La pasarela de moda de hombres habĆa sido anunciada por semanas y finalmente habĆa llegado el gran dĆa. Los modelos mĆ”s atractivos del mundo desfilaban la mejor ropa con estilo, desde trajes elegantes hasta ropa interior seductora.
La audiencia estaba emocionada, todos habĆan hecho grandes esfuerzos para verse bien y estar a la altura de la ocasiĆ³n. El ambiente se sentĆa lleno de energĆa y expectaciĆ³n. La mĆŗsica empezĆ³ a sonar y las luces se encendieron.
Los modelos masculinos desfilaron sobre una pasarela rectangular, vestidos con atuendos elegantes y modernos, incluyendo vestimenta clƔsica y ropa interior de alta calidad. Las prendas elegidas mostraban una gran variedad de colores y paletas de tonalidades, dando como resultado diferentes visiones de estilos para el hombre moderno.
Cuando los modelos salĆan al frente, los espectadores de la audiencia, que estaban sentados en bancas blancas frente a la pasarela, se emocionaban con cada conjunto que aparecĆa. Gritos y aplausos, cĆ”maras parpadeantes de flashes y celulares elevados para capturar todo detalle dominaron el ambiente de la noche.
El primer modelo apareciĆ³ en la pasarela, llevando un traje negro ajustado que hacĆa resaltar su figura atlĆ©tica. La multitud estallĆ³ en aplausos y silbidos, mientras Ć©l caminaba con seguridad y fuerza.
A medida que los modelos iban apareciendo, los atuendos se volvĆan mĆ”s atrevidos y provocativos. Algunos llevaban trajes de baƱo pequeƱos que dejaban poco a la imaginaciĆ³n, mientras que otros modelaban ropa interior de algodĆ³n o cuero.
La ropa interior se presentaba a lo largo de todo el evento con modelos con sus torsos desplegados, contoneo de mĆŗsculos y piel al descubierto, autorizando un pĆcaro deleite a la audiencia masculina y femenina.
La audiencia estaba completamente entregada al espectƔculo, gritando y animando a los modelos mientras estos desfilaban con confianza.
Finalmente, el Ćŗltimo modelo hizo su apariciĆ³n, llevando una chaqueta brillante y una ropa interior ajustada que resaltaba sus piernas musculosas. La multitud estallĆ³ en una ovaciĆ³n de pie mientras Ć©l daba una vuelta final antes de desaparecer detrĆ”s del escenario.
La pasarela de moda con la Ćŗltima colecciĆ³n de Moda Santana habĆa sido un Ć©xito rotundo.
MartĆn Santana, el director a cargo de la compaƱĆa era un hombre que se destacaba por su elegancia y carisma. Era dueƱo de una positiva presencia magnĆ©tica y un fuerte aire de seguridad en sĆ mismo.
Al llegar a su departamento tomĆ³ una reconfortante ducha y se colocĆ³ una pantaloneta de color negro para ir a dormir. Se metiĆ³ en la cama con el torso desnudo y no tardĆ³ nada en hundirse en el descanso de Morfeo hasta que el timbre de su departamento sonĆ³, ese fue el detonante que lo despertĆ³.
ConsultĆ³ su reloj, marcaba las 3:40 de la maƱana, con el ceƱo fruncido acudiĆ³ a abrir la puerta con el miedo en la boca de escuchar una mala noticia de su hijo o alguno de sus hermanos, pero al abrir la puerta se sintiĆ³ confundido. En el pasillo estaba un hombre alto que semanas atrĆ”s le habĆa hecho una propuesta.
HabĆa recibido una solicitud para colaborar con una organizaciĆ³n benĆ©fica y promocionar su nombre a travĆ©s de su ropa. Sin embargo, despuĆ©s de investigar un poco mĆ”s, su personal descubriĆ³ que la organizaciĆ³n tenĆa vĆnculos con la mafia y algunas actividades turbias que estaban en investigaciĆ³n policial.
Decidido a no tener nada que ver con eso, rechazĆ³ la oferta de colaboraciĆ³n, pero el mĆ”ximo lĆder de la supuesta organizaciĆ³n benĆ©fica estaba allĆ en su departamento.
—No entiendo quĆ© hace usted aquĆ a esta hora —respondiĆ³ MartĆn.
—Vengo a ajustar cuentas por rechazar la propuesta que le hemos hecho. Te equivocaste al dar la espalda a nuestra oferta —dijo el visitante con una voz amenazante—. Somos un grupo poderoso y no toleramos ser ignorados.
—Lo siento, pero no puedo asociarme con organizaciones relacionadas con la violencia —respondiĆ³ MartĆn con firmeza—. Mi empresa tiene un compromiso con la Ć©tica y la responsabilidad social. No puedo permitirme el lujo de perder esa reputaciĆ³n. Ahora serĆ” mejor que se retire. No es la hora, ni el momento, y muchĆsimo menos el lugar —se preparĆ³ a cerrar la puerta cuando el visitante dio un paso adelante—. ¿Pero quĆ© carajos le pasa? ¡LlamarĆ© a la policĆa!
El visitante tomĆ³ a MartĆn del cuello ingresando tambiĆ©n a su departamento. MartĆn intentĆ³ defenderse queriendo apartar la mano, hasta que el perturbado visitante levantĆ³ la rodilla, aplastando con bastante fuerza los dos testĆculos de MartĆn.
