-SEXO HOMOSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
āHoy haremos apuestas āanunció Teo el presidente de la cofradĆa.
Otra vez estaban todos reunidos en el galpón para una nueva sesión. El moreno y con cara de niño Teo anunciaba las reglas para las apuestas.
āSolo podrĆ”n participar 5 de nosotros. Quien no resulte favorecido simplemente serĆ” un espectador.
āĀæCómo serĆ”n seleccionados los participantes? āpreguntó Edgar, un hombre de estatura alta, cuerpo musculoso y atractiva cara rectĆ”ngular.
āYa pensĆ© en eso āanunció Teo sacando del bolsillo de su jeans varios hillidos de papel cuya base de algunos estaban teƱido de rojo. Ćl la sostuvo en su puƱo y pidió que cada uno seleccionara un papelito al azar.
Los seleccionados resultaron: Edgar, Luis, Glen, Sebastian y Pablo.
Sebastian se sintió emocionado de resultar participante junto a Pablo ya que desde que lo conoció sintió especial interes en él.
āAhora participantes ādijo Teoā. SerĆ” mejor que nos cautiven con una buena sesión rompe bolas.
Varios se rieron.
El varonĆl Edgar empezó uniendose a los otros participantes quitandose la camisa y mostrando sus fuertes pectorales quedando solamente portando un jeans y el dibujo de su erección.
Pablo se quitó pantalón y franela hasta dejar a la vista su ropa interior azul que abrazaba su polla bien grande y sus pelotas jugosas de leche.
Glen, pasó su mano seductoramente sobre sus envidiables abdominales. No habĆa una onza de grasa en el cuerpo de ese simpatico semental.
Sebastian llevaba una ajustada ropa interior que no dejaba nada a la imaginación. El enorme paquete del macho estaba abultado en la tela llenando toda su capacidad. ParecĆa que habĆa metido un pepino grande y un par de naranjas.
Y pronto comenzó el desafĆo donde cara participante retarĆa a otro. Los excitados espectadores disfrutaban aquello con ansias.
Pablo desafió a Glen a lamer sus axilas. Glen protestó al principio, pero lo hizo, y Pablo fue castigado y tuvo que soportar 5 palmadas a sus testĆculos.
Sebastian desafió a Luis a chupar los dedos de los pies de Glen. Luis actuó como si eso fuera completamente normal, envolviendo sus labios alrededor del dedo gordo de Glen y succionando como una aspiradora. Para el castigo, Sebastian tuvo que beber un trago de salsa picante que Teo habĆa llevado como listado de materiales de tortura, dejando a Sebastian con la cara roja y con arcadas.
Finalmente, fue el turno de Luis de establecer un reto para Glen, pues querĆa hacerle daƱo.
āGlen āanunció Luis con una sonrisa maliciosaā . Te desafĆo a hacerle una mamada a Sebastian hasta tragarte sus mecos.
Glen lo miró fijamente.
āĀæPor quĆ© me pones eso, tipo? Cambialo.
āY para el castigo ācontinuó Luis, no impresionado por la protesta de Glenā. El perdedor se pondrĆ” en cuatro patas, separarĆ” las piernas y darĆ” cinco patadas a las pelotas del ganador.
Glen parecĆa dudar.
āPeroā¦
āSin peros āsonrió Luis.
āHazlo ādijo Edgarā. Puedes lograr eso.
Glen miró la enorme polla de Sebastian y sus huevos extragrandes. No habĆa forma de que pudiera poner toda esa carne en su boca. De ninguna manera. Y hasta tragarse su leche.
āVamos ārepitió Edgarā. Si lo haces, podrĆ”s patear las bolas de Luis.
Luis se rió.
Glen tragó saliva y se arrodilló. Levantó la vista hacia Sebastian.
Sebastian lo miró y se rascó la cabeza.
Glen agarró el pene de Sebastian y lo miró por un momento. Luego suspiró y abrió la boca lo mÔs que pudo.
Los otros mhombres aplaudieron cuando Glen comenzó a meter aquel delicioso pedazo de carne en su boca, sintió nÔuseas en el estómago.
Sebastian hizo una mueca:
āOhhhh āgimió.
Glen contuvo la respiración. Su mandĆbula estaba comenzando a doler. Cerró los ojos y sostuvo la gorda polla de Sebastian.
Edgar se rió.
Pablo aplaudió tenĆa otra enorme erección.
Sebastian estaba en las nubes de solo sentir placer.
Y Luis estaba empezando a preocuparse.
La boca de Glen no se cansaba de lamer el pene de Sebastian.
Luis parecĆa mortificado.
Todos quedaron excitados al ver minutos despuĆ©s como gruesos hilos de semen acumulado caĆan por el rostro de Glen a medida que se tragaba los jugos de Sebastian. Cuando hubo terminado y se limpió ordenó a Luis que se colocara a cuatro patas.
Luis gimió.
Sus enormes bolas colgaban entre sus muslos musculosos.
āCinco patadas ācomunicó Edgar.
Glen sonrió. Levantó su pierna hacia atrÔs y la envió chocando contra las gónadas de Luis, apretÔndolas con fuerza contra su cuerpo.
Luis soltó un chillido torturado mientras se derrumbaba en el suelo.
Tomó un tiempo hasta que pudo asumir la posición nuevamente.
La segunda patada de Glen lo levantó del suelo. El empeine colisionó con sus preciados cojones.
De nuevo, necesitó un momento para recuperarse.
Al igual que la segunda, la tercera patada de Glen fue justo en el blanco, aplastando los huevos carnosos de Luis con un golpe fuerte.
Luis gritó desde lo mÔs alto de sus pulmones. Se acurrucó posición fetal, gimiendo de dolor.
Glen esperó pacientemente hasta que Luis pudiera continuar, y plantó una cuarta y cruel patada en las bolas hinchadas y magulladas de Luis.
Sebastian y Pablo hicieron una mueca cuando el pie de Glen chocó con las pelotas de Luis.
āOh āmurmuró Pablo.
Sebastian asintió con gravedad.
Edgar estaba riendo y aplaudiendo.
DespuƩs de la cuarta patada, Luis estuvo fuera de servicio por un largo tiempo.
De ver a Luis retorcerse en el suelo durante casi cinco minutos, Sebastian tomó un descanso para ir al baño seguramente para masturbarse en su nombre. Cuando regresó, tuvieron que esperar otros cinco minutos hasta que Luis pudiera dar el puntapié final.
La ultima patada fue la mÔs fuerte. Con un inicio de carrera, Glen golpeó con su pie las huevas de Luis como un jugador de fútbol que intenta anotar un tiro penal.
Los ojos de Luis se hincharon. Su mandĆbula cayó, y la baba le goteó. Un gemido lastimoso, ronco y sibilante escapó de sus labios antes de que sus ojos rodaran hacia su cabeza y colapsó en el suelo.
Edgar vitoreó y dio unas palmadas en el hombro a Glen.
āĀ”Bien hecho!
Glen tenĆa una orgullosa sonrisa en su rostro.
Sebastian y Pablo miraron a Luis.
Pablo se rascó la cabeza.
āAhora tengo un desafĆo para Pablo ādijo Glenā. Escribe 'Tengo un esposo celoso' en tu verga con marcador.
Pablo parpadeó. Ā”Que desafĆo tan tonto!
āEh, Āæy quĆ© pasa si no lo hago?
āPues⦠debo darte una docena de golpes en los huevos.
Pablo dudó y lanzó un vistazo a David que le dirigĆa miradas de pocos amigos.
Con determinación Pablo metió la mano dentro de su ropa interior. Sacó sus gónadas y las sostuvo en la palma. Se veĆan tan hermosas. Grande, gordas y simplemente perfectas.
