Emilio Acero (1/4): Conociendo a un hombre valiente - Las Bolas de Pablo

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11 nov 2022

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Emilio Acero (1/4): Conociendo a un hombre valiente

CAUHV

No es un personaje original, por lo que no es de mi autoría. Lo conocí en una web en otro idioma y me enamoré de él, he querido "latinizar". Este ciclo de historias contiene poco ballbusting, pero sirve para su presentación.

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Un hombre cruza a paso lento un lúgubre bar. Su nombre es Emilio Acero. Mira con atención de derecha a izquierda. Sus ojos se fijan en cada detalle, el charco de cerveza en el suelo bajo la mesa a su derecha, la bombilla parpadeante arriba de la mesa 3, a punto de apagarse en cualquier momento, el olor rancio del sudor con testosterona. No acostumbra a salir y "socializar", pero a veces se siente tan inquieto que es necesario un cambio de ambiente.

 

Es un mercenario, un asesino, un hombre entrenado. Le pagan por joder a otros hombres. Hacerlos hablar o hacer que callen para siempre. No es cualquier hombre. Las fuerzas especiales, la Agencia Central de Inteligencia (ACI), La Inteligencia Militar Sección 5 (IM5) y él estÔn en constante persecución. Por suerte él siempre ha salido airoso, mientras que otros agentes de la ley, no. Es un muy buen criminal. Normalmente, trabaja por contrato para La Cofradía, una organización criminal internacional. Es su hombre de limpieza, sin embargo, esa noche se toma un tiempo libre entre sus múltiples trabajos.

 

No es exactamente seguro para él estar en público, teniendo en cuenta su historial y la posición en la mayoría de la lista de los mÔs buscados en la Organización Internacional de Policía Criminal (OIPC), pero ¿cuÔl es el problema? Siempre puede cuidar de mí mismo. Su cuerpo es una mÔquina de combate, cubierto de músculos gruesos. En sus inicios perteneció al Ejército, hasta que supo que el crimen pagaba mejor, en la institución aprendió muchas formas de mutilar, romper y herir a los hombres con sus puños y pies, así como técnicas avanzadas de infiltración, disimulo, interrogatorio y manejo de armas.

 

Esa noche lleva unas sólidas botas negras, un grueso pantalón de combate negro y una camisa negra ajustada que abraza sus músculos. Esta noche, Emilio Acero tiene ganas de algo diferente. Quiere luchar. No como normalmente lo hace, en una situación de vida o muerte. Pero luchar porque sus testículos estÔn deseando violar a algún tipo fuerte que ponga resistencia y brotar en él su semilla alfa. Rara vez tiene oportunidad de satisfacer su lujuria de combate en el trabajo. Así que de vez en cuando va a un lugar tan de baja categoría como este. Un sitio de encuentro para hombres que buscan un poco de acción violenta. Pide una cerveza al camarero, y le paga con una generosa propina. No es un hombre tacaño. Prueba la cerveza mientras se apoya en el mostrador y observa a la clientela. Actúa como un excelente juez, capaz de formar una evaluación precisa de la personalidad a partir de una mirada rÔpida. Y sus testículos juegan un rol importante, permitiéndole saber si alguno de los hombres aquí presentes tienen ese algo especial que les de la oportunidad de ser follados. Su mirada se detiene en uno que acaba de entrar al bar. De solo verlo le empezaron a cosquillear los huevos.

 

Se trata de Daniel Romero. Acude a ese bar de mala muerte para conseguir algo de acción, y consigue lo mismo de siempre. Es un lugar al que le gusta ir después del trabajo. Porque parece atraer al tipo de hombre que busca pelea, y él siempre estÔ feliz de complacer a cualquiera. A veces gana, a veces pierde. Lo importante después de todo es que se sienta vivo. Es viernes por la noche y tuvo una larga jornada laboral.

 

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Lleva una camisa azul abotonada, pantalones azules y zapatos negros. Su corte de cabello es moderno. Tiene un rostro atractivo. La calidad de su ropa sugiere una complexión atlética. Su pantalón llama especialmente la atención sobre su redondo y tonificado trasero. Normalmente, acude al bar en jeans y camiseta vieja, pero esa noche sólo quería salir del trabajo y no estaba preparado para volver a casa. Su objetivo es conseguir algún tipo para tener acción a pesar de haber tenido semanas sin éxito.

