Celebracion de fin de año (2/2) - Las Bolas de Pablo

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27 dic 2019

Celebracion de fin de año (2/2)

Con esta publicación llegamos a la última entrega de historias por el 2019. Quiero darles las gracias por leer cada relato y seguir semana a semanas las publicaciones. Me tomaré unos dias de descanso y volveré a publicar nuevas historias desde el 04 de enero de 2020, día en el que el blog cumple 9 años... ¡vaya, bastante tiempo! FELIZ 2020.

CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

  La finca de los Chacón estaba repleta de todas las ramas de la familia, con un gran conglomerado de los hombres con los testículos más grandes y bonitos de la región o quizás del mundo. Era muy tarde en la noche y ahí solo quedaban algunos de ellos de pie todavía celebrando las fiestas de fin de año. Era bonito ver hasta tres generaciones diferentes conviviendo en un mismo lugar y todos compartiendo un gen común por ser familia.

   Pablo estaba hablando con su padre, Marcos. No tenía un físico tan notablemente parecido, al parecer en la mezcla genética de genes rececivos y dominantes la parte física predominó la madre. Pero sin embargo entre las piernas de Pablo colgaba todo lo que le hacía hijo de Marcos Chacón. Su padre era larguirucho mientras Pablo robusto y bajo. A pesar de que Marcos tenía 59 años, todavía conservaba una fresca gracia atractiva y salía a trotar por las mañanas. Pablo estaba vestido pero Marcos se encontraba desnudo, excepto por un par de calzoncillos ceñidos que guardaban su bendecida dotación masculina. De todos sus hermanos, era Marcos el más cojonudo.

   Pablo hizo una mueca. —¿Estás seguro que lo quieres hacer?

   Marcos sonrió mostrando una sonrisa encantadora. —Obvio que sí. Voy a demostrarle a esos tontos quien manda aquí.

   Pablo sonrió preocupado.—Espero que mamá cuando se entere al despertar no se vuelva una furia.

   Marcos se echó a reír.

   —A tu mamá le seguiré dando muchas noches buenas.

   Pablo se sonrojó y Marcos se echó a reír.

   Dereck y Gastón, pasaron aquellos días de navidad con sus familiares aprovechando esa atipica reunión después de muchos años. Horacio su hermano mayor se había ido junto a su esposa. Los hermanos Chacón Ferri estaban parados junto a su padre. Wilkar tenía 62 años, tenía el cabello un poco cano. No era tan musculoso como sus hijos, pero se veía genial a su edad. Mostraba con orgullo su cuerpo fornido y atlético, vistiendo pantalones cortos que se aferraron a sus piernas.

   Dereck miró la abultada entrepierna de su padre y murmuró: —100% hombre Chacón.

   —Con todas las de la ley —sonrió su padre.

   —No sabes lo que agradezco tu herencia genética —dijo Dereck, levantando una ceja—. Bastian nos ha enseñado mucho este tiempo.

   Su hermano Gastón se echó a reír. —¿Serás el más dotado de todos tus hermanos, papá?

   Dereck también lo miró fijamente.

   —El semental de todos. Cuando tenía la edad de ustedes me quitaba las mujeres a sombrerazos.

   Dereck inhaló profundamente y murmuró algo ininteligible.

   —¿Qué dices?

   —¿No tendremos por ahí otros hermanos que aún no conozcamos, cierto?

   Wilkar Chacón se echó a reír sonrojándose sin poder dar una respuesta que lo más probable es que resultase positiva.

   Germán Chacón o el poco conocido como hijo menor de Bastian estaba ayudando a su padre a desnudarse. Bastian se quitó la ropa a toda prisa y se la entregó, quien la dobló y la colocó en el suelo en una pequeña pila.

   Germán llevaba pantalón negro y camisa blanca. Su cabello negro estaba corto.

   Bastian, despojado de sus apretados pantalones no tenía problemas en lucir su obscena virilidad. El macho estiró la delgada tela de sus calzoncillos para acomodar su pene y las dos enormes albóndigas que lo acompañaban. Se aclaró la garganta y dijo:

   —Bienvenidos a la competencia, hermanos y amados sobrinos —sonrió—. Las reglas son simples. Los padres proporcionan las bolas, los hijos las van a destruir.

   Germán, Pablo y los Chacón Ferri aplaudieron.

   —Obviamente, sería injusto si ambos jugaran, Dereck y Gastón, ¿cuál de ustedes lo hará?

   Dereck levantó la mano un poco decepcionado. —Yo me salgo.

