Escrito por: FabiƔn Urbina
Cada aƱo, Toby Silvestre
organizaba una competencia para conseguir un nuevo novio. Para ello, convocaba
a un grupo de galanes de Instagram de todo el mundo. Su padre, el billonario
Ezequiel Silvestre, dueƱo de la minera mĆ”s grande del paĆs, le habĆa regalado
una mansiĆ³n en el campo para que el joven veinteaƱero diera rienda suelta a sus
fantasĆas y a su potente libido.
Ese aƱo, Toby se deleitĆ³
con una competencia de superhĆ©roes. Pero no serĆa como la del aƱo anterior,
cuando puso a luchar entre sĆ a treinta galanes hasta que un ardiente egipcio
se hizo con el triunfo. En esta ocasiĆ³n, el mismo Toby se encargarĆa de
derrotar a cada uno, hasta que sĆ³lo uno quedara en pie.
Luego de dos dĆas, Toby
eligiĆ³ a veinte sujetos y los hizo traer a la mansiĆ³n. En la parte posterior de
la residencia, los veinte galanes encontraron una carpa con bebidas,
casilleros, duchas y un nĆŗmero igual de guardias. Toby los observaba desde una
discreta cĆ”mara. AsĆ confirmĆ³ que habĆa hecho una perfecta selecciĆ³n. Los habĆa
de todo tipo, incluso uno que parecĆa vikingo al que Toby creyĆ³ reconocer.
Irving, el mayordomo,
vestido con traje italiano y micrĆ³fono de diadema, entrĆ³ a la carpa, se colocĆ³
sobre un estrado y comenzĆ³ a hablar.
—Caballeros, bienvenidos
al torneo. Luego de ducharse y vestirse con trajes de superhƩroes, se
adentrarƔn en el laberinto inglƩs de cinco mil metros cuadrados que estƔ atrƔs.
AllĆ”, nuestro anfitriĆ³n tratarĆ” de vencer a cada uno. Si lo consigue, serĆ”n
retirados del torneo. El superhƩroe que logre evadir el ataque ganarƔ el premio
de diez mil dĆ³lares.
Un musculoso japonƩs
levantĆ³ la mano.
—No sabĆamos que nos
atacarĆan. ¿Y si salimos heridos?
—Oh, descuida. Esto es un
juego. Y nuestro anfitriĆ³n es un joven frĆ”gil que no harĆa daƱo a una mosca.
DespuƩs, los galanes se
ducharon y se pusieron los ajustados trajes que acentuaban su figura
cautivadora. En la entrada del laberinto, Irving les presentĆ³ al anfitriĆ³n, un
chico enmascarado, delgado y elegante, vestido con trusa roja, tenis, un
micrĆ³fono en la oreja y una mochila a la
espalda con “objetos divertidos”.
—¿QuĆ© tal,
supersementales? Soy Smartboy. Yo me enfrentarƩ a cada uno de ustedes y los
vencerƩ sin causarles ninguna herida o malestar innecesario. Pero, puesto que
ustedes son fĆsicamente superiores, deberemos equilibrar esa desventaja. Por
eso, todos recorrerƔn el laberinto con los ojos vendados.
Los guardias les vendaron
la vista con una especie de cinturones negros.
—Les advierto —continuĆ³
Toby— que cada vendaje tiene un dispositivo que me dirĆ” si se lo quitan. Si lo
hacen, perderĆ”n. AsĆ que no hagan trampa, superamigos.
Los guardias los tomaron
del brazo y los condujeron a la entrada del laberinto.
—SĆ³lo caminen hacia adelante y no traten de formar parejas o grupos. Esto serĆ” un trabajo individual. Entonces... ¡Que comience el juego!
Los sementales comenzaron
a avanzar torpemente e incluso algunos cayeron. Toby observĆ³ esto muy
divertido.
Gracias a sus zapatillas
de aire comprimido, sus pasos resultaban inadvertidos para los guapetones.
Todos lucĆan muy sensuales con los ajustados trajes que resaltaban sus mĆŗsculos
y, sobre todo, su Ć”rea genital, gracias a un diseƱo especial que incluĆa una
copa que separaba y realzaba el pene y los testĆculos.
Toby decidiĆ³ iniciar con
un chino de traje verde. Se colocĆ³ frente a Ć©l y le metiĆ³ un puƱetazo en su
entrepierna que le sacĆ³ el aire y lo tumbĆ³ en el piso. Dos guardias se lo
llevaron mientras Irving lo marcaba como eliminado en un tablero digital.
La trusa roja de Toby
marcaba una gran protuberancia, pues nada lo excitaba mƔs que someter a tipos
mƔs grandes que Ʃl.
Luego llegĆ³ el turno de
un hindĆŗ. El joven de piel cobriza portaba un traje amarillo con rayas negras.
Toby sacĆ³ un mazo de juguete de su mochila y lo hundiĆ³ en sus pelotas por la
espalda. El hindĆŗ maldijo en swahili y se hincĆ³ lentamente mientras protegĆa
sus bolas con las manos.
Dos Ɣrabes, uno con traje
morado y otro con ropa de luchador, caminaban tomados de la mano, lo que
molestĆ³ a Toby. Se colocĆ³ frente a ellos boca arriba, aguardĆ³ a que se
acercaran y aplastĆ³ esos dos pares de bolas con sus pequeƱos pies.
DespuĆ©s, Toby se metiĆ³
por una curva y ahĆ encontrĆ³ a un argentino muy alto con alas de Ć”ngel. Casi le
dio pena tener que vencerlo, pero sintiĆ³ sumo placer cuando lo tirĆ³ al piso con
una sencilla patada en sus partes viriles.
De inmediato tuvo antojo
de chocolate, asĆ que buscĆ³ a uno de los hombres negros. El tipo de antifaz y
traje blanco estaba detenido con los puƱos sobre la cintura. Cuando Toby vio su
gigantesco paquete genital, su apetito se despertĆ³ con furia, asĆ que se hincĆ³
frente al tipo, le sujetĆ³ las nalgas y rĆ”pidamente dio una fuerte mordida a las
dos bolas de chocolate. Su alarido y su gruƱido le hicieron saber a Toby que el
semental estaba acabado.
Luego quiso compensar el
chocolate con vainilla, por eso se fijĆ³ en un espaƱol de piel blanca. El joven
valenciano alto, esbelto y rapado estaba tratando de salir de un rincĆ³n. Su
traje rojo con rayas doradas era idƩntico al de un personaje de Fortnite. Toby
le sujetĆ³ la mano y le hizo dar vueltas hasta que lo mareĆ³. Cuando el joven
comenzĆ³ a perder el equilibrio, Toby le asestĆ³ un cabezazo en las bolas que le
produjo unas tremendas nƔuseas.
El grito de dolor atrajo
a un japonĆ©s musculoso con traje negro de hombre gato. Toby imitĆ³ el maullido
de un minino y llamĆ³ la curiosidad del asiĆ”tico. Mientras el portentoso
semental se acercaba, Toby se colocĆ³ un guante con uƱas de plĆ”stico que encajĆ³
con fuerza en los lechosos testĆculos del chino.
Con la adrenalina a tope,
Toby pensĆ³ en eliminar a varios de una sola vez.
—¡Amigos, vengan, hallĆ©
una salida! —gritĆ³ con voz fingida a cinco superhĆ©roes que andaban por ahĆ—.
Vengan, es por aquĆ.
—¿CĆ³mo lo sabes, si
tienes los ojos vendados? —preguntĆ³ un boliviano robusto de piel cobriza.
—Porque soy diseƱador de
jardines —respondiĆ³ Toby—, asĆ que conozco bien estos laberintos de arbustos.
Los guapetones se
mostraron conformes y dispuestos a seguirlo.
—Pero, escuchen —pidiĆ³
Toby—: hay varios obstĆ”culos, por eso tenemos que caminar en fila, sujetĆ”ndonos
de los hombros y con las piernas bien abiertas.
Cuando los cinco sujetos
se colocaron en esa posiciĆ³n, Toby se sentĆ³ frente al primero en posiciĆ³n de
araƱa invertida, con las manos y los pies en el piso. Luego se dispuso a entrar
a ese tĆŗnel de piernas. Primero aplastĆ³ con el puƱo las pelotas de un rubio
norteamericano, luego siguiĆ³ con las nueces del boliviano y las de un esquimal
enorme; dio una complicada patada a la portentosa hombrĆa de un negro y rematĆ³
con un cabezazo las joyas de un hindĆŗ.
Toby respirĆ³
profundamente para recuperar el aliento, pues la veloz operaciĆ³n lo habĆa
cansado un poco. Pero en cuanto vio a un fitness mexicano famoso, se recargĆ³ su
energĆa. El tipo vestĆa trusa azul y dos cinturones que le cruzaban el torso.
Toby sacĆ³ de su mochila una resortera, buscĆ³ una pequeƱa piedra, apuntĆ³ y
disparĆ³. La pequeƱa piedra golpeĆ³ las
gĆ³nadas aztecas como si de una bala se tratara. El pobre sujeto se tirĆ³ en el
piso y comenzĆ³ a patalear desaforadamente.
