La selva era un lugar de ensueƱo, lleno de vida y color. Los Ć”rboles altos y frondosos se extendĆan hacia el cielo, mientras que las lianas y las enredaderas se entrelazaban en sus ramas. El aire estaba lleno de sonidos, desde el canto de los pĆ”jaros hasta el zumbido de los insectos. Era un lugar mĆ”gico, un ecosistema Ćŗnico que albergaba una gran cantidad de especies animales y vegetales.
Sin embargo, en medio de toda esa belleza natural, habĆa algo que estaba fuera de lugar. Una empresa de extracciĆ³n de madera habĆa instalado su campamento en plena selva muchos aƱos atrĆ”s, y desde entonces, sus trabajadores estaban cortando Ć”rboles sin descanso. El sonido de las motosierras y el estruendo de los troncos al caer resonaban por todo el lugar, interrumpiendo la paz y la tranquilidad desde hacĆa mĆ”s de 30 aƱos.
La empresa tenĆa una gran cantidad de trabajadores, hombres y mujeres que se adentraban cada dĆa en la selva para cortar Ć”rboles. Utilizaban maquinaria pesada para arrastrar los troncos hasta el campamento, donde eran procesados y enviados a diferentes partes del mundo. La empresa era muy exitosa, generando grandes beneficios econĆ³micos para sus propietarios, en la actualidad un conglomerado de hermanos desde la muerte del padre.
Algunos de los habitantes locales estaban preocupados por la situaciĆ³n de deterioro ambiental. SabĆan que la selva era su fuente de vida, proporcionĆ”ndoles alimento, agua y materiales para construir sus hogares. AdemĆ”s, muchos animales dependĆan del bosque para sobrevivir, y la tala indiscriminada estaba destruyendo su hĆ”bitat natural. Los lĆderes comunitarios habĆan intentado dialogar con la empresa, pero sus peticiones habĆan sido ignoradas. La situaciĆ³n era cada vez mĆ”s tensa, y parecĆa que la selva estaba en peligro de desaparecer para siempre.
La lĆder del grupo ecologista, Ana Tellechea, habĆa intentado por todos los medios dialogar con el propietario de la empresa de extracciĆ³n de madera, pero este siempre se mostraba reacio a escuchar sus argumentos. Ana sabĆa que necesitaba una estrategia diferente si querĆa cambiar la mentalidad del hombre y lograr que detuviera la tala indiscriminada.
Ella era una mujer alta y delgada, con una figura esbelta y activa. Su cabello largo y oscuro caĆa en suaves ondas sobre sus hombros, enmarcando su rostro de rasgos finos y delicados. TenĆa unos ojos grandes y expresivos de color gris, que reflejaban su inteligencia y determinaciĆ³n. Su piel se mantenĆa suave y bronceada, a pesar de su tiempo al aire libre, ya fuera sembrando Ć”rboles o realizando actividades comunitarias. Siempre vestĆa con ropa cĆ³moda pero elegante, adecuada para las actividades de campo que realizaba como lĆder del grupo ecologista. En general, su presencia imponente y su belleza natural hacĆan que fuera difĆcil no notarla cuando entraba en una reuniĆ³n.
DecidiĆ³ organizar un almuerzo en la propia oficina del empresario y enviarle la propuesta, quien por fin aceptĆ³. Ana preparĆ³ un almuerzo exquisito, y para el postre decidiĆ³ incluir unas trufas de chocolate que ella misma habĆa elaborado. Lo que el propietario no sabĆa era que las trufas contenĆan una sustancia somnĆfera que habĆa obtenido de un amigo veterinario.
El propietario de la empresa era un hombre de contextura gruesa y musculosa, con una estatura imponente que denotaba su poder y autoridad en los negocios. TenĆa el cabello castaƱo oscuro, corto y bien peinado, y una barba recortada que le daba un aire de madurez y seriedad. Sus ojos eran de color marrĆ³n intenso, penetrantes y profundos, que parecĆan escudriƱar todo lo que le rodeaba. Era el mayor de los hermanos y el mĆ”s protector de todos.
AdemĆ”s de su apariencia imponente, Hugo Ladera tenĆa una mente aguda y astuta para los negocios. Era un hombre ambicioso y decidido, que no se dejaba intimidar por nadie.
DespuĆ©s del almuerzo, Hugo comenzĆ³ a sentirse somnoliento, le reclamĆ³ a la mujer sobre «quĆ© le habĆa hecho», pero todo a su alrededor se volviĆ³ pesado y oscuro hasta que no supo mĆ”s de Ć©l.
…
—¡Oooooh! ¿QuĆ© demonios pasa aquĆ? —fue su reacciĆ³n cuando volviĆ³ en sĆ. Se mirĆ³ la entrepierna y contuvo el aliento—. ¿QuĆ© me hiciste, loca? —el apuesto semental estaba sentado en su silla, con las manos sosteniendo por unas sogas y su pecho unido al espaldar del asiento. TenĆa una mirada tonta en su rostro. Estaba completamente desnudo a excepciĆ³n de su ajustada y negra ropa interior.
La mujer lĆder del grupo ambientalista comenzĆ³ la discusiĆ³n diciendo:
—SeƱor Ladera, nuestro equipo estĆ” muy preocupado por la tala de Ć”rboles en su empresa. ¿CĆ³mo justifica la destrucciĆ³n del bosque y la pĆ©rdida de hĆ”bitats naturales para los animales?
