Moisés Santana es un hombre alto y delgado, con rasgos faciales definidos y una sonrisa encantadora. Tiene el pelo castaño y los ojos marrones, su piel es clara y suave. Como modelo profesional, cuida mucho su apariencia física y siempre luce impecable, con ropa elegante y bien ajustada a su cuerpo. Estaba caminando por el centro de la ciudad después de haber tenido una sesión de fotos. Aunque estaba acostumbrado a ser el centro de atención, tenía la cabeza gacha y estaba en el teléfono respondiendo correos electrónicos cuando un grupo de hombres se acercó a él.
—Oye, mira lo que tenemos aquí —dijo uno de ellos mientras empujaba a Moisés hacia un callejón cercano.
—¿Qué quieren? —interrogó el modelo respondiendo con empujones.
—¿No te das cuenta de que eres un modelo y eso te hace un objetivo fácil? —dijo otro hombre mientras se burlaba.
—¿Qué están tratando de hacer? —preguntó Moisés con una pizca de miedo en su voz.
—Como eres tan famoso, pensamos que deberías estar acostumbrado a la atención —dijo otro del grupo mientras se reía.
—¿Están locos? ¿De qué se trata esto? ¿Quieren un puño?
—Solo estamos jugando, hombre —dijo uno de ellos antes de aplastar los testículos de Moisés con la palma de su mano. Las yemas de sus dedos se clavaron en la suave bola de carne del modelo.
Moisés comenzó a sudar. Estaba apretando los dientes y su cara se puso roja mientras el desconocido le destrozaba los huevos. Sus ojos se cruzaron levemente cuando el hombre se afincó en maltratar sus voluminosas bolas.
El hombre se burló y torció las gónadas de Moisés, causando que sus ojos se cruzaran aún más. Trató de apretar con más fuerza las bolas, pero no parecía tener la fuerza necesaria. Aún así, Moisés gritó de dolor. Cuando creyó que iban a tener clemencia por él, el hombre apretó los dientes y aplicó presión a sus sensibles testículos.
La polla de Moisés se contrajo y dentro de sus calzoncillos un chorro de líquido preseminal rezumó de su punta.El muchacho gimió y se retorció.
El hombre amasó las bolas de Moisés en su mano, apretando los delicados testículos y retorciéndolos al mismo tiempo.
—Mira su polla —se burló uno de sus compañeros observando el protuberante bulto en la entrepierna de Moisés.
La cara de Moisés se puso roja. Gritó de dolor y se retorció. Su polla estaba completamente dura, y no tomó más de unos pocos minutos del apretón de bolas para que disparara una abundante carga de semen que le empapó el pantalón.
Con un grito espeluznante, Moisés cerró los ojos con fuerza mientras su polla seguía liberando su jugo masculino. Un grito ronco escapó de su boca. Enseguida lo liberaron de los testículos y cayó al suelo haciéndose un ovillo.
Los tres hombres se burlaron de él y se alejaron del callejón haciendo comentarios insanos sobre Moisés.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario