-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Samuel iba saliendo de un bar y estaba a punto de ser emboscado por dos hombres y lo peor del caso es que uno de ellos era conocido. Era jueves por la noche cuando el muchacho decidiĆ³ salir de la finca para ir a tomar unos pocos tragos y regresar al sitio.
No era un bebedor en potencia pero simplemente querĆa alimentar el espĆritu con alcohol y pensar en los acontecimientos que le ocurrieron al llegar a ese lugar de la pampa.
—¡Eh, Samuel! —lo llamaron cuando iba calle arriba del empedrado pueblo.
Samuel girĆ³ la cabeza y sus ojos se encontraron con la mirada del capataz Eleazar.
Ambos no tenĆan una buena relaciĆ³n y menos despuĆ©s de hace dos noches en la que Eloy declarĆ³ que su nuevo perro favorito era Samuel y humillĆ² a Eleazar con su saliva. Lo cierto fue que desde la llegada de Samuel a la pampa Eleazar habĆa obtenido un desplazamiento rotundo incluvise no gozaba de los mismos beneficios de meses atrĆ”s, satisfacĆa a su amo pero no obtenĆa un gran reconocimiento cuando lo buscaba.
Samuel dirigiĆ³ un saludo seco a Eleazar y despuĆ©s sus ojos vagaron al otro acompaƱante: era de cuerpo trabajado pero no tan musculoso, tenĆa fuertes y poderosas piernas que habĆan sido entrenadas por aƱos y que el jeans no iban a ocultar. Sin embargo, lo mĆ”s espectacular de Ć©l era el enorme paquete que marcaba. ParecĆa que su pene iba a estallar a travĆ©s de la cremallera.
—¿SubirĆ”s caminando a la finca?
—SĆ, no es tan lejos.
—¿Tenemos un vaquero valiente que no se asusta con los espantos de la sabana? —dijo el acompaƱante de Eleazar de nombre MatĆas. ParecĆa altanero.
—Hay que tenerle mĆ”s miedo a los vivos —reconociĆ³ Samuel quisquilloso.
—Roban mucho por estos predios —dijo MatĆas.
—No creo que me puedan quitar algo de valor.
—AsĆ que sos muy valiente, eh, repelotudo —doblĆ³ las cejas Eleazar—. Entonces deberĆas luchar conmigo.
—¿Luchar? No veo el por quĆ© tengo que hacerlo.
—Vos y yo tenemos cuentas pendientes.
—No, no lo creo.
—No te hagas el faltita y aceptalo.
—No lo sĆ©.
Prontamente Eleazar gruƱĆa y respiraba tratando de obtener la sartĆ©n por el mango.
Sus gruƱidos resonaron en la solitaria calle mientras rodaban de un lado a otro.
Samuel levantĆ³ la parte inferior del cuerpo, separando sus piernas, apoyando todo su peso sobre Eleazar.
Eleazar dejĆ³ escapar un gruƱido.
MatĆas los mirĆ³. Sus ojos se posaron en el enorme paquete entre las piernas de Samuel. Sus huevos se abultaban dentro de su pantalĆ³n y sus piernas estaban muy separadas. MirĆ³ a su amigo que estaba inmovilizado en el suelo, jadeando, sudando y gimiendo.
MatĆas echĆ³ a correr y su pie conectĆ³ con las dos grandes bolas carnosas de Samuel.
Los ojos de Samuel se abrieron.
Su mandĆbula cayĆ³.
Un graznido lastimoso escapĆ³ de sus labios.
Su cuerpo comenzĆ³ a temblar, y sus ojos se cruzaron llenĆ”ndose de lĆ”grimas.
Sus brazos y piernas se relajaron, y Eleazar logrĆ³ arrastrarse debajo de Ć©l.
Samuel dejĆ³ escapar un suave gemido. Sus dedos agarraron sus preciosas joyas y se cerraron alrededor mientras se acurrucaba en posiciĆ³n fetal.
