Culpable a voz propia - Las Bolas de Pablo

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7 may 2023

Culpable a voz propia



A su joven edad Alirio Salinas era el encargado del departamento de mantenimiento de la hacienda de su tĆ­o, estaba en su pequeƱa oficina utilizando una laptop cuando sonĆ³ su celular. Era su representante musical, de vez en cuando se presentaba en ciertos palenques promoviendo su mĆŗsica campestre.



—Alirio, tengo malas noticias —dijo el representante—. El concierto que tenĆ­as programado para la prĆ³xima semana ha sido cancelado por problemas tĆ©cnicos en el sitio del evento.


Alirio se puso furioso, tenĆ­a semanas preparĆ”ndose para su presentaciĆ³n. —¿CĆ³mo es posible que hayan cancelado el concierto? —exclamĆ³.


—Lo siento mucho, Alirio. SĆ© lo mucho que te decepciona, pero es una situaciĆ³n que escapa de nuestras manos —respondiĆ³ el representante.


Alirio suspirĆ³ frustrado. —¿Y quĆ© pasa con los fans que compraron entradas para el concierto? ¿QuĆ© les digo ahora?


—Estamos trabajando en una soluciĆ³n para reprogramar en otra fecha —asegurĆ³ el representante.


Alirio cerrĆ³ los ojos y respirĆ³ profundamente. —EstĆ” bien, gracias por avisarme —dijo finalmente antes de colgar.


Alirio golpeĆ³ la mesa con el puƱo mientras arrugaba el ceƱo. ¡Estaba furioso de que cancelaran sus planes! TodavĆ­a las malas noticias no habĆ­an terminado cuando uno de los empleados entrĆ³ corriendo y se detuvo frente a su escritorio.


—Alirio, tengo que contarte algo importante —dijo al recuperar el aliento—. He encontrado al responsable de daƱar varias mĆ”quinas en la hacienda.


Alirio frunciĆ³ el ceƱo y se levantĆ³ de su silla. Desde hace dĆ­as atrĆ”s algunas de las maquinarias para tratar los cultivos habĆ­an sido daƱadas. —¿QuiĆ©n es el responsable? —preguntĆ³.


El empleado explicĆ³ que habĆ­a visto a uno de los trabajadores de la hacienda daƱando las mĆ”quinas cuando nadie estaba mirando, lo grabĆ³ con su celular para que no quedaran dudas. Alirio se sintiĆ³ mĆ”s furioso con la noticia y decidiĆ³ actuar inmediatamente luego de ver el video.


Junto con el empleado que le dio la informaciĆ³n, fue a buscar al trabajador sospechoso. El propio empleado lo tenĆ­a amarrado con unas sogas en el granero. Se trataba de RenĆ© Contreras, uno de los hermanos de Alirio habĆ­a tenido un altercado con Ć©l dĆ­as atrĆ”s cuando le solicitĆ³ un aumento salarial injustificado.


—¿QuĆ© estĆ” pasando aquĆ­? —preguntĆ³ Alirio en tono serio—. Me han dicho que has estado daƱando las mĆ”quinas de la hacienda. AdemĆ”s no hay dudas, te he visto en una grabaciĆ³n.


El trabajador se puso nervioso y comenzĆ³ a negar las acusaciones.



RenĆ© observĆ³ la grabaciĆ³n donde todo lo inculpaba.


—¿Entonces? —interrogĆ³ Alirio mirĆ”ndolo y guardando el celular en su pantalĆ³n.


RenĆ© lo mirĆ³ con odio y lo escupiĆ³ en el rostro. Alirio se sintiĆ³ asqueado, apartĆ³ el gargajo de su mejilla y con la furia acumulada por sus planes fallidos decidiĆ³ actuar apretando los huevos de RenĆ© con toda la fuerza que pudo reunir.



—¡No! —gruĆ±Ć³ RenĆ©—. ¡Noooo! ¡AAAAAaaarg!


Alirio usĆ³ ambas manos en el paquete del empleado.


—¡Por favor!……… ¡Por favor no!


Imperturbable, Alirio presionĆ³ sus pulgares profundamente en las carnosas papas de RenĆ©, arrancĆ”ndole gemidos agudos.


—¡No! ¡Noooo! —chillaba.


Las dos manos de Alirio estaban enterradas en los pantalones de RenƩ, aplastando sus huevos, apretando y aplastando las dos gordas y jugosas toronjas como si estuviera tratando de sacarle los lƭquidos.


