Escristo por: Fabián Urbina
El superhéroe Próximo es
un hombre de 35 años que tiene el poder para encontrar a personas
desaparecidas. Gracias a eso, ha podido ayudar a mucha gente. Pero no sólo es
bueno, solidario y empático: es un sujeto de 1.87 m, pelirrojo, con piernas
fuertes, brazos musculosos, torso esculpido y un rostro galante. Además, su
hombría es notoria con traje de superhéroe o con ropa de civil.
Pues bien, este
superhombre es mi novio desde hace tres meses. Desde que lo conocí como el
actuario Arturo Fortabat, su identidad en la vida civil, nos enamoramos con
locura. Hemos pasado tardes encantadoras comiendo, charlando o simplemente
juntos, tomados de la mano caminando. Obviamente, la pasión mutua se ha
desatado con frenesí... aunque nunca hemos hecho el amor.
Siempre que se eleva la
excitación, él pone un pretexto o recibe una llamada de auxilio e interrumpe el
encuentro amoroso. Y aunque acepto su misión como superhéroe, me duele que él
no quiera culminar esos momentos impetuosos.
Frustrado y triste,
decidí preguntarle qué sucedía, pero no me respondió nada. Sólo empleó evasivas
para no tocar el tema.
Entonces tomé la
determinación de indagar en su vida amorosa. Con mucho empeño, logro encontrar
a uno de sus ex, un tal Xavier Gazanini. Lo contacto por Facebook y le revelo
quién soy, pero él me bloquea. Lo abordo
con otro perfil, le doy mi número, le confieso mi dolor y le suplico su apoyo,
pero no me responde.
Otro mes transcurre sin que pueda sentir su amor carnal. Por eso, con una fuerte crisis de autoestima, decido romper con él. Lo cito una tarde en un café, pero una hora antes de la reunión recibo una llamada de Xavier.
—Mira, Iván —me dice—, si
no te contacté antes fue por celos. Me enojé porque otro tipo tuviera la oportunidad
de amar a Próximo... bueno, a Arturo. Pero luego me puse a pensar en tu
problemática y sentí que debía explicarte un par de cosas. Él es un hombre
gentil, tierno y apasionado. Nunca haría algo para herirte... al menos no
intencionalmente.
—¿Cómo? ¿Arturo te
lastimó?
—No fue a propósito...
Mira... De seguro has notado que nuestro superhéroe tiene portentodos
genitales. Pues no puedes imaginar cómo son cuando está excitado: su bulto
crece al triple y casi rompe su traje de Próximo o su ropa de civil.
Yo estaba pasmado ante
esa noticia.
—Eso fue lo peor para mí
—continuó Xavier—. Su verga crece conforme se excita. Una vez llegó a los
treinta centímetros de largo y siete de diámetro. Yo mismo la medí. Y como
estaba excitadísimo, se me hizo fácil metérmela. Fue la mejor cogida de mi
vida. El dolor se compensaba con el éxtasis que sentí. Tuve dos orgasmos aunque
no toqué mi pene, mientras que él expulsó su leche cinco veces sin que perdiera
firmeza. Al contrario, con cada eyaculación su verga crecía más.
Yo no podía creerlo. Este
tipo tuvo la cogida del siglo y encima se quejaba.
—Pero cuando él sacó su
verga, la excitación se me bajó —continuó—, porque me di cuenta de que mis
entrañas estaban lastimadas. Sólo diré que él tuvo que llevarme al hospital
donde estuve un mes en recuperación. Pagó todos los gastos y me visitó a
diario, pero me dejó en cuanto me dieron el alta. Dijo que no quería volver a
lastimarme y que prefería alejarse de mí. Después investigué sus anteriores
relaciones y supe que otros también habían padecido lo mismo.
Le agradecí la
información y, muy triste, cancelé la cita con Arturo. Tenía mucho que pensar.
Tras varios días, entendí que Próximo no era culpable de estropear sus
relaciones. Todo se debía a su generosa virilidad. Por eso debía existir algo
que le permitiera hacer el amor sin lastimar a sus novios. No quería limitarme
a masturbarlo todo el tiempo, pues ansiaba sentir su carne viril en mi
interior. Pero tampoco quería terminar en el hospital. Así que, ¿podía hacer
algo?
Todo triste, sentí que me
relación ya estaba acabada. Pronto llegó la solución. Una tarde me puse a ver
videos del sitio HotWrestling. En uno de ellos, un joven musculoso sujetaba en
alto las piernas de otro guapetón en torno a un tubo colocado verticalmente. El
dominante las jaló y provocó que los testículos del otro chocaran contra el
tubo. El guapo que estaba tirado de espaldas gritó:
—¡No, por favor! ¡Esta
noche tengo una cita!
Pero el otro no le hizo
caso y le volvió a aplastar las bolas contra el tubo.
¿Una cita estropeada por
unos testículos adoloridos? Investigué y descubrí que un golpe en las bolas
puede disminuir la potencia sexual. ¡Perfecto! Ahora el problema era cómo
golpear los testículos de mi superhéroe sin lastimarlos. Pero, ¿y si sus pelotas
eran tan fuertes como sus músculos? Era otro riesgo que debía correr.
El siguiente sábado por
la tarde, Arturo llegó puntual a la cita que teníamos. Yo había preparado unos
canapés ligeros y tenía abierta una botella de vino tinto. Pero en cuanto brindamos,
la pasión se desató. Luego de unos minutos de besarnos, palpé su bulto y lo
noté más grande que lo habitual. Supe que esa era la señal.
—Supergalán —le dije—,
¿crees que pudieras vestirte con tu traje de héroe? Es que me prende muchísimo
verte así.
—Dalo por hecho, mi amado
Iván —respondió con su voz varonil y sensual.
En segundos, Arturo
Fortabat se convirtió en Próximo, el superhéroe arrebatador. Acaricié su cuerpo
y apreté sus pezones, algo que lo estimuló más, pero comenzó a mostrarse
nervioso. Si yo no actuaba rápido, él buscaría un pretexto para retirarse.
—Delicioso Próximo —le
dije extasiado—, ¿me complacerías con un juego?
—Claro, mi amor
—respondió, pero veía el reloj con ansiedad.
Fui por una pequeña
maleta y saqué de ella una máscara morada.
—¿Podemos jugar a que soy
un villano que lucha contra ti y te vence? —le propuse—. Cuando te someta,
puedo hacerte lo que me pidas.
Próximo aceptó muy
alegre, así que me puse la máscara y me coloqué un cinturón que tenía colgados
varios objetos. Luego le até los brazos a los costados.
—¡Uy! —fingí que advertía
un peligro—. Me da temor fingir que te ataco y golpearte en realidad. Mejor no
juguemos a esto.
—Descuida. Golpea con la
fuerza que quieras. No me lastimarás en absoluto.
¿Entonces también sus
testículos serían inmunes al dolor? Decidí no preocuparme y empecé el juego
como le había explicado.
—¡Estás acabado, Próximo!
—dije con voz gruesa—. Mis ataduras de platino te detendrán.
Próximo rompió las
cuerdas con suma facilidad.
—¡Te equivocas, Sombrío!
—respondió con gallardía y abriendo las piernas como le había pedido—. ¡Nada
impedirá que acabe con tus planes malignos!
—¡Díselo a mi espuma
paralizante! —afirmé mientras disparaba una pistola de juguete cargada con
espuma chantillí. Próximo fingió que se congelaba.
—¡Te tengo! —grité—.
Ahora comprobarás mi fuerza.
Golpeé su vientre
fingiendo que lo hacía con todas mis fuerzas, mientras que él imitaba gemidos
de dolor.
—¡Te demostraré lo débil
que eres! —le dije con una risa malvada.
Tomé impulso y aplasté
sus testículos con mi pie. Próximo soltó un gemido y dobló su cuerpo hacia
delante mientras protegía sus genitales con las manos. Lo había conseguido. El
dolor fue auténtico. Luego seguí actuando sin que él lo notara.
—¡Lo siento, lo siento! ¡Por favor, perdóname, Arturo! Pensé que tus gónadas eran tan resistentes como el resto de tu cuerpo.