   Wilkar palmeó con orgullo el hombro de su hijo.

   —Muy bien —continuó Bastian mostrando tres pajitas en el puño—. Quien tenga la paja corta puede elegir a un papá.

   Dereck sonrió de alegría cuando sostuvo triunfante la pajita corta.


   —Eligo golpearte a ti Bastian.

   Germán lo fulminó con la mirada.

   —Esta bien, lo acepto, es Dereck vs. Bastian. Eso deja a Germán contra Marcos y Pablo contra Wilkar. El perdedor es el primer padre que se rinda, caiga al suelo, dispare su lefa o pierda al menos una hueva. Así que tendremos un perdedor y dos ganadores.

   —Bien —dijo Marcos.

   Pablo lo miró mordiéndose el labio inferior.

   —No te preocupes, ganaré —le aseguró Marcos.

   Dereck caminó hacia Bastian, mirando sin vergüenza su entrepierna ahora desnuda.

   Bastian tragó saliva. —Hola —dijo.

   Dereck no levantó la vista. —Te ves genial —dijo.

   —Um, gracias —murmuró Bastian.

   —Vamos a divertirnos mucho —aseguró Dereck.

   Bastian se aclaró la garganta y miró a su alrededor, buscando a su hijo. Pero Germán se había apartado de su lado y estaba de pie junto a Marcos, su objetivo designado.

   Germán agarró el impresionante bulto en los calzoncillos de Marcos con su mano derecha, tratando de sentir la virilidad de su guapo tío. Pesó sus testículos en la mano y apretó la punta de la polla de Marcos.

   Finalmente, Germán dijo: —Creo que esto funcionará.

   Marcos abrió la boca para decir algo, pero Germán simplemente se inclinó y bajó sus calzoncillos, haciendo que los genitales de Marcos se dejaran caer al aire libre.

   Germán asintió con la cabeza. —Entonces, ¿qué deseas? ¿Quieres que te ordeñe o asesine una de tus bolas?

   Marcos parpadeó.

   —¿Cuándo fue la última vez que te corriste? —preguntó Germán cortésmente.

   —¿Y qué te importa a ti, mocoso? Te cambie los pañales.

  —¿Cuándo fue la última vez que te corriste?

   —El día de navidad —dijo Marcos lentamente.

   Germán sonrió. —Productivo. Para la fecha ya tienes suficiente lefa acumulada, he leído los estudios de mi padre. Supongo que sacaremos una buena y leche de tus huevos, ¿eh?

   Mientras tanto, Pablo se había acercado a Wilkar, mirando sus pantalones con expresión de desaprobación en su rostro.

   —¿Te gusta lo que ves? —sonrió Wilkar.

   Pablo hizo una mueca. —No particularmente, no.

   —Que tonto eres, Pablo Alejandro.

   Pablo puso los ojos en blanco. Retiró la pretina del pantalón corto de Wilkar y miró dentro.

   Wilkar levantó las cejas.

   —No está mal —murmuró Pablo—. He visto cosas peores —arrugó la nariz. —. Aunque huele a viejo. Seguro tienes la leche en polvo.

   Wilkar gruñó. —¡Pequeño idiota!

   Pablo se echó a reír. 

   Dereck cayó de rodillas y apretó el puño. Bastian lo miró, con expresión de miedo mientras sus enormes cojones colgaban debajo de su gorda polla.

   Pablo dio un paso atrás, mirando los pantalones cortos de Wilkar.

   Germán chasqueó los nudillos y le guiñó un ojo a Marcos, quien sonrió con ansiedad. Sus calzoncillos colgaban alrededor de sus tobillos.

   Los tres jóvenes hicieron sus respectivos movimientos simultáneamente. El puño de Dereck se estrelló contra las gigantescas bolas de Bastian con un golpe duro, Pablo pateó la entrepierna de Wilkar, y Germán agarró las bolas desnudas de Marcos con la mano y apretó con fuerza.

   El resultado fue un desconcertante coro de aullidos y gritos en lo que las seis bolas de los hombres más viejos fueron aplastadas con fuerza implacable.

   Bastian gimió de dolor cuando Dereck abusó de sus grandes y jugosas albóndigas con un aluvión de golpes, alternando su puño izquierdo y el derecho con una coordinación experta. El saco de pelotas de Bastian rebotaba salvajemente como Dereck envió sus puños hacia sus testículos.

