Rechazo de una propuesta - Las Bolas de Pablo

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22 may 2023

Rechazo de una propuesta

La pasarela de moda de hombres habƭa sido anunciada por semanas y finalmente habƭa llegado el gran dƭa. Los modelos mƔs atractivos del mundo desfilaban la mejor ropa con estilo, desde trajes elegantes hasta ropa interior seductora.
La audiencia estaba emocionada, todos habĆ­an hecho grandes esfuerzos para verse bien y estar a la altura de la ocasiĆ³n. El ambiente se sentĆ­a lleno de energĆ­a y expectaciĆ³n. La mĆŗsica empezĆ³ a sonar y las luces se encendieron.
Los modelos masculinos desfilaron sobre una pasarela rectangular, vestidos con atuendos elegantes y modernos, incluyendo vestimenta clƔsica y ropa interior de alta calidad. Las prendas elegidas mostraban una gran variedad de colores y paletas de tonalidades, dando como resultado diferentes visiones de estilos para el hombre moderno.

Cuando los modelos salƭan al frente, los espectadores de la audiencia, que estaban sentados en bancas blancas frente a la pasarela, se emocionaban con cada conjunto que aparecƭa. Gritos y aplausos, cƔmaras parpadeantes de flashes y celulares elevados para capturar todo detalle dominaron el ambiente de la noche.

El primer modelo apareciĆ³ en la pasarela, llevando un traje negro ajustado que hacĆ­a resaltar su figura atlĆ©tica. La multitud estallĆ³ en aplausos y silbidos, mientras Ć©l caminaba con seguridad y fuerza.

A medida que los modelos iban apareciendo, los atuendos se volvĆ­an mĆ”s atrevidos y provocativos. Algunos llevaban trajes de baƱo pequeƱos que dejaban poco a la imaginaciĆ³n, mientras que otros modelaban ropa interior de algodĆ³n o cuero.

La ropa interior se presentaba a lo largo de todo el evento con modelos con sus torsos desplegados, contoneo de mĆŗsculos y piel al descubierto, autorizando un pĆ­caro deleite a la audiencia masculina y femenina.
La audiencia estaba completamente entregada al espectƔculo, gritando y animando a los modelos mientras estos desfilaban con confianza.

Finalmente, el Ćŗltimo modelo hizo su apariciĆ³n, llevando una chaqueta brillante y una ropa interior ajustada que resaltaba sus piernas musculosas. La multitud estallĆ³ en una ovaciĆ³n de pie mientras Ć©l daba una vuelta final antes de desaparecer detrĆ”s del escenario.

La pasarela de moda con la Ćŗltima colecciĆ³n de Moda Santana habĆ­a sido un Ć©xito rotundo.
Martƭn Santana, el director a cargo de la compaƱƭa era un hombre que se destacaba por su elegancia y carisma. Era dueƱo de una positiva presencia magnƩtica y un fuerte aire de seguridad en sƭ mismo.

De cabello castaƱo claro y ojos marrones, su rostro simĆ©trico y rasgos marcados mostraban una fuerte determinaciĆ³n y gran inteligencia. Sus ojos brillaban con una mirada penetrante que demostraba su astucia. Se mostrĆ³ bastante satisfecho con el resultado del evento, se dirigiĆ³ al pĆŗblico asistente con un discurso final bastante bien elaborado y celebrĆ³ en privado con los miembros de la empresa hasta muy temprano, donde se retirĆ³ a su departamento porque a la maƱana siguiente debĆ­a seguir laborando.
Al llegar a su departamento tomĆ³ una reconfortante ducha y se colocĆ³ una pantaloneta de color negro para ir a dormir. Se metiĆ³ en la cama con el torso desnudo y no tardĆ³ nada en hundirse en el descanso de Morfeo hasta que el timbre de su departamento sonĆ³, ese fue el detonante que lo despertĆ³.

