Emilio Acero (1/4): Conociendo a un hombre valiente - Las Bolas de Pablo

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11 nov 2022

Emilio Acero (1/4): Conociendo a un hombre valiente


No es un personaje original, por lo que no es de mi autorĆ­a. Lo conocĆ­ en una web en otro idioma y me enamorĆ© de Ć©l, he querido "latinizar". Este ciclo de historias contiene poco ballbusting, pero sirve para su presentaciĆ³n.

Un hombre cruza a paso lento un lĆŗgubre bar. Su nombre es Emilio Acero. Mira con atenciĆ³n de derecha a izquierda. Sus ojos se fijan en cada detalle, el charco de cerveza en el suelo bajo la mesa a su derecha, la bombilla parpadeante arriba de la mesa 3, a punto de apagarse en cualquier momento, el olor rancio del sudor con testosterona. No acostumbra a salir y "socializar", pero a veces se siente tan inquieto que es necesario un cambio de ambiente.

 

Es un mercenario, un asesino, un hombre entrenado. Le pagan por joder a otros hombres. Hacerlos hablar o hacer que callen para siempre. No es cualquier hombre. Las fuerzas especiales, la Agencia Central de Inteligencia (ACI), La Inteligencia Militar SecciĆ³n 5 (IM5) y Ć©l estĆ”n en constante persecuciĆ³n. Por suerte Ć©l siempre ha salido airoso, mientras que otros agentes de la ley, no. Es un muy buen criminal. Normalmente, trabaja por contrato para La CofradĆ­a, una organizaciĆ³n criminal internacional. Es su hombre de limpieza, sin embargo, esa noche se toma un tiempo libre entre sus mĆŗltiples trabajos.

 

No es exactamente seguro para Ć©l estar en pĆŗblico, teniendo en cuenta su historial y la posiciĆ³n en la mayorĆ­a de la lista de los mĆ”s buscados en la OrganizaciĆ³n Internacional de PolicĆ­a Criminal (OIPC), pero ¿cuĆ”l es el problema? Siempre puede cuidar de mĆ­ mismo. Su cuerpo es una mĆ”quina de combate, cubierto de mĆŗsculos gruesos. En sus inicios perteneciĆ³ al EjĆ©rcito, hasta que supo que el crimen pagaba mejor, en la instituciĆ³n aprendiĆ³ muchas formas de mutilar, romper y herir a los hombres con sus puƱos y pies, asĆ­ como tĆ©cnicas avanzadas de infiltraciĆ³n, disimulo, interrogatorio y manejo de armas.

 

Esa noche lleva unas sĆ³lidas botas negras, un grueso pantalĆ³n de combate negro y una camisa negra ajustada que abraza sus mĆŗsculos. Esta noche, Emilio Acero tiene ganas de algo diferente. Quiere luchar. No como normalmente lo hace, en una situaciĆ³n de vida o muerte. Pero luchar porque sus testĆ­culos estĆ”n deseando violar a algĆŗn tipo fuerte que ponga resistencia y brotar en Ć©l su semilla alfa. Rara vez tiene oportunidad de satisfacer su lujuria de combate en el trabajo. AsĆ­ que de vez en cuando va a un lugar tan de baja categorĆ­a como este. Un sitio de encuentro para hombres que buscan un poco de acciĆ³n violenta. Pide una cerveza al camarero, y le paga con una generosa propina. No es un hombre tacaƱo. Prueba la cerveza mientras se apoya en el mostrador y observa a la clientela. ActĆŗa como un excelente juez, capaz de formar una evaluaciĆ³n precisa de la personalidad a partir de una mirada rĆ”pida. Y sus testĆ­culos juegan un rol importante, permitiĆ©ndole saber si alguno de los hombres aquĆ­ presentes tienen ese algo especial que les de la oportunidad de ser follados. Su mirada se detiene en uno que acaba de entrar al bar. De solo verlo le empezaron a cosquillear los huevos.

 

Se trata de Daniel Romero. Acude a ese bar de mala muerte para conseguir algo de acciĆ³n, y consigue lo mismo de siempre. Es un lugar al que le gusta ir despuĆ©s del trabajo. Porque parece atraer al tipo de hombre que busca pelea, y Ć©l siempre estĆ” feliz de complacer a cualquiera. A veces gana, a veces pierde. Lo importante despuĆ©s de todo es que se sienta vivo. Es viernes por la noche y tuvo una larga jornada laboral.

 

Lleva una camisa azul abotonada, pantalones azules y zapatos negros. Su corte de cabello es moderno. Tiene un rostro atractivo. La calidad de su ropa sugiere una complexiĆ³n atlĆ©tica. Su pantalĆ³n llama especialmente la atenciĆ³n sobre su redondo y tonificado trasero. Normalmente, acude al bar en jeans y camiseta vieja, pero esa noche sĆ³lo querĆ­a salir del trabajo y no estaba preparado para volver a casa. Su objetivo es conseguir algĆŗn tipo para tener acciĆ³n a pesar de haber tenido semanas sin Ć©xito.

 

Desde su juventud estuvo inmiscuido en las peleas. Principalmente en el patio de la escuela, clubes de lucha en el barrio donde viviĆ³ y luego sus compaƱeros universitarios. De vez en cuando recibĆ­a algĆŗn tipo de entrenamiento formal, pero supo que confiar en sus instintos y en sus habilidades le ofrecĆ­an mejores resultados. Y todas las veces, ganara o perdiera, se masturbaba, pues conseguĆ­a los orgasmos mĆ”s intensos. En la universidad empezĆ³ a combinar la lucha con el sexo. Una vez mientras se celebraba una fiesta golpeĆ³ a un tonto en el sĆ³tano de su casa, una cosa llevĆ³ a la otra y terminĆ³ teniendo el mejor sexo con el extraƱo.

 

Los trabajadores de las fĆ”bricas y los vagabundos que frecuentan este lugar no estĆ”n precisamente interesados en enrollarse con un hombre. Si Ć©l tenĆ­a tiempo sin una pelea, era lo mismo para el sexo. AsĆ­ que mientras entra al bar, observa el lugar. El mismo camarero de siempre. Un tipo agradable. Una vez se emborrachĆ³ y le ofreciĆ³ chuparle la polla. Se negĆ³ amablemente y le pidiĆ³ un taxi. En ese momento no habĆ­a nada interesante en el bar y empezĆ³ a considerar que se trataba de otra noche sin incidentes, mientras toma una copa y se sienta, dispuesto a beber en soledad y a maldecir en silencio a todos los clientes con los que habĆ­a tratado esa semana, finalmente observa al hombre vestido de negro que se mezcla entre las sombras y que tambiĆ©n lo estĆ” mirando.

 

SĆ­. Definitivamente a Emilio Acero, el hombre al que mira le llama la atenciĆ³n. No sĆ³lo su atuendo. No es regular observar a un hombre tan inmaculadamente vestido en un lugar como ese. HabĆ­an dos cosas que le llamaron la atenciĆ³n de este visitante. En primer lugar, los mĆŗsculos de este tipo estĆ”n perfectamente proporcionados, y su camisa azul y sus pantalones azules lo abrazan muy bien, por no mencionar el atractivo de su moderno corte de cabello masculino y su buen aspecto. Pero en segundo lugar, y lo mĆ”s importante, es la forma en que se comporta. Caminando con orgullo, confianza, ligera aura de agresividad que dicen mĆ”s que las palabras.

 

«Lo quiero. Por Ć©l he venido esta noche» pensĆ³ Emilio.

