Donantes (5/8): escape sin salida - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

1 ago 2018

Donantes (5/8): escape sin salida

CONTIENE:
-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   La convivencia entre Helga y Javier facilitĆ³ mucho las cosas para un primer encuentro sexual entre ellos. Javier la empezĆ³ a cortejar y ella cediĆ³, aquella noche ambos estaban encerrados en la habitaciĆ³n de ella. Lo mirĆ³ a los ojos durante un par de segundos antes de besarlo con fuerza y subirse sobre Ć©l, colocando una pierna a cada lado de su cadera. Los brazos de Javier la rodearon y la pegaron a Ć©l, su respiraciĆ³n se acelerĆ³ sobre los labios de Helga, cuyo corazĆ³n empezĆ³ a latir a mayor velocidad. Javier se incorporĆ³, quedando Helga sentada sobre sus piernas, y enterrĆ³ los dedos en el cabello del macho, luego le acariciĆ³ la amplia y fornida espalda con la mano que tenĆ­a libre. Javier subiĆ³ por su cuello y la besĆ³ de nuevo.


   IntentarĆ­an hacer su encuentro lo mĆ”s silencioso posible puesto que uno de los hijos de Javier tuvo una discusiĆ³n con su hermano y dormĆ­a en la sala.



   Helga llenĆ³ una copa de vino y dejĆ³ la botella en el suelo mirando a Javier.



   —¿Brindamos? —Ć©l esbozĆ³ una sonrisa divertida.



   —¿Por quĆ©, exactamente?



   —Por un nuevo dĆ­a —respondiĆ³. Se mordiĆ³ el labio, juguetonamente—. Porque el peligro de la aventura nos ha acercado.



   —Por el peligro de la aventura —sonriĆ³ Helga. Ambas copas chocaron suavemente para ser vaciadas de un solo trago.



   Helga dejĆ³ su copa sobre la mesita de noche y se inclinĆ³ de nuevo sobre Javier. AtrapĆ³ sus labios en un beso feroz, furioso, al que el hombre respondiĆ³ de la misma forma. La rodeĆ³ con sus fuertes brazos y la estrechĆ³ contra sĆ­, por lo que Helga pudo sentir la calidez de su piel incluso a travĆ©s de la camiseta. GimiĆ³ entre sus labios cuando las manos de Javier se aventuraron por su cuerpo y la liberaron de la camiseta. Helga mordiĆ³ el labio inferior de Javier, arrancĆ”ndole un gruƱido, y se dejĆ³ llevar por Ć©l. De un solo movimiento, el hombre se dio la vuelta y la tumbĆ³ en la cama, colocĆ”ndose de inmediato entre sus piernas. Helga le rodeĆ³ la cadera y lo atrajo hacia sĆ­; sus manos viajaron hasta su pelo.



   Los dedos de Javier, impacientes, bajaron por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Tantearon la piel de su pubis, de sus caderas y de sus muslos, provocando escalofrĆ­os y gemidos ahogados; Helga llevĆ³ sus labios al oĆ­do de Javier, gimiendo con fuerza para que el hombre se diese prisa. Finalmente los dedos de Javier alcanzaron lo que estaban buscando: acariciaron los pliegues que describĆ­a su carne hĆŗmeda y ardiente, las uƱas araƱaron con suavidad la entrada a su interior… Helga alzĆ³ las caderas y gimiĆ³ casi desesperada. Finalmente, el dedo Ć­ndice y el corazĆ³n de Javier la penetraron con fuerza hasta que el resto de la mano chocĆ³ contra ella. Con Helga aferrada a Ć©l como si le fuese la vida en ello, Javier comenzĆ³ una lenta tortura. Los gemidos escapaban por los labios entreabiertos de Helga como la lluvia en plena tormenta, y Javier no tardĆ³ en aumentar la velocidad con que sus dedos entraban y salĆ­an de la cientĆ­fica.



   —MĆ”s —jadeĆ³ ella entre gemidos.



   —¿CĆ³mo se piden las cosas? —riĆ³ Javier con su voz grave y profunda.



   —Por favor…



   —AsĆ­ me gusta.



   En un abrir y cerrar de ojos, Javier la llevĆ³ al lĆ­mite. Helga se estremecĆ­a de placer, gimiendo con toda la fuerza de sus pulmones, mientras Javier seguĆ­a introduciendo dedos en su interior. Le faltaba solo el meƱique cuando decidiĆ³ que no querĆ­a contenerse mĆ”s.