ConsultĆ³ su reloj, marcaba las 3:40 de la maƱana, con el ceƱo fruncido acudiĆ³ a abrir la puerta con el miedo en la boca de escuchar una mala noticia de su hijo o alguno de sus hermanos, pero al abrir la puerta se sintiĆ³ confundido. En el pasillo estaba un hombre alto que semanas atrĆ”s le habĆ­a hecho una propuesta.

HabĆ­a recibido una solicitud para colaborar con una organizaciĆ³n benĆ©fica y promocionar su nombre a travĆ©s de su ropa. Sin embargo, despuĆ©s de investigar un poco mĆ”s, su personal descubriĆ³ que la organizaciĆ³n tenĆ­a vĆ­nculos con la mafia y algunas actividades turbias que estaban en investigaciĆ³n policial.

Decidido a no tener nada que ver con eso, rechazĆ³ la oferta de colaboraciĆ³n, pero el mĆ”ximo lĆ­der de la supuesta organizaciĆ³n benĆ©fica estaba allĆ­ en su departamento.

—No entiendo quĆ© hace usted aquĆ­ a esta hora —respondiĆ³ MartĆ­n.

—Vengo a ajustar cuentas por rechazar la propuesta que le hemos hecho. Te equivocaste al dar la espalda a nuestra oferta —dijo el visitante con una voz amenazante—. Somos un grupo poderoso y no toleramos ser ignorados.

—Lo siento, pero no puedo asociarme con organizaciones relacionadas con la violencia —respondiĆ³ MartĆ­n con firmeza—. Mi empresa tiene un compromiso con la Ć©tica y la responsabilidad social. No puedo permitirme el lujo de perder esa reputaciĆ³n. Ahora serĆ” mejor que se retire. No es la hora, ni el momento, y muchĆ­simo menos el lugar —se preparĆ³ a cerrar la puerta cuando el visitante dio un paso adelante—. ¿Pero quĆ© carajos le pasa? ¡LlamarĆ© a la policĆ­a!

El visitante tomĆ³ a MartĆ­n del cuello ingresando tambiĆ©n a su departamento. MartĆ­n intentĆ³ defenderse queriendo apartar la mano, hasta que el perturbado visitante levantĆ³ la rodilla, aplastando con bastante fuerza los dos testĆ­culos de MartĆ­n.

El hombre gruĆ±Ć³.

El visitante liberĆ³ una mano del cuello de MartĆ­n, pero la deslizĆ³ hacia su pantaloneta, hurgando en la tela delgada y dirigiĆ©ndose a los dos grandes testĆ­culos.

Los ojos de MartĆ­n se abrieron. Preso del pĆ”nico, tratĆ³ de apartar la mano del violento visitante, pero su intento desesperado por salvar sus delicadas bolas de un daƱo inminente no fueron muy prometedoras.

El visitante lo agarrĆ³ de las pelotas con fuerza, apretando las dos pobres gĆ³nadas con su mano fuerte y haciendo que MartĆ­n chillara con todas sus fuerzas.

El enemigo sonriĆ³ y agregĆ³ mĆ”s presiĆ³n, amasando y retorciendo los cojones de MartĆ­n entre sus dedos, provocando un fuerte dolor al macho.

MartĆ­n estaba jadeando y gritando, gimiendo y tosiendo, todo el tiempo tratando de sacar la mano del visitante de su entrepierna.

El otro hombre estaba haciendo un trabajo bastante preciso apretando, matando y exprimiendo los huevos de MartĆ­n, juzgando la expresiĆ³n torturada en el rostro del hombre.

Con un aullido feroz, la rodilla de MartĆ­n subiĆ³ y encontrĆ³ su camino entre los muslos de visitante. Chocando con sus gĆ³nadas y aplastĆ”ndolas contra su entrepierna.

El enemigo dejĆ³ escapar un grito de sorpresa.

