Historia original de LuisAndreu
CONTIENE: BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Volviendo a casa del trabajo, Daniel, un hombre de 30 aƱos, escuchĆ³ un gran alboroto en la lejanĆa.
- ¿QuĆ© ocurrirĆ”? – se preguntĆ³ – Ah sĆ, hoy habĆa una manifestaciĆ³n por la violaciĆ³n a esa chica. Pero creo que era mĆ”s temprano… se habrĆ” alargado. – pensaba.
El hombre se acercĆ³ al jaleo con la esperanza de ver a alguna feminista desnuda como algunas veces habĆa visto en la tele. CruzĆ³ una calle y vio al grupo en la lejanĆa, en el que solo apreciaba mujeres, ya que era un grupo de una treintena que habĆa continuado la protesta una vez finalizada la marcha. Como habĆa predicho, casi la mitad de esas mujeres, la mayorĆa jĆ³venes de entre 18 y veintipocos aƱos, iban con las tetas al aire y, para mayor gozo, estaban muy bien dotadas.
- Parecen bastante enfadadas. Normal despuĆ©s de lo ocurrido. – pensĆ³ viendo sus expresiones y gritos, todavĆa incomprensibles.
Cuando estaba a poca distancia, observĆ³ las pancartas que portaban, en las que se expresaba de todo menos amor hacia los hombres y, cuando oyĆ³ las frases que gritaban, comprendiĆ³ que se trataba del ala mĆ”s radical del feminismo. OyĆ³ cĆ”nticos como “Ni piernas ni brazos machitos a pedazos” o “Machete al machote”, entre otros.
- ¿Por quĆ© las mĆ”s guapas son siempre las mĆ”s locas? – se preguntaba echĆ”ndose a un lado para que pasaran de largo, sin quitarle ojo a las tetas que botaban sensualmente con la enĆ©rgica marcha de las chicas.
No le gustaban mucho esas expresiones de odio hacia el hombre, generalizando, pero sabĆa que no era conveniente decir nada. El problema fue que, cuando estaban a su altura, varias empezaron a llamarlo machista, violador, asesino, etc, a lo que pronto se unieron las demĆ”s. Daniel continuĆ³ su camino con cara de no aprobar las acusaciones, pero no pudo callarse cuando le tiraron una botella de agua que por suerte pudo esquivar.
- ¡¿QuĆ© hacĆ©is, panda de locas?! – les gritĆ³.
Pronto se arrepintiĆ³ de haber contestado, porque al instante estaba totalmente rodeado de esas histĆ©ricas e irracionales chicas, que seguĆan gritĆ”ndole de todo. No veĆa escapatoria, asĆ que intentĆ³ dialogar, algo que pronto entendiĆ³ que era inĆŗtil. El cĆrculo cada vez se cerraba mĆ”s y empezaban a llorarle cosas que no sabĆa de donde venĆan. TenĆa delante a unas cuantas a las que le gustarĆa hacerles de todo menos pelear, aunque eso parecĆa lo Ćŗnico que las chicas querĆan y Daniel empezaba a ponerse nervioso.
- No me gusta hacer esto porque son solo niƱas, pero un buen puƱetazo que deje KO a la primera y las demĆ”s se lo pensarĆ”n dos veces antes de acercarse mĆ”s. – pensaba Ć©l adoptando una postura de combate para la inminente pelea.
BuscĆ³ un objetivo a la que golpear, pero antes de decidirse alguien lo golpeĆ³ por la espalda, ni mĆ”s ni menos con una patada en los testĆculos desde atrĆ”s que ni por asomo esperaba.
- Mierda. En los huevos no. – maldijo mientras se inclinaba y agarraba la entrepierna. Hubiera preferido que lo golpearan en cualquier otro lado, pero evidentemente las chicas sabĆan donde mĆ”s le duele a un hombre.
No sabĆa quien habĆa sido, pero sin duda tenĆa punterĆa. A los gritos e insultos se unieron algunas voces que felicitaban a la chica en cuestiĆ³n, asĆ como un sin fin de risas. El dolor era brutal pero Daniel no querĆa darles la satisfacciĆ³n de verlo caer, por lo que hizo lo indecible por mantenerse en pie. Pero una vez mĆ”s su orgullo lo perjudicĆ³, ya que, estando inclinado, no vio venir la patada en la cara que lo tirĆ³ de espaldas. Tumbado en el asfalto, antes de que pudiera agarrar su nariz, otra chica corriĆ³ hacia Ć©l y volviĆ³ a patearlo en los testĆculos con todas sus fuerzas.
El hombre no tuvo tiempo ni de valorar el destrozo que acababan de hacerle en sus colgantes amigos, porque a la patada la siguiĆ³ una avalancha de golpes de todas las chicas, que se peleaban por pisotearlo. Por suerte, la cantidad de golpes no igualĆ³ a la “calidad” de las tres primeras patadas, ya que eran tantas chicas que se estorbaban entre ellas y no podĆan pegar bien. AĆŗn asĆ el hombre estaba muy asustado y solo podĆa cubrirse la cabeza con un brazo y los genitales con la otra mano.
- ¡Parad! ¡Parad! Dejad de pegarle. – escuchĆ³ a una chica decir entre el tumulto. Por fin un poco de cordura.
La turba obedeciĆ³ y se quedaron observando al apaleado tipo que se las habĆa dado de gallito. La misma chica ordenĆ³ que lo levantaran. Ćl estaba a punto de agradecĆ©rselo cuando esta volviĆ³ a dar otra orden:
- Vamos a desnudarlo.
- No, no por favor, dejadme en paz. – pidiĆ³ Ć©l intentando zafarse, pero lo tenĆan bien sujeto para que siguiera en pie.
- Vamos hombre ¿No estĆ”s orgulloso de tu cuerpo de hombre? Yo sĆ lo estoy con el mĆo. – dijo esta chica, que era una de las que iba semidesnudas.
Ćl siguiĆ³ resistiĆ©ndose, asĆ que esta chica tuvo que tranquilizarlo con un relajante rodillazo en los huevos. Daniel quedĆ³ agonizando en volandas mientras varias chicas le bajaban los pantalones.
- QuĆ© decepciĆ³n, no me extraƱa que no quieras enseƱar esto. – dijo la chica en referencia al tamaƱo de su virilidad.
Daniel no podĆa sentirse mĆ”s humillado, pero pronto la vergĆ¼enza se convirtiĆ³ en pĆ”nico cuando esa chica le cogiĆ³ los huevos con una mano. El firme agarre provocaba oleadas de dolor en sus doblemente pateados testĆculos, aunque en ese momento su mĆ”xima preocupaciĆ³n era no saber hasta donde estaban dispuestas a llegar esas mujeres.
- Ahora sabes lo que sentimos nosotras cuando salimos a la calle con miedo a que nos violen. – le dijo acercĆ”ndose a escasos centĆmetros y aumentando la presiĆ³n.
Daniel lloraba y suplicaba clemencia, pues ya no tenĆa nada que perder mĆ”s que lo que mĆ”s le importaba. Pero esto solo le sirviĆ³ para que ella apretara con fuerza hasta hacerlo callar. Su miedo era cada vez mayor, sobre todo oyendo lo que gritaban las demĆ”s chicas:
- CƔstralo
- ArrƔncale los huevos.
- Un violador menos.
- CĆ³rtale tambiĆ©n la polla.
Gritaban sin parar.
- Te vamos a soltar y podrĆ”s irte, pero si te caes es que quieres que sigamos jugando contigo. – dijo ella haciendo un gesto para que lo soltaran.
Evidentemente, las piernas de Daniel estaban totalmente inutilizadas y cayĆ³ al suelo, eso sĆ, pudiendo agarrarse por fin los testĆculos, que ya mostraban sĆntomas de hinchazĆ³n. No podĆa creerse cĆ³mo habĆa acabado asĆ, Ć©l solo se habĆa acercado a ver unos cuantos pares de tetas y ahora estaba temiendo por su vida ante un grupo de niƱas.
Estas niƱas no perdieron el tiempo y sin darle un respiro le separaron brazos y piernas. Ćl ya no siquiera suplicaba, ya que esto solo parecĆa satisfacerlas, pero pronto volvĆa a gritar patĆ©ticamente cuando le ataron los huevos con una cadena metĆ”lica. La apretaron tanto que parecĆa que apenas le circulaba la sangre y, para mĆ”s inri, los eslabones le pellizcaban el escroto como si de una cremallera mal subida se tratara. Aunque cuando de verdad vio las estrellas fue cuando una de las chicas dio un tirĆ³n seco de la cadena que casi le arranca las pelotas.
