CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Franko miraba por la ventana panorĆ”mica lo hermosa que lucĆa Arkadia, esa ciudad habĆa nacido de las cenizas desde la toma de posición de su reinado. Transcurrieron dos aƱos desde entonces y a pesar de la duda por su edad al ser un rey joven la critica lo consideraba bueno y progresista.
En Arkadia se levantaban grandes edificios y su economĆa era pujante. Reforzó la seguridad e incrementó las inversiones.
Franko era un excelente rey, en ocasiones arrogante dada la forma de su carƔcter pero con preocupacion en el bienestar de la sociedad.
Su aspecto no habĆa cambiado mucho seguĆa siendo de cuerpo fuerte pero no marcado de mĆŗsculos, de cabellera clara y ojos verdes. Era atractivo y habĆa cautivado a mĆ”s de un arkadiano o arkadiana cuando paseaba por las calles acompaƱado de su sĆ©quito de protectores aunque su corazón ya estaba ocupado y se dio de manera inexplicable.
Franko entornó los ojos cuando pensaba en ello, de un momento a otro tanta junta con Alexander, su jefe de seguridad hizo que empezara a sentir emociones por Ć©l. Al principio creyó que era admiración, aquel hombre era un experto en materia de protección y defensa, mĆ”s de una vez lo habĆa salvado de las garras del peligro.
O quizĆ”s sĆ, en algĆŗn momento sintió admiración por Ć©l y posteriormente obsesión, capricho y amor.
Franko se apartó de la vidriera y caminó al escritorio, tomó una pelota de goma en su mano y la empezó a apretar al tomar asiento.
SĆ, Alexander no salĆa de su cabeza por las noche en especial cuando estaba encerrado en su habitación y mediante pajas tenĆa que bajar su calentura para no seguir pensando en su porte fuerte y poderoso.
Se aprovechó y dio inicio a su obsesión una maƱana durante el entrenamiento de defensa cuando Alexander en su destreza de armas habĆa conseguido desarmarlo.
—Una vez mĆ”s he sabido como vencerlo, mi rey —aseguró su jefe de seguridad apuntando la hoja de la espada contra su garganta mientras lo retenĆa contra la pared.
—Es difĆcil concentrarse —reconoció Franko y era verdad, cómo podĆa dar una batalla ante semejante hombre.
—Mi rey, usted tiene la fuerza pero ademĆ”s del cuerpo se necesita que la mente estĆ© en el lugar de batalla pensando cada movimiento.
Franko simplemente sonrió y colocó ambas manos en el hombro de Alexander lo mĆ”s certero era darle un rodillazo en las bolas ya lo habĆa hecho en circunstancias anteriores. Alexander estuvo preparado para lo que venĆa incluso separó las piernas. Siempre quedaba revolcĆ”ndose en el suelo del incontrolable dolor mientras Franko se reĆa.
—Debe concentrase, mi rey.
Y ante de golpearlo en sus grandes bolas Franko lo atacó con un beso en la boca. Alexander resultó sorprendido y correspondió al gesto cerrando los ojos. Franko bajó la mano y le palpó el fuerte pecho.
AsĆ comenzaron sus secretas aventuras amorosas.
Secretas aventuras pensaba Franko con odio. Aquella relación que se fue haciendo solida tenĆa que estar escondida no deseaba que se hiciera publicidad del amorio con su jefe de seguridad.
Siempre se veĆan en secreto ante las sombras.
—Tu eres mi juguete no te emociones —habĆa dicho mĆ”s de una vez Franko ante Alexander cuando estaban desnudos en la cama. TenĆa que aparentar ser el mĆ”s fuerte de la relación no querĆa que el militar supiera lo enamorado que estaba de Ć©l porque siempre pensaba:
«Alexander acepta estar conmigo porque soy el rey y necesita escalar en el poder. Ćl no me quiere».
Y se habĆa equivocado, pensaba ahora lleno de odio.
La noche anterior supo que sus pensamientos de ser superior le habĆan fallado.
Se habĆa encontrado con Alexander en su habitación, el hombre lucĆa espectacularmente guapo como siempre: vestĆa unicamente con un diminuto y apretado bóxer color negro su amplio torso brillaba de sudor y sus grandes y pesadas bolas sostenĆan a un gordo pene.
—Tengo que decirte algo —le dijo tras responder a los apasionados besos del rey.
—¿QuĆ© serĆ”?
—Renuncio.
—¿Ah? ¿A quĆ©?
—Me alejarĆ© del poder no quiero nada que me una a ti.
Comenzando a fruncir el rostro Franko extendió la mano y agarró los huevos de Alexander a través de la ropa interior y los apretó. El militar se estremeció.
—¿QuĆ© dices? ¿Alejarte? ¿Por quĆ©?
Alexander gimió cuando Franko aumentó la presión, empujando al fuerte hombre de guerra contra una pared donde los dos se colocaron cara a cara, jadeando. ParecĆa que estaban a punto de besarse.
—Responde… tĆŗ no mueves un dedo sin que tu rey lo ordene.
Franko apretó mÔs fuerte y Alexander jadeó.
—Renuncio por tu pĆ©sima actitud… ¡oh!
Franko se llenó de ira y apretó aún mÔs fuerte, aplastando las enormes cojones en sus puños. Lentamente Alexander era levantado a lo largo de la pared por sus bolas. Con lÔgrimas en los ojos suplicó a Franko que se detuviera, pero el rey siguió apretando.
—AquĆ quien manda soy yo. Y el rey rechaza tu petición.
Los ojos de Alexander se agrandaron.
—Mis sentimientos por ti son de veras y mĆ”s allĆ” de un poder monĆ”rquico. Pero tĆŗ te empeƱas en hacerme menos.
Franko seguĆa levantando a su amante de los pies, agarrando solo sus bolas.
Alexander casi se ahogó en una tos cuando el puño del rey se cerró con mÔs fuerza.
—¡Ja! Sabemos que estĆ”s conmigo para escalar en el poder —le dijo como otras tantas veces.
Alexander gritó. Sus bellos ojos se cruzaron y su boca formó un silencio "O" mientras miraba a Franko en estado de shock.
—No voy a permitir que te alejes de mi lado. Petición de retiro denegado. Ordena el rey.
Franko liberó su agarre y se rió mientras el fornido militar se deslizaba al suelo en agonĆa. Sin decir una palabra, el rey abandonó la habitación.
Hoy a horas despuĆ©s del suceso Franko con amargura leĆa un documento oficial del departamento de seguridad informando la renuncia del mejor de sus hombres.
Franko habĆa llegado a amarlo y en su obstinación e inseguridad lo perdió sin saber del peligro que tenĆa encima.
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