Camilo Santana es un hombre alto y musculoso. Su rostro afilado y anguloso, resaltado por una elegante barba de tres días, es iluminado por una gran sonrisa que irradia calidez y seguridad en sí mismo. Sus ojos color marrón brillan con una chispa de curiosidad y determinación, transmitiendo una mezcla de inteligencia y astucia. Posee una piel bronceada, un rasgo que le da un aire de exotismo. Su cabello castaño claro, enmarca su rostro perfectamente, mientras que sus músculos definidos y bien proporcionados lo hacen destacar dentro de cualquier multitud en la agencia de modelos.
Desde su adolescencia, se había dedicado al modelaje y desde entonces, se había convertido en un modelo muy cotizado en las pasarelas internacionales, desfilando para las marcas más reconocidas del mercado.
Sus compañeros de agencias admiraban su físico y talento para la moda, lo cual lo convertía en el foco de atención en más de una ocasión y era una cuestión a la que a él le gustaba, ser el centro de las miradas.
—¡Camilo, tienes un cuerpo impresionante! —decía uno de sus compañeros mientras se preparaban para una pasarela en traje de baño—. ¿Cómo haces para mantenerlo así?
—Mucho esfuerzo y dedicación —respondía Camilo con una sonrisa en el rostro—. Dieta balanceada, gimnasio, descanso adecuado y sobre todo, algo que me apasione.
Los compañeros de Camilo lo admiraban no sólo por su físico, sino también por su fuerte determinación y disciplina. El hombre modelo siempre se esforzaba por cumplir sus compromisos y desafíos.
No se trataba solo de su belleza física, sino de su mentalidad positiva y su perfeccionismo lo que hacía que Camilo Santana fuera admirado por sus compañeros.
—¿Puedo tocar tu cuerpo? —preguntó uno de los modelos más nuevos de la agencia.
—Obvio que sí —afirmó Camilo acercándose y tomando la mano del joven, la llevó directamente a su fuerte pecho y luego, para su sorpresa, la desvió a su entrepierna—. Tócalas, Jaime —susurró—. Quiero que sientas mis bolas.
—¡Pero, Camilo! —jadeó el atractivo Jaime—. No pensé que tú…
—¡Solo hazlo, Jaime! —invitó Camilo, mordiéndose el labio, presionó la mano de Jaime más cerca y comenzó a deslizar los dedos del joven sobre sus gónadas regordetas.
Jaime suspiró, sintiéndose mareado mientras la sangre se le subía a la cabeza. —¡Tus bolas! ¡Son grandes!
—¿Crees? —el atractivo rostro de Camilo sonrió mientras levantaba las cejas. Lentamente, su sonrisa arrogante iluminó su rostro—. Sí, de hecho, apuesto a que te encanta la sensación de estas grandes bolas, ¿eh? ¿Quieres ver cómo derramo la leche?
Jaime tragó saliva, su corazón latía con fuerza mientras sus dedos continuaban acariciando la deliciosa hombría del cotizado modelo. Los dos testículos se sentían como dos toronjas maduras entre sus dedos, era un manjar sentir como rodaban y se deslizaban en la apretada ropa interior. Los suaves órganos viriles se sentían muy potentes y a la vez muy frágiles. De inmediato se dio cuenta de que algo más comenzaba a moverse. La polla de Camilo empezó a palpitar y endurecerse bajo su toque. Jaime se mordió el labio.
—¿Por qué no le ponemos acción a la noche? —interrogó Camilo.
—¿Qué quieres decir? —Jaime levantó una ceja.
—¡Tú sabes lo que quiero decir!
—Pero, Camilo, la pasare…
Camilo dio un paso adelante y agarró el bulto de Jaime con la palma abierta, haciéndolo jadear.
El joven modelo sintió un escalofrío que le recorrió la columna cuando los dedos se cerraron alrededor de sus fuertes testículos. Pero el toque de Camilo era sorprendentemente sensual mientras exploraba y acariciaba sus huevos, haciendo rodar cada gordo testículo. Jaime observó a Camilo.
Con una sonrisa traviesa, el muchacho agarró con más firmeza los huevos de Camilo, logrando que el hombre se quedara sin aliento en estado de shock. Sus gónadas maduras eran en verdad bastante grandes, y al joven le gustó la idea de que con un simple apretón bastaba para dejar al fornido gigante de rodillas en el suelo.
Le dio al guapo semental un último apretón juguetón y le sonrió.
Camilo gruñó, pero su intención no se desvió, su mano acariciaba la rígida polla del muchacho. Jaime abrió la boca y gimió de sorpresa y placer.
Camilo manipuló la erecta verga de Jaime, primero hacia la izquierda, luego hacia la derecha y luego dejó que volviera a apuntar hacia arriba.
Jaime se quedó sin aliento, mirando fijamente a los ojos de Camilo.
Dando una palmada a Jaime en los huevos, Camilo liberó su entrepierna.
—Oooooh —se quejó Camilo, agarrándose los cojones.
—Estaré en mi camerino —le susurró Camilo al oído—. Y dejaré la puerta abierta.
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