 

Cuando ambos intercambian miradas Emilio siente un revelador zumbido de electricidad que sube y baja por su espina dorsal, hasta llegar a sus pelotas. SĆ­. Definitivamente ese hombre es al que quiere. Coge su cerveza y se levanta caminando a lo largo de la barra, observa todos los detalles del entorno aunque estĆ” concentrado en el otro hombre. Se sienta a su lado y apoya el antebrazo en el borde de la barra. Sus gruesos y musculosos bĆ­ceps estiran la tela de su ajustada camisa negra. Bebe un sorbo y deja suavemente la botella de cerveza sobre la barra. Se gira para mirarlo, su pierna roza sus caros pantalones.

 

No dice ni una palabra. No es su estilo, no al principio. Quiere ponerlo a prueba. AsĆ­ que se queda mirĆ”ndolo, intensamente. Observando cada centĆ­metro de Ć©l. MidiĆ©ndolo. PesĆ”ndolo. Esperando a ver cĆ³mo reacciona el causante de un cosquilleo en sus huevos a primera vista. Esperando a ver exactamente quĆ© clase de hombre es.

 

El corazĆ³n de Daniel estĆ” acelerado, su mente saca a conclusiĆ³n que el hombre ante Ć©l es al extremo peligroso, que si quiere abrazar su vida es deber escapar de Ć©l. Y sin embargo se queda donde estĆ”, con la intenciĆ³n de saber cĆ³mo terminarĆ” todo.

 

—¿Quieres ir a la salida de la puerta trasera? —habla Daniel.


—Tardaste bastante en preguntar —responde Emilio. Se levanta del taburete, dando la espalda. Sin decir nada mĆ”s, sale por detrĆ”s, pasando por los sucios aseos y saliendo por la puerta trasera que da hacia un pequeƱo callejĆ³n. El olor dominante es orina y basura. Una farola parpadeante a unos diez metros ilumina la zona.

 

Daniel aparece cerrando la puerta y colocando un trozo de madera bajo el pomo para que nadie salga por ahĆ­, no desea interrupciones.

 

Sin perder el tiempo, comienza a desnudarse. Se quita la camisa de vestir tirĆ”ndola a un lado. La luz parpadeante proyecta un brillo anaranjado sobre su cuerpo. MĆŗsculos bien definidos. Levanta los puƱos y la tensiĆ³n se incrementa entre ambos.

 

Emilio se quita la camisa negra arrojĆ”ndola encima de la camiseta de Daniel. Hace girar su cuello mientras contempla el torso desnudo de su rival. EvalĆŗa sus mĆŗsculos, de sĆ³lida definiciĆ³n. No hay punto de comparaciĆ³n frente a su propio cuerpo de maquina de combate.

 

Levanta los puƱos, con la polla enfurecida en sus pantalones negros. Sus botas surcan el sucio callejĆ³n mientras lo rodea con cuidado. Tensa los abdominales y dispara una lluvia de puƱetazos que Daniel puede resistir. Como contraataque lanza un puƱetazo a los abdominales del asesino. —¡¡¡Uuuuuuugh —consiguiendo dar dos golpes rĆ”pidos antes de intentar golpear con el codo a su cabeza.

 

Pero en el momento en que el codo se mueve, Emilio dispara la rodilla rƔpida y repentinamente hacia las costillas indefensas. Luego su brazo busca propulsar un duro puƱetazo contra el apuesto rostro del rival.

 

El sonido del impacto rebota en las sucias paredes de ladrillo que los rodean.

 

Daniel queda aturdido. Se dobla un poco, pero despuƩs toma impulso y estrella el hombro en el abdomen de Emilio.

 

Los instintos del mercenario entran en acciĆ³n. Sus manos se abalanzan sobre Daniel y le agarra del trĆ­ceps. Busca utilizar su propio impulso contra Ć©l, lanzĆ”ndose al suelo, arrastrĆ”ndolo consigo al caer. Cuando su espalda golpea el sucio pavimento del callejĆ³n, sus botas se clavan contra su abdominal haciendo volar al hombre a travĆ©s del callejĆ³n.

 

La pelea se detiene un momento, mientras Emilio se pone de pie y su aturdido rival se recupera. El silencio entre ambos muere por la pesada respiraciĆ³n de ambos, extraƱamente sincronizada. La polla, de Emilio que se ha ablandado, vuelve a ponerse a tope bajo la intensidad del combate.

 

Daniel se pone de pie. Se acerca a Emilio con una sonrisa sexy y salvaje. La guardia del mercenario estĆ” en alto. Daniel quiere golpearlo en el abdomen y Emilio lo esquiva rechazando el ataque.

 

Al fondo de todo ese combate, Emilio arde en deseos de derribar a Daniel, de violarlo, de explorarlo.

 

Mientras cavila en sus pensamientos, Daniel se aleja de su alcance. Emilio con los ojos brillantes, se lanza hacia delante con una rĆ”faga de velocidad, cerrando el puƱo derecho para golpearlo en la cara, y cambiando el golpe en el Ćŗltimo segundo, baja el impacto, girando sobre su pie derecho y extendiendo la pierna izquierda en un arco bajo y poderoso, tratando de barrer sus pies.

 

Pero Daniel salta hacia atrƔs justo a tiempo sacando uno de los pies, pero la patada de Emilio atrapa el otro pie haciƩndolo caer de rodillas. Daniel no pierde el tiempo y se abalanza hacia Emilio, utilizando su rodilla doblada para propulsarse, y derribarlo al suelo. Lo sujeta con fuerza y le lanza puƱetazos a las costillas.

 

Emilio ruge como un toro bravĆ­o, haciendo uso de su esfuerzo, cierra las piernas alrededor de las costillas de Daniel. AdemĆ”s Con su otra mano comieza a ahorcarlo, tambiĆ©n le estĆ” arregostando su furiosa erecciĆ³n.

 

«EstĆ” bastante excitado» piensa Daniel.

 

AĆŗn asĆ­ no es momento de distraerse, busca una manera de encontrar una salida, pero estĆ” apretado hasta la saciedad que se le dificultaba la concentraciĆ³n. Decide lanzar golpes a la regiĆ³n lumbar. Sin embargo cada puƱo se vuelve mĆ”s dĆ©bil gastando sus energĆ­as en causar daƱo.

 

Envolviendo fuertemente con sus piernas, Emilio continua comprimiendo el cuerpo de Daniel. Sus brazos, gruesos y duros, se aprietan contra su cuello. El asesino determina que su rival en ningĆŗn momento se va a rendir, es una verdadera mĆ”quina. Entonces determina que debe noquearlo. La idea hace que una emociĆ³n recorra sus mĆŗsculos y lo apretĆ³ mĆ”s.

 

Pronto la visiĆ³n de Daniel se vuelve dĆ©bil. Siente que en pocos minutos se va a desmayar. Pero hay una cosa. Una cosa que tiene que hacer antes de perder la consciencia.

 

Concentra toda su energĆ­a en alejar su torso del rival. Lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos. El apriete a su cuello y costillas no cede, pero le dirige una sonrisa malvada antes de enviar un Ćŗltimo puƱetazo a la mandĆ­bula.

 

Sus fuerzas se apuntan en ese puƱetazo. Inmediatamente se desploma contra Emilio y su cuerpo queda inerte.

 

Cuando siente que Daniel ya no es un peligro, Emilio lentamente desengancha sus miembros. El perdedor queda tirado en su pecho agitado, magullado y cubierto de sudor. Siente un nudo en la garganta. ¿QuĆ© coƱo le pasa? A esas alturas de la pelea lo Ćŗnico que quiere hacer es violar a su presa. SĆ­, lo quiere violar, pero al mismo tiempo… ¿CĆ³mo describirlo? Al mismo tiempo…

 

Poco a poco Emilio se da cuenta de lo mucho que le duele el cuerpo, los pectorales, los costados, martilleados por los puƱos, cubiertos de moratones. Le duele sĆ³lo mover el brazo. De repente se da cuenta de que estĆ” abrazando el cuerpo golpeado de Daniel, con fuerza, con protecciĆ³n, con ternura. ¿QuĆ© carajo? Esa no es una reacciĆ³n normal para Ć©l, Emilio Acero.