MartĆ­n subiĆ³ la rĆ³tula hacia la entrepierna del visitante una y otra vez, golpeando repetidamente sus frĆ”giles pelotas logrando que el otro hombre aflojara su agarre sobre su virilidad.
Los dos se separaron adoptando al mismo tiempo la posiciĆ³n fetal, gimiendo como unos miserables y tratando de que el dolor desapareciera de sus bolas mientras las masajeaban.
No se movieron durante varios minutos, hasta que MartĆ­n se levantĆ³ lentamente, doblado, con las manos en la entrepierna.

El visitante se recuperaba lentamente. Hizo una mueca de dolor y se frotĆ³ los testĆ­culos.
—Crees que puedes simplemente apretar mis bolas y eso es todo, ¿eh?

El enemigo lo mirĆ³.

MartĆ­n se acercĆ³ al rival, quien tratĆ³ de alejarse gateando, sentĆ”ndose sobre su trasero. Cuando colocĆ³ ambas manos en el suelo para levantarse, MartĆ­n rĆ”pidamente sonriĆ³ y echĆ³ hacia atrĆ”s la pierna.

Los ojos del visitante se abrieron y tratĆ³ de proteger sus testĆ­culos del ataque, pero llegĆ³ una fracciĆ³n de segundo demasiado tarde y el empeine de MartĆ­n se estrellĆ³ contra sus pelotas, aplastĆ”ndolas contra su muslo.

El visitante chillĆ³ de dolor y tratĆ³ de alejarse a rastras, pero MartĆ­n siguiĆ³ con otra patada, triturando una vez mĆ”s su par de bolas.

El visitante gimiĆ³, saltĆ³, se revolcĆ³ unos segundos por el suelo y se hizo un ovillo.

MartĆ­n se llenĆ³ de fuerza y agarrĆ³ al blandengue rival por el hombro y lo hizo levantar, casi a barriĆ³ el piso con Ć©l y lo sacĆ³ de su departamento, lo echĆ³ al pasillo y cerrĆ³ su puerta con varias medidas de seguridad. CaminĆ³ lentamente al sofĆ” donde se sentĆ³ acariciĆ”ndose los testĆ­culos.


Al principio tuvo miedo, pero nunca mĆ”s volviĆ³ a recibir noticias de esa oscura organizaciĆ³n, ni siquiera tomaron venganza.

DĆ­as despuĆ©s conversaba con un amigo al que querĆ­a persuadir para que lo apoyara en una nueva colecciĆ³n de calzoncillos para hombres de mediana edad.

Marcos ChacĆ³n estaba en el estudio vistiendo nada mĆ”s que una ajustada ropa interior que apenas podĆ­a contener sus grandes bolas y su deliciosa salchicha flĆ”cida.


—No es que estĆ© inseguro de mi fĆ­sico —decĆ­a Marcos ChacĆ³n—. Pero no me veo a mi edad caminando por una pasarela.

MartĆ­n frunciĆ³ el ceƱo. —¿QuĆ© quieres decir, amigo? Sabes que todavĆ­a estĆ”s en forma. No te costarĆ” nada salir esa noche y dominar la pasarela.

—No lo creo, en el pasado te ayudĆ© y mucho. Pero tengo mĆ”s de 60.

—¡Hombre parece que tuvieras 40! ¡Deja la inseguridad, papĆ”! Tienes un estilo Ćŗnico y una presencia impresionante en la pasarela, te he visto caminar en calzones en tu resort, ¡nada de vergĆ¼enza!.

Marcos se quedĆ³ un momento pensando lo que MartĆ­n le habĆ­a dicho. —Tienes razĆ³n —dijo finalmente—. Te ayudarĆ© para tu prĆ³xima colecciĆ³n.

MartĆ­n sonriĆ³ y observando la protuberante entrepierna de su amigo, en seƱal de broma lo golpeĆ³ suavemente en las bolas.

Marcos dio un salto y se agarrĆ³ la entrepierna, Martin se echĆ³ a reĆ­r y dijo:

—Fue un recibimiento, hombre, fue broma, bienvenido!

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