   Gastón estaba de pie junto a su hermano, animándolo. -¡Vamos, aplasta esos cocos! ¡Hazlo vomitar en su propio esperma! ¡Basura!

   Dereck se concentró en el saco rebotando de Bastian, golpeando sus gordas ciruelas con fuerza salvaje.

   Bastian estaba luchando por mantener sus manos detrás de la espalda, sus abdominales estaban contrayéndose, respirando pesadamente y gimiendo de dolor.

   —¡Sí! —gritó Gastón—. ¡Vengate, acaba con él!

   Junto a ellos, Pablo estaba causando estragos en las gónadas de Wilkar. La punta de su zapato se estrellaba contra el suave bulto una y otra vez, haciendo que gritara a todo pulmón. Pablo pateó sus pelotas como un jugador de fútbol de clase mundial. Como en algún momento le enseñó su primo Lucas.

   Wilkar gruñó y gimió. Parecía estar un poco distraído mientras miraba a sus hijos masacrando la amplia virilidad de Bastian.

   —¡Sí! —gimió roncamente cuando el pie de Pablo chocó con sus preciosas albóndigas de 62 años—. Arruinalo, Dereck, romper sus huevos! Acaba con sus sueños.

   Pablo miró enojado a Wilkar y aumentó la fuerza, levantándolo con sus patadas, llenando el jardín  con los golpes sordos de su pie.

   —Cállate —gruñó Pablo, golpeando a Wilkar en los testículos con una fuerte patada que hizo que su tío gritase de dolor.

   —Sí, eso es, Pablo, ¡revienta sus viejas bolas caídas! —gruñó Marcos, haciendo una mueca de dolor.

   Germán tenía las dos preciosas bolas de Marcos en un apretón letal. Sus dos manos las estaban exprimiendo, la punta de sus dedos se ponían blancas moliéndolas y aplastándolas como uvas.

   Marcos apretó los dientes, gruñendo de dolor, gotas de sudor recorrían su pálido rostro. Sus cabellos comenzaron a humedecerse con su transpiración y dejó escapar angustiados gemidos.

   —¡Dale una patada fuerte! —gimió Marcos—. Parte en dos sus papas!

   Germán levantó la vista, con expresión molesta en su rostro. Giró las ñemas de Marcos en direcciones opuestas, haciendo que se callara de inmediato. Sus ojos se volvieron hacia adentro y dejó escapar un gemido cómico.

   Estuvo inmensamente satisfecho con la reacción de Marcos y sostuvo el escroto  en su palma izquierda, su pulgar presionó sus gónadas hasta el fondo, haciéndolas hincharse obscenamente. Sin más preámbulos, apretó el puño y envió un puñetazo a la virilidad de Marcos, aplastando sus fuertes órganos ovoides contra la palma de su mano. Logrando que gimiera de agonía.

   El ruido hizo que Pablo mirara a su padre. Lanzó una patada final entre las piernas de Wilkar, atrapando sus dos cojones de lleno. Wilkar gimió de dolor y se dobló, agarrándose la entrepierna.

   —Aleja las manos, tío —gruñó, apartando los dedos de Wilkar de su virilidad. Entonces Pablo deslizó su mano en los pantalones cortos de Wilkar y cerró los dedos alrededor de sus preciosos genitales.

   Los ojos de Wilkar se abrieron y gritó de dolor cuando las uñas de Pablo se apretaron en su huevera. No queriendo trabajar a ciegas, Pablo agarró bruscamente la pretina de los pantalones cortos y los bajó hasta los muslos, dejando al descubierto las huevas de Wilkar. Pablo tiró del saco de papas antes de cambiar su técnica. Aparentemente, la forma en que Germán había reventado las bolas de su padre le parecía eficiente y fácil. Agarró las toronjas familiares con ambas manos y comenzó a halar, apretar y torcer.

   —¡Joder! —gritó Wilkar.

   —¡Saca la leche de sus huevos! —gritó Gastón mientras su hermano golpeaba los enormes cocos de Bastian.

   Dereck lanzó un malvado uppercut a las bolas rápidamente hinchadas de Bastian, haciendo que los ojos del tío se cerraran cuando su boca se abrió para dejar salir una tos ronca.

   Su gruesa polla comenzó a levantarse lentamente frente a la cara de Dereck. Un pequeño hilo de delicioso presemen se estaba escapando de la punta, bajando lentamente hacia el suelo.

   Otro uppercut duro y bien dado encontró camino a las gónadas colgantes de Bastian, embistiéndolas contra su cuerpo y haciendo que dejara escapar un aullido estrangulado. Su polla se crispó y continuó elevándose.