Daniel apenas podĆa respirar, pero aĆŗn asĆ lo hicieron arrastrarte hasta un parque cercano, no sin constantes tirones y patadas por detrĆ”s en su punto dĆ©bil que lo hacĆan detenerse unos minutos hasta que volvĆan a obligarlo a continuar. En el camino varias personas vieron la impresionante escena, pero ninguna dijo nada y algunas incluso las alentaban dando por hecho que ese hombre merecĆa el castigo.
Cuando llegaron al parque, lo levantaron y ataron de manos y pies (separados) a la tĆpica valla de colores que rodea las zonas de juego de los niƱos. En dicha zona lĆ³gicamente habĆa niƱos, que rĆ”pidamente fueron llamados por sus madres para ponerlos a salvo ante la sorprendente imagen. En ese caso hubo dos tipos de madres: las que tenĆan hijos varones, que se marcharon para que sus hijos no quedaran traumatizados, aunque todos vieron como un hombre desnudo era arrastrado de sus partes Ćntimas por un grupo de mujeres. El otro tipo de madre son las que tenĆan hijas, las cuales, muy sensibilizadas por la reciente violaciĆ³n, decidieron que era el momento perfecto para que sus pequeƱas aprendan la mejor forma de derrotar a un hombre.
La mayorĆa de estas niƱas eran tan jĆ³venes que sus madres tuvieron que explicarles que los testĆculos son el punto dĆ©bil de los chicos, lo que las hizo prestar aĆŗn mĆ”s atenciĆ³n a los acontecimientos. Observaron con curiosidad como esas mujeres le quitaban la cadena de sus partes al hombre, que no dejaba de llorar.
- Si que les duele mucho. – dijo una viendo como una de esas mujeres lo pateaba en esa zona y el hombre se quejaba amargamente y Ćŗnicamente quedaba en pie gracias a las ataduras.
A pesar de lo visto, esa niƱa ni ninguna de las mujeres presentes podĆa imaginarse el inmenso dolor que sentĆa Daniel, que de haber sabido que los testĆculos podĆan provocarle semejante malestar, nunca hubiera salido a la calle sin una taza protectora, algo que tenĆa toda la pinta de que no iba a necesitar en un futuro.
En ese momento una de las jĆ³venes habĆa acaparado el objeto de diversiĆ³n sujetĆ”ndolo entre sus manos.
- Siempre me he preguntado una cosa. – le dijo a Daniel amasĆ”ndole el escroto- ¿Los huevos pueden intercambiar su posiciĆ³n? – preguntĆ³ antes de comprobarlo.
Las chicas reĆan y animaban a su compaƱera que forzaba los testĆculos a cambiar de lado mientras el hombre gritaba de dolor. Pero hacer esto no es naturalmente posible por lo que al soltarlos ambas gĆ³nadas volvĆan a su posiciĆ³n.
- Parece que tendremos que reblandecerlos un poco. – dijo la chica antes de darles un potente rodillazo que dejĆ³ a Daniel sin aire y con un tembleque de piernas bastante gracioso para las chicas.
Luego volviĆ³ a echarle mano a los huevos y lo intentĆ³ de nuevo. Con ambas manos y utilizando todas sus fuerzas hasta que por fin la tĆŗnica que separa ambos testĆculos se rompiĆ³ dando un chasquido que la chica sintiĆ³ en sus dedos, aunque no tanto como el propio Daniel, al que casi se le desencaja la mandĆbula al sentirlo. Las fĆ©minas observaron con satisfacciĆ³n como ahora el testĆculo derecho era el izquierdo y viceversa.
Por parte del hombre, a todo el dolor ahora se le sumaba la sensaciĆ³n de tener los testĆculos enredados entre sĆ, con el consiguiente dolor en todos los conductos internos que recorren su aparato reproductor. Por desgracia la tortura no quedĆ³ ahĆ y la joven se los agarrĆ³ de nuevo para darles una vuelta mĆ”s, a la tercera Daniel cantaba como una soprano y a la cuarta ya no podĆa respirar, hasta que a la quinta sus conductos deferentes no dieron mĆ”s de sĆ y se cortaron mutuamente.
Ya estaba hecho, Daniel habĆa sido castrado por unas chicas que por separado no hubieran supuesto amenaza alguna, pero que juntas le habĆan dado la peor de las torturas, que habĆa terminado de la peor manera posible para un hombre. Las jĆ³venes siguieron jugando con los testĆculos, moviĆ©ndolos libremente dentro del escroto mientras el hombre balbuceaba y lloraba por su masculinidad perdida
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