Perros de hacienda (5/8): En el camino empedrado - Las Bolas de Pablo

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16 jul 2018

Perros de hacienda (5/8): En el camino empedrado

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Samuel iba saliendo de un bar y estaba a punto de ser emboscado por dos hombres y lo peor del caso es que uno de ellos era conocido. Era jueves por la noche cuando el muchacho decidiĆ³ salir de la finca para ir a tomar unos pocos tragos y regresar al sitio.


   No era un bebedor en potencia pero simplemente querĆ­a alimentar el espĆ­ritu con alcohol y pensar en los acontecimientos que le ocurrieron al llegar a ese lugar de la pampa.



   —¡Eh, Samuel! —lo llamaron cuando iba calle arriba del empedrado pueblo.



   Samuel girĆ³ la cabeza y sus ojos se encontraron con la mirada del capataz Eleazar.



   Ambos no tenĆ­an una buena relaciĆ³n y menos despuĆ©s de hace dos noches en la que Eloy declarĆ³ que su nuevo perro favorito era Samuel y humillĆ² a Eleazar con su saliva. Lo cierto fue que desde la llegada de Samuel a la pampa Eleazar habĆ­a obtenido un desplazamiento rotundo incluvise no gozaba de los mismos beneficios de meses atrĆ”s, satisfacĆ­a a su amo pero no obtenĆ­a un gran reconocimiento cuando lo buscaba.



   Samuel dirigiĆ³ un saludo seco a Eleazar y despuĆ©s sus ojos vagaron al otro acompaƱante: era de cuerpo trabajado pero no tan musculoso, tenĆ­a fuertes y poderosas piernas que habĆ­an sido entrenadas por aƱos y que el jeans no iban a ocultar. Sin embargo, lo mĆ”s espectacular de Ć©l era el enorme paquete que marcaba. ParecĆ­a que su pene iba a estallar a travĆ©s de la cremallera.



   —¿SubirĆ”s caminando a la finca?



   —SĆ­, no es tan lejos.



   —¿Tenemos un vaquero valiente que no se asusta con los espantos de la sabana? —dijo el acompaƱante de Eleazar de nombre MatĆ­as. ParecĆ­a altanero.



   —Hay que tenerle mĆ”s miedo a los vivos —reconociĆ³ Samuel quisquilloso.



   —Roban mucho por estos predios —dijo MatĆ­as.



   —No creo que me puedan quitar algo de valor.



   —AsĆ­ que sos muy valiente, eh, repelotudo —doblĆ³ las cejas Eleazar—. Entonces deberĆ­as luchar conmigo.



   —¿Luchar? No veo el por quĆ© tengo que hacerlo.



   —Vos y yo tenemos cuentas pendientes.



   —No, no lo creo.



   —No te hagas el faltita y aceptalo.



   —No lo sĆ©.



   Eleazar se abalanzĆ³ sobre Samuel y los dos comenzaron a forcejear.



   Prontamente Eleazar gruƱƭa y respiraba tratando de obtener la sartĆ©n por el mango.



   Sus gruƱidos resonaron en la solitaria calle mientras rodaban de un lado a otro.



   Samuel levantĆ³ la parte inferior del cuerpo, separando sus piernas, apoyando todo su peso sobre Eleazar.



   Eleazar dejĆ³ escapar un gruƱido.



   MatĆ­as los mirĆ³. Sus ojos se posaron en el enorme paquete entre las piernas de Samuel. Sus huevos se abultaban dentro de su pantalĆ³n y sus piernas estaban muy separadas. MirĆ³ a su amigo que estaba inmovilizado en el suelo, jadeando, sudando y gimiendo.



   MatĆ­as echĆ³ a correr y su pie conectĆ³ con las dos grandes bolas carnosas de Samuel.



   Los ojos de Samuel se abrieron.



   Su mandĆ­bula cayĆ³.



   Un graznido lastimoso escapĆ³ de sus labios.



   Su cuerpo comenzĆ³ a temblar, y sus ojos se cruzaron llenĆ”ndose de lĆ”grimas.



   Sus brazos y piernas se relajaron, y Eleazar logrĆ³ arrastrarse debajo de Ć©l.