   —¡Sí! —gritó Gastón-. ¡Azota esas campanas! ¡Aplastalas!

   Dereck murmuró algo ininteligible mientras continuaba golpeando los pobres testículos de Bastian. Ahora que su polla estaba fuera del camino, se hizo mucho más fácil golpear sus cojones.

   Bastian dejó escapar un aullido agudo. Su polla estaba dura como roca, apuntando al techo y balanceándose perezosamente de lado a lado mientras el traumatismo de sus testículos continuaba.

   Cuando Dereck golpeó la gorda gónada derecha de Bastian con un poderoso golpe, Gastón miró a su padre cuyas rodillas se estaban debilitando. Sus bolas eran amasadas implacablemente por los dedos de Pablo.

   La polla flácida de Wilkar se encogió cuando Pablo aplastó sus testículos con ambas manos, tirando de su saco y retorciendo sus pobres gónadas con toda la fuerza que podía reunir.

   Wilkar gritó de dolor. Sus bolas parecían estar listas para salir de su saco en cualquier momento.

   —¡Vamos, papá! —gritó Gastón.

   Wilkar gimió cuando Pablo tiró y tiró de su sensible escroto hacia abajo lo más que pudo. Pablo gruñó de esfuerzo mientras estiraba la piel de Wilkar, aplastando sus suaves testículos.

   Gotas de sudor corrían por la cara dolorida de Wilkar. Su pálido rostro indicaba que podría vomitar en cualquier momento. Estaba jadeando y gimiendo, tratando desesperadamente de resistir la fuerza de Pablo.

   —¡Papá, vamos! —gritó Gastón.

   Pablo miró a Gastón con sonrisa maliciosa. —No te preocupes. Tu papá ya no puede hacer más hijos.

   Gastón lo miró fijamente.

   —Esas bolas viejas y caídas no van a aguantar mucho más —murmuró Pablo, concentrándose de nuevo en las gónadas de Wilkar, amasándolas entre sus dedos.

   Wilkar gritó.

   —Lo siento, uno de ellos va a explotar —gruñó Pablo—. El izquierdo se siente blandito —miró a Wilkar y sonrió inocentemente. —¡Mejor te rindes, tío!

   —¡No, no lo hagas! —gritó Gastón—. ¡No te rindas, papá! —se volvió de nuevo hacia su hermano y gritó—. ¡Acaba con él, termina con él! Vamos, acaba con él.

   Era muy obvio que Dereck se estaba cansando de las distracciones constantes de Gastón. Interrumpió los implacables golpes a los genitales de Bastian por un breve momento para sólo golpear con su codo la abultada entrepierna de Gastón, callándolo al instante.

   Los ojos de Gastón se hincharon y dejó escapar un lamentable jadeo antes de agarrar su entrepierna y doblarse.

   Dereck sonrió y continuó trabajando en las bolas de Bastian.

   Bastian gimió de dolor y miró a su hijo, con la desesperada esperanza de que pronto destruiría la vida sexual de Marcos y así terminaría con la competencia.

   Tenía motivos para esperar, ya que Germán había pasado de golpear a patear. Se había quitado los zapatos y estaba parado frente a Marcos, golpeando una patada tras otra en su entrepierna.

   Las bolas de Marcos parecían muy hinchadas cuando el pie desnudo de Germán se estrellaba contra ellas una y otra vez, aplastándolas contra su cuerpo y haciéndole gemir de dolor.

   Germán parecía un jugador de fútbol experimentado, manteniendo los ojos en las pelotas en todo momento y golpeando las gónadas de Marcos en ángulo perfecto.

   Marcos chilló de dolor cuando sus toronjas fueron golpeadas brutalmente por las patadas de Germán.

   Wilkar estaba luchando por mantenerse de pie.

   Marcos sudaba como cerdo

   La vara monstruosa de Bastian estaba goteando como un grifo dañado.

   El jardín sonaba de angustiados gemidos y chillidos estridentes acompañados de gruñidos y risas triunfantes cuando uno de los jóvenes daba un golpe desagradable a los viejos.

   Era cuestión de tiempo para que uno de los padres cayera.

   Germán aumentó la fuerza de sus patadas, levantando a Marcos del suelo y haciéndole llorar de dolor.

   Al ver que su padre no podría soportar tanto dolor, Pablo dio un paso radical. Y comenzó a incrustar una rodilla tras otra mientras saltaba en las bolas del tío.