   SacĆ³ sus dedos empapados del interior de Helga y dejĆ³ que la mano de la chica buscase su miembro, duro y palpitante. Helga lo acariciĆ³ con suavidad pero con firmeza, sonriendo al sentir que el hombre se estremecĆ­a en su mano. Uno de sus dedos se aventurĆ³ por la rugosa piel de sus testĆ­culos y Javier gimiĆ³ suavemente. Lo guiĆ³ hacia su entrada y la penetrĆ³ con fuerza.



   Javier dio comienzo a sus furiosas embestidas. Aumentaba la fuerza y la velocidad con cada una, arrancando gemidos a Helga y crujidos a las patas de la cama. Helga se aferrĆ³ a Ć©l, clavĆ”ndole las uƱas en la espalda, y deseando que aquel momento no acabase nunca. Javier bajĆ³ la cabeza buscando sus labios y los capturĆ³ en un beso ardiente y apasionado.



   Una de las manos de Javier se aferrĆ³ al cabecero de la cama para aumentar asĆ­ la fuerza con que sus caderas golpeaban las de Helga y la otra se agarrĆ³ a la estrecha cintura de la mujer, que se estremecĆ­a de placer bajo su cuerpo. Ambos empezaron a sudar, pero ninguno de los dos disminuyĆ³ la fuerza con que sacudĆ­an sus caderas. Javier se hundĆ­a en ella y emergĆ­a de las profundidades de su cuerpo como un animal desbocado, y cada embestida la acercaba un poco mĆ”s al paraĆ­so. Helga sintiĆ³ que el primer orgasmo comenzaba a formarse en sus entraƱas, por lo que soltĆ³ su mano derecha de entre los cabellos de Javier y la bajĆ³ por todo su cuerpo, deteniĆ©ndose solo cuando sus dedos encontraron su clĆ­toris. ComenzĆ³ a frotar la pequeƱa protuberancia, sin importarle que sus nudillos chocasen con el cuerpo de Javier. El orgasmo crecĆ­a a medida que Helga masajeaba aquel pequeƱo punto, cada vez mĆ”s fuerte y cada vez mĆ”s rĆ”pido. Un devastador orgasmo la arrollĆ³, dejĆ”ndola sin respiraciĆ³n. Su gemido se cortĆ³ en su pecho y tuvo que cerrar los ojos y aferrarse a Javier para no desvanecerse. Sus fluidos comenzaron a manar, empapĆ”ndolos a ambos.



   Se recuperĆ³ medio segundo despuĆ©s. ObligĆ³ a Javier a darse la vuelta y descendiĆ³ por su pecho, por su vientre y por sus caderas. Su miembro estaba hĆŗmedo y todavĆ­a sabĆ­a a ella cuando comenzĆ³ a jugar con Ć©l. Primero besĆ³ la punta, mojĆ”ndolo con la saliva que escapaba por sus labios carnosos. Su mano izquierda lo sujetĆ³ por la base y comenzĆ³ a subir y bajar, despacio, mientras la otra viajaba con exasperante lentitud entre sus testĆ­culos y su ano. Javier se estremeciĆ³ de placer y la agarrĆ³ por el pelo, por lo que Helga supo que debĆ­a darse prisa.



   AbriĆ³ la boca y dejĆ³ que su lengua dibujase un hĆŗmedo sendero por todo el pene, dando vueltas a la punta y jugando con la rugosa piel que unĆ­a el prepucio al glande. Fue entonces cuando lo engullĆ³ entero. Su boca apenas alcanzaba la mitad, por lo que su mano aumentĆ³ de velocidad. Combinaba su boca con sus hĆ”biles dedos, que danzaban por toda la zona arrancando gemidos y estremecimientos al hombre. Sin dejar en ningĆŗn momento de subir y bajar por su pene, la lengua de Helga acariciĆ³ la piel suave y surcada de venas. No tardĆ³ demasiado en notar que el miembro de Javier temblaba en su boca, por lo que se preparĆ³ para lo que se avecinaba. Javier se corriĆ³ con un fuerte gruƱido y su semen inundĆ³ la boca de Helga, que abriĆ³ la garganta y tratĆ³ de tragarse aquel lĆ­quido espeso. Un poco escapĆ³ por la comisura de sus labios, pero no se lo limpiĆ³. Finalmente aquel semen la protegerĆ­a del letal virus que infectaba al mundo.



   Javier la atrajo hacia sĆ­ cuando al fin hubo acabado; ambos sudaban y respiraban agitadamente. El hombre le limpiĆ³ la barbilla con la lengua y la besĆ³ larga y profundamente.



   AsĆ­ se aseguraron de pasar una buena noche. Javier comenzaba a caer en un letargo de sueƱo cuando Helga le dijo algo que no entendiĆ³.



   —¿Hmmm? —preguntĆ³ Ć©l sin abrir los ojos—. ¿QuĆ©?



   —DeberĆ­amos de irnos maƱana —repitiĆ³ Helga.



   —¿Por quĆ©? Dijiste que aquĆ­ estariamos bien.



   —No sĆ©, no tengo buena espina.



   —EstĆ”s loquita, dijiste que esta isla era la mĆ”s segura del mundo.



   —No sĆ©.



   —Silencio, bebĆ©, vamos a dormir. Tengo sueƱo.



   Y la abrazĆ³ con ternura sin importarle que su pene siguiera baboso de su sagrado pene. Helga sin embargo no pudo conciliar el sueƱo bien, algo le preocupaba. MirĆ³ el rostro de Javier y este lucĆ­a angelical, era un hermoso macho y buen padre, no merecĆ­a sufrir en ningĆŗn momento. No lo podĆ­a ocultar despuĆ©s de ese grato sexo y de sentir una bella atracciĆ³n por ese hombre tenĆ­a la necesidad de protegerlo. Su sueƱo la embargĆ³ entrada la madrugada y fue ahĆ­ cuando entrĆ³ a un sueƱo profundo.



   Fue tan pesado su descanso que no se dio cuenta cuando a la maƱana siguiente Javier se despertĆ³ y saliĆ³ en silencio de la habitaciĆ³n.



   PasĆ³ por un lado de Hiram que dormĆ­a envuelto en las cobijas de la colchoneta en medio de la sala. TambiĆ©n sin darse cuenta que pasaba a su lado. AsĆ­ Javier ingresĆ³ al baƱo y saliĆ³ despuĆ©s de acicalarse. Estaba repotenciado y saliĆ³ de la cabaƱa para ejercitarse, de todos los ahĆ­ presentes sĆ³lo su hijo Marlon se percatĆ³ de su salida aunque no le dio importancia.



   Javier fue a trotar como todas las maƱanas con el moreno torso desnudo al aire que mostraba un apetitoso bronceado oscuro. Sus musculosas piernas se flexionaban a medida que se ejercitaba y su grueso pene subĆ­a y bajaba como divirtiendose de formar un agrandado bulto. CorriĆ³ y corriĆ³ ejercitando el cuerpo.



   Sus pulmones respiraban aire puro cada vez que transitaba por la isla, su cuerpo siempre agradecĆ­a que fuera un hombre deportista y asĆ­ su cuerpo lo mostraba con sus mĆŗsculos de fibra.



   Y aunque pasĆ³ corriendo por unos matorrales que daban una vista a la orilla de la playa no se percatĆ³ de las pequeƱas embarcaciones que ahĆ­ estaban hasta que fue muy tarde.



   De repente algo se interpuso en su camino y el apuesto Javier recibiĆ³ un puntapie entre los muslos. El sonido del empeine chocando con su ingle resonĆ³ a travĆ©s de los Ć”rboles, seguido por un gemido agudo y un golpe sordo cuando colapsĆ³ en la tierra.



   Mientras estaba adolorido de las bolas en el piso Javier recibiĆ³ de otro hombre una patada en las costillas, gritĆ³ maniĆ”ticamente, y luego recibiĆ³ una patada en la entrepierna de nuevo.



   Los gemidos del hombre se convirtieron en lastimosos gemidos mientras se acurrucaba en un posiciĆ³n fetal. Sobre Ć©l no estaba un hombre sino tres corpulentos especimenes masculinos.



   —AquĆ­ tenemos al caporal mayor —dijo uno de ellos. Seguido Javier oyĆ³ algo que le helĆ³ la sangre—. Desde este momento eres propiedad del Villareal Labs, tĆŗ y tus hijos ya no tienen donde esconderse.



   Javier inhalĆ³ profundamente y luego gritĆ³ con toda la fuerza de sus pulmones.



   —¡MARLON, HIRAM, CORRAN!



   RecibiĆ³ un pisotĆ³n en el abdomen.






   —¡HUYAN, HUYAN! —gritĆ³ Helga cuando cinco hombres ingresaron violentamente a la cabaƱa.



   Marlon que estaba sentado en un mueble se parĆ³ de golpe asustado y como reacciĆ³n de defensa efectiva tuvo fue lanzar una taza de vidrio cargada de cafĆ© caliente al primer hombre que se acercaba a Ć©l. Pudo salir corriendo Ćŗnicamente en jeans hacia la cocina de la casa.


Hiram

   —¡Corre, imbĆ©cil, corre! —gritĆ³ a Hiram que se quedaba petrificado preparando su desayuno.