El hombre gruĆ±Ć³.
El visitante liberĆ³ una mano del cuello de MartĆn, pero la deslizĆ³ hacia su pantaloneta, hurgando en la tela delgada y dirigiĆ©ndose a los dos grandes testĆculos.
Los ojos de MartĆn se abrieron. Preso del pĆ”nico, tratĆ³ de apartar la mano del violento visitante, pero su intento desesperado por salvar sus delicadas bolas de un daƱo inminente no fueron muy prometedoras.
El visitante lo agarrĆ³ de las pelotas con fuerza, apretando las dos pobres gĆ³nadas con su mano fuerte y haciendo que MartĆn chillara con todas sus fuerzas.
El enemigo sonriĆ³ y agregĆ³ mĆ”s presiĆ³n, amasando y retorciendo los cojones de MartĆn entre sus dedos, provocando un fuerte dolor al macho.
MartĆn estaba jadeando y gritando, gimiendo y tosiendo, todo el tiempo tratando de sacar la mano del visitante de su entrepierna.
El otro hombre estaba haciendo un trabajo bastante preciso apretando, matando y exprimiendo los huevos de MartĆn, juzgando la expresiĆ³n torturada en el rostro del hombre.
Con un aullido feroz, la rodilla de MartĆn subiĆ³ y encontrĆ³ su camino entre los muslos de visitante. Chocando con sus gĆ³nadas y aplastĆ”ndolas contra su entrepierna.
El enemigo dejĆ³ escapar un grito de sorpresa.
MartĆn subiĆ³ la rĆ³tula hacia la entrepierna del visitante una y otra vez, golpeando repetidamente sus frĆ”giles pelotas logrando que el otro hombre aflojara su agarre sobre su virilidad.
Los dos se separaron adoptando al mismo tiempo la posiciĆ³n fetal, gimiendo como unos miserables y tratando de que el dolor desapareciera de sus bolas mientras las masajeaban.
No se movieron durante varios minutos, hasta que MartĆn se levantĆ³ lentamente, doblado, con las manos en la entrepierna.
El visitante se recuperaba lentamente. Hizo una mueca de dolor y se frotĆ³ los testĆculos.
El enemigo lo mirĆ³.
MartĆn se acercĆ³ al rival, quien tratĆ³ de alejarse gateando, sentĆ”ndose sobre su trasero. Cuando colocĆ³ ambas manos en el suelo para levantarse, MartĆn rĆ”pidamente sonriĆ³ y echĆ³ hacia atrĆ”s la pierna.
Los ojos del visitante se abrieron y tratĆ³ de proteger sus testĆculos del ataque, pero llegĆ³ una fracciĆ³n de segundo demasiado tarde y el empeine de MartĆn se estrellĆ³ contra sus pelotas, aplastĆ”ndolas contra su muslo.
El visitante chillĆ³ de dolor y tratĆ³ de alejarse a rastras, pero MartĆn siguiĆ³ con otra patada, triturando una vez mĆ”s su par de bolas.
El visitante gimiĆ³, saltĆ³, se revolcĆ³ unos segundos por el suelo y se hizo un ovillo.
MartĆn se llenĆ³ de fuerza y agarrĆ³ al blandengue rival por el hombro y lo hizo levantar, casi a barriĆ³ el piso con Ć©l y lo sacĆ³ de su departamento, lo echĆ³ al pasillo y cerrĆ³ su puerta con varias medidas de seguridad. CaminĆ³ lentamente al sofĆ” donde se sentĆ³ acariciĆ”ndose los testĆculos.
Al principio tuvo miedo, pero nunca mĆ”s volviĆ³ a recibir noticias de esa oscura organizaciĆ³n, ni siquiera tomaron venganza.
DĆas despuĆ©s conversaba con un amigo al que querĆa persuadir para que lo apoyara en una nueva colecciĆ³n de calzoncillos para hombres de mediana edad.
Marcos ChacĆ³n estaba en el estudio vistiendo nada mĆ”s que una ajustada ropa interior que apenas podĆa contener sus grandes bolas y su deliciosa salchicha flĆ”cida.
—No es que estĆ© inseguro de mi fĆsico —decĆa Marcos ChacĆ³n—. Pero no me veo a mi edad caminando por una pasarela.
MartĆn frunciĆ³ el ceƱo. —¿QuĆ© quieres decir, amigo? Sabes que todavĆa estĆ”s en forma. No te costarĆ” nada salir esa noche y dominar la pasarela.
—No lo creo, en el pasado te ayudĆ© y mucho. Pero tengo mĆ”s de 60.
—¡Hombre parece que tuvieras 40! ¡Deja la inseguridad, papĆ”! Tienes un estilo Ćŗnico y una presencia impresionante en la pasarela, te he visto caminar en calzones en tu resort, ¡nada de vergĆ¼enza!.
Marcos se quedĆ³ un momento pensando lo que MartĆn le habĆa dicho. —Tienes razĆ³n —dijo finalmente—. Te ayudarĆ© para tu prĆ³xima colecciĆ³n.
MartĆn sonriĆ³ y observando la protuberante entrepierna de su amigo, en seƱal de broma lo golpeĆ³ suavemente en las bolas.
Marcos dio un salto y se agarrĆ³ la entrepierna, Martin se echĆ³ a reĆr y dijo:
—Fue un recibimiento, hombre, fue broma, bienvenido!
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