 

Lo normal para Ć©l es preparar una emboscada. Infiltrarse en un recinto seguro. Investigar a su objetivo y destruirlo por cualquier medio. Y de vez en cuando, excitarse luchando y follarlo.

 

Lo normal no es abrazar a su oponente con ternura y protecciĆ³n. Lo normal no es pasar sus manos por su cuerpo inconsciente, sintiendo cada curva de su atlĆ©tica musculatura de combate. Lo normal no es agarrarle la nuca y guiar su mandĆ­bula contra la suya, encerrando sus labios alrededor de los suyos, metiĆ©ndole la lengua hasta el fondo, intercambiando su saliva con la suya. Su pene estĆ” tan duro que le duele, tiene tantas ganas de follarlo, pero se contiene, otra necesidad mĆ”s fuerte se impone. Algo dentro de Ć©l le dice que debe ser diferente.

 

Daniel lentamente, comienza a moverse. Devolviendo el beso a Emilio. En lugar de sentirse mareado y herido despuĆ©s de haber sido ahogado, se siente emocionado. Casi delirando de placer. Se siente como si flotara. Empieza a percibir sensaciones en su piel. Unas manos Ć”speras exploran suavemente cada mĆŗsculo de su pecho y espalda.

 

«Sea como sea, este hombre no es de los que besan a su rival» piensa Daniel.

 

Levanta el brazo y lo pasa perezosamente por encima de los hombros de Emilio. TodavĆ­a dĆ©bil, lo empuja hacia Ć©l un poco mĆ”s fuerte. Su otra mano se posa en su pecho sintiendo los latidos de su corazĆ³n.

 

Emilio consciente de que eso es peligroso y que no debe seguir, se deja llevar y aprieta a Daniel aĆŗn mĆ”s, mĆ”s cerca, sus mĆŗsculos se endurecen como el acero mientras intenta atraerlo, caliente y salvaje hacia Ć©l. GruƱe, y su mano recorre la espalda de Daniel con dureza, agresividad y, al mismo tiempo, con ternura.

 

La embriagadora mezcla de ambas sensaciones, la ternura y la agresividad, lo lleva hacia delante y besa a Daniel con mƔs fuerza, sumergiendo su lengua para explorar cada grieta de su boca. Su polla estƔ tan dura que todavƭa le duele, pero puede esperar. EstƔ ocurriendo algo mucho mƔs importante que simplemente vaciar sus huevos.

 

Daniel roza suavemente con sus dedos la mandĆ­bula de Emilio. Su polla palpita, pero no puede apartarse de ese momento de intimidad.

 

«¿QuiĆ©n coƱo es este tipo?» piensa mientras besa a Emilio.

 

Siente cada centĆ­metro de su sĆ³lido cuerpo contra Ć©l. Cada pequeƱo vello que roza su piel. Su mano pasa de su pecho al hombro, luego se desliza por su bĆ­ceps, por su poderoso antebrazo, hasta encontrar su mano. Sin darse cuenta, toma su mano y enlaza los dedos.

 

Pone fin al beso y sus ojos se encuentran con los de Ć©l. Se fija en cada uno de sus hermosos rasgos. El color de sus ojos. Ese momento se convierte en intensidad total como la pelea.

 

Emilio aprieta su mano contra la de Daniel, esa mano que antes estuvo cerrada en un puƱo para golpearlo ahora se enlaza con fuerza transmitiendo en silencio muchos significados. En especial un reconocimiento y aceptaciĆ³n de las fuerzas que los unen.