Eleazar se levantĆ³ y se parĆ³ al lado de MatĆas.
—Buena patada —felicitĆ³.
MatĆas sonriĆ³.
—¡MIS HUEVOS, MIS HUEVOS!
Eleazar y MatĆas se rieron y se miraron el uno al otro.
Samuel se retorcĆa en el suelo doblegado de dolor.
—¡Malditos bastardos sucios! —gimiĆ³ Samuel.
—¡Deja de lloriquear! —MatĆas agarrĆ³ el hombro de Samuel y lo girĆ³ sobre su espalda. Se sentĆ³ a su lado y agarrĆ³ el brazo izquierdo y la pierna izquierda de Samuel, golpeando con sus pies al costado.
Eleazar se riĆ³ e hizo lo mismo con el brazo y la pierna derecha de Samuel. Juntos, separaron las extremidades del muchacho, haciĆ©ndolo gritar de dolor. Extendieron sus piernas hasta que estuvo a punto de dividirse por completo.
Samuel estaba gritando y parecĆa que a nadie le interesaba su seguridad.
Eleazar y MatĆas se rieron.
Permitieron que Samuel se acurrucara de nuevo antes de idear una nueva forma de torturarlo, Eleazar sujetĆ³ las manos de Samuel tras su espalda y MatĆas golpeĆ³ sus abdominales con puƱetazos duros e implacables.
Samuel gemĆa en agonĆa cada vez que los nudillos de MatĆas se encontraban con sus abdominales una y otra vez.
De repente, el pie de Samuel se levantĆ³ entre las piernas de MatĆas.
MatĆas soltĆ³ un grito sorprendido cuando sus enormes bolas se clavaron en su cuerpo. No fue un golpe perfecto, pero fue suficiente para hacer que tropezara hacia atrĆ”s.
Antes de que Eleazar tuviera la oportunidad de reaccionar, los dedos de Samuel se cerraron alrededor de sus bolas. Y exprimiĆ³ sus testĆculos tan fuerte como pudo, provocando un gemido angustiado.
Samuel gruĆ±Ć³ enojado. SoltĆ³ las bolas de Eleazar y se dio la vuelta, empujando rĆ”pidamente su rodilla entre los muslos de Eleazar, aplastando sus suaves testĆculos y haciendo que tosiera y vomitara.
MatĆas se lanzĆ³ sobre Samuel, pero el muchacho cayĆ³ de rodillas y le estrellĆ³ un codo en la entrepierna. Golpeando su cojĆ³n derecho, que hizo a MatĆas gritar de dolor.
Con los dos vaqueros doblados y gritando, Samuel estirĆ³ las manos entre sus piernas, agarrando dos paresvde testĆculos en cada mano y apretando con fuerza.
Sus cejas se levantaron y sus ojos se cruzaron, mientras aquellos testĆculos eran aplastados en el agarre de Samuel.
Samuel gruĆ±Ć³, flexionando sus bĆceps mientras amasaba las bolas de sus oponentes como si estuviera tratando de apretarlas hasta convertirlas en pulpa.
Eleazar y MatĆas gemĆan de dolor.
Samuel rechinaba los dientes, con la cara contraĆda por ira, apretando los testĆculos de sus oponentes con toda la fuerza que podĆa reunir.
Finalmente, soltĆ³ el agarre permitiendo que Eleazar y MatĆas se arrodillaran y se doblaran, agarrĆ”ndose los doloridos testĆculos. Estaban encogidos uno al lado del otro, gruƱendo y gimiendo en agonĆa.
Samuel se levantĆ³, frotando sus propias pelotas doloridas. CaminĆ³ alrededor de Eleazar y pateĆ³ duro sus bolas desde atrĆ”s. Su empeine se estrellĆ³ contra las manos de Eleazar que ofrecĆan muy poca protecciĆ³n para sus testĆculos.
Eleazar gimiĆ³ de dolor.
