La desdicha de Daniel - Las Bolas de Pablo

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4 jun 2019

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La desdicha de Daniel

Historia original de LuisAndreu
CONTIENE: BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   Volviendo a casa del trabajo, Daniel, un hombre de 30 aƱos, escuchó un gran alboroto en la lejanĆ­a.

   -          ĀæQuĆ© ocurrirĆ”? – se preguntó – Ah sĆ­, hoy habĆ­a una manifestación por la violación a esa chica. Pero creo que era mĆ”s temprano… se habrĆ” alargado. – pensaba.

   El hombre se acercó al jaleo con la esperanza de ver a alguna feminista desnuda como algunas veces habĆ­a visto en la tele. Cruzó una calle y vio al grupo en la lejanĆ­a, en el que solo apreciaba mujeres, ya que era un grupo de una treintena que habĆ­a continuado la protesta una vez finalizada la marcha. Como habĆ­a predicho, casi la mitad de esas mujeres, la mayorĆ­a jóvenes de entre 18 y veintipocos aƱos, iban con las tetas al aire y, para mayor gozo, estaban muy bien dotadas.

   -          Parecen bastante enfadadas. Normal despuĆ©s de lo ocurrido. – pensó viendo sus expresiones y gritos, todavĆ­a incomprensibles.

   Cuando estaba a poca distancia, observó las pancartas que portaban, en las que se expresaba de todo menos amor hacia los hombres y, cuando oyó las frases que gritaban, comprendió que se trataba del ala mĆ”s radical del feminismo. Oyó cĆ”nticos como ā€œNi piernas ni brazos machitos a pedazosā€ o ā€œMachete al machoteā€, entre otros.

   -          ĀæPor quĆ© las mĆ”s guapas son siempre las mĆ”s locas? – se preguntaba echĆ”ndose a un lado para que pasaran de largo, sin quitarle ojo a las tetas que botaban sensualmente con la enĆ©rgica marcha de las chicas.

   No le gustaban mucho esas expresiones de odio hacia el hombre, generalizando, pero sabĆ­a que no era conveniente decir nada. El problema fue que, cuando estaban a su altura, varias empezaron a llamarlo machista, violador, asesino, etc, a lo que pronto se unieron las demĆ”s. Daniel continuó su camino con cara de no aprobar las acusaciones, pero no pudo callarse cuando le tiraron una botella de agua que por suerte pudo esquivar.

   -          Ā”ĀæQuĆ© hacĆ©is, panda de locas?! – les gritó.

   Pronto se arrepintió de haber contestado, porque al instante estaba totalmente rodeado de esas histĆ©ricas e irracionales chicas, que seguĆ­an gritĆ”ndole de todo. No veĆ­a escapatoria, asĆ­ que intentó dialogar, algo que pronto entendió que era inĆŗtil. El cĆ­rculo cada vez se cerraba mĆ”s y empezaban a llorarle cosas que no sabĆ­a de donde venĆ­an. TenĆ­a delante a unas cuantas a las que le gustarĆ­a hacerles de todo menos pelear, aunque eso parecĆ­a lo Ćŗnico que las chicas querĆ­an y Daniel empezaba a ponerse nervioso.


   -          No me gusta hacer esto porque son solo niƱas, pero un buen puƱetazo que deje KO a la primera y las demĆ”s se lo pensarĆ”n dos veces antes de acercarse mĆ”s. – pensaba Ć©l adoptando una postura de combate para la inminente pelea.

   Buscó un objetivo a la que golpear, pero antes de decidirse alguien lo golpeó por la espalda, ni mĆ”s ni menos con una patada en los testĆ­culos desde atrĆ”s que ni por asomo esperaba.

   -          Mierda. En los huevos no. – maldijo mientras se inclinaba y agarraba la entrepierna. Hubiera preferido que lo golpearan en cualquier otro lado, pero evidentemente las chicas sabĆ­an donde mĆ”s le duele a un hombre.

   No sabĆ­a quien habĆ­a sido, pero sin duda tenĆ­a punterĆ­a. A los gritos e insultos se unieron algunas voces que felicitaban a la chica en cuestión, asĆ­ como un sin fin de risas. El dolor era brutal pero Daniel no querĆ­a darles la satisfacción de verlo caer, por lo que hizo lo indecible por mantenerse en pie. Pero una vez mĆ”s su orgullo lo perjudicó, ya que, estando inclinado, no vio venir la patada en la cara que lo tiró de espaldas. Tumbado en el asfalto, antes de que pudiera agarrar su nariz, otra chica corrió hacia Ć©l y volvió a patearlo en los testĆ­culos con todas sus fuerzas.

   El hombre no tuvo tiempo ni de valorar el destrozo que acababan de hacerle en sus colgantes amigos, porque a la patada la siguió una avalancha de golpes de todas las chicas, que se peleaban por pisotearlo. Por suerte, la cantidad de golpes no igualó a la ā€œcalidadā€ de las tres primeras patadas, ya que eran tantas chicas que se estorbaban entre ellas y no podĆ­an pegar bien. AĆŗn asĆ­ el hombre estaba muy asustado y solo podĆ­a cubrirse la cabeza con un brazo y los genitales con la otra mano.

   -          Ā”Parad! Ā”Parad! Dejad de pegarle. – escuchó a una chica decir entre el tumulto. Por fin un poco de cordura.

   La turba obedeció y se quedaron observando al apaleado tipo que se las habĆ­a dado de gallito. La misma chica ordenó que lo levantaran. Ɖl estaba a punto de agradecĆ©rselo cuando esta volvió a dar otra orden:

   -          Vamos a desnudarlo.

   -          No, no por favor, dejadme en paz. – pidió Ć©l intentando zafarse, pero lo tenĆ­an bien sujeto para que siguiera en pie.

   -          Vamos hombre ĀæNo estĆ”s orgulloso de tu cuerpo de hombre? Yo sĆ­ lo estoy con el mĆ­o. – dijo esta chica, que era una de las que iba semidesnudas.

   Ć‰l siguió resistiĆ©ndose, asĆ­ que esta chica tuvo que tranquilizarlo con un relajante rodillazo en los huevos. Daniel quedó agonizando en volandas mientras varias chicas le bajaban los pantalones.

   -          QuĆ© decepción, no me extraƱa que no quieras enseƱar esto. – dijo la chica en referencia al tamaƱo de su virilidad.

   Daniel no podĆ­a sentirse mĆ”s humillado, pero pronto la vergüenza se convirtió en pĆ”nico cuando esa chica le cogió los huevos con una mano. El firme agarre provocaba oleadas de dolor en sus doblemente pateados testĆ­culos, aunque en ese momento su mĆ”xima preocupación era no saber hasta donde estaban dispuestas a llegar esas mujeres.

   -          Ahora sabes lo que sentimos nosotras cuando salimos a la calle con miedo a que nos violen. – le dijo acercĆ”ndose a escasos centĆ­metros y aumentando la presión.

   Daniel lloraba y suplicaba clemencia, pues ya no tenĆ­a nada que perder mĆ”s que lo que mĆ”s le importaba. Pero esto solo le sirvió para que ella apretara con fuerza hasta hacerlo callar. Su miedo era cada vez mayor, sobre todo oyendo lo que gritaban las demĆ”s chicas:

   -          CĆ”stralo

   -          ArrĆ”ncale los huevos.

   -          Un violador menos.

   -          Córtale tambiĆ©n la polla.

   Gritaban sin parar.

   -          Te vamos a soltar y podrĆ”s irte, pero si te caes es que quieres que sigamos jugando contigo. – dijo ella haciendo un gesto para que lo soltaran.

   Evidentemente, las piernas de Daniel estaban totalmente inutilizadas y cayó al suelo, eso sĆ­, pudiendo agarrarse por fin los testĆ­culos, que ya mostraban sĆ­ntomas de hinchazón. No podĆ­a creerse cómo habĆ­a acabado asĆ­, Ć©l solo se habĆ­a acercado a ver unos cuantos pares de tetas y ahora estaba temiendo por su vida ante un grupo de niƱas.

   Estas niƱas no perdieron el tiempo y sin darle un respiro le separaron brazos y piernas. Ɖl ya no siquiera suplicaba, ya que esto solo parecĆ­a satisfacerlas, pero pronto volvĆ­a a gritar patĆ©ticamente cuando le ataron los huevos con una cadena metĆ”lica. La apretaron tanto que parecĆ­a que apenas le circulaba la sangre y, para mĆ”s inri, los eslabones le pellizcaban el escroto como si de una cremallera mal subida se tratara. Aunque cuando de verdad vio las estrellas fue cuando una de las chicas dio un tirón seco de la cadena que casi le arranca las pelotas.