   Marlon abriĆ³ la puerta trasera de la cabaƱa y lo primero que recibiĆ³ fue una calzada bota entre los muslos.



   El pie conectĆ³ con las dos pelotas que los pantalones le sujetaban con fuerza.



   Marlon soltĆ³ un gruƱido sorprendido que se convirtiĆ³ en un gemido miserable mientras se doblaba envuelto en agonĆ­a.



   Hiram en la cocina estaba sorprendentemente calmado. Ver a Marlon sufriendo le proporcionĆ³ un efecto placentero. ¡Al fin sufrĆ­a el desgraciado! Pensaba mientras todo a su alrededor se sacudĆ­a.



   —¡Maldito bastardo! —siseĆ³ Marlon, agarrĆ”ndose la entrepierna, su rostro se retorcĆ­a de dolor y furia—. ¿QuiĆ©n diablos eres tĆŗ?



   Un hombre le mostrĆ³ su mejor sonrisa mordaz.



   —En este momento perteneces al Villareal Labs.



   Marlon lo mirĆ³, haciendo una mueca.



   Fue asĆ­ como se percatĆ³ que todos los asaltantes tenĆ­an un uniforme de color azul oscuro.



   —¿Y tĆŗ cuando diablos pensabas entregarnoslos? —reclamaba un hombre a Helga apretandola duro de los brazos—. ¿CreĆ­as que no ibamos a dar contigo?



   —¡Sueltenme! —imploraba Helga.



   —Perra traidora, ¿quĆ© eres amante del caporal y te lo querĆ­as quedar? ¡TenĆ­amos un trato!



   —¿QuĆ© diablos —escupiĆ³ Marlon frotĆ”ndose los doloridos testĆ­culos.



   —SĆ­, esta perra desde un principio jugaba para los dos bandos. Y vino a esconderse con ustedes, seguro era la puta de los tres.



   La silenciosa confesiĆ³n se vio sesgada cuando en la cocina se armĆ³ una nueva pelea. Hiram estaba haciendo uso de coraje cuando peleaba contra tres hombres, lamentablemente uno logrĆ³ dominarlo mientras otro calzaba la rodilla entre las piernas de Hiram, introduciendo sus preciosas bolas en su cuerpo.



   El muchacho soltĆ³ un chillido estrangulado.



   Marlon a un pie del patio intentĆ³ correr hacia el bosque pero alguien logrĆ³ agarrar su pierna, causando que cayera de bruces al suelo.



   Ć‰l gimiĆ³ de dolor mientras intentaba escabullirse, pero lo agarraron de ambas piernas y las levantaron, llevando a Marlos a una posiciĆ³n de carretilla. Quien lo sostenĆ­a llevĆ³ su pierna hacia atrĆ”s y aplastĆ³ las huevas con una patada estruendosa y bien colocada que aplanĆ³ los testĆ­culos carnosos de Marlon como papillas.



   Los ojos del muchacho se cruzaron y carraspeĆ³ de dolor.



   —Ustedes ya nos pertenecen…






   Javier fue conducido hasta un barco, allĆ­ lo sentaron en un taburete y esposaron sus brazos en unos tubos encima de su cabeza, no hubo mucho que pudiera hacer para su defensa.



   Un hombre vestido con un porte negro se le quedĆ³ mirando fijamente. Y Javier tambiĆ©n respondĆ­a a una mirada retadora aunque por la mente del hombre calvo se formaban muchas ideas.



   —AsĆ­ que aquĆ­ tenemos al salvador de la humanidad —dijo por fin con voz grave.



   Javier dejĆ³ escapar un grito ahogado cuando el hombre apretĆ³ sus gĆ³nadas con toda la fuerza que pudo reunir.



   Las yemas de los dedos se clavaron profundamente en la carne suave de los testĆ­culos de Javier, aplastando y aplastando la salvaciĆ³n de la humanidad.



   Con sonrisa feliz en su rostro, el hombre llamado Ɓngel aplastĆ³ las pelotas de Javier como si estuviera tratando de convertirlas en jalea. Los testĆ­culos quedaron planos entre sus dedos.



   Ćngel mirĆ³ la erecciĆ³n de Javier entre su pantalĆ³n y sonriĆ³.



   La polla de Javier temblaba violentamente. Cada apretĆ³n provocĆ³ una contracciĆ³n y una pequeƱa gota de lĆ­quido preseminal se formĆ³ sobre su ropa interior.



   Entrelazando sus dedos, Ɓngel atrapĆ³ ambos testĆ­culos de Javier entre sus palmas antes de cerrar la brecha y presionar sus palmas una contra la otra.