   Samuel dejĆ³ escapar un suave gemido. Sus dedos agarraron sus preciosas joyas y se cerraron alrededor mientras se acurrucaba en posiciĆ³n fetal.



   Eleazar se levantĆ³ y se parĆ³ al lado de MatĆ­as.



   —Buena patada —felicitĆ³.



   MatĆ­as sonriĆ³.



   —¡MIS HUEVOS, MIS HUEVOS!



   Eleazar y MatĆ­as se rieron y se miraron el uno al otro.



   Samuel se retorcĆ­a en el suelo doblegado de dolor.



   —¡Malditos bastardos sucios! —gimiĆ³ Samuel.



   —¡Deja de lloriquear! —MatĆ­as agarrĆ³ el hombro de Samuel y lo girĆ³ sobre su espalda. Se sentĆ³ a su lado y agarrĆ³ el brazo izquierdo y la pierna izquierda de Samuel, golpeando con sus pies al costado.



   Eleazar se riĆ³ e hizo lo mismo con el brazo y la pierna derecha de Samuel. Juntos, separaron las extremidades del muchacho, haciĆ©ndolo gritar de dolor. Extendieron sus piernas hasta que estuvo a punto de dividirse por completo.



   Samuel estaba gritando y parecĆ­a que a nadie le interesaba su seguridad.



   Eleazar y MatĆ­as se rieron.



   Permitieron que Samuel se acurrucara de nuevo antes de idear una nueva forma de torturarlo, Eleazar sujetĆ³ las manos de Samuel tras su espalda y MatĆ­as golpeĆ³ sus abdominales con puƱetazos duros e implacables.



   Samuel gemĆ­a en agonĆ­a cada vez que los nudillos de MatĆ­as se encontraban con sus abdominales una y otra vez.



  De repente, el pie de Samuel se levantĆ³ entre las piernas de MatĆ­as.



   MatĆ­as soltĆ³ un grito sorprendido cuando sus enormes bolas se clavaron en su cuerpo. No fue un golpe perfecto, pero fue suficiente para hacer que tropezara hacia atrĆ”s.



   Antes de que Eleazar tuviera la oportunidad de reaccionar, los dedos de Samuel se cerraron alrededor de sus bolas. Y exprimiĆ³ sus testĆ­culos tan fuerte como pudo, provocando un gemido angustiado.



   Samuel gruĆ±Ć³ enojado. SoltĆ³ las bolas de Eleazar y se dio la vuelta, empujando rĆ”pidamente su rodilla entre los muslos de Eleazar, aplastando sus suaves testĆ­culos y haciendo que tosiera y vomitara.



   MatĆ­as se lanzĆ³ sobre Samuel, pero el muchacho cayĆ³ de rodillas y le estrellĆ³ un codo en la entrepierna. Golpeando su cojĆ³n derecho, que hizo a MatĆ­as gritar de dolor.



   Con los dos vaqueros doblados y gritando, Samuel estirĆ³ las manos entre sus piernas, agarrando dos paresvde testĆ­culos en cada mano y apretando con fuerza.



   Sus cejas se levantaron y sus ojos se cruzaron, mientras aquellos testĆ­culos eran aplastados en el agarre de Samuel.



   Samuel gruĆ±Ć³, flexionando sus bĆ­ceps mientras amasaba las bolas de sus oponentes como si estuviera tratando de apretarlas hasta convertirlas en pulpa.



   Eleazar y MatĆ­as gemĆ­an de dolor.



   Samuel rechinaba los dientes, con la cara contraĆ­da por ira, apretando los testĆ­culos de sus oponentes con toda la fuerza que podĆ­a reunir.



   Finalmente, soltĆ³ el agarre permitiendo que Eleazar y MatĆ­as se arrodillaran y se doblaran, agarrĆ”ndose los doloridos testĆ­culos. Estaban encogidos uno al lado del otro, gruƱendo y gimiendo en agonĆ­a.



   Samuel se levantĆ³, frotando sus propias pelotas doloridas. CaminĆ³ alrededor de Eleazar y pateĆ³ duro sus bolas desde atrĆ”s. Su empeine se estrellĆ³ contra las manos de Eleazar que ofrecĆ­an muy poca protecciĆ³n para sus testĆ­culos.