   Daniel apenas podĆ­a respirar, pero aĆŗn asĆ­ lo hicieron arrastrarte hasta un parque cercano, no sin constantes tirones y patadas por detrĆ”s en su punto dĆ©bil que lo hacĆ­an detenerse unos minutos hasta que volvĆ­an a obligarlo a continuar. En el camino varias personas vieron la impresionante escena, pero ninguna dijo nada y algunas incluso las alentaban dando por hecho que ese hombre merecĆ­a el castigo.

   Cuando llegaron al parque, lo levantaron y ataron de manos y pies (separados) a la tĆ­pica valla de colores que rodea las zonas de juego de los niƱos. En dicha zona lógicamente habĆ­a niƱos, que rĆ”pidamente fueron llamados por sus madres para ponerlos a salvo ante la sorprendente imagen. En ese caso hubo dos tipos de madres: las que tenĆ­an hijos varones, que se marcharon para que sus hijos no quedaran traumatizados, aunque todos vieron como un hombre desnudo era arrastrado de sus partes Ć­ntimas por un grupo de mujeres. El otro tipo de madre son las que tenĆ­an hijas, las cuales, muy sensibilizadas por la reciente violación, decidieron que era el momento perfecto para que sus pequeƱas aprendan la mejor forma de derrotar a un hombre.

   La mayorĆ­a de estas niƱas eran tan jóvenes que sus madres tuvieron que explicarles que los testĆ­culos son el punto dĆ©bil de los chicos, lo que las hizo prestar aĆŗn mĆ”s atención a los acontecimientos. Observaron con curiosidad como esas mujeres le quitaban la cadena de sus partes al hombre, que no dejaba de llorar.

   -          Si que les duele mucho. – dijo una viendo como una de esas mujeres lo pateaba en esa zona y el hombre se quejaba amargamente y Ćŗnicamente quedaba en pie gracias a las ataduras.

   A pesar de lo visto, esa niƱa ni ninguna de las mujeres presentes podĆ­a imaginarse el inmenso dolor que sentĆ­a Daniel, que de haber sabido que los testĆ­culos podĆ­an provocarle semejante malestar, nunca hubiera salido a la calle sin una taza protectora, algo que tenĆ­a toda la pinta de que no iba a necesitar en un futuro.

   En ese momento una de las jóvenes habĆ­a acaparado el objeto de diversión sujetĆ”ndolo entre sus manos.

   -          Siempre me he preguntado una cosa. – le dijo a Daniel amasĆ”ndole el escroto- ĀæLos huevos pueden intercambiar su posición? – preguntó antes de comprobarlo.

   Las chicas reĆ­an y animaban a su compaƱera que forzaba los testĆ­culos a cambiar de lado mientras el hombre gritaba de dolor. Pero hacer esto no es naturalmente posible por lo que al soltarlos ambas gónadas volvĆ­an a su posición.

   -          Parece que tendremos que reblandecerlos un poco. – dijo la chica antes de darles un potente rodillazo que dejó a Daniel sin aire y con un tembleque de piernas bastante gracioso para las chicas.

   Luego volvió a echarle mano a los huevos y lo intentó de nuevo. Con ambas manos y utilizando todas sus fuerzas hasta que por fin la tĆŗnica que separa ambos testĆ­culos se rompió dando un chasquido que la chica sintió en sus dedos, aunque no tanto como el propio Daniel, al que casi se le desencaja la mandĆ­bula al sentirlo. Las fĆ©minas observaron con satisfacción como ahora el testĆ­culo derecho era el izquierdo y viceversa.

   Por parte del hombre, a todo el dolor ahora se le sumaba la sensación de tener los testĆ­culos enredados entre sĆ­, con el consiguiente dolor en todos los conductos internos que recorren su aparato reproductor. Por desgracia la tortura no quedó ahĆ­ y la joven se los agarró de nuevo para darles una vuelta mĆ”s, a la tercera Daniel cantaba como una soprano y a la cuarta ya no podĆ­a respirar, hasta que a la quinta sus conductos deferentes no dieron mĆ”s de sĆ­ y se cortaron mutuamente.

   Ya estaba hecho, Daniel habĆ­a sido castrado por unas chicas que por separado no hubieran supuesto amenaza alguna, pero que juntas le habĆ­an dado la peor de las torturas, que habĆ­a terminado de la peor manera posible para un hombre. Las jóvenes siguieron jugando con los testĆ­culos, moviĆ©ndolos libremente dentro del escroto mientras el hombre balbuceaba y lloraba por su masculinidad perdida

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