—¡Yes! —gritĆ³ Toby sin la
menor prudencia.
De pronto, dos turcos lo
sujetaron fuertemente de brazos y piernas.
—¡Te atrapamos,
caramelito! —dijo uno de ellos vestido como hombre de hielo.
—¡El premio es nuestro!
—celebrĆ³ el otro con disfraz de llama de fuego.
Toby logrĆ³ soltar un pie
y pateĆ³ con fuerza las bolas de uno de ellos. Del otro se liberĆ³ fĆ”cilmente, se
hincĆ³ ante Ć©l y levantĆ³ los puƱos para machacarle la hombrĆa.
Asustado, Toby se jurĆ³
que serĆa mĆ”s prudente. MĆ”s adelante hallĆ³ a otro esquimal inmenso, con traje
de hombre tiburĆ³n. Se colocĆ³ en posiciĆ³n de perrito detrĆ”s de Ć©l, lo llamĆ³ y,
cuando el tipo intentĆ³ dar la vuelta, se tropezĆ³ con Toby. En cuanto cayĆ³, Toby
le sujetĆ³ los enormes pies y le hundiĆ³ el suyo en la entrepierna. La verga de Toby dejĆ³ salir un poco de lĆquido
preseminal, pero el chico apretĆ³ con fuerza su glande y asĆ impidiĆ³ la
expulsiĆ³n de su leche. QuerĆa conservar todas sus fuerzas hasta el final.
Faltaban tres sementales
por vencer. Toby pidiĆ³ instrucciones a Irving para localizar al Ćŗnico inglĆ©s
del grupo, un sujeto guapĆsimo idĆ©ntico a Henry Cavill a quien le habĆan dado
un traje de Superman. Cuando lo encontrĆ³, Toby se le subiĆ³ a los hombros por el
frente, lo besĆ³ con furia y le asestĆ³ una larga serie de rodillazos.
Mientras los guardias se
llevaban al semental, Toby se tomĆ³ unos minutos para reponerse. Estaba agotado,
pero aĆŗn faltaban dos superhĆ©roes.
CaminĆ³ despacio para
recuperar las fuerzas mientras bebĆa una soda energĆ©tica. Le costĆ³ un poco hallar
al vikingo, un noruego de mƔs de dos metros, con pelo rubio largo y vestido
como TarzĆ”n. TobĆ½ no se sentĆa con fuerzas para golpearlo, asĆ que prefiriĆ³
usar con Ć©l su mĆ”s poderosa arma: un inmovilizador elĆ©ctrico. Se lo aplicarĆa
en la espalda y luego lo rematarĆa con una buena patada en las pelotas.
El vikingo trataba de
escalar sin Ć©xito una pared de arbustos. Toby se le acercĆ³, pero el gigante
volteĆ³ con rapidez, le sujetĆ³ las manos y lo elevĆ³ un metro del piso. Con
pavor, Toby notĆ³ que el sujeto tenĆa la vista descubierta.
—Tonto Smartboy —dijo el
vikingo con una voz terrorĆfica—. Aunque me daƱƩ los pĆ”rpados, rasguĆ© el cinturĆ³n para poder
ver. AsĆ pude evitarte todo el tiempo para poder ser el Ćŗltimo contrincante. Y
es que no me recuerdas, ¿verdad?
Toby no consiguiĆ³
reconocer al sujeto. El noruego sonriĆ³, con una mano le quitĆ³ la trusa y luego
se la metiĆ³ en la boca para que no pudiera gritar.
—Claro —siguiĆ³ el
noruego—, para ti sĆ³lo somos juguetes. El aƱo pasado casi ganĆ©, pero como te
gustaba el egipcio, dejaste que Ć©l me pateara los huevos y me descalificaste.
Fui humillado, por eso jurĆ© que me vengarĆa. AsĆ que dejĆ© crecer mi pelo y
entreguƩ documentos falsos para que no me reconocieras. Estaba seguro de que me
elegirĆas porque sĆ© que te encanta ver derrotados a machos como yo.
Toby se agitaba con
fuerza, pero al noruego le parecĆa como una hoja al viento. No podĆa gritar y
no se explicaba por quĆ© no acudĆan los guardias, pero lo supo muy pronto: el
gigante habĆa destrozado las antenas de radio.
—Ahora, seƱorito
Smartboy, te mostrarĆ© mi poder nĆ³rdico. ¿Ves esta verga? —se arrancĆ³ el
taparrabos y dejĆ³ ver un trozo de carne de treinta centĆmetros—. Con este leƱo
te partirƩ en dos. Y ni siquiera me molestarƩ en ponerte saliva en el culo.
Lo abrazĆ³ por la espalda
y lo acercĆ³ a su tremendo falo. En cuanto la punta del glande comenzĆ³ a abrirse
paso en su recto, Toby sintiĆ³ que le faltaba el aire y que su cuerpo se
desagarraba. Pero el dolor cesĆ³ cuando escuchĆ³ un golpe seco; al mismo tiempo,
los poderosos brazos lo soltaron y Ć©l cayĆ³. El gigante se tocaba la cabeza y
gemĆa de dolor. Toby observĆ³ una roca del tamaƱo de un ladrillo llena de
sangre.
—¡AlĆ©jate, cabrĆ³n! —gritĆ³
un venezolano delgado y atlƩtico, de menos de 1.80 metros, con trusa plateada y
leggins azules. En su mano tenĆa otra roca similar.
El vikingo se dejĆ³ caer y
se desmayĆ³.
—¿EstĆ”s bien? —preguntĆ³
el guapetĆ³n a Toby, quien sĆ³lo asintiĆ³ la cabeza.
El simpƔtico hƩroe le
sacĆ³ la trusa de la boca, justo en el momento en que Toby pudo gritar:
—¡Cuidado!
El vikingo lanzĆ³ al hĆ©roe
de un manotazo, le pateĆ³ el vientre y le asestĆ³ un puƱetazo en el rostro. El
hĆ©roe esquivĆ³ un segundo golpe, se tirĆ³ al piso e hizo caer al vikingo al
empujar su pie. Luego le pateĆ³ los riƱones, le dio un golpe en la sien con el
canto de la mano y rematĆ³ con un puƱetazo en la garganta. En segundos, los
guardias llamados por Toby de inmediato se llevaron al noruego.
—¿EstĆ”s bien, Smartboy?
—volviĆ³ a preguntar el hĆ©roe, jadeando un poco.
—SĆ, muchas gracias...
Soy Toby, ese es mi nombre... Pero no recuerdo el tuyo.
El atractivo joven le
dedicĆ³ una sonrisa galante.
—Para este personaje
elegĆ el nombre Buddyhunk, pero me llamo Israel.
Toby lo abrazĆ³
agradecido, instintivamente lo besĆ³ con ternura y le preguntĆ³:
—¿CĆ³mo pudiste vencer al
vikingo? ¿Y cĆ³mo fue que nos encontraste?
—Soy profesor de defensa
personal y tengo buen oĆdo. Desde que venciste a los primeros, comencĆ© a seguir
la pista de los alaridos. En algĆŗn momento, escuchĆ© ruidos en los arbustos y
supe que debĆa ir allĆ”. Luego oĆ al malnacido cuando te amenazaba y me quitĆ© la
venda para poder enfrentarlo.
Toby le acariciĆ³ el
cabello, pero Buddyhunk se puso de pie y abriĆ³ las piernas.
—Ahora me toca ser
derrotado. Soy el Ćŗltimo superhĆ©roe en pie, asĆ que suelta tu mejor golpe.
Toby se prendiĆ³ con ese
ofrecimiento, pero en vez de golpearlo, se lanzĆ³ sobre Ć©l y lo tumbĆ³ de
espaldas. Lo besĆ³ intensamente y logrĆ³ sacar su verga, un trozo viril de unos
dieciocho centĆmetros que a Toby puso en las nubes cuando lo sintiĆ³ dentro. El
chico se moviĆ³ en cĆrculos y apretĆ³ su ano como si quisiera succionar ese
amable falo. El gesto tuvo buen efecto, porque el cuerpo de Buddyhunk se
sacudiĆ³ con fuertes espamos hasta soltar su carga seminal en las entraƱas de
Toby.
Luego de fundirse en un
largo beso, Toby se recostĆ³ en su pecho.
—Ganaste, Buddyhunk —le
dijo jugueteando con sus pezones—. AdemĆ”s del premio, te ofrezco un empleo:
quiero que seas mi guardia personal al menos durante un aƱo. Te pagarƩ diez
veces mƔs de lo que ganas actualmente. Claro, tendrƔs que dormir conmigo para
que puedas vigilar mi sueƱo. ¿QuĆ© dices?
—Mi querido Smartboy
—respondiĆ³ Buddyhunk—, hoy acabas de contratar al mejor guardaespaldas que
podrƔs tener toda tu vida.
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