Agradezco a Fabián Urbina por la 1ra idea para este relato.
Marcos Chacón era el apuesto padre de Israel, Simón, Pablo y Jenny. Un
arquitecto de 60 años que desde hace pocos años había decidido jubilarse para
dedicarse a visitar la hacienda familiar, su casa de la playa o simplemente
disfrutar de sus nietos. Sin embargo 6 meses atrás la constructora que siempre
dirigió con soberbia profesionalidad volvió a requerir de sus servicios para
que volviera a la presidencia y la ayudara a recuperarse después de una mala gestión.
Chacón supo llevarla de nuevo a la cúspide. No obstante una mañana estaba
preocupado.
Caminaba de un lugar al otro en su oficina de presidencia pues tenía el
presentimiento de que un gran negocio no iba a poder concretarse.
El admirable caballero lucía un brilloso calzado negro, un pantalón de
ejecutivo gris que torneaba unos fuertes muslos que cada mañana de lunes a sábado
ejercitaba al salir a trotar durante largos años y una camisa blanca que
aseguraba el robusto pecho que a sus 60 años todavía estaban duros y firmes al
igual que sus bíceps dotados de potentes músculos. El saco de su traje que lo
aseguraba como un sexy abuelo reposaba en el espaldar del asiento.
—Parezco un novato, ¡carajo! —se quejó el padre de Pablo—, no entiendo el
por qué de mi nervio. He cerrado negocios tan buenos como el de hoy.
—Será porque es el contrato más sustancioso que ha tenido desde su regreso
a la constructora, señor —respondió Franklin acomodándose el lente de botella
que colgaba de su nariz.
Marcos Chacón se le quedó mirando fijamente y negó con la cabeza. El señor le
dio la espalda y se dedicó a usar su smartphone apoyado contra la pared para
ayudarse a anudar su elegante corbata.
Franklin sonrió, observando a gusto la elegante figura de su jefe. Le
regalaba un buen perfil donde se dibujaba la curvatura de sus firmes nalgas y
la elevación del bulto de sus genitales. El joven asistente suspiró y contuvo
excitarse para no inflar su pene con una erección. Por años la señora Jenny de
Chacón se encargó de que su marido tuviera asistentes del sexo masculino pues
se atormentó de descubrir a su juguetón marido teniendo romances con algunas
féminas.
—¡Ay, mierda! —dijo Marcos, batiendo su corbata al aire—. ¡No puedo ni
sujetarme esta idiotez! Maldito negocio no me ha dejado dormir en dos días.
—Señor Marcos, todo saldrá a pedir de boca. Estamos al día. Permítame que
le ayude a poner la corbata.
Marcos suspiro resignado y permitió que Franklin se acercara a él y le
permitiese sujetar la corbata al cuello.
—No tiene por qué estar nervioso, señor Chacón —afirmó Franklin pasando la
tela por encima del cuello de la camisa de su jefe. A tiempo su vista se fijaba
en los deliciosos labios de Marcos y parte de su cuello—. Desde que lo llamaron
y volvió a la presidencia, usted sacó a la empresa de esas cifras rojas en las
que se hundía. Todos estamos orgullosos de usted. Fíjese que los anteriores
socios han regresado y el negocio de hoy se cerrará con éxito —paralizó su
faena dejando el extremo grueso de la corbata más abajo. Trasladó su mano a los
amplios hombros de su jefe—. Está muy
estresado, señor Chacón.
—Sí, solo quiero salir de la reunión y encontrarme descansando en casa.
El olor a caro perfume proveniente de Marcos, el contacto con su elegante
ropa y las manos sobre su cuerpo hicieron una mezcla de respuestas eróticas
dentro del asistente Franklin, que mirando a los ojos de su jefe respondió con
una voz suave no empleada nunca en el poco tiempo trabajando para el
arquitecto.
—Sí usted me lo permite yo puedo hacer
muchas cosas para verlo relajado y feliz. Lo que usted quiera.
Marcos Chacón lo observó y respondió con un fuerte empujón al pecho de
Franklin.
—¿Qué demonios te ocurre, Gutiérrez? No
te vayas a confundir conmigo.
Marcos caminó hacia un lado con el ceño fruncido.