—¿Pero quĆ© te has creĆdo, desquiciada? ¡SuĆ©ltame! Oye, entiendo tu preocupaciĆ³n, pero nuestra empresa tiene un compromiso con el medio ambiente. Solo extraemos Ć”rboles que estĆ”n maduros y listos para ser cortados, y plantamos nuevos en su lugar, tu grupo bien lo sabe. TambiĆ©n tomamos medidas para proteger la vida silvestre y asegurarnos de que los ecosistemas no se vean comprometidos.
Ana le respondiĆ³ con escepticismo: —¿Y cĆ³mo puede estar seguro de que sus prĆ”cticas son sostenibles a largo plazo? ¿No cree que estĆ” poniendo en peligro el futuro de nuestros bosques?
—Nuestra empresa trabaja con expertos forestales y biĆ³logos para asegurarnos de que nuestras prĆ”cticas sean sostenibles a largo plazo. AdemĆ”s, estamos en constante comunicaciĆ³n con las comunidades locales para asegurarnos de que nuestras operaciones no afecten negativamente su calidad de vida. Los aborĆgenes te lo pueden decir.
Ana parecĆa estar insatisfecha con las respuestas de Hugo:
—Entiendo que su empresa puede estar haciendo esfuerzos para ser mĆ”s sostenible, pero ¿no cree que deberĆa detener completamente la tala de Ć”rboles para proteger nuestro medio ambiente?
—¿Pero quĆ© clase de entrevista es esta, feminazi? ¡SuĆ©ltame! No estoy cĆ³modo frente a ti estando casi desnudo. Comprendo tu punto de vista, pero nuestra empresa es una fuente importante de empleo y desarrollo econĆ³mico para la regiĆ³n, siempre lo ha sido. Si detenemos completamente la tala de Ć”rboles, muchas personas perderĆ”n sus trabajos y se verĆ”n afectadas. El gobierno ha dicho que hay equilibrio en nuestra protecciĆ³n del ambiente y el desarrollo econĆ³mico.
—AĆŗn creo que su empresa deberĆa hacer mĆ”s para proteger nuestro ambiente. Con dinero cualquiera puede comprar al gobierno. ¿QuĆ© medidas especĆficas ha tomado su empresa para reducir su impacto ambiental?
—¡Maldita sea! ¡SĆ”came de aquĆ! Hemos invertido en tecnologĆa y maquinaria mĆ”s eficientes para reducir nuestra huella de carbono. TambiĆ©n hemos implementado prĆ”cticas de reciclaje y reducciĆ³n de residuos en nuestras operaciones. Y como mencionĆ© antes, trabajamos con expertos forestales y biĆ³logos para asegurarnos de que nuestras prĆ”cticas sean sostenibles a largo plazo.
—TodavĆa considero que deberĆa haber una reducciĆ³n significativa en la tala de Ć”rboles en nuestra selva —se acercĆ³ a Hugo y cerrĆ³ el puƱo.
El hombre tragĆ³ saliva.
—Su empresa ha sido partĆcipe del daƱo al ecosistema, miles de animales han perdido su hĆ”bitat. Quiero que se haga responsable del sufrimiento de esos animales —con eso, enviĆ³ su puƱo a los testĆculos de Hugo.
El hombre dejĆ³ escapar un grito ahogado de sorpresa y completo dolor, sus ojos se abrieron como platos cuando la mujer aplastĆ³ sus testĆculos nuevamente con su pequeƱo puƱo.
—¡Mis bolas!
Una y otra vez, Ana empujĆ³ el puƱo, haciendo que Hugo gritara y chillara de dolor.
La ecologista continuĆ³ maltratando la hombrĆa del hombre causando todo tipo de ruidos en el desventurado macho.
Hugo Ladera estaba gritando y chillando de dolor. Cuando Ana se detuvo, sus testĆculos ya estaban hinchados como tomates italianos.
Ella lo observĆ³ por Ćŗltima vez antes de irse de la oficina sin mirar atrĆ”s.
—¡Ven aquĆ, loca! ¡SuĆ©ltame! —decĆa Hugo con lĆ”grimas producto de su dolor en los ojos.
Pero ella se fue dejĆ”ndolo ahĆ amarrado. No supo cuĆ”nto tiempo estuvo ahĆ, quizĆ”s mĆ”s de una hora. El dolor palpitante en sus testĆculos fue reduciĆ©ndose gradualmente. Supo que estaba salvado cuando la puerta de su oficina se abriĆ³ y un hombre alto, corpulento, con el cabello cano y vestido con ropa cĆ³moda para el caluroso clima de temporada en la selva ingresĆ³ quedĆ”ndose sorprendido de verlo casi desnudo en la puerta.
—¿QuĆ© pasa aquĆ?
—Entra, Marcos ChacĆ³n, ven y desĆ”tame. Una loca vino a atacarme.
El arquitecto contratado para unas mejoras en la empresa ingresĆ³ al despacho dirigiendo una mirada a las gruesas piernas de Hugo, a su inmenso bulto compuesto por una gruesa salchicha en estado de flacidez y un par de bolas hinchadas.
—Ay, carajo —murmurĆ³ al comenzar a desatar al hijo mayor de uno de sus grandes amigos.
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