   Los gritos de Javier aumentaron en tono y volumen a medida que sus posesiones mĆ”s valiosas eran aplastadas ferozmente por Ɓngel que resultarĆ­a en realidad un diablo.



   DespuĆ©s de unos sĆ³lidos tres minutos para que la hombrĆ­a quedara aplastada entre las palmas de Ɓngel, toda la fuerza habĆ­a abandonado el cuerpo de Javier y ya no le daba mucha resistencia. Sus gritos se convirtieron en gemidos.



   Ćngel soltĆ³ las bolas de Javier y lo admirĆ³ con la vista.



   Las huevas de Javier quedarĆ­an considerablemente hinchadas.



   Ćngel sonriĆ³.



   Javier estaba respirando pesadamente. Su cara sudorosa y bella estaba envuelta en una mĆ”scara de dolor, sus ojos se mostraban llenos de lĆ”grimas.



   Ćngel se arrodillĆ³ al lado de Javier y sonriĆ³.



   AgarrĆ³ la cremallera de su pantalĆ³n abriĆ©ndola y sacando su dura y morena polla con el dedo pulgar e Ć­ndice.



   —El salvador del mundo —dijo Ɓngel, con una expresiĆ³n que no se sabĆ­a si era burla o admiraciĆ³n.



   Javier intentĆ³ protestar, pero Ɓngel agarrĆ³ sus gĆ³nadas, una en cada mano, y cerrĆ³ los puƱos.



   Javier abriĆ³ los ojos.



   Ćngel lo mirĆ³ profundamente a los ojos y comenzĆ³ a rechinar sus preciosos e hinchados cojones con toda la fuerza que pudo reunir.



   Un sonido ronco y de arcadas escapĆ³ de los labios de Javier.



   Los ojos de Ɓngel vagaron hacia la erecta polla.



   —No —susurrĆ³ Javier sin aliento—. ¡Oh, Dios, no!



   De repente, un gran chorro de esperma saliĆ³ disparado de la polla de Javier, volando en el aire antes de aterrizar sobre el rostro sudoroso del donante.



   El cuerpo de Javier se tensĆ³ cuando un segundo, tercer y cuarto chorro salpicĆ³ su cara, su cuerpo y el suelo.



   La cara de Javier parecĆ­a un gĆ©iser, resbalando lo que parecĆ­an galones de sustancia pegajosa, sagrada y cremosa que aterrizaba en todas partes, cubriendo su rostro y su musculoso cuerpo.



   Ćngel continuĆ³ apretando sus testĆ­culos, asegurĆ”ndose de eliminar hasta el Ćŗltimo trozo de leche de sus bolas.



   Finalmente, Javier estaba agotado.



   Ćngel se inclinĆ³ hacia Ć©l y le susurrĆ³ algo al oĆ­do.



   —Esto es solo el principio, al llegar al Villareal Labs te los extirparemos. Nadie va a daƱar nuestros planes.



   Javier comenzĆ³ a sollozar suavemente.



   Ćngel le dio a Javier un Ćŗltimo puƱetazo a las hinchadas bolas que hicieron que gritara de dolor.



   Ćngel sonriĆ³ mirando a Javier, en realidad aquel salvador era mĆ”s de lo que habĆ­a visto. GuardĆ³ la polla del hombre en el pantalĆ³n y se limpiĆ³ los dedos en el rostro del abogado, Ɓngel estaba erecto. Un ruido en el pasillo anunciaba que varias personas ingresaban al camarote.



   Unos hombres traĆ­an bajo la fuerza a dos altos y vigorosos jĆ³venes que se asustaron de ver a su padre humillado, doblado y con el cuerpo lleno de una sustancia viscosa.



   Ellos reclamaron pero Javier no quiso hablar, fueron esposados a una silla.



   Ćngel se quedĆ³ mirandolos, no habĆ­a duda, heredaron el fĆ­sico de su padre. Con una voz amenazante dijo:



   —¡Ya tendrĆ© tiempo para encargarme de ustedes!



   Dio media vuelta y saliĆ³ del camarote mientras los dos jĆ³venes se quedaron interrogando a su padre:



   —PapĆ”, habla, ¿quĆ© te pasĆ³?



   —¿QuĆ© te han hecho?



   Finalmente Javier levantĆ³ la mirada, sus ojos rebelaban tristeza.



   —Muchachos, espero que me perdonen, no los querĆ­a empujar a esto. PerdĆ³n, hoy les he fallado.



   —¡No! —protestĆ³ Marlon—. TĆŗ no nos fallaste, la traidora aquĆ­ es Helga.

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