 

Levanta la mano que tiene libre y la rodea suavemente por las hermosas facciones de Daniel, sintiendo el contorno de su pĆ³mulo. El mismo puƱo que lo golpeĆ³, ahora tiembla, explorando un nuevo territorio, tocando su rostro con ternura en lugar de destrucciĆ³n.

 

Deseando su boca, Daniel acerca sus labios a los de Emilio conduciendo a un profundo beso.

 

Su mano libre se apoya en su pecho y se desliza hacia abajo. Memorizando cada mĆŗsculo. Los abdominales como una pared de acero. DeslizĆ”ndose hasta el cinturĆ³n. Lo desabrocha con una mano experta… el botĆ³n y la cremallera.

 

Sus labios pasan a la mandĆ­bula. Besando la lĆ­nea de la mandĆ­bula hasta el cuello. Comienza a besar y a chupar suavemente la piel

 

Pero hubo un cambio, Emilio se separa y se pone tenso. Diempre alerta, escuchĆ³ pasos al final del callejĆ³n, aunque pronto cesan.

 

De repente, agarra a Daniel de la cabeza y lo mira a los ojos. Le da un apretĆ³n tranquilizador en la mano para que sepa que todo estĆ” bien y se pone lentamente de pie. Le suelta la mano, pero le hace un gesto para que lo siga, mientras se cierra el botĆ³n del pantalĆ³n. Abandonan el lugar y se dirigen al hotel barato junto al bar, allĆ­ Emilio tiene una habitaciĆ³n, juntos ingresan. Cuando vuelven a estar en intimidad Emilio observa a Daniel. Inesperadamente le clava un puƱo en los abdominales, no demasiado fuerte, pero tampoco muy suave como para insultar su fuerza. Lo inmoviliza contra la pared y enlaza su mano con la de Ć©l, muerde suavemente la barbilla de Daniel antes de inclinarse y sumergirse en otro beso. Su dura polla sale de su pantalĆ³n una vez fue desabrochado. Empuja su peso contra el de Daniel haciendo que ambas vergas se toquen. Con la mano libre baja la cremallera del caro pantalĆ³n y empieza a masajear el duro pene a travĆ©s de los calzoncillos.

 

—Carajo —murmura Daniel casi sin aliento cuando le manipulan el miembro. Siente que debe hacer lo mismo, asĆ­ que devuelve el cumplido y masajea la entrepierna de Emilio. Su otra mano recorre suavemente el cabello de su amante tirando y empujando para que mantenga su boca con la de Ć©l

 

Emilio le baja el pantalĆ³n alrededor de las piernas. Lentamente le baja los calzoncillos negros a los tobillos y luego se aleja, con los brazos apoyados en la pared a ambos lados de la cabeza de Daniel. Lo tiene desnudo con la polla tiesa y orgullosa. Se inclina agarrando su falo, disfrutando de la sensaciĆ³n de su virilidad rodeada por el puƱo.

 

Recorre con el dedo su fuerte pecho, pellizcando suavemente los pezones. Entonces, la necesidad de estar en contacto lo abruma y envuelve sus poderosos brazos alrededor de la cintura desnuda, luego a los abdominales abrazĆ”ndolo como un oso. Necesitando descargar su fuerza en el otro cuerpo, estĆ”n asĆ­ por cortos segundos y luego se tumban en la cama, los brazos de Emilio estĆ”n plantados en el colchĆ³n junto a la cabeza de Daniel, se miran a los ojos.

 

—Te necesito —susurra Daniel. Ni siquiera lo piensa. Simplemente fue lo primero que se ocurre decir.

 

«Oh, mierda. QuiĆ©n es este hombre» piensa Emilio. «Ni siquiera sĆ© su nombre. ¿Me necesita? ¿QuĆ© puedo decir? ¿CuĆ”les son las palabras adecuadas?».

 

—AquĆ­ me tienes —contesta con un tono muy diferente al frĆ­o que usĆ³ cuando se dirigiĆ³ a Ć©l en el bar.