   Un grito desgarrador escapó de los labios de Wilkar.

   Tanto Germán como Dereck se detuvieron por un segundo, mirando a Pablo con incredulidad.

   —Cabrón —dijo Gastón.

   Dereck miró la enorme erección de Bastian. Brillaba con presemen y temblaba violentamente.

   —Falta poco —susurró Gastón—. Saca su leche.

   Otro chillido estridente de su padre hizo que Dereck volviera a usar su puño. Golpeó las doloridas e hinchadas albóndigas de Bastian con toda la fuerza que pudo reunir.

   Bastian gritó de dolor.

   Germán pateó las delicadas esferas de Marcos intentando enviarlo con su pie a China.

   En pleno vuelo, Marcos dejó escapar un gemido digno de una señorita.

   Pablo crujió las bolas de Wilkar, con un sonido aterrador.

   La voz de Wilkar se quebró y sus ojos comenzaron a cruzarse.

   Dereck lanzó otro golpe al escroto de Bastian. Fue  el límite y su cuerpo se convulsionó violentamente.

   Fue un final de foto.

   Las bolas de Bastian se acercaron a su cuerpo.

   Los ojos de Wilkar se volvieron hacia su cabeza.

   Marcos cayó hacia atrás, torciéndose el tobillo.

   Las bolas de Bastian se contrajeron, preparándose para propulsar el primer chorro de potente lefa.

   El cuerpo de Wilkar se hundió en el suelo.

   Marcos tropezó y perdió el equilibrio.

   Todo fue cuestión de segundos.

   Primero, Wilkar golpeó el suelo, seguido inmediatamente por Marcos que se derrumbó junto a él y Bastian disparó un cañonazo de semen blanco..

   Wilkar y Marcos se acurrucaron en el suelo, agarrando sus doloridos testículos y gritando en agonía.

   Bastian también estaba gritando, pero se mantuvo de pie, congelado como una estatua en lo que su pene vomita grandes cantidades de esperma blanco y cremoso. Su miembro se retorcía violentamente, sus testículos de gran tamaño se contraían mientras bombeaban más de una docena de chorros de su pegajosa leche.

   Dereck se dio cuenta de que había perdido y golpeó con rabia las bolas de Bastian lo más fuerte que pudo.

   Bastian dejó escapar un potente grito mientras salpicaba a Dereck con su copioso jugo masculino.

   Dereck jadeó cuando un espeso chorro de crema lo golpeó en la cara, seguido de otro que se abrió paso en su garganta abierta.

   Para cuando las bolas de Bastian quedaron vacías, Dereck estaba literalmente empapado. Su ropa y su cabeza parecían como si alguien le hubiera vertido una pinta de leche.

   Gruesas gotas de esperma cayeron lentamente al suelo mientras Dereck se limpiaba cuidadosamente los ojos con las manos para liberarlos del semen salado de Bastian.

   Las rodillas de Bastian temblaban. Lentamente se dejó caer al suelo, jadeando fuerte y gimiendo. Agarró sus pelotas con ambas manos. Las últimas gotas de semen corrieron lentamente por su grueso falo.

   Dereck parecía un poco desorientado.

   Su hermano había comprendido completamente la situación. —Papá perdió —suspiró Gastón.

   —¡Sí! —gritó Germán felicitando también a su primo Pablo, que parecía orgulloso y feliz.

   —¡Bien hecho, papá! —sonrió Pablo.

   Germán miró a su padre. —También lo hiciste bien —observó a Dereck que estaba empapado de esperma—. Aunque eso era probablemente necesario...

   Dereck levantó las cejas.

   —Papá perdido —dijo Gastón lentamente—. Se le partieron las bolas.

   Dereck gimió. —¿Sí?

   —Sí —asintió Gastón—. Lo que estoy diciendo.

   —Callense par de tontos —gruñó su padre.

   Gastón y Dereck volvieron la cabeza.

   Wilkar gimió de dolor.

   Gastón se acercó a su padre e inspeccionó cuidadosamente sus bolas hinchadas. —Uno y dos...

   —Están hinchados pero estoy bien. Bastian siempre nos corroboró que los testículos Chacón son especiamente duros.

   Marcos se balanceaba de un lado a otro, acariciando sus doloridas gónadas. Gimió con voz tensa.

   Los hijos se acercaron a sus respectivos padres para ayudarlos a sentarse y trasladarlos a un sitio cómodo dónde pudieran recuperarse en esa fría madrugada de diciembre.

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