Franko (6/8): Entrenando con Alexander - Las Bolas de Pablo

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5 feb 2018

Franko (6/8): Entrenando con Alexander

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   En los Ćŗltimos dĆ­as la prensa se habĆ­a referido a los comentarios de Ɓsdrubal Cruise el tirano rey de Badia que comentĆ³ su deseo de adueƱarse nuevamente de Arkadia y tomar prisionero a su gobernante. La rĆ©plica no se habĆ­a hecho esperar y Franko declarĆ³ para la televisiĆ³n mundial que estaba dispuesto a defender con uƱas y dientes su naciĆ³n porque ahora estaban mejor preparados con un ejercito militar.


   SintiĆ©ndose preocupado Alexander el capitĆ”n de defensa de la naciĆ³n ofreciĆ³ al rey unas sesiones de defensa personal en materia de manejo de la espada y pelea cuerpo a cuerpo.


   Las primeras reuniones resultaron fastidiosas para el rey de Arkadia pero Alexander resultaba todo un experto en el manejo del arma blanca.


   Aquella maƱana Franko saliĆ³ de su habitaciĆ³n y se dirigiĆ³ al campo artificial de su palacio, resultaba un patio grande con cĆ©sped verde que se asemejaba a la perfecciĆ³n estar en un campo y era la mejor opciĆ³n para estar allĆ­ resguardados de las miradas indiscretas que crearan rumores de las clases de defensa para el rey.


   Franko ingresĆ³ a la sala. Esa maƱana tenĆ­a el pecho desnudo al aire, no estaba lleno de mĆŗsculos pero denotaba buena fibra que con el tiempo podĆ­a desarrollarse. Usaba un viejo jeans y sostenĆ­a una espada en la mano. DivisĆ³ al fondo del campo a su jefe de seguridad.


   —Bonita ropa —se burlĆ³ Franko como manera de saludo. AlzĆ³ la espada preparĆ”ndose para la pelea.


   Alexander estaba en el fondo afilando su propia arma con un objeto de la naciĆ³n mĆ”s tecnolĆ³gica del planeta Rojo. VestĆ­a un kimono azul fabricado en Kyo, una de las regiones mĆ”s pobres al otro lado del continente.


   —Saludos, mi rey —se inclinĆ³ Alexander con aire solemne.


   —¿Tienes mucho tiempo esperĆ”ndome?


   —Oh, no. Tengo poco de haber entrado me entretuve acomodando mi espada para su llegada.


   —Espero que no quieras degollarme y despuĆ©s reclamar el trono de Arkadia para ti —dijo burlĆ³n Franko.


   Alexander se escandalizĆ³ y comentĆ³:


   —Nunca harĆ­a eso mi rey, mi deber aquĆ­ es defenderlo y morirĆ© por eso. Nunca lo traicionarĆ©.


   Franko sonriĆ³ no le cabĆ­a duda que Alexander le era fiel, ya lo habia comprobado. Incluso habĆ­a llegado a admirarlo en secreto, Alexander era un muchacho guapo y pocos aƱos mayor que Ć©l, su interĆ©s en Ć©l iba mĆ”s allĆ” de su bonito rostro o sus cabellos negros, estaba mĆ”s alejado del fornido cuerpo del militar o del abultado paquete que se formaba en sus pantalones. Se situaba en su protectora y preocupada forma de ser, le habĆ­a salvado la vida de situaciones al borde de la muerte. No querĆ­a que su admiraciĆ³n fuera mĆ”s allĆ” aunque estaba tentado a jugar con fuego y hacerle proposiciones sexuales a Alexander.


   —Estoy preparado para la prĆ”ctica —lo sacĆ³ Alexander de sus pensamientos subiendo su espada y adquiriendo una pose en guardia.


   Franko le sonriĆ³ con algo que daba mĆ”s que picardĆ­a y de un segundo a otro iniciĆ³ la pelea.


   El sonido de las armas hizo ruido a travĆ©s de las paredes del falso campo. Franko querĆ­a encestar un inteligente golpe y Alexander tenĆ­a la experiencia en saber cĆ³mo protegerse y bloquearlo.


