Supervulnerables VIII: Buddyhunk - Las Bolas de Pablo

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28 abr 2022

Supervulnerables VIII: Buddyhunk

Escrito por: FabiĆ”n Urbina

 

Cada aƱo, Toby Silvestre organizaba una competencia para conseguir un nuevo novio. Para ello, convocaba a un grupo de galanes de Instagram de todo el mundo. Su padre, el billonario Ezequiel Silvestre, dueƱo de la minera mĆ”s grande del paĆ­s, le habĆ­a regalado una mansiĆ³n en el campo para que el joven veinteaƱero diera rienda suelta a sus fantasĆ­as y a su potente libido.

Ese aƱo, Toby se deleitĆ³ con una competencia de superhĆ©roes. Pero no serĆ­a como la del aƱo anterior, cuando puso a luchar entre sĆ­ a treinta galanes hasta que un ardiente egipcio se hizo con el triunfo. En esta ocasiĆ³n, el mismo Toby se encargarĆ­a de derrotar a cada uno, hasta que sĆ³lo uno quedara en pie.

Luego de dos dĆ­as, Toby eligiĆ³ a veinte sujetos y los hizo traer a la mansiĆ³n. En la parte posterior de la residencia, los veinte galanes encontraron una carpa con bebidas, casilleros, duchas y un nĆŗmero igual de guardias. Toby los observaba desde una discreta cĆ”mara. AsĆ­ confirmĆ³ que habĆ­a hecho una perfecta selecciĆ³n. Los habĆ­a de todo tipo, incluso uno que parecĆ­a vikingo al que Toby creyĆ³ reconocer.

Irving, el mayordomo, vestido con traje italiano y micrĆ³fono de diadema, entrĆ³ a la carpa, se colocĆ³ sobre un estrado y comenzĆ³ a hablar.

—Caballeros, bienvenidos al torneo. Luego de ducharse y vestirse con trajes de superhĆ©roes, se adentrarĆ”n en el laberinto inglĆ©s de cinco mil metros cuadrados que estĆ” atrĆ”s. AllĆ”, nuestro anfitriĆ³n tratarĆ” de vencer a cada uno. Si lo consigue, serĆ”n retirados del torneo. El superhĆ©roe que logre evadir el ataque ganarĆ” el premio de diez mil dĆ³lares.

Un musculoso japonĆ©s levantĆ³ la mano.

—No sabĆ­amos que nos atacarĆ­an. ¿Y si salimos heridos?

—Oh, descuida. Esto es un juego. Y nuestro anfitriĆ³n es un joven frĆ”gil que no harĆ­a daƱo a una mosca.

DespuĆ©s, los galanes se ducharon y se pusieron los ajustados trajes que acentuaban su figura cautivadora. En la entrada del laberinto, Irving les presentĆ³ al anfitriĆ³n, un chico enmascarado, delgado y elegante, vestido con trusa roja, tenis, un micrĆ³fono en la oreja  y una mochila a la espalda con “objetos divertidos”.

—¿QuĆ© tal, supersementales? Soy Smartboy. Yo me enfrentarĆ© a cada uno de ustedes y los vencerĆ© sin causarles ninguna herida o malestar innecesario. Pero, puesto que ustedes son fĆ­sicamente superiores, deberemos equilibrar esa desventaja. Por eso, todos recorrerĆ”n el laberinto con los ojos vendados.

Los guardias les vendaron la vista con una especie de cinturones negros.

—Les advierto —continuĆ³ Toby— que cada vendaje tiene un dispositivo que me dirĆ” si se lo quitan. Si lo hacen, perderĆ”n. AsĆ­ que no hagan trampa, superamigos.

Los guardias los tomaron del brazo y los condujeron a la entrada del laberinto.

—SĆ³lo caminen hacia adelante y no traten de formar parejas o grupos. Esto serĆ” un trabajo individual. Entonces... ¡Que comience el juego!

Los sementales comenzaron a avanzar torpemente e incluso algunos cayeron. Toby observĆ³ esto muy divertido.

Gracias a sus zapatillas de aire comprimido, sus pasos resultaban inadvertidos para los guapetones. Todos lucĆ­an muy sensuales con los ajustados trajes que resaltaban sus mĆŗsculos y, sobre todo, su Ć”rea genital, gracias a un diseƱo especial que incluĆ­a una copa que separaba y realzaba el pene y los testĆ­culos.

Toby decidiĆ³ iniciar con un chino de traje verde. Se colocĆ³ frente a Ć©l y le metiĆ³ un puƱetazo en su entrepierna que le sacĆ³ el aire y lo tumbĆ³ en el piso. Dos guardias se lo llevaron mientras Irving lo marcaba como eliminado en un tablero digital.

La trusa roja de Toby marcaba una gran protuberancia, pues nada lo excitaba mƔs que someter a tipos mƔs grandes que Ʃl.

Luego llegĆ³ el turno de un hindĆŗ. El joven de piel cobriza portaba un traje amarillo con rayas negras. Toby sacĆ³ un mazo de juguete de su mochila y lo hundiĆ³ en sus pelotas por la espalda. El hindĆŗ maldijo en swahili y se hincĆ³ lentamente mientras protegĆ­a sus bolas con las manos.

Dos Ć”rabes, uno con traje morado y otro con ropa de luchador, caminaban tomados de la mano, lo que molestĆ³ a Toby. Se colocĆ³ frente a ellos boca arriba, aguardĆ³ a que se acercaran y aplastĆ³ esos dos pares de bolas con sus pequeƱos pies.

DespuĆ©s, Toby se metiĆ³ por una curva y ahĆ­ encontrĆ³ a un argentino muy alto con alas de Ć”ngel. Casi le dio pena tener que vencerlo, pero sintiĆ³ sumo placer cuando lo tirĆ³ al piso con una sencilla patada en sus partes viriles.

De inmediato tuvo antojo de chocolate, asĆ­ que buscĆ³ a uno de los hombres negros. El tipo de antifaz y traje blanco estaba detenido con los puƱos sobre la cintura. Cuando Toby vio su gigantesco paquete genital, su apetito se despertĆ³ con furia, asĆ­ que se hincĆ³ frente al tipo, le sujetĆ³ las nalgas y rĆ”pidamente dio una fuerte mordida a las dos bolas de chocolate. Su alarido y su gruƱido le hicieron saber a Toby que el semental estaba acabado.

Luego quiso compensar el chocolate con vainilla, por eso se fijĆ³ en un espaƱol de piel blanca. El joven valenciano alto, esbelto y rapado estaba tratando de salir de un rincĆ³n. Su traje rojo con rayas doradas era idĆ©ntico al de un personaje de Fortnite. Toby le sujetĆ³ la mano y le hizo dar vueltas hasta que lo mareĆ³. Cuando el joven comenzĆ³ a perder el equilibrio, Toby le asestĆ³ un cabezazo en las bolas que le produjo unas tremendas nĆ”useas.

El grito de dolor atrajo a un japonĆ©s musculoso con traje negro de hombre gato. Toby imitĆ³ el maullido de un minino y llamĆ³ la curiosidad del asiĆ”tico. Mientras el portentoso semental se acercaba, Toby se colocĆ³ un guante con uƱas de plĆ”stico que encajĆ³ con fuerza en los lechosos testĆ­culos del chino.

Con la adrenalina a tope, Toby pensĆ³ en eliminar a varios de una sola vez.

—¡Amigos, vengan, hallĆ© una salida! —gritĆ³ con voz fingida a cinco superhĆ©roes que andaban por ahĆ­—. Vengan, es por aquĆ­.

—¿CĆ³mo lo sabes, si tienes los ojos vendados? —preguntĆ³ un boliviano robusto de piel cobriza.

—Porque soy diseƱador de jardines —respondiĆ³ Toby—, asĆ­ que conozco bien estos laberintos de arbustos.

Los guapetones se mostraron conformes y dispuestos a seguirlo. 

—Pero, escuchen —pidiĆ³ Toby—: hay varios obstĆ”culos, por eso tenemos que caminar en fila, sujetĆ”ndonos de los hombros y con las piernas bien abiertas.

Cuando los cinco sujetos se colocaron en esa posiciĆ³n, Toby se sentĆ³ frente al primero en posiciĆ³n de araƱa invertida, con las manos y los pies en el piso. Luego se dispuso a entrar a ese tĆŗnel de piernas. Primero aplastĆ³ con el puƱo las pelotas de un rubio norteamericano, luego siguiĆ³ con las nueces del boliviano y las de un esquimal enorme; dio una complicada patada a la portentosa hombrĆ­a de un negro y rematĆ³ con un cabezazo las joyas de un hindĆŗ.

Toby respirĆ³ profundamente para recuperar el aliento, pues la veloz operaciĆ³n lo habĆ­a cansado un poco. Pero en cuanto vio a un fitness mexicano famoso, se recargĆ³ su energĆ­a. El tipo vestĆ­a trusa azul y dos cinturones que le cruzaban el torso. Toby sacĆ³ de su mochila una resortera, buscĆ³ una pequeƱa piedra, apuntĆ³ y disparĆ³.  La pequeƱa piedra golpeĆ³ las gĆ³nadas aztecas como si de una bala se tratara. El pobre sujeto se tirĆ³ en el piso y comenzĆ³ a patalear desaforadamente.

—¡Yes! —gritĆ³ Toby sin la menor prudencia.

De pronto, dos turcos lo sujetaron fuertemente de brazos y piernas.

—¡Te atrapamos, caramelito! —dijo uno de ellos vestido como hombre de hielo.

—¡El premio es nuestro! —celebrĆ³ el otro con disfraz de llama de fuego.

Toby logrĆ³ soltar un pie y pateĆ³ con fuerza las bolas de uno de ellos. Del otro se liberĆ³ fĆ”cilmente, se hincĆ³ ante Ć©l y levantĆ³ los puƱos para machacarle la hombrĆ­a.

Asustado, Toby se jurĆ³ que serĆ­a mĆ”s prudente. MĆ”s adelante hallĆ³ a otro esquimal inmenso, con traje de hombre tiburĆ³n. Se colocĆ³ en posiciĆ³n de perrito detrĆ”s de Ć©l, lo llamĆ³ y, cuando el tipo intentĆ³ dar la vuelta, se tropezĆ³ con Toby. En cuanto cayĆ³, Toby le sujetĆ³ los enormes pies y le hundiĆ³ el suyo en la entrepierna. La verga de Toby dejĆ³ salir un poco de lĆ­quido preseminal, pero el chico apretĆ³ con fuerza su glande y asĆ­ impidiĆ³ la expulsiĆ³n de su leche. QuerĆ­a conservar todas sus fuerzas hasta el final.

Faltaban tres sementales por vencer. Toby pidiĆ³ instrucciones a Irving para localizar al Ćŗnico inglĆ©s del grupo, un sujeto guapĆ­simo idĆ©ntico a Henry Cavill a quien le habĆ­an dado un traje de Superman. Cuando lo encontrĆ³, Toby se le subiĆ³ a los hombros por el frente, lo besĆ³ con furia y le asestĆ³ una larga serie de rodillazos.

Mientras los guardias se llevaban al semental, Toby se tomĆ³ unos minutos para reponerse. Estaba agotado, pero aĆŗn faltaban dos superhĆ©roes.

CaminĆ³ despacio para recuperar las fuerzas mientras bebĆ­a una soda energĆ©tica. Le costĆ³ un poco hallar al vikingo, un noruego de mĆ”s de dos metros, con pelo rubio largo y vestido como TarzĆ”n. TobĆ½ no se sentĆ­a con fuerzas para golpearlo, asĆ­ que prefiriĆ³ usar con Ć©l su mĆ”s poderosa arma: un inmovilizador elĆ©ctrico. Se lo aplicarĆ­a en la espalda y luego lo rematarĆ­a con una buena patada en las pelotas.

El vikingo trataba de escalar sin Ć©xito una pared de arbustos. Toby se le acercĆ³, pero el gigante volteĆ³ con rapidez, le sujetĆ³ las manos y lo elevĆ³ un metro del piso. Con pavor, Toby notĆ³ que el sujeto tenĆ­a la vista descubierta.

—Tonto Smartboy —dijo el vikingo con una voz terrorĆ­fica—. Aunque me daƱƩ  los pĆ”rpados, rasguĆ© el cinturĆ³n para poder ver. AsĆ­ pude evitarte todo el tiempo para poder ser el Ćŗltimo contrincante. Y es que no me recuerdas, ¿verdad?

Toby no consiguiĆ³ reconocer al sujeto. El noruego sonriĆ³, con una mano le quitĆ³ la trusa y luego se la metiĆ³ en la boca para que no pudiera gritar.

—Claro —siguiĆ³ el noruego—, para ti sĆ³lo somos juguetes. El aƱo pasado casi ganĆ©, pero como te gustaba el egipcio, dejaste que Ć©l me pateara los huevos y me descalificaste. Fui humillado, por eso jurĆ© que me vengarĆ­a. AsĆ­ que dejĆ© crecer mi pelo y entreguĆ© documentos falsos para que no me reconocieras. Estaba seguro de que me elegirĆ­as porque sĆ© que te encanta ver derrotados a machos como yo.

Toby se agitaba con fuerza, pero al noruego le parecƭa como una hoja al viento. No podƭa gritar y no se explicaba por quƩ no acudƭan los guardias, pero lo supo muy pronto: el gigante habƭa destrozado las antenas de radio.

—Ahora, seƱorito Smartboy, te mostrarĆ© mi poder nĆ³rdico. ¿Ves esta verga? —se arrancĆ³ el taparrabos y dejĆ³ ver un trozo de carne de treinta centĆ­metros—. Con este leƱo te partirĆ© en dos. Y ni siquiera me molestarĆ© en ponerte saliva en el culo.

Lo abrazĆ³ por la espalda y lo acercĆ³ a su tremendo falo. En cuanto la punta del glande comenzĆ³ a abrirse paso en su recto, Toby sintiĆ³ que le faltaba el aire y que su cuerpo se desagarraba. Pero el dolor cesĆ³ cuando escuchĆ³ un golpe seco; al mismo tiempo, los poderosos brazos lo soltaron y Ć©l cayĆ³. El gigante se tocaba la cabeza y gemĆ­a de dolor. Toby observĆ³ una roca del tamaƱo de un ladrillo llena de sangre.

—¡AlĆ©jate, cabrĆ³n! —gritĆ³ un venezolano delgado y atlĆ©tico, de menos de 1.80 metros, con trusa plateada y leggins azules. En su mano tenĆ­a otra roca similar.

El vikingo se dejĆ³ caer y se desmayĆ³.

—¿EstĆ”s bien? —preguntĆ³ el guapetĆ³n a Toby, quien sĆ³lo asintiĆ³ la cabeza.

El simpĆ”tico hĆ©roe le sacĆ³ la trusa de la boca, justo en el momento en que Toby pudo gritar:

—¡Cuidado!

El vikingo lanzĆ³ al hĆ©roe de un manotazo, le pateĆ³ el vientre y le asestĆ³ un puƱetazo en el rostro. El hĆ©roe esquivĆ³ un segundo golpe, se tirĆ³ al piso e hizo caer al vikingo al empujar su pie. Luego le pateĆ³ los riƱones, le dio un golpe en la sien con el canto de la mano y rematĆ³ con un puƱetazo en la garganta. En segundos, los guardias llamados por Toby de inmediato se llevaron al noruego.

—¿EstĆ”s bien, Smartboy? —volviĆ³ a preguntar el hĆ©roe, jadeando un poco.

—SĆ­, muchas gracias... Soy Toby, ese es mi nombre... Pero no recuerdo el tuyo.

El atractivo joven le dedicĆ³ una sonrisa galante.

—Para este personaje elegĆ­ el nombre Buddyhunk, pero me llamo Israel.

Toby lo abrazĆ³ agradecido, instintivamente lo besĆ³ con ternura y le preguntĆ³:

—¿CĆ³mo pudiste vencer al vikingo? ¿Y cĆ³mo fue que nos encontraste?

—Soy profesor de defensa personal y tengo buen oĆ­do. Desde que venciste a los primeros, comencĆ© a seguir la pista de los alaridos. En algĆŗn momento, escuchĆ© ruidos en los arbustos y supe que debĆ­a ir allĆ”. Luego oĆ­ al malnacido cuando te amenazaba y me quitĆ© la venda para poder enfrentarlo.

Toby le acariciĆ³ el cabello, pero Buddyhunk se puso de pie y abriĆ³ las piernas.

—Ahora me toca ser derrotado. Soy el Ćŗltimo superhĆ©roe en pie, asĆ­ que suelta tu mejor golpe.

Toby se prendiĆ³ con ese ofrecimiento, pero en vez de golpearlo, se lanzĆ³ sobre Ć©l y lo tumbĆ³ de espaldas. Lo besĆ³ intensamente y logrĆ³ sacar su verga, un trozo viril de unos dieciocho centĆ­metros que a Toby puso en las nubes cuando lo sintiĆ³ dentro. El chico se moviĆ³ en cĆ­rculos y apretĆ³ su ano como si quisiera succionar ese amable falo. El gesto tuvo buen efecto, porque el cuerpo de Buddyhunk se sacudiĆ³ con fuertes espamos hasta soltar su carga seminal en las entraƱas de Toby.

Luego de fundirse en un largo beso, Toby se recostĆ³ en su pecho.

—Ganaste, Buddyhunk —le dijo jugueteando con sus pezones—. AdemĆ”s del premio, te ofrezco un empleo: quiero que seas mi guardia personal al menos durante un aƱo. Te pagarĆ© diez veces mĆ”s de lo que ganas actualmente. Claro, tendrĆ”s que dormir conmigo para que puedas vigilar mi sueƱo. ¿QuĆ© dices?

—Mi querido Smartboy —respondiĆ³ Buddyhunk—, hoy acabas de contratar al mejor guardaespaldas que podrĆ”s tener toda tu vida.

 

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