David suspiró y apretó el puño.
Glen se acercó a Pablo y sonó sus bolas con un rotundo y fuerte puñetazo.
Pablo dejó escapar un gruñido angustiado.
āĀ”Eso tiene que doler! āse rió Edgar.
Sebastian estaba riendo a carcajadas.
Nuevamente, Glen golpeó los huevos hundiendo sus nudillos profundamente en las huevas carnosas de Pablo haciéndolo gruñir de dolor.
Una y otra vez, Glen golpeó las hermosas bolas con toda la fuerza que pudo reunir.
Para el sexto golpe, las lƔgrimas comenzaron a brotar en los ojos de Pablo.
Al octavo golpe, los gruƱidos guturales se convirtieron en gritos agonizantes.
Por el décimo golpe, Pablo sintió que iba a vomitar.
Abrió los ojos y miró sus testĆculos. A travĆ©s de un velo de lĆ”grimas, vio sus bolas, hinchadas, rojas y magulladas.
El undĆ©cimo golpe se encontró con sus tiernos testĆculos, Pablo se sintió mareado. Sus rodillas estaban temblando.
Cuando Glen golpeó las bolas por duodécima vez, lo hizo tan salvajemente que Pablo lanzó un fuerte grito y colapsó en el suelo.
Sebastian se reĆa mirando a Pablo.
Edgar y Glen se sonrieron uno al otro.
Con Luis y Pablo retorciƩndose en el suelo, agarrƔndose la entrepierna, solo Edgar, Glen y Sebastian se quedaron de pie.
āBien, mi turno āanunció Edgarā. Tengo un desafĆo para Sebastian. Es simple. Bebe una taza de tu propio orine.
Sebastian lo miró fijamente.
āEs asqueroso āalcanzó a decir.
Edgar se encogió de hombros.
āAcepta las consecuencias. Como castigo, al perdedor le muerden el pene.
ā”¿QUĆ ?! āSebastian gritóā. Ā”No puedes hablar en serio!
Edgar sonrió.
āClaro que sĆ. Ā”Pero no te preocupes, solo bebe una taza de tu propio orine y no tendrĆ”s que hacerlo!
Sebastian inhaló bruscamente.
āEstĆ” bien, lo harĆ© āse puso pĆ”lidoā. Pero⦠pero simplemente āse mordió el labio inferior, mirando impotente a Glen y Edgarā. No, no puedoā¦
Edgar sonrió.
āOh, chiquillo. Supongo que pierdes.
Los ojos de Sebastian se abrieron de par en par y jadeó para respirar. Su cara se llenó de pÔnico y miró a su alrededor, tratando de encontrar una manera de escapar .
Edgar miró a Glen y se lanzaron contra Sebastian.
Sebastian trató de luchar contra ellos, pero juntos Edgar y Glen lograron someterlo.
Glen sostuvo las bolas con fuerza mientras Edgar bloqueaba la polla y abrĆa la boca mostrando sus dientes.
āĀ”Noooooo! āSebastian gritóā Ā”Noooooo!
Un momento después, Edgar retiró la boca dejando al pene con serias marcas de dientes.
Tiempo después, los hombres estaban reunidos en el galpón cuando el juego culmino.
Luis y Pablo sostenĆan contra sus paquetes sendas bolsas de hielo.
āĀæEstĆ”s bien? āEdgar se rióā. Espero que nuestro pequeƱo juego no haya arruinado tu vida sexual con David.
Luis y Pablo se rieron.
āNo te preocupes. Ā”Fuiste malvado, pero no hay forma de que un poco de dolor me impida follar con David!
Luis no parecĆa tan seguro.
Sebastian estaba sentado en una esquina, enfurruñado. Mirando su polla con los dientes aún marcados en su carne.
āNo es justo āmurmuraba.
El resto se rió a su costa.
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