se presentĆ³ puntualmente en la oficina a la noche siguiente. Eran las 10 y el gimnasio estaba vacĆ­o con las luces apagadas. El joven portaba una bolsa con los calzoncillos nuevos que comprĆ³. Luego de encontrar al patrĆ³n en su oscuro despacho (iluminado Ćŗnicamente por la luz del monitor), lo saludĆ³ y le devolviĆ³ el cambio.

 

El patrĆ³n comprobĆ³ el dinero, parecĆ­a que no habĆ­a gastado mĆ”s de lo necesario.

 

—¿Encontraste los calzoncillos adecuados?

 

—SĆ­, patrĆ³n.

 

—Ya hiciste tu dicisiĆ³n, ¿quieres pelear?

 

Miguel dudĆ³ en responder. Finalmente dijo:

 

—No es tan malo, ¿verdad?

 

—Puede que salgas mĆ”s perjudicado que ayer. Tienes una cara bonita.

 

—Um, ¿gracias?

 

—Ya hiciste tu dicisiĆ³n, ¿quieres pelear?

 

—SĆ­, patrĆ³n.

 

—¿QuĆ© te dijo tu hermano de lo que hizo aquĆ­?

 

—SĆ­. Era un luchador. Ganaba combates y dinero. Quiero hacer lo mismo.

 

El patrĆ³n sonriĆ³ ante las mentiras del hermano. CogiĆ³ un papel en blanco y un bolĆ­grafo.

 

—Miguel, con tus habilidades actuales y con lo que vi ayer……… Esto serĆ­a tu ganancia mensual —entregĆ³ el papel a Miguel—, menos los costes, por supuesto.

 

Miguel Salcedo observĆ³ la hoja, tragĆ³ saliva, era una cantidad que para Ć©l significaba mucho mientras que para el patrĆ³n la de los luchadores peor pagados de la compaƱƭa.

 

—En pocos meses podemos subir la cantidad, todo depende de lo mucho que entrenes.

 

—¡Voy a entrenar mĆ”s que nadie!

 

—Pero tĆŗ sabes que no eres… tan bueno…

 

—AprenderĆ©.

 

—Seguro que aprenderĆ”s —sonriĆ³ el patrĆ³n—. AĆŗn debes tener mucho del ahorro que hizo tu hermano, ¿no? —Miguel afirmĆ³ con la cabeza—. Ɖl ganĆ³ mĆ”s de 9 veces que tĆŗ —Miguel hizo cĆ”lculos mentales y su expresiĆ³n facial se iluminĆ³ de alegrĆ­a—. Ppuedo hacer un recorrido contigo?

 

—SĆ­, patrĆ³n.

 

—Quiero ser honesto, como tĆŗ lo eres conmigo, ¿no?

 

Miguel afirmĆ³ con la cabeza.

 

—Nunca ganarĆ­as tanto dinero con las peleas. Ni siquiera Fernando gana tanto.

 

—Um... entonces... ¿cĆ³mo hace dinero?

 

El patrĆ³n tecleĆ³ en la computadora haciendo esperar a Miguel.

 

—Al principio tienes que confiar en mĆ­.

 

—Por supuesto —confirmĆ³ Miguel. Sin embargo, empezĆ³ a mirar con un poco de desconfianza.

 

—Segundo no puedes contarle a nadie eso, ni siquiera a tu hermano. Y tercero necesito... mĆ”s informaciĆ³n.

 

—Um, OK. ¿QuĆ© necesita?

 

—¿Recuerdas la lucha de ayer?

 

—¿Si?

 

—Tu tĆ©cnica era una mierda, pero no estabas entrenado, asĆ­ que era de esperar. Pero lo que sĆ­ vi y lo que te darĆ” dinero es tu capacidad de no rendirte y de seguir adelante —abandonĆ³ su asiento y se dirigiĆ³ a la puerta—. Ven conmigo que te enseƱo lo que quiero decir.

 

Migue pareciĆ³ confundido, pero lo siguiĆ³.

 

El patrĆ³n le seƱalĆ³ una pesa larga con 20kg de peso.

 

—Ponla en tu hombro.

 

Miguel cumpliĆ³ con la ordenanza, no era mucho para cargar

 

—Sigue asĆ­. Haz 5 sentadillas.

 

Miguel cumpliĆ³ con la exigencia, sus piernas eran muy fuertes.

 

—Vamos, sigue. Hasta que te canses.

 

Miguel continuĆ³ haciendo las sentadillas mientras sostenĆ­a la pesa, confiaba en la fuerza de sus piernas.

 

El patrĆ³n sonreĆ­a. SabĆ­a que Miguel le iba a encantar a los clientes, estaba seguro de que ese hombre era todo un presumido.

 

Luego de varias sentadillas Miguel comenzĆ³ a sentir una molestia en las costillas.

 

—Te puedes rendir cuando quieras.

 

Miguel continuĆ³ con varias sentadillas mĆ”s, empezĆ³ a sudar a chorros y sus piernas temblaban.

 

—Ɓlzate.

 

Miguel se quedĆ³ de pie, con la pesa en el hombro. El patrĆ³n le colocĆ³ una mano en el pecho, y lo empujĆ³ con cuidado y guiado contra una pared.

 

Miguel lo miro confundido.

 

—Um, ¿por quĆ©...? —preguntĆ³. Su camiseta estaba empapada de sudor.

 

—MantĆ©n el peso y aprieta tus abdominales, sin aviso el patrĆ³n le dio un puƱetazo en el abdomen.

 

Miguel apretĆ³ la mandĆ­bula

 

—¿QuĆ© estĆ”…?

 

—Recuerda, Miguel, puedes rendirte cuando quieras —le dio tres puƱetazos mĆ”s.

 

—¿Por quĆ© hace esto?

 

El patrĆ³n dio un paso atrĆ”s.

 

—¿CuĆ”l ha sido la primera regla que te he dicho hoy en mi despacho?

 

—Usted confĆ­a en mi… sĆ³lo quiero saber por quĆ©…

 

—Baja la pesa.

 

Miguel soltĆ³ la barra viĆ©ndose visiblemente aliviado.

 

—Quiero asegurarme de que puedes entrenar lo suficiente, y que no te hagas daƱo cuando… ganes dinero —Miguel afirmĆ³ con la cabeza—, desnĆŗdate.

 

Miguel se quito la camiseta sudada.

 

—¡Toda la ropa!

 

Miguel se quito el pantalĆ³n y quedĆ³ en calzoncillo.

 

—¿Quieres 300 dĆ³lares por mes?

 

—¡SĆ­!

 

—DesnĆŗdate por completo. La gente paga muy bien por ver desnudos a tipos en forma como tĆŗ.

 

Miguel abriĆ³ la boca para preguntar por quĆ© pero luego cambiĆ³ de opiniĆ³n y se quito los boxers. Al hacerlo y quedar como llegĆ³ al mundo, miro al patrĆ³n esperando una seƱal.

 

—¡Seguro que sabes que la industria del porno es la que mejor paga! Claro que lo sabes, todo el mundo lo sabe. Con tu cuerpo —lo miro de arriba abajo—. Puedes hacer una fortuna.

 

—No soy una estrella porno. Solo quiero luchar.

 

—¿Como ayer?

 

—Ummmm... Mejor.

 

—Ayer perdiste… hagamos algo… si me muestras una erecciĆ³n y me enseƱas el esplendor de esa polla, te llevarĆ”s hoy 500 dĆ³lares. ¡Hazlo!

 

Miguel Salcedo se mostrĆ³ dudoso. —. ¿De verdad?

 

El patrĆ³n sacĆ³ de su bolsillo la cantidad anunciada.

 

—Um…

 

—TambiĆ©n, Miguel, puedo organizar un combate para la prĆ³xima semana, Si ganas, mucho dinero, dependiendo de las apuestas, por supuesto… SerĆ” una pelea especial para ti. Desnudo… Sin reglas.

 

Miguel tragĆ³ saliva con fuerza.

 

—¿CuĆ”nto es el pago por las apuestas?

 

—Tienen las apuestas mĆ”s altas. Lo que significa los mayores ingresos… Hm... Tal vez... Si los dos hacemos esto bien…

 

—¿Si?

 

—Entonces, puedo organizar una pelea. Pero... —lo miro de arriba a abajo—. Puede que no estĆ©s lo suficientemente preparado.

 

Miguel puso cara de angustia, pero repitiĆ³. —¿CuĆ”nto es el pago?

 

—1000 dĆ³lares. Solo por una noche de acciĆ³n.

 

Miguel dudĆ³ un momento.

 

—De acuerdo, patrĆ³n.

 

—QuizĆ”s mĆ”s si aguantas mĆ”s tiempo y siguen subiendo las apuestas. Tienes que rendir, si no los dos nos vamos a la mierda. No puedo arriesgar mi reputaciĆ³n contigo. Necesito saber que puedes hacerlo.

 

Miguel Salcedo afirmĆ³ con la cabeza.

 

—¿Me darĆ” 500 hoy si le muestro una erecciĆ³n, ¿verdad?

 

—SĆ­, claro. Yo siempre mantengo mi palabra.

 

Miguel Salcedo cerrĆ³ los ojos. AgarrĆ³ su miembro viril y comenzĆ³ a acariciarlo, bloqueando todo pensamiento del patrĆ³n ahĆ­ mirĆ”ndolo y pensando en una guapa mujer. El patrĆ³n apretĆ³ el puƱo y lo golpeĆ³ en los abdominales.

 

—¡Uuuuugh! —Miguel se doblĆ³.

 

—En el cuadrilĆ”tero los clientes apuestan mĆ”s dinero cuando te exhibes.

 

Miguel rechinĆ³ los dientes. VolviĆ³ a jugar con su polla. Esta vez con los ojos abiertos presenciĆ³ como el patrĆ³n cerraba otra vez el puƱo.

 

Pero el patrĆ³n cambiĆ³ de tactica y le aplicĆ³ una garra de abdominales.

 

—No... —gruĆ±Ć³ Miguel—. Hey... vamos...

 

—Bien sigue resistiendo y pajĆ©ate. Eso aumenta tu dinero —la mano del patrĆ³n se moviĆ³ hacia el fuerte pezĆ³n de Miguel.

 

El muchacho gimiĆ³ y su polla consiguiĆ³ una potente erecciĆ³n a pesar del abuso.

 

—Eres un chico caliente. Pero todo chico tiene una debilidad… —en seguida se apoderĆ³ de sus bolas, lo miro a los ojos y sonriĆ³. EmpezĆ³ a apretarlas lentamente.

 

Miguel apartĆ³ la mano de un manotazo.

 

—¡Las bolas no! —gruĆ±Ć³.

 

—250 dĆ³lares para tus testĆ­culos.

 

—Que sean 500 —respondiĆ³ Miguel comenzando a masturbarse.

 

—Te doy 1000 en total y es el lĆ­mite.

 

—Trato hecho.

 

—Trato hecho —confirmĆ³ el patrĆ³n y le apretĆ³ con mĆ”s fuerza los huevos. Con su otra mano obligĆ³ a Miguel a que le tocara su entrepierna. Miguel lo miro a la cara cuando palpĆ³ la erecciĆ³n dentro de su pantalĆ³n—. Sin lĆ­mites, Miguel Salcedo, sin lĆ­mites.

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