   Mientras Franko gruƱƭa o gritaba para derrotar a Alexander, su jefe de seguridad se mantenĆ­a en silencio y concentrado esquivando los ataques y empujando lejos al rey.


   —Debe concentrase, rey —decĆ­a—, y no quebrar su fuerza de espĆ­ritu.


   Franko comenzaba a sudar y no cedĆ­a terreno ni momento de descanso tenĆ­a en mente que si fatigaba a Alexander este se rendirĆ­a aunque quien estaba gastando energĆ­as era Ć©l.


   Alexander era experto en la defensa con su espada eran aƱos de entrenamiento desde niƱo. RĆ”pidamente consiguiĆ³ aplicar una llave a los brazos de Franko y de golpe le arrancĆ³ el arma que volĆ³ por el aire cayendo lejos.


   —¿Y ahora quĆ© harĆ”, rey? —preguntĆ³ con una sonrisa amigable alzando la espada—, lo desarmĆ© sĆ³lo me queda clavar la espada y adiĆ³s, rey.


   Franko sonriĆ³ nervioso y se quedĆ³ mirando el rostro de Alexander, era hermoso con ojos oscuros y faz limpia y lampiƱa. Al rey de Arkadia solo se le ocurriĆ³ agarrar la cinta del kimono y destaparle parte del cuerpo, asĆ­ resaltĆ³ su pecho bien definido y musculoso. Sus increĆ­bles brazos con bĆ­ceps saltones seguĆ­an sosteniendo al rey.


   —¿Me va a desnudar, rey? AĆŗn asĆ­ lo desarme y estĆ” bajo mi poder podrĆ­a hacer que Arkadia quedara sin rey. Debe concentrarse para que no baje la guardia.


   El rey bajĆ³ los ojos y mirĆ³ la entrepierna del atractivo capitĆ”n de seguridad su ropa interior era abultada y llamativa, extremadamente grande guardando una enorme polla y dos testĆ­culos pesados y colgantes.


   —Necesita mĆ”s entrenamiento, mi re…


   Alexander fue interrumpido por un duro rodillazo en la entrepierna que lo levantĆ³ de los pies. La rĆ³tula de Franko se estrellĆ³ contra la ingle aplastando las grandes pelotas contra su pesado cuerpo.


   Las bolas de Alexander se sintieron como si hubieran explotado. DejĆ³ escapar un gemido gorgoteante y soltando su espada y al rey se doblĆ³ de dolor cayendo de rodillas llevando la mano a su entrepierna. GimiĆ³.


   Franko se inclinĆ³ y agarrĆ³ la espada con movimiento magistral sostuvo por la espalda el kimono del hombre y lo rasgĆ³ con su espada consiguiĆ©ndolo dejar solo en ropa interior. DespuĆ©s lanzĆ³ el arma lejos de ellos.


   —¿EstĆ”s bien, Alexander? Parece que el entrenamiento ha terminado por hoy y fui yo quien consiguiĆ³ desarmarte.


   Franko se arrodillĆ³ a su lado.


   Alexander gruĆ±Ć³ de dolor, agarrando sus testĆ­culos, su cuerpo temblaba.


   —Tienes el dĆ­a libre, Alexander.


   El capitĆ”n de seguridad se sentĆ³ en el suelo acariciando sus gĆ³nadas, estaban palpitando de dolor. Franko le dio varias palmadas en el hombro mirando fijamente las mĆŗltilpes muecas dolorosas que dibujaban el atractivo rostro de Alexander resultaba tan hermoso verlo postrado de dolor que Franko deseaba deshuevarlo mas. AgradeciĆ³ llevar pantalĆ³n para ocultar su erecciĆ³n.


   —¡Me duele! Me ha cogido por sorpresa, rey.


   Franko sonriĆ³ siguiĆ³ con la vista fija en la cara dolorosa de Alexander.


   —Dejame ver —dijo Franko antes de meter la mano dentro de la ropa interior de Alexander y agarrarle el flĆ”cido pene, empezĆ³ a acariciarlo.


   Ambos se miraron a los ojos y el pene de Alexander se endureciĆ³ lentamente.


   La mano de Franko subiĆ³ por el abdomen de Alexander a su nuca y cerrando los ojos acercĆ³ su cabeza a la de Ć©l donde ambos se dieron un beso en los labios.

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