A su joven edad Alirio Salinas era el encargado del departamento de mantenimiento de la hacienda de su tĆo, estaba en su pequeƱa oficina utilizando una laptop cuando sonó su celular. Era su representante musical, de vez en cuando se presentaba en ciertos palenques promoviendo su mĆŗsica campestre.
—Alirio, tengo malas noticias —dijo el representante—. El concierto que tenĆas programado para la próxima semana ha sido cancelado por problemas tĆ©cnicos en el sitio del evento.
Alirio se puso furioso, tenĆa semanas preparĆ”ndose para su presentación. —¿Cómo es posible que hayan cancelado el concierto? —exclamó.
—Lo siento mucho, Alirio. SĆ© lo mucho que te decepciona, pero es una situación que escapa de nuestras manos —respondió el representante.
Alirio suspiró frustrado. —¿Y quĆ© pasa con los fans que compraron entradas para el concierto? ¿QuĆ© les digo ahora?
—Estamos trabajando en una solución para reprogramar en otra fecha —aseguró el representante.
Alirio cerró los ojos y respiró profundamente. —EstĆ” bien, gracias por avisarme —dijo finalmente antes de colgar.
Alirio golpeó la mesa con el puƱo mientras arrugaba el ceƱo. ¡Estaba furioso de que cancelaran sus planes! TodavĆa las malas noticias no habĆan terminado cuando uno de los empleados entró corriendo y se detuvo frente a su escritorio.
—Alirio, tengo que contarte algo importante —dijo al recuperar el aliento—. He encontrado al responsable de daƱar varias mĆ”quinas en la hacienda.
Alirio frunció el ceƱo y se levantó de su silla. Desde hace dĆas atrĆ”s algunas de las maquinarias para tratar los cultivos habĆan sido daƱadas. —¿QuiĆ©n es el responsable? —preguntó.
El empleado explicó que habĆa visto a uno de los trabajadores de la hacienda daƱando las mĆ”quinas cuando nadie estaba mirando, lo grabó con su celular para que no quedaran dudas. Alirio se sintió mĆ”s furioso con la noticia y decidió actuar inmediatamente luego de ver el video.
Junto con el empleado que le dio la información, fue a buscar al trabajador sospechoso. El propio empleado lo tenĆa amarrado con unas sogas en el granero. Se trataba de RenĆ© Contreras, uno de los hermanos de Alirio habĆa tenido un altercado con Ć©l dĆas atrĆ”s cuando le solicitó un aumento salarial injustificado.
—¿QuĆ© estĆ” pasando aquĆ? —preguntó Alirio en tono serio—. Me han dicho que has estado daƱando las mĆ”quinas de la hacienda. AdemĆ”s no hay dudas, te he visto en una grabación.
El trabajador se puso nervioso y comenzó a negar las acusaciones.
René observó la grabación donde todo lo inculpaba.
—¿Entonces? —interrogó Alirio mirĆ”ndolo y guardando el celular en su pantalón.
René lo miró con odio y lo escupió en el rostro. Alirio se sintió asqueado, apartó el gargajo de su mejilla y con la furia acumulada por sus planes fallidos decidió actuar apretando los huevos de René con toda la fuerza que pudo reunir.
—¡No! —gruñó RenĆ©—. ¡Noooo! ¡AAAAAaaarg!
Alirio usó ambas manos en el paquete del empleado.
—¡Por favor!……… ¡Por favor no!
Imperturbable, Alirio presionó sus pulgares profundamente en las carnosas papas de René, arrancÔndole gemidos agudos.
—¡No! ¡Noooo! —chillaba.
Las dos manos de Alirio estaban enterradas en los pantalones de RenĆ©, aplastando sus huevos, apretando y aplastando las dos gordas y jugosas toronjas como si estuviera tratando de sacarle los lĆquidos.
RenĆ© estaba gritando y gimiendo, su cuerpo musculoso se retorcĆa y mientras Alirio exprimĆa sus testĆculos. A pesar del dolor que sentĆa, la polla de RenĆ© reaccionó de manera poco recatada a la tortura: engordó y se endureció considerablemente levantando un impresionante bulto en su ajustado jeans.
Después de lo que pareció una eternidad, Alirio soltó las bolas de René.
—¿Por quĆ© te has dedicado a daƱar nuestras mĆ”quinas? ¿Sabes el gasto millonario que eso representa, cabrón?
—¡Yo no hice nada! —negó RenĆ©—. Y si lo hice, estĆ” completamente justificado, ¡par de huevones! ¿QuĆ© creen que pueden andar por ahĆ burlĆ”ndose de la gente! ¡Todos son unos hijos de puta!
Alirio levantó las bolas de René de una patada, clavÔndole los huevos en su cuerpo e interrumpiendo bruscamente el grosero discurso del empleado, haciéndolo gritar a todo pulmón.
—La próxima te dejarĆ” sin la capacidad de engendrar —juró Alirio antes de lanzar la pierna contra las bolas de RenĆ©.
El jornalero chilló de agonĆa.
MirĆ”ndolo a los ojos Alirio colocó la mano en el cinturón de RenĆ©, abriĆ©ndole la hebilla tan grande, posterior a eso bajó su cremallera y le hizo caer el pantalón entre las piernas. A continuación saltó su pene erecto y sus bolas colgaron, se habĆan vuelto de un profundo tono rojo y estaban muy hinchadas. RenĆ© estaba gimiendo y gimiendo de dolor.
—¿TodavĆa lo seguirĆ”s negando, hijo de puta? —preguntó Alirio—. ConfiĆ©salo de tu propia boca. O te arrancarĆ© las bolas y se las darĆ© de comer a las yeguas.
—Yo…… yo no… f —graznaba RenĆ© con voz apagada.
Alirio sonrió. Le dio una palmada en los testĆculos que hizo a RenĆ© gritar de dolor.
—¡Noooooooo! —gritó RenĆ© cuando las manos de Alirio tocaron sus testĆculos. Se retorció de agonĆa cuando sintió que le oprimieron sus frutas masculinas.
Alirio soltó una risa malvada mientras torturaba la virilidad de René.
—¡Noooooooo! —chilló el empleado sufriendo por sus gónadas.
Alirio echó la cabeza hacia atrĆ”s, riendo como un manĆaco mientras aplastaba las hinchadas papas del empleado. Presionando las yemas de los dedos profundamente en el delicado tejido de los testĆculos.
—¡Noooooooo! —suplicaba RenĆ©, su atractivo rostro estaba deforme de dolor.
Su pene se crispó y varias cuerdas de semen caliente y espeso aterrizaron en el suelo formando un charco blanco.
Alirio soltó las bolas de RenĆ©. El trabajador del campo se retorcĆa en agonĆa. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y apenas estaba consciente.
DespuĆ©s de unos minutos, el infeliz trabajador finalmente confesó de voz propia que habĆa estado daƱando las mĆ”quinas porque estaba enojado con la administración de la hacienda por no haberle dado un aumento salarial. Alirio decidió tomar medidas disciplinarias.
—Lo siento, pero no puedo tolerar este tipo de comportamiento — dijo ignorando la agonĆa del empleado—. Te vas a quedar aquĆ atado mientras llamo a mi tĆo y el resto de mis hermanos para que se hagan cargo de ti. Es justo que seas despedido sin derecho a una remuneración por tu tiempo de trabajo con nosotros.
El trabajador se puso pĆ”lido y comenzó a disculparse, pero Alirio ya habĆa tomado la decisión. Horas despuĆ©s se supo que RenĆ© ya no era parte de los trabajadores de la hacienda y que nunca mĆ”s los iba a ostigar.
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