   Eleazar gimiĆ³ de dolor.



   MatĆ­as tratĆ³ de alejarse gateando, pero Samuel se estirĆ³ entre sus muslos y agarrĆ³ sus enormes bolas con firmeza clavĆ”ndo las yemas de sus dedos en la carne de los testĆ­culos de MatĆ­as.



   Los ojos de MatĆ­as se cerraron y su boca se abriĆ³ de par en par sin que un sonido saliera de sus labios.



   Samuel torciĆ³ las huevas de MatĆ­as, finalmente convirtiendo el grito silencioso en uno muy alto.



   Samuel puso su pie con fuerza en la espalda de MatĆ­as, haciendo que el musculoso se tumbara sobre su vientre. Cambiando de peso y haciendo gemir a MatĆ­as por la presiĆ³n que tenĆ­a sobre su espalda, Samuel pisoteĆ³ las bolas con su otro pie.



   Las bolas grandes y carnosas quedaron aplastadas, y dejĆ³ escapar un grito. La voz de MatĆ­as se quebrĆ³ cuando sus pelotas quedaron aplastadas brutalmente bajo el peso del cuerpo de Samuel.



   El pie de Samuel comprimiĆ³ los grandes e hinchados testĆ­culos aplastĆ”ndolos contra el duro suelo.



   Mientras tanto, Eleazar se habĆ­a recuperado un poco. Vio a su amigo a los pies de Samuel.



   —¡Jodas! —murmurĆ³ e intentĆ³ levantarse.



   —No he terminado contigo —susurrĆ³ Samuel antes de abandonar a MatĆ­as y dirigir su atenciĆ³n a Eleazar.



   Los ojos de Eleazar se abrieron de par en par al ver que Samuel venĆ­a por Ć©l.



   —¡Noooo! —gritĆ³ Eleazar.



   Samuel se arrodillĆ³ y lanzĆ³ un uppercut a los testĆ­culos de Eleazar.



   Eleazar fue silenciado de inmediato, y su grito se convirtiĆ³ en un gemido ronco.



   Una y otra vez, el puƱo de Samuel encontrĆ³ las bolas de Eleazar, metiĆ©ndolas en su cuerpo, haciendo que gritara.



   Finalmente, los ojos recuperaron el foco mientras se quedaba sin fuerzas. Se desplomĆ³ en el suelo, gimiendo.



   Samuel los mirĆ³.



   Eran nada mas que dos machos musculosos con dos pares de bolas grandes y jugosas.



   Eleazar estaba tosiendo y gruƱendo, mientras que MatĆ­as gimoteaba como un bebĆ©.



   Samuel hizo rodar a los dos derrotados sobre sus espaldas.



   Eleazar y MatĆ­as gruƱeron.



   Samuel se riĆ³.



   —MĆ­rate. Todos esos mĆŗsculos resultan inĆŗtiles —agarrĆ³ las bolas de MatĆ­as. Estaban severamente hinchadas y rojas.



   Samuel soltĆ³ una carcajada y apretĆ³ las dos gĆ³nadas, provocando un gemido angustiado de MatĆ­as.



   —Y esas bolas grandes son bastante inĆŗtiles, ¿eh? —sonriĆ³, dirigiendo su atenciĆ³n a Eleazar.



   Samuel no pudo reprimir una risa. GolpeĆ³ las bolas de Eleazar con la palma de la mano, haciendo que gimiera de dolor.



   Los dos amigos derrotados yacĆ­an uno al lado del otro, gimiendo y gimiendo de dolor, sus bolas seguĆ­an maltratadas e hinchadas, totalmente humilladas.



   Samuel sonriĆ³ y pisĆ³ las entrepiernas, aplastando las doloridas bolas de MatĆ­as bajo su pie izquierdo mientras aplanaba los testĆ­culos de Eleazarcon el pie derecho.



   Eleazar y MatĆ­as gruƱeron y gimieron de dolor.



   Samuel retorciĆ³ el pie fuertemente despuĆ©s se cansĆ³, apartĆ³ los pies y emprendiĆ³ a caminar calle abajo riĆ©ndose a carcajadas dejando a los machos atrĆ”s retorciendose.

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