 

Empuja un poco hacia adelante la polla dejando un brillante cordĆ³n de pre-semen a su paso. La necesidad de estar dentro del hombre empieza a hacer furor en su interior.

 

Sintiendo la verga de Emilio, Daniel no puede esperar mƔs, pasa sus brazos detrƔs de la cabeza del hombre, acercƔndolo para entregarle otro beso. Agarra su espalda musculosa como si no quisiera soltarlo nunca.

 

Quiere que lo penetre. Adopta la posiciĆ³n del misionero para que pueda verle la cara. Sus piernas serpentean alrededor de la cintura de Emilio y acerca su culo a la ingle.

 

Emilio se estremece de placer cuando comienza a penetrar a Daniel. No se detiene. No usa ningĆŗn otro lubricante que no sea su abundante lĆ­quido preseminal. Introduce su verga hasta la empuƱadura de un solo golpe, lento pero implacable. TambiĆ©n vuelve a besarlo, de manera mĆ”s agresiva. Sus manos reposan en los bĆ­ceps.

 

Escuchando los gemidos de Daniel, Emilio se siente excitado de coger el ritmo en el mete y saca de su polla, el movimiento envĆ­a ondas elĆ©ctricas de placer por todo su cuerpo. Siente la dura contracciĆ³n de la polla de Daniel acurrucada contra sus abdominales.

 

A Emilio nunca le importaba si el otro hombre al que se estĆ” follando disfruta o no, pero en ese momento, el saber que su polla le proporciona placer a su pareja sexual le da una emociĆ³n inigualable.

 

—Aaaaaaaaah, mierda.

 

Emilio gime mĆ”s fuerte, de repente comienza el inevitable rugido en sus pelotas, la seƱal de un orgasmo en construcciĆ³n tan imparable como la marea. Concentra cada gramo de autodisciplina que posee y se contiene, lo retiene, tensa su cuerpo. Rompe el beso y levanta la cabeza sobre la de Daniel. Quiere mirarlo a los ojos. Necesita estar conectado a Ć©l para lo que sigue.

 

Daniel afirma con la cabeza, sabe que el momento ha llegado. El ritmo se vuelve mƔs errƔtico, las manos palpan todas partes.

 

Emilio empuja la polla hasta la empuƱadura y la mantiene ahĆ­, su cuerpo se estremece, cada mĆŗsculo se tensa con el esfuerzo mientras sus huevos se descargan en lo mĆ”s profundo de las entraƱas de Daniel, estallando con una cuerda tras otra de semen espeso.

 

Al mismo tiempo Daniel eyacula sin apenas tocar su polla, gruesas cargas de semen vuelan hasta su cuello, cubre su pecho y abdominales. Sus gritos de Ć©xtasis se mezclan con los de Emilio.

 

Exhausto Emilio se deja caer sobre Daniel. Con la verga todavĆ­a dentro de Ć©l, aunque flĆ”cida. Cubierto de sudor y pegado a su pecho por el semen. Su cabeza estĆ” junto a la de Daniel, con el cuerpo relajado sobre Ć©l, aĆŗn deleitĆ”ndose con el contacto, sus dedos acarician el rostro y cabellos de su amante.

 

—Acero. Emilio Acero. Te has ganado mi nombre —le susurra al oĆ­do.

 

Daniel se estremece. Un nombre tan duro para un tipo rudo. Se vuelve hacia Ć©l y le pasa los dedos por el cabello. Le da un beso suave y prolongado antes de susurrar:

 

—Daniel Romero. Encantado de conocerte, Emilio.

 

—Daniel —susurra Emilio suavemente. Lo rodea con sus brazos de manera cariƱosa.

 

Daniel coloca su mano sobre la de Emilio mientras se apoya en su pecho y entrelaza los dedos una vez mƔs.

 

AsĆ­ se quedan dormidos.

 

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