Franklin simplemente se le quedó siguiendo con la mirada, bebiéndose la
espalda de su jefe y el culo guardado en el pantalón. Durante meses se encargó
de sobresalir con sus labores y no obtenía más que felicitaciones, él solo quería más, aunque fuera por esa
mañana.
—Señor Chacón, entienda usted está muy estresado. Así no puede ir a la
junta. Sepa que yo puedo hacerle sentir bien. Nunca he hecho mal mi trabajo,
puede confiar en mí. Nadie se enterará de mis infalibles trucos
para que se relaje.
Marcos lo miró con ojos centellantes.
—¡Si quiere conservar su trabajo cállate y salga de aquí, carajo!
—Señor Marcos, no entiendo por qué me rechaza. ¿A caso no se fija en lo
bueno que soy? ¿Que siempre me he esforzado para que vea lo bueno en mí?
—¡Sal de aquí, Franklin! —furioso Marcos continuó dándole la espalda y
procedió a utilizar la pantalla táctil del SmartPhone.
Franklin miró hacia el suelo y comenzó a caminar, para salir, debía pasar tras Marcos, lo hizo, pero su paso se desvío tras su jefe, rápidamente su mano pasó entre las piernas del hombre y no le dio tiempo de reaccionar, cogió el extremo grueso de la corbata y la levantó hacia atrás aplastando con ella las grandes bolas del jefe.
—Aaaaaah —respondió Marcos con un gemido de angustia. Cerró sus ojos y dejó caer el celular sobre un soporte.
—Me cansé de que me ignores —afirmó Franklin—, de nada ha servido
esforzarme en mi trabajo para que me des la ley del hielo. Consigo que estás
estresado, te ofrezco un momento para que te relajes y me respondes de forma
grosera. ¡Malagradecido!
El secretario tiró de la corbata de Marcos logrando que los grandes testículos
del jefe se aplastaran en su cuerpo, mientras Marcos chillaba de dolor.
Naturalmente, el dolor de la corbata haciendo mella en las inmensas papas
del señor Chacón no era tan intenso como el dolor de una patada, pero le
provocaban un dolor testicular que había experimentado antes.
Su rostro se llenó de dolor, Franklin volvió a extender la corbata.
—Quítese la camisa, señor Marcos.
—¡¿Qué?!
—Quítese la camisa.
—¡No! ¡Estás despedido, hijo de puta!
Franklin abrió los ojos sorprendido. En respuesta, levantó el extremo
grueso de la corbata entre las piernas de Marcos, haciendo que el señor abriera
la boca y su vista perdiera el foco mientras su rostro se volvía blanco como
una sábana.
—Lo bueno es que ya tuvo hijos, señor Chacón.
Marcos chilló, con perlas de sudor acumulándose en su frente comenzó a
obedecer. Se desabotonó la camisa. Franklin sonrió de satisfacción, y susurró
algo en la oreja de su jefe, cuando lo hizo, no pudo evitar arregostar su
erección contra las duras nalgas de Marcos.
—Así me gusta, señor Chacón. Verá que después de este momento se va a
relajnar tanto que parecerá que estará drogado de placer al momento de la junta.
La camisa de Marcos Chacón voló por el aire para responsar sobre una silla,
el elegante y atractivo Marcos quedó con el pecho desnudo en la oficina,
todavía tenía puesta la corbata que cada vez que Franklin quería le cercenaba
los testículos.
El secretario trasladó su mano al cinturón de su jefe.
—¡Hey!
—Ahora el pantalón, señor Chacón.
Marcos parecía que estaba a punto de vomitar. —Está bien —susurró con voz apagada.
Franklin retrocedió para ver como Marcos se quitaba el pantalón, la vista
era increíble. El atractivo semental de 60 años quedó semidesnudo, vistiendo
sus calcetines negros, zapatos, su corbata y un bóxer que sostenía su inmensa
huevera y una polla semi dura. El pantalón fue a dar sobre la mesa.
Franklin se extasió y haló para sí la corbata entre las piernas del señor
Chacón.
Aplastó los testículos del padre de Pablo, haciendo que el hombre se
inclinara hacia adelante producto del dolor y arregostando sus nalgas a la
erección de Franklin.