MatĆas tratĆ³ de alejarse gateando, pero Samuel se estirĆ³ entre sus muslos y agarrĆ³ sus enormes bolas con firmeza clavĆ”ndo las yemas de sus dedos en la carne de los testĆculos de MatĆas.
Los ojos de MatĆas se cerraron y su boca se abriĆ³ de par en par sin que un sonido saliera de sus labios.
Samuel torciĆ³ las huevas de MatĆas, finalmente convirtiendo el grito silencioso en uno muy alto.
Samuel puso su pie con fuerza en la espalda de MatĆas, haciendo que el musculoso se tumbara sobre su vientre. Cambiando de peso y haciendo gemir a MatĆas por la presiĆ³n que tenĆa sobre su espalda, Samuel pisoteĆ³ las bolas con su otro pie.
Las bolas grandes y carnosas quedaron aplastadas, y dejĆ³ escapar un grito. La voz de MatĆas se quebrĆ³ cuando sus pelotas quedaron aplastadas brutalmente bajo el peso del cuerpo de Samuel.
El pie de Samuel comprimiĆ³ los grandes e hinchados testĆculos aplastĆ”ndolos contra el duro suelo.
Mientras tanto, Eleazar se habĆa recuperado un poco. Vio a su amigo a los pies de Samuel.
—¡Jodas! —murmurĆ³ e intentĆ³ levantarse.
—No he terminado contigo —susurrĆ³ Samuel antes de abandonar a MatĆas y dirigir su atenciĆ³n a Eleazar.
Los ojos de Eleazar se abrieron de par en par al ver que Samuel venĆa por Ć©l.
—¡Noooo! —gritĆ³ Eleazar.
Samuel se arrodillĆ³ y lanzĆ³ un uppercut a los testĆculos de Eleazar.
Eleazar fue silenciado de inmediato, y su grito se convirtiĆ³ en un gemido ronco.
Una y otra vez, el puƱo de Samuel encontrĆ³ las bolas de Eleazar, metiĆ©ndolas en su cuerpo, haciendo que gritara.
Finalmente, los ojos recuperaron el foco mientras se quedaba sin fuerzas. Se desplomĆ³ en el suelo, gimiendo.
Samuel los mirĆ³.
Eran nada mas que dos machos musculosos con dos pares de bolas grandes y jugosas.
Eleazar estaba tosiendo y gruƱendo, mientras que MatĆas gimoteaba como un bebĆ©.
Samuel hizo rodar a los dos derrotados sobre sus espaldas.
Eleazar y MatĆas gruƱeron.
Samuel se riĆ³.
—MĆrate. Todos esos mĆŗsculos resultan inĆŗtiles —agarrĆ³ las bolas de MatĆas. Estaban severamente hinchadas y rojas.
Samuel soltĆ³ una carcajada y apretĆ³ las dos gĆ³nadas, provocando un gemido angustiado de MatĆas.
—Y esas bolas grandes son bastante inĆŗtiles, ¿eh? —sonriĆ³, dirigiendo su atenciĆ³n a Eleazar.
Samuel no pudo reprimir una risa. GolpeĆ³ las bolas de Eleazar con la palma de la mano, haciendo que gimiera de dolor.
Los dos amigos derrotados yacĆan uno al lado del otro, gimiendo y gimiendo de dolor, sus bolas seguĆan maltratadas e hinchadas, totalmente humilladas.
Samuel sonriĆ³ y pisĆ³ las entrepiernas, aplastando las doloridas bolas de MatĆas bajo su pie izquierdo mientras aplanaba los testĆculos de Eleazarcon el pie derecho.
Eleazar y MatĆas gruƱeron y gimieron de dolor.
Samuel retorciĆ³ el pie fuertemente despuĆ©s se cansĆ³, apartĆ³ los pies y emprendiĆ³ a caminar calle abajo riĆ©ndose a carcajadas dejando a los machos atrĆ”s retorciendose.
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