RenĆ© estaba gritando y gimiendo, su cuerpo musculoso se retorcĆ­a y mientras Alirio exprimĆ­a sus testĆ­culos. A pesar del dolor que sentĆ­a, la polla de RenĆ© reaccionĆ³ de manera poco recatada a la tortura: engordĆ³ y se endureciĆ³ considerablemente levantando un impresionante bulto en su ajustado jeans.


DespuĆ©s de lo que pareciĆ³ una eternidad, Alirio soltĆ³ las bolas de RenĆ©.


—¿Por quĆ© te has dedicado a daƱar nuestras mĆ”quinas? ¿Sabes el gasto millonario que eso representa, cabrĆ³n?



—¡Yo no hice nada! —negĆ³ RenĆ©—. Y si lo hice, estĆ” completamente justificado, ¡par de huevones! ¿QuĆ© creen que pueden andar por ahĆ­ burlĆ”ndose de la gente! ¡Todos son unos hijos de puta!


Alirio levantĆ³ las bolas de RenĆ© de una patada, clavĆ”ndole los huevos en su cuerpo e interrumpiendo bruscamente el grosero discurso del empleado, haciĆ©ndolo gritar a todo pulmĆ³n.


—La prĆ³xima te dejarĆ” sin la capacidad de engendrar —jurĆ³ Alirio antes de lanzar la pierna contra las bolas de RenĆ©.


El jornalero chillĆ³ de agonĆ­a.


MirĆ”ndolo a los ojos Alirio colocĆ³ la mano en el cinturĆ³n de RenĆ©, abriĆ©ndole la hebilla tan grande, posterior a eso bajĆ³ su cremallera y le hizo caer el pantalĆ³n entre las piernas. A continuaciĆ³n saltĆ³ su pene erecto y sus bolas colgaron, se habĆ­an vuelto de un profundo tono rojo y estaban muy hinchadas. RenĆ© estaba gimiendo y gimiendo de dolor.


—¿TodavĆ­a lo seguirĆ”s negando, hijo de puta? —preguntĆ³ Alirio—. ConfiĆ©salo de tu propia boca. O te arrancarĆ© las bolas y se las darĆ© de comer a las yeguas.


—Yo…… yo no… f —graznaba RenĆ© con voz apagada.


Alirio sonriĆ³. Le dio una palmada en los testĆ­culos que hizo a RenĆ© gritar de dolor.


—¡Noooooooo! —gritĆ³ RenĆ© cuando las manos de Alirio tocaron sus testĆ­culos. Se retorciĆ³ de agonĆ­a cuando sintiĆ³ que le oprimieron sus frutas masculinas.


Alirio soltĆ³ una risa malvada mientras torturaba la virilidad de RenĆ©.


—¡Noooooooo! —chillĆ³ el empleado sufriendo por sus gĆ³nadas.


Alirio echĆ³ la cabeza hacia atrĆ”s, riendo como un manĆ­aco mientras aplastaba las hinchadas papas del empleado. Presionando las yemas de los dedos profundamente en el delicado tejido de los testĆ­culos.


—¡Noooooooo! —suplicaba RenĆ©, su atractivo rostro estaba deforme de dolor.


Su pene se crispĆ³ y varias cuerdas de semen caliente y espeso aterrizaron en el suelo formando un charco blanco.


Alirio soltĆ³ las bolas de RenĆ©. El trabajador del campo se retorcĆ­a en agonĆ­a. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y apenas estaba consciente.


DespuĆ©s de unos minutos, el infeliz trabajador finalmente confesĆ³ de voz propia que habĆ­a estado daƱando las mĆ”quinas porque estaba enojado con la administraciĆ³n de la hacienda por no haberle dado un aumento salarial. Alirio decidiĆ³ tomar medidas disciplinarias.


—Lo siento, pero no puedo tolerar este tipo de comportamiento — dijo ignorando la agonĆ­a del empleado—. Te vas a quedar aquĆ­ atado mientras llamo a mi tĆ­o y el resto de mis hermanos para que se hagan cargo de ti. Es justo que seas despedido sin derecho a una remuneraciĆ³n por tu tiempo de trabajo con nosotros.


El trabajador se puso pĆ”lido y comenzĆ³ a disculparse, pero Alirio ya habĆ­a tomado la decisiĆ³n. Horas despuĆ©s se supo que RenĆ© ya no era parte de los trabajadores de la hacienda y que nunca mĆ”s los iba a ostigar.


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