Próximo jadeaba mientras
se sobaba las pelotas.
—De-descuida, mi amor
—respondió con esfuerzo—. Mis testículos son la única parte frágil de mi cuerpo.
—Si ya no puedes seguir,
detengamos el juego —le ofrecí.
Pero él se incorporó y
dijo que no había problema, así que continuamos. Se colocó paralizado con las
piernas abiertas y los brazos en posición de pelea.
—¡Con otro disparo de mi
arma, te quitaré tus poderes! —dije sobreactuado. Luego disparé la pistola y él
fingió que le dolía. —¡Perfecto! ¡Ahora te colocaré un chip de control mental!
Avancé hacia él y me
resbalé con la crema chantillí como había planeado. Caí de espaldas bajo su
entrepierna y con mi pie derecho le aplasté los testículos.
Su dolor fue mi
satisfacción. Mientras él estaba tirado en el piso, le separé las manos, le
rasgué el traje en la zona genital, sujeté su verga flácida y la chupé. Lamí
sus enormes huevos y jalé juguetonamente los vellos rubios que los cubrían.
Pasé mi lengua con fuerza por su perineo y conseguí que el superfalo creciera
unos diez centímetros. Luego sujeté sus brazos, los puse contra el piso, lo
besé con ímpetu y mordisqueé su cuello hasta hacerlo enloquecer.
—Cierra los ojos —le
pedí. Saqué una cinta métrica y comprobé que su falo tenía sólo diecinueve
centímetros. Perfecto para mí.
Chupé su gloriosa verga y
la unté con lubricante, pero él sujeto mi cabeza.
—No sigas, por favor —me
suplicó.
—Descuida, mi amado
superhéroe. Todo saldrá bien.
Levanté un poco el
trasero y me introduje despacio su poderosa verga. El dolor inicial de mi recto
dio paso a una sensación muy placentera. El grosor de ese falo estimulaba mi
próstata hasta causarme un torrente de placer.
Los minutos siguientes
estuve sobre ese falo moviéndome en todas direcciones. Arqueaba mi espalda
hacia atrás y conseguía que el trozo de carne forzara su posición hacia
delante. Apretaba mi ano para imprimir más presión y mi superhéroe lo agradecía
con gemidos placenteros. Movía mi trasero en dirección circular y eso le
provocaba espasmos que lo sacaban de quicio. Y para evitar que el superfalo
adquiriera un tamaño descomunal, apretaba con frecuencia una de las dos
gónadas, pues no podía sujetar ambas debido al tamaño de naranjas que habían
adquirido.
Cuando apreté sus
pezones, Próximo sujetó con fuerza mis caderas y advirtió que pronto
explotaría. Temí que su verga creciera exponencialmente, así que di un último
apretón a su gónada izquierda.
En instantes, mi
superhéroe soltó su abundante carga lechosa en mis entrañas sin hacerme ningún
daño. El impulso de su verga provocó mi propio orgasmo, cuyo fruto lácteo cayó
en el pecho y en el rostro de mi amado. Me tiré sobre él cansado y muy
satisfecho. Incluso en esa posición, su potente verga no disminuía su tamaño.
—Veo que mi superamigo
quiere más —le dije juguetonamente.
—Creo que sí —respondió
jadeante—, pero créeme que me dejaste agotado.
Sacó suavemente su falo,
pero al deslizarlo me provocó otro orgasmo.
Próximo me abrazó con
suma ternura y me agradeció por ese encuentro sexual.
—Entiendo lo que hiciste,
Iván —aseguró con voz gentil—. Con todo y el dolor, comprendí que era la única
manera de unirnos sin que salieras lastimado.
—No sé qué haré en adelante,
Supersabroso —le dije con preocupación—. Esta vez funcionó, pero no sé si sea
buena idea continuar así.
Próximo se quitó con la
mano el semen de su rostro y lo lamió. Luego me besó con ternura y me dijo:
—Mis testículos son tuyos, querido Iván. Como eres su dueño, puedes hacerles lo que quieras para que estés cómodo y seguro. Descuida. Este superhéroe soportará cualquier cosa por ti.
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