Los ojos de Marcos se hincharon y sus mejillas se agrandaon mientras dejaba
escapar un gemido de dolor.
—Esto es para que aprendas a aceptar mi oferta —dijo Franklin.
Sintiendo que no podía valerse, Marcos cayó de rodillas, agarrándose los
huevos y gimiendo de dolor. —Mis bolas —gimió—, lárgate de mi vista,
gilipollas. Estás despedido.
Franklin se echó a reír a carcajadas.
Marcos Chacón lo ignoró y comenzó a caminar a gatas hacía su escritorio,
Franklin tuvo la oportunidad de patear sus grandes huevos,
pero no se atrevió a tanto (aunque según él, el señor Chacón se lo merecía
después de tantos desplantes). Marcos se subió a su asiento donde reposó
quejándose y amansando sus huevos.
—Lárgate, huevón —masculló.
Franklin se quedó de pie inmóvil, contemplando como el gran pecho de su ex
jefe subía y bajaba. Tenía unos hermosos pectorales, muy grandes y duros. Todo
el cuerpo de Chacón lo hacía excitar. Caminó adelante y se plantó frente a su
jefe.
—¿Qué quieres, payaso? —interrogó Marcos acunando sus gónadas.
—Retribuir mi falta —respondió Franklin arrodillándose entre las piernas
del gran señor.
Franklin sacó su lengua y comenzó a pasarla por los fuertes muslos de
Marcos, ël inmediatamente gimió y apartó sus manos de la entrepierna, dejándola
expuesta al glotón secretario. Su verga se puso dura queriendo la acción
necesaria y pronto la iba a recibir, pues Franklin subía su cabeza a pocos
centímetros.
Después de varios días sin sexo, mortificado por aquella junta, Marcos no
pudo más, que someterse a la homoerótica lujuria.
Franklin fue subiendo con su lengua por la pierna, hasta que llegó al falo Chacón: una tiesa y fornida banana llena de venas, empezó a darle besos, jugando con su lengua recorriéndole el tronco y dándole unas miradas a Chacón que se dedicaba a gemir. El sabor del presemen fue a parar en la lengua de Franklin cuando le chupó la cabeza de la polla.
Se metió hasta el fondo de su garganta la inmensa polla del señor Chacón,
arrancando de sus labios un estremecimiento de placer.
El eficiente secretario se dedicó a lamer la verga de Marcos con magistral
experiencia. Marcos se aferró al reposa brazos de su asiento, tenía los ojos
cerrados y la boca abierta sintiendo en el interior de su cuerpo los deliciosos
espasmos orgásmicos, ya no había espacio para el dolor de huevos.
Marcos empezó a retorcerse, sentía cosquilleo en los genitales mientras su
pene recibía todo el placer del mundo. Sentía cómo la cabeza de Franklin se
hundía entre sus muslos. Marcos contuvo la respiración y cuando estaba en la
cúspide del placer no pudo evitar un grito de emoción, mientras una descarga de
leche con sabor a aguacate inundaba la boca de Franklin, el goloso y atractivo
muchacho no dudo en probar el fantástico jugo del atractivo patriarca Chacón.
Marcos quedó completamente relajado de aquella íntima reunión. Cerró
los ojos disfrutando de los últimos momentos en los que le comían la verga.
Finalmente se sentía relajado después de días de absoluta tensión.
La reunión que tuvo dos horas más tarde fue un auténtico éxito. Asistió muy seguro de sí, con los apuntes necesarios, su elegante ropa acentuada con una fina corbata le resaltaron la responsabilidad que profesaba. Marcos Chacón regresó muy contento a la oficina de presidencia, Franklin estaba en su pequeña oficina recogiendo sus pertenencias cuando Chacón ingresó.
—No voy a permitir que te vayas —dijo.
Franklin sonrió de emoción.
—Pero sí serás transferido de oficina.
Franklin afirmó con la cabeza aceptando su suerte. Quiso patear en las bolas al señor Chacón para hacerle sentir su inconformidad de traslado, pero se contuvo de hacerlo, además recibió un fraterno abrazo de Marcos. El joven era bastante precavido y el trato que le había dado al presidente de la empresa solo iba a quedar entre ellos dos.
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