 

Desde su juventud estuvo inmiscuido en las peleas. Principalmente en el patio de la escuela, clubes de lucha en el barrio donde vivió y luego sus compañeros universitarios. De vez en cuando recibía algún tipo de entrenamiento formal, pero supo que confiar en sus instintos y en sus habilidades le ofrecían mejores resultados. Y todas las veces, ganara o perdiera, se masturbaba, pues conseguía los orgasmos mÔs intensos. En la universidad empezó a combinar la lucha con el sexo. Una vez mientras se celebraba una fiesta golpeó a un tonto en el sótano de su casa, una cosa llevó a la otra y terminó teniendo el mejor sexo con el extraño.

 

Los trabajadores de las fÔbricas y los vagabundos que frecuentan este lugar no estÔn precisamente interesados en enrollarse con un hombre. Si él tenía tiempo sin una pelea, era lo mismo para el sexo. Así que mientras entra al bar, observa el lugar. El mismo camarero de siempre. Un tipo agradable. Una vez se emborrachó y le ofreció chuparle la polla. Se negó amablemente y le pidió un taxi. En ese momento no había nada interesante en el bar y empezó a considerar que se trataba de otra noche sin incidentes, mientras toma una copa y se sienta, dispuesto a beber en soledad y a maldecir en silencio a todos los clientes con los que había tratado esa semana, finalmente observa al hombre vestido de negro que se mezcla entre las sombras y que también lo estÔ mirando.

 

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Sí. Definitivamente a Emilio Acero, el hombre al que mira le llama la atención. No sólo su atuendo. No es regular observar a un hombre tan inmaculadamente vestido en un lugar como ese. Habían dos cosas que le llamaron la atención de este visitante. En primer lugar, los músculos de este tipo estÔn perfectamente proporcionados, y su camisa azul y sus pantalones azules lo abrazan muy bien, por no mencionar el atractivo de su moderno corte de cabello masculino y su buen aspecto. Pero en segundo lugar, y lo mÔs importante, es la forma en que se comporta. Caminando con orgullo, confianza, ligera aura de agresividad que dicen mÔs que las palabras.

 

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Ā«Lo quiero. Por Ć©l he venido esta nocheĀ» pensó Emilio.

 

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Cuando ambos intercambian miradas Emilio siente un revelador zumbido de electricidad que sube y baja por su espina dorsal, hasta llegar a sus pelotas. SĆ­. Definitivamente ese hombre es al que quiere. Coge su cerveza y se levanta caminando a lo largo de la barra, observa todos los detalles del entorno aunque estĆ” concentrado en el otro hombre. Se sienta a su lado y apoya el antebrazo en el borde de la barra. Sus gruesos y musculosos bĆ­ceps estiran la tela de su ajustada camisa negra. Bebe un sorbo y deja suavemente la botella de cerveza sobre la barra. Se gira para mirarlo, su pierna roza sus caros pantalones.

 

No dice ni una palabra. No es su estilo, no al principio. Quiere ponerlo a prueba. Así que se queda mirÔndolo, intensamente. Observando cada centímetro de él. Midiéndolo. PesÔndolo. Esperando a ver cómo reacciona el causante de un cosquilleo en sus huevos a primera vista. Esperando a ver exactamente qué clase de hombre es.

 

El corazón de Daniel estÔ acelerado, su mente saca a conclusión que el hombre ante él es al extremo peligroso, que si quiere abrazar su vida es deber escapar de él. Y sin embargo se queda donde estÔ, con la intención de saber cómo terminarÔ todo.

 

—¿Quieres ir a la salida de la puerta trasera? —habla Daniel.


—Tardaste bastante en preguntar —responde Emilio. Se levanta del taburete, dando la espalda. Sin decir nada mĆ”s, sale por detrĆ”s, pasando por los sucios aseos y saliendo por la puerta trasera que da hacia un pequeƱo callejón. El olor dominante es orina y basura. Una farola parpadeante a unos diez metros ilumina la zona.

 

Daniel aparece cerrando la puerta y colocando un trozo de madera bajo el pomo para que nadie salga por ahĆ­, no desea interrupciones.

 

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Sin perder el tiempo, comienza a desnudarse. Se quita la camisa de vestir tirÔndola a un lado. La luz parpadeante proyecta un brillo anaranjado sobre su cuerpo. Músculos bien definidos. Levanta los puños y la tensión se incrementa entre ambos.

 

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Emilio se quita la camisa negra arrojÔndola encima de la camiseta de Daniel. Hace girar su cuello mientras contempla el torso desnudo de su rival. Evalúa sus músculos, de sólida definición. No hay punto de comparación frente a su propio cuerpo de maquina de combate.

 

Levanta los puƱos, con la polla enfurecida en sus pantalones negros. Sus botas surcan el sucio callejón mientras lo rodea con cuidado. Tensa los abdominales y dispara una lluvia de puƱetazos que Daniel puede resistir. Como contraataque lanza un puƱetazo a los abdominales del asesino. —”””Uuuuuuugh —consiguiendo dar dos golpes rĆ”pidos antes de intentar golpear con el codo a su cabeza.

 

Pero en el momento en que el codo se mueve, Emilio dispara la rodilla rƔpida y repentinamente hacia las costillas indefensas. Luego su brazo busca propulsar un duro puƱetazo contra el apuesto rostro del rival.

 

El sonido del impacto rebota en las sucias paredes de ladrillo que los rodean.

 

Daniel queda aturdido. Se dobla un poco, pero despuƩs toma impulso y estrella el hombro en el abdomen de Emilio.

 

Los instintos del mercenario entran en acción. Sus manos se abalanzan sobre Daniel y le agarra del tríceps. Busca utilizar su propio impulso contra él, lanzÔndose al suelo, arrastrÔndolo consigo al caer. Cuando su espalda golpea el sucio pavimento del callejón, sus botas se clavan contra su abdominal haciendo volar al hombre a través del callejón.

 

La pelea se detiene un momento, mientras Emilio se pone de pie y su aturdido rival se recupera. El silencio entre ambos muere por la pesada respiración de ambos, extrañamente sincronizada. La polla, de Emilio que se ha ablandado, vuelve a ponerse a tope bajo la intensidad del combate.

 

Daniel se pone de pie. Se acerca a Emilio con una sonrisa sexy y salvaje. La guardia del mercenario estĆ” en alto. Daniel quiere golpearlo en el abdomen y Emilio lo esquiva rechazando el ataque.

 

Al fondo de todo ese combate, Emilio arde en deseos de derribar a Daniel, de violarlo, de explorarlo.

 

Mientras cavila en sus pensamientos, Daniel se aleja de su alcance. Emilio con los ojos brillantes, se lanza hacia delante con una rÔfaga de velocidad, cerrando el puño derecho para golpearlo en la cara, y cambiando el golpe en el último segundo, baja el impacto, girando sobre su pie derecho y extendiendo la pierna izquierda en un arco bajo y poderoso, tratando de barrer sus pies.

 

Pero Daniel salta hacia atrƔs justo a tiempo sacando uno de los pies, pero la patada de Emilio atrapa el otro pie haciƩndolo caer de rodillas. Daniel no pierde el tiempo y se abalanza hacia Emilio, utilizando su rodilla doblada para propulsarse, y derribarlo al suelo. Lo sujeta con fuerza y le lanza puƱetazos a las costillas.

 

Emilio ruge como un toro bravío, haciendo uso de su esfuerzo, cierra las piernas alrededor de las costillas de Daniel. AdemÔs Con su otra mano comieza a ahorcarlo, también le estÔ arregostando su furiosa erección.

 

Ā«EstĆ” bastante excitadoĀ» piensa Daniel.

 

Aún así no es momento de distraerse, busca una manera de encontrar una salida, pero estÔ apretado hasta la saciedad que se le dificultaba la concentración. Decide lanzar golpes a la región lumbar. Sin embargo cada puño se vuelve mÔs débil gastando sus energías en causar daño.

 

Envolviendo fuertemente con sus piernas, Emilio continua comprimiendo el cuerpo de Daniel. Sus brazos, gruesos y duros, se aprietan contra su cuello. El asesino determina que su rival en ningún momento se va a rendir, es una verdadera mÔquina. Entonces determina que debe noquearlo. La idea hace que una emoción recorra sus músculos y lo apretó mÔs.

 

Pronto la visión de Daniel se vuelve débil. Siente que en pocos minutos se va a desmayar. Pero hay una cosa. Una cosa que tiene que hacer antes de perder la consciencia.

 

Concentra toda su energía en alejar su torso del rival. Lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos. El apriete a su cuello y costillas no cede, pero le dirige una sonrisa malvada antes de enviar un último puñetazo a la mandíbula.

 

Sus fuerzas se apuntan en ese puƱetazo. Inmediatamente se desploma contra Emilio y su cuerpo queda inerte.

 

Cuando siente que Daniel ya no es un peligro, Emilio lentamente desengancha sus miembros. El perdedor queda tirado en su pecho agitado, magullado y cubierto de sudor. Siente un nudo en la garganta. ĀæQuĆ© coƱo le pasa? A esas alturas de la pelea lo Ćŗnico que quiere hacer es violar a su presa. SĆ­, lo quiere violar, pero al mismo tiempo… ĀæCómo describirlo? Al mismo tiempo…

 

Poco a poco Emilio se da cuenta de lo mucho que le duele el cuerpo, los pectorales, los costados, martilleados por los puños, cubiertos de moratones. Le duele sólo mover el brazo. De repente se da cuenta de que estÔ abrazando el cuerpo golpeado de Daniel, con fuerza, con protección, con ternura. ¿Qué carajo? Esa no es una reacción normal para él, Emilio Acero.

 

Lo normal para Ʃl es preparar una emboscada. Infiltrarse en un recinto seguro. Investigar a su objetivo y destruirlo por cualquier medio. Y de vez en cuando, excitarse luchando y follarlo.

 

Lo normal no es abrazar a su oponente con ternura y protección. Lo normal no es pasar sus manos por su cuerpo inconsciente, sintiendo cada curva de su atlética musculatura de combate. Lo normal no es agarrarle la nuca y guiar su mandíbula contra la suya, encerrando sus labios alrededor de los suyos, metiéndole la lengua hasta el fondo, intercambiando su saliva con la suya. Su pene estÔ tan duro que le duele, tiene tantas ganas de follarlo, pero se contiene, otra necesidad mÔs fuerte se impone. Algo dentro de él le dice que debe ser diferente.

 

Daniel lentamente, comienza a moverse. Devolviendo el beso a Emilio. En lugar de sentirse mareado y herido después de haber sido ahogado, se siente emocionado. Casi delirando de placer. Se siente como si flotara. Empieza a percibir sensaciones en su piel. Unas manos Ôsperas exploran suavemente cada músculo de su pecho y espalda.

 

Ā«Sea como sea, este hombre no es de los que besan a su rivalĀ» piensa Daniel.

 

Levanta el brazo y lo pasa perezosamente por encima de los hombros de Emilio. Todavía débil, lo empuja hacia él un poco mÔs fuerte. Su otra mano se posa en su pecho sintiendo los latidos de su corazón.

 

Emilio consciente de que eso es peligroso y que no debe seguir, se deja llevar y aprieta a Daniel aún mÔs, mÔs cerca, sus músculos se endurecen como el acero mientras intenta atraerlo, caliente y salvaje hacia él. Gruñe, y su mano recorre la espalda de Daniel con dureza, agresividad y, al mismo tiempo, con ternura.

 

La embriagadora mezcla de ambas sensaciones, la ternura y la agresividad, lo lleva hacia delante y besa a Daniel con mƔs fuerza, sumergiendo su lengua para explorar cada grieta de su boca. Su polla estƔ tan dura que todavƭa le duele, pero puede esperar. EstƔ ocurriendo algo mucho mƔs importante que simplemente vaciar sus huevos.

 

Daniel roza suavemente con sus dedos la mandĆ­bula de Emilio. Su polla palpita, pero no puede apartarse de ese momento de intimidad.

 

«¿QuiĆ©n coƱo es este tipo?Ā» piensa mientras besa a Emilio.

 

Siente cada centímetro de su sólido cuerpo contra él. Cada pequeño vello que roza su piel. Su mano pasa de su pecho al hombro, luego se desliza por su bíceps, por su poderoso antebrazo, hasta encontrar su mano. Sin darse cuenta, toma su mano y enlaza los dedos.

 

Pone fin al beso y sus ojos se encuentran con los de Ʃl. Se fija en cada uno de sus hermosos rasgos. El color de sus ojos. Ese momento se convierte en intensidad total como la pelea.

 

Emilio aprieta su mano contra la de Daniel, esa mano que antes estuvo cerrada en un puño para golpearlo ahora se enlaza con fuerza transmitiendo en silencio muchos significados. En especial un reconocimiento y aceptación de las fuerzas que los unen.

 

Levanta la mano que tiene libre y la rodea suavemente por las hermosas facciones de Daniel, sintiendo el contorno de su pómulo. El mismo puño que lo golpeó, ahora tiembla, explorando un nuevo territorio, tocando su rostro con ternura en lugar de destrucción.

 

Deseando su boca, Daniel acerca sus labios a los de Emilio conduciendo a un profundo beso.

 

Su mano libre se apoya en su pecho y se desliza hacia abajo. Memorizando cada mĆŗsculo. Los abdominales como una pared de acero. DeslizĆ”ndose hasta el cinturón. Lo desabrocha con una mano experta… el botón y la cremallera.

 

Sus labios pasan a la mandĆ­bula. Besando la lĆ­nea de la mandĆ­bula hasta el cuello. Comienza a besar y a chupar suavemente la piel

 

Pero hubo un cambio, Emilio se separa y se pone tenso. Diempre alerta, escuchó pasos al final del callejón, aunque pronto cesan.

 

De repente, agarra a Daniel de la cabeza y lo mira a los ojos. Le da un apretón tranquilizador en la mano para que sepa que todo estÔ bien y se pone lentamente de pie. Le suelta la mano, pero le hace un gesto para que lo siga, mientras se cierra el botón del pantalón. Abandonan el lugar y se dirigen al hotel barato junto al bar, allí Emilio tiene una habitación, juntos ingresan. Cuando vuelven a estar en intimidad Emilio observa a Daniel. Inesperadamente le clava un puño en los abdominales, no demasiado fuerte, pero tampoco muy suave como para insultar su fuerza. Lo inmoviliza contra la pared y enlaza su mano con la de él, muerde suavemente la barbilla de Daniel antes de inclinarse y sumergirse en otro beso. Su dura polla sale de su pantalón una vez fue desabrochado. Empuja su peso contra el de Daniel haciendo que ambas vergas se toquen. Con la mano libre baja la cremallera del caro pantalón y empieza a masajear el duro pene a través de los calzoncillos.

 

—Carajo —murmura Daniel casi sin aliento cuando le manipulan el miembro. Siente que debe hacer lo mismo, asĆ­ que devuelve el cumplido y masajea la entrepierna de Emilio. Su otra mano recorre suavemente el cabello de su amante tirando y empujando para que mantenga su boca con la de Ć©l

 

Emilio le baja el pantalón alrededor de las piernas. Lentamente le baja los calzoncillos negros a los tobillos y luego se aleja, con los brazos apoyados en la pared a ambos lados de la cabeza de Daniel. Lo tiene desnudo con la polla tiesa y orgullosa. Se inclina agarrando su falo, disfrutando de la sensación de su virilidad rodeada por el puño.

 

Recorre con el dedo su fuerte pecho, pellizcando suavemente los pezones. Entonces, la necesidad de estar en contacto lo abruma y envuelve sus poderosos brazos alrededor de la cintura desnuda, luego a los abdominales abrazÔndolo como un oso. Necesitando descargar su fuerza en el otro cuerpo, estÔn así por cortos segundos y luego se tumban en la cama, los brazos de Emilio estÔn plantados en el colchón junto a la cabeza de Daniel, se miran a los ojos.

 

—Te necesito —susurra Daniel. Ni siquiera lo piensa. Simplemente fue lo primero que se ocurre decir.

 

Ā«Oh, mierda. QuiĆ©n es este hombreĀ» piensa Emilio. Ā«Ni siquiera sĆ© su nombre. ĀæMe necesita? ĀæQuĆ© puedo decir? ĀæCuĆ”les son las palabras adecuadas?Ā».

 

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—AquĆ­ me tienes —contesta con un tono muy diferente al frĆ­o que usó cuando se dirigió a Ć©l en el bar.

 

Empuja un poco hacia adelante la polla dejando un brillante cordón de pre-semen a su paso. La necesidad de estar dentro del hombre empieza a hacer furor en su interior.

 

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Sintiendo la verga de Emilio, Daniel no puede esperar mƔs, pasa sus brazos detrƔs de la cabeza del hombre, acercƔndolo para entregarle otro beso. Agarra su espalda musculosa como si no quisiera soltarlo nunca.

 

Quiere que lo penetre. Adopta la posición del misionero para que pueda verle la cara. Sus piernas serpentean alrededor de la cintura de Emilio y acerca su culo a la ingle.

 

Emilio se estremece de placer cuando comienza a penetrar a Daniel. No se detiene. No usa ningún otro lubricante que no sea su abundante líquido preseminal. Introduce su verga hasta la empuñadura de un solo golpe, lento pero implacable. También vuelve a besarlo, de manera mÔs agresiva. Sus manos reposan en los bíceps.

 

Escuchando los gemidos de Daniel, Emilio se siente excitado de coger el ritmo en el mete y saca de su polla, el movimiento envía ondas eléctricas de placer por todo su cuerpo. Siente la dura contracción de la polla de Daniel acurrucada contra sus abdominales.

 

A Emilio nunca le importaba si el otro hombre al que se estÔ follando disfruta o no, pero en ese momento, el saber que su polla le proporciona placer a su pareja sexual le da una emoción inigualable.

 

—Aaaaaaaaah, mierda.

 

Emilio gime mÔs fuerte, de repente comienza el inevitable rugido en sus pelotas, la señal de un orgasmo en construcción tan imparable como la marea. Concentra cada gramo de autodisciplina que posee y se contiene, lo retiene, tensa su cuerpo. Rompe el beso y levanta la cabeza sobre la de Daniel. Quiere mirarlo a los ojos. Necesita estar conectado a él para lo que sigue.

 

Daniel afirma con la cabeza, sabe que el momento ha llegado. El ritmo se vuelve mƔs errƔtico, las manos palpan todas partes.

 

Emilio empuja la polla hasta la empuñadura y la mantiene ahí, su cuerpo se estremece, cada músculo se tensa con el esfuerzo mientras sus huevos se descargan en lo mÔs profundo de las entrañas de Daniel, estallando con una cuerda tras otra de semen espeso.

 

Al mismo tiempo Daniel eyacula sin apenas tocar su polla, gruesas cargas de semen vuelan hasta su cuello, cubre su pecho y abdominales. Sus gritos de Ʃxtasis se mezclan con los de Emilio.

 

Exhausto Emilio se deja caer sobre Daniel. Con la verga todavía dentro de él, aunque flÔcida. Cubierto de sudor y pegado a su pecho por el semen. Su cabeza estÔ junto a la de Daniel, con el cuerpo relajado sobre él, aún deleitÔndose con el contacto, sus dedos acarician el rostro y cabellos de su amante.

 

—Acero. Emilio Acero. Te has ganado mi nombre —le susurra al oĆ­do.

 

Daniel se estremece. Un nombre tan duro para un tipo rudo. Se vuelve hacia Ʃl y le pasa los dedos por el cabello. Le da un beso suave y prolongado antes de susurrar:

 

—Daniel Romero. Encantado de conocerte, Emilio.

 

—Daniel —susurra Emilio suavemente. Lo rodea con sus brazos de manera cariƱosa.

 

Daniel coloca su mano sobre la de Emilio mientras se apoya en su pecho y entrelaza los dedos una vez mƔs.

 

AsĆ